26: Tres citas y tres reglas (Parte 1)
[D E S T I N O]
JiMin suspiró profundamente, debatiéndose entre el cárdigan de color vino o un blazer de tonalidad cerveza. Ambas opciones estaban siendo comparadas en su cabeza por bebidas alcohólicas y, aunque no le gustaba mucho beber, sería mentir si dijera que no quería un trago en ese momento que matara los nervios; aunque estaba casi seguro de que a pesar de tener el mejor vodka no se desharía de la ansiedad, nada costaba soñar.
«Por todos los cielos» gimió en pensamiento. Él quería que todo esto fuera un sueño.
No podía ser real que iba a salir en una cita con Kim SeokJin. La simple palabra «cita» era irreal, casi ridícula.
Pero estaba pasando. Definitivamente, estaba pasando.
No había forma en la que se imaginara las palabras que resonaban en su cabeza, tampoco la presencia de SeokJin en su apartamento la noche anterior. Él se consideraba un alma creativa, de verdad, pero era sencillamente imposible imaginar cada una de las líneas de su cara, cada lunar y todos los aspectos que hacían su voz una canción sensual y atrevida.
JiMin no podía alucinar a ese nivel. Ese era un nivel superior y digno de lunáticos.
Aún no estaba tan loco, estaba casi seguro de eso.
Casi.
JiMin se forzó a moverse hacia el baño, desnudarse frente al lavabo y cepillarse los dientes. Sus manos rígidas lo despojaron de la pijama que cayó al suelo con suavidad mientras se miraba al espejo. La primera vez que se miró tanto en él, hace tan sólo cuatro meses atrás, tenía dos meses de haber terminado su última relación y sentía las dudas y la insatisfacción abrumarlo. Era obvio que en ese momento no sabía lo que era verdadera insatisfacción. Ahora, destinado a una cita con una persona a la que no podía tomar si el mundo así lo dictaba, se daba cuenta que sus emociones de ese entonces eran minúsculas.
Pero no estaba pensando en eso. Estaba poniendo todo su esfuerzo para no pensar en eso y así, quizás, tendría la oportunidad de disfrutar de la compañía de Kim SeokJin sin nada más. Con una nada que era solo nada; no tortuosa, no profunda, solo nada, como una vez antes lo había sido.
Rogó porque la nada se apiade y aparezca, mientras se encaminaba a la ducha y deja las gotas pesadas y calientes empaparle el cabello antes de correr por el resto de su cuerpo, llevándose gratamente consigo las dudas que JiMin no deseaba tener. Dudas que no le serviría tener cuando ya no tenía el control de nada, las riendas de su vida escapándose fácilmente hacia las manos del destino que lo persigue.
JiMin se preguntó, sorprendido, cuántas veces en lo que lleva despierto ha pensado en la palabra «destino», y se da cuenta de que han sido tantas que ni siquiera es capaz de contarlas.
«¡Apaga eso!» le grita algo que no sabe que es. Más no le parece mala idea, no parece mala en absoluto.
De nuevo, no tenía nada que perder.
JiMin se frotó los ojos, irritados por el ataque del agua y salió de la ducha después de hacer lo que se supone que hace todas las mañanas, percibiéndolo a medias porque su cabeza esta en otro lado. Muy lejos. Muy cerca. Ya no lo sabe. Únicamente sabe que sí y no está al mismo tiempo.
Se vistió con la bata de baño y corrió a su cama, «donde había dejado ambos licores...» pensó divertidamente. Por todos los cielos, de verdad necesitaba ese trago. Maldita sea, si lo necesitaba justo ahora.
JiMin sacudió la cabeza con fuerza, cerró los ojos y lanzo la mano a la cama, tomando lo primero que tocará. Al final, por azares del destino (desgraciado destino cruel), terminó con el cárdigan de color vino. Sencillo. Sin demasiado drama.
Tenía que mantenerse así, se pidió, tenía que mantenerse así si quería que todo esto no doliera tanto. Si quería disfrutar de lo poco que el destino estaba dándole.
