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𝐎𝟐 𓍼 ⊹ ˚. pool party goes wrong


CHAPTER TWO
Pool party goes wrong.

¡Banzai! Aquí Daniel LaRusso, de LaRusso Autos, le trae ofertas de todo el inventario. Tenemos un excedente de jeeps Grand Cherokee a la venta. Téngalo por solo... no. Dele un... ¡golpe! (...) Visite nuestras sucursales en Tarzana, Woodland Hills, North Hollywood y Sherman Oaks. Y como siempre, todos los clientes se van con su propio bonsái. LaRusso Autos. Pateamos a la competencia.

En los cortos tres días que llevaba viviendo en su nueva casa, mínimo unas treinta veces ese comercial se repitió en la televisión en donde Daniel LaRusso combinaba el karate con la venta de autos. Para Leighton era puro marketing sin sentido, estaba tan cansada de ese comercial que cada vez que cruzaba cambiaba el canal para ver otra cosa porque a ese punto en su aburrimiento ya se lo había aprendido de memoria.

Los Ángeles cada día era más aburrido para Leighton por la sencilla razón que sus amigos estaban a kilómetros de distancia. Había llamado a Matthew cada noche antes de irse a dormir, aunque la diferencia de horario afectaba la conversación ya que New York siempre eran tres horas más tarde. Gracias a las redes sociales no había cortado el contacto total con el resto del grupo, Maddison y Oliver eran los que más le hablaban repitiéndole que la extrañaban cada día cuando salían todos en grupo a alguna fiesta o tan sólo a comer. Mensajes que en vez de generar ternura y felicidad en Anderson por saber que apreciaban su presencia, le daba pena por no poder compartir con ellos las salidas perdiéndose de todo lo bueno, extrañaba los malos chistes, las risas, los chismes, juntarse en la casa de uno después de las clases para almorzar o ver una película en Netflix. Pensar que no podría hacer eso la deprimía, sólo le quedaba ver las historias del resto.

De eso se había dado cuenta sus padres, era obvio que su hija estaba distinta, se le notaba apagada por decirlo de alguna manera sencilla. En Nueva York siempre estaba saliendo, era más comunicativa en la casa, tenía música en su cuarto y también cuando practicaba karate en el gimnasio venía emocionada a compartir el progreso de sus clases. Y ahora cualquiera que se cruzara por la casa de los Anderson podía asegurar que ahí sólo vivían Ellis junto a Mason.

Por esa razón ──e igualmente para empezar a expandir el círculo de amistad de la familia en la nueva ciudad── el padre de Leighton aceptó la invitación de Daniel LaRusso a cenar. Obviamente a la chica eso no le pareció una buena idea, pero fue arrastrada donde los LaRusso a pesar de insistir que prefería quedarse en la casa porque se sentía enferma y claramente sus padres no le creyeron por su mala fama de mentirosa.

El hogar de la familia LaRusso no quedaba tan lejos como a la pelirroja le hubiese gustado ya que en los viajes prefería escuchar música en sus AirPods, fueron unos diez minutos de viaje hasta llegar. La casa era linda, aunque no del estilo moderno de Leighton y Ellis Anderson, pero igual no dijo nada hasta llegar a la puerta donde los recibió Daniel LaRusso que con una sonrisa amable los invitó a pasar a su hogar. En la sala principal los esperaba un pequeño jugando con su celular que le hizo caso omiso a la presencia de los Anderson, este era acompañado dos mujeres, una joven de la edad de la pelirroja, con pelo castaño ondulado largo, ojos claros y una expresión amable en su rostro, esta estaba acompañada de la que obviamente se trataba de su madre, por el evidente parecido entre ambas, de pelo más corto con rasgos los cuales Ellis Anderson reconoció al instante.

──¿Amanda? ──preguntó la madre de Leighton poco convencida de sus palabras.

──¿Ellis Evanson?

──Ahora es Anderson ──contestó la madre de Leighton alzando su mano donde cargaba su flamante anillo de matrimonio.

Leighton frunció el ceño mirando a su padre el cual con sólo su expresión le dio a entender que él tampoco tenía mucha idea de lo que estaba sucediendo. Ellis y Amanda dieron un pequeño grito de felicidad para luego correr a abrazarse como hace muchos años no lo hacían, todo eso mientras que el resto de ambas familias no entendía aquella repentina confianza inesperada.

Después de presentarse entre todos y ya cuando pasaron a cenar la situación tuvo más sentido, Amanda LaRusso fue la mejor amiga de Ellis en la escuela a la que asistían en su juventud en Los Angeles, ambas tenían una relación de amistad en donde se complementaban la una con la otra. Todavía ninguna no podía creer la casualidad de estar nuevamente juntas en un mismo lugar, contaban que lamentablemente se habían dejado de hablar principalmente cuando Ellis abandonó su ciudad de origen con la intención de expandir su negocio por el país.

──¡No puedo creerlo, te lo juro! ──exclamó Ellis tomando un poco de su copa con champagne── Te reconocí al instante, sigues igual.

──Noté una cara conocida, pero pensé que eran ideas mías y no te dije nada ──la señora LaRusso estaba emocionada. A su lado su esposa también le hizo gracia la situación surrealista que estaban viviendo──. Esto es definitivamente el destino.

──Definitivamente ──comentó la madre de Leighton.

──¿Cuándo se conocieron Mason y usted, señora Anderson? ──preguntó esta vez la hija de los LaRusso, la joven Samantha quien tenía una belleza delicada de una muñeca. Al parecer ella era la única de los tres jóvenes presentes que realmente le estaba prestando atención al tema de conversación de los adultos, por otra parte su hermano menor, Anthony, no hallaba la hora de terminar su comida para retirarse de esa aburrida mesa. Y finalmente Leighton, la cual había dejado de escuchar desde el momento que le sirvieron.

