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27: Había una vez

JiMin no esperaba la mañana después de su primera cita con SeokJin encontrar a Kim SoYeon a un lado de su puerta, con las manos en los bolsillos de una gabardina azul oscuro que le rozaba las rodillas tras un paseo digno de admirar por su esbelta figura. Ella tenía el cabello suelto, los labios pintados de un suave mandarina y los ojos en el alfombrado gris que cubría el suelo de cemento hasta que JiMin carraspeó y la Omega alzó la cara para mirarlo.

La sonrisa gigante parecía haber sido tatuada en su bonito rostro desde ese momento.

-Hola, dulzura. ¿Has estado bien? -Preguntó. JiMin asintió y abrió más la puerta, invitándola a pasar.

-Digamos. -Ladeó la cabeza. -Señora Kim, no quiero ser descortés, pero ¿A qué debo su visita?

-Cariño, no tienes porque decirme "Señora Kim". Eso hace que me pesen los años y unos buenos cincuenta y dos no son fáciles de cargar.

El Omega rió. -Lo lamento.

Ella blandió una mano en el aire, restándole importancia mientras JiMin cerraba la puerta a sus espaldas; luego se quitó los tacones y se enfundó con confianza en un par de pantuflas para invitados, subiendo el escalón que la separaba del salón. JiMin la miró, encogiéndose de hombros antes de avanzar hacia la cocina y ofrecerle a la mujer una Coca Cola que estaba entre un par de latas de Sprite en su nevera.

-No tengo té.

Kim SoYeon abrió el refresco y le dio un sorprendente sorbo. Lo dejo sobre la mesa y le miró, sonriéndole bonito.

-Nada mejor. -Frunció los labios. -Una vez que te relacionas con las personas de la alta sociedad es difícil encontrar una buena Cola. Tanto vino y té de manzanilla, verde, negro, cayena, limón y miel; me estaba volviendo un poco loca.

JiMin se sentó a su lado, cruzando las manos sobre el regazo. -No podría soportarlo, soy un ser que vive a base de Sprite.

-Ellos lo llamarían: un alma rebelde. -SoYeon encarnó una ceja, riéndose. JiMin la secundó. -Nene, a esta gente todo le parece rebelde si no sigue sus reglas o no cumple sus estándares. -Sacudió una mano. -En fin, mi suegra se reiría de mí palabrería con ganas si me escuchara. Solo vine a una cosa rápida.

JiMin abrió los ojos de par en par cuando ella saco un sobre de uno de los bolsillos de su garbadina; el papel color pergamino con un tocado suave de borgoña en los bordes y un sello de cera muy vistoso era extraño. ¿Iba a invitarlo a algún lado? ¿Kim SoYeon no era la bellísima mujer que conocía y eso era dinero para que se alejara de SeokJin? ¿Iban a hablar sobre la invitación de boda que vio? Rogaba que no. Nunca en su vida estaría listo para una conversación que incluyera esa invitación de boda que solo le recordaba quién era y que papel ocupaba en todo esto.

Resultó ser un amante. Lo quisiera o no, una definición tan vasta como lo tenía la palabra servía para esclarecer su posición en más de una dirección. Un amante no era solo la tercera pieza de una relación, también era una ficha que nadie conocía, nadie veía. Alguien sin etiqueta. Desgraciadamente, esas eran sus direcciones.

Las quisiera o no.

SoYeon carraspeó. -Es para ti. -Ella extendió el sobre. JiMin lo tomo, genuinamente curioso.

De: Familia Kim.
Para: Park JiMin.

JiMin tragó.

-¿Qué es?

-SeokJinnie cumple en dos días, el cuatro. Es la invitación a su fiesta.

JiMin se atragantó y se sobó el pecho, intentando respirar y que la respuesta del aire no doliera tanto en sus pulmones. Sorprendido. Quizás la otra Omega le observó con diversión o tal vez se lo estaba imaginando; de todas maneras, no era algo que le importara mucho cuando estaba invitándolo a la fiesta de cumpleaños del alfa, sonriéndole así mientras le miraba con entusiasmo bañando sus ojos. Él no estaba preparado para eso, menos cuando no había sabido cuando era el cumpleaños de SeokJin, cuando no había tenido ni idea.

