𝐎𝟏 𓍼 ⊹ ˚. leighton in new valley
CHAPTER ONE
Leighton in New Valley
En la icónica ciudad de los Ángeles, California aproximadamente viven cuatro millones de personas. Y justamente ese día se convertiría en una tortura para dos de ellas; Johnny Lawrence y Leighton Anderson, era cosa de horas para que sus caminos se cruzaran de la peor forma posible.
No habían pasado más de dos horas desde que la familia Anderson había aterrizado en el aeropuerto de Los Ángeles cuando Leighton ya quería volver a su anterior casa en New York junto a su antigua vida. La noticia de que se irían a vivir a otra ciudad desde el primer momento nunca la convenció por completo, y como era ella se lo hizo saber de inmediato a sus padres con malas actitudes acompañado de negociaciones para que por lo menos la dejaran viviendo en Manhattan para terminar sus estudios allá, pero Mason Anderson fue tajante cuando no le dio oportunidad alguna de que Leighton no se viniera con ellos.
Se trataba de las familias más ricas del distrito, el matrimonio entre Mason y Ellis Anderson eran dueños de la cadena de hoteles que abarcaban más de seis ciudades a la vez que seguía creciendo. Millonario negocio que cada vez sumaba más inversionistas que ayudaban a ampliar el nombre de los hoteles Whitby, pero eso no fue fácil para la pareja llegar hasta esa cima ya que les llevó más de diez años lograr el punto de mejor éxito, para aquello tuvieron que sacrificar tiempo valioso tal como la niñez de Leighton. La pequeña pelirroja pasaba la mayoría de los días con niñeras que la cuidaban con cariño mientras sus padres se encargaban de manejar las otras sucursales fuera de la ciudad en algunas ocasiones. Por lo que cuando Ellis Anderson se dio cuenta que habían cumplido todo lo relacionado Whitby, junto a su marido tomaron la decisión de tomarse unas merecidas vacaciones para cambiar un poco los cargados aires que ofrecía Nueva York, eligiendo el lugar donde ambos se conocieron; Los Ángeles.
Para Leighton no fue nada grato ya que todo fue de un día para otro, le molestaba asumir la decisión donde ella no tuvo voz. Al principio imaginó que sería un fin de semana como de costumbre cuando hacen pequeños viajes dentro del país, pero fue una desagradable respuesta la que recibió cuando su madre le informó que sería un mínimo de seis meses que dejarían 'La Gran Manzana'. Lo que significaba que no tendría otra opción más que cursar su próximo año escolar lejos de casa.
El viaje en avión no fue tan malo teniendo en cuenta que iban en primera clase, la pelirroja disfrutó de finos chocolates y un almuerzo mucho mejor que la clase económica. En el auto rentado, Leighton sólo se dedicó a escuchar música con sus Airpods mientras respondía mensajes de sus amigas donde le escribían lo mucho que la extrañaban ya el primer día, todo su grupo la había ido a dejar al aeropuerto en una dramática despedida donde hubo lágrimas por medio de las otras chicas. Aunque eso no le importaba mucho a la chica ya que su cortante respuesta a los textos sólo fue un emoji de cars triste. Lo que más le devolvía las ganas de volver a New York era Matthew Jones, su novio de ya dos intensos años, el cual le había prometido llamarla todos los días para verse con la esperanza de mantener una relación a distancia que funcionaría.
──¡Que hermoso lugar, mira Leighton! ──exclamó Ellis Anderson. La chica levantó la vista de la pantalla de su teléfono sin mucho interés en lo que hablaba su madre── Es igual de espaciosa que la casa de Manhattan.
La hija de los Anderson no añadió ningún comentario, se bajó los anteojos de sol a la mitad de la nariz para observar lo que sería su nuevo hogar por la mitad de un año. No podía mentir al decir que era un lugar elegante con aires lujosos, el jardín era espacioso con muchas plantas, más de la que ella pondría, aún así el punto de atención era la casa de tres pisos frente que Mason Anderson había comprado sin escatimar los gastos.
Cuando estacionaron el auto, Leighton se bajó para sacarle una foto a su nuevo hogar y enviarla al grupo que compartía con sus amigas. De inmediato le empezaron a responder que eso era una mansión más que una casa, otra le decía que mostrara su habitación mientras el resto llenaba el chat con corazones demostrando lo fascinadas que estaban. Atrás de los Anderson llegaba otro vehículo mucho más grande en donde les traían las maletas, la pelirroja había metido toda su ropa en más de cuatro valijas, por lo que el aeropuerto les había cobrado un impuesto extra a sus padres que no pusieron problemas en darle en el gusto a su hija. Leighton se había negado rotundamente a dejar una sola prenda en sus cajones, siempre había que estar preparada para cualquier evento a pesar de que ahora mismo en ese sitio nadie la conocía.
──Tu habitación es la del segundo piso, hija ──le informó Mason abriendo la puerta.
──Bien ──contestó haciendo explotar después el globo que había formado con el chicle de menta.
