01: Encuentro con el primer infierno
El gordo alfa lo miro fijamente, devolviendo los ojos entrecerrados a HyungSik después. Tambaleó los dedos sobre el rústico escritorio de madera y bufó.
—Park JiMin. —Dijo, acomodándose los lentes sobre el puente sudoroso de la nariz. Levantó el papel de donde lo había leído. —Te contrataron hace tres semanas y media. Tu desempeño no ha sido tan malo. ¿Puedes explicarme cómo has llegado aquí?
El Omega deslizó una mano al ojo lastimado, sosteniendo la compresa fría...
JiMin siempre se había considerado prudente, evitando hacer comentarios de más. También, pensó varias veces que tenía bastante paciencia, la suficiente como para poder manejar al público.
Pero, simplemente, los adolescentes eran lo peor.
—O sea, ¿Y quién eres tú? —Dijo la pelirroja, acomodándose un mechón de cabello.
—Es obvio, Liz, que no es nadie.
Las en etapa de popularidad, aún más.
JiMin resopló. —Escucha, el descuento es de dos por uno siempre y cuando tus compras excedan los 1.000₩. —Intentó. La rubia se miró las uñas con una sonrisa. JiMin intento mantener la calma y respiró hondo. —Además, estoy seguro de que el personal no quiso ofenderlas. ¿Cierto, HyungSik?
—Sí, no fue mi intención. —Murmuró entre dientes. Apretando los puños evito el contacto visual con las betas.
—Así, todo resuelto, podríamos...-
—Aún no nos explicas quien eres tú para tomar este tipo de decisiones.
—Yo solo...-
—Mira, no es tu asunto, no te metas. —La pelirroja se burló.
JiMin se mordió la lengua, tragándose el comentario hiriente hacia la clienta.
—Podemos resolver este problema como personas civilizadas, no es necesario que recurramos al... ¡Pero, ¿qué haces?!
JiMin observó su camisa nueva manchada de café hirviendo, apretando los dientes y sintiendo la piel arderle. HyungSik explotó.
—¡Ya está bueno, maldita perra! —Gritó. —¡Voy a matarte! —Dijo lanzándose a la pelirroja, jalándole del cabello y arrancándole divertidamente las extensiones.
JiMin entro en crisis, mirando cómo la gente empezaba a acumularse asombrada frente a las vidrieras de la tienda de zapatos. HyungSik estaba tirado en el suelo, haciendo una llave a la pelirroja malévola que se quejaba por su bolso Gucci en el suelo.
Oh, cuando la rubia lo miro. Sacando las uñas acrílicas a su vista y lanzándose hacia él.
El puñetazo en el ojo debió haber dolido menos que cuando HyungSik se incorporó y la empujó hacia atrás por la camisa, rompiéndosela a la mitad.
—¡Era Carolina Herrera! —La beta rubia grito, lanzándose a llorar mientras intentaba cubrirse el pecho con lo que había quedado de la costosa camisa de Carolina Herrera.
—Oops, lo lamento. —HyungSik dijo, sosteniendo a la pelirroja entre las piernas. —Mi intención era romperte a ti, no a la camisa.
La sonrisa diabólica de HyungSik atormentaría a JiMin por el resto de su vida...
—¡Park JiMin!
JiMin miro al gordo alfa que parecía estar perdiendo la paciencia, haciendo más insistente el tambaleo de los dedos sobre el escritorio. Abrió la boca y volvió a cerrarla, parpadeando aturdido y jugando con los dedos sobre el regazo.
—No fue nuestra culpa.
El Alfa golpeó el puño fofo contra la madera que crujió bajo el peso, más que por la fuerza. —Esa no es una excusa. —El alfa escupió. JiMin casi podía oír el chirrido de sus dientes hasta donde estaba. —Ahora, gracias a ustedes, el CEO del centro comercial quiere verme y verlos también.
—Señor Han, no fue nuestra culpa. ¡Ellas iniciaron la violencia!
—¡Olvidas, HyungSik, que el cliente siempre tiene la razón! —Dijo. —Si ellas dicen que ustedes las atacaron el CEO va a tomarlas en cuenta primero que a ustedes. Justo ahora debe estar hablando con ellas. —Suspiró. —Chicos, sus pellejos están en juego. Sean inteligentes y procuren convencer al CEO de que no los despida antes que de su inocencia.
—Pero...-
—JiMin, eres quien más en riesgo está aquí. —Lo miró. JiMin cerró la boca. —Recién contratado eres el punto débil. Sobre todo, cuando acabas de salir del periodo de prueba. ¿Comprendes eso?