JiMin se dio cuenta, amargamente, de que habían muchas cosas de Kim SeokJin que no conocía.

«Demasiadas».

Y el pensamiento no le gusto.

-Estoy segura de que le encantaría que fueras. -La Omega continuó. JiMin volvió su atención a ella, alejando las angustiantes emociones por el rumbo que estaba tomando su enrollada cabeza. -De todos modos, será un secreto entre tú y yo, ¿Vale? Es mi "regalo".

-Oh. -JiMin suspiró, forzando una sonrisa. -Está bien. Iré.

-¡Fantástico! Estoy tan feliz de poder contar contigo. No tienes que preocuparte por nada, JiMin-ah, me encargaré de todo.

JiMin rió. -Por supuesto, agradezco la invitación.

-¡Nene, el agradecimiento es mío! -Chilló. -¿Te parece que vayamos mañana de compras y luego hagamos otras cosas por el resto de la tarde?

JiMin estaba respondiendo antes de darse cuenta, con tal vez, excesiva velocidad y alegría.

-¡Claro!

Sin embargo, ya nada podía hacer, más que pensar en controlar su boca algún día.

Algún día.

-Perfecto. -Alabó la Omega. -Nos vemos mañana en el centro, ¿Qué tal? -Preguntó, aunque estaba levantándose y andando a la puerta antes de que JiMin pudiera responder. -Quiero comprarte mucha ropa bonita y tienes que permitirme hacerlo.

JiMin sonrió, se levantó y la acompaño a la puerta, observando a Kim SoYeon abrirla y salir al pasillo. La Omega jadeó, girándose a verlo mientras caminaba de espaldas.

-Recuerda no decirle nada de esto a SeokJin. Confío en ti, JiMin.

«Confío en ti, JiMin».

JiMin se mordió el labio, inseguro de ser digno de esa confianza.

Aún con las palabras resonando en su cabeza como un eco, cerró la puerta, mirando su apartamento vacío con desilusión mientras respiraba hondo.

Cuarenta y ocho horas, JiMin pensó, no eran satisfactorias cuando tenía que enfrentarse a todo esto.

Esto se resumía en cuatro sencillas cosas que no se creía capaz de manejar, por más grande que fuera su esfuerzo.

Vestido. Peinado. Gente de alta sociedad. SeokJin.

Sobre todo SeokJin. SeokJin el alfa sexy y dominante con el que se acostó más de una vez y con el que estaba en una situación difícil ahora. Aunque difícil no es exactamente la palabra que JiMin usaría, pero no iba a ponerse a pensar en ello hasta encontrar la verdadera palabra que lo describiera. Eso sería mucho más complicado.

Para peor, no podía llamar a su tío TaeHyung; porque, ¿Qué se supone que le diría? Cosas como "oye, todo genial. Voy a salir con el alfa por el que llore todo un fin de semana. No, no, nada serio todavía." O "¡Hey!, ¿Qué tal? Yo estoy genial, preparándome para ir a una fiesta de alta sociedad para la que no me siento preparado. ¿Ya te dije que incluso se va a presentar el alfa que ignore durante dos semanas, como si nada sucediera?". Esas no eran opciones sobre que decir que su tío apreciaría, por el contrario, estaba casi seguro de que Kim TaeHyung correría hasta su apartamento y le jalaría las orejas hasta llevarlo a la casa de su abuela y castigarlo como un niño en su habitación. Claramente, cuando se había visto tan afectado por algo como eso antes, TaeHyung no iba a quedarse de brazos cruzados si sabía que esto iba a hacerle el mismo daño.

No, no. Mejor pasaba sus penurias solo.

