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i. Un mundo maravilloso.

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💫 𝕮APÍTULO UNO 💫
❛ Uɴ Mᴜɴᴅᴏ Mᴀʀᴀᴠɪʟʟᴏsᴏ ❜

✩。:*•.─────────────────┘



📍 EL DOMO, NAVE ETERNA.
ORBITANDO CERCA DEL
PLANETA TIERRA.



·•● 🌌     🌋     🌟 ●•·



FUE COMO DESPERTAR DE UNA PESADILLA. Dysthe no podía explicar cómo es que en su mente no dejaban de aparecer pequeños flashes blancos que le provocaban un ligero dolor de cabeza, incluso tenía una leve de sensación de ardor sobre su piel que le hacía poner nerviosa. No... temerosa—esa era la palabra más adecuada—a ese inexplicable conjunto de sentimientos efímeros que estaba experimentado mientras iba a bordo de la Nave Estelar Eterna conocida como el Domo. Una amplia nave triangular que estaba equipada con la última tecnología. Y que, en su mayoría, estaba compuesta por diferentes secciones y pasadizos, donde las paredes variaban desde colores grises de aspecto rocoso a otras donde los muros se tornaban de un color verde agua que era liso al tacto.

« Es como estar en casa »—pensó Dysthe para sus adentros, antes de que todo se tornara confuso. Sus manos se aferraron a la tela del vestido en cuanto un ligero dolor en la zona de su pecho hizo que apretará sus ojos—ya cerrados—con más fuerza. Como si una mano hubiera echo presión sobre su corazón hasta calmar para su sorpresa aquel temor que sentía, como si nunca lo hubiera experimentado.

Por fin se sentía liviana, en calma.

Ya nada la atormentaba.

Exhalo hondamente, dejando que el aire escapara de entre sus labios mientras aún se encontraba sentada en su lugar. A su alrededor, sus once compañeros Eternos se encontraban reunidos en un círculo del que Dysthe era parte, mientras que en el centro de todos ellos se alzaba una imponente escultura rojiza que personificaba al Supremo Celestial: Arishem el Juez. Quien los había seleccionado junto a la Suprema Eterna Ajak para su primera misión en el Planeta Tierra y así convertirse en los primeros protectores de la humanidad que le darían un fin a la amenaza de los Desviantes.

—Es hora de empezar—anunció Ajak.

Dysthe abrió lentamente sus ojos, mirando como a su lado derecho Asterion le dedicaba una sonrisa fraternal para hacerla sentir más segura. De todos los inmortales presentes, él era al único que conocía junto a la Suprema Eterna. Ajak había ido constantes veces a su hogar para evaluarla, para guiarla a que mantuviera un equilibrio de paz espiritual y así mantener bajo control sus habilidades. Y Aster había estado presente en todas esas reuniones entre ambas. Aunque misteriosamente no sabía por cuanto tiempo, incluso su manera de conocerse en Olympia había sido tan extraña, pero... sin saber por qué, Aster se había vuelto en lo más cercano en su vida a la figura de un hermano mayor, uno demasiado responsable.

Siempre la había cuidado, casi toda su existencia.

—Intenta no malograr nada...—murmuró divertido, haciéndola reír en voz baja mientras se separaban para ir cada a un extremo diferente de la nave.

Dysthe se dio cuenta mientras se posicionaba en su lugar que a su lado derecho se encontraba una mujer de cabello rubio platinado, de belleza tan feroz como mirada desafiante que se aplacó al verla. Poco a poco una sonrisa dulce curvó sus labios de las más pequeña de los inmortales, viendo emocionada como la Eterna a quien llamaban Thena le devolvía la sonrisa. Dys alzo su mano para saludarla, moviéndola de lado a lado con el entusiasmo de una pequeña niña a la vez que unas fibras doradas salían de sus respectivos paneles, formando un escudo de energía cósmica sobre el abdomen de ambas y de todos sus compañeros presentes para empezar a trabajar en colocarles su armadura.

La joven bajó la mirada hasta sus manos, recorriendo con su vista sus propios brazos y hombros que eran cubiertos por su uniforme. Reemplazando aquella túnica sin mangas grisácea con la que había abordado el Domo por un elegante traje blanco perla con antebrazos dorados, con pequeñas zonas tintadas de un rojo suave en la cintura y en forma de "V" alrededor de su cuello, las cuales estaban remarcadas por finas líneas negras que se expandían en misteriosos símbolos que decoraban su torso y sus hombros.

—Esto es increíble...—susurro emocionada.

Los ojos de Dysthe brillaban de curiosidad y alegría, como una criatura que acababa de nacer y que exploraba todo a su alrededor, hambrienta de conocimiento.

Observaba maravillada como esas delgadas fibras se acercaban a su rostro para crear en el centro de su frente el símbolo de una estrella de seis puntas en medio de una delgada diadema de oro. Dysthe río encantada, alzando sus manos para atrapar entre sus dedos aquellas delgadas estelas doradas de energía que le causaban cosquillas en sus mejillas y en su mentón a propósito. Atrayendo sin darse cuenta, más de un par de miradas curiosas de sus demás compañeros al verla jugar como si fuera lo más natural del mundo, dando pequeños giros en su eje tratando de alcanzar aquellas estelas brillantes que ahora parecían haberse unido a su pequeño juego, tratando de distraerla al tocarle los hombros y su espalda.

Oh, estrella... si supieras las miradas que atrajiste ese día.

A penas la diadema de oro que enmarcaba su rostro fue terminada, Dysthe se giró a mirar sonriente a esos finos hilos dorados, haciéndoles una pequeña reverencia con su cabeza por haberla ayudado a vestirla y también por haberse tomado el tiempo de jugar con ella. Toda energía cósmica tenía en cierto sentido vida, incluyendo la que se almacenaba en la nave estelar. Lo menos que podía hacer era mostrar su gratitud.

