06: Nada
JiMin no estaba sintiendo nada. Nada se refería a... Nada. No era una nada profunda; no era tormentosa. Solo era nada.
Bueno, tal vez le ardía el labio partido por la caída de ayer y, posiblemente, se preguntaba un poco como no le había dolido cuando había literalmente devorado a su superior. Pero, lejos de eso, afirmaba que no sentía y no pensaba en nada.
La satisfacción en su pecho era demasiado grande como para ponerlo intranquilo aún cuando no estaba atravesando su mejor momento.
Acostado en la acolchada cama, dio una vuelta. Su día libre estaba siendo demasiado extraño, plagado de una sensación de tranquilidad que no le inspiraba ninguna confianza. Vamos, que nunca tenía suerte. ¿Cómo podía tenerla ahora solo por qué se había besado con su jefe? Y, ¿Por qué demonios, no estaba teniendo una crisis por eso? Había besado a su jefe. ¡A su jefe, por todos los cielos! Era para que tuviera un poco de ansiedad y un caso severo de vergüenza mañanera por hacer cosas cuando no estaba pensando claramente.
Pero no la tenía.
Park JiMin no se sentía avergonzado y no estaba teniendo una crisis moral.
Nada. Estaba sintiendo nada.
—Debe haber algo mal aquí. —Dijo. Se levanta de la cama y mira su celular sobre la coqueta mesita de noche.
«Seis llamadas perdidas».
Suspiró, decidido a ignorarlo otro tanto porque sabía quién llamaba y porque era tan insistente. Las primeras tres llamadas habían sido antes de que se fuera a la cama, cerca de las ocho, las otras en alguna hora de la madrugada. Era deprimente saber que no podía y que las heridas aún no eran cicatrices.
Era muy pronto para considerarlas cicatrices.
JiMin se puso las pantuflas y anduvo a la cocina, pasando por el baño primero y corriendo a los fogones después. Su estómago rugiendo como un animal por el hambre atroz; bien se lo había dicho su tío JungKook: comer mucho en la noche da mucha hambre en la mañana, tal vez, debería haber hecho más caso de sus consejos y así no tendría un impaciente monstruo gruñendo descontrolado.
Pero los nutricionistas siempre eran tan... Aburridos.
Su celular volvió a sonar y JiMin ignoró el sonido que provenía de su cuarto. Exhausto e irritado plantando las manos sobre la mesada bufó cuando sonó una tercera. La cuarta ya estaba sacándole canas verdes y la quinta fue la gota que derramó el vaso de su infinita paciencia.
Antes de que se diera cuenta estaba tomando el celular con el ceño fruncido, estirando un dedo furioso a la pantalla para apagarlo. Lo apagó. El ruido cesó y volvió la nada.
Ciertamente, estaba aliviado de que volviera.
El timbre sonó.
—¡Por un demonio! —Se quejó, corriendo a la puerta y abriéndola sin recato aún estando en pijama.
Las palabras se le atoraron en la boca y ladeó la cabeza, demasiado confundido con la persona frente a él.
Park JungKook estiró una sonrisa divertida. —¿Así recibes todas tus visitas? Voy a golpearte para que tengas algo de decencia. —Murmuró. Entro al apartamento y se sentó en el sofá.
JiMin boqueó algo sorprendido. —No te esperaba, tío.
—Yo tampoco me esperaba venir aquí. Pero, tengo un sobrino malcriado que ahora no se molesta en llamar a su tío, ¿Puedes creer eso? ¡He sido un excelente, tío! —Rió. JiMin se sentó a su lado, avergonzado.
—Lo lamento, he tenido algunas cosas en mente que me han vuelto distraído.
Kim SeokJin, por ejemplo; pero no era algo de lo que su tío tendría que enterarse.
—Oh, claro... —Dijo, sonriente. —Hey, ¿Y tú nuevo trabajo? TaeHyung me dijo que te ha ido bien.
JiMin se rasco tras la oreja. —Sí, todo bien.
Una verdad a medias es mejor que una mentira a enteras, pensó. Subió las piernas al sofá y apoyo la cabeza del respaldo mientras el alfa ladeaba la cabeza sin dejar de mirarlo, una plástica bolsa colgando de su mano derecha.
