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22: Mentiras dolorosas

JiMin dejó el ramo de girasoles en la tierra a su derecha y el de camelias a su izquierda. Miró hacia el cielo azul lleno de algodonadas nubes y retuvo las lágrimas que le punzaban en los ojos mientras esbozaba una sonrisa.

—Hoy es un maravilloso día. —Dijo. No obtuvo respuesta y no esperaba una. —¿Han estado bien? Yo estoy bien, muy bien.

«Mentira».

JiMin suspiró profundamente. —Hoy tengo que volver a trabajar, ¿Sabían que encontré un trabajo hace unos meses? —Preguntó, volviendo los ojos al frente. —No es tan malo, es para poder pagar lo que necesite para la universidad y para mantenerme mientras espero mi graduación. —Rió suavecito. —No, no me volví periodista como habrías querido, papá. Quiero ser psicólogo.

Llevo sus dedos al grabado en la lápida y rozo con la punta como si pudiera romperse por tocarlo demasiado. Primero delineó la 'P' que daba inicio al apellido Park y luego sus dedos temblaron mientras escribía la bonita 'H' que encabezaba el nombre HoSeok. El nombre de su papá. El nombre de un periodista famoso que fue asesinado junto con su esposa por una estúpida historia.

Quizás, su padre hubiese querido que fuera periodista, pero sinceramente, prefería la psicología, así como su madre.

Delineó el nombre de ella, teniendo cuidado con la 'W' y repasando con igual sencillez el resto, donde se leía claramente el nombre Wendy grabado en la piedra con algo de musgo ascendiendo por los costados. La piedra gris iba agrietándose con los años y el paso del tiempo ya había dejado su huella en estas.

JiMin se levantó y se sacudió las rodillas del pantalón. Hizo un esfuerzo abismal por mantenerse en pie sin temblar y anduvo a la entrada del cementerio, yéndose con paso presuroso por el sendero del pequeño prado.

Cuando estuvo fuera, lleno sus pulmones de aire y se fue a su apartamento, justo como les había prometido a sus tíos que haría luego de ir a visitar a sus padres. Las paredes verdes claro que daban el aspecto suave al salón lo recibieron sin quejarse y sus pies cansados lo llevaron a dejar su chaqueta en el pechero al lado de la puerta y las llaves en el cuenco en la mesita en el mismo lado antes de correr a su cama y dejarse caer en el colchón. Recibiéndolo con un chillido, el colchón sostuvo su cuerpo lánguido mientras intentaba despejarse, cerrando los ojos para desconectarse un minuto más del mundo. Volvió a abrirlos después de un rato y un par de suspiros inevitables, levantándose sin fuerzas y dándose una ducha, vistiéndose con lo primero que encontró en su armario y jugando alguna clase de ajedrez en su cabello alborotado; la complicada estrategia para arreglarlo siendo imprescindible después de un largo momento de sufrimiento en el que comprendió que la fuerza bruta de un peine no lo llevaría a ningún lado.

Se miró en el espejo y se apartó a la cama, calzándose las botas bajas de cuero ocultas en el final de su ropero. Levantó la cabeza cuando terminó y se fijó erróneamente en su escritorio de madera en un costado de la habitación, papel ordenado en una ligera pila en una esquina y un vaso lleno de bolígrafos de tinta china en la otra. Una convicción creciendo en su cabeza mientras se ponía de pie y tomaba asiento en la silla frente al escritorio, poniendo suavemente una hoja y sosteniendo uno de los tantos bolígrafos su mano comenzó a moverse, leyendo lo que necesitaba ser leído y escondiendo la carta dentro un sobre de manila una vez que no hubo nada que agregar.

Las palabras: 'carta de renuncia', manchando en una bonita caligrafía la parte delantera del sobre antes de que lo metiera en el bolsillo de su chaquetilla.

El peso real, débil. El peso emocional, como el plomo.