—Muchas gracias...—una de las estelas le dio una última caricia en su mejilla a modo de despedida—Fueron muy pacientes conmigo, se los agradezco.

A penas estas fueron desvaneciéndose para regresar de nuevo al panel de la pared, Dysthe se giró a mirar a los dos amplios ventanales que se abrían a cada lado del Domo.

Quiso tanto ir a ver la Tierra, lucia gloriosa.

Pero los destellos en el otro ventanal fueron los que reclamaron su total curiosidad. ¿Lo extraño de todo este asunto? Allí no había absolutamente nada que mirar, nada más que la oscuridad infinita del espacio manchado de luceros nocturnos. Y aun así... sus pies caminaron por si solos, avanzando como si un imán jalara de su cuerpo: ¿Por qué iba hacía la oscuridad? ¿Por qué todo le daba tanta intriga? Como si jamás lo hubiera visto antes, como si hubiera permanecido encerrada en Olympia toda su vida. Lo cual... era más o menos cierto. Casi nunca salía de casa y siempre estaba con Asterion. Él decía que era lo mejor, que en todo lo que debía concentrarse por el momento era en aprender a manejar sus habilidades antes de que la asignaran a una misión. Preguntas, preguntas y más preguntas se acumulaban en su cabeza. Dysthe ni siquiera se había dado cuenta de que ya estaba frente a la ventana cuando los luceros delante de ella parecieron sonreírle en medio de su brillo.

—Hola...—saludó con una sonrisa—Ustedes lucen muy bonitas esta noche.

Para su sorpresa, las estrellas parecieron destellar con más fuerza a penas termino de hablar, como un silencioso saludo, como si la reconocieran. Dysthe parpadeo un par de veces, ladeando ligeramente su cabeza cuando vio que a la lejanía una de las estrellas pareció moverse fugazmente en la misma dirección en la que había ladeado su cabeza. La sonrisa de la rubia fue envuelta por la emoción, sin temor ante esa experiencia desconocida, solo esperando que sus ojos no le estuvieran jugando una muy mala pasada.

¿Podía tratarse de una coincidencia? O algo como un nuevo evento astrológico, tal vez. Sea lo que fuere, Dysthe estaba tan profundamente concentrada en ello que ni siquiera se percató por el vidrio del ventanal del segundo reflejo que se asomaba tras ella, aquella sombra que había vigilado cada uno de sus pasos.

La silueta masculina solo esbozo una amplia sonrisa cerrada, mirando con fascinación y intriga como la Última Eterna estaba jugando con las estrellas. Incluso con él mismo, ella había empezado a jugar con su interés desde el preciso momento en que la había escuchado reír y visto jugar con aquellas estelas de energía cósmica cuando estaban siendo vestidos en los paneles.

Era la única que no se había mantenido quieta y callada dentro de la nave.

En suaves movimientos, Dysthe empezó a guiar con la punta de sus dedos un camino invisible que la estrella fugaz parecía seguir a la lejanía, a miles y miles de kilómetros de distancia. Aunque para los demás, la escena se viera al revés, siendo ella quien seguía el camino. Ni siquiera Dysthe estaba segura de sí se trataba de algo más que solo una coincidencia. ¿Y sí no? ¿Acaso esto era posible de realizar para un Eterno? Tan rápido como esa pregunta acudió a su mente pensó en Asterion. A penas se giró dispuesta a buscarlo, sus ojos se cerraron con fuerza por el impacto, sintiendo como su cuerpo chocaba de bruces contra el de alguien más.

Alguien que la sujeto.

Alguien que la sujeto con tanta firmeza y delicadeza de sus antebrazos como si no estuviera dispuesto a dejarla caer.

Quizás fue por el impacto o la vergüenza de su descuido lo que la obligó a cerrar los ojos aun con más fuerza. Negándose a ver contra quien había terminado colisionado, esperando desaparecer entre aquellos brazos que parecían negarse a soltarla. Sin poder notarlo, la figura alta del Eterno esbozo una sonrisa ladina, viendo a esa pequeña estrella ser consumida por la timidez.

—¿No piensa abrir sus ojos jamás, mi lady?—le preguntó el Eterno en un susurro, uno tan cercano que Dysthe pudo sentir la calidez de su aliento rozar su frente.

Aun con los ojos cerrados, Dysthe negó lentamente con la cabeza haciendo un pequeño puchero con sus labios, provocando que el inmortal riera por lo bajo, bastante entretenido por su comportamiento.

—Supongo que podemos quedarnos toda la eternidad de esta forma—lo escuchó comentar con naturalidad—Será divertido ver que tan molestos se pongan los demás cuando sepan que no les devolví a su Dýnami.

Por alguna razón la rubia se imaginó a Asterion al borde de un ataque de pánico, las pocas veces que ella desaparecía de casa sin avisar siempre ponían a Aster como una madre primeriza a la cual le habían robado a su bebé. La simple imagen de su "hermano" entrando en pánico fue suficiente para hacerla sonreír, alejando la vergüenza y la timidez que sentía. Con más confianza, poco a poco abrió sus ojos, viendo frente a ella un elegante traje de color oscuro que contrastaba con las tonalidades claras de sus prendas, teniendo ambos en común aquellas líneas, círculos y zonas rojas entre ambos trajes. Los ojos grises de Dys parpadearon confundidos en cuanto clavo su mirada en el rostro del Eterno.

Su cabello era de un negro azabache, que cubría ligeramente su frente. Pero lo que más termino por captar su atención fueron los bonitos e intensos ojos azules que tenía el chico, los cuales parecían brillar junto a la sonrisa entre maliciosa y divertida que le dedicaba. Una sonrisa que notablemente titubeo cuando él también poso sus ojos en los de ella.

