24: lo que está mal?
Sentado a la mesa, tambaleó los dedos a un lado de la taza color salmón que tenía su primer café de la mañana, con dos cucharadas de azúcar light y una medida de leche, mientras pensaba seriamente en el hecho de que había estado tomando decisiones estúpidas estos días, empezando por haber ido a buscar a JiMin sin tener la cabeza lo suficientemente despejada, lo que lo volvía impulsivo; después, aún más ridículo todavía, se había tomado un maldito descanso de su centro comercial y había dejado todo en manos de sus subordinados, lo que era, probablemente, lo más extraño que había hecho en su vida. Así que llegó a la conclusión de que no podía permitirse más de estas niñerías. Por ello, ahora, estaba tomándose un momento para sopesar sus acciones y tener mejor control en sus movimientos.
Sus movimientos tenían que ser limpios, casi perfectos y bajo ninguna circunstancia desordenados y torpes, si quería obtener lo que deseaba.
Pero su cabeza se había quedado repentinamente vacía, sin nada útil que pudiera usar más que la duda y, había comprobado ya, que la duda bruta y pura no servía más que para añadirle otros conflictos a su gigantesco problema.
Tomando todo esto en cuenta, luego de horas y horas -verdaderas horas. - de pensarlo, había decidido recurrir a la única persona que podía darle estrategias que lo impulsarían en el largo camino hasta sus anheladas respuestas. Solo esta persona era capaz de analizar la situación con su ojo crítico y proveer soluciones factibles. Era una genio, armada hasta los dientes con ingenio y astucia, además, estaba completamente de su lado en este juego.
Y justo ahora le estaba esperando.
Cuando sonó el timbre y se levantó a abrir la puerta, cogió aire suficiente en sus pulmones y saludo a la única mujer que podría ayudarlo.
Kim SoYeon.
Ella sonrió y paso por su lado hacia la casa. —¡Bueno, nene! —Dijo, entusiasmo palpable en sus palabras. —No pensé que me llamarías con tanta urgencia alguna vez, pero ya está aquí mamá. Así que dime, ¿Qué es eso que te tiene tan preocupado? Me ha traído todo el camino con los pelos de punta.
—Vamos al comedor, mamá.
La Omega asintió y avanzó con pasos ágiles hasta el comedor, tomando asiento frente a él en la mesa. SeokJin le ofreció un té verde y luego de que aceptara, lo dejo frente a ella antes de sentarse, mirando su taza antes de tomar una respiración profunda y abrir la boca.
—JiMin me dejó. —Confesó, apacible.
SoYeon jadeó. —¡¿Disculpa?!
—Desapareció por dos semanas después de la reunión, cuando apareció me dijo que no quería tener que ver conmigo.
La Omega se sobo las sienes suspirando, más se mantuvo en silencio a la espera de que continuara. SeokJin agradeció que estuviera prestándole tanta atención como para no querer interrumpir.
—Sé que me esta mintiendo, es obvio que hay algo más aquí que no me quiere decir. —Explicó. Su mamá asintió, sin dejar de sobarse. —Necesito saber qué es lo que está mal. —Miró a otro lado antes de proseguir con un bajo: —Necesito tus consejos.
Su madre, como esperaba, pego un brinco y soltó un grito, genuinamente entusiasmada de ayudarle y ¿Quién era SeokJin para decir que no ahora que lo necesitaba? Sinceramente, alguien como su madre era la única que sabía como meterse por los ojos de la gente. Si era cierto que antes eso le irritaba, ahora mismo, requería de esa magia irritable que tenía.
Desgraciadamente.
—Oh, claro, claro. —Ella sonrió. —Vale, podemos hacerlo. Para ello soy tu entrometida madre.
—Entrometida hasta la tumba, pero así que te quiero, lamentablemente.
Kim SeokJin no estaba dispuesto a admitir que, lejos de parecerle un gesto muy agradable de su parte, se sentía inútil al distraerla de sus cosas. Porque su madre hacia cosas, ¿Verdad? Aunque no sabía que se suponía que las madres hacían en su tiempo libre.
—Yo también, mi gruñón alfa.
SeokJin entrecerro los ojos. —¿Gruñón? No tengo ni un ápice de gruñón en mi sistema.
—Hay ironía ahí, ¿Cierto?
Vamos, se murió el momento donde pensaba bien de su madre. Ahora, por él, ella seguía siendo simplemente entrometida.
No había nada agradable en eso.
—Entonces, estábamos en algo... —Murmuró.
Su madre asintió y se acomodó en su silla, mirándole fijamente.
—Así que, ¿Te está mintiendo? —SoYeon preguntó, continuando antes de dejarle contestar. —Por eso tenemos que empezar, sacarle la información.
SeokJin estuvo de acuerdo, pero se mantuvo en silencio mientras su madre calculaba en su cabeza, moviendo los ojos de un lado a otro. Después de un largo momento -en el que SeokJin casi podía ver los números y las letras imaginarias volar sobre su cabeza. -, la Omega volvió a hablar.
—¿No lo estarán amenazando? —Preguntó. SeokJin sacudió la cabeza.
—No lo creo. —Habló. —Ese día HueningKai hablo con él y estaba raro de repente; sin embargo, según lo que oí, JeongYeon y sus amigas hicieron un teatrito de los suyos, lo que lo hizo salir corriendo. Además de eso, nadie más tuvo comunicación con él.
SoYeon gruñó. —¿Habrá sido eso?
—No. —Afirmó. Su mamá ladeo la cabeza.
—¿Por qué estás tan seguro?
—Porque lo enfrente junto con HueningKai y él ya sabía que era falso.