Cerró la puerta de su habitación y se marchó, dispuesto a enfrentar lo que el día le deparara; corriendo por las calles mientras el aire que le golpeaba el rostro le hacía arder los ojos por todas las lágrimas que casi habían secado sus ojos está última semana. Una última semana cuando se había permitido suspirar, amar, rogar a la nada y tirarse en una cama a anhelar lo que no podía alcanzar desde donde estaba.

Había observado cada llamada de SeokJin quedar en el buzón de voz, escuchando su voz en el mensaje que dejaba siendo algo extraña. Preguntando cualquier cosa, con ese tono suyo hasta que JiMin no podía más y apagaba su celular, colmado de lágrimas.

Porque cuando escuchaba su voz quería correr a su lado y rogarle que le llenara de besos.

—¡Hey, JiMin! —HyungSik sonrió y le palmeo la espalda.

JiMin sacudió la cabeza y correspondió el saludo pobremente, metiéndose a la tienda de zapatos y dejando sus cosas en la sala de descanso; escucho a HyungSik hacer lo mismo mientras soltaba un gigantesco bostezo.

—Qué tal estos días, ¿Umh? —Dijo, alzando las cejas. —A mí me han estado genial.

JiMin sonrió. —No hay nada especial que decir.

«Mentira».

Dejo de sonreír cuando le dolió la boca, dándose el tiempo de ver la remodelación que había cambiado el ambiente de la tienda. El aburrido tapiz café había desaparecido por completo y ahora el caqui reinaba las paredes, una alfombra esponjosa color negro cubriendo todo el suelo de la tienda mientras pequeños sillones estaban zigzagueantes entre cada repisa de madera empotrada a la pared. Lejos del aspecto hogareño de antes, la tienda refulgía por sí misma una vibra de juventud impresionante, ligeramente acercado al aspecto de un club nocturno, sin el toque vulgar que podría colarse en algunos.

JiMin miro el lugar vacío con un sentimiento de melancolía embargándole el pecho. Consciente de los recuerdos que jamás se marcharían de su cabeza a pesar de que deseara eliminar uno que otro con fuerza.

Llevo sus dedos a su ojo y JiMin pensó, que desearía jamás haberse metido en problemas.

«Mentira».

—¿Estás bien? —HyungSik preguntó, un toque preocupado en la voz mientras le dejaba una mano descansar en el hombro.

—Sí.

«Mentira».

Cada mentira, dejaba un regusto amargo en la boca y hacia crecer el nudo que apretaba en su estómago. Porque no importaba que tan dolorosas fueran, lo que realmente le importaba en ese instante, era tener que decirlas. A Park JiMin no le gustaba mentir y cuando esas mentiras dolían tanto que era como si su piel estuviera en llamas, tampoco era capaz de soportarlas.

El peso en su bolsillo de la chaquetilla lo tiraba hacia abajo.

—HyungSik, voy a renunciar. —Dijo y giró a mirarlo. —¿Podrías... Entregar mi renuncia al señor Han?

HyungSik frunció las cejas. —¿Qué?

—Yo... Ya no puedo estar aquí. —Confesó. El beta apartó la mano.

—Oh. Creo, que entonces está bien.

—¿Lo harás por mí? —Preguntó.

El adolescente le regaló una sonrisa que JiMin no se sintió capaz de responder.

—Si es lo que quieres. —Suspiró dramáticamente. —Ya que te has cansado de mí.

JiMin sonrió aún cuando no pudo darse cuenta. —No es eso. Además, todavía te debo nuestra noche tragos, ¿No?

—¡Claro que sí! —Rió. —No puedes cancelar.

—Promesa. —Juró, entrelazando su meñique al de HyungSik y juntando los dedos pulgares.

Se apartó luego.

—Me quedaré por hoy. Te daré la carta al final del día.

—Ajám. —Respondió. JiMin lo observó moverse tras el mostrador. —Aprovechemos nuestro último día trabajando juntos, entonces.

JiMin se rió, asintiendo suavemente y andando a la puerta para mover el cartel. Cuando lo hizo, HyunA fue la primera en entrar, sonriendo feliz y mirando alrededor curiosamente.

