
Final
El aire fresco de la noche de fin de año envolvía a María Corina mientras se movía con destreza por su cocina. El suave aroma de las especias navideñas danzaba en el ambiente, y el crujido de los ingredientes al ser cortados creaba una sinfonía que resonaba con la emoción de la festividad. Era el 31 de diciembre, y la cena de nochevieja estaba a punto de convertirse en un momento inolvidable.
Las luces parpadeantes del árbol de Navidad iluminaban el salón, reflejando un brillo cálido que contrastaba con el frío que se colaba por las ventanas. María Corina sonrió al recordar cómo había decorado el hogar, con Lana, su compañera de vida, quien siempre traía una chispa especial a cada celebración. La casa estaba llena de risas y buenos recuerdos, y esta noche no sería la excepción.
Mientras preparaba el pavo y la ensalada, Lana entró en la cocina con un delantal que había decorado con pequeños copos de nieve.
— ¿Puedo ayudarte con algo, amor? — preguntó, sus ojos brillando con alegría. María Corina se detuvo un momento para admirar a la mujer que había robado su corazón.
— Solo disfruta de la música, cariño. La cena estará lista pronto. — respondió, acariciando la mano de Lana.
Con cada campanada que se acercaba, la emoción en el aire se intensificaba. María Corina sabía que esta noche no solo era sobre despedir el año, sino sobre dar un paso hacia un futuro que deseaba mucho. Cuando el reloj marcó la medianoche, el cielo se iluminó con fuegos artificiales que estallaban en una lluvia de colores. El estruendo resonaba en sus corazones, y el espectáculo era el telón de fondo perfecto para lo que estaba por venir.
María Corina tomó la mano de Lana, atrayéndola hacia ella. — Lana... — comenzó, su voz apenas audible entre el estruendo de los fuegos artificiales. — Ha sido un año increíble a tu lado. No puedo imaginar mi vida sin ti. — Lana la miró, sorprendida pero con una sonrisa que iluminaba su rostro.
— ¿Qué estás diciendo, María Corina? — preguntó, con su voz llena de curiosidad.
Con un profundo respiro, María sacó de su bolsillo una pequeña caja. — Lana Bernasconi, ¿quieres casarte conmigo? — Las palabras salieron de su boca como una melodía, llenas de amor y esperanza.
El mundo pareció detenerse por un momento. Los fuegos artificiales estallaron en el cielo, y el sonido de la celebración se desvaneció en un susurro. Lana, con lágrimas de felicidad en sus ojos, asintió lentamente.
— Sí, sí, sí quiero. — respondió, su voz temblando de emoción.
María Corina abrió la caja, revelando un delicado anillo que brillaba con la misma intensidad que las estrellas. Con ternura, colocó el anillo en el dedo de Lana, quien lo admiró con incredulidad.
María Corina y Lana se abrazaron con fuerza, sintiendo cómo el amor que las unía se expandía, llenando cada rincón del hogar con una energía vibrante.
Lana se separó un poco, mirándola a los ojos. — No puedo creer que esto esté pasando. Sabía que esta noche sería especial, pero esto... esto es más de lo que jamás imaginé. — su voz era una mezcla de alegría y asombro.
— Quiero que cada año nuevo sea una celebración de nuestro amor, de nuestra unión. Quiero construir un futuro a tu lado, Lana. —
María Corina sonrió, sintiendo que cada instante valía la pena.
Con el corazón latiendo con fuerza, Lana tomó la mano de María Corina. — No puedo esperar para comenzar este viaje contigo. Pero primero, ¡tenemos una cena que terminar y un año que celebrar! — Ambas rieron y se adentraron en la cocina, donde el aroma del pavo y los acompañamientos seguía impregnando el aire.
A medida que la noche avanzaba, la mesa se llenó de manjares y las dos brindaron por el año que se iba y por el que estaba por llegar. Las risas y las historias fluyeron entre ellas, cada palabra construyendo un puente entre sus corazones. La conexión que compartían era palpable, y en esos momentos, el mundo exterior se desvanecía.
Los amigos y familiares comenzaron a llegar, llenando la casa con voces animadas y risas. La mesa, decorada con velas y adornos navideños, se convirtió en el centro de la celebración. Cada platillo que habían preparado se convirtió en un símbolo de amor y dedicación, y la cena se alargó hasta altas horas de la noche, entre brindis y recuerdos compartidos.
Mientras la gente disfrutaba de la comida, Lana se levantó para hacer un brindis. — Quiero dedicar este momento a María Corina, quien ha hecho de mi vida un sueño hecho realidad. Este año, no solo celebramos el cambio de un año a otro, sino el comienzo de una nueva etapa llena de amor y promesas. — Las copas se alzaron, y el aire se llenó de palabras emotivas.
Los fuegos artificiales continuaron estallando en el cielo, y la música suave de villancicos se mezclaba con el bullicio de la conversación. María Corina y Lana intercambiaron miradas cómplices, sintiendo que su amor era el verdadero regalo de esa noche.
A medida que la celebración avanzaba, María Corina sintió la necesidad de compartir más de su corazón. En un momento de calma, la llevó a un rincón apartado del salón, donde la luz de las velas creaba un ambiente íntimo. — Cariño, quiero que sepas lo que significas para mí. Cada día a tu lado es un regalo, y no puedo esperar para construir nuestra vida juntas.
Lana, con lágrimas de felicidad en los ojos, respondió: — Nunca había sentido algo así. Eres mi hogar, y todo lo que deseo es que nuestra historia continúe creciendo. — Se abrazaron, dejando que el tiempo se detuviera una vez más.
La noche avanzó, y mientras el reloj marcaba las horas, las dos se sintieron rodeadas de amor y calidez. Aquella noche mágica no solo marcaba el fin de un año, sino el inicio de un futuro lleno de posibilidades. Cada rayo de luz que iluminaba el cielo era un recordatorio de que el amor podía superar cualquier obstáculo, y juntas, estaban listas para enfrentar lo que el destino les deparara.
Con los corazones rebosantes de emoción y la promesa de un nuevo comienzo, María Corina y Lana supieron que el amor siempre sería el hilo conductor de su historia, un viaje que apenas comenzaba.
Fin.
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