SoYeon se mordió los labios, probablemente intentando pensar en algo que estuviera haciendo que el Omega se alejara de su hijo. Tras una larga lista de razones a considerar y nada claro, prefirió rendirse por ahora, dejando la pregunta para más adelante. Lo primero era encontrar una solución para lo que ocurría en este instante y perder el tiempo con las razones, sabía, no serviría de nada; pasar a la acción, al menos aliviaría la tensión que veía elevaba los hombros de SeokJin.
A SoYeon no le gustaba verlo así. Tenso e irritado. Siendo sinceros, Kim SeokJin se veía realmente preocupado, lo que era, aún siendo SoYeon su madre, extraño de ver.
La idea iluminó su cabeza un momento después.
—¡Ya sé! —Vitoreó. —La mejor manera es hacer que confíe de nuevo, tomamos algo a lo que no pueda decir que no y lo usamos, lo que hará que pronto se sienta cómodo y ¡Tadán! Presión, un poco de presión disimulada le aflojara la boca.
—¿Hacemos que lo diga sin darse cuenta?
—Exacto.
SeokJin lo pensó, dándole vueltas al asunto una y otra vez en su cabeza. Sin nada mejor que usar, la presión disimulada era lo único que podía considerar que funcionaría. Lamentablemente, tenía más problemas que solo saber utilizar la presión y eso era, a todas luces, hacer que el Omega confiara en él, cuando no quería verlo y estaba tan visiblemente nervioso como el día -ayer. - que lo visito.
Por todos los cielos.
—No creo que quiera que vuelva a acercarme. Ayer lo visite y digamos que no salió muy bien.
«Digamos» se reducía a un «no salió nada bien», pero SeokJin prefería ser compasivo con el pobre corazón de su madre y no decirlo tan duramente.
Ella suspiró. -—Sabes donde vive y la manipulación está a la orden del día. —Dijo, carraspeando ligeramente incómoda. —Hazle creer que fue su idea. Usa algo que te haya dicho o lo que le hayas dicho tú.
«Algo que le hayas dicho tú.»
SeokJin frunció el ceño y bufó. Park JiMin parecía jamás escuchar lo que le decía, así que el alfa podía usar algo que el Omega le haya dicho. De ese modo, quizás, no lo olvidaría.
«¿Ha oído de "las tres citas y las tres reglas"?»
—Tengo algo. —Dijo. Se rasco nerviosamente tras la oreja. —¿Sabes de citas? No preguntes.
SoYeon frunció la nariz con deje divertido. —Claro, fui a muchas con tu padre. —Rió. —Solo tienes que afincar en lo que le gusta.
SeokJin se humedeció los labios.
—¿Y qué le gusta a los omegas?
—¿No sabes lo qué le gusta? —SoYeon abrió los ojos de par en par. —¡¿Solo follaban o qué?!
—¡No, claro que no! —SeokJin se defendió. Luego lo pensó. —¡Bueno, quizás sí! ¿Qué tiene eso de malo? Dijiste que eso funcionaba para lo que sea que lo hacía.
La Omega resopló. —Sexo sin comunicación es solo sexo hueco. —Guuñó. —No te crié de ese modo, ¡Deberías haberle invitado un café, por lo menos!
—A él le gustaba, nunca lo escuché quejarse.
SoYeon le golpeó en la frente, con el ceño fruncido profundamente y el olor del enojo flotando por todos lados.
—Idiota, eres un idiota.
SeokJin se frotó el golpe soltando un refunfuño y miró a la Omega con un puchero. —Has lastimado mi hermoso rostro, ¿Sabes cuántos millones cuesta está cara? ¡Cualquiera mataría por tenerla!
—Para que sepas, lo que tienes de bonito lo tienes de imbécil. —«Vaya, eso es ser un imbécil colosal» SeokJin pensó. SoYeon suspiró profundamente. —Tienes que conocerlo, darle a entender que te importa para algo más que sexo. —Ella entrecerro los ojos en su dirección. —Por qué es así, ¿Verdad?
SeokJin asintió antes de darse cuenta y, para su sorpresa, no se encontró arrepentido por ello. Acababa de darse cuenta, aparentemente, de que había algo más también en él y quería saber qué era. Quería darle un nombre. Sin embargo, tendría que hacerlo después; antes iba a descubrir que se suponía que estaba mal con JiMin.
De una forma u otra.
SoYeon pareció realmente aliviada con su respuesta, sonriéndole bonito.
—Eso está bien. Muy bien. —Silbó. —Ahora, pequeño zángano, algo debiste aprender de él. Alguna cosita que le guste, que le apasione o tal vez otra cosa.
«Mi voz» irónicamente pensó; pero eso no era algo que su madre tenía que saber. Así que SeokJin se encontró pensando en que la respuesta al gran enigma que tenía que plantearse vendría con otra pregunta, aún más grande.
¿Quién es Park JiMin?
Para SeokJin, Park JiMin es el Omega bonito y suave de ojos expresivos. Es quien piensa que está mal porque le gusta lo diferente y por eso se reprime. Es una persona, una a la que no le interesan las joyas y presumir de estar con alguien como él; sólo una persona que, original, se destaca por su habilidad para reír de cualquier cosa y ser tan valiente para algunas situaciones como es tan asustadizo para otras. Porque Park JiMin tiene miedo, pero prefiere enfrentarse a él antes que vivir insatisfecho.
JiMin es el Omega que le ha confiado el que considera su secreto más oscuro y se aferró a él cuando lo comprendió.
JiMin es a quién hay que enseñarle cosas bonitas, porque jodidamente se las merece.
Y SeokJin estaba dispuesto a enseñarle cosas no bonitas, sino cosas maravillosas.
—Lo tengo. —Sentenció.
SoYeon sonrió tanto que parecía que los labios se salían de su cara. Orgullo brotándole de cada minúsculo poro de madre.
Así, finalmente, había un plan.
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