Los ojos de la Eterna no eran tan grises como había creído en un principio.

Eran como ver el cristal, con pequeñas motas de un tono índigo que solo había visto en las nebulosas del espacio. Ambos entrecerraron sus ojos, como en una pequeña lucha contra el otro por descifrar ese halo de misterio que los envolvía. La fascinación la oscuridad ante una fuente de luz desconocida. Una pequeña batalla inofensiva en la que ninguno de los dos, ni Druig ni Dysthe, se dieron tregua.

La primera batalla de miradas entre ambos.

Al ver que ninguno estaba dispuesto a quitar la mirada del otro, rápidamente el pelinegro recupero su sonrisa confiada que  hizo contraste contra la sonrisa risueña de la Última Eterna, a los ojos de los demás, eran un completo par de polos opuestos.

No encajaban, nunca lo harían.

—Coordinación de dos pies izquierdos—mencionó Dysthe riendo nerviosa—Lo lamento mucho.

—¿A sí?—el pelinegro enarco una ceja divertido por sus disculpas—¿Y qué es lo que exactamente lamentas, pequeña estrella?

Dysthe entreabrió sus labios, frunciendo ligeramente su ceño sin saber que responder.

—Haber sido... bueno, haber chocado contigo...—pestañeo un par de veces confundida, consiguiendo que el Eterno la mirara con un brillo indescifrable en sus ojos—¿Sabes qué? No, no lo siento.

Druig río, tratando de colocarse un poco más serio.

—Entonces...—fingió fruncir su ceño—¿Dices que no sientes remordimiento por haberme golpeado?

—No—Dysthe sonrió, viendo al Eterno alzar sus cejas—Es decir... podrías haberme reñido, supongo. Pero no lo hiciste... tú eres dulce—agrego, dándole un pequeño toquecito con su índice en su pecho antes de obsérvalo fijamente. Era algo que se podía comprobar fácilmente en su mirada o en la forma en como la estaba tratando. Había amabilidad en esos ojos azules—Me alegra haber chocado contigo—dijo más segura antes de preguntar con genuina curiosidad—¿Tú lamentas haber chocado conmigo?

Vio al pelinegro morder ligeramente su labio inferior, como si tratara de reprimir una sonrisa que termino por reflejarse en sus ojos azules. El Eterno exhalo despacio, tomándose su tiempo a la hora de extender su mano hacia uno de los rizos rebeldes que sujetó entre sus dedos.

—En absoluto—respondió con una sonrisa sincera, acomodando aquel mechón de cabello que le impedía seguir observando aquellas particulares motas de color índigo que estaban disueltas aquel mar grisáceo.

Paulatinamente, ambos fueron separándose. Percatándose de que aún se encontraban bastante cerca, con una de sus manos puestas en los brazos del otro. Dysthe empezó a juguetear con las puntas de sus cabellos, dando una pequeña mirada a su alrededor. Todos estaban conversando en la sala principal del Domo, conociéndose o algunos otros reencontrándose. Socializando en pequeños grupos de tres o dos cerca de las esquinas, otros cerca de la estatua de Arishem, como Asterion—quien estaba platicando con Ajak—y diviso a algunos también frente del otro ventanal que daba vista a la Tierra.

A penas el pelinegro reconoció las intenciones de Dysthe por seguir recorriendo la nave, estiro su mano frente a ella para presentarse.

—Me llamó Druig...

—Dysthe...—respondió contenta, mirando la mano alzada hacia ella sin saber que hacer exactamente. Con curiosidad, tomo la mano del Eterno entre las suyas, acunándola por unos segundos antes de apegar la palma de su mano contra la del chico. Druig miró intrigado su forma poco singular de saludar, pero no se atrevió a decirle nada al respecto. Solo se quedó quieto, sintiendo la temperatura cálida de la Eterna a través de su piel—¿También viniste a verlas?

Tan pronto como Dysthe retiro su mano, volvió a sentir la baja temperatura del espacio enfriar su mano.

—¿A verlas?—Dysthe asintió emocionada.

—A las estrellas...—aclaró, refiriéndose a ellas con voz dulce. Como si fueran sus tesoros más preciados.

Druig siguió cada uno de sus delicados movimientos, desde sus dedos jugueteando con su cabello de forma tímida hasta el suave balanceo de su cuerpo o de sus hombros. Incluso la forma tan suave en que sus pestañas se movían cada vez que lo miraba. Había cierta inocencia todos esos pequeños actos y una preciosa ingenuidad reflejada en aquella mirada cristalina que reflejaba las constelaciones del cielo.

Le dio la sensación de que ella era como una pequeña estrella fugaz que recorría el universo por primera vez.

—Sí...—murmuró con una media sonrisa, sin poder dejar de observarla—Podría decirse que sí, vine a ver las estrellas.

Y ciertamente lo hacía.

Estaba viendo a la más brillante de todas ellas.

Las voces dentro del Domo parecían escucharse cada vez más lejanas para Dysthe, como un suave eco desvaneciéndose a la distancia mientras seguía observando aquella oscuridad infinita y deslumbrante del espacio. Todo parecía tan tranquilo, tan pacífico y casi silencioso mientras disfrutaban en compañía del otro del panorama del espacio frente a ellos.

Pero todo tiene un final, claramente.

—¡No es cierto, estas socializando por tu propia voluntad!—la eufórica voz masculina tras ellos hizo que Dysthe diera un pequeño brinco en su sitio, a diferencia de Druig que rodo sus ojos con cansancio, como si ya supiera quien se aproximaba—Debo decirlo, tengo que decirlo, lo diré—hablo atropelladamente—Del uno al diez esto de verte a hablar con alguien más... da un doce de miedo, sin ofender—agregó alzando sus manos en son de paz, temiendo un poco la reacción del pelinegro.