Tomo sus botas, se arregló el pelo rubio hasta que brillo sobre su cabeza y recogió sus llaves y la cartera, abriendo la puerta de su apartamento aún cuando no se sentía del todo listo. Aún cuando los nerviosos ponían su cabeza a dar vueltas con pensamientos cada vez más desagradables que hacían su estómago un nudo doloroso.
Miro su celular cuando vibro en su mano.
12:00pm
Estoy abajo
¿Vienes?
JiMin no quería que eso le sonará como una opción.
⭐
Park JiMin se había imaginado a Kim SeokJin de muchas formas en cuatro meses. De traje, con ropa de verano, desnudo. Sobre todo desnudo. Siendo sinceros, había mucho de ese desnudo; tanto que resultaba vergonzoso. Pero no era como si tuviera que decirlo, JiMin se guardaba todas esas imaginaciones como un placer personal.
Estaba divagando.
Otra vez.
JiMin se había imaginado a Kim SeokJin de muchas maneras (incluyendo muchas ocasiones al desnudo), sin embargo, jamás había fantaseado con esto. Esto, que lo vestía con pantalones tipo chinos, un par de chukkas y camisa de vestir de mangas largas arremangadas a la altura del codo. Esto, que lograba que sus ojos resaltarán con el cabello carbón inclinado a un lado en un remolino sobre la frente y el resto en un atractivo mullet. Esto, que hacía los músculos apretarse bajo la camisa dándole la Omega una repentina sensación de calor en todas partes, sonrojándose sin sentido.
Esto, cuando SeokJin se veía todo menos inalcanzable y sus manos picaban inevitablemente por tocarlo, por bañarse con el calor de su piel en sus palmas y por conseguir que el sabor a vainilla de su boca se fusionara con el suyo.
JiMin estaba tan jodido y ahora podía darse cuenta medianamente de cuanto.
«Mucho.»
—¿Qué se supone que vamos a hacer? —JiMin preguntó, guardándose el aliento robado y la boca seca, cuando se aproximó.
Observó al alfa recostado de una de las puertas del Ferrari rosa, con una sonrisa engreída y los brazos cruzados sobre el pecho. Tan irrealmente perfecto y tan absurdamente imperfecto al mismo tiempo que parecía imposible. Sí, una persona como Kim SeokJin era imposible.
SeokJin encarnó una ceja. —No cambiará nada si te lo digo, ¿Para qué quieres saber?
—Curiosidad. —Asintió con la cabeza e hizo un gesto pensativo. —Quizás nademos con tiburones y no estaré preparado. Sería de lo más horrible.
SeokJin soltó una carcajada.
—No, nada extraño. Solo algo común y corriente.
—¿Común?
JiMin no estaba muy convencido porque, ¿Desde cuándo Kim SeokJin era común? Eso era lo más inconcebible que había escuchado. Aún así, se encogió de hombros y forzó una sonrisa, intentando que el pensamiento permaneciera en su cabeza como algo posible.
El alfa frunció el ceño de repente y gruñó. —No tienes porque sonreír así, no voy a matarte o algo.
¿Cómo...?
JiMin parpadeó, perplejo.
—¿Sonreír de qué manera? —Preguntó, genuinamente confundido.
—Tu boca se fuerza y tus ojos permanecen abiertos, lo que es muy perturbador, porque jamás sonríes con los ojos abiertos. —Comenzó. JiMin ladeo la cabeza, sorprendido. —Procura no fingir y ni se te ocurra jugar al póker, tu cara es un asco de emociones.
JiMin volvió a sonrojarse. —Excelente cumplido para empezar.
—No es un cumplido. -Dijo, apacible. —Esa es la razón por la que no puedes mentirme. Ahora, a lo que me incumbe: no quiero expresiones como esas mientras estés conmigo. Nunca. -El mar turbulento que eran sus ojos se oscureció. —Hablo en serio. Vuelve a hacerlo y te regresaré a tu apartamento, no te buscaré. Todo se acaba. —JiMin inhaló con fuerza. —Te estoy dando una salida en caso de que sientas que lo que hacemos no te gusta. Ya lo sabes, fui lo suficientemente claro, ¿Qué quieres hacer?
