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25: Loco

Por un demonio, Park JiMin estaba por volverse loco y no cualquier tipo de loco. Un loco de psiquiátrico, medicado y con camisa de fuerza; un loco de esos que dice cosas sin sentido de repente, que se ríe con histeria y se golpea la cabeza contra las paredes hasta que siente el cerebro papilla.

«Sí, sí, sí», pensó. Estaba por volverse loco.

Kim SeokJin, definitivamente, tendría toda la culpa. Sencillamente podría haberlo dejado así por su salud mental, pero no, el hombre tenía que volver su cabeza un embrollo, seducirlo con las curvas duras de su cuerpo y con el calor de las caricias que propinaba su boca. Su bendita boca maliciosa y pecadora que, sí ya no había sido suficiente para ella sacarlo de sus casillas, había acabado con su poca fuerza de voluntad. Mató sin remordimientos su autocontrol y asesino sus esperanzas de poder alejarse de él, lamer sus heridas en soledad y eliminar cualquier rastro de ese enamoramiento creciente que estaba pendiente; ascendiendo de forma tenebrosa.

JiMin estaba temblando antes de darse cuenta, con los dedos de los pies engarrotados y las rodillas dobladas al pecho sosteniendo su cabeza de cabellos rubios, sintiéndose mal por el anhelo inevitable que le punzaba en el pecho y, dios, estaba cada vez más convencido de que SeokJin tenía la culpa, de que era su absoluta culpa; porque semejante alfa parecía no darse cuenta de que necesitaba una tregua, respirar algo de cordura o desaparecer del mundo si eso no funcionaba. Así, sin rastros. Sin que él volviese a encontrarlo.

Pero, ¿qué estaba pensando? Kim SeokJin era tan terco y egoísta que lo seguiría hasta el mismísimo infierno en un viaje sin retorno sólo para obtener lo que quería y JiMin no podía dárselo, no podía poner en palabras que no fueran vergonzosas y patéticas el terror que tenía de esto que estaba abriéndose paso sin su permiso.

Ya no sabía qué hacer y aunque había estado divagando, pasando tanto rato divagando, todo lo dirigía a lo mismo: SeokJin. Sentimientos confusos. Histeria. Locura.

«¿No puedo pensar en otra cosa por una vez este día? ¿Solo una?» JiMin rogó. Sin embargo, a lo que fuera que estuviera sobre él le gustaba verlo sufrir, porque aún cerrando los ojos con fuerza, quedando quieto y en mortal silencio, los pensamientos volvían como una avalancha y «desgraciada nada inservible» se dijo, sintiéndose un poco más al borde porque las emociones no podían callarse y otorgarle un poco de paz.

En ese punto, tal como antes, estaba tan convencido de que iba a volverse loco que, dejándose caer en el colchón suave de su cama, maldijo una y otra vez el momento en que fue tan estúpido como para no mantener todo eso aterrador confinado a un lugar oscuro e intocable.

JiMin gimió, se retorció en la cama una vez más y dio un punto y final a su ansiosa cabeza con un bufido, levantándose de la cama y corriendo a su celular, su cartera y las llaves en el cuenco a un lado de la puerta. Sus dedos se movieron sobre la pantalla táctil de su celular mientras se calzaba los Converse distraídamente, llevándolo a su oído cuando presionó el botón de «llamar» y sosteniéndolo con su hombro para atarse las agujetas.

HyungSik respondió con un ruidito alegre. -¡Hey, Minnie!

-¿Quieres esos tragos ahora?

La línea enmudeció un segundo y al siguiente una sinfonía de hojas crujió.

-¡Claro que sí! -HyungSik hablo, genuinamente entusiasmado.

JiMin sonrió, abrió la puerta de su departamento y la volvió a cerrar tras sus espaldas, escuchando los pasos amortiguados sobre escalones e imaginando al beta bajar apresuradamente de su habitación hasta el vestíbulo. Se sorprendió de lo acertada de su imaginación cuando escucho el «¡Mamá, por favor déjame salir con unos amigos!» al otro lado y, luego de una conversación ahogada por el auricular, HyungSik canto victoria directo en su oído.

