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23: ¿Qué es

SeokJin le había mentido a JiMin. Lo había hecho de forma cruel y despiadada, sin molestarse ni una vez en remordimientos. Sin embargo, en un giro inesperado de los acontecimientos, se encontró pensando en ello.

En la primera y última vez que estuvo avergonzado.

Para su desgracia, este incidente que le marcaría de por vida ocurrió al mismo tiempo que la primera vez que se enamoró, si se le podía llamar así a sus desdichados afectos adolescentes por la niña más bonita y popular de la clase. Recuerda que tenía quince años en ese entonces, mucho acné en la cara y el comienzo de un bigote que lo iniciaba en la anhelada pubertad.

Kim SeokJin jamás se había sentido más extraño.

Pero, a pesar de que todo se le hacía confuso, luego de un exhaustivo análisis en su cabeza hormonal e inmadura, decidió que lo mejor era una confesión. Algo sencillo, sin muchos problemas.

Porque se suponía que el amor era fácil, eso le había dicho su abuela. Lamentablemente, aunque le creyó a la vieja alfa, no podía haber estado más equivocado.

—¿Tú? —JeongYeon preguntó. Ladeó la cabeza.

SeokJin frunció las cejas. —No hay alguien más, JeongYeon-ah. —La voz le tembló patéticamente. —Claro que yo.

Se retorció las manos, miro a sus pies y el fantasma de una sonrisa se le plasmó en la boca.

—Si tú quisieras, te traería una flor cada día y así. —Carraspeó. —Sólo si quieres.

—No puedes hablar en serio.

—Es de verdad. —SeokJin hizo una mueca involuntaria con los labios, un gesto entre una sonrisa más grande y terror absoluto reflejado en sus comisuras alzadas.

A JeongYeon eso no pareció importarle. Sinceramente no le importó nada, lo que fue evidente cuando, tras un momento de suspenso, rompió la carta que SeokJin le había entregado con sus sentimientos en dos. Frente a sus ojos. Sin compasión.

—Ya. —Ella sonrió. —De verdad crees que diría que sí, ni en tus mejores sueños, Kim-ssi.*

«¿Kim-ssi

El alfa frunció el ceño. —JeongYeon-ah, estoy seguro de que puedo ser bueno para ti. ¡Soy un excelente alfa!

Ella sacudió una mano en el aire, diciendo: —¿Alfa? No llegas ni a la A de esa palabra.

De más estaba decir que había terminado con un corazón roto en miles de pedazos, la dignidad por el suelo y el impulso tonto de llorar porque acababa de ser rechazado cruelmente. Él. El mismísimo Kim SeokJin. El chico que había recibido cartas de todo el mundo en San Valentín y que los omegas no dejaban de admirar.

Por todos los cielos, él era Kim SeokJin y estaba avergonzado, humillado y desconsolado. Las mejillas le ardían y le dolía el pecho como si le estuvieran clavando un puñal.

Cuando la Omega se rió y llamó a sus amigas, hablando en su cara de lo estúpido que era por ilusionarse con ella, no había tenido más opciones que recoger lo poco que quedaba de su dignidad, sus sentimientos y darle la espalda a la niña. Sonriendo cuando su madre le pregunto en la cena por su amor adolescente y guardando sospechoso silencio cuando su padre acotó que los Kim tenían la suerte de no ser rechazados.

Esa noche había dormido con dificultad, demasiado inquieto entre las sábanas y lloroso. Con uno que otro sollozo ahogado en la almohada y una línea de lágrimas corriendo por sus mejillas calientes.

Tenía quince años, por Dios, esto no era fácil para él. Aunque le costaba reconocer sentimientos, estuvo seguro de que JeongYeon le gustaba, le gustaba mucho.

Pero el infierno aún no había comenzado, sino que lo hizo al día siguiente.

Al levantarse hizo su mejor esfuerzo por maquillar las ojeras y ocultar los ojos hinchados e imposiblemente rojos que, si el destino no había considerado suficiente tortura, quizás si lo hizo cuando puso un pie en la escuela y las carcajadas estallaron.

Las niñas lo miraban, sonreían burlonas y susurraban en su cara.

No tenían ni la empatía para hacerlo a sus espaldas.