»¿Sonreirás así, con lo que te acabo de decir, en este instante?
JiMin guardó silencio, tragando el nudo en su garganta que, aunque se esforzó, no cedió. De todos modos, a pesar de lo que pensara, la decisión no era suya. La decisión era del destino y si estaba dándole una oportunidad como esta, era para enviarle una advertencia. Una advertencia contundente.
«Comete un error y lo pierdes.»
JiMin quería tenerlo lo más que pudiera.
Carraspeó.
—No.
SeokJin alzó la barbilla en un gesto silencioso. —Tenlo en cuenta siempre. —Sonrió. —Grabate en la cabeza que en este instante, en el aquí y en el ahora, no hay nada más. Solo tú y yo como dos personas que no se conocen.
—¿Vamos a conocernos?
SeokJin ensanchó la sonrisa, divertido. —Definitivamente. Así que, hola, mi nombre es Kim SeokJin. —Estiró una mano. JiMin la apretó, sonriendo sincero.
—Park JiMin. Es un placer, Kim SeokJin-ssi.
—Oh, claro que lo es.
Y quizás era ridículo, infantil después de todo lo que habían hecho juntos fuera y dentro de la habitación, pero si en algo tenía Kim SeokJin razón, era que estaban frente a frente solo un par de desconocidos. Justo ahora, intentando conocerse el uno al otro en las cortas oportunidades que el destino les entregaba.
Por lo tanto, era mejor aprovecharlas todas, en lugar de perderse con dilemas del pasado.
Efímero, eran solo ellos. Juntos. Sin saber nada del otro tras borrar momentáneamente lo que ya sabían.
Descubriéndose.
Como hojas de un libro en blanco que esperaban sus letras, para finalmente contar la historia.
Eso estaba bien. Eso estaba perfecto.
Así que Park JiMin guardó sus dudas en un rinconcito de su cabeza embrollada y desastrosa, sonrió de verdad y se permitió perderse en el momento. Subiendo al auto aparcado cuando SeokJin abrió la puerta para él, soltando un comentario ingenioso entre risas:
—Un príncipe azul con modales que te abre la puerta.
JiMin había sonreído, ocupando el asiento del copiloto. —¿Y mi autosuficiencia?
SeokJin ladeo la cabeza, mordiéndose un labio.
—Puedes tener las dos, que te abra la puerta no ofende tu independencia. No es algo que te define. Solo son simples normas de una sociedad educada. —Bufó. —La próxima vez puedes abrirla tú para mí, eso no estaría nada mal. Tu jerarquía no influye en tus modales o tu amabilidad.
—Anotado. —Rió. —Te abriré la puerta en cuanto la ocasión se presente.
SeokJin se encogió de hombros, cerró la puerta con un suave estruendo y rodeo el auto, ocupando el puesto del piloto después. Cuando se puso en movimiento con una ágil maniobra del volante, JiMin miró por la ventana, intrigado y ansioso por saber el lugar donde se dirigían que Kim SeokJin consideraba común y corriente. En su cabecita loca y llena de ideas dispersas, el Omega se imagina un cine, tal vez un parque de diversiones, pero era difícil encontrar un lugar para SeokJin en esos sitios, sin parecer resaltante o fuera de lugar; por lo que definitivamente estaba en blanco, completamente vacío. La imaginación no siendo suficiente con alguien tan contradictorio.
Al final, aunque hubiese pensado en muchas cosas, lo más sencillo lo golpeó de bruces en la cara, pegando un grito victorioso por no haber pasado siquiera por su mente. La palabra Cafetería francesa, cruzando por sus ojos cuando echo un vistazo al establecimiento que, a pesar de la linda fachada en verde oliva y las puertas de cristal de marco rojo, resultaba sencilla, cargada de cierto toque acogedor para un mediodía en principios del helado diciembre.