Decir que eso no le dolió, sería mentir y JiMin estaba cansando de eso, por lo que, aliviado por ello, se regocijó en que al menos podía ser sincero consigo mismo.

Así fuera una vez al día.

-¡JiMin-ssi tengo permiso! -El Omega rió de la emoción que destilaba la voz del otro. -¿Dónde nos vemos?

JiMin ladeo la cabeza y le dio la dirección de un pequeño local no muy lejos, encaminándose fuera de su complejo de apartamentos y adentrándose en la calle; HyungSik le respondió con un rápido «nos vemos ahí en cinco minutos» antes de colgar.

Pensándolo bien, HyungSik podía no darle muchas palabras de consuelo por su corta experiencia, siendo apenas mayor de edad y estando aún en el instituto JiMin imaginaba que no habría nada muy elaborado que pudiera decir sobre serios problemas amorosos, sin embargo, era un amigo sincero que estaba entusiasmado por hacerle compañía, tal vez más a los tragos que a él, más prefería ignorarlo pues el niño siempre tenía algo ingenioso que desviaba su cabeza de la retahíla de pensamientos catastróficos y puede ser que eso necesitara, alejarse de los pensamientos y centrarse en un intercambio de datos sin mucha importancia. Sencillo. Algo a lo que no tuviera que darle vueltas.

La idea sonaba bien. Sonaba maravillosa.

Afirmó los pasos sobre el pavimento al tenerlo en cuenta, torciendo a la derecha y continuando en línea recta. Cuando alcanzó el local del que le había hablado al adolescente, HyungSik ya se encontraba allí, metido en un suéter gigante que lo protegía del frío que estaba dándose bienvenida en Busan. JiMin no se había preocupado por una chaqueta hasta ese momento, de todas maneras tampoco se escandalizó por su descuido ya que, por lo general, amaba el frío y no se enfermaba con facilidad.

HyungSik sencillamente pensó diferente.

-¡Te vas a congelar, JiMin-ssi! -Fue lo primero que dijo cuando JiMin se aproximó a su lado.

El Omega rió. -No es para tanto, estoy bien.

-¿Seguro? Porque hace mucho frío, vas a terminar temblando.

Ante la afirmación JiMin sonrió, sacudió la cabeza y estiró la mano en invitación a pasar al local. -Si entramos estaré mejor, ¿No crees?

-¡Oh, por supuesto!

JiMin no tenía diez minutos con él y ya se sentía más relajado. Casi adolescente. HyungSik transmitía eso de alguna manera, un aura de juventud que quitaba un poco el peso de sus hombros y algo más el peso de las preocupaciones.

Tomaron asiento en una mesa proxima a la ventana y cuando el camarero se acercó ordenaron carne de ternera y dos cervezas para comenzar, aunque el Omega estaba seguro de que no dejaría al beta beber más que eso. Dentro hacía mucho menos frío que fuera, olía a carne y soju, tal vez también un poco a cigarrillos, pero era demasiado tenue como para notarlo.

-Hyung, tu invitas, ¿No? -HyungSik pregunto, mientras el camarero dejaba la orden sobre la mesa y se apartaba.

JiMin rió.

-Claro. -Confirmó. El beta se acomodó en su silla y sonrió.

-Maravilloso. -Dijo. -Entonces, ¿Qué tal el desempleo? ¿Has encontrado algún buen lugar?

HyungSik no menciono el escándalo en el centro comercial y JiMin lo agradeció profundamente; aliviado con el hecho de que no deseaba incomodarlo y por ello no hiciera preguntas que lo pondrían del mismo mal humor que antes. Muy poco antes.

-Aún no. -Confesó. -Sobre el desempleo... Bueno, digamos que no me está sentando muy bien.

Sobre todo porque la idea era que Kim SeokJin se alejara, no que reavivara su atención. Sin embargo, eso no era algo que HyungSik tenía que saber.

JiMin se lo guardaría, como todo lo demás.

El Omega suspiró, se obligó a alejar los pensamientos torrenciales y dirigió toda su concentración a tener una buena noche, sin nada que le perturbara su pequeño momento de escape.

Ya debería estar acostumbrado a que nada resultara como quería.