Las siguientes semanas de martirio, ascendieron de algo inocente a burlas tan grandes que terminaba en el baño de la escuela, avergonzado como un idiota, incapaz de darle la cara a quien fuera.

Mamá SoYeon había sido su salvación luego de que una mañana de martes cuando SeokJin olvidó su almuerzo y como buena madre que era, decidió llevárselo. Haberlo encontrado en el baño, encogido y sorbiendo la nariz tras una sesión de lágrimas crueles, fue un golpe demasiado grande para la Omega y, furiosa como una fiera, tomo decisiones drásticas.

Había luchado contra la escuela, contras los padres de quienes se burlaban y lo había cambiado de escuela en la última oportunidad para no tener que ser humillado una vez más.

Desde ese momento, cuando su mamá dejo de ser sólo mamá para ser su heroína, SeokJin tomo la decisión de ser tan valiente como ella. De tener la fuerza para soportar lo mismo que ella aunque jamás la superaría.

Porque su mamá tenía poderes y él no. Porque Kim SoYeon era asombrosa y digna de admiración.

Tenía que pagarle con un hijo que también lo fuera y lo hizo, plantando cara a su nueva institución, siendo el mejor de su clase y ganándose la popularidad que lo ponía en la punta de la pirámide. Nadie volvió a burlarse de él y él jamás volvió a avergonzarse por nada que hiciera.

Incluso aunque JeongYeon puso un pie en su instituto dos años después, ya era alguien diferente al niño del que ella se burlaba. Incluso aunque ella le entregara una carta con sus sentimientos en medio de toda la clase, con todos los ojos puestos en ellos, seguía siendo diferente.

—SeokJin-ah espero que puedas aceptar mis sentimientos.

—¿Los tuyos? —Preguntó.

La clase entera jadeo, sorprendida.

JeongYeon soltó una risa áspera. —Sí, SeokJin-ah. Los míos.

Era diferente del niño iluso, pero también era diferente a ella.

—Lo lamento, no puedo aceptarlos. —Dijo, metiendo ambas manos en los bolsillos de su pantalón. —No los comparto.

Ella boqueó.

—¿Disculpa? —A la Omega le temblaron las manos sobre la carta. —¿Por qué no los compartes?

SeokJin frunció el ceño. —¿Eso importa? —SeokJin observó a su alrededor. —Hey, si tienes algo que decir, ¿No prefieres que fuera en privado? Podemos ir a...-

—¿Para qué mierda querrías ir a hablar en privado si me estás rechazando? Lo que quieras decir, dilo aquí, maldito cobarde.

Ella lo había pedido.

—Muy bien. —Suspiró. —No comparto tus sentimientos porque no me gustan las personas engreídas y mucho menos huecas. Me molesta que te burles de todos y, por si no lo recuerdas, me hiciste la vida imposible antes, no quiero a alguien así ahora.

JeongYeon le dio una bofetada, corrió por el pasillo y desapareció. SeokJin se encogió de hombros y se giró a la multitud.

—Quien haga un escándalo de esto tendrá que atenerse a las consecuencias conmigo.

Se había sentido bien. Malditamente bien.

Sin embargo, lo que había sentido por JeongYeon cuando tenía quince se estaba repitiendo ahora que tenía veintisiete.

Otra vez había sido rechazado por un Omega que le gustaba y le gustaba mucho.

Sobre su cama, SeokJin frunció el ceño profundamente. Sólo habían pasado unos días desde que JiMin le había golpeado con cada palabra y no había tenido cabeza para trabajar así que, por primera vez, estaba tomándose un descanso. Respirando hondo, reteniendo la burbujeante sensación que se le arremolinaba en el pecho.

Porque, diablos, dolía. Dolía mucho y hacía a SeokJin preguntarse: ¿Por qué duele? ¿Qué se supone que le lástima tanto?

«¿Qué es y desde cuándo está ahí

Si bien había tenido algunos romances más a lo largo del instituto y otros en la adultez, esto era o se sentía simplemente distinto. JiMin era de muchas maneras distinto.

JiMin le había contado cosas que estaba seguro que no le había contado a alguien más, confiando en él ciegamente y haciéndolos sentir tan unidos. También habló con su madre con facilidad, le agrado y después bromeó sobre eso.

