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[6]

Taehyung quería creer que no sabía lo que estaba haciendo cuando detuvo a Jungkook con sus manos.

Quería convencerse de que esa manera de reaccionar para con él, era algo normal, era algo que haría por un amigo, y sí... podía hacerlo con sus amigos.

Pero con Jungkook se sentía diferente. Se sentía como una revolución de sensaciones que hacían fiesta dentro de su estómago y subían hasta su pecho para hacerlo actuar de la manera en que lo estaba haciendo.

Después de todo, no estaba siendo sincero consigo mismo.

No estaba tomando en cuenta de que Jungkook le llamó la atención mucho antes de que si quiera hubiese ocurrido el incidente con la pelota. Incidente que él mismo provocó, para por fin poder hablarle a aquél joven de cabellos azabaches, ese joven que de pronto despertó curiosidad en él y no entendía por qué siempre se encontraban en los mismos lugares.

Podía recordar en su mente, podía recordar aquellos días donde allí estaba de nuevo ese chico, con un cuaderno entre sus piernas, las espalda encorvada, sentado en una de las tantas bancas que se encontraban alrededor del campus universitario. Sosteniendo un lápiz color azul, de dibujo al parecer, estaba tan concentrado que ese trabajo que realizaba parecía uno de los más importantes de su vida.

Era curioso, pensaba Taehyung, siempre lo encontraba en lugares cercanos a él, siempre podía girar su mirada y esta podía toparse con aquel joven pelinegro de tez blanca sin ningún problema, y así pasaron seis meses.

Quería ser su amigo, o quizá, solo quizá, quería en verdad ser algo más.

Porque sí, Jungkook estaba despertando una parte en él que creía no existía, que pensó no pasaría, pero ese hombre frente a él, con esa cara tan tierna, con esos ojos llorosos que lo observaron por largo rato e hizo que su corazón diera un brinco gigantesco dentro de su pecho, ese hombre estaba logrando sacarla a flote.

A Taehyung le gustaban los hombres. Eso era un hecho.

—¡Auch! Duele, Hyung —lo escuchó quejarse.

Se encontraban sentados cerca de la cancha de futbol, en el jardín trasero del recinto, Taehyung lo había llevado hasta allí para verle el rostro y poder ayudarle de alguna manera.

—Es tu culpa por no haberlo desinfectado antes —contradijo, mientras volvía a humedecer un nuevo hisopo con alcohol, para pasarlo por la pequeña herida que tenía bajo el pómulo. —¿Si quiera lo pensaste? —preguntó.

Aunque se moría de ganas por cambiar la pregunta a esa que tenía pegada en la punta de la lengua para saber por qué alguien se atrevió a golpearlo.

Solo se detuvo porque, después de todo, todavía no tenían ese tipo de confianza.

Oh, cuánto quería cambiar eso pronto.

—Solo sucedió de esa manera, Hyung —le respondió.

Un poco decepcionado por sentir esa distancia en la que era imposible contarse cosas importantes el uno del otro, Taehyung terminó por sacar de su bolso un parche, despegó el papel que venía junto al objeto y finalmente lo pegó en el pómulo de Jungkook.

—Pronto la hinchazón bajará —le dijo—, solo asegúrate de cambiar el parche cada mañana —sacó mas parches de su bolso y se los tendió a Jungkook. —Estos serán suficientes, tampoco tendrás excusa para no cambiarlos.

—¿Siempre llevas un botiquín de auxilios completo contigo?

El mayor sonrió.

—Bueno, resulta que estudio medicina y tengo amigos a los que les gusta jugar fútbol de una manera salvaje, así que mejor prevengo —comentó—, una lástima que no te los pude presentar hoy —se aseguró de agregar, para hacerle saber que la invitación aún estaba en pie, cuando él estuviese preparado y, por ende, quería ver cómo reaccionaba el menor.

—Oh... No sabía que estudiabas medicina —contestó cortante.

Taehyung se decepcionó una vez más. ¿Acaso era él el problema? Tal vez se debía al hecho de que nunca un hombre le había gustado tanto, tanto, que la ansiedad por ser más cercanos el uno del otro estaban apresurando demás las cosas. ¿Era eso?