El rostro de Leighton era de cero emoción al ingresar a la casa, la cual para su sorpresa ya estaba amueblada, lo que le molestaba ya que siempre era ella la que elegía esas cosas. Arrastraba una maleta en cada mano, miraba a su alrededor observando cada detalle esperando encontrar algo de lo cual quejarse pero sólo encontró algunos jarrones de loza pintados a manos decorando el salón y una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios color rojo al tomar entre sus dedos un cuadro donde salían sus padres junto a ella hace un par de años atrás, los tres abrazados además una cinta de regalo azul en la esquina del portarretrato.
Les llevó poco tiempo llevar todas las maletas dentro de la casa, fueron nueve en total, aunque la pelirroja sólo se limitó a subir dos. El personal ayudó a Leighton a llevar sus cosas a su habitación mientras ella se sentó en el sofá todavía con el móvil en la mano, pensó en hacer un FaceTime con Matthew, hasta que se fijó en la hora y se dio cuenta que debería estar en clases de esgrima en ese momento.
Ni había ido a conocer su nueva habitación, la pelirroja lo único que quería era volver a New York para salir después del colegio a comer en un lugar caro junto a su grupo de amigos y en la noche armar una pequeña fiesta como cada fin de semana.
──Leigh ──la llamó su madre entrando a la sala──. ¿Qué haces aquí sentada? Ve a darte una vuelta por la casa, sé que te va a encantar.
Leighton Anderson no dijo nada, solo se levantó del sillón cuando Ellis se sentó a su lado. Todavía seguía resentida por haber sido arrastrada a Los Ángeles, estaba a punto de subir las escaleras cuando unos golpes en la puerta se escucharon desde el otro lado. La joven bajó los pocos escalones de vuelta convencida de que se trataba del pedido de sushi que había hecho por la aplicación de comida hace unos veinte minutos, pero se llevó una sorpresa al encontrarse con un hombre que perfectamente podría tratarse de su padre usado traje y corbata trayendo junto a él una maceta con un pequeño bonsái en ella, lo cual fue inevitable que a Anderson no le llamara la atención, mientras que en la otra mano llevaba una botella de champagne en la mitad.
── Eso no es lo que pedí── dijo la pelirroja disgustada, señalando la planta.
──¿Qué?
──¿No eres el repartidor acaso?
──Bueno, no creo que un repartidor venga vestido de esta manera ──sonrió el hombre intentando bromear con la adolescente, pero no le sirvió de mucho porque Anderson sólo alzó una ceja──. Disculpa, no me he presentado, soy Daniel LaRusso. Vengo a darles un presente de bienvenida.
──¿Con quién hablas, cariño? ──preguntó su padre llegando a la puerta. Mason caballerosamente le extendió la mano al recién presentado Daniel que la estrechó en forma de saludo── Buenos días, soy Mason Anderson y esta es mi hija Leighton.
──Un gusto saludarle señor Anderson, mi nombre es Daniel LaRusso. Propietario de la concesionaria de automóviles LaRusso Auto Group ──se presentó nuevamente ante los dos Anderson. Leighton que estaba cruzada de brazos rodó los ojos viendo desde el principio el interés de Daniel en caerle bien a Mason──. Esto es para ustedes, pueden tomarlo como una bienvenida a su nueva casa.
──Muy amable de su parte, señor ¿LaRusso dijo que era? ──agradeció Mason tomando la planta junto a la botella.
──Por favor, ahora que somos vecinos puede llamarme Daniel, sin más ──sonrió el otro intentando dar una imagen amigable──. Junto a mi familia vivimos a unas cuantas casas de acá, son bienvenidos cuando lo deseen.
Fue inevitable para Leighton no rodar los ojos sin importarle tener al señor LaRusso frente a ella, el cual se percató de tal desagradable acción de parte de la joven. Pero para la hija de los Anderson ya no le era novedad que personas se acercaran a su familia por el interés, era increíble que estando menos de un día en Los Ángeles y ya alguien había oído el rumor de que los dueños de los hoteles Whitby habían llegado a la ciudad.
──Agradecemos su gesto, Daniel ──contestó Mason sin perder la sonrisa.
El tono de FaceTime del celular de la chica interrumpió la presentación de Daniel. Pidiendo permiso antes de irse, subió las escaleras al segundo piso ignorando la pregunta de su madre de quién había tocado la puerta, se encerró en su pieza con pestillo viendo su cuarto por primera vez y dándose cuenta que sus padres se habían encargado de decorarlo de forma muy similar que como el de su casa anterior.
──Hola, cariño ──saludó Anderson sentándose en su cama.
──¿Cómo estás, preciosa? ──la voz de Matthew logró formar una sonrisa en el rostro de su novia. Por el fondo Leighton se dio cuenta que el castaño se encontraba en su habitación── No tienes idea cuánto te extraño.
──Yo igual, en unos días tomaré un vuelo hasta allá para ir a verte.
──Ir a la escuela sin ti será muy extraño. Faltará la abeja reina caminar por los pasillos, más bien, nada será lo mismo sin ti ──dijo Matt, a la vez que se peinaba su cabello castaño claro──. ¿Ya sabes dónde vas a estudiar en Los Ángeles, amor?
──No tengo idea, aquí nunca me comentan nada al parecer ──bufó frustrada.