No se quejó cuando tuvo un horario para ellos, demasiado ocupado con el trabajo para otorgarle más. No quería joyas, lo quería a él, quería su forma salvaje de tomarlo y sus besos animales, quería que le mostrara todo.

¿Cómo podía alejarse sin haberlo visto?

Porque JiMin jugó con él, coqueteó con él y se acostó con él. Pero no conoció todo lo que SeokJin estuvo dispuesto a mostrarle después de la fiesta y al alfa le había tomado mucho tiempo finalmente estar tan convencido de hacerlo.

Era lo que iba a decirle antes de que se sintiera mal. Iba a permitir que supiera cualquier cosa que quisiera sobre su vida.

Iba a comenzar a volverlo verdadera parte de ella, dentro y fuera de la cama, y tal vez eso debería haber sido una alarma en su cabeza, una "¡Alerta, emergencia!" que pedía haber pensado en esto que comenzaba a sentir.

Sin embargo, Park JiMin se había aburrido antes de que pudiera darse cuenta de la advertencia. A pesar de que nunca pareció estarlo; a pesar de no mostrar un deterioro en su interés, decía sentirse así.

¿Y de ese modo esperaba que lo aceptara? Con todo en contra, ¿Park JiMin verdaderamente se cuestionaba porqué no podía creerle? ¿Por qué era tan difícil que eso le entrara en la cabeza como una realidad absoluta?

Quizás porque estaba seguro de que no lo era. Porque JiMin quería algo de SeokJin y él quería dárselo, pero el alfa necesitaba saber qué es; por lo que, antes de darse cuenta, le ganó la necesidad.

Eran las doce en punto cuando se levantó de la cama, corrió a su estudio y abrió el expediente sobre el escritorio. Sus ojos volaron por el papel lleno de nombres, números, direcciones.

Porque, maldita sea, había ganado la necesidad.

Toco el timbre, metiendo las manos en los bolsillos del pantalón después. Estaba frío, comienzos de diciembre haciéndose notar con ráfagas congeladas que le abofeteaban el rostro.

JiMin vivía en un complejo de departamentos asentado en un edificio de concreto con muchas ventanas de color verde oscuro, sin reja, tampoco comunicador por lo que en su lugar había una placa de acero empotrada a la pared con los nombres de los inquilinos, el piso y la puerta.

SeokJin no pudo reprimir que eso le pareciera peligroso, pero se había obligado a continuar, meterse en el elevador y andar con paso presuroso por el pasillo del piso cuatro hasta llegar a la puerta número sesenta y cinco.

Ahora estaba esperando que le abriera la puerta.

Y cuando lo hizo, en pijama, sólo se quedó mirándolo.

JiMin parpadeó, perplejo. —¿SeokJin?

Sin nada más inteligente que decir, se decantó por lo más sencillo.

—Mentiroso.

Aunque no pensó sentirse tan estúpido como lo hizo. Demasiado directo, demasiado seco.

—¿Qué haces aquí? —El Omega pregunto, genuinamente confundido y por la expresión en sus ojos sinceramente herido.

—¿De verdad? —SeokJin bufó. —Saber que es lo que está provocando que me mientas.

Por un demonio, SeokJin era caprichoso. Simplemente, lo que corría por sus venas no permitiría que lo dejara así. Sin respuesta. Sin terminar de tomar lo que era suyo.

JiMin volvía a escoger a la peor persona para mentirle.

Aún así, el Omega suspiró y dijo, apesadumbrado: —No creo que haya nada más que hablar.

Su intento de cerrar la puerta en su cara murió cuando SeokJin empujó con la mano en la madera y coló el pie en más de la mitad del marco hacía adentro.

—Entonces no estás creyendo bien. —Replicó. —Tienes problemas para entender lo que esta pasando delante de ti, pues estoy siendo muy claro con respecto a lo que quiero.

JiMin se estremeció.

—Déjalo. —Pidió, su voz marcada por una nota de frustración mal disimulada.

No interfieras. —Comenzó. JiMin se sostuvo de la puerta hasta que sus nudillos se tornaron blancos por el paso impedido de la sangre ante su voz alfa. —Te lo advertí una vez y no pienso repetirlo. No interfieras con lo que quiero.

Park JiMin frunció los labios. —¿Y si ya no me importa lo que quieres? ¿Si ahora son mis intereses por sobre los tuyos?