HyungSik resopló divertidamente. —Vaya, ya entiendo porque te llaman la cotilla del centro comercial.

—¿De verdad? —HyunA sonrió y lo miro. —Amo los cotilleos. ¿Tienes alguno que darme?

—No. —HyungSik sacudió la cabeza enfáticamente. —Nada más que la remodelación es nueva aquí.

—Yo tengo un par, considerando que no estuvieron en dos semanas enteras, puedo decirles. —Ensanchó la sonrisa. —¿Quieren saberlas?

HyungSik se apoyó con ambos codos del mostrador, atento a lo que pudiera decir la alfa. JiMin suspiró y sacudió la cabeza, atendiendo al primer cliente que entró.

—Cuenta, cuenta.

HyunA frunció los bonitos labios pintados de rojo. —Me voy a casar, ese es el primero. —Sonrió. —Mi Omega y yo al fin lo hemos decidido.

—HyunA noona. —Resopló. —Eso es genial, pero es muy aburrido.

HyunA se puso una mano dramáticamente en el pecho y frunció el ceño.

—Que grosero, HyungSik-ssi. —Dijo. —Bien. Tengo algo, pero requiere discreción.

JiMin la miró un momento con una pequeña sonrisa, mostrando una zapatilla Nike a la alfa frente a él.

—Parece que el CEO Kim tiene un amorío. —HyunA confesó. —Se dice que es alguien que trabaja en el centro comercial.

JiMin tenso los hombros, desviando la mirada y concentrándose en las personas que entraban esa mañana al remodelado lugar con una mueca de asombro. Intento no escuchar y no ponerse a temblar, pero mientras atendía la caja a una señora era muy difícil no escuchar lo que decían.

—La garantía es de dos días y tiene que traer la factura para el cambio. —Dijo, sonriéndole amablemente a la mujer que se marchó con un asentimiento.

HyungSik le rodeó los hombros con un brazo antes de que pudiera distraerse en otra cosa, boqueando como un pez fuera del agua y JiMin se fijó en que HyunA sonreía apoyando la cadera del mostrador y mirándose las uñas.

—Esos son los rumores. —La alfa dijo, alzando los ojos verdes a ellos. —Se ha puesto todo interesante.

—¿Has escuchado? —HyungSik le pregunto. —HyunA dice que el CEO tenía un romance con alguien de las tiendas y parece que lo han dejado.

—Solo son rumores. No hagas caso a todo lo que escuchas. —JiMin murmuró y se encogió de hombros.

HyunA sacudió la cabeza frenéticamente. —Todo el mundo se ha dado cuenta de su mal humor y parece distraído de cualquier asunto.

JiMin sintió el dolor en el pecho pellizcar.

—Claramente, sigue siendo un maravilloso CEO y todo. Pero, es un poco más irritable de lo que era antes, como si estuviera en sus pensamientos la mayoría del tiempo y le molestara que lo sacarán de ellos.

—Por todos los cielos. —HyungSik suspiró. —Es extraño.

—Mucho. —HyunA asintió.

JiMin sentía su corazón latirle en los oídos y la sangre en sus venas pulsar en cada paso por sus muñecas. Sin embargo, estaba seguro de que esto no tenía nada que ver con él... ¿Cómo podía? Además, preocuparse por algo que no era su culpa no tenía sentido, probablemente, fuera algo más de los tantos problemas que las personas normales tenían.

Que Kim SeokJin no fuera una persona del montón, no quería decir otra cosa.

JiMin suspiró tembloroso, aferrándose al mostrador hasta que sus nudillos estuvieron blancos y le dolían.

En algún punto de la mañana, HyunA se había ido devuelta a la tienda de joyas en la que trabajaba y tan distraído como estaba en sus pensamientos, no se había dado cuenta. Simplemente, había vuelto a hacer su trabajo mientras la línea pesada de sus pensamientos volaba por cualquier lado, yendo a miles de lugares, volviendo a miles de otros. Enredándose y desenredándose como hilos en su cabeza que no tenían retorno una vez que estaba tan sostenidos entre sí, sin espacio para algo más.