──Nos conocimos en un taxi y creí que Mason me había robado el bolso, pero en realidad este se me cayó abajo del asiento ──sonrió Ellis mirando a su esposo con ojos brillantes. El señor Anderson le dio un pequeño beso en la mejilla causando ternura en el resto de los presentes──. Al final me terminó robando el corazón.

Todos rieron, menos Leighton que hizo una mueca de asco al escuchar y ver lo cursi que eran sus padres.

──Que linda hija tienen ──comentó Daniel LaRusso señalando a la callada pelirroja.

──Gracias, señor LaRusso ──respondió la chica con amabilidad, amaba los halagos.

──Déjenme decir que sus niños son totalmente adorables ──la señora Anderson les devolvió el cumplido. Luego se dirigió a su hija a su izquierda que seguía moviendo el tenedor sobre su plato sin mucho ánimo──. Leigh, cariño, ¿sabías que Daniel fue el campeón del torneo de All Valley en 1985?

En ese momento la chica se dignó a levantar la mirada de la mesa para dirigirse al señor LaRusso.

──¿Te interesa el karate, Leighton? ── preguntó Daniel

──Pues claro. Practica karate desde los seis años, es cinturón negro y nos tiene la casa llena de trofeos, ¿cierto, hija?── presumió Mason Anderson pellizcando la mejilla de la pelirroja a la cual no le gustó mucho ese gesto de cariño de parte de su padre ya que no era muy amorosa── Es un amor.

──¿En serio? Pues si es así te puedes venir a practicar algún día acá, tengo un pequeño dojo que nadie usa, ¿cierto, Sam?── dijo Daniel mirando a su hija mayor, esta rodó los ojos sin dejar la sonrisa en sus labios que empezaba a desesperar a Leighton── Sam practicaba conmigo cuando era más pequeña, pero ahora creció y se olvidó de su padre.

──No sabes cuanto te entiendo ──lo apoyó Mason.

──Que mentiroso eres, papá ──se defendió Samantha sonrojada.

──¡Terminé! ¿Ya me puedo ir? ──habló por primera vez el pequeño Anthony LaRusso que había comido sin saborear la cena. Antes de que sus padres se molestaran con él, rápidamente se empezó a excusar── Por favor, mi amigo Thomas me está esperando para jugar Fornite y esta cena es bastante aburrida.

──¡Anthony! ──lo regañó su madre avergonzada por su actitud.

──Cariño, déjalo ──intervino Daniel más calmado──. Anda, pero no grites como loco, por favor.

El niño asintió emocionado por irse causando la envidia de envidia de la menor de los Anderson que tampoco aguantaba mucho rato más ahí sentada sin querer volver a su casa. Miró la hora de su reloj de muñeca, eran las diez en punto, por lo que en Nueva York eran la una de la madrugada, hora a la que quedaba con si novio para hablar por FaceTime de su día y así no extrañarse tanto. Como ambos estaban de vacaciones de verano no se preocupaban tanto de los horarios, y hasta el momento les estaba funcionando bastante bien, no hacían más que conversar de su día y algunas veces veían películas o series en Netflix Party.

──Bueno, con permiso, yo también me retiro un momento ──se puso de pie la pelirroja la cual no había terminado su cena──. Está muy interesante la charla, pero tengo una llamada importante que atender.

Tanto Ellis como Mason Anderson alcanzaron a contradecirla ya que con toda educación ella procedió a abandonar el comedor en dirección al gran patio de los LaRusso, ese lugar tenía lo que tanto necesitaba, silencio. Le había parecido casi tortuoso tener que escuchar la historia de cómo su madre había acompañado a Amanda LaRusso en su primera fiesta y terminaron borrachas con una lata de cerveza, cuando en realidad no le importaba nada que tenga que ver con esta ciudad.

De igual manera le tocaba admitir que el matrimonio LaRusso se había comportado bastante amable con ella, por lo que Leighton se contuvo los comentarios sarcásticos en la mitad de la cena, y eso era bastante esfuerzo viniendo de su parte. Era como si Amanda junto a Daniel hubiesen sido sacados de una película de los noventa.

Se sentó en el escalón, llevaba pantalones cortos por lo que no le fue problema acercar las rodillas al pecho. Sacó su teléfono y fue directamente a los contactos, el único que tenía guardado en favoritos era el de Matthew Jones, antes de marcarle se arregló un poco el cabello y el ángulo de la cámara para verse de la mejor manera, aunque de cualquier forma la pelirroja se veía bien.

Dos, tres, cinco hasta siete fueron los tonos que marcaron para que Leighton se rindiera. Al principio se preocupó ya que no era normal que su novio no le respondiera o demorase en hacerlo, incluso, cuando ambos vivían en la Gran Manzana, el chico nunca la hacía esperar solo para darle en el gusto, por lo que para Anderson no era para nada normal que Jones no le respondiera. No quería verse como novia celosa, detestaba serlo sabiendo que alimentaba su inseguridad, entonces sólo le envió un mensaje de voz diciéndole que lo había llamado para intentar hablar como todas las noches y que cuando este pudiese la llame de vuelta.

Rápidamente su nota de voz fue recibida e inmediatamente reproducida. Con una sonrisa en el rostro, Leighton se fijó cómo en la parte superior salía que estaba escribiendo, aunque no le duró mucho la emoción cuando sólo llegó un simple "Disculpa, estoy muy cansado ahora. Hablamos otro día".