Porque entonces estaba dispuesto a darle su espacio a Jungkook.

—No es de extrañar —interrumpió sus pensamiento, Taehyung—, todavía no nos conocemos a profundidad —se levantó del lugar, acomodando lentamente las cosas en su bolso—. Supongo que nos vemos pronto, Jungkook-ah. —Se estaba despidiendo, aunque sus palabras sonaban como un "hasta luego", más se sentía como un "hasta nunca".

Jungkook se lamentó entonces, sus sentimientos estaban revoloteando como mariposas de un lado a otro, sin encontrar un solo camino, sin saber cuál debía de elegir.

¿Acaso estaba bien aceptar la cercanía de Taehyung? ¿Estaba bien dejarse llevar por esa esa sensación de seguridad que de pronto le proporcionaba?

Y Jungkook se aterrorizó cuando veía la silueta de Taehyung alejarse cada vez más, pues había seguido su camino, sin esperar una despedida de su parte ¿así se habrá sentido cuando lo vio corriendo por los pasillos para alejarse de él?

No lo creía, después de todo, era Jungkook quien poseía esos sentimientos que acababan de vez en cuando con su cordura. Las manos empezaron a sudarle y se las limpió en su pantalón de mezclilla.

¿Qué debía de hacer?

Fue entonces que se levantó de la banquilla y corrió hacia Taehyung, tal vez se arrepentiría unas horas más tarde, pero en ese momento lo que estaba haciendo era lo que quería que pasara.

—Hyung —habló, cuando ya se encontraba en frente de Taehyung y este le regalaba una mirada llena de curiosidad—, no te he agradecido aún por lo que hiciste antes, ¡gracias Hyung! —se inclinó en noventa grados, luego llevó sus manos hacia los hombros del mayor, sintiéndose eufórico, alegre, vivo. —¿Mañana tienes tiempo, Hyung? Quiero pagarte apropiadamente —habló con rapidez.

Taehyung estaba sorprendido, y a su vez aliviado, de alguna manera Jungkook había salido de su trance sombrío y ahora le regalaba una sonrisa abierta que dejaba ver como sobresalían dos de sus dientes delanteros. Él definitivamente parecía un conejito, ya que además, cuando sonreía, sus ojos casi se cerraban por completo y la nariz se le arrugaba un poco. Era tierno, era lindo.

Le gustaba.

—¿Sí tienes tiempo, Hyung? —volvió a preguntar Jungkook al ver que el mayor aún no le respondía, de pronto asustado por ser rechazado.

—Bueno, sí —contestó por fin, aliviando el corazón de Jungkook—. Es decir, mañana es sábado, así que está bien, tengo tiempo. ¿A dónde piensas llevarme? —le preguntó, curioso.

El pelinegro no lo sabía, porque tampoco tenía en mente hacer tal invitación, así que optó por rascarse la cabeza, esperando que en menos de diez segundos le llegara alguna idea.

—¿Un restaurante? Aún no sé, Hyung. ¿Me regalas tu número?

Taehyung rio, el conejito era encantador, absolutamente lo era.

—Creo que es mejor que me dejes elegir el lugar a mi —sugirió—, esa será mi condición para aceptar tu agradecimiento.

—¿Acaso he caído en una especie de trampa? —bromeó Jungkook, tomando el celular que Taehyung le estaba dando para seguidamente intercambiar números—. Sería excelente si también pagas, Hyung, después de todo eres el mayor.

—Descarado.

Ambos rieron, de un momento a otro sintiendo el ambiente más ameno, más íntimo, más de ellos.

Siguieron caminos distintos después de ingresar a los pasillos de la Universidad, cada uno a sus respectivas clases de la tarde. Eso sí, con la promesa de que mañana se verían, ninguno sin conocer los sentimientos que el otro le causaba, ninguno sin saber las emociones que una salida juntos les hacía surgir en su interior.

Al fin y al cabo, ambos siendo cobardes como para aceptar aquello que, ya en pleno siglo XXI debería ser normal, pero que la sociedad seguía juzgando y ciertas familias jamás permitirían que alguien así formara parte de su núcleo.

Qué triste que de esa manera fueran las familias de Kim Taehyung y Jeon Jungkook.

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