—Sí, señor Han.
—Bien, esperemos que no sea tan grave. —Se pasó un pañuelo por la frente, luchando contra el sudor. —Intervendré por ustedes lo mejor que se me permita.
—Gracias, señor.
—Hay algo... Más.
—¿Qué más puede haber? ¿Alguna de las mocosas es hija de un político? —HyungSik dijo con tinte divertido. El señor Han rodó los ojos.
—No, no es nada de eso. -Aclaró nerviosamente. —Solo... Les recomiendo cuidar sus palabras ante el CEO, no es un hombre al que le guste ser particularmente desobedecido.
—¿Desobedecido? —HyungSik ladeó la cabeza.
—Es un alfa bastante odioso. Nacido en cuna de oro es la cremè de la cremè.
El beta se acomodó en el asiento. —Vaya.
—Por eso, hagan caso a todo lo que les diga y no le mientan. Moldeen ligeramente la verdad, solamente, si es necesario.
—No creo que haya ninguna realidad que moldear ligeramente. ¿Verdad, JiMin?
El Omega asintió. El señor Han hizo una mueca cualquiera, levantándose de su silla y acomodándose el saco.
—Lo que sea. Solo es un consejo, después de todo. —Dijo suavemente. —Deberíamos marchar. Tampoco es el CEO muy paciente.
Las descripciones no le estaban dando a JiMin una muy buena perspectiva del alfa al que estaba a punto de enfrentarse. Sin embargo, intento mantenerse en la línea y convencerse de que cargar debidamente con las consecuencias que se le impondrían no sería tan grave.
Aún si no se las mereciera.
El camino a la oficina principal en el cuarto piso no fue tan largo como habría deseado, por lo que, mentalizado vagamente, JiMin inhaló profundo cuando su jefe abrió la puerta, la mirada de la ágil secretaria huyendo hacia ellos mientras su mano se deslizaba al teléfono a un lado.
JiMin la escucho claramente cuando dijo: —Ya están aquí, señor. —Antes de colgar el teléfono de nuevo en su sitio luego de que le dieran, lo que el Omega supuso, fueron instrucciones de qué hacer con ellos.
Su jefe, el señor Han, no parecía sorprendido. Mirándolo a él y a HyungSik por el rabillo del ojo con los brazos cruzados sobre el pecho. La rechoncha barriga campando a sus anchas por fuera de la apretada camisa de botones y la corbata suelta en el cuello habían desaparecido por el camino hacia la ostentosa oficina principal del centro comercial, por lo que JiMin se sintió algo cohibido, preguntándose qué tan severo sería el hombre si su jefe se empeñaba en lucir tan bien, pues, por lo general, el señor Han no era de los que se preocupaban por la imagen.
—Señor Han. —JiMin miro a la secretaria cuando hablo con la voz avinagrada que tenía. —Puede pasar, el CEO hablara primero con usted y luego podrán entrar sus empleados.
El señor Han asintió y los dejo solos, entrando a la oficina enfrente de ellos. JiMin observó curiosamente y se encontró con las figuras difusas de las adolescentes antes de que la puerta se cerrará. Desvió los ojos a HyungSik, esperando que también las haya visto dentro de la oficina.
El beta le devolvió la mirada, encogiéndose hombros y poniéndole una mano en el cuello cariñosamente.
—Lamento haberte metido en este embrollo. —Dijo, sinceramente arrepentido. —No fue la mejor manera de comportarme, pero la chica se merecía un castigo. ¡Tiró su café hirviendo sobre ti! ¿Sabes lo grave que pudo haber sido eso?
JiMin sonrió. —Descuida, entiendo. No te culpo.
—¿Cómo está tu ojo? —HyungSik preguntó. JiMin apartó la compresa de su cara. —Cielos, se pondrá un moretón gigante ahí. —El Omega no se sintió muy agradecido. HyungSik se rió. —Lo siento, pero es que te ha dejado los cuatro nudillos marcados.
—Si nos despiden no podré ir a una entrevista. Jamás me darán trabajo así.
—¿Qué dices? No van a despedirnos.
A lo lejos la secretaria resopló una risa.
HyungSik frunció los labios. —Está bien, las personas están siendo muy idiotas hoy. No hagas caso.
—¿Siempre eres tan positivo?
—Podría decirse. —Se encogió de hombros.