──¿Otro día, es broma? Ni siquiera mañana ──masculló molesta. Nuevamente quería lanzar su teléfono al piso, pero no estaba en su habitación y si lo hacía en el patio de la casa de los LaRusso se quebraría en pedazos──. Idiota.

──¿Todo bien?

La suave voz de Samantha LaRusso se escuchó a la espalda de Leighton. La pelirroja se giró sólo para ver a la castaña de pie en la puerta de la entrada, era la imagen de la hija perfecta, sus padres habían hablado de ella gran parte de la comida; calificaciones sobresalientes, buen comportamiento, nunca hacía problemas, destacada en los deportes y muchas cosas más tuvo que escuchar Leighton sobre la chica. Sam sólo asentía o se sonrojaba de ser el centro de atención, aunque sólo ella sabía que la noche de ayer junto a sus nuevas amigas habían chocado el auto de un desconocido y arrancaron del lugar.

──Claro que estoy bien── respondió la pelirroja siendo fría.

Con un poco de temor por la actitud de Anderson, LaRusso se acercó un par de pasos. Al ver que la pelirroja no se molestó por eso, tomó asiento a su lado en silencio, para el clima usual de Los Ángeles estaba un poco más fresco y hacía un poco de viento que aliviaba las tardes calurosas de la ciudad.

Para Samantha LaRusso, la sola presencia de Leighton Anderson se había convertido en un misterio. Al principio creyó que se parecía mucho a Yasmine por su personalidad de siempre querer ser el centro de atención en todo momento, pero más bien la hija de Ellis y Mason era de carácter más fuerte, de esas personas que no dejaban que nadie se acerque a ellas aunque se tratara de simplemente intentar ser amable. En la cena sólo se había dedicado a darle un par de cucharadas a su comida, a beberse completamente tres vasos de agua, solo respondiendo cuando hablaban sobre ella y no poner atención a las conversaciones.

──Tus padres dijeron que hace tres días que están en la ciudad ──dijo la ojiazul sonando tímida, de cierta forma que Leighton se haya comportado tan callada la intimidaba un poco ya que no se veía nada frágil──. Supongo... supongo que no debes tener muchos amigos por aquí.

──Mis amigos están a cientos de kilómetros ──respondió Anderson con seguridad. Aunque inmediatamente se planteó lo que acababa de decir, casi ninguno de sus amigos le había vuelto a escribir, no le respondían los mensajes ni tampoco llamadas de parte de ellos──. O eso creo... cómo sea, no necesito nuevos amigos.

──Entiendo── sonrió Sam, tal como imaginó, Leighton era orgullosa──. Aún así, en unos días empezaremos la escuela, por si no quieres sentarte sola en el comedor puede venir con nosotras.

La expresión de la pelirroja se suavizó ante la amabilidad repentina de la pequeña LaRusso, quizás era porque no estaba acostumbrada a ser la nueva. Le dio las gracias de manera sincera, no por cumplir o educación, después se quedaron conversando un poco sentadas en el piso, ella le contaba a la castaña cómo era su vida en New York hace menos de una semana mientras que Samantha escuchaba maravillada de los lujos que se daba junto a sus amistades neoyorquinas. Se rieron de todo lo que había ocurrido ahí adentro, luego Sam le dio un pequeño resumen de la escuela preparándola para lo que se venía, le habló sobre los profesores, las materias, los grupos de las chicas populares y también los chicos guapos.

En un momento Sam LaRusso comentó sobre un muchacho llamado Kyler, peculiar nombre que la pelirroja reconocía por su primer día en la ciudad tan inolvidable. Leighton pensó en comentarle sobre que un chico de ese mismo nombre intentó pasarse de listo con ella, pero decidió no arruinar la conversación convenciéndose a sí misma que perfectamente se podría tratar de otra persona que se llamara de la misma manera.

La misma Sam se sorprendió al ver que Anderson también podía llegar a ser graciosa, soltaba comentarios interesantes y ayudaba a pasar un buen rato, nada que ver con la chica que había entrado por la puerta a su casa.

Adentro, Ellis Anderson junto a Amanda LaRusso se seguían poniendo al día de años separadas, era una casualidad única. En mitad de la conversación, Mason Anderson señaló a las chicas afuera que parecían estar a gusto la una con la otra. Ellis comentó que perfectamente sus hijas podrían ser un reflejo de sus madres y recalcar la misma amistad que ellas, eran una versión actual de la pelirroja con la castaña, porque hay amistades que siempre estarían destinadas por el destino.

Pero Samantha y Leighton quizás no estaban hechas para eso.
































Al otro día, Leighton sólo quería pasar todo el día acostada en la cama. Habían llegado la noche anterior a las dos de la mañana porque se les pasó la hora entre tantos chismes entre el matrimonio LaRusso y Anderson, incluso Daniel les había ofrecido quedarse a dormir en su casa, pero Mason insistió que tenían que volver a su hogar.

Como todas las mañanas lo primero que hizo la pelirroja fue revisar su teléfono y vaya decepción se llevó cuando Matthew no le envió los buenos días correspondientes. Decidió esa vez no insistirle a ver si él le hablaba durante el resto del día, mejor prefirió seguir durmiendo hasta que el hambre la obligara a ponerse de pie o eso pensaba hasta que su madre entró a su habitación sin tocar la puerta y abriendo las cortinas de su cuarto para dejar entrar el aire junto a la luz causando la molestia de su hija.

