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29: Noche de estrellas brillantes

Tras regresar a la calurosa reunión de cumpleaños, SeokJin parecía haber decidido no separarse de él ni por un minuto. Ni por el más mínimo segundo. Fueron treinta minutos de toqueteo por aquí y toqueteo por allá, las manos del alfa posando sobre su cintura, sus hombros, su cara y no era que JiMin fuera a quejarse, el contacto estaba bien, le gustaba que pusiera una inconsciente mano en su brazo o un travieso dedo en la base de su cuello. Sin embargo, con el paso de los minutos, las personas comenzaban a mirarlo raro y el Omega no estaba acostumbrado a esas miradas, miradas que no eran agresivas, sino curiosas.

Quizás un poco admiradas.

«¿Qué había que admirar?» se preguntó, resignado a no tener una respuesta.

Lamentablemente para el alfa, Kim SoYeon estaba demasiado entusiasmada con mostrarle una colección de licoreras de cristal que una tía había enviado desde lejos, solo para él. Claramente, SeokJin había fruncido el ceño, soltado un comentario sarcástico y sonreído, pero nada podía contra su madre jalando de la manga de su traje con la impaciencia de una niña pequeña. Así que JiMin estaba otra vez solo, en medio de gente de clase alta, donde no conocía a nadie.

Dudaba que HueningKai estuviera por algún lado.

Suspiró profundamente.

Tal vez el mundo se estaba vengando por sus pensamientos y determinación de rebeldía absoluta, pero no iba a mortificarse ahora cuando ya había tomado una decisión. Era un futuro psicólogo, por todos los cielos, era momento de que supiera tomar sus decisiones y manejar su vida, incluso si sus actos tenían como consecuencia cosas malas, ¡Era hora de que se enfrentara a esas cosas! E iba a hacerlo, iba a tomar esos sentimientos aprisionados, los liberaría y los vencería, uno por uno. Sin remordimientos.

Iba a cumplir veinticuatro dentro de poco, tenía que honrarlos.

No más huir. No más esconderse bajo las sábanas y llorar por lo que no puede tener.

No.

Era tiempo de intentarlo, de ser salvaje y aventurero. Había tenido suficiente de esos momentos de indecisión donde sabía lo que quería y un instante después ya estaba dudando de eso. Si sorprendentemente no había sucedido con todas sus decisiones con respecto a SeokJin, quizás era una señal.

Una señal, divina señal.

Ahora, definitivamente, iba a ser atrevido y travieso. Al completo.

Sin dudas.

—Discúlpeme, ¿Es usted Park JiMin?

JiMin salió de sus pensamientos caóticos y miro a la alfa frente a él. Ella era alta y esbelta, con el cabello negro como el carbón cayéndose sobre sus hombros como una cascada oscura, además tenía un par de ojos zafiros que al Omega le parecieron escalofriantemente conocidos. Giro a ver a SeokJin, a un lado de su madre mientras observaban un bonito conjunto de licoreras y luego volvió a la alfa.

Demonios, eran muy parecidos.

—Sí, soy yo. ¿La señorita Rose, de casualidad? —Preguntó, genuinamente curioso.

Ella sonrió, una sonrisa gigante. —Has dado en el clavo, corazón.

JiMin sonrió.

—Un placer conocerla.

—¡Lo mismo digo! —Rió tras una delicada mano. —Eres tan tierno. Pareces un duraznito.

—¿Eh?

—Nada, nada. —Habló suavemente. —Uh, bueno, seré sincera contigo. Mi madre, en su acostumbrado papel de celestina, me ha pedido que venga aquí a hablar contigo. ¿Sabes? Demasiado tiempo en los negocios me han incrustado la mala maña de negociar por cualquier cosa.

—¿Que quieres negociar conmigo? —JiMin preguntó, inevitablemente divertido.

Se hacía una idea de lo que quería hablar si la había enviado Kim SoYeon.

—¡Bueno, bueno! Eres cooperativo. Iré al punto. ¿Sabías que SeokJin es millonario por su propia cuenta? Decidió abandonar la responsabilidad del negocio familiar y relegarmela, fundó su centro comercial desde cero e incluso estuvo escrupulosamente al tanto de toda la remodelación del lugar, lo que es sorprendente porque, ¿Quién se molestaría en crear algo tan complicado desde el inicio, negándose a la ayuda económica de su familia, cuando podía gobernar todo un imperio? ¡Nadie! —Hizo un ruidito alegre, acercándose al Omega y poniéndole un abrazo sobre los hombros. —No existe mejor partido que él, te lo aseguro. Aunque sea un poco idiota y engreído, en comparación a su lista de cosas buenas, ni siquiera lo notarás.