—¿Qué traes ahí?
—Ah, no es nada. Solo para buenos sobrinos que llaman a sus tíos cinco veces a la semana.
JiMin se rió. —Está bien, aprendí la lección. Te llamaré.
—¿Te ha picado la energía del buen sobrino? —JungKook se burló. —¡Bah! Muy tarde.
—¡Tío, Kook!
El alfa soltó una carcajada, golpeándole con la mano abierta en la frente. JiMin se quejó, sobándose el golpe con los ojos entreabiertos y recelosos hacia el alfa; JungKook frunció el ceño, estirando un dedo y rozándole la piel amoratada del ojo, descendiendo al labio partido con cuidado.
JiMin lo oyó gruñir y supo que tendría que dar algunas explicaciones.
—¿Qué se supone qué te pasó en la cara?
—Me caí. —Mintió.
—¿El suelo tenía nudillos? Eso sí que no lo había escuchado.
JiMin se sonrojo. —No es nada. —Su tío no parecía complacido con la respuesta, acomodándose en el sillón con los ojos fijos y furiosos. JiMin suspiró. —Tuve algunos incidentes en estas semanas.
—¿Cuáles incidentes? —Masculló. Los dientes le tronaron juntos.
JiMin tragó.
—Solo... —La voz le temblaba miserablemente. —Accidentes.
—Park JiMin, si alguien te toco... Te mataré por no decirme.
JiMin se rió, pero su tío no tenía un ápice de diversión en la cara. Suspiró, resignado a hablar; Park JungKook parecía satisfecho, reclinandose en el sillón otro tanto.
Básicamente, así había sido toda su vida. Sus tíos y su abuela lo habían criado, no era como si pudiera engañarlos realmente cuando lo conocían desde que estaba en el vientre de su Omega madre. No tenía muchos recuerdos de sus padres, por lo tanto, sus tíos eran las figuras que siempre habían estado para apoyarlo. No podían juzgarlo, ¿Verdad? Había sido un buen cachorro: sin hacer pataletas -casi siempre. -, obediente y ordenado. Tal vez, un poco hablador... sí, tenía que admitir que cuando las conversaciones no eran suyas era cuando más se entusiasmaba en comentar; pero lejos de eso, fue un buen cachorro y su adolescencia no fue muy diferente, no se había escapado nunca por una ventana y no había tenido relaciones con malas influencias, ¡Incluso era medianamente bueno en la escuela! Además, ahora era un Omega independiente, dueño de su vida y, no era por alardear, pero estaba haciendo un trabajo excelente hasta que se decidió a trabajar en esa tienda de zapatos o mejor dicho, cuando esas estúpidas adolescentes le habían llevado a su peor momento, excitándose frente a su jefe y recibiendo gritos de su mejor amiga.
Era solo una mala racha, no quería decir que estuviera haciéndolo fatal.
—Park JiMin, envejezco aquí. —JungKook se quejó, golpeándole suavemente una mejilla.
Bien, tal vez divagaba un poco. Eso no lo convertía en alguien malo, solo era distraído y eso podía solucio...-
—¡JiMinie!
—¡Ya voy! —Dijo, nervioso. Salió de sus pensamientos caóticos y dio una ojeada a su tío, acomodándose en el sofá. —El ojo, —Señaló. —fue un accidente de trabajo. Unas chicas no eran muy amables y una decidió que me vería bonito de púrpura.
—Las bromas están de más, mocoso. No me parece divertido. —Regañó.
JiMin suspiró por segunda vez. —El labio, —estiró el partido. —fue una caída. —JungKook encarnó una ceja y JiMin se avergonzó poquito. —Una verdadera caída.
—Está bien. Gracias por compartirlo. —JiMin casi sonríe, no captando la ironía. El golpe en la nuca que le tambaleó el cerebro dentro del cráneo -poquito exagerado. -, lo despertó de la visión de ensueño.
—¡¿Y eso por qué?!
—¿Tengo que decírtelo? Creo que estaría de más aclarar que no es lo ideal que me enteré cuando ha pasado tiempo. ¡Debes decirme esas cosas de inmediato!