──Por favor mamá que es domingo, día del señor ──masculló Leighton escondiendo su cabeza bajo la almohada, aunque su madre se la quitó se un tirón──. ¿Qué hice para merecer esto?

──Son las doce de la tarde, hija. Ya es hora de despertar.

──Hoy es mi último día de vacaciones, mañana tengo que ir a esa escuela asquerosa donde no conozco a nadie ──dijo con tristeza y nuevamente se volvió a tapar con las sábanas de su cama──. Sólo pido un día de luto por mi miserable vida.

Ellis Anderson rodó los ojos aguantándose la risa por lo exagerada que se veía Leighton escondiéndose de ella bajo las telas. Como con la almohada se la volvió a quitar, hoy iba a ser un día productivo donde participaría toda la familia ya que con Amanda habían estado conversando hasta que entre tema y tema terminaron charlando sobre un exclusivo club de campo del cual la familia LaRusso era parte.

──Faltan dos semanas para tu cumpleaños, Leighton ──recordó Ellis ganándose la atención de su hija la cual asomó sólo sus ojos──. Si te aportas bien te puede ir igual de bien con tus obsequios.

──¿Acaso estás negociando con mis regalos de cumpleaños? ──preguntó la pelirroja sonando ofendida. Su madre asintió sin darle mucha vuelta al asunto, sabiendo que esa era la única manera de ganar con Leighton──. Muy bien, me interesa.

De esa forzada y poco orgánica manera fue como terminaron asistiendo los tres al club de campo Encino Oaks, Leighton con la condición que este año tendría mínimo seis regalos de parte de sus padres. La pelirroja odiaba esos lugares por obvias razones, sus padres se dedicaban a conversar con otras personas la mayoría de las veces para cerrar tratos y agrandar su círculo de negocios, porque a esos lugares exclusivos sólo asistía la élite de la ciudad, los Anderson siendo una de las familias más poderosas económicamente nunca se perdían un evento social de esa manera. Además que Amanda LaRusso logró convencer a su amiga Ellis para que se inscribiera y así poder pasar más tiempo juntas, lo que significaba que la joven Leighton Anderson era arrastrada para acompañar a sus padres.

La reunión era llevada a cabo en uno de los resorts hacia a orillas de la playa, el lugar no se podía negar que era maravilloso en todos los sentidos. Piscinas gigantes donde grandes y pequeños nadaban con toboganes que daban vueltas mareantes donde se lanzaban los niños, pero eso no era noto, también habían payasos en divertidos puestos para hacer figuras de globos que regalaban. Incluso la pelirroja se había cruzado con un mago que maravillaba a los pequeños haciendo volar una carta entre sus manos.

La familia Anderson fue bien recibida, sobre todo por la reputación que tienen en el mundo de las empresas de los hoteles. Desde que ingresaron les empezaron a ofrecer de todo, hasta que un amable mesero les puso una bandeja con delicados tragos frente a ellos, amablemente tanto Mason como Ellis declinaron, pero no fue el caso de Leighton la cual se animó a sacar un vaso de lo que parecía ser una mezcla de vodka con alguna otra fruta.

──¿Quién te dio permiso, señorita? ──preguntó su padre en tono molesto.

──Por favor, es la única manera de soportar este... cumpleaños de niños ──se justificó mirando a su alrededor al resto de pequeños corriendo por todos lados jugando entre ellos a las carreritas──. Además, pronto cumpliré dieciocho años, muy cerca de los veinte.

──Tú misma lo dijiste, pronto, pero todavía no── intervino Ellis Anderson cruzándose de brazos y luego señalando al mesero que se alejaba con el resto de vasos──. Devuelve eso, Leighton.

La pelirroja se dio media vuelta con frustración de que ni siquiera podía beber lo que ella quería en un lugar donde tampoco deseaba estar. Igualmente de camino se giró a ver a sus padres los cuales se encontraban ya platicando con la señora LaRusso, entonces aprovechando la distracción rápidamente se bebió el alcohol en dos tragos grandes, inmediatamente sintió el sabor dulce mezclado con ardor bajando por su garganta. Con una sonrisa dejó el vaso de cristal vacío nuevamente sobre la bandeja del mismo mesero dándole las gracias por su servicio, mientras la chica se devolvía el tipo que era un veinteañero corriente le dio una mirada completa a la pelirroja que vestía un suelto vestido ligero color blanco hasta los muslos con unos tacones del mismo tono haciendo lucir su cabello rojizo brillante caer por su espalda.

──Hola, cariño ──la saludó siempre amable Amanda LaRusso. La mujer vestía un vestido más formal, pero no desentonaba con la situación──. Que bueno verte por aquí.

Leighton sólo sonrió, esa era su única tarea; sonreír. A lo lejos el esposo de Isabella intentaba entablar una conversación con su hijo menor, pero este estaba tan metido a profundidad en su videojuego que prefería quedarse con la sensación de sed que levantarse a la barra a pedir algo para beber.
     
──¡Hey, LaRusso! ──saludó Mason a Daniel dándole la mano── ¿Todavía pateando la competencia?













Obviamente que la joven Anderson no resistió más de dos minutos escuchando otra vez la charla de los adultos por lo que inventó una excusa barata y poco creíble para salir de ese círculo. Diciendo que tenía que juntarse con alguien en la piscina, procedió a simplemente deambular por el lujoso lugar, sus padres sabían claramente que eso era mentira ya que ella no conocía a nadie de esa ciudad, pero no le hicieron problema porque así quizás aprovechaba de hacer amigos a pesar de su carácter tan fuerte.