—¿De verdad? —Rió. —¿Qué más? Sube tu oferta.

Rose se humedeció los labios y ensanchó la sonrisa.

—Mamá no me mintió cuando dijo que eras perfecto. —Confesó. Ella se encogió de hombros. —Tendrás acceso a un ilimitado número de oportunidades en el ámbito laboral, supongo que también te interesa el cupón por sexo increíble y besos húmedos, ¿Yo que sé? —Exhaló pensativa. —Cachorros bellos y hermosos, dignos de la estirpe Kim. Hombre, ¿Qué más quieres?

—¿Amor? —Preguntó. JiMin se mordió los labios, nervioso. —¿Qué me dices de amor? ¿Es algo que viene en la oferta?

Rose parpadeó, perpleja. —¿Disculpa? ¡Claro que viene incluido!

—Me lo llevo.

La alfa soltó una carcajada, pegó un brinco y le golpeó suavemente en la punta de la respingada nariz.

—Así se habla, cariño. —Alabó. —No te arrepentirás de este negocio. ¡Eh, eso sí! Tengo que ser la primera en enterarse cuando estén esperando cachorritos, ¿Entendido?

JiMin hizo un gesto con la mano, llevándola al sitio donde el cabello y la frente se separaban y señalando a la alfa, fue una cosa ridícula, una imitación vergonzosa de un saludo militar, pero Rose se rió y le palmeó la espalda, iniciando una entretenida conversación sobre la decoración del salón, como había elegido su vestido y lo mucho que le encantaba su traje. Cuando la primera campanada del reloj de madera empotrado a la pared sonó, llenando el salón, JiMin se distrajo de lo que la hermana de SeokJin le estaba diciendo y miro alrededor del salón, topándose directamente con los ojos del alfa.

La oscuridad en ese mar azul le hizo estremecerse gloriosamente.

Dios, JiMin amaba sentirse así.

El Omega le sonrió, volvió a Rose y le dijo algo rápido antes de girarse y caminar por el salón hasta alcanzar a SeokJin y a su mamá. La última estaba bebiendo de una copa de vino y al verlo sonrió mostrando todos sus dientes.

JiMin se rascó tras la nuca, mirando con cariño a la Omega preguntó divertidamente: —¿Le importa que me lo robe?

Kim SoYeon se rió, le dio un sorbo a su vino blanco y sacudió una mano en el aire, restándole importancia.

—Todo tuyo. —Dijo.

Miró a SeokJin, encogiéndose de hombros. —Todo mío.

JiMin le tomo la mano y lo jalo, anduvo fuera de la mansión Kim y camino hasta el estacionamiento, girándose al alfa para sonreírle mientras continuaba.

—¿Traes tus llaves?

SeokJin se palmeó el bolsillo del saco, el manojo tintineo. —Sí.

—Perfecto.

Cuando alcanzaron el espectacular Lamborghini azul aparcado en el medio del estacionamiento JiMin sintió la boca seca y la abrió. Sorprendido. Perplejo ante la magnificencia de un auto de ese tipo. ¡Un tipo que valía más que uno de sus riñones!

SeokJin lo miró y soltó una carcajada, dándole un beso brusco en la boca.

—Cierrala. —Habló divertidamente. —Antes de que me provoque.

JiMin cerró la boca aunque la idea no le había molestado, porque no podían permitirse perder el tiempo así, eso podían hacerlo luego.

Un luego muy seguro. Muy pronto.

SeokJin bufó, abrió la puerta del auto y lo ayudo a subir. Después tomo el asiento del conductor y se sentó con las manos tras la cabeza en una mueca fanfarrona.

—¿A dónde, ceni?

JiMin sonrió.

La arena se extendía bajo sus pies y el mar a la lejanía ondeaba en un ritmo suave, calmado. Había una media luna plateada y brillante en el medio de un cielo cubierto de estrellas, miles y miles de estrellas que relucían sobre sus cabezas, iluminando la noche.

JiMin se acercó a la bonita Omega que estaba esperando a un lado de la entrada de la playa, con las manos dentro de un chaquetón verde oscuro y el pelo revuelto por las poco piadosas ráfagas de aire que golpeaban justo cuando las olas lo hacían en la orilla. SeokJin iba detrás, con sus pisadas sonando a cada paso que daba, y el Omega no tenía que girarse para saber que estaba mirando todo con el ceño fruncido, curioso y confundido.