El timbre de la puerta sonó distrayendo a los dos, al principio Leighton separó la vista de su pantalla pensando que había sido en su nueva casa, pero en realidad era Matthew. Este al escucharlo se levantó de su cama y se arregló la camisa frente al espejo, luego mientras le platicaba a su novia este bajaba las escaleras hasta el primer piso.
──¿Qué sucede, Matt?
──Voy a tener que colgar, Leigh. Hemos quedado con los chicos para ir a comer como cada viernes, ya sabes ──informó el ojiazul abriendo la puerta, inmediatamente se empezaron a escuchar muchas voces que hablaban al mismo tiempo, pero que la pelirroja podía reconocer──. Mira quién está aquí para saludarte.
──¡Leighton. Te extrañamos mucho!
──¿Cuándo nos vienes a ver?
──Muestra tu nueva casa.
──Invítame a ir, por favor.
Anderson hizo el mejor esfuerzo por sonreír con nostalgia y ponerse a llorar ahí mismo ante sus amigos; Andrew, Cassie, Nate, Oliver y entre otros se pasaban el celular de Matthew entre ellos para darle un pequeño mensaje. Finalmente, Jones volvió a recuperar su móvil y se despidió de su novia rápidamente para irse con el resto de sus amigos, colgando la llamada de pronto sin dejar que la pelirroja se pudiese despedir de su novio de una forma decente.
Inmediatamente apagó su teléfono, no pudo evitar sentirse totalmente excluida por sus propios amigos. Le molestaba que el primer día ya estaban saliendo todos juntos, aunque tampoco los podía culpar, ella había sido la que de una semana a la otra se tuvo que ir a otra ciudad más pequeña. Lanzó su teléfono con fuerza hacia la cama, por el colchón este rebotó cayendo al piso, lo que generó más molestia en Leighton, en ese momento cualquier cosa le enojaba por lo que era mejor no intentar tratar con ella en ese estado.
A pesar de no estar donde quería no se podía quejar por los muebles, eran muy de su estilo. Miró en el suelo encontrándose con sus maletas esperando por ser acomodadas, entonces se hizo el ánimo de ponerse de pie e intentar en no pensar en lo que estaban haciendo sus amigos junto a su novio, sabía que si se metía a su celular lo primero que haría sería entrar a Instagram, donde se encontraría con las historias que la terminarían de deprimir.
Sacó ropa de todo tipo que iba ordenando en el clóset, en el proceso pensaba en cómo se adaptaría en ese lugar. Serían meses extensos que no quería pasar en Los Ángeles, no podía creer que ninguno de sus padres la hayan tomado en cuenta cuando les rogó que quería quedarse en New York aunque sea viviendo con sus abuelos. Tenía ya una vida de diecisiete años armada, su novio, sus amigos, su reputación en la escuela estaba todo en La Gran Manzana y de una semana a la otra decidieron que lo mejor era tomarse un respiro a miles de kilómetros, siendo ella arrastrada.
Extrañaría salir de compras sin motivo y gastar el dinero de la tarjeta en marcas caras, visitar el hermoso lago en el parque con la compañía de Matthew después de clases, almorzar con sus amigas, ser la mejor de la clase y que en la escuela privada todas las chicas quisieran ser como Leighton Anderson.
Al fondo de su equipaje una tela blanca arrugada esperaba ser ordenada. Leighton tomó la chaqueta de entrenamiento para observarla con detenimiento, una de las cosas que más extrañaría por estos meses sin duda sería asistir a su dojo, el ambiente y patear cosas, o gente, la ayudaba a sobrellevar sus problemas día a día. Su madre la había metido a clases de karate cuando Leighton sólo tenía seis años, al principio le costó encajar por el hecho de que era la única mujer en el dojo, pero eso la motivó más a golpear los prejuicios de los otros niños que nunca creyeron que esa pelirroja de coletas lograría hacer una patada giratoria.
El sensei había visto en ella el potencial para llegar lejos, se lo confesó y Leigh no pudo vivir en paz hasta lograrlo, por lo que la entrenó con sólo un propósito; ser la mejor. Lo que formó en Leighton el autoestima suficiente para pelear por el primer puesto y nunca conformarse con menos, su actitud, la cual muchas veces llegaba a ser engreída, era una de las herramientas fundamentales para que nunca nadie la pasara a llevar de ninguna manera. De pronto estaba llena de trofeos, propuestas, todos querían ser amigos de una ganadora.
Tomó su cinturón color negro recordando el día en que lo recibió después de ganar su primer torneo mixto, en la final le había tocado un chico que se rió en su cara al ver que su rival final era una chica delgadita, y esta le terminó pateando su cara dejándolo en el piso inconsciente. Sin darle muchas más vueltas al asunto dejó el uniforme en el fondo de su armario, sabiendo que nunca lo volvería a ocupar y era sólo un recuerdo más de que dejó en New York.
Más razones tenía para odiar ese lugar en las primeras veinticuatro, una de las cosas que amaba de Nueva York era que en la noche la ciudad era más movida que en el día. Las luces de las tiendas eran deslumbrantes y Leighton era bastante nocturna, por eso cuando a las diez de la noche le dio ganas de comer se frustró al no encontrar nada abierto en las cercanías. Buscó en aplicaciones de delivery restaurantes, pero todos se encontraban cerrados por el horario, mientras que los que se encontraban funcionando se demoraban más de una hora en llegar a la puerta de su casa por la distancia, y no estaba dispuesta a esperar tanto tiempo.