Claramente ambos se conocían.

Queriendo darles espacio, Dysthe se escabullo dando pequeños pasitos hacia atrás hasta quedar oculta tras Druig, que la cubrió instintivamente. Sabiendo que, al igual que él, iniciar charlas no era su especialidad... eso, y por qué quería ahorrarle el sufrimiento de soportar a Kingo.

La rubia le dio un rápido vistazo al recién llegado: Un Eterno de piel trigueña, de estatura alta, con un traje morado, blanco y dorado que se entallaba bien a su cuerpo. Él cual alzo de manera chismosa su barbilla para intentar verla pero Dysthe volvió a perderse tras la espalda de Druig, carraspeando avergonzada. Sin embargo, no se podía decir lo mismo del pelinegro, quien parecía estar en una complicada misión de reunir toda la paciencia posible para lidiar con la nueva presencia que había venido a exterminar por completo con su calma.

—¿No tienes algo mejor que hacer?

—¿Aparte de molestarte? Ahm, no—dijo encogiéndose de hombros con desinterés—Ya terminé de agotar la paciencia de Sersi, Sprite, Asterion... Makkari desapareció cuando parpadee y no pienso meterme con Thena ¿Sabes? No estoy tan loco—bufó. Dysthe se volvió a asomar por sobre el hombro de Druig, haciendo que el otro Eterno sonriera ampliamente—¿¡Qué tal!?—le saludó animado, abriéndose de brazos.

Dysthe rio aun medio oculta, notando lo bastante amigable que lucía el inmortal. Tal vez este era su día de suerte y podía conseguir hacer dos amigos en un solo día. Y si eso pasaba, conseguiría poner más tranquilo a Aster, porque aunque no se lo dijera, sabía que el mayor temor de su hermano era que ella no se acoplará a los demás. Su falta de experiencia socializando era un enorme percance en su nuevo trabajo. Originando por ende, una de las pregunta más grandes que Dysthe tenía: ¿Cómo es que termino siendo la Dýnami del equipo? Claramente no estaba calificada para ser la consiliaria entre sus compañeros, de ser aquella figura que se convertiría en una guía para los demás.

Y aun así, el Supremo Celestial Arishem la había elegido.

Dejo de estar sumergida en sus pensamientos en cuanto escucho a Druig exhalar rendido, notando como su semblante cambiaba al mirar al otro Eterno.

—Y él, pequeña estrella... es Kingo—masculló entre dientes, viendo al inmortal con una falsa y tensa sonrisa—Pero puedes llamarlo "Un gran fastidio" ... yo lo hago.

—Presentas tan bien como socializas ¿Te lo habían dicho?—acusó ofendido el recién nombrado, volviendo a su sonrisa feliz al ver a la Eterna de cabello rubio saliendo de lo que Kingo decidió llamar "su improvisado y gruñón escondite"—Y tú... tú eres demasiado tímida. Tranquila, no muerdo... si no quieres—Druig siseo, volviendo a rodar los ojos con impaciencia—Soy Kingo, un placer.

—Es un gusto conocerte Kingo...—le saludo con una tímida sonrisa—Soy Dysthe.

—¡Dysthe!—repitió, como si siempre hubiera sabido su nombre—¿Eres la Dýnami del equipo, cierto? Cierto...—confirmó al verla asentir ante su pregunta—Nunca había visto a un Dýnami tan de cerca ¿Segura que lo eres?

La rubia asintió con cabeza, viendo confundida como Kingo cambió su expresión alegre a una más pensativa mientras acortaba el espacio entre ambos. Instintivamente ella llevo sus manos a su propio rostro para palpárselo, intentando descubrir si tenía algo en la cara, pero solo sintió la fría diadema de oro que enmarcaba su rostro.

—Yo... ¿Yo tengo algo en el...?—musito confundida en dirección a Druig, señalándose la mejilla.

—No—volvió a acomodar con su zurda aquel rizo dorado que siempre se colaba a mitad de su rostro—Ignóralo, no tiene modales... o respeto por los espacios personales ¿Verdad?—sonrió cerradamente, atrapando con su mano derecha el brazo de Kingo, el cual ya iba a mitad del trayecto para tocar con su índice la mejilla de la rubia.

Dysthe quiso decirle que ella tampoco, de hecho ¿Cuál era el limite de no invadir un espacio personal? Literalmente se había aferrado como un parásito al pelinegro cuando choco con él. Y vaya que se había sentido bastante bien, era como ese sentimiento cálido en el pecho de cuando una persona te inspira buena confianza.

—Sí, sí ¿Ya dejas de cortarme la circulación?—se quejó Kingo, aburriéndose tener la mano suspendida y apresada en el aire. Druig lo soltó con cierta brusquedad—Siento mi mano tiesa ahora.

Antes de que alguno de los tres pudiera decir algo más, vieron aproximarse hacia ellos a Ajak y Asterion. Ante la cercanía, Dysthe pudo admirar mejor el traje de su hermano: De color rojo y dorado en su mayoría, con uno que otro detalle azul. Ajak sonrió de forma tenue, pasando su mirada entre los tres de una forma un tanto analizadora. El grupo que se había terminado juntando en el ventanal no era una nada particular, pero le resulto entretenido ver las caras de los tres Eternos y sus diferentes expresiones.

—Lamento interrumpirlos, veo que... se divertían—expresó la mujer castaña. El tono de su voz, tan sosegado pero profundo era algo que Dysthe podía escuchar por horas, le trasmitía paz y tranquilidad—Pero necesito contar con la presencia de nuestra Dýnami en estos momentos.

