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Parte 7

La sala de conferencias estaba repleta de periodistas, políticos y activistas, todos ansiosos de conocer las últimas novedades sobre la situación del país. María Corina se sentó en el panel con una sonrisa cuidadosamente ensayada, pero por dentro sus pensamientos estaban confusos. Desde aquel encuentro con Lina en la playa, donde sus corazones se habían vuelto más cercanos de lo que ella se atrevía a admitir, ella había decidido alejarse, inmersa en la confusión y el miedo a ser descubierta.

El destino quiso que ambas se encontraran en la rueda de prensa, donde nadie podía ignorar el clima de tensión. Lana, dolida y herida por la actitud distante de María, optó por ocultar su vulnerabilidad bajo una coraza de desdén y frialdad, lanzando preguntas tan afiladas como puñales hacia su antigua pareja.

Cuando llegó su turno de hacer preguntas, su voz resonó clara y directa por toda la habitación.

— María Corina, en su opinión, ¿cómo puede la política del país avanzar si sus líderes no son transparentes sobre sus verdaderas intenciones? ¿No cree que esa falta de honestidad es un reflejo de su propia conducta?  — los murmullos comenzaron a crecer en la sala. Los asistentes intercambiaron miradas, sorprendidos por la dureza de la pregunta. María sintió que el aire se le escapaba.
— Lana, creo que todos enfrentamos desafíos en nuestra búsqueda de la verdad. No es fácil ser completamente transparente en un entorno tan complicado. —  respondió, intentando mantener la calma.
— ¿Complicado? ¿O conveniente? Porque parece que para algunos, la conveniencia es más importante que la integridad.  —  replicó Lana, y la tensión en la sala se hizo palpable.  — ¿Y qué hay de su promesa de luchar por la justicia social? ¿No es eso lo que realmente importa?

María intentó mantener una expresión serena, pero el tono de la jóven la hizo sentir acorralada.  — No se trata de conveniencia, Lana. Estoy lidiando con muchas cosas personales.  — dijo, tratando de explicar su situación sin revelar demasiado.
— ¿Y qué hay de su papel como líder? ¿No es su deber ser un ejemplo para los demás? ¿No siente que al apartarse de lo que siente está fallando a quienes la siguen? ¿Cómo espera que la gente confíe en usted si ni siquiera puede confiar en sus propios sentimientos? —  continuó Lana, su voz resonando con una intensidad que hizo que algunos en la sala se inquietaran. La incomodidad se palpaba en el aire, tejiendo una red de tensiones que amenazaban con estallar en cualquier momento. Lana al no recibir una respuesta continuó hablando.  — ¿Cómo es posible que hables de unidad mientras mantienes un desplegado de deslealtad a quienes te rodean?
— Cada decisión que tomo busca el bienestar de nuestro país. No todas las decisiones son fáciles, Lana. La política es un juego complicado, no un espectáculo.  — María sintió que el aire se le escapaba, pero se mantuvo firme.
— ¿Entonces, esconderse de quien realmente eres es parte de ese juego?  — preguntó Lana, su voz teñida de dolor y frustración.  — ¿Eso es todo lo que tienes que ofrecer ahora? Me parece una traición. Ver cómo prefieres mantener las apariencias en lugar de ser honesta.

María sintió que las palabras de Lana atravesaban su corazón, pero sabía que no podía dejar que ella fuera expulsada de la sala. 

— Lana, por favor. No es el lugar ni el momento para esto.  — dijo, tratando de contener una explosión de emociones.
— ¿Qué más necesitas que diga? ¿Está mejor para ti que solo me calle y actúe como si no estuviera aquí? No soy una persona más, María. No soy parte de tu escenario.  — Lana respondió, mientras su voz subía de tono.
— Este es mi trabajo, y a veces debe pesar más que lo personal.  — declaró María, sintiéndose atrapada entre su deber y sus sentimientos.  — Estamos aquí para hablar sobre el futuro de nuestro país.
— ¿El futuro de nuestro país? —replicó Lana, con una risa amarga. — ¿O se trata solo de tu futuro? Porque parece que te has olvidado de quienes realmente importan en esta historia.

María sintió cómo los rostros de los periodistas se volvían hacia ella, buscando respuestas. Era evidente que la tensión atraía su atención. Algunos miembros del equipo de seguridad comenzaron a acercarse, preocupados por la escalada de la situación.

— Quizás deberías dejarla salir. Está siendo grosera. — susurró uno de ellos a un colega.
— Señorita Bernasconi, esto es una conferencia de prensa, y no debería comportarse así. — advirtió otro periodista, comenzando a levantarse de su silla para llevar a Lana fuera.

María Corina levantó la mano, pidiendo silencio.  — No, por favor. Déjenla. No la saquen de la sala.  — dijo, intentando recuperar la compostura.

Finalmente, la conferencia terminó, y los aplausos resonaron, pero para María, el ruido se desvaneció, ahogado por el tumulto interno que sentía. Sin pensarlo, tomó a la jóven del brazo y la llevó a un lugar apartado, lejos de las miradas curiosas.