Demuéstralo. Muéstrame que tanto tus intereses te impulsan porque no me iré hasta que pueda creer que de verdad te «aburriste». Dímelo con convicción, sin mentiras. No soy idiota, sé que uno más uno son dos, pero insistes en que algo que desconozco sea un tercero.

—¡Basta!

—No. —Habló, apacible. —Ya has dicho todo lo que querías y yo lo permití, guardando silencio para escuchar cada una de tus palabras. Ahora escúchame tú a mí, que se grabe en esa cabeza tuya y que te quede tan claro como quisiste me quedara a mí con tu «no quiero». —SeokJin lo sostuvo, se inclino hacia atrás lejos de la puerta y lo acerco a su cuerpo de un golpe. JiMin jadeó y tembló entre sus manos. —¿Ves eso? —Preguntó, rozando su boca contra el largo de su garganta. —¿Lo sientes? Eso es algo que sólo sucede cuando quieres, lo sabes.

—No es cierto. —JiMin dijo, prepotencia en la voz tan delgada como un hilo.

—¿No? —Burló. —¿Por qué no te alejas, entonces? Muestrame que tan falso es lo que te digo apartándote, JiMin.

SeokJin lo sintió cálido a su alrededor, nervioso y reprimiendo algo con la rigidez repentina de su cuerpo entre sus brazos. JiMin estaba resistiéndose, lo sabía y, por todos los cielos, ¿Por qué nunca escuchaba bien lo que le decía? ¿Tenía que repetirlo todo dos veces? Eso comenzaba a molestarle, irritado con el hecho de que sus palabras nunca fueran lo suficientemente inolvidables para él.

«Represión, asquerosa represión».

SeokJin lo soltó y mirándolo tropezarse por el desequilibrio hasta volver a estar bajo el marco de nuevo casi sonrió.

Casi.

—Voy a saberlo, tarde o temprano. Me ayudes o no.

JiMin abrió los ojos de par en par. —¿No puedes sólo dejarme en paz? No quiero, SeokJin.

—¿Por qué sigues hablando conmigo? Si no quisieras, cerrarías la puerta ahora. —JiMin miro aterrado que SeokJin ya no impedía que la puerta se cerrara. —Hubieses estado interesado en cuando deje la puerta a tu merced. Si lo hubieses querido, podrías haber apagado el celular cada vez que te llame durante todas esas dos semanas.

—Lo hice. —El Omega se defendió.

SeokJin finalmente sonrió.

—¿Luego de escuchar el mensaje de voz? Porque recuerdo muy bien como suena un celular apagado cuando llamas. Esperaste a que dejara de llamar, oíste el mensaje de voz y luego... ¿Luego qué? Finalmente lo apagaste.

JiMin guardó silencio y miro a cualquier otro lugar que no fueran sus ojos. El Omega se mordió los labios, aplastó la mano libre sobre la pared y su voz desbordó algo que SeokJin no supo definir entre ira y desconsuelo cuando volvió a hablar, luciendo tan cansado que era probablemente imposible.

—Haz lo que quieras. De todos modos, obtendrás lo mismo que tienes ahora de mí.

—¿Qué tengo? ¿Mentiras?

JiMin frunció el ceño. —Vete, por favor.

—Vendré pronto de nuevo.

SeokJin se dio cuenta, cuando se daba la vuelta para marcharse, que JiMin no cerro la puerta al darle la espalda. También se regocijo con el hecho de que, quizás en un accidente, el Omega no negó que le estaba mintiendo.

«Aún si lo hubiera hecho», SeokJin pensó, convencido con que al tenerlo en sus manos y sentirlo apretado contra él, había notado la inconfundible chispa de anhelo de siempre.

De siempre que JiMin lo quería, siempre que lo deseaba.

Completamente seguro de que había algo que no sabía y era lo estaba apartándolo tanto, SeokJin se prometió con más ahínco descubrirlo, al mismo tiempo que averiguaba qué es eso por lo que no quería dejarlo ir.

▫▪❤▪▫
*Kim-ssi: para los coreanos, al usar el apellido y agregarle el honorífico «-ssi» se está haciendo notar de manera desagradable que la persona que lo dijo esta sobre quien lo recibe, por lo tanto, es una falta de respeto muy grave.

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