—Claro, yo...—se giró a mirar indecisa a Druig y Kingo, inclinando ligeramente su cabeza—Me dio mucho gusto conocerlos.

Cuando llegó al lado de Aster, este le ofreció su brazo de forma caballerosa a lo que Dysthe acepto para empezar a caminar lejos del ventanal junto a él y Ajak.

—Oye, realmente si estabas socializando—escucho susurrar bulliciosamente Kingo—¿Te sientes bien?

—Ya supéralo.

—¿Todo bien allá atrás?—le preguntó divertido Aster, mirándola con extrañeza al ver que daba breves miradas tras de sí mientras avanzaban—¿No te molestaron o sí? Por lo poco que hablé con él hace rato, me di cuenta que Kingo puede ser muy... Kingo. No se si eso tenga algún tipo de sentido—frunció sus cejas, sin saber que acababa de salir de su boca.

—Asterion...—Ajak le reprendió cariñosamente—Te oí.

Dysthe rio al comprender a su hermano, la descripción que le hizo al Eterno de traje lila había sido muy atinada. La gran personalidad y carisma de Kingo no estaba puesta en duda, al menos para ella.

—Todo esta bien, lo prometo—aseguró contenta, dándole unas suaves palmaditas sobre su brazo. La felicidad en sus gestos fueron los que hicieron terminar por tranquilizar a su hermano—Yo creo que hacía... amigos.

La mirada castaña de la Eterna Suprema la evaluó durante largos segundos al escucharla decir aquello último, casi medio deteniéndose en el camino. Percatarse de aquello hizo que Dysthe girara su rostro para mirarla preocupada, temiendo haber dicho erróneo. Pero en cuanto vio los ojos de la mujer, supo que se trataba de algo más, algo totalmente alejado del tema de conversación que estaban llevando. Había tantos sentimientos reflejados en la mirada de la Líder Eterna en estos momentos, la forma en la que la veía... observándola con cierta nostalgia y una apenas perceptible sonrisa rota la hizo sentirse confundida.

Era como si la mujer hubiera visto a un fantasma a través de sus ojos.

—Interesante...—murmuró Ajak, apartando su mirada de ella mientras recobraba su compostura—Me alegra que entre los tres hayan conectado bien. Sé que Kingo es por naturaleza un experto rompiendo el hielo en una conversación—dijo de una manera tanto obvia y divertida al conocer su historial, tratando de olvidar todos aquellos dolorosos recuerdos que habían pasado por su mente hace unos segundos—En cambio Druig... es un poco más difícil acceder a él. Pero hoy lo vi cómodo, es un buen inicio.

Asterion arqueo una de sus cejas, con una sonrisita burlona curvando sus labios—: Un golpe de suerte, tal vez. ¿Verdad, Dys?

La rubia solo le dio un empujón con su hombro.

—Sí—la sonrisa de su hermano creció—Justo a algo parecido me refería.

Los tres se fueron deteniendo a medida que llegaron cerca de la estatua de Arishem, donde aguardaban otros dos Eternos que estaban sumergidos en una plática. Dysthe no pudo observar el que estaba más próximo a ellos, estaba de espaldas, pero el traje azul marino con detalles dorados lo hacía resaltar en la sala. Su vista paso al siguiente inmortal de piel morena, el cual tenia un artefacto parecido a una pulsera metálica alrededor de su muñeca y pequeñas versiones compactas que utilizaba como anillos en cada uno de sus dedos. De estos se proyectaban un holograma ambarino del Planeta Tierra.

—Dysthe, quiero presentarte a alguien...—empezó Ajak.

Justo al momento en que la Eterna Suprema hizo mención de su presencia, ambos inmortales se giraron a verla. Intentar escabullirse esta vez tras Aster no era una opción. La rubia se obligó a respirar hondo, recordando el buen momento que había pasado junto a Druig y Kingo en el ventanal. No había nada que temer. Y esto de platicar con los demás era algo que se volvería constante en su deber como guía del equipo, tenía que acostumbrarse. Cuando alzo la vista, vio al castaño de traje azul observarla con una sonrisa apacible.

Ajak se puso entre ambos, colocando delicadamente una de sus manos en el hombro de cada uno.

—Él es Ikaris... el Líder Táctico de nuestro equipo. Ikaris... ella es Dysthe, nuestra Dýnami—presentó la Suprema Eterna, retirando sus manos de sus hombros para juntarlas en su regazo—Juntos se encargarán de trazar tanto las tácticas como las estrategias de batallas que ayudarán a los guerreros de este equipo a exterminar a la raza de los Desviantes. Desde hoy... trabajaran como uno solo—les explicó, demostrando firmeza en cada una de sus palabras—Ustedes representan la mente y el cuerpo de esta familia.

Ikaris fue el primer en entablar una conversación entre ambos.

—Es un honor trabajar a tu lado, Dýnami.

—El honor es mío...—respondió, bajando su mirada hasta los tres círculos dorados en el traje del Eterno, tenía varias líneas surcando este. Dysthe no pudo evitar pensar en una de las más grandes estrellas que decoraban el universo—...Rayo de Sol—finalizo por llamarlo, arrancándole al castaño una suave risa que terminó por contagiarla a ella también.

—Ajá. Soy yo... ¿O sobramos aquí?—murmuró incómodo el moreno a Asterion, quien inmediatamente le dio un ligero codazo—Y eso me dio la razón.

El carraspeo de Ajak tras ellos terminó por hacer que Aster y Phastos pegaron un ligero brinco, mirando asustados a la Suprema Eterna que negaba la cabeza en forma de riña. ¿En qué momento se había movido tras ellos? No tenían ni idea y realmente les daba más miedo preguntar. Claramente, Ajak era la figura materna del equipo.