JiMin hizo un sonido extraño, acariciándose la cabeza. Park JungKook parecía un poco irritado antes de suspirar y relajarse contra el acolchado, llamándole y rodeándole con un brazo los hombros.
—Me preocupo por ti. —Dijo. Metió los dedos en su cabello y sobó el cuero cabelludo. —Todos lo hacemos, eso hacen las familias. —Rió, como si hubiese recordado algo de repente. —Lo sabes, TaeHyung lloro cuando te fuiste de casa y YoonGi estaba con esa vibra extraña de buen alfa.
JiMin apoyo la cabeza en su pecho, escuchando los latidos del corazón del alfa y regodeándose en el aroma fuerte a naranja. —Lo recuerdo. Ambos estaban comportándose muy raro, los primeros días de mi mudanza tío TaeHyung me trajo comida cada uno con la excusa de que era mientras aprendía a cocinar. —Rió. —Luego no quería marcharse y yo tampoco quería que se fuera.
—Eres el bebé de la familia, ninguno quería dejarte solo.
JiMin enroscó los dedos del cuello de su propia camisa. —¿La abuela está bien? No he podido visitarla. —Hizo un puchero. El alfa le apretó las mejillas.
—Sí, algo alterada de los nervios por el embarazo de TaeHyung. No lo deja ni levantarse a orinar.
—A tío TaeHyung nunca le ha gustado estar mucho tiempo en cama. —Comenzó. —Debe estar muy exasperado. —Sonrió grande. —Al fin no seré el más pequeño de la familia.
—Oh, no, JiMinie. Tu siempre serás el bebé para nosotros.
—¡¿Qué?! —JiMin se levantó de golpe. —¡Eso no es justo!
—¿Umh? ¿De verdad, bebito?
JiMin lloriqueo falsamente, pataleando como un infante. Miro a su tío con ojos esperanzados y JungKook le sonrió, imperturbable a pesar de su rabieta.
El Omega se rindió, sentándose de nuevo. —Es inútil. Ustedes son imposibles.
—Me darás un ataque al corazón si sigues haciendo esas lindas muecas de desprecio. —Dijo, poniendo una mano en el pecho. —¿Sabes? Ser el menor trae recompensas.
—¿Cómo cuáles?
JungKook levantó la bolsa plástica, la abrió y saco una botella de soju. —Como estas.
—¿Soju? —JiMin se humedeció los labios, estirando una sonrisa. —¡Eres increíble!
—Hey, es una ocasión especial. No nos hemos visto en días, es justo que te emborraches con tu tío en compensación. —Murmuró, bajito, como si fuera un gran secreto que esconder. —Lamentablemente es para la tarde, no es bueno beber en las mañanas. Además, pedí una con bajos niveles de calorías y azúcares para poder acompañarlo con algún dulcillo.
—¿De verdad? —JiMin puso una mueca aburrida. —Eres un buen nutricionista, pero eres horrible para las relaciones sociales. Hiciste que el soju suene aburrido, ¡Y eso es casi imposible!
JungKook se rió y la corta discusión entre ambos fue divertida hasta cierto punto.
La tarde fue más rápida de lo que JiMin habría esperado, corriendo como una liebre que jalaba de las agujas del reloj de su sala de estar. Aunque su boca no estuvo cerrada en ningún momento y su tío no parecía demasiado ido, sabía que algo se sentía extraño; fuera de lugar de cierto modo...
Decidió ignorar la sensación cuando el reloj marco las siete y su tío se puso amistoso: entregándole una botella de soju. El primer trago fue cosquilleante en la lengua, para el segundo ya estaba casi acostumbrado y, para la cuarta botella, ya tenía la lengua algo enredada.
No era como si tuviera mucha resistencia al alcohol, pero no se sentía exactamente mareado.
Siempre y cuando no se le ocurriera levantarse.
Su tío parecía algo turbado a la séptima. Recostándose del sofá y estirando la cama para que JiMin se recostara flojamente. Lo que JiMin había pensado cuando compro un sofá cama no era exactamente acostarse cuando estaba borracho, pero servía perfectamente y no iba a quejarse.