—El lugar es más lindo de lo que se ve a simple vista. —El alfa sonrió. —A esto me refería con común, por si estabas pensando en elegantes vestidos y champagne.
JiMin rió. —Quizás me hayas pillado un poco.
—¿Vamos?
—Por supuesto.
SeokJin salió primero y JiMin lo siguió, abriendo su propia puerta con un gesto distraído en el bonito día y el establecimiento a solo unos pasos que resultaba muy agradable a la vista. Cuando SeokJin enredo su brazo con el suyo y lo jalo hacia adentro, se sonrojo, consciente de lo mucho que se había perdido en los detalles ya que, divertidamente, se había fijado en los retoques de pintura en las esquinas de las ventanas y los jarrones azules con flores bajo el marco.
Al entrar, una campanita sonó sobre sus cabezas y el sonido fue tan suave que JiMin pudo no haberlo notado de no prestar suficiente atención. Olía a pan y a café recién hecho; las paredes pintadas de un marrón amaderado tenían escrituras en una sorprendente cursiva y había ventanas en sucesión que se guiaban por un ritmo maravilloso por la estructura de las paredes, permitiendo que el lugar tuviera una iluminación espléndida. Sin poder evitarlo, observó una de las escrituras más cercanas, tatuada en el cemento pintado con amarillo y noto que se encontraba en un idioma que no comprendía, con letras extrañas y complicados acentos.
—Vous êtes aussi exquis qu'un Macchiato au caramel. —SeokJin dijo de repente, llamando la atención del Omega devuelta a él. —Eres tan exquisito como un Caramel Macchiato, es lo que dice, por si te lo preguntabas.
JiMin asintió. —¿En qué idioma está?
—Francés.
Ahora entendía lo de Cafetería francesa.
—¿Hablas francés? —Preguntó, mientras se acercaba a ellos un camarero y los conducía a su mesa con una ventana que daba vista a la calle.
SeokJin se sentó luego de ocuparse de que el otro lo hiciera primero y negó.
—Mi madre. Le encanta todo lo que Francia tiene para ofrecer.
JiMin sonrió. —¿Conoce Francia?
—Su luna de miel se llevó a cabo en París. —Dijo, con una risita. —Mi padre quería que fuera inolvidable y la llevo a donde mi madre siempre soñó.
El mismo camarero de antes saludo con una reverencia y dejó las cartas sobre la mesa, esperando su orden. JiMin comenzó a darle una ojeada.
—¿Cómo se conocieron? —Cuestionó, sin dejar de mirar la selección de exquisiteces que ofrecía la cafetería.
—Es un cliché, no quieres saber.
JiMin rió.
—¿Por qué no? No todo en esta vida tiene que ser extraordinario y sorprendente.
SeokJin pareció pensarlo un momento, luego carraspeó y se acomodó en su silla antes de pedir un café negro y una rebanada de tarta de limón al camarero que esperaba. JiMin siguió su ejemplo, prefiriendo un café con leche y un croissant.
No era porque de la larga lista conocía pocas cosas y no quería encontrarse con un caracol. No, claro que no. Eso no tenía nada que ver.
Cuando el camarero se marchó, SeokJin se humedeció los labios y apoyo ambos codos de la mesa.
—Mi madre había tenido un accidente de auto, nada grave, pero si costoso, así que fue a la aseguradora para comenzar el papeleo y todo eso. Da la casualidad de que mi padre tuvo que atenderla, en vista de que en ese momento ocupaba un puesto común debido a la creencia de mi abuelo a que no podías manejar una empresa sobre algo que no conoces. —Rió. —Digamos que en la familia nadie estaba en desacuerdo con su teoría. —Se encogió de hombros. —Fueron a citas, se enamoraron y luego de que fueran novios, mi padre finalmente le confesó que era el hijo del dueño de la aseguradora. Fin de la historia y como puedes ver, todo un cliché.