—¡Hola! ¿Es usted Park JiMin? —La Omega preguntó.

—Sí, soy yo.

—¡Maravilloso! Esta todo preparado, el personal de seguridad se encuentra en puntos estratégicos de la playa, como las entradas y los baños, así que no hay nada por lo que deban preocuparse. —Sonrió, dando la vuelta y comenzando a caminar. —Soy Jeon SoMin, su promotora esta noche y me he asegurado de que el lugar se encuentre en las condiciones en las que lo pidió. Espero en nombre de Moment's for you que el ambiente sea de su agrado.

»Cualquier cosa, pueden llamarme, estoy a solo un toque de la aplicación en su celular.

La mujer se detuvo, estirando la mano hacia el tenderete delante de ellos, sobre la arena. Tenía una sábana azul claro que volaba con la fuerza del aire, sostenida por los soportes clavados en el suelo de la playa y había una mesa y dos sillas en el extremo que daba al mar mientras que, del otro lado, había una acumulación de sábanas y almohadones sobre la arena, ideal para acostarse. JiMin sonrió a la otra Omega, la despidió y la vio alejarse poco a poco, apretándose más en la chaqueta que traía.

SeokJin carraspeó.

JiMin volteo a mirarlo un momento antes de tomarle la mano de nuevo, arrastrarlo hasta la mesa y hacer que tomara asiento. El Omega hizo lo mismo después, en la otra silla.

—Seré sincero, no tengo idea de cómo se me ocurrió esto. —Confesó, sonrojándose. SeokJin sonrió. —Es tu cumpleaños, deberías hacer algo que te guste, pero no creo que entre tanta gente observándote podrías hacerlo. Esto es, ya sabes, para ti. No tienes que comportarte de una manera u otra, tampoco hacer algo que no quieras.

—Y la playa siempre es una buena opción cuando estás en Busan. —SeokJin agregó. —Buena idea, cariño.

—¿Te gusta?

El alfa soltó una carcajada. —No recuerdo la última vez que vine a la playa, ¿Tenía quince? ¿Dieciséis? No lo recuerdo. —Sacudió la cabeza. —Venir es cómo volver a conocerla, rememorar viejas experiencias que en su tiempo lo fueron todo para mí, ¿Y me preguntas si me gusta? Claro que no. Me encanta.

JiMin abrió los ojos de par en par.

—¿Acabas de decir qué no has venido en años? ¡¿Cómo es eso posible?! —Jadeó, genuinamente sorprendido. —¡SeokJin-ssi, estamos en Busan!

El alfa se encogió de hombros. —Estoy ocupado, trabajo de lunes a lunes.

—Deberías descansar un poco. —Dijo, frunciendo el ceño. —El sitio no se va a caer porque no estés un solo fin de semana.

—No, tienes razón. —Admitió. —Pero me gusta trabajar, me gusta ver como lo que tanto me costó construir surge un poco más cada día. —La sonrisa en sus labios se mancho con un tinte divertido. —Es la primera vez que me tomo un descanso.

—¿Te estás tomando un descanso?

—Sí, desde hace un tiempo. Necesitaba pensar... Y actuar, sobre algo que me molestaba.

JiMin asintió, entrecerrando los ojos mientras se giraba a la botella de vino rosado en una cubeta con hielo a su lado, cercana a un par de copas de vidrio finas y alargadas de tamaño mediano. Acerco las copas a la mesa, descorchó la botella y las lleno, extendiéndole una al alfa y dándole un sorbo a la otra antes de dejarla sobre la mesa con suavidad sospechosa.

Suspiró profundamente, decidido a hacer la pregunta que le rondó la cabeza con la declaración del otro hombre.

—¿Tuvo que ver conmigo? —Cuestionó.

—Fue más por mí, que por ti. Sin embargo, sí, hubo un poco de ti en esa decisión.

JiMin tragó. —¿Por qué?

—Ahora no. —Rió.

—Jaque mate, CEO Kim. —Secundó la risa. Acomodó un mechón rubio fuera de los ojos.

SeokJin sacudió una mano, restándole importancia. Se inclinó hacia él, atravesando la mesa con el pecho hinchado antes de poner una mano sobre la suya, repentinamente serio.

—¿Qué te dijo?

JiMin hizo un ruidito confundido. —¿Quién?

—Rose.