Porque aunque JiMin no quiso, se encontró pensando en eso, eso a lo que no había prestado mucha atención.

«Creí que eras un adolescente y que eran pareja por la forma en que describía todo. Me llevé una sorpresa cuando leí tu expediente y decía que tenías veintitrés».

JiMin carraspeó con una sensación que no podía describir ante el recuerdo y maldijo otra vez a Kim SeokJin que, en contra de su voluntad, metía esas ideas en su cabeza. Por todos los cielos, solo eran amigos, HyungSik no podía sentir algo como eso por él. Era prácticamente un niño, ¡Incluso iba al instituto, todavía! No era posible, no había manera en que sucediera.

Pero la duda ya estaba ahí.

Se iba a volver loco también por eso. Estaba seguro. Dios, iba a terminar en un psiquiátrico sin importar lo que hiciera.

«No quiero volverme loco. No quiero volverme loco. No quiero volverme loco» pensó y ¿qué si sus pensamientos estaban un poco locos? Eso no quería decir nada.

-¿JiMin-ssi me estás escuchando? -HyungSik pregunto. JiMin lo miró.

-No, lo siento. ¿Puedes volver a decirlo?

El beta rió. -Solo decía que la tienda se siente un poco vacía. SooBin no esta siempre disponible así que el señor Han tomo la decisión de contratar a alguien más. -Sonrió. -Pero no va a ser lo mismo, de verdad.

JiMin trago.

-No es para tanto, probablemente aparecerá una persona muy buena. -Habló, nervioso.

-JiMin-ssi es irremplazable.

JiMin rió sin gracia, le dio un sorbo a su cerveza y miro a otro lado. Tambaleó los dedos sobre su regazo y apretó parte de su vaquero antes de volver a mirar al otro, intentando cambiar de tema.

-¿Qué tal tus clases?

-Recientemente ha habido algunos incidentes entre los de tercero, pero voy a quinto así que no me afecta. Quien se ve un poco aturdido últimamente es SooBin, él si está en tercero y apenas se ha cambiado de instituto, no debe de estar siendo muy fácil.

-¿Es tan grave?

-Dicen que hace unos días el chico más popular de la escuela entró en celo en medio de la cafetería por la presencia de su alma destinada, desde ese momento todo ha sido un desastre. SooBin se niega a contarme cualquier cosa.

-¿No comparten cafetería? -JiMin ladeo la cabeza.

HyungSik hizo una mueca. -Sí, pero yo no estaba presente ese día. Me enfermé por la sopa de kimchi de la que te hablé aquella vez. Cuando me enteré le pregunté a unos pocos compañeros porqué entro en celo, me lo explicaron y dijeron algunas cosas que tenían que ver con la marca y eso, aunque no quede muy claro. ¿Lo sabes, JiMin-ssi? La curiosidad me está matando.

-El celo se presenta para que se efectúe la marca, a pesar de que depende de la madurez del lobo. Como va a tercero me imagino que debe ser a penas un puberto, es normal que su lobo no sepa controlar sus reacciones. Por su lado, en una persona adulta es más complicado saber sobre tu destinado, pues tú lobo reacciona con menos fuerza porque ya hay un control en las hormonas. Quizás un calor, una conexión inmediata que casi no se nota o así. -JiMin explicó, antes de darle un sorbo a su cerveza.

HyungSik hizo un ruidito pensativo.

-¿Como tú y yo?

JiMin se atragantó.

Luchó por respirar un largo minuto, sintiendo la cerveza salirle desagradablemente por la nariz y haciendo arder hasta lo que no sabía que podía hacerlo. Tosió con fuerza, dio un trago a la cerveza para despejarse y carraspeó mientras se propinaba varios golpes sobre el pecho.

Cuando recupero el aliento, HyungSik le estaba mirando con los ojos abiertos de par en par y JiMin no necesito ser un genio para saber que tenía la cara sonrojada, el cabello despeinado por el momento de histeria y la camisa desarreglada por los golpes.

Pero jodida mierda, el chico lo sorprendió. Era tan repentino que se estaba preguntando si ya había empezado la locura y esto solo era una alucinación.

¡Por favor, que alguien le dijera que lo era!