—Tío... —Balbuceó. Park JungKook dejó caer un brazo del costado del sofá.
—¿Qué? —Dijo. JiMin lo noto adormilado.
—¿Puedo confiarte algo?
Hace mucho tiempo, le dijeron que los borrachos y los niños no mienten. Lo considero basura, basura de gente estúpida, pero ahora, estaba con esa pesada carga en los hombros y por alguna razón quería hablar. Sentía ganas irremediables de hablar como un pajarito. Gritar a los cuatro vientos para quitarse lo frustrado.
Porque estaba tan, pero tan frustrado.
—¿Qué?
—Me gusta un alfa. —Intentó decir, aunque seguramente haya sido más un vergonzoso balbuceo.
Supo que su tío le había entendido cuando le golpeó con dedos torpes en la cabeza. Diciendo, alterado: —¡Tú no puedes ver alfas! ¡Eres muy pequeño para alfas!
JiMin resopló. —¡Tengo veintitrés!
—No importante. —JiMin ladeó la cabeza, haciendo un ruido extraño.
—Estás hablando raro. —Se burló. —Estas más borracho que yo.
El alfa volvió a golpearle con los dedos. —Ya quisieras, mocoso.
Un silencio tranquilo lleno la habitación.
Dos latidos pasaron.
—¿Qué es? —JungKook preguntó. JiMin hizo un ruidito, sin comprender. —¿Qué es lo que te gusta de ese alfa?
JiMin lo pensó. Excavó en lo profundo de sus pensamientos y encontró esa nada de nuevo.
La nada no era mala, solo era absurda. Porque había cosas que le gustaban de ese alfa, de verdad, pero, no era tan fácil de poner en palabras.
Menos cuando hablas con tu tío.
—Como decirlo...—Murmuró.
JiMin estaba pensando con demasiado ahínco y se dio cuenta; una epifanía: ¿Para qué pensarlo tanto? Simplemente podía apagar eso por ahora, dejar su boca hablar sola.
No era mala idea. Tampoco tenía nada que perder.
Tomo una respiración profunda.
—Tiene hombros anchos. —Sí, eso le gustó cuando lo besó. —Es alto y fuerte. Tiene esos ojos oscuros y es engreído, pero lo hace parecer tan... Tan atractivo. —Dijo. Apagar eso no había sido tan desastroso, pensó.
—Nunca creí que te gustarán así...
JiMin soltó una carcajada.
—Me encantan. —Afirmó, asintiendo. —¿Crees que es estúpido? Mi mejor amiga creía que lo era.
—¿Qué clase de mejor amiga era esa? —Su tío se quejó. —No es estúpido. Todos somos diferentes. —Gruñó. —Quiero que termines esa amistad en este instante.
JiMin suspiró. —Creo que ya está terminada.
Había tristeza en su voz, aunque procurará no pensarlo demasiado.
—¡Mejor! —JiMin se estremeció por el repentino arranque de euforia. —¡Nadie merece una amiga tan hipócrita! Los amigos deben aceptarte tal y como eres.
—¿De verdad? Pero, creo que tiene algo de razón...
—¿Quieres que te golpee? —JungKook levantó una mano temblorosa. —No seas idiota. Si se lo dijiste ella ya conocía todo y si se quedó contigo era porque lo comprendía. No porque quisiera cambiarte. ¿Lo intento?
JiMin pensó en todos los alfas con los que lo había obligado a salir: lindos, suaves, amigables.
Pensó en lo que le había dicho.
«¿Sabes? Me esforcé mucho por encontrar un chico lindo y amigable para ti.»
Todo eso, cuando sabía que lindos y suaves no le gustaban...
Sí, ella quería cambiarlo.
—Sí.
JungKook hizo un ruido decepcionado. —Entonces, no era una verdadera amiga.
JiMin lo sabía ahora. Pero no sé molestaría en guardar rencor cuando no valía la pena.
Se quedaría con los recuerdos bonitos. Con las risas, los juegos, los desastres que habían hecho juntos.
Ya eran cicatrices.
Ahora, esa nada tenía sentido.
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