—Oh. —Suspiró con gesto inocente. —Nada.

El alfa parpadeó, apacible.

—No sabes mentir. Además conozco a mi hermana, ese demonio nunca para de hablar, es como si tuviera un mecanismo que cuando su boca se cansa, actúa por ella. —El Alfa rodó los ojos. —También supe que iba a decirte algo desde el momento en que mamá, insistentemente, no me dejaba ir, como si tuviera un plan malvado o algo.

—¿Plan malvado?

—Ya sabes, meterme por tus ojos y "tomarte con mis mejores atributos para que no escapes".

—Muy específico. —JiMin soltó una risa floja. —Pero creo que aún así se va a quedar entre nosotros.

—No, dime. —Pidió, alargando demasiado la "e".

JiMin alzó una ceja, sorprendido y divertido, ya no sabía, era una combinación de ambas. Retuvo una carcajada, acomodándose en su silla.

—¿Acabas de...? Oh, por dios, ¿Eso que fue? —Habló divertidamente.

SeokJin volvió a reírse. —Ni yo lo sé.

El alfa tomo con la mano libre la copa de vino, dándole un sorbo largo; el licor bajó por su garganta estirada con un movimiento hipnótico, suave y elegante. JiMin se removió, encantado con la vista que, desde su puesto privilegiado, tenía de Kim SeokJin.

Era un placer visual. Era observar la delicadeza erótica del alfa, esa que siempre le había gustado.

SeokJin se inclinó hacia atrás en su silla, sin soltar su mano y exhaló mientras apretaba los labios brillantes. Sus ojos se desviaron a la arena y las olas, perdidos en el mar, antes de que le diera un apretón a su mano y volviera a verlo, con un suave rastro de la sonrisa anterior.

—¿Quieres ir a caminar por la orilla? Quiero hacer eso.

JiMin simplemente no podía decirle que no, así que se levantó cuando él lo hizo, aún sin soltar su mano y ambos se quitaron los zapatos y los chalecos del traje. Se dejó guiar hasta la orilla donde las olas golpeaban, caminando con suavidad mientras el agua se filtraba entre sus dedos y la arena cosquilleaba en las plantas de sus pies. El cielo oscuro estaba destellando por las estrellas y la media luna plateada que alcanzó la mitad del cielo, muy arriba; tan bonita y desprendiendo una luz cariñosa, dejando su reflejo moverse en el mar azul con una belleza sin igual. «Entonces,», JiMin pensó, mientras caminaban, «así era una noche de estrellas brillantes, de belleza bendita. De solo admirar lo que el mundo tiene para ofrecernos únicamente a nosotros; solo a nosotros por esta noche.» y bendijo el momento en que eligió una playa, la mitad de la noche y un poco de vino.

Así, todo era sencillamente perfecto. Era perfecta la manera en la que la vista parecía tan irreal, en la que su mano sentía el calor de la otra y los dedos entrelazados con los suyos se aferraban como si nunca quisieran soltarlo, porque, JiMin no quería hacerlo. JiMin no quería soltar a la persona a la que pertenecían esos dedos, él quería quedarse con eso que le hacía sentir, eso extraño y confortable que lo hacía sentir tan normal. Por todos los cielos, simplemente quería todo. Quería a Kim SeokJin y ya.

Miró al frente, fijándose en la extensión de arena húmeda que era tragada cada cierto tiempo por el ataque delicado de una ola casi muerta, y suspiró aliviado, feliz, con esto. Si bien su cabeza aún tenía preguntas sin respuestas, al menos ya no estaba tan enrollada como siempre. Había algo de paz ahí, una nada poco confiable que, aunque había rogado, no duró tanto como quiso.

SeokJin carraspeó.

—Quizás suene muy brusco y fuera de lugar, pero... ¿Has pensado en lo que te dije?

JiMin lo miró, confundido y ladeo la cabeza.

—¿Sobre qué?

Él se humedeció los labios. —¿Tu miedo?

—¿Uh? —JiMin palideció. —¿Perdón?

—Puedes hablarlo conmigo. —Ofreció. JiMin guardo silencio. —Ya te lo dije, yo no lo considero malo.

—¿Por qué quieres hablar de eso? —Preguntó. La voz le tembló un poquito.

A SeokJin eso no le gusto.

—Porque es algo con lo que te sientes mal. —Frunció el ceño. —Es algo que intentas ignorar como si no existiera, pero cuando piensas en ello, lo odias sin razón.