Suspiró, dejándose caer en la cama, luego pego un respingo y se levantó de golpe mientras corría al espejo para confirmar que nada le hubiese pasado al secado y planchado que Kim SoYeon se había encargado que le hicieran en la peluquería al que lo había llevado solo unas horas antes. Se fijó también en si había provocado una arruga en la tela del traje de noche color azabache y, cuando notó que todo estaba en orden, volvió a suspirar, una cosa entre un quejido y un gemido que su garganta floja distorsionó al gesticular.

Estaba... Frustrado.

Muy, muy frustrado.

Maldita sea, la frustración estaba ahogándolo, volviéndolo una masa sin fuerzas que se movía de un lado a otro. JiMin era una masa floja que funcionaba por instinto, y no le gustaba, no le gustaba sentirse así. Como si estuviera fuera de lugar haciendo algo como esto, con el pánico que le hacía pensar que, en el momento en que pusiera un pie en ese elegante salón, todos lo mirarían como si fuera un alienígena.

Porque simplemente no pertenecía a ese mundo.

JiMin no pertenecía a eso, no había forma en que lo ocultara. La única persona en su familia que estaba acostumbrado a esos ambientes, como siempre había tenido en cuenta, era su tío YoonGi y no era que TaeHyung no tuviera también experiencia, pero todo lo relacionado a sus fans lo controlaba su mánager. Por su parte, el alfa hacia todo por su cuenta, manejando, literalmente, la opinión pública.

Pero él no iba, definitivamente, a preguntarle a su tío.

Así que no sabía que hacía con su celular en la mano, ni porque estaba marcándole justamente a quien acababa de convencerse de no preguntarle.

¿Qué se supone que dijera? ¿Cómo explicaría que estaba en una situación que lo iba a poner en una reunión de la alta sociedad?

-¿Bebito?

Tenía que comenzar a dejar de ser tan impulsivo...

-Uh. Hola, tío. -Dijo. -¿Qué tal todo?

-Bien, podría decirse. Si es que la discusión con tu tío y mi madre puede calificarse de bien. -Suspiró. -JungKook tampoco ayuda, ¿Sabes?

JiMin bufó. -¿Ahora por qué pelearon?

-Tú tío no quiere comprender que debe guardar reposo y mamá no se la está poniendo fácil.

-¿Reposo? Vamos, no está inválido.

-¡¿Tú también?! -Gritó, más bochorno en su tono que otra cosa. -Dime la verdad, ¿Tae te dijo que llamaras? No voy a doblegarme porque me llames, bebito.

JiMin suspiró profundamente.

-No, no me dijo que llamara. En realidad, quería preguntarte algo.

Lo había dicho.

Park JiMin estaba atónito, había dejado de lado su vergüenza y simplemente lo había dicho.

Siendo sinceros, no fue tan difícil.

-¿Sí? -YoonGi preguntó. -¿Qué cosa?

Con razón había parecido tan fácil, ahora venía la parte difícil. Tenía que inventar una buena excusa.

-Pues tú sabes... Hay que estar preparado en la vida. Así que tuve curiosidad sobre esto de los ambientes de alta sociedad. -Habló suavemente. -Quizás podría hacer un análisis psicológico sobre el comportamiento de una persona inexperta en modales y esas cosas en situaciones de ese tipo.

-¿«Ese tipo»? ¿Te refieres a relacionarse con personas de clase alta?

-¡Justo eso! -Gritó, quizás demasiado entusiasmado porque su tío lo entendiera y creyera su sucia mentira.

Carraspeó al darse cuenta de la excesiva y sospechosa emoción; camino a su cama, se sentó y apretó la mano libre entre las piernas. Nervioso. Atemorizado de que su pequeño desliz dejara ver cuánto le importaba esto.

-Oh, entiendo. -El alfa dijo. JiMin suspiró, genuinamente aliviado. -Creo. ¿Quieres que te hable de las normas de etiqueta?

-Eso estaría bien. Es una buena base.

Park YoonGi respondió con un ruidito pensativo, guardo silencio un momento y luego volvió a hablar, sin ningún rastro de sospecha en la voz.