Ellis Anderson hizo una rápida búsqueda por el mapa de la zona, logrando dar con una tienda en un pequeño centro comercial que decía todavía se encontraba atendiendo. Con la intención de que logre conocer un poco del lugar y se aprenda a mover por las calles, los padres de Leighton le prestaron el auto rentado a la pelirroja para que ella misma fuera a comprar lo qur quería por su cuenta, obviamente al principio la pelirroja se negó apelando a que no sabía lo que le podía pasar en el camino o que se podía perder al no conocer Los Ángeles, pero al final terminó accediendo porque la insistencia la estaba empezando a enojar.
Cuando se subió al auto lo primero que hizo fue poner la dirección de la tienda en Google Maps, y así la pudiesen guiar. Por la hora afortunadamente no había muchos autos circulando por las calles, por lo que no le costó nada llegar más que unos diez minutos donde sólo se dedicó a escuchar la música de su lista de reproducción de Spotify.
Cuando la voz de su celular le indicó que ya había llegado a su destino, Anderson estacionó el auto en el parking. Antes de bajarse le pegó un rápido vistazo al lugar en donde se encontraba el cual no tenía nada que ver a lo acomodado del sitio del cual venía. Igualmente se bajó agradeciendo que el negocio se encontrara abierto, no era ni la mitad de un OXXO, era mucho más pequeño y menos iluminado pero igual le servía.
En la caja de pago ya estaba un hombre pidiendo un trozo de pizza, el vendedor saludó a Leighton no sin antes darle un disimulado vistazo de arriba a abajo, no por el morbo, más bien por el hecho de que su rostro no se le hacía conocido en lo absoluto. Por su parte la chica correspondió el saluda de forma desinteresada y fue directamente al estante de las golosinas de las cuales empezó a sacar chocolates, gomitas, chicles junto a más cosas que no comería esa misma noche, pero le servirían de reserva cuando nuevamente se encuentre en apuros y evite salir a esas horas.
Atrás de ella entró otro muchacho de la misma edad de Leighton, contextura delgada, moreno y más alto que ella. Este le preguntó en español al vendedor algo que Anderson no escuchó ya que se encontraba en medio del dilema si llevar M&M'S o Skittles, al final se decantó por ambas. En la mitad de eso, su teléfono sonó, era una llamada de una de sus amigas que tuvo que ignorar porque tenía las manos ocupadas.
Cuando en menos de un minuto tenía el pedido listo se encaminó a pagar, pero el mismo señor que estaba cuando ella entró hace unos minutos, seguía esperando que le entregaran su pedazo de pizza.
──¿No lo pondrás en un plato? ──preguntó el hombre de cabello rubio.
Leighton no tuvo más opción que ponerse a la fila a esperar su turno al igual que el otro chico que había entrado casi junto con ella. La pelirroja le dio una mirada a este, el moreno le dio una amable sonrisa un poco nerviosa por la belleza de Anderson ya que las chicas lo ponían nervioso. Ella le devolvió la sonrisa, aunque de una forma más forzada ya que no tenía ánimos de hacer vida social fuera de su círculo, de pronto su vista se centró en la pequeña botella color rosado que llevaba él en la mano, se trataba de un remedio para la indigestión que la chica reconoció y causó que el muchacho se pusiera más nervioso todavía.
──E-es para mi abuela ──se justificó intentando sonar relajado, pero no le salió tan bien. Leighton Anderson sólo asintió de manera amable──. No se siente muy bien.
──Nadie te preguntó, la pelirroja tampoco ──intervino el hombre de adelante, perdiendo la paciencia con que el vendedor que no le entregaba el miserable pedazo de pizza──. No lo hagas incómodo.
──Nadie está hablando con usted, viejo ──respondió la pelirroja frunciendo el ceño totalmente disgustada.
──Maldición, que chica tan desagradable ──le comentó el hombre al vendedor, luego se dio la vuelta hacia el otro chico ahí presente──. ¿Cómo se dice en español puedes apurarte? Porque parece que no me entiende.
──Pinche pendejo, seguro debe tener el pene pequeño ──comentó el que atendía haciendo que el muchacho tuviera que aguantar la risa.
──¿Qué dijiste? ──preguntó el hombre rubio al otro tipo de manera desafiante. Al no recibir respuesta le volvió a preguntar al chico al lado de Leighton── ¿Qué dijo?
──Mejor que no sepa ──respondió el adolescente tratando de evitar disgustos.
──Sé que fue algo malo, sólo dime ──insistió el otro ya casi desesperado por saber.
──Dijo que tienes un pene pequeño, ¿feliz? ── soltó Leighton, cansada de ese desagradable señor que podría tener la edad de su padre── ¿Puedes apurarte? Necesito pagar mis cosas e irme de este horrible lugar, con todo respeto, claro.
──¿Dijo que la tengo pequeña? Dile que él la tiene pequeña.
──También hablo inglés, idiota ──respondió el vendedor entendiendo todo lo que decía el resto.