Lamentablemente, para Leighton lo único que se cruzó en su vuelta fueron niños de máximo unos once años que corrían en el borde de la piscina mientras que el salvavidas de turno les gritaba que no podían hacer eso, pero a los pequeños no les importaba mucho al parecer. Así dio un pequeño recorrido, tentándose de entrar al agua, pero al mismo tiempo sintiendo asco al darse cuenta que unos señores mayores la miraban esperando que la chica se sacara el ligero vestido que cubría su traje bikini, por lo que sin darse cuenta había terminado cruzándose con una barra de bocadillos de todo tipo; frutas, batidos, fuente de chocolate y diversos pastelitos que no dudó llevarse a la boca por puro placer de saborear algo dulce después del alcohol.

Tenía su Iphone en la mano, se había vuelto completamente dependiente de ese aparato, sobre todo por la incertidumbre de si en cualquier momento recibía un mensaje de Matthew, odiaba que se enojara con ella, pero al mismo tiempo su ego no jugaba a favor de ninguno, especialmente de Leighton. Quería llamar a su novio para pedirle disculpas, lo que era una estupidez teniendo en cuenta que ella no había hecho nada, pero también quería buscar una excusa para hablar con él. Sin dudas lo que más extrañaba de Nueva York era a él, sin saber que no era mutuo y quizás que ella se haya ido a vivir tan lejos que sus horarios ya no eran lo mismo era lo mejor para los dos.

Prendía la pantalla, no había ningún mensaje de Matt, veía la hora, lo apagaba de nuevo y lo volvía a guardar. Una, dos, tres veces en menos de treinta minutos. Por lo que se llevó un shot de tequila a la boca que bebió de un trago, agradeciendo que ninguno de sus padres se encontraran cerca porque en ese mismo instante la hubiesen obligado a vomitar. Puede ser que Ellis ni Mason la hayan descubierto, pero otra persona sí.

──No creo que puedas beber eso ──dijo una voz femenina a su lado. Leighton la miró confundida, era una chica de su edad de piel morena, más grande que ella con lentes que al notar la expresión de molestia de la pelirroja inmediatamente se disculpó por entrometerse──. Perdona, no quería molestarte. Mejor me voy.

──¡No! No te vayas ──la detuvo Anderson con un poco de efusividad, como al chico de la escuela que nadie le habla hasta que alguien se da cuenta de su existencia──. Soy Leighton.

──Aisha... Aisha Robinson ──se presentó la chica de lentes, acercándose a la pelirroja para dejar un beso en su mejilla como saludo, acto que sorprendió a Anderson un poco──. Quizás soy yo y mi mala memoria, pero esta es la primera vez que te veo en este lugar.

──Soy el cliché de la chica nueva en la ciudad ──respondió Leighton sonriendo, tomó de la barra una copa de que reconoció fácilmente como una piña colada. Aisha la miró un poco dudosa de las acciones de la pelirroja, por lo que esta en vez de dejar la copa donde la tomó para no causar mala impresión prefirió ofrecerle a Robinson también──. ¿Quieres una? Te prometo que hace más divertido este sitio.

──No, gracias ──respondió Aisha amable.

Ambas chicas comenzaron a caminar por el lugar, Leighton disfrutando su piña colada y Aisha a su lado sin saber cómo había terminado hablando con esa pelirroja. Bien se dice que dos personas solas pueden acompañarse entre sí.

──¿Y de dónde vienes chica nueva? ──se animó a preguntarle Robinson para iniciar una conversación.

──Nueva York, no se compara con este asqueroso lugar ──respondió indiferente dándole un sorbo al trago──. Con todo respeto, claro, pero mi primer día aquí fue horrible.

──Oh, lo lamento.

Leighton le hizo un gesto para que no le diera importancia, siguieron su camino por otra piscina más grande donde no había pequeños jugando cerca. Uno que otro se daba vuelta a observar de reojo a las chicas, lo cual era un tanto incómodo teniendo en cuenta que no conocían a nadie, igualmente Anderson no le dio importancia hasta que a lo lejos se fijó como un pequeño grupo de tres chicos de su edad las observaban intensamente. El castaño hizo contacto visual con la pelirroja, este bajó su vista al cuerpo de ella haciendo que una mueca de asco se formara en su cara.

Junto a Aisha pasaron junto a ellos, y sin razón se empezaron a reír haciendo que Anderson se volteara a observar de lo que se trataba.

──Parece que la barra de comida ya está vacía ──soltó el mismo castaño con nada de vergüenza de ser escuchado, haciendo que sus dos amigos carcajearan más fuerte──. Seguro se comió hasta las cucharas.

Leighton miró a Robinson, pero esta solo tenía su vista pegada en el piso demasiado resignada a ese tipo de comentarios hirientes. Eso causó la ira de la pelirroja defensora de las injusticias o más bien impulsiva como siempre, entonces presa de la rabia le quitó el plato que tenía el pastel de Aisha, luego caminó hacia el grupo que no se esperó en lo absoluto cuando Anderson volteó la comida sobre él sin titubeos.

──¿¡Qué te pasa, loca!? ──exclamó a los gritos el adolescente indignado de estar lleno de crema y bizcocho de chocolate en su cabello.

Sus amigos se alejaron un par de pasos por la sorpresa de la actitud desafiante de esa pelirroja que nunca habían visto en ese club. Una que otra persona que escuchó el grito del chico se había volteado a curiosear qué estaba sucediendo. Mientras que atrás de Leighton, Aisha Robinson quedó impresionada por lo que estaba sucediendo pensando equivocadamente que era su culpa, y ahora temiendo por lo que le podía suceder a la chica nueva.