Se sentía perdido, atiborrado de emociones y con lágrimas que iban y venían cada vez que se deprimía y luego volvía a sus cabales.

Maldita sea, que el día se resbalara con demasiada rapidez de sus manos... Tampoco ayudaba. Sencillamente, cuando el tiempo corría como lo hacía ese día, JiMin solo quería detenerlo de un golpe y rogarle que lo esperara. Más no podía hacerlo, aún si lo deseaba. Aún si lo pedía a gritos y de rodillas solo obtendría que la nada lo escuchara y el tiempo se riera y, humillado, tendría que soportarlo.

JiMin suspiró otra vez, a pesar de que ya no quería. Miro el nuevo reloj de pared detrás de él y fue a girar el cartel para anunciar la hora de almuerzo a HyungSik. Desgraciadamente, ni siquiera había podido moverse de detrás del mostrador cuando la puerta de la tienda se abrió de un portazo y un cuerpo cayó de rodillas en el suelo, sostenido de la camisa desde atrás.

JiMin abrió los ojos de par en par.

HueningKai resopló. —Vamos, esto es ridículo.

—Habla.

JiMin alzó la mirada a SeokJin. El alfa tenía una mano en la cintura y la cara hacia arriba con un gesto de aburrimiento, estaba dentro de un traje de color blanco y la camisa bajo el saco era azul y apretada, resaltando las curvas de su cuerpo que iniciaban por los anchos hombros y descendían hasta una estrecha cintura.

JiMin se humedeció los labios, apartando la mirada a las pocas personas que estaban paralizadas en su sitio para evitar que su cuerpo se estremeciera si lo miraba demasiado.

—¿CEO Kim? —HyungSik preguntó nerviosamente. —¿Sucede algo?

—No. —SeokJin dijo, rebosante de calma y galantería. —¿Verdad, HueningKai?

—¿Qué quieres qué...-?

SeokJin le empujó la cara hacia arriba. JiMin se encontró los ojos de HueningKai y el Omega abrió la boca con un largo ruidito de entendimiento.

—Uh... Ya. —HueningKai dijo y sonrió. —¿Qué quieres que le diga? No creo que haya mucha novedad para él.

SeokJin miro al Omega en el suelo con las cejas fruncidas.

JiMin apretó los labios.

—¿Verdad, JiMin-ssi? Tú ya lo sabes, yo te lo dije. —Aclaró. —No eres tan tonto como para no entender lo que quise decirte.

SeokJin lo miró, con la boca entreabierta. —¿Qué?

—Él ya lo sabe. —Canturreó HueningKai divertidamente. —Oh, SeokJin. Deberías aceptar cuando no te quieren.

SeokJin alzó la mirada y JiMin se estremeció con el mar de sus ojos sobre él. Tomo entre sus manos sudorosas el borde de su camisa y se quedó callado, perdiéndose en sus ojos. Permitiéndose enamorarse otro poco hasta que le dolió el corazón y sintió que iba a salirse de su pecho por su latir errático.

JiMin concluyó, que HueningKai le estaba dando una salida, una donde no habría explicaciones. Una lo suficientemente grande para que SeokJin jamás volviera a buscarlo y él pudiera matar este amor en silencio y soledad, pues condenado a haberse enamorado solo, era lo mínimo que podía hacer.

Porque SeokJin no iba a poder quererlo como él lo quería...

JiMin respiro hondo y se quitó el delantal, dejándolo de un golpe sobre el mostrador antes de irse por la puerta con paso presuroso. Retuvo las lágrimas, escuchando un pequeño barullo y el rumor de pasos antes de que tuviera dedos cogiéndole el brazo suavemente. Se detuvo y se giró a mirarlo: SeokJin en todo su esplendor a su lado, con los ojos entrecerrados sometiéndolo a su escrutinio mientras su mano cálida le sostenía y lo empujaba repentinamente contra su pecho. JiMin entonces retuvo, también, el impulso loco de dejarse caer en sus brazos, acobijándose en su cuerpo que debería estar tan cálido como su mano y se apartó, frunciendo el ceño.