──¿En serio? ──el tipo ya cansado de esperar sacó un arrugado dólar de su bolsillo y se lo lanzó al otro lado del mostrado, rápidamente tomó el trozo de pizza de la mano del vendedor para finalmente salir del mini market no sin antes despedirse── Adiós, cabeza de zanahoria.
Anderson rodó los ojos alzando su mano para sacarle el dedo de en medio en dirección al tipo. Dejó sus cosas en el mostrador para que le cobraran, mientras escaneaban sus productos, que eran en su totalidad dulces, sacó su billetera de su pequeño bolso para pagar.
──Por si acaso, no soy cabeza de zanahoria, mi nombre es Leighton ──se presentó con el otro muchacho.
──No te preocupes, ese tipo vive frente a mi casa, es muy descargable cuando se lo propone ──le explicó él, hasta que se dio cuenta que todavía no se había presentado con Leighton──. Oh, claro, dis-disculpa, soy Miguel, Miguel Díaz.
──Son quince dólares, señorita── le informó el vendedor.
La pelirroja sacó un billete para pagar en un monto cerrado, en la cabeza de Miguel pensó que era exagerado esa cantidad de comida, pero él no sabía que a Leighton siempre se le daba en el gusto. La chica tomó la bolsa de papel no sin antes darle las gracias al señor y despedirse de la única persona que le había dado su nombre desde que llegó a Los Ángeles.
──Bueno, adiós Miguel ──sonrió, pero esta vez no tan fingidamente como antes──. Espero que tu abuela se recupere, supongo.
La puerta de la tienda se cerró, un suspiro escapó de los labios de Díaz al recordar el rostro de la chica. Sus pestañas, sus labios rojos intensos al igual que su largo cabello liso, su ropa que le quedaba perfecta, no, nunca había visto a una chica parecida a ella.
Saliendo de ese lugar y después de casi presenciar una pelea entre dos adultos, Leighton se dirigía a su auto estacionado. Mientras caminaba la música exageradamente alta de un Jeep color negro llamó su atención, de este bajaron cuatro muchachos que venían un poco emocionados, o eso pensó la pelirroja al escucharlos gritar eufóricos. Para su mala suerte ese dichoso grupo también iba a la misma tienda de la que acababa de salir, por lo que inevitablemente le tocó cruzarse con ellos y no pasó desapercibida ante los ojos de los chicos.
── Buenas noches, preciosa. Te veo un poco sola y es muy tarde, ¿no quieres que te acompañe?── le empezó a hablar de la nada un chico de rasgos asiáticos, al cual le había llamado la atención la chica── Soy Kyler.
──Tengo novio, Kyler, olvídate que te la voy a chupar ──respondió Anderson sin dejarse intimidar por ese grupo. Sabía defenderse y donde golpear, sólo eran unos idiotas más, lo único que sabía en ese momento era que odiaba a sus padres por haberla traído a esa desagradable ciudad llena de personas estúpidas.
──¿En serio, muñeca? Mira tú, no lo veo por aquí ──rió Kyler, luego miró a sus amigos que también se reían burlonamente de la pelirroja──. Si quieres podemos pasarlo bien sin que él se entere.
El asco en el rostro de Leighton era tan evidente que el mismo hombre que estaba antes que ella en la fila del negocio lo había notado desde lejos.
──¿Sabes lo que voy a hacer? Lo llamaré, y si no tiene problema la vamos a pasar bien los tres ──una malvada sonrisa se dibujó en los labios de Anderson, al igual que en los del otro chico que seguía con la mirada las acciones de la pelirroja, la cual sacó de su bolso su teléfono y empezó a marcar──. Nueve, uno, uno. Vamos a ver qué dice.
──¡Oye! ¿Qué haces, loca? ──preguntó uno de los tipos que seguían a Kyler.
──¿Qué creen ustedes, grupo de estúpidos? Llamó a la policía para que me dejen en paz── advirtió Leighton con el celular pegado a su oreja, escuchando el pitido que le confirmaba que estaba marcando── ¿Hola? Me llamo Leighton Anderson...
── Kyler, mejor vámonos de aquí, esta loca solo nos va a meter en problemas ──le aconsejó uno de sus amigos golpeando el hombro del líder del grupo──. Compremos un par de cajas de cervezas y unos cigarrillos. Dejémosla.
Los cuatro pasaron por el costado de Leighton, ella alzó ambas cejas bufando de lo asqueroso que había sido eso. Cortó la llamada para volver a guardar el teléfono, esas cosas en New York nunca le habían pasado mientras que el primer día de mudanza ya contaba las horas interminables para irse de vuelta.
Miró la hora en su reloj de mano que le había regalado hace tiempo Cassandra en el día de su cumpleaños, era bastante tarde y sus padres ya se habían empezado a preocupar por lo que ya tenía mensajes de ellos en su bandeja de entrada. La pelirroja se sentó en una banca, aprovechó de sacar unas gomitas junto a un refresco de uva que había comprado recién, de manera inconsciente abrió Instagram y empezó a bajar por las publicaciones donde se cruzó con unas fotos de las celebridades que seguía en su cuenta, hasta que entró revisó la historia de Oliver Jones, el hermano de su novio, donde claramente salían en una fiesta en el pent-house del Madison Avenue.