—¿Hay algún plan ya en curso?—preguntó Dysthe, girándose junto a Ikaris para mirarlos a ambos.

—Nada aún—le respondió el castaño, indicándole con una mirada a Phastos de que volviera a mostrar el holograma—Pero sabemos aproximadamente el número de desviantes que atacarán en la zona donde aterrizaremos y los puntos por donde aparecerán.

Ajak asintió, haciendo un ademán con su mano en dirección al holograma para empezar a organizar el plan de batalla.

—Comencemos. Saquémosle provecho a esa información.  



·•● 🌌     🌋     🌟 ●•·




📍 MESOPOTAMIA.
📅 5000 a.C.


El puño de Dysthe impacto contra la mandíbula del desviante, empleando gran parte de su fuerza sobrehumana para alejarlo de ella mientras combatían en el cielo. Las garras de la bestia pasaron por sus costados, tratando de arrancarle la piel en lo que la rubia lo esquivaba con gran agilidad volando a su alrededor, intentando confundirlo mientras sus ojos brillaban de un intenso color dorado—acumulando cada vez más la energía cósmica en su interior para ocuparla en un futuro—en lo que Ikaris se encargaba ahora de lidiar con la amenaza, alternándose entre ellos para atacarlo. A pesar de estar con su mente ocupada en la estrategia de la pelea, no pudo evitar dar un rápido vistazo para inspeccionar lo que acontecía bajo ellos.

Lo que habría sido un perfecto momento para observar la belleza de la tierra, había sido opacado por el caos y la sangre derramada de los humanos que huían desesperados de las enormes bestias que estaban siendo neutralizadas por sus demás compañeros. El grupo conformado por Makkari, Kingo y Asterion habían llevado la pelea hasta las orillas de un acantilado, siendo Makkari quien se encargaba de evacuar a las personas, desapareciendo en un mar de infinitas líneas doradas cada vez que utilizaba su velocidad. Por el otro lado, Kingo y Asterion se encargaban del Desviante de aspecto un tanto más reptiliano, el primero enviando proyectiles de energía desde la punta de sus dedos mientras que Aster empezó a mover sus muñecas en círculos, activando dos enormes brazaletes dorados de energía cósmica que cubrían a lo largo de todo su antebrazo, creando una fuerte ventisca que alzo la arena de la playa hasta ser encarcelado dentro de un pequeño ciclón de dos metros y medio de altura.

—¡Estoy listo!—exclamó Kingo—¡Ya lo tengo, lo tengo!

Su hermano que maniobraba aquel remolino de aire y arena desde adentro—utilizándolo como una coraza—fue directo contra el desviante, dándole un fuerte empujón que lo llevo hasta el borde del acantilado, siendo derribado al vació por un segundo golpe de Makkari al emplear la fuerza de velocidad a su favor. Fue allí donde Kingo aprovecho a unírseles con el tercer remate, liberando de sus manos un proyectil circular de energía que destrozo la cabeza de la bestia para asegurar su deceso.

Hasta el momento, todo estaba saliendo de acuerdo al plan.

Dysthe esquivo nuevamente al único de los desviantes de la manada que podía volar, dando un giro de 180° en el aire mientras que Ikaris lo tomo de una de sus alas para detenerlo, ayudándola a que en su salto aéreo aterrizara sobre la espalda del desviante, impactando de un fuerte golpe con sus pies sobre la columna del animal y así consiguiendo lanzarlo directo al mar que empezaba a ponerse más indomable con la puesta del sol.

Ambos vieron a la desviante impactar contra las olas, salpicándoles de agua salada mientras luchaba por recuperar el equilibrio y salir del océano. Cuando lo consiguió, volvía arremeter esta vez contra Ikaris, pero Dysthe se atravesó entre ambos, estirando sus brazos a sus costados. Los ojos de la Última Eterna cambiaron a un tono dorado, forjando un amplio escudo esférico con la energía cósmica que había estado acumulando a lo largo de la pelea, protegiéndolos del ataque. La bestia pareció de bramar de rabia y cólera contra ambos, intentando atravesar esa dura capa dorada con sus filosas garras, quemando su piel viscosa cada vez que intentaba atravesarla. Los labios de Ikaris se curvaron en una sonrisa mientras veía fascinado aquella esfera que los resguardaba del desviante. Era una habilidad peculiar para una Eterna. Miró a Dysthe, notando como el sol iluminaba su cabello, aquella larga melena rubia que llegaba hasta su cintura parecía una cascada de oro en este momento con la luz dorada que los rodeaba.

—¿Juntos?—preguntó cauto, volando hasta quedar a su costado.

Dysthe se giró a mirarlo, viendo que los ojos de Ikaris resplandecían de un tono dorado, mirando en dirección al desviante. Ella imito su acción, volviendo a redirigir la energía fluyente de su cuerpo hasta su visión.

Asintió con una sonrisa—: Juntos.

La rubia cerro lentamente sus puños, atrayendo sus brazos hacia su pecho en la forma de una "X", con sus músculos tensándose a causa del esfuerzo. Sus brazos parecieron resplandecer de una luz tanto blanca como dorada, que fue expandiéndose a lo largo de su cuerpo, como si fuera un capullo protector.

De un solo movimiento, Dysthe rompió la formación de sus brazos, haciendo que el escudo explotara en una onda expansiva que arrojo al desviante metros atrás por el impacto de la explosión. Sin esperar un solo segundo, tanto ella como Ikaris se arrojaron contra la bestia, turnándose en golpear su rostro y su columna tratando de derribarlo contra las rocas que se alzaban a las orillas de aquella playa en Mesopotamia. Dysthe fue la primera lanzar una proyección de energía óptica contra el ala derecha del desviante para neutralizarlo de una vez y por todas, seguido de una ráfaga de luz dorada que salió de su mano derecha que termino por quemar el abdomen del desviante.

