Parte 10
La lluvia caía suavemente sobre la ciudad, creando un suave murmullo que se colaba por las ventanas del departamento de María Corina. Era una noche especial: el cumpleaños de Lana. Durante meses, su relación había florecido como una flor en primavera, y esa noche, María quería hacer algo inolvidable.
Mientras preparaba la cena, el aroma de la pasta fresca llenaba el espacio. María había planeado todo al detalle: velas, música suave y una mesa adornada con flores.
"Quiero que esta noche sea un reflejo de lo que somos” pensó María. Con cada corte de verduras y cada movimiento en la cocina, sentía que su amor por Lana crecía más y más.
Cuando la puerta se abrió, la lluvia trajo consigo el sonido de unas risas suaves. Lana entró, empapada pero radiante, con una sonrisa que iluminaba la habitación.
— ¡Feliz cumpleaños! — exclamó María, corriendo a abrazarla.
— Gracias, amor. No esperaba nada especial. —respondió Lana, sorprendida al ver la cena preparada.
— Quería hacer algo diferente. Sabes que para mí, cada momento contigo es especial. Eres como un rayo de luz en un día nublado.
Lana sonrió, y María sintió que su corazón se derretía. Mientras se sentaban a la mesa, comenzaron a hablar sobre lo que había significado para ellas estos meses juntas.
— A veces me pregunto cómo pude vivir sin ti. —dijo Lana, tomando la mano de María. — Tú me has mostrado lo que es el amor verdadero.
— Y tú me has enseñado a ser valiente. —respondió María. —A abrirme, a dejar que la luz entre. Antes de ti, todo era más oscuro.
— Sabes, cada día contigo se siente como un nuevo comienzo. — confesó Lana, mirándola intensamente. — Como si estuviera saliendo del más oscuro de los días. Incluso en tormentas como esta. — María puso su mano sobre la de Lana, sintiendo una conexión profunda. — Cuando te miro, veo un futuro lleno de luz. Algo más brillante que todo lo que he conocido.
Después de la cena, el sonido de la lluvia seguía cayendo, creando un ambiente íntimo que las envolvía. María encendió unas velas, la luz danzando entre ellas, creando un efecto mágico.
— Quiero que siempre recuerdes este momento, Lana. Tu cumpleaños es un nuevo capítulo en nuestra historia. Eres la luz en mi vida. A veces, creo que he estado esperando este amor sin saberlo.
— Espero que nunca termine. — susurró Lana, acercándose un poco más. — Porque cada día contigo es como un nuevo amanecer.
Las palabras resonaron fuerte, llevándola a un lugar donde el tiempo parecía detenerse. María se sonrojó, sintiéndose vulnerable pero completamente feliz.
— ¿Te gustaría bailar? Es nuestra oportunidad de crear más recuerdos.
Lana asintió, y María tomó su mano, llevándola hacia el centro del salón. Con una suave melodía de fondo, comenzaron a moverse al ritmo de la música. Mientras danzaban, María la envolvió en sus brazos, sintiendo una tranquilidad que nunca había experimentado.
— Siento que todo lo demás desaparece cuando estoy contigo. — confesó María, mientras se miraban a los ojos. — Eres mi refugio, especialmente en días como hoy.
Lana sonrió, apoyando su cabeza en el hombro de María.
— Siempre serás mi hogar, incluso con la tormenta afuera. Te quiero, María.
— Y yo a ti. — respondió María, y en ese instante, innovaron una promesa en el aire. — Siempre estaré a tu lado, sin importar cuántas tormentas tengamos que enfrentar.
La conexión creció, como una chispa electrizante que no podían ignorar. Estas palabras, estos momentos, las capturaban y llevaban a un punto culminante donde las emociones ya no podían ser contenidas.
Ambas se acercaron, sus labios se encontraron en un beso lento y cargado de deseo. Lana sonrió entre el roce de sus labios, como si en aquel instante supiera que eso era lo que siempre había estado esperando.
— Sabes cariño... — habló María, separándose un poco para mirar a los ojos a Lana mientras la guiaba al sofa... — A pesar de que eres buena en muchas cosas, aún te hace falta aprender... — decía mientras daba besos húmedos en el cuello de la jóven. — Pero yo voy a enseñarte... — María, se alejó un poco y bajó el cierre del pantalón de Lana mientras su mano acariciaba su intimidad, la joven al sentir el roce de los dedos de la contraria soltó un gemido.
María al verla de esa manera sonrió y empezó a introducir sus dedos dentro de ella mientras escuchaba como de su boca salían jadeos de placer. El roce de sus dedos hizo que Lana respondiera moviendo sus caderas de arriba a abajo proporcionándose más placer. María se mordió el labio, observando cada movimiento de Lana.
— Eres increíble. — dijo Lana, entre jadeos. — No imaginaba que esto se sintiera así.
— ¿Quieres que sigamos? —preguntó María, sus ojos buscando los de Lana, llenos de deseo y ternura.
— Sí — respondió Lana, con una sensación de valentía que ardía dentro de ella.
María terminó de despojar a Lana de sus prendas y abrió sus piernas para ponerse en medio de ellas, mientras daba pequeños besos en el abdomen de la jóven sentía la suavidad de su piel. Al llegar a la parte baja empezó a dar pequeños besos y mordidas con suavidad sus muslos viendo que con su acto hacía que la piel de Lana se erizará, metió lentamente su lengua en la intimidad de Lana, comenzando a lamer y a estimular su clítoris mientras metía dos de sus dedos, haciéndola gemir y arquear su espalda, la joven llevó su mano al cabello de María y lo sujeto con fuerza atrayéndola más a ella.
Las caderas de Lana, se movían al ritmo de sus dedos, María aceleró el ritmo de sus dedos y lengua, hasta segundos después de la boca de la jóven salió un jadeo entrecortado dando a saber que había llegado al climax.
María cayó encima de Lana, mientras miraba como ésta mordía su labio con una sonrisa de lado, Lana al notar su rostro cerca de ella se acercó y le dió un beso.
— Eres la persona más hermosa que he visto. — dijo Lana, observando los pequeños detalles del rostro de María cerca de ella.
— Gracias — respondió María, con su voz cansada. — Tú también lo eres, cada día más.
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