──¿Quién demonios eres tú? ──preguntó el chico indignado, a la vez que se pasaba las manos por los ojos para quitarse la comida que bloqueaba su vista.

──Soy Leighton, te preguntaría cómo te llamas, pero sinceramente es un dato que a nadie le interesa ──respondió ella con desprecio, levantándose los lentes de sol de marca y se los acomodó en la cabeza. Miró su bebida que sostenía en la otra mano, se volteó a mirar a Aisha un segundo para guiñarle un ojo de forma divertida, porque en el fondo si se estaba divirtiendo, luego no se pensó dos veces de lanzarle la piña colada directo al rostro──. Por si te da sed.

Unos pequeños gritos de sorpresa se hicieron presentes por las personas que los empezaron a rodear. Leighton le extendió la copa vacía contra el pecho a uno de los amigos de ese castaño que se empezó a quejar de que los ojos le ardían, el otro con dudas lo sostuvo sin saber qué hacer. Unas señoras indignadas de la actitud de la pelirroja empezaron a hablar sin saber el contexto, igualmente la trataron de violenta. Pero a Anderson no le importó, se volvió a Aisha que tenía una sonrisa de impresión en su rostro y la pelirroja le ofreció si quería ir a otra parte.

De la nada y mientras se encaminaban al salón de eventos del hotel, un hombre vestido de traje color negro se paró frente a las chicas.

──¿Quién de las dos es Leighton? ──preguntó en tono serio. Robinson y Anderson se miraron confundidas, después la pelirroja levantó la mano como si se tratara de la escuela──. Disculpe, pero gente ha estado acusándola sobre conductas violentas contra el joven de la familia Carrington.

──Se estaba quejando que no quedaba comida en la barra y sólo le ofrecí un poco ──alzó los hombros sonando natural. Levantando sus anteojos con su dedo.

──Las políticas del lugar no toleran actos de ese tipo ──informó el guardia por protocolo. Aunque en el fondo presentía que se trataba de una patética pelea de jóvenes inmaduros que no supieron resolver las cosas, sobre todo por la actitud sarcástica de esa joven pelirroja──. Le pediré amablemente que abandone el lugar.

──No lo conozco, pero quiero que sepa que lo abrazaría ahora mismo──  soltó dejando sorprendido a ambos que se esperaban una respuesta más cargada de molestia──. Muchas gracias, no me imaginé que sería tan sencillo escapar de este horrible lugar.

































No les comentó a sus padres que había sido expulsada del club en el primer día, eso le traería muchos problemas y no estaba con ganas de dar explicaciones. Igualmente no sentía culpa en lo absoluto de todo lo que hizo, de lo único que se arrepentía era de no haberlo pateado hacia la piscina.

A su madre no le era fácil de convencer, fue por eso que Leighton acudió a Mason Anderson para decirle que tenía que devolverse a su casa porque se había empezado a sentir mal físicamente, su padre no le puso problema alguno e incluso se ofreció a acompañarla por si en el camino le pasaba algo. La pelirroja tuvo que luchar un poco para que se quedara junto a Ellis, ella pediría un Uber que pagaría por sí misma y los esperaría allá en casa. Así fue como terminó esperando el auto a las afueras del lujoso lugar, incluso tuvo las agallas de despedirse del mismo chico que se seguía limpiando los restos de pastel del cabello, deseándole que jamás se volviera a cruzar en su camino por el bien de él.

Antes de irse, con Aisha intercambiaron números de teléfono para seguir en contacto, al final ambas parecía que les hacía falta amigos y no lo iban a admitir. Leighton se dio cuenta fácilmente que Robinson sufría de acoso, y lo que más le había molestado era que Aisha no se haya defendido. Miró la pantalla de su teléfono para controlar a qué distancia estaba el vehículo de su paradero, no era mucha según el sistema GPS, sólo bastaba unos cuantos minutos para finalmente llegar a su casa. Hasta que el timbre de sus notificaciones la comenzaron a bombardear, para su sorpresa se trataba de la chica LaRusso, no habían vuelto a hablar, mejor dicho, Leighton no se había dignado a responder los mensajes anteriores que Samantha le había enviado.

La pelirroja alzó ambas cejas interesada en la propuesta de Sam, tecleó una corta confirmación de su asistencia. Total, ya tenía un traje de baño puesto y no pensaba en desperdiciarlo, por lo que cuando se subió al auto lo primero que le dijo a la amable conductora era que había un nuevo destino.

























El viaje fue relativamente corto, aunque en realidad fueron veinte minutos en donde sólo escuchó música en sus AirPods a la vez que revisaba su perfil de Instagram. Pasaba por sus historias destacadas dándose un par de segundos analizando las imágenes, había hecho un álbum exclusivo de ella junto a Matthew, tenían demasiadas fotos juntos, todas en lugares distintos y alegres. Sus lugares favoritos para frecuentar eran los restaurantes más costosos del la cuidad, sus pasatiempos quedaban registrados en corto vídeos donde Matt la hacía reír. Lo extrañaba demasiado, a tal punto que cada noche revisaba el precio de los pasajes a New York, sin embargo el stock siempre lo encontraba agotado por la temporada alta, por lo que sólo le quedaba conformarse con recuerdos digitales.

Suspiró pesadamente al ver que no estaba en línea, apagó el teléfono y lo dejó reposar entre sus piernas escuchando la melodía de una de sus canciones favoritas. Las calles estaban mucho más vacías que las de New York, eso era algo que rescataba porque así logró llegar con facilidad. Pudo reconocer el hogar de la familia LaRusso a través de la ventana, una considerable cantidad de autos rodeaban el lugar mientras que la música se lograba escuchar a la distancia.