—No me toques, por favor. —Pidió. SeokJin se cruzó de brazos. —No lo hagas, no quiero que lo hagas.

«Mentira».

—¿No quieres? Bien, no lo haré. —Bufó y se pasó una mano por el pelo. —¿Me vas a decir que es todo esto? No estoy entendiendo, ¿Sabías que no era...-? —SeokJin se detuvo y le miró a los ojos. —Sabías que era un engaño.

No era una pregunta. Era una acusación y JiMin la recibió alzando la barbilla.

—Sí, si lo sabía. —Admitió.

SeokJin soltó una risita sin gracia. —Muy bien. —Dijo. —¿Por qué no respondiste mis llamadas?

—No quería.

«Mentira».

—No querías. —Rió. —¿Qué no querías? —Masculló entre dientes.

JiMin se estremeció.

—¿Quieres que sea sincero? —Preguntó con tono apacible.

—Sí.

—No quiero hacer más esto. —Suspiró. —Es aburrido. Pero sabía que, si te lo decía, no ibas a dejarme en paz.

SeokJin guardo silencio, metiendo ambas manos en los bolsillos del pantalón.

JiMin tragó. —No quiero verte.

«Mentira».

—No te quiero en mi vida.

«Mentira».

—Se acabó. —Dijo, la voz le tembló.

SeokJin sonrió y mostró todos sus dientes.

—Mentira. —Rió. —Mentiroso. ¿Por qué eres tan ridículo?

JiMin cerró los ojos y esbozó una sonrisa agria. Inhaló con fuerza antes de volver a abrirlos sin borrar la sonrisa y lo supo, jamás podría mentirle a este hombre, por eso tenía que alejarse de él.

De una manera u otra.

—¿Mentira? Oh, esto también es mentira, entonces. —Dijo y saco la carta de renuncia de su bolsillo, dejándola caer al suelo cerca a los pies de SeokJin.

SeokJin la miro con desinterés.

—¿Y eso que prueba? —Habló suavemente. —¿Qué me quieres lejos?

JiMin apretó los labios, sintiendo cada parte de su cuerpo pedirle a gritos que no lo hiciera. Sintiendo a su lobo pidiendo por su alfa... ¿Su? Pedía por un alfa que no era suyo, JiMin no podía ceder a sus deseos o salir sería imposible, teniendo que enfrentar cuando SeokJin fuera quién terminara todo porque ya no lo necesitaba.

Porque mientras que él lo escogía, le tocaba ver como SeokJin escogía a alguien más.

Y no podía, sentía que jamás podría ver algo como eso sin sentir que su corazón dejaba de latir.

—Se acabó. No es tan difícil de entender, SeokJin. —Dijo. —Yo... —Lo miró, apretando los puños. —No quiero volver a estar cerca de ti.

JiMin se dio la vuelta, le dirigió una mirada y sonrió. La sonrisa más dolorosa de toda su vida.

—Acepta cuando... No te quieren.

Se encaró a la salida y marchó sin querer mirar atrás, consciente de los ojos oscuros siguiendo cada movimiento de su cuerpo.

SeokJin a su espalda alzó la barbilla suavemente.

—Mentiroso. —Dijo.

JiMin escucho su voz como un eco, filtrándose bajo su piel y estremeciendo su cuerpo en la necesidad de volver a él y hundirse en su boca. Pero, no hizo uso del deseo, dejándose llevar por el sentido común y apresurando el paso para irse.

Miro a atrás cuando estaba tan lejos que ya ni podía ver el centro comercial y se detuvo.

También... estaba consciente de que todas esas mentiras, eran las mentiras más dolorosas que habían salido de su boca nunca.

▪▫❤▪▫
😢😢😢😢😢 Hasta a mí me dolió.

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