-Algunas podrían parecer complejas para una persona que jamás ha tratado con gente de alta alcurnia, pero no son demasiado extrañas, tal vez denominarlo como "lo que se esperaría siempre en alguien respetuoso" sería una buena manera de describirlo. -Comenzó. JiMin asintió aunque el alfa no podía verlo. -Son cosas sencillas como lustrar tus zapatos hasta que estén impecables y en la mesa, recordar que el pan se parte con la mano y la carne con el cuchillo y el tenedor, procurando que los trozos sean lo suficientemente pequeños como para que, al masticar, no sea necesario hacer muecas o ademanes excesivos.

»No se deben hacer ruidos al masticar o ingerir el alimento, ni tampoco deben hacerse chillar los cubiertos contra el plato. El cuchillo y el tenedor no deben sostenerse como se haría con un lápiz, sino que la mano, indiscutiblemente, debe quedar siempre por encima del mango del cubierto. -Explicó. -Si sucede que dos personas hablan accidentalmente al mismo tiempo, el inferior la cederá siempre al superior, el alfa al Omega y el caballero a la dama.

-¿Y si hay un caballero Omega y una dama alfa? ¿A quién se le cede la palabra?

Park YoonGi guardo extraño silencio y JiMin podría jurar que casi escuchaba el pitar de un grillo al otro lado de la línea. Aunque la pregunta había salido de su imprudente boca, su curioso y confuso cerebro había tenido la culpa de que la duda estuviera ahí.

No había nada de malo en preguntar, ¿Verdad?

Cuando su tío volvió a hablar, con un ligero toque de vergüenza en sus palabras, el Omega noto su brusco y apresurado interés en cambiar de tema.

-Jamás deja de ser desagradable la conversación excesiva. -Dijo, ignorando olímpicamente su duda. -Al igual que resulta insoportable una persona demasiado parsimoniosa al hablar y, asimismo, alguien que no hace más que oír a los demás, manifiesta un carácter insociable y reconcentrado, o bien una carencia absoluta de dotes intelectuales, circunstancias ambas que la excluyen de todo círculo de gente culta y bien educada.

-Vaya, hablar o no hablar es el dilema de la vida. -Rió. -¿Alguna otra cosa importante?

-Supongo que lo único que queda por aclarar son los regalos. Para una señora que se conoce poco, flores o golosinas, nada personal y para una que conoces mucho, perfume o libros. -Habló suavemente. -Para un hombre que se conoce poco, libros de arte, mancuernillas, tal vez licoreras de cristal. En cambio, para un hombre que se conoce bien, se le puede regalar cosas de oficina, como plumas o cortapapeles. Incluso, colonia para después del afeitado y encendedores de bolsillo.

JiMin pegó un respingo, gritando: -¡El regalo!

-¿Eh? -El alfa gruñó. -Eso fue lo que dije, no tienes porque gritarme en el oído, niño.

-No, no, no. -Sacudió la cabeza. Su tío hizo un ruidito confundido. -Lamento haberte gritado, ¿Hablamos después? Ten una buena noche tío.

-¡Hey, espera!

JiMin colgó.

El Omega se levantó de la cama, corrió al salón y tomo sus llaves y la cartera del cuenco a un lado de la puerta, se enfundó en sus mocasines azul marino y salió corriendo del apartamento. Agradecía a Kim SoYeon por haberle escogido un conjunto que incluía gabardina, sobre todo cuando salió a la calle y el poco piadoso viento atacó en fuertes ráfagas de frío congelado que regalaba la estival época.

Maldita sea, hacia frío; le picaba la nariz y las mejillas las sentía suavemente congeladas con solo pisar fuera de las puertas de su edificio. Aún así, se apresuró a través de las calles de Busan, tomando el primer autobús que encontró en la estación y consideró sus opciones mientras se sostenía de la agarradera del techo del autobús, con preguntas como: ¿Qué se supone que debía regalarle a SeokJin? ¿Qué le gustaba? Llenando su cabeza, volviéndola un enredo peor del que estaba acostumbrado últimamente a que fuera.