Quería lanzar nuevamente su teléfono al suelo, le enojaba asumir que en ese momento se encontraba sentada en la vereda de un centro comercial de dudosa reputación en la noche, comiendo dulces baratos con un hombre que seguramente estaba borracho comiendo su pizza fría.
──Es viernes en la noche y estás sentada en la vereda tragando azúcar ──comentó el señor de mal humor, llevándose un pedazo de pizza a la boca──. Apuesto que tienes más dulces en esa bolsa que amigos.
──No soy de acá ── respondió indiferente, desenvolviendo un chicle de fresa de su envoltorio.
──¿Vacaciones de verano?
──Peor. Me acabo de mudar.
──¿Qué tan idiota hay que ser para elegir esta ciudad para vivir? ──se burló descaradamente. En otro caso, Anderson no hubiese dudado en atacar con algún comentario irónico muy propio de su personalidad agresiva, pero en el fondo esta vez estaba de acuerdo con el desconocido a unos metros de ella── ¿Quieres, cabeza de zanahoria?
──Obvio que no, se ve horrible── dijo al ver con asco el pedazo de pizza manoseado──. Y soy Leighton, si me vuelve a poner sobrenombres ridículos como su cara, me encargaré que nunca se le olvide.
De pronto, la puerta del minimarket se abrió de golpe junto a unos gritos furiosos desde adentro. La pelirroja se giró asustada al darse cuenta que el tal Kyler había empujado con ambas manos al chico que se había presentado como Miguel, este último retrocediendo lo más rápido posible tratando de evitar que el grupo cliché de bravucones le hicieran daño.
──¿Por qué me delatas? Creyó que íbamos en la universidad ──gritaba Kyler acercándose peligrosamente a Miguel que lo intentaba calmar disculpándose sin parar.
──No sabía que compraban cerveza. Perdón.
En vez de responderle con palabras, Kyler tomó a Díaz de los brazos para empujarlo al césped haciendo rodar al chico por el suelo. Anderson junto al hombre seguían en su lugar, la chica no sintió pena por el tal Miguel, incluso ya había olvidado su nombre. Por lo que junto al señor de la pizza fría, siguieron comiendo sentados en la vereda actuando indiferentes ante la situación.
──¿En serio creyeron que esos idiotas iban a la universidad? ──preguntó Leighton inflando un globo de chicle hasta hacerlo explotar── Si tienen cara de doce años.
Los cuatro chicos se carcajeaban al ver a Miguel en el suelo intentando levantarse, el grupo no tardó en rodearlo como buitres a una presa débil. Uno de ellos tomó del suelo la botella con el medicamento que había comprado el chico el cual cayó junto con él, por lo que Díaz bufó sabiendo que lo molestarían por eso.
──¿Qué tenemos aquí? ──habló un tipo de sudadera blanca con mangas amarillas, este tenía en la mano el remedio y al leer de lo que se trataba una carcajada escapó de su boca── Pepto. Mierda, alguien tiene diarrea.
──Oye, deberíamos llamarlo Réa ──sugirió otro riéndose de su propio chiste que no causó gracia a los oídos de Leighton y humillación a Miguel Díaz.
──Dámelo. Es para mi abuela ── pidió Miguel desesperado.
──¿Es para tu abuela? ──preguntó Kyler a la vez que abría la botella frente a los ojos del chico── Mierda, lo siento. Oye, ¿lo quieres? Toma esto...
Acción siguiente de parte de Kyler fue vaciar el líquido sobre la cabeza de Miguel, haciendo que todo el líquido color rosado cayera por sus hombros ensuciando toda su sudadera y arruinando por completo el remedio. Las molestas risas del resto del grupo se hicieron más fuertes e intensas, lo que hizo voltear a Leighton que estaba de espalda a la escena, la pelirroja al darse cuenta de lo que habían hecho el grupo con el chico le hirvió la sangre por la injusticia que estaba presenciando. Sobre todo cuando Kyler se vio en ventaja y aprovechó de propinarle un golpe en el abdomen a Miguel, el cual volvió a caer al césped retorciéndose por el reciente dolor. Cuando se levantó los otros lo empezaron a empujar en dirección a sus compañeros como si el muchacho se tratara de una pelota, mientras lo hacían aprovechaban para golpearlo en el rostro.
──¿Qué haces, imbécil? ──exclamó Anderson, poniéndose de pie de golpe. La atención se fue directo hacia ella de inmediato, logrando que Kyler junto a su grupo voltearan sorprendidos── ¿Te crees demasiado por andar con tus amigos defendiéndote? No sé si sabías, pero eres una persona increíblemente promedio.
Sin miedo a morir en su primer día en Los Ángeles, Leighton se acercó donde el chico mientras que una sonrisa malvada se formó en los labios de este último. Miguel se intentó poner de pie, pero el dolor no lo dejaba con facilidad.
──¿Disculpa? ¿Eres la defensora de los perdedores? No seas ridícula, nadie te conoce aquí, se nota tu desesperación por algo de atención masculina ──dijo Kyler con gracia en su voz. Por su parte, la chica se cruzó de brazos frente a él, alzando una ceja actuando totalmente indiferente──. No te metas, ¿entiendes?
──Deja al chico en paz.