Y así, atontarlo lo suficiente para que Ikaris lo asesinara.

Los rayos de energía cósmica que salieron de los ojos del castaño atravesaron a lo largo de la playa, surcando por sobre las olas hasta que terminaron por atravesar la carne del desviante hasta llegar a su corazón. Dysthe escucho a la criatura rugir su último grito dolor, un sonido espantoso que ni siquiera fue aplacado por el sonido del mar. Un grito agonizante y tan lastimero que resonó en su cabeza mientras veía como el desviante caía muerto contra las rocas, siendo el sonido de sus huesos rotos lo ultimo que la joven eterna pudo lograr escuchar.

Y se sintió... se sintió como si eso no fuera correcto.

Dejo escapar el aire de sus pulmones, sin entender por que de repente volvía a sufrir ese cambio repentino de opinión en su interior. « No. Nosotros hemos venido a proteger este mundo. Hemos venido a proteger este mundo » —pensó, obligándose a recordar el propósito de su misión como si de repente viera todo a través de un vidrio borroso. Sacudió ligeramente la cabeza, enfocando su vista en tierra donde veía como Thena y Gilgamesh estaban por acabar con el último desviante que quedaba. La manera magistral en que la Eterna de cabellos platinados peleaba junto a Eterno de traje cobre, captó enteramente su atención. ¿Y cómo no hacerlo? La forma coordinada de moverse, como si con solo verse supieran cual era el siguiente movimiento que el otro realizaría... sumado a la práctica detrás de todos esos movimientos, era simplemente impresionante.

—Gracias por protegerme, Dýnami...—escuchó decir a Ikaris, aproximándose hacia donde ella estaba mientras también le daba un vistazo a lo que sucedía en suelo firme. La calidez de su voz de alguna forma logró reconfortarla y hacerla olvidar de ese lío mental—Tuvimos menos bajas de lo pensado. Actuamos rápido.

—Sí, eso creo...—suspiró. La expresión confusa de la rubia cambio a una preocupada en cuanto bajo su vista hacia el hombro derecho del castaño, donde su traje estaba rasgado y manchado con sangre—Lo siento mucho... —se disculpó apenada, acercándose a revisar la herida del Eterno—No pude cuidar tu espalda como es debido, no se volverá a repetir.

Ikaris le sonrió, negando con la cabeza en un intento por despreocuparla.

—No es nada, solo un pequeño rasguño—sentía un ligero ardor, pero nada que no fuera soportable. Aun así, supo que nada de lo que dijera aliviara a su compañera Eterna. Tener el cargo de ser la fuerza del equipo siempre era complicado para su portador, no solía tenía que velar por el bienestar mental de todos, si no también por su seguridad física.

El fuerte sonido de un zumbido en el aire los llevó a mirar a su lado derecho, notando como el dispositivo de camuflaje del Domo era presuntamente desactivado desde su interior por Phastos. La enorme nave acorazada apareció frente a los habitantes mortales, que volvían a acercarse a las orillas del mar en vista de que los desviantes habían sido erradicados por su equipo. Por primera vez desde que habían entrado a la atmosfera de la Tierra, Dysthe pudo apreciar al fin la belleza del mundo humano. Pudo disfrutar del viento moviendo sus cabellos, del aroma a sal que el basto mar desprendía con cada ola que se iba reduciendo hasta llegar a las orillas o golpear contra las rocas, tan burbujeante como relajante.

Junto a Ikaris descendió hasta llegar a suelo firme, pisando por primera el Planeta Tierra desde que habían abandonado la nave. Asterion fue el primero en recibirla con una amplia sonrisa, rodeándola en un suave abrazo que Dysthe correspondió inmediatamente, riendo mientras su hermano la alzaba unos centímetros del suelo al cargarla.

—Estoy orgulloso de ti—le susurro, refiriéndose con movimiento de cabeza a la exitosa batalla aérea de ella y el castaño contra el desviante—Ambos hicieron un gran trabajo—dijo esta vez en dirección a Ikaris, quien asintió con la cabeza en forma de agradecimiento.

Tanto Thena, Gilgamesh, Kingo y Makkari se acercaron a ellos, los siete inmortales vieron como el resto de su equipo desabordaba la nave estelar. Todos parados encima de dos pequeños artefactos circulares que los hicieron levitar sobre el mar hasta dejarlos de forma segura sobre el suelo terrestre. Dysthe dio una breve mirada al grupo de los cinco pensadores—aunque en realidad eran seis, contando a Asterion—reunirse con los demás immortalis. Pero ella con Ikaris se dirigieron donde la Eterna Suprema, donde Ajak los recibió con una sonrisa orgullosa, posando sus manos en sus mejillas, totalmente segura de que los guerreros del equipo estaban bajo un buen liderazgo. Los ojos castaños de la mujer fueron también a la herida del castaño, activando su habilidad sanadora para curar la herida de Ikaris.

—Gracias, Ajak—mencionó el Eterno, viendo como su herida iba regenerándose a gran velocidad hasta desaparecer sin dejar ninguna cicatriz.

Ver a Ikaris curado hizo a la rubia sonreír tenuemente, alejándose poco a poco de ellos para observar con profunda curiosidad la belleza de su alrededor. Mientras caminaba, Dysthe noto como la arena bajo sus pies parecía brillar ligeramente a causa de los rayos del sol notando como en medio de aquellos diminutos granitos había pequeñas piedras tonos grisáceos oscuros y formas muy curiosas. Se acuclilló en el piso para tomar una de ellas, rozando la yema de sus dedos sobre la superficie algo rasposa antes de ponerla en la palma de su mano. Observándola como si fuera el hallazgo más fascinante que hubiera podido encontrar en el universo.