Y JiMin se dio cuenta de algo, una cosa que le hizo fruncir el ceño, casi horrorizado.

¿Estaba enamorado de alguien que no conocía?

¿Cómo era posible qué eso sucediera? Desde su punto de vista, tenía que conocer a alguien para enamorarse. Saber sus gustos, sus aficiones.

Él no sabía nada de eso.

Para él, SeokJin era su fantasía traída a la realidad. La encarnación de sus deseos más profundos, de todo lo que siempre soñó.

Quizás su visión del amor estaba tan corrupta como él mismo porque, aunque SeokJin había querido enseñarle una alternativa, JiMin no podía comprenderlo del todo si no estaba a su lado.

¿Era comprensión lo que veía en el alfa o era, de verdad, amor y no podía reconocerlo?

JiMin comenzaba a dudar.

Sin embargo, antes de que pudiera explorar más el sentimiento, al autobús se detuvo en el lugar al que esperaba llegar y, tan asustado como se sentía de la respuesta a sus preguntas, el Omega lo confinó a una parte lejana entre todos los nudos que había en su loca y desbaratada mente, apurándose a descender del vehículo y comprar algo que le agradara a SeokJin.

JiMin suspiró, anduvo hasta otro centro comercial -a pesar de la sensación de estar traicionando a SeokJin. - y se fijó poco a poco en las tiendas que pasaban frente a sus ojos. Al alfa le gustaba trabajar, pero regalarle una pluma o un cortapapeles le parecía demasiado impersonal. Por su parte, colonia o una corbata era algo que le daría más a sus tíos.

-¿Calzoncillos? -Se preguntó, después sacudió la cabeza en una feroz negativa. -Eso no.

Caminó por las tiendas, mirando el pequeño reloj de muñeca que traía puesto. Había salido con SoYeon temprano en la mañana, quizás por las diez, así que el hecho de que las agujas marcaran las cuatro de la tarde no le parecía extraño, simplemente, en su ajetreo por encontrar algo apropiado, estaba tan nervioso que miraba la hora cada cinco minutos.

Tenía que admitir que mientras más avanzaba menos sabía, no tenía ni idea de que entregarle. ¿Qué se le regala a una persona qué lo tiene todo?

¿Qué no tiene, alguien que puede comprarlo todo?

-¡Hola!

JiMin saltó, poniéndose una mano en el pecho, asustado por el sorpresivo asalto.

-¿Esta cansado de trabajar? -La Omega preguntó. JiMin miro a todos lados, intentando saber si le hablaba de verdad a él. -¿De los días monótonos y aburridos? ¡Tenemos la solución!

Cuando le puso suavemente una mano en el brazo, casi tanteando su reacción, JiMin supo que definitivamente estaba hablando con él. La Omega tenía el cabello largo y oscuro, con una cara redonda y bonita, también sonreía con amabilidad y trataba de tocarlo lo menos posible para no incomodarlo a pesar de querer ofrecer un gesto de camaradería.

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-No creo que sea lo que estoy buscando. -JiMin dijo.

-Créame, formar lindos recuerdos es lo que cualquier persona necesita. ¿Aniversarios o presentaciones en sociedad? ¡Funciona incluso cuando solo quiere tener tiempo para usted mismo!

JiMin lo pensó, las ideas iluminando su alborotada cabeza.

Sonrió a la otra Omega.

-¿Qué me dice de cumpleaños?

Después de que la Omega le sonriera, lo invitara a pasar al ostentoso local e hiciera algo de papeleo, JiMin tenía finalmente un regalo. Quizás no el mejor del mundo, pero estaba seguro de que era algo que a una persona que podía comprarlo todo, le gustaría; porque no era algo material, no era caro, tampoco exuberante.

Era simplemente, disfrutar del mundo.

JiMin guardo el par de tickets en el bolsillo de su gabardina, sonrió y anduvo lejos del centro comercial, volviendo a tomar el autobús hasta regresar a su apartamento. Cuando abrió la puerta y corrió a la cocina, tomo una botella de agua, tomándose la mitad de un trago.