Se despidió de la conductora que le había tocado no sin antes pagarle el viaje. Tomó su bolso que se colgó en el hombro y caminó a la entrada, las risas se intensificaban cuando se acercaba a la vez que la música sólo alzaba su volumen. Intentó abrir la puerta, sin embargo esta estaba bloqueada por lo que se vio obligada a tomar el camino del costado que daba acceso directo a la parte de atrás de la casa.

Fácilmente en ese patio habían más de veinte adolescentes, unos metidos en la piscina jugando entre ellos, otros corriendo por el césped. Leighton se quedó de pie sin saber qué hacer, no conocía a nadie además de Sam y no la encontraba por ninguna parte entre tantos rostros. En ese momento se arrepentía totalmente de no haberse ido directo a su casa, aunque podía retirarse caminando ya que le quedaba a unos quince minutos de distancia caminando.

──¡Leighton! No puedo creer que hayas venido, bienvenida ──la dulce voz de Samantha LaRusso la detuvo de golpe. La pelirroja cerró los ojos maldiciendo en voz alta, aunque no se escuchó por lo fuerte que sonaban los altavoces. Anderson tomó mucho aire y formó una sonrisa forzada antes de darse la vuelta a mirar a la chica LaRusso que tenía una expresión tan amable que hizo sentir mal a Leighton──. Sígueme, ¿necesitas un traje de baño? Tengo un bikini que te quedaría perfecto.

¿No se cansaba de ser tan amable?

──No, Sam, muchas gracias. Sólo venía a...

──¡Chicas! ──exclamó Samantha tomando la mano de Leighton para casi arrastrarla cerca de la piscina. Dos adolescentes sentadas en el borde se voltearon ante el llamado de LaRusso, una rubia y otra castaña, ambas hermosas ante los ojos juzgadores de Anderson── Te presento a Yasmine y Moon. Ella es Leighton, es nueva en la ciudad.

──Hola Leigh, un gusto ──saludó con una simpática sonrisa la chica castaña──. Mi nombre es Moon.

──Lindo nombre ──halagó la pelirroja alzando un poco la comisura de sus labios. Era inevitable que el aspecto de esa chica no le recordara a una de sus mejores amigas en Nueva York.

──¿De dónde eres?── atacó Yasmine inmediatamente saltándose el saludo.

──Manhattan ──respondió de manera cortante y fría ante la actitud de la rubia.

── ¡Ay, me encanta esa ciudad! Ven aquí a sentarte con nosotras, hacemos un trío perfecto; castaña, rubia y pelirroja── dijo Yasmine emocionada. En el fondo Leighton fue aceptada inmediatamente por la chica más popular de la escuela por el simple hecho de tener un rostro atractivo y un cuerpo que cumplía los estándares marcados──. ¿Cómo era tu vida en Nueva York?

Samantha tomó el fino bolso de marca de Leighton para dejarlo adentro de la casa. La pelirroja se quitó su short y la polera que traía para quedar en el traje de baño que estaba usando hace un par de horas, fue elogiada por Moon y Yasmine que le preguntaron de dónde había sacado ese bikini, pero ni la misma neoyorkina sabía ya que se lo había conseguido su madre de una colección exclusiva de una diseñadora europea.

Toda la conversación fue bastante extraña, por un lado Moon quería saber cuándo había nacido para sacar su signo zodiacal y su ascendente, por otro lado, Yasmine la interrogaba sobre cómo vivía en una de las ciudades más caras del país. Esos minutos fueron incómodos para Leighton, se le notaba en su expresión y en lo seco de sus respuestas.

──¡Que bello anillo! Se parece mucho al que traigo ahora ──siguió hablando Yasmine después de hacer un monólogo de sus tiendas favoritas de New York que había llegado aburrir hasta a Moon── ¿Ya tienes el Iphone 12?── la pelirroja negó, mintiendo. Estaba aburrida de dialogar sobre cosas materiales con esa chica que había conocido recién, se sentía demasiado perdida intentando encontrar el tema de conversación── ¡Yo sí! ¿Quieres verlo?

──No, muchas gracias ──contestó formando una exagerada sonrisa con sus labios rojos──. ¿Saben dónde está Samantha?

──Ahí viene ──señaló. LaRusso que vestía un traje de baño de dos piezas que cubría con una polera grande, se acercaba con un vaso en la mano de lo que parecía ser jugo natural de frambuesa. Yasmine sonrió al ver que la anfitriona le traía lo que le había pedido hace rato──. Gracias, Sam.

──Hacer una fiesta fue una idea maravillosa── dijo LaRusso sentándose a un lado de Moon.

──Te dije que soy la mejor organizando── confirmó Yasmine dándole un trago a la bebida.

──Sí, está genial── agregó Leighton jugando con sus pies dentro del agua. A lo lejos vio cómo un chico se lanzaba al agua haciendo arriesgadas piruetas con la ayuda de un trampolín──, ¿Sabe que se puede matar si sigue haciendo eso? Se golpea la cabeza y adiós── Moon, Samantha y Yasmine se voltearon verla extrañadas del comentario──. No me miren así, es cierto.
     
──Kyler ha estado mirándote todo el día ──siguió hablando Yas ignorando la presencia de Anderson.

Leighton miró a la dirección que señaló la rubia, efectivamente pudo reconocer al otro extremo de la piscina al chico de rasgos asiáticos que había arruinado su noche con su egolatría. Kyler junto a sus amigos, los que en realidad usaba como secuaces, disfrutaban de la pool party a unos metros de ella. La respiración de Anderson se hizo más pesada y sin darse cuenta cerró los puños tan fuerte que sus uñas color rojo se empezaron a enterrar en la piel de la palma de su mano.