—¿Tus abuelos no se opusieron?
SeokJin frunció los labios. —Mis abuelos conocían la pobreza y el trabajo duro de primera mano. Se conocieron y se casaron cuando no tenían nada, después lucharon por tener algo con uñas y dientes, claramente, tras una experiencia como esa, no tienen nada en contra de la clase media. De todos modos, mi madre no dejaba dudas sobre que no le interesaba el dinero. —Frunció el ceño. —Incluso después de tantos años, aún lleva una cuenta mental de todo lo que compra mientras lo hace y se escandaliza con el costo de muchas cosas, como si no pudiera permitírselo. Es alguien a quien no le gusta despilfarrar aún cuando el dinero es del sudor de su frente. Con el tiempo, supongo que me lo ha contagiado.
—¿De qué manera?
—Siempre llevo una cuenta de lo que compro, aunque no me escandalice casi nada. Además, creo que su actitud me ha motivado toda la vida para trabajar en pro de conseguir mis propias pertenencias.
SeokJin se inclinó hacia atrás, permitiendo al camarero dejar su orden sobre la mesa. Ambos le agradecieron y el otro reverenció antes de marcharse a atender otros clientes.
JiMin dio un trago a su café y suspiró, volviendo a dejarlo donde estaba.
—Mis padres no fueron muy asombrosos tampoco. —Sonrió. —Mi tío YoonGi me contó que se conocieron en el campus de la universidad y chocaron como dos idiotas. —SeokJin encarnó una ceja, divertido. JiMin le miró y soltó una carcajada. —Mi padre iba mirando en su mochila y mi mamá discutía con su mejor amiga de algún "tema transcendental". —Acentuó las comillas con los dedos de una mano. —Mi tío dice que incluso debieron llevarlos a la enfermería para que les recetaran una pastilla para el dolor de cabeza y el gigantesco chichón.
—¿Tu tío es quién te ha contado la historia? —Preguntó y JiMin esbozó una sonrisa melancólica, sabiendo lo que vendría. —¿A ellos no les gusta hablar de eso?
Ahí estaba.
JiMin suspiró.
—Mis padres, —Carraspeó. —murieron cuando tenía siete años. Casi no lo recuerdo.
SeokJin cubrió su mano con la suya, mirándole con una pequeña sonrisa que apenas alzaba las comisuras púrpuras de su boca.
—Si te soy sincero, espero que no te sientas ofendido si no te doy un "pésame". He pasado por eso, no con mi padres, con mi abuelo en realidad y no sé si es un sentimiento compartido, pero no soporto escuchar esas palabras. Es como si quisieran empatizar, sin embargo, me resulta hipócrita y no acostumbro serlo.
JiMin sonrió por como le expresaba su pensamiento y agradeció no ver la compasión o la lástima a la que estaba acostumbrado en cada ocasión en la que hablaba de sus padres. Quizás, aunque nunca había querido admitirlo, se sentía destrozado cuando alguien fingía sentirlo tanto como él. Nadie era capaz de sentirlo como él, JiMin pensó. Nadie conocía el dolor de Park JiMin, porque nadie más que él, era Park JiMin.
Las personas que habían perdido a alguien eran capaces de entenderlo, pero no había comparación en cómo se sentía una persona y como se sentía otra al enfrentarse a la muerte de un ser querido.
Así que prefería mil veces una respuesta sincera como esa, a la horrible lástima e hipócritas consuelos de un desconocido.
JiMin rió. —Eso está bien, eso está muy bien. —Miró a SeokJin tomar de su taza y comer de su pastel con un gesto rápido, sin apartar la mano de la suya. —¿Sabes? Comprendo lo que dices. En lo poco que recuerdo del funeral, hallo consuelos y murmullos sobre el desdichado huérfano insensible que no lloraba. ¿Por qué tenía que llorar? Aún estaba procesando la situación y a ellos no les importaba más que criticar. —JiMin frunció el ceño. —Me criticaron a mí, a mi familia. Criticaron la urna, como se llevó la ceremonia. Se atrevieron a criticar la muerte de mis padres.
