ten.
Jungwon le mostró el dinero a Riki, ahora cada vez les faltaba menos, pero Jungwon debía pagar la renta atrasada, luz, agua.
Separó el dinero que debía al que tenían y suspiró porque volvieron al comienzo de todo.
— Tranquilo — dijo Riki al ver los ojos cristalinos de Jungwon amenazando con romper en llanto —. Aún nos quedan nueve semanas.
Jungwon asintió levemente, él en verdad detestaba acostarse con ellos, por eso lo había cambiado por felaciones, gracias a esto tuvo que volver a acostarse con varios tipos. Lo único bueno de esto era que Riki siempre le consolaba. Le llamaba por teléfono antes de irse a dormir o a veces iba a acompañarlo.
— Tendrás que golpearme — dijo Jungwon sin despegar la mirada del dinero. Riki rió —. Si me golpeas puede que lo pierda.
— Jamás te lastimaría.
Jungwon suspiró pesado. Riki miró a Jungwon atentamente, le había visto algo diferente, pero no lo había notado hasta este momento.
— ¿Estás comiendo? — preguntó Riki.
Jungwon asintió, cosa que claramente era mentira. Sus mejillas estaban hundidas y sus clavículas se miraban en exageración.
Riki volvió a dividir el dinero y le dio una parte a Jungwon.
— Tienes que comer — dijo.
Jungwon miró ahora el dinero del aborto y no pudo evitar soltarse a llorar.
— Estamos peor que cuando empezamos — Jungwon se limpió agresivamente con sus muñecas. Riki le abrazó.
— Te dije que aún nos quedan nueve semanas.
— Es que ya no quiero — Jungwon frunció el ceño —. Todos me tratan tan mal, son tan salvajes. Y lo peor estoy tan preocupado que no puedo concentrarme en clase.
— Si quieres yo conseguiré otro trabajo, tendré dos y entonces nos será más fácil.
Jungwon negó con la cabeza.
— Debes estudiar.
— Estudio fotografía.
— ¿Y?
Riki rodó los ojos. Y suspiró abrazando al más pequeño de estatura.
— Conseguiré dos trabajos y hay que pedirle a Sunoo y Heeseung, luego se lo pagaremos.
— Detesto las deudas — murmuró Jungwon.
Riki ya no volvió a insistir con eso porque en cierta parte aquello era verdad. No los conocían del todo y no podían deberle a personas que no conocían bien.
• • •
— ¿Y bien? — preguntó Heeseung.
Habían tomado un salón solo, Jungwon les pidió que se adelantaran y que él los alcanzaría.
— Esperemos un poco más — pidió Riki.
La puerta se abrió lentamente. Jungwon se asomó y sonrió al verlos. Fue a sentarse junto a Riki y voltearon a ver a Sunoo quien los había citado allí.
Sunoo se levantó del escritorio y buscó un plumón. Cuando lo encontró prosiguió, dibujó un círculo y dentro un muñequito.
— Éste es el mini Riki y Jungwon — dijo apuntando al dibujo.
Jungwon suspiró pesado. Riki lo abrazó de la cintura, para que no se sintiera atacado.
— Antes de las doce semanas, o sea tres meses, ese muñequito no tiene que estar — se paseó por todo el salón —. He creado una lista de los posibles trabajos que puedes hacer para que lo pierdas, no puedes cargar nada pesado, pues lo harás.
Jungwon tomó la hoja y leyó cada uno de los puntos.
— ¿Café? — preguntó Riki.
— Puede producir aborto espontáneo — respondió Sunoo.
Riki miró sorprendido la lista de alimentos.
— Tendremos que cambiar tu dieta — dijo Riki. Jungwon solo pudo ver "huevo crudo" y se le revolvió el estómago.
— Debes probar esto — sugirió Sunoo —. Claro que deben conseguir el dinero también, pero la verdad yo le temo mucho a esos lugares — dijo Sunoo —. Los abortos clandestinos son peligrosos.
— El doctor me dijo que es seguro — murmuró Jungwon sin despegar la vista de su hoja.
— Posiblemente te mintió — dijo Sunoo —. No pierdes nada intentando las cosas de allí.
Jungwon asintió mirando su lista.
— ¿Eso es un sí?
— Sí — dijo y poco a poco fue convenciéndose de que estarían bien.
• • •
— No es necesario que me acompañes — pidió Jungwon. Riki iba tomado de la mano de Jungwon y al escuchar eso se sintió ofendido.
— Te estoy cuidando — apretó sus mejillas y le dio un beso. Siguieron caminando hasta llegar al hospital, tomaron ficha y esperaron cerca de una media hora. Al llegar su turno una mujer los llamó y tomó los datos.
— ¿Nombre? — preguntó, les tocó una mujer que tenía cara de pocos amigos.
— Yang Jungwon — respondió.
— ¿Cuántas semanas tiene? — preguntó la mujer.
— Tengo nueve semanas — dijo Jungwon. La mujer lo miró confundida y les negó la consulta — ¿Por qué?
— ¿Su doctor no le dijo que debía venir a las once semanas? — Jungwon negó —. Las ecografías sirven para ver alguna anomalía en el bebé y definir su sexo.
— Solo queremos saber si sigue vivo — dijo Riki.
La mujer los vio molesta.
— Chicos, ser padre es algo que necesita responsabilidad, veo que ustedes no la tienen y es una lástima para ese bebé.
— Lo voy a abortar, ni se ocupe de ofenderme — dijo Jungwon molesto —. Además me tienen que hacer análisis de sangre, ¿no es así?
— Se la pondré junto a la onceava semana.
Jungwon miró molesto a la mujer.
— Ni se moleste, me voy a otro hospital.
Jungwon se llevó a Riki. Iba tan enojado que murmuraba palabras inentendibles.
— ¿Te sientes bien? — le preguntó Riki una vez ya afuera. Jungwon se sentó en una silla que estaba afuera, comenzó a llorar y sintió un fuerte mareo.
— Mierda, me mareé — dijo dejando de llorar —. No lo he perdido — volvió a sollozar —. ¿Qué haremos?
— Vayamos al otro hospital — sugirió Riki.
Y así fue, el hospital estaba cerca de la casa de Riki. Riki sugirió ir a su casa saliendo del hospital. Jungwon aceptó.
El hospital era algo pequeño a comparación del que estaba cerca de su casa. Le tomaron sangre para hacer los análisis. Pero todo estaba bien, no detectaron ningún riesgo en los cromosomas. Todo estaba perfecto.
— Esto debe ser una maldita broma — dijo Jungwon.
Una vez afuera, se tiró al suelo, sintiendo el cemento quemarle en el rostro, no le importó nada. Estaba tan devastado que si un camión le pasaba por encima sería lo mejor del día.
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