Volvió a mirar su reloj.

«6:34pm

Aún era temprano.

Faltaba media hora hasta la que había acordado con SoYeon.

Por todos los cielos, faltaba media hora y ya estaba volviendo a temblar por los nervios.

JiMin respiro hondo, se dejó caer en el sofá y encendió la televisión, un poco de programación mediocre o alguna serie animaría su ánimo en unas mínimas escalas, liberándolo de la horrible sensación que apretaba su estómago de forma desagradable. Quizás estaba poniendo mucha fe en la televisión para que le quitara la ansiedad, pero ahora era todo lo que tenía.

No iba a discutir con ello.

Media hora fue un incómodo respiro que pasó sentado, mirando lo que sea que estuviera reproduciéndose en los ciento treinta canales que tenía disponibles. Aburrido. Igual de nervioso.

Por lo tanto, no fue una sorpresa para él que saltara al escuchar sonar repentinamente su celular, música y vibración proveniente de su bolsillo.

Se aclaró la garganta, presionando el botón verde en la pantalla con manos desagradablemente sudorosas.

-¡Hola, Minnie! -Kim SoYeon dijo. -Quería avisarte que ya estoy abajo.

-Oh, estaré ahí en un segundo.

SoYeon rió. -Te espero.

El Omega inhaló con fuerza, apagó la televisión y se levantó. Camino a la puerta y la cerró a sus espaldas, asegurando las llaves y su billetera en los bolsillos de los pantalones que traía. Cuando se encontró con SoYeon en la entrada de su edificio, apoyada de un Toyota gris con chófer en el puesto del copiloto, los nervios no habían disminuido y, progresivamente, sentía que en algún momento se convertiría en una gigantesca bola de temor. Aplastante y horrible temor por lo que estaba a punto de enfrentar; y tal vez fue eso o la evidente tensión en sus músculos y la fina línea que formaba su boca, lo que provocó que la otra Omega le sonriera con cariño, pusiera una mano en su rodilla y hablara de cualquier cosa durante el viaje.

Eso lo mantuvo agradablemente distraído, hasta que el auto se detuvo e inevitablemente tuvieron que salir.

La mansión Kim, en la que se llevaría a cabo la fiesta de cumpleaños, era una fortaleza con muros piedra oscura bordeando alrededor y una reja de explendido acero que se extendía en forma de tridente. La casa desde fuera era gigante, con paredes de concreto de color naranja pálido, ventanas de vidrio templado y una puerta de entrada de estilo victoriano particularmente encantadora.

La fila era lo que verdaderamente se veía aterrador.

Era una fila ordenada de personas que esperaban por entrar, con un guardia en la entrada que protegía un cordón dorado que enganchaba y desenganchaba dependiendo de si los presentes tenían una invitación o no.

-¡¿Cómo que no puedo entrar?! -Una Omega preguntó al guardia, cruzando los brazos sobre el pecho. -¡¿Sabes quién soy?!

El retazo de conversación fue suficiente para que pensara una sola cosa...

JiMin agradecía al cielo haber traído de último minuto su invitación.

-Vaya, tendré que hablar con Sana. Específicamente le dije que no quería estás filas. -SoYeon quejumbró. -¿Qué somos? ¿Alguna clase de discoteca exclusiva?

Sin nada mejor que hacer, JiMin soltó una risita ante el comentario.

La Omega avanzó por encima de la fila, miró al guardia y sonrió, estirando una mano hacia JiMin. El Omega le entrego la invitación y espero, mordiéndose los labios mientras miraba a la enfadada chica a su lado, ignorada por su llegada.

La mujer rió con el guardia, diciendo: -Para no entorpecer tu trabajo, SeHun-ssi.

El alfa sonrió, ojeo la invitación y encarnó una marcada ceja mientras alzaba los ojos, sorprendido.

-¿Es usted Park JiMin-ssi?

JiMin lo miró.

-Sí.

-Es un placer. -Sonrió. -Pase, pase.