SeokJin le quitó un mechón de cabello de los ojos.
—La gente habla, siempre habla.
JiMin asintió y guardo silencio un largo momento antes de volver a decir, con tono sombrío y algo atormentado: —A veces, yo también me lo pregunto.
—¿Qué?
—Tío YoonGi nunca quiso decírmelo, incluso creo que el resto de mi familia no sabe algo que él sí, pero estoy casi seguro de que mis padres murieron tratando de descubrir algo grande. Alguien que estaba cometiendo actos crueles, cegado de maldad. Así que me pregunto cosas como: ¿Mis padres estarían vivos si solo hubiesen ignorado la suciedad del mundo? La persona que me los arrebato, ¿Los recuerda? ¿Se arrepiente? —Torció los labios. —No serviría de nada que se arrepintiera, pero tal vez yo podría sentirme mejor. Porque quien lo haya hecho, me da la seguridad de que está siendo atormentado por lo que hizo, por su mal y, en ocasiones, la mente tan poderosa como resulta, puede castigar a través de una emoción como el arrepentimiento con mucho más ahínco que las leyes de la sociedad.
—Hay gente que no tiene remordimiento. Personas tan locas, que ya no pueden considerarse verdaderamente personas, por eso la sociedad creo las leyes. —Dejó de sonreír. —A pesar de saberlo, espero que tengas razón y este muriendo de culpa. —JiMin miró sus ojos, hundiéndose en el mar que eran y ladeo la cabeza, estirando una sonrisa culpable.
—Lamento haber hecho que habláramos de algo tan poco agradable.
—Todo lo que sea sobre ti, me parece interesante así que no hay nada por lo que tengas que disculparte. —Dijo, inclinándose hacia atrás. JiMin se sonrojó.
—Hablemos de otros temas.
SeokJin entrecerro los ojos. —¿Qué tienes en mente?
—Dijiste que íbamos a conocernos, por lo tanto, justo ahora, —Comenzó. —quiero saber a qué aspira Kim SeokJin. Que deseas de la vida a partir de este momento, con que sueñas.
JiMin observó a SeokJin suspirar indeciso, acomodándose de nuevo en la silla, y mientras esperaba por las palabras del otro dió un sorbo a su café, fruciendo los labios al notarlo tibio tras su larga conversación; restándole importancia, otorgó un mordisco al croissant, permitiéndose perderse en la sensación del jamón y el queso enredados y derretidos uno con el otro.
—¿Me creerías si te dijera que no lo sé con exactitud? Terminado este primer ciclo de mi vida, me doy cuenta de que tengo el trabajo, el dinero y la casa que quiero. —Confesó. —La mayoría de las veces, pienso en tener hijos, pero los niños no son algo que si no tengo moriré. No me parecen indispensables en mi plan de vida. —SeokJin suspiró, tomo su taza y acabó con el café en ella. —No lo sé. Hace poco tenía algunas cosas claras y, de repente, empiezo a tomar decisiones cuestionables porque no estoy pensando en lo que debería. —Le miró fijamente. —«Algo» ocupa con demasiada fuerza mi mente y me vuelve irracional. Impulsivo. Las razones aún son desconocidas para mí.
JiMin tragó, consciente de lo ardiente de su mirada y el ligero apretón que dio su mano antes de separarse de la suya. Intentó no mirar la fuerza con la que sus hombros se aferraban bajo la tela de su camisa y el pecho se hinchaba; vergonzosamente no lo consiguió y se encontró allí, deseando traspasar la ropa para ver su piel, para sentirla en sus manos. Lo atribuyó al deseo, el mismo que siempre sentía a su lado. Sin embargo, en esta ocasión, no se creía capaz de darle rienda suelta a ello, a todo ese apabullante sentimiento que en un principio lo había metido en este problema. Cuando el ansia de estar cerca de Kim SeokJin lo consume y no poder tocarlo lo tortura.