──Lo lamento, no nos metemos con chicas ──informó el líder del grupo intentando pasar por el lado de Leighton para dirigirse a un golpeado Miguel que observaba la escena sin entender cómo reaccionar para que la pelirroja no salga afectada. Pero Anderson nunca sabía en qué momento detenerse, mucho menos cuando la intentaban pasar a llevar, por lo que de la nada se atrevió a detener a Kyler tomando su brazo sin usar más fuerza, aunque la acción fue suficiente para que el chico se detuviera sorprendido── ¿Qué haces? Estás jodidamente loca.
──¿En serio pensaste que tu grupito barato de Tortugas Ninjas me van a lograr intimidar? ──rió Anderson.
──¿Quién te habló, perra psicótica? Nadie sabe quién eres ──le susurró Kyler acortando la distancia entre los dos en una pequeña guerra donde ninguno se le veía con ganas de ceder──. No aguantarías ni un solo golpe, así que hazte un favor y...
No alcanzó a terminar la frase, no por falta de ganas de seguir denigrando a la pelirroja frente a él, sino más bien por la brutal patada que acababa de recibir a la altura del pecho. La bota de tacón de Leighton fue directo hacia Kyler, se había equivocado fuertemente al usar esas palabras con la persona incorrecta, esa chica era gasolina andante y peligrosa, por lo que no dudó en defenderse usando una de sus armas principales; ella misma.
El ruido de sorpresa del resto de hombres presentes mirando la escena fueron auténticos, nadie se esperó la reacción de esa pelirroja que desde el principio no se había dejado pisotear. Los amigos de Kyler no supieron cómo reaccionar, se trataba de una chica, pero tampoco alguno podía llegar a negar que esa patada fue brutal, tanto así que el chico más alto que Anderson terminó en el suelo en un karma casi instantáneo por lo que le había hecho a Miguel Díaz unos minutos atrás. Mientras que Leighton se veía bastante relajada, incluso seguía masticando su goma de mascar, ahora quería otra de un sabor distinto.
El hombre rubio de atrás tampoco se había quedado indiferente al acto, esa patada iba mucho más allá de la reacción común, era una casi perfecta representación de una patada hiza geri del método Geri Waza. Una de las bases de un karateka bien formado, pero decidió convencerse a sí mismo que se trataba de una coincidencia la cual no merecía tanta relevancia. Lo malo fue que sin darse cuenta había dejado caer su cena al suelo.
──Sonríe, idiota ──habló la pelirroja con su teléfono en su mano y una sonrisa en su rostro, inmediatamente la luz del flash encandiló a Kyler.
──Te lo advertí, ahora sí que estás jodida.
El chico se levantó del suelo rápidamente, se sentía humillado, su ego había sido herido por una pelirroja que había conocido hace menos de veinte minutos e iba a cobrar venganza sin importarle el género. Tomó a Leighton de los brazos con fuerza desmedida, el resto del grupo de Kyler entendió lo que deberían hacer con ella ahora por lo que se empezaron a acercar ocultando sus intenciones con gritos eufóricos.
Miguel Díaz había logrado levantarse de una vez, estaba dispuesto a correr para sacar a Leighton de esa horrible situación a la que la había arrastrado por culpa de él. Pero no fue el único en pensarlo, y se dio cuenta de ello cuando su vecino de que vivía en frente, el cual parece haber escuchado que su nombre era Johnny, se adelantó. El rubio empujó a Kyler lejos de Leighton, volviéndose a caer al suelo pero con más fuerza.
──Vete antes de que le saques otra foto ──le ordenó Johnny a la pelirroja a su espalda, al principio Anderson se había quedado congelada en su sitio al notar como Kyler se limpiaba con su manga la sangre que le empezó a salir por la nariz──. ¡Fuera de aquí los dos!
Miguel la tomó de la muñeca para encaminarla lejos, Leighton no se dio cuenta cuando todo se salió de control. Su celular empezó a sonar desde su bolso, aunque decidió ignorarlo por obvias razones cuando Kyler se levantó del suelo, sentía compasión por el pobre hombre de la pizza ya que estaba a punto de ser golpeado por cuatro adolescentes carentes de neuronas.
──¿Quién es este? ──preguntó un rubio de chaqueta oscura de mezclilla sin mangas, el cual no había dicho nada hasta el momento.
──¿No les da asco golpear a un bobo y después meterse con una chica estúpida? ──los encaró el hombre.
──¿Qué carajos te importa, viejo? ──contestó el alto de sudadera gris, sintiéndose extremadamente confiado a la par de molesto── Mírate, cenas en la calle como un vago.
──Esperen, creo que lo conozco ──intervino Kyler en la tensa charla──. Es el idiota que limpió la fosa séptica de papá.
──¡Por eso huele a mierda!
Las risas grupales lograron que la rabia de Leighton se elevara, que mala suerte debía de tener para cruzarse con el grupo de idiotas de la ciudad en el primer día. Intentó acercarse, pero Miguel nuevamente la tiró de la muñeca para que se quedara en su lugar sabiendo que lo mejor era no entrometerse ya que tenían todas las de perder. Aunque la realidad era que en el fondo Miguel era cobarde para afrontarlos, mientras que Leighton era valiente, tan valiente que no sabía medir el peligro, lo cual terminaba siendo un arma de doble filo.