-¡¿A él lo vas a dejar pasar?! -La Omega gritó. -¡¿Qué se supone qué te pasa, idiota?!

SeHun se apartó para que pasaran, antes de fruncir el ceño y mirar a la mujer que había gritado.

-Señorita SeoulHyun, agradecería que se retirara ya que no tiene invitación. Obstruye la fila.

JiMin se congelo, pensando en el nombre.

«Ella

-¿Qué haces, querido? Vamos. -SoYeon dijo, jalando de su brazo. -La fiesta nos esta esperando.

Sacudió la cabeza. Vamos, no iba a mortificarse por alguien sin importancia.

Solo perdería el tiempo.

-¿Quieres algo de tomar? Hay un exquisito jugo de limón por si te place, también tenemos vino y champagne. -La Omega preguntó. JiMin asintió.

-Una copa de vino estaría bien.

-¡Perfecto! Dentro de un momento iremos por SeokJin, por ahora relájate un momento.

Kim SoYeon se inclinó a un camarero que iba pasando y tomo de la bandeja una copa de vino blanco, entregándosela después. JiMin le dio las gracias y tomo un pequeño sorbo, antes de pasear la mirada por el salón que, espacioso, también tenía una puerta abierta más allá que daba paso al jardín. Personas iba de un lado a otro, hablando o bebiendo.

No era realmente muy animado.

La música se debatía entre una selección de clásicos y orquestas actuales, con acordes de piano y violín resonando una y otra vez.

Mirando un poco más lejos, JiMin noto una mesa larga con mantel blanco, una persona en específico que, sentada al medio, lo observaba.

SeokJin.

Estaba engalanado en un traje Dolce&Gabbana de tres piezas de tonalidad azul marino a excepción del chaleco de color blanco y se había cortado el pelo, abandonando el mullet por un afeitado en las esquinas y copete alto.

Estaba matándolo viéndose tan bien.

Tan jodidamente bien. Jodidamente sexy.

Dios, JiMin sintió las piernas volverse gelatina y se aferró a la copa, poniendo sus nudillos blancos por el paso impedido de la sangre al sostener el cristal tan fuerte.

Ese alfa le hacía cosas malas a su cuerpo; casi no podía respirar por la oscuridad que percibía en su mirada y todo se volvió peor cuando se levantó y camino en su dirección.

Jodidamente peor.

Era como un cuento de hadas. Sentía como si viviera en la ficción de un romántico libro lleno de príncipes y princesas, y que su príncipe azul lo había visto, enamorándose a primera vista y siendo llevado por la fuerza de su atracción hacia él.

SeokJin era su príncipe, engalanado y perfecto. De sonrisa encantadora y cabello tan oscuro como el carbón que parecía brillar bajo las luces del candelabro encima de sus cabezas. JiMin, tal parecía ser, ocuparía el puesto en el texto de la dama que por un hechizo ha asistido al gran baile del reino.

Pero el hechizo era solo hasta la media noche, tenía que recordar. Más los apasionantes placeres que el príncipe podía mostrarle, iba una vez más, a hacerle perder la noción del tiempo.

Valioso tiempo.

-Parece que SeokJin nos ha encontrado a nosotros primero, ¿No? -SoYeon rió, empujando suavemente la punta de su codo en sus costillas.

JiMin la miró de reojo y cuando volvió al frente se topó con el alfa parado muy cerca, tan cerca que solo tendría que estirar sin ganas la mano para tocarlo.

De cerca, era simplemente demasiado.

-SeokJinnie, ¿Qué tal? -La Omega dijo. -Espero que no te moleste que haya invitado a Minnie.

SeokJin sonrió, una sonrisa engreída como tantas otras. -Por supuesto que no.

JiMin pensaba que su cuento acababa de empezar, solo con eso. Solo con su sonrisa y la forma en la que lo miraba.

Solo con él detenido a merced de sus ojos.

Sí, definitivamente, este era su había una vez, que comenzaría su noche de cuento de hadas.

▫▪❤▪▫
Preguntas importantes hay aquí 😏😏.

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