AMAR ES DESTRUIR Y SER AMADO ES SER DESTRUIDO
— JACE WAYLAND.

LONDRES, 1977

El carruaje de la familia Dolohov se encontraba en movimiento rumbo a la mansión Rosier, una de las últimas fiestas antes de que el ciclo escolar comenzara.

— Siéntate bien, Lorelei — regaño Suzanne Dolohov, su madre. — No vas a ese colegio francés para que te comportes como una campesina.

Lorelei se acomodó en su lugar de manera recta. El corset que ceñia su cuerpo le estaba apretando demasiado.

— Lo lamentó madre — se disculpó la joven Dolohov.

Antonin Dolohov sacó un cigarrillo llevándolo a sus labios y dejando escapar el humo.

— Hemos estado hablando con los Lestrange — habló Antonin de forma calmada como si el tema fuera de lo más normal. — Y hemos llegado a una decisión.

— ¿De qué hablas, padre? — preguntó Lorelei un poco incómoda.

— Un matrimonio — le respondió su madre. — Un matrimonio ventajoso.

— No voy a casarme — soltó Lorelei.— Ya les había dicho que no me casare de esa manera.

Antonin estiró su mano para tomar la muñeca de su hija dándole un fuerte apretón que logró sacarle un quejido de dolor, por poco la joven cae de su asiento.

— Vas a casarte, no te estaba preguntando, Katherine— la llamo por su segundo nombre. La joven hacía muecas por el dolor. — Te negaste a un matrimonio con Regulus Black porque es muy joven. Con Evan Rosier porque no te agrada el chico. Los Nott ya tenían un trato. Y los chicos franceses no estaban en el trato. Lestrange era de los pocos solteros.

— Es más grande que yo — dijo Lorelei. — Papá me lastimas.

En lugar de soltar la mano de su hija, Antonin hizo más fuerte su agarre.

— No me importa que tan grande sea, Lorelei. Esta unión ya fue arreglada, te guste o no. Tus hijos deben ser de una casa purista y ser fieles al señor tenebroso, mis nietos no van a heredar la fortuna de una sola casa, serán recordados como grandes herederos — por fin Antonin soltó la mano de su hija. — Será anunciada en el baile de navidad, esta noche estarás con Rabastan.

El ambiente en el carruaje se volvió tenso, Lorelei sostenía su muñeca intentando quitar el dolor que sentía. Una marca roja se cernía y sabía que pronto aparecería un tono morado. Intentaba ignorar el picor de sus ojos mirando por la pequeña ventanilla del carruaje, limpió rápidamente su mejilla al sentir una lágrima descender.

Los sentimientos no estaban permitidos para una Dolohov. Amar es destruir y ella no era una débil.

Al llegar a la mansión Rosier, Lorelei Inter ocultar con la manga de su vestido su mano. Fueron recibidos por los Rosier quienes les sonrieron amables de su llegada. La familia Rosier aún esperaba que los Dolohov pensaran en ellos para un matrimonio arreglado con su hijo, Evan.

Rabastan Lestrange vio a Lorelei entrar acompañada de sus padres y la incomodidad que está presentaba.

— Buenas noches señores Dolohov — saludó amablemente Lestrange. — Lorelei.

Lorelei lo miró. Su madre le dio un golpe en sus costillas para que respondiera.

— Buenas noches señor Lestrange — saludó Lorelei.

— Si no les importa, me gustaría charlar un poco con su hija.

Lorelei camino junto a Lestrange tras las miradas de sus padres. Un hombre que servía las copas de vino pasó por su lado y ella tomó una dando un largo trago.

— Me parece que tus padres te han informado del acuerdo — hablo Rabastan en silencio.

— Lo han hecho — respondió ella con una mueca.

Rabastan detuvo su caminar haciendo que la chica Dolohov también lo hiciera.

— Me gustaría que llegáramos a un acuerdo mutuo sino te molesta.

— ¿Qué acuerdo?

— Podremos hablarlo más tarde, el espectáculo está por empezar.

La mano de Lestrange se posó en la cintura de Lorelei, ambos miraron el pequeño espectáculo de los bailarines que lanzaban fuegos artificiales. Al parecer los Rosier no escatimaron en costos, un digno espectáculo que dar, tal vez para que eso acallara los rumores sobre una traición.

Todo parecía tan mágico para ser cierto, uno de los hechizos de los bailarines rebotó en un cristal logrando que se desviara y chocara justo en la Lorelei, quien se arqueó por el dolor.

— ¡Un médico! — gritó Rabastan al ver como la chica perdía el equilibrio.

Las familias comenzaron a quitarse. Rabastan hacía presión en la herida de Lorelei que no dejaba de sangrar, uno de los médicos privados se acercó rápido a la chica seguido de los padres.

— Señor Dolohov, no tiene tiempo que perder — declaró e doctor al ver la herida.

— Haga lo necesario por salvarla, sin importar el costo — bramó Antonin.

Lorelei