El sonido de la arena siendo perforada la hizo alzar la mirada un poco sobresaltada, viendo a un gran grupo de personas acercarse a ella. Dysthe se incorporó inmediatamente, reconociendo en sus posturas tensas dos sentimientos: Curiosidad por ella y su gente... y hostilidad ante su llegada. Los humanos alzaron sus armas contra ella, largos palos de madera con un extremo filoso que apuntaban en su dirección, hablando en una lengua extraña y desconocida para la joven eterna. El hombre humano de mediana edad que encabezaba al grupo volvió a hablarle con desconfianza, empuñando su vara para arremeter contra ella. Pero tan pronto como dio un paso, los ojos del mortal y del resto de lugareños se volvieron completamente blancos y vacíos.

Dingir*...—le volvió a hablar el hombre en su lengua, siendo coreado por el resto de habitantes que repitieran aquella misma palabra desconocida.

Observo asombrada como todos soltaron sus armas, cambiando la postura de su cuerpo a una más relajada, como si de pronto comprendieran que ella no era una amenaza. Dysthe intuyó de quien se trataba aun sin verlo, recordando cuando Asterion le iba explicando la habilidad de cada Eterno mientras trazaba junto a Ikaris el plan de batalla contra los desviantes. Su rostro se vio iluminado tanto por su sonrisa como por la alegría mientras se giraba a mirar a Druig que se encontraba tras ella, a dos metros de distancia. El pelinegro tenía una de sus manos extendidas, con sus iris brillando de un tono dorado que regresó a ese intenso color azul cuando desvió su mirada de los lugareños hacía ella.

Y le sonrió, una sonrisa que Dysthe no olvidaría en los próximos siete mil años.

Ella volvió a elevarse del suelo varios centímetros, girando su cuerpo hasta quedar de cabeza cuando llego frente a Druig, quedando ambos cara a cara. El pelinegro volvió a extender su mano, mostrándole su palma como Dysthe había decidido saludarlo en el Domo. Ella comprendió inmediatamente aquel gesto, riendo mientras juntaba su palma con la de él. Druig envolvió su mano con la suya, sujetándola mientras daba un paso hacia atrás, dándole el espacio suficiente para que Dysthe diera un giro en el aire y aterrizara sobre la arena. Empezando a caminar juntos hacia el resto del equipo que se estaban formando en una posición triangular.

Al tomar su posición al lado de Thena, Dysthe solo pudo pensar en las miles de preciosas posibilidades que estaban a punto de avecinarse para la Tierra, solo con ver formarse el primer lazo entre eternos y humanos. Uno que iniciaba con la intervención de su compañera Sersi, quien se acercaba con una sonrisa cálida hasta un pequeño niño humano, dándole de regreso una daga de madera que transmuto en oro. Brindándoles a todos con ese regalo, la paz y tranquilidad a los lugareños. Las miradas de los humanos dejaron por completo su hostilidad al ver a las doce figuras que habían descendido de los cielos: Dioses, salvadores, ángeles... era exactamente como la humanidad llegaría a conocerlos a través de los milenios. Sin saber que la oscuridad había empezado a crecer en medio de ellos, aguardando el momento preciso surgir violentamente y devorar bajo las sombras todo a su paso.

A veces no había nada más peligroso que romper los sueños y el corazón de una estrella. 











G L O S A R I O | Γλωσσάριο


(1) * Dingir: Estrella, divinidad o cielo. El concepto de "divinidad" en sumerio (lengua de uso común entre las civilizaciones de Mesopotamia) está estrechamente asociado con los cielos. Vale como ideograma para "cielo", y tiene en su forma original, la forma de una estrella. Asociado con las palabras "divinidad", "brillante", "resplandeciente"  o "cielo, dios/diosa del cielo".​


Yo cuando inicie a escribir el cap: Chihuahua, creo que será corto.

Yo al finalizar, dándome cuenta que esto es más largo que el testamento de la Reina Isabel: 🤡


JKSJKSJSKSJ HOLAS, HOLITAS DEL MAR BBS 🌊❤️ Llego el 04 de Diciembreee. Oficialmente faltan 10 días (? para ver Spider-Man: NWH. Espero de todo kokoro que hayan conseguido sus entradas. En mi rancho se acabaron todas para el 15 *llora en teleraña* Pero a punta de balazos y navajazos me abrí camino para conseguir una el 16. 

Ya paro con los memes xd 

Yo aquí vengo a negociar con ustedes para que nos casemos ❤️❤️ Neta las amó demasiado,  tienen mi kokoro en sus manos. Jamás dejaré de agradecerles por su apoyo a YG, que bonita familia somos ❤️ Solo me queda rezar al de arriba y al de abajo para que les haya gustado aunque sea un poquito el cap. Por qué ¿Mi estado actual?: EN PANIKO. #Miedo #Terror #Ozuna. Esta hecho con mucho amor aunque quiera agarrarme a madrazos violentos con el capítulo.

¿Resumen del cap? yA SE CONOCEEEEEN AUXILIOOO, LA PRIMERA INTERAAAACCCCCIÓN. ¿Cómo es que Druig sabía que Dysthe era la Dýnami cuando chocaron? Who knowssss. 🌚 Yo no sé cómo son bien soft los momentos Drusthe y lo savage que son los momentos Dykaris. También tuvimos a Dysthe saludando como Tarzán. A Druig en mood: Y si la adoptó? A Kingo en mood: Donde caben dos, entran tres banda. A Ikaris en mood: 👁️👄👁️ y a Aster con su poder en mood: 🎶Helikopter, helikopter🎶

No me odien por el cap chafa bbs ❤️ Me voy despidiendo. Las amo mucho, cuídense y tomen awita. Nos leemos ❤️

Atte Cozyhell. 

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