—No es sin razón. —Afirmó. —Mi mejor amiga lo consideraba malo, mi ex novio lo consideraba malo. ¿Qué se supone que haga? ¿Solo pensar que está bien por qué si?

—JiMin, —Llamó, suspirando. —No negaste que lo ignoras.

—¿Por qué tendría? No me gusta pensar en esa parte de mi que está enferma.

—¿Te estás escuchando? —SeokJin abrió los ojos de par en par. —¿Cómo que enferma? ¿Qué se supone que está "enfermo"?

—¿De verdad podrías entender cómo lo veo? —Cuestionó. Miró hacia otro lado. —¿Podrías si te lo digo?

SeokJin asintió, seguro, absolutamente convencido. —Lo podría entender, pero no lo apoyaría.

—¿Por qué?

—Porque es parte de ti y lo que es parte de Park JiMin no está mal. —Confesó. JiMin le devolvió la mirada, perplejo. —¿Eres un asesino, un violador?

—No. —Dijo, bajito, tan bajo que SeokJin casi no lo escucho.

Casi.

—¿Entonces por qué está mal? Malo es matar a una persona, es violar, consumir drogas u obligar a alguien a hacer algo que no quiere. Sin embargo, no es todo, porque eso, no es solo malo, es terrible. Así que me pregunto, como existiendo cosas tan espantosas, puedes odiar algo de ti simplemente porque te hace diferente al resto de las personas.

—¿Me hace solo diferente? No es solo ser diferente...-

—Te hace ser peculiar. —Interrumpió. —Porque no eres diferente de mí, sigues siendo una persona. ¿Y qué si tus gustos son peculiares en uno que otro sentido? No hay nada horrible en eso. —Le mostró una sonrisa engreída. —Me encanta ser superior en la cama, ya lo sabes. Me gusta manejarlo, hacerlo duro y salvaje, y me excita usar mi voz alfa. Eso no me hace un enfermo, me hace peculiar.

—¿Por qué tú siempre eres así? —Habló suavemente. Se hundió entre sus hombros. —Todo el mundo parece mejor psicólogo que yo.

—Se me había olvidado que estudiabas psicología. —Sonrió.

—Sí, no me falta mucho. Un semestre y soy libre de la universidad.

—Me sentí así cuando salí de Finanzas. —Dijo.

El silencio después de eso fue largo e incómodo, un silencio que le dio a la cabeza loca de JiMin la oportunidad de pensar en todo lo que el otro le había dicho. Considerando, lo que toda su vida, había visto de la misma manera; lo que había ignorado porque era mucho para soportar y porque quería caer en la ilusión de que era normal. Sin embargo, con todo esto que entraba y salía de su cabeza, se preguntaba de forma insistente si siempre había sido normal y su miedo no le había dejado verlo. Esta era una cosa que lo definía y tenía tanto miedo de explorarla que se había refugiado en la maldad.

Por qué todo lo que te da miedo es malo, ¿No?

JiMin suspiró, dejando sus pasos errantes sobre la arena mojada ir en un extraño zigzag, su mano unida a la de SeokJin balanceándose junto con el viento que arrastraba un intenso olor a sal. Sentía el cabello cayéndose desordenadamente por su frente, sus ojos entrecerrándose inevitablemente y los labios secos.

Quizás era hora de conocer eso que lo definía. Saber que era realmente, a que se dirigía.

Que le gustaba de verdad.

—Prométeme que vas a pensarlo. Promete que vas a pensar en lo te dije, en lo que significa. —SeokJin pidió. JiMin lo miró.

—No. —Respondió y observó a SeokJin apretar los labios, frustrado. —Ya me cansé de pensarlo, llevo toda la vida haciéndolo. Ahora voy a actuar sobre ello.

SeokJin parpadeó, perplejo. —¿De verdad?

—Sí. —Sonrió. —Pero necesitaré tu ayuda.

El alfa lo miró, bajando los ojos por su cuerpo con una calma pícara, cuando los volvió a subir, sonrió grande.

Perfecto.

—Será un placer, amor.

JiMin intentó menguar la sensación de alegría en su pecho por el "amor" incluido en la oración y ensanchó la sonrisa, deteniéndose frente al mar y dándole un beso ridículamente pequeño en la boca al otro.

Bajo el amparo de una noche de estrellas brillantes y una luna menguante que sonrió ante la vista.

▪▫❤▫▪
Capítulo dedicado a Shinning_Hope. ¡Feliz cumpleaños atrasado! 💖

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