Se quedaron en silencio y JiMin no hizo nada para perturbarlo. Moviendo los brazos tras la espalda e ignorando la mano de HyungSik todavía en su cuello, acariciándole suavemente las puntas del cabello en la nuca. Los minutos fueron eternos mientras estaba parado, como si el reloj se hubiese tomado una siesta entre cada uno importándole poco continuar con el tiempo.
Las miradas furtivas de la secretaria desaparecieron con el paso flojo de las horas y a JiMin le dolían los pies para la segunda, desafortunadamente cuando el señor Han finalmente abrió la puerta y salió, entraban en la tercera; caminando hacia ellos con una mueca el gordo alfa se secó el sudor con un pañuelo. Detrás estaban las adolescentes, con miradas altivas mientras meneaban el cabello lacio.
—Entraran cada uno por su lado, las... Señoritas —El adjetivo no sonaba nada agradable en ese tono. —lo prefirieron así en un intento por evitar que se pongan de acuerdo y digan falsas acusaciones.
—¡Esas endemoniadas...!
—HyungSik. —El alfa regañó. —No es el momento ni el lugar para alterarnos. Conservemos la calma debidamente. —Dijo. El beta cerró la boca, cruzándose de brazos. —Ahora, ¿Quién quiere entrar primero?
—¡Bah! Cuánto drama. Entrare yo. —HyungSik alzó la mano, sonriendo torcido. —No les tengo miedo a esas perras.
—Vocabulario, HyungSik. —Recordó. HyungSik miro a JiMin con las cejas alzadas.
—Pequeño JiMin, has sonado como el señor Han.
JiMin negó con la cabeza divertidamente. —Suerte.
HyungSik guiño un ojo y acompañado por el señor Han entraron en la oficina. La puerta volvió a cerrarse.
JiMin quedó solo.
Mirándose las manos suspiro y procurando no llamar demasiado la atención se quedó quieto. Esperando que las horas pasarán y que HyungSik realmente tuviera suerte.
Ojalá que él pudiera tenerla también. No era exactamente el momento para quedarse sin trabajo, pues conseguir este le había tomado mucho esfuerzo y un universitario no era que servía de mucho. JiMin necesitaba una carrera y si no podía pagarla estaría perdido. De todos modos, en caso de emergencia lo último en lo que había pensado era en pedirle dinero a sus tíos. Tenía veintitrés años por todos los cielos, sería una vergüenza para él tener además que pedirle dinero a quienes lo habían criado porque lo habían despedido demasiado pronto como para que tuviera la oportunidad de ahorrar...
Cielos.
—Hey, chico. —JiMin miro a la secretaria, los ojos agudos parecían desinteresados. —Si quieres puedes sentarte aquí. No creo que estar parado tanto tiempo sea bueno para ti cuando tengas que enfrentarte a lo que hay allí dentro.
El Omega abrió la boca y la cerró con un simple gracias, sentándose en la silla al lado de la secretaria que aparentemente, intentaba ser amable sin querer mostrarlo.
Espero ahí otro poco. Las puertas se abrieron una hora después y HyungSik parecía a punto de desmayarse cuando salió. JiMin corrió hacia él.
—¿Todo bien? —El beta le miró, asintiendo con la cabeza gacha.
—Solo unos días de asistencia en el almacén para él, nada grave. —El señor Han dijo, metiéndose el característico pañuelo en el bolsillo.
—¿HyungSik? —JiMin preguntó, agachándose para mirar a los ojos al beta. —¿Qué tienes? El almacén no es tan malo.
—JiMin, el CEO tiene sus modos y... Ha sido algo cruel.
—¿Qué?
—Probablemente lo sea igual contigo. No es nada especial, ya pasará.
El Omega se estremeció.
«Algo cruel...»
¿Qué tanto podría haber sido?
—Bien. —El señor Han concedió. —Es tu turno. Vamos, no demoremos más esto.
JiMin respiró hondo, poniendo una mano de consuelo en el hombro del beta y dejándola deslizar después. Trazando sus pasos tras los de su jefe y entrando en la oficina.
La mirada que le dio la secretaria antes de entrar era compasiva y poco alentadora.
Cuando las puertas se cerraron detrás suyo, paseo la mirada disimuladamente por la oficina lujosa. Se detuvo en las adolescentes que habían causado todo el problema; viéndolas encogidas.
—Así que, Park JiMin...
JiMin miro los ojos zafiros del alfa cuando lo encontró, estremeciéndose ante la oscuridad en la mirada del hombre.
—Sí. —Se obligó a decir, todavía perdido en sus ojos.
El Alfa le sonrió. Una sonrisa malvada. Una sonrisa de encuentro con el primer infierno.
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