-¿Estás bien?

-No, espera. -JiMin respiro hondo. -Repite eso, ¿A qué te refieres?

-¿Con tú y yo? -El beta cuestionó. JiMin asintió efusivamente. -Nos conocimos hace poco y nos llevamos muy bien. -Se encogió de hombros. -Imagino que es algo parecido, ¿No? Poder entender al otro, pero a diferencia de nosotros, a un nivel superior y romántico.

«A diferencia de nosotros, a un nivel superior y romántico».

-Oh. -Suspiró, aliviado. -Tendrías que haberlo dicho así.

El adolescente ladeo la cabeza, genuinamente confundido y abrió la boca; antes de que dijera palabra alguna, su celular sonó con una canción de Ariana Grande y rodó los ojos, sacándolo y viendo con atención la pantalla.

Cuando volvió los ojos a JiMin, estaba sonrojado.

-JiMin-ssi no te importaría que se nos uniera alguien más, ¿Verdad? -Se aclaró la garganta. -Puedes decir que no, si quieres.

-No tengo ningún problema, ¿Quién es?

HyungSik se centró en el teléfono, contestando en un susurro:

-Mi novia.

JiMin jadeó. -¿De verdad? ¡No sabía que tenías novia!

-Es algo reciente, no tenemos mucho en esto de ser pareja. Ella era un tormento para mí, después, no sé. -Se encogió de hombros. -Supongo que así es como funciona el amor.

JiMin quiso poder responder a eso, más era incapaz, porque Park JiMin no era quien para hablar de amor. Él no sabía lo que esa palabra significaba, siempre había estado resignado a tenerlo a medias y ahora, con SeokJin, tenía que resignarse a simplemente no tenerlo. Así, ¿Qué podía decir? Sus palabras serían hipócritas, basadas en las experiencias de los demás, o incompletas no tendrían sentido.

Sin embargo, ser incapaz de hablar de amor no dolió ni una cuarta parte de lo que dolió que el amor se le restregara en la cara, invencible, cuando YuNa, la novia de HyungSik, los acompañó unos diez minutos después. Ella era bonita, engalanada en un chaqueta tan grande que él no podía adivinar que había debajo y sus ojos decían tantas cosas cuando miraba al beta que, envidioso, JiMin quería también que alguien le dijera. Ellos revelaban confianza, fuerza, dulzura.

Y JiMin se preguntó, si de ese modo era el verdadero amor.

Tras una sesión de bromas, besos y abrazos, comenzó a sentirse como la tercera rueda, por lo que, apresuradamente, llamo al camarero, pago todo lo que habían pedido y una ración más de carne, luego se levantó de la silla y arreglo su camisa dispuesto a marcharse.

-¿Ya te vas, hyung? Aún es temprano. -HyungSik preguntó, una nota de confusión en la voz juvenil.

-¿No puedes quedarte, JiMin-ssi? -YuNa, con la voz más dulce que el Omega había escuchado jamás, secundó a su novio.

JiMin le sonrió a ambos. -No, lo lamento. He tenido una semana muy ajetreada y no tengo tanta resistencia esta noche como pensé que tendría.

«No tengo la resistencia para verlos juntos. Felices. Mientras yo me estoy volviendo loco

-Oh, es una pena. -YuNa hizo un puchero.

HyungSik le dedicó una pequeña sonrisa. -Hasta otra, hyung.

-Hasta otra. -JiMin respondió.

Marcharse le atribuyó una calma que expulsó en un aliento que no sabía que había estado reteniendo. Tan enredado como sonaba, prefirió no pensar en ello, dirigirse derechito a su casa y tumbarse en su cama tratando de retener las lágrimas que probablemente lo visitarían esta noche. Sin razones. Lágrimas que aún no tenían un nombre.

JiMin estaba interesado en apartarse de todos los pensamientos sobre lo injusto del amor, de la vida, de la envidia que estaba rasgando en su interior y quería una oportunidad como esa. Desgraciadamente no pudo evitarlo, caminando solo devuelta con las luces de un anochecer prematuro acompañándolo. La imagen cariñosa de HyungSik y YuNa despertando celos. Celos del mundo, celos de quienes amaban y eran correspondidos. ¿Por qué JiMin no podía tener una vida así? Desde que tiene memoria, el universo ha estado en su contra: primero arrebatándole a sus padres, para luego continuar su asedio haciéndolo tan anormal que nadie podía entenderlo; sometiéndolo a tantas relaciones fallidas que arrebataban un trozo más de su débil corazón.