El alfa llamó su atención a su boca cuando habló, una nota de diversión malintencionada en la voz: —Tu turno, ya fui sincero. —Exhaló flojamente por la nariz. —¿A qué aspira Park JiMin? ¿Con qué sueñas?
—¿Yo? Aspiro a lo mismo que todo el mundo. —Sonrió. —Quiero triunfar profesionalmente, casarme con alguien que no me juzgue... Tener hijos.
—No todo el mundo debe desear casarse con alguien que no lo juzgue. Por lo general, la palabra "juzgar" ni siquiera entra en contexto. —Dijo. —¿Por qué en el tuyo sí?
—¿Insinuas que no debería?
—Dime una razón para hacerlo en este mundo cargado de gustos, fetiches y filias. ¿No te ha pasado por la cabeza que otras personas puedan tener la misma peculiaridad? Incluso en una medida extrema.
Park JiMin estaba aturdido por la posibilidad, como una idea que no entraba en su cabeza y forzaba su camino. Sembrando dudas. De repente, lo que no se le había ocurrido nunca estaba ahí, haciendo acto de presencia tan presurosamente que resultaba aterrador así como consolador, pues por un lado, la simple idea de que alguien tuviera que enfrentarse a sus mismos temores era tremendamente triste; y por el otro, a pesar de lo egoísta que pudiera sonar e incluso a pesar de lo mucho que intento no hacerlo, JiMin se sentía bien con eso, bien con el hecho de no ser el único y encontrar al menos una pequeña aguja de consuelo en un pajar de desesperación, que era el mismo en el que había vivido toda su adolescencia, enfrentándose solo a todos esos sentimientos y nuevas experiencias que, en su puberta mente, parecían decirle que nada podría comprenderlo. Que sería condenado al rechazo eterno y miles de corazones rotos.
Aún cuando lo intento, aún cuando conoció, seguía temiendo a la emoción que no se marchaba, perpetua, en su intento por volverlo un desperfecto a sus propios ojos.
No sabía porque ahora, entonces, esas sencillas palabras lo aliviaban tanto cuando nada lo había logrado antes. No sabía si se trataba de la persona de la que venían o por darle una vista a una realidad menos dolorosa.
Quizás ambas.
JiMin sonrió, contento por primera vez, con lo que le gustaba y quién era, y aunque la sensación pudiera ser pasajera, disfrutaría de ella todo lo que pudiera.
Jaló a SeokJin del cuello de la camisa, cerca, demasiado cerca. Suspiró sobre su boca, hablando antes de que su alborotada cabeza tuviera una mínima idea de lo que estaba diciendo.
—¿Te digo algo? No sé qué se supone que haces, pero contigo siempre me siento mejor. —Confesó. El alfa rió. —Me haces pensar en cosas que no debería.
—¿Por qué no deberías pensar en ellas?
—Porque he vivido toda mi vida resignado a simplemente cargar con esto como un error, un pecado. Sin embargo, solo te basto expresar una cosa, «solo una» y empiezo a pensar en esto como algo normal.
—¿Te da miedo verlo así?
JiMin no dudó. —Sí. Mucho.
—No lo tengas, no hay nada de lo que debas temer. —JiMin se percató de la cercanía entre ambos y miro los labios del alfa, repentinamente nervioso. —No tengas miedo de todo lo que puedes ser y todo lo que yo puedo enseñarte.
Las palabras se dieron su propia bienvenida en su cabeza, volviéndola un desastre peor del que ya era, más no importaba, solo importó el instante en que su lejanía se rompió y SeokJin le besó, uniendo sus labios con los suyos con una fiereza sumamente sensual. Cautivadora. Perfecta.
Y JiMin tomo una decisión; sí, una decisión transcendental.
Disfrutaría de Kim SeokJin todo lo que el mundo le otorgara. Sin remordimientos, dejando que fluyera hasta donde esto debía fluir.
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