──Que asco ──soltó ganándose las miradas confundidas de las otras chicas.

──¿Qué dijiste? ──le cuestionó Yasmine con el ceño fruncido y una mueca de desaprobación──. Kyler es el chico más popular de la escuela.

──Pues que estándares más bajos tienen en esta ciudad ──contestó Leighton en un tono sarcástico que dejó descolocada a las otras tres.

La mirada de Yasmine se intensificó sobre la pelirroja recién llegada, no podía creer lo igualada que era. Estuvo a punto de responderle algo, pero los gritos en combinación con los aplausos llamaron la atención del grupo, se trataba del mismo chico que Leighton había tratado de irresponsable, había logrado hacer un giro digno de ser grabado por Moon para su canal por lo que la castaña se puso de pie con su celular la mano enfocando la escena. Sin embargo en la mitad de la filmación, las ovaciones se volvieron silencio ya que la música había sido apagada de golpe. Todos los asistentes se voltearon listos para abuchear al responsable, y vaya sorpresa se llevaron cuando se dieron cuenta que se trataba de un molesto Daniel LaRusso.

──¿¡Qué diablos está pasando aquí!?── exclamó haciendo saltar a su hija que se acercó a él para intentar razonar con su padre, pero este en vez de escucharla la decidió ignorar al ver todo lo que habían armado a sus espaldas──. Salgan de aquí ahora mismo.

──Perdón papá, no pensé que llegarían tan temprano ──se disculpó Samantha viendo como los chicos salían de su casa decepcionados del final de la fiesta.
     
──No importa a qué hora llegue, Sam ──regañó Daniel a la chica──. No quiero extraños haciendo líos en mi casa.

──Ahora esto se puso bueno ──susurró Leighton Anderson acomodándose en el duro suelo. Yasmine y Moon se habían ido inmediatamente para evitarse problemas, entonces Leigh se apropió del vaso del cual había estado bebiendo la rubia, no sin antes tirar lejos el sorbete del que estaba bebiendo la otra presumida y desagradable chica. Le dio un sorbo, efectivamente era frambuesa, más bien una limonada con un toque de menta fresa mezclado junto a vodka.

──No son extraños, son mis amigos ──se defendió Samantha.

──Sí, y vaya amigos te conseguiste ──ironizó Daniel. Al mismo tiempo un chico salió de la piscina y pasó por el lado del dueño de casa, este lo detuvo en seco, indignado se dio cuenta que el desorden y el alboroto no era lo único──. ¿¡Ese es mi traje de baño!? Espera, ¿todos ustedes están usando mis trajes de baño?

── ¡Yo no!── exclamó la pelirroja levantando la mano, orgullosa. Daniel LaRusso le prestó atención y bufo al darse cuenta que le estaba tomando el pelo── No eran de mi gusto, perdón, Señor Bonsai.

──Hola, Leighton ──saludó Amanda LaRusso que venía llegando atrás de su esposo con la misma mueca de disgusto.

──Escuchen, se acabó la fiesta. Todos afuera ahora mismo ──ordenó el padre de la familia.

La pelirroja contestó con un ademán a la esposa de Daniel, se volteó a ver la piscina que ahora ya estaba casi vacía. Suspiró y después le dio un trago grande a la bebida, se puso de pie de golpe, sus pies mojados dejaron huella en la cerámica hasta que llegó al césped. Entró a la casa de la familia LaRusso en total confianza para buscar entre tanto desastre su llamativo bolso color blanco que resaltaba en uno de los sillones de la sala, lo abrió y sacó la ropa que traía puesta en conjunto a sus icónicas zapatillas que la acompañaban como primer recurso.

Ya estaba lista para irse, su pelo rojo estaba totalmente intacto y eso era lo que realmente importaba a ese punto; no arruinar el alisado permanente. Se devolvió por el mismo camino de salida, ahí seguía las discusiones entre Daniel LaRusso con su hija mayor mientras que Isabella intentaba intervenir a favor de Samantha. Anderson hizo caso omiso, mejor se puso los lentes de sol, su teléfono comenzó a sonar descontroladamente y se llevo una grata sorpresa al darse cuenta que se trataba de Matthew.

La música había desaparecido por completo con la llegada de los padres de Sam, ahora lo único que se escuchaba era la constante pelea que se había formado en la familia LaRusso. Los otros chicos seguían abandonando el lugar, aunque Daniel les había pedido que se sacaran la ropa de él antes de irse.

──Aquí no, genio ──detuvo el Señor Bonsai al pelirrojo que estaba a punto de bajarse los pantalones en mitad del patio──. En la casa de la piscina.

Leighton rodó los ojos ante la escena bizarra, contestó la llamada de su novio mientras pasaba a retirarse.

──¿Cómo estás, Leigh? ──preguntó Matthew desde Manhattan.

──A un segundo de colapsar ──bufó la pelirroja Anderson esquivando los típicos vasos plásticos rojos del suelo y también los juguetes inflables de piscina.

──¿A qué te refieres?

──Nada de esto se compara con la vida que tenía antes, es como si en cada lugar no encajara ──reclamó Leighton indignada que su último día de vacaciones haya terminado de manera tan poco memorable y aburrido. Cuando pasó cerca de la hija mayor de los LaRusso la pudo ver amurrada, de brazos cruzados en una esquina con la mirada en el suelo, por lo que decidió darle unas últimas palabras de aliento──. Gracias por la fiesta, Sam. Fue totalmente decepcionante.

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