En un giro inesperado de los acontecimientos, JiMin se encontró pensando que la locura ya no parecía tan mala. ¿Podría ser tan malo algo que te ayudaba a olvidar? ¿Algo que te trasportaba a un mundo ficticio donde no tenías que sufrir? No, la locura sonaba cada vez mejor. La locura daba una salida y, aunque JiMin estaba un poco cansado de siempre tener que tomarlas, parecía que el control ya no estaba en sus manos.

«Desde ahora en adelante,» se prometió, «haré lo que el universo quiera». No iría en contra de la corriente, se dejaría llevar por ella. Si el mundo quería que sufriera teniendo que ver el rostro de su amor frustrado, lo haría. Aceptaría el castigo por la anormalidad.

Porque jamás le hubiese interesando Kim SeokJin si no tuviera esto recorriendo sus venas. Esto que lo hacía ver la voz alfa como un afrodisíaco, el ser sometido un placer para su cuerpo.

Esto que lo hacía ver una inimaginable delicia en lo que otros omegas ignoraban.

Porque una voz de seducción puede desnudarte. Más hay que tener en cuenta que una voz alfa, en cambio, puede contener la fuerza de un éxtasis maravilloso en cada palabra y, de ese modo en este mundo, en el mundo que conoce, comienzan a existir dos tipos de omegas: quienes saben esto y quienes hacen algo con ello. JiMin no sabía quien ser, a que seguir, así que dejaría que el universo que se había empeñado en arrebatarle todo decidiera por él.

Si lo dejaba así (con el deseo ferviente de ser aplacado entre las sábanas) por toda la eternidad, se rendiría a ello aún si lo mortificaba y seguiría los caminos que le pusiera en frente.

Llegado a esa conclusión, no perdió más tiempo. Fue a casa, tomo el ascensor y esperó, pensando en el oasis que sería darse una buena ducha, comer palomitas y sentarse durante el televisor durante toda la noche.

Sorpresa y desconcierto lo invadieron cuando, al abrirse las puertas metálicas del ascensor, SeokJin esperaba a un lado de su puerta, con un pie apoyado detrás de él en el tapizado y las manos en los bolsillos. Su mirada en el suelo, hasta que JiMin se aproximó inevitablemente tanto que alzó los ojos a los suyos, mirándolo con el mar azul que eran.

Iba a seguir los designios dijo y el maldito universo no espero que lo dijera tres veces antes de atacar.

¿Podía arrepentirse? Había dicho mucho, pero TaeHyung le había enseñado que nunca era tarde.

JiMin tragó.

No, estaba seguro que no podía hacerlo, pero esperaría que el universo confirmara que era su designio, por lo que se dirigió a su puerta, metió la llave en la cerradura y la abrió.

Antes de que pudiera entrar, el universo dio su bendita confirmación.

-Tres citas y tres reglas, dijiste una vez. -SeokJin se humedeció los labios. JiMin lo miró por el rabillo del ojo. -Dame tres citas.

-¿Qué te hace pensar que diré que sí? -JiMin preguntó, sin ánimos de decir un o un no.

Que alguien decidiera por él hoy.

-¿Tengo que decirlo de otro modo? No era mi intención que eso te sonará como una petición.

JiMin tembló ante la insinuación de darle una orden con su voz alfa.

Suspiró.

-Vale. -Cedió.

SeokJin alzó ambas cejas con algo entre sorpresa o socarronería, JiMin simplemente no pudo identificarlo, tampoco iba desvivirse por saber.

-Mañana a las doce. -Dijo. -Voy a venir a recogerte.

Y como había llegado, se largó.

JiMin entró en su apartamento y cerró la puerta detrás de sí, dejándose caer por ella hasta el suelo, indeciso de si el universo lo amaba o lo odiaba profundamente.

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