──Que error hacer enojar a un tipo en un mal día ──habló Johnny acercándose un paso más al grupo.
──¿En serio? ──se burló Kyler de sus palabras.
──En serio ──repitió sin nada de gracia en sus palabras.
──Lárgate, fracasado.
Park empujó al hombre como lo había hecho con Miguel hace un rato atrás. Johnny se tambaleó un segundo, pero antes de que alguien se animara a decir algo no dudó en soltar una patada alta similar a la que Leighton había usado, esta vez el golpe fue directo al rostro de Kyler con el mismo resultado de él en el piso.
Miguel y Leighton se quedaron completamente quietos, al mismo tiempo giraron su cabeza para verse sabiendo que ambos estaban igual de sorprendidos por lo que acababa de suceder. Todo empezó a suceder muy rápido cuando el resto del grupo fue directamente contra Johnny en busca de golpearlo, lo que no sucedió ya que este se defendió de cada ataque individualmente, como si supiera cada movimiento anticipado de los adolescentes que caían al suelo golpeados.
── Ese si que es un buen giro argumental── dijo Leighton atenta a cada manera de defensa que usaba Johnny. Sin despegar la vista de la escena abrió su bolso de donde sacó un paquete de gomitas ácidas que le ofreció a Miguel a su lado── ¿Quieres una? Son de mis favoritas.
Por otra parte Johnny seguía defendiéndose repartiendo combos, patadas y llaves que dejaban fuera de combate a los chicos. Díaz seguía anonadado, también una vagabunda que dormía por ese sitio se había detenido a observar, increíblemente ninguno de los otros habían logrado tan sólo tocar al hombre que sabía perfectamente lo que hacía. Mientras que Leighton se reía cada vez que el grupito de Las Tortugas Ninjas iban cayendo como hojas de otoño al césped, ella simplemente disfrutaba el espectáculo.
De pronto ya estaban todos en el piso y Johnny en el medio. El rubio levantó la mirada hacia Díaz que seguía en el mismo lugar junto a Anderson, siendo espectadores de lo que acababa de suceder.
──¡Santo cielo! ──exclamó Miguel sin entender nada── ¿Cómo hizo eso? Fue increíble.
──Te falta mejorar tus reflejos ──comentó la pelirroja sonando obvia, llevándose otra gomita a la boca──, pero lo entiendo, la edad es un tema difícil.
──¿De qué hablas...?
Lawrence no alcanzó a terminar su pregunta cuando inesperadamente fue tacleado por Kyler, respondiéndose a sí mismo a lo que se refería la molesta pelirroja.
──Se lo dije ──agregó ella mirando a Miguel, este asintió inseguro, pero al mismo tiempo dándole la razón.
Kyler era luchador, y eso se notaba por los movimientos bruscos que usó para tomar el rostro de Johnny entre sus manos para empezar a ahorcarlo. Ese fue el segundo donde más en desventaja estuvo Lawrence porque rápidamente se logró escapar de esa llave y dar vuelta los papeles de un segundo a otro.
── ¿Está ahorcando a un menor de edad? Deberíamos hacer algo, ¿no?── preguntó Leighton sin mostrar mucho interés. Frunció la nariz al notar un olor extraño a dulce intensificado, luego se dio cuenta que se trataba del medicamento que le habían derramado encima a Miguel para molestarlo en un principio── Mejor no. Por cierto, hazle un favor a tu familia y báñate lo antes posible porque además de verte horrible hueles peor.
Las sirenas de la policía se empezaron a escuchar desde cerca ya que para mala suerte de todos ──sobre todo para Johnny que este día había sido un imán de mala suerte── una patrulla de policía estaba rondando por las cercanías de ese sitio. Fue cosa de segundos cuando un policía se acercó corriendo a socorrer a Kyler que no podía respirar, entonces al ver al chico en peligro el policía sacó su spray pimienta para rociarlo en el los ojos y aprovechando que Lawrence se llevó las manos al rostro por el ardor otro policía lo empujó en contra de un auto. Todo mientras Miguel intentaba defenderlo gritando que no era culpa de Johnny, a la vez que Anderson no pudo evitar aguantar la risa al ver cómo esposaban al tipo sin saber que no sería esa la primera vez que ese tipo malhumorado y sarcástico le tocaría defender a Miguel Díaz y Leighton Anderson.
Cuando subieron a Johnny a la patrulla los chicos en el suelo fueron atendidos por un policía, mientras el otro le intentó hacer preguntas a la pelirroja en calidad de testigo para que contara lo que había pasado. Pero fue un intento fallido ya que Anderson aseguró no haber visto nada y que no le interesaba lo que sucediera con gente que ella no conocía.
Antes de volver a subirse al auto le dio veinte dólares a Miguel, este no se los aceptó en un principio pero Leighton le dijo que no eran para él, más bien eran para el medicamento de su abuela. La pelirroja cerró la puerta con ella arriba soltando un suspiro contenido desde que se bajó, viendo alejarse a la patrulla de policía y a Miguel hacia su casa ella también partió rumbo hacia la suya maldiciendo en el camino la ciudad de Los Ángeles.
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