— Necesitamos hablar.  — dijo María, su voz baja pero firme.
— ¿Hablar? ¿De qué? ¿De cómo me has ignorado desde aquel día en la playa? ¿De cómo me has dejado fuera de tu vida?  — replicó Lana, su mirada llena de desdén.  — Porque, honestamente, no veo qué queda por decir.
— Por favor, Lana. No es así. No me has dejado otra opción. Me asusté. La idea de que alguien pudiera enterarse de nosotros me aterraba.  — confesó María, sintiendo que las lágrimas amenazaban con brotar.
— ¿Y eso es lo que somos para ti? ¿Un secreto que tienes que ocultar? Me duele que no confíes en mí lo suficiente para ser honesta.  — respondió Lina, su voz cargada de dolor.
— No puedo seguir así. Tienes que entender que esta es mi vida, y no puedo arriesgar todo lo que he construido. — María imploró, sintiendo que cada palabra era una puñalada en su propio corazón.
— Y yo soy parte de tu vida, o al menos lo era. Pero parece que prefieres ser la política que la persona que amas.  — Lana replicó, su voz ahora más baja, pero cargada de dolor.  — No puedo seguir con alguien que no está dispuesta a luchar por nosotras.
— No entiendo por qué no puedes ver lo difícil que es para mí. No quiero perderte, pero esto es mucho más complicado de lo que parece.  — dijo María, con su voz quebrándose.
— ¿Perderme? ¿Y qué has hecho para evitarlo? Solo has permitido que el miedo te consuma. Nunca has estado dispuesta a arriesgarte por lo que sentimos.  — Lana respondió, su mirada llena de lágrimas.  — He estado allí para ti, siempre. Pero ahora, me siento como un secreto en tu vida.
— ¡No soy así! Te necesito, Lana. Te necesito en mi vida. Solo… dame tiempo. No entiendo lo que estoy sintiendo, pero no quiero perderte.  — María suplicó, sintiendo que el nudo en su pecho se apretaba más.
— ¿Y qué esperas? ¿Que todo se resuelva solo? No puedo ser tu refugio mientras te escondes detrás de tu fachada política. Necesito saber que eres real, que lo que hay entre nosotras es verdadero.  — Lana replicó, su voz llena de desgarradora tristeza.
— ¿Qué quieres que haga? No puedo cambiar el mundo en un instante. Quiero encontrar la manera de que esto funcione, pero no puedo hacerlo sola.  — dijo, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a asomarse.
— ¿Y si no quiero esperar más? ¿Y si he decidido que merezco alguien que esté dispuesto a luchar a mi lado? No puedo quedarme aquí, esperando a que elijas entre tu carrera y tu corazón.  — Lana respondió, la decisión que estaba tomando se le reflejaba en sus ojos.
— ¿Así que esto es todo? ¿Vas a dejarme? — María sintió que su corazón se rompía en mil pedazos.  — No puedo permitir que esto acabe así, Lana.
— Es lo que necesito hacer. Me duele, pero no puedo seguir siendo una sombra. Merecemos más que eso, y si no puedes ver lo que hay entre nosotras, entonces quizás nunca debimos empezar.  — dijo con firmeza, dando un paso atrás, alejándose de ella.
— Lana, espera…  — María comenzó, pero las palabras se detuvieron en sus labios. La distancia entre ellas se amplió, y Lana dió otro paso atrás, decisiva.
— No puedo ser la persona que mereces, y eso me duele más de lo que puedes imaginar.  — dijo Lana.  — Lo siento. No puedo seguir aquí. Necesito irme.  — pronunció, con voz firme, aunque temblorosa.
— Me alejé para protegerte.  —  insistió María, con una voz que empezaba a quebrase.  — Sé lo que significa ser víctima de los rumores y las críticas. Lo último que querría es que perdieras lo que has construido.
— ¿Y yo qué he construido? Un amor que solo existe a escondidas. Un amor que parece ser una carga para ti.  — su rostro se oscureció por la frustración y la tristeza.  — Quizás, solo quizás, deberíamos dejarlo así.
— Lana, no.  — suplicó María, acercándose más mientras tomaba su brazo con delicadeza.  — No puedes irte así. Necesitamos encontrarnos en algún punto. No puedes simplemente decidir que esto se ha acabado.
— ¿Y qué más hay que decir?  — Lana dio un paso atrás, liberando su brazo del agarre de María.  — Lo que comenzó como una conexión se ha convertido en una cadena que me ahoga. No puedo seguir luchando para que tú entiendas lo que siento.
— No quiero que te vayas.  — dijo María, sintiendo cómo el vacío se instalaba en su corazón. — Te necesito aquí.

Lana miró hacia otro lado, sus ojos empezaron a brotar lágrimas sin parar.  — Necesitamos algo más que palabras vacías, María. Necesitamos tiempo y espacio. Quizás lo mejor sea que aprendamos a vivir sin esto.  — con eso, dio un paso atrás y comenzó a alejarse.

La figura de Lana se desvaneció entre la multitud, dejando a María Corina sola, con la angustia de no haber podido proteger lo más valioso que tenía. El eco del silencio ocupó el espacio que alguna vez había estado lleno de promesas. Y en ese instante, se dio cuenta de que había perdido mucho más que una relación; había perdido una parte de sí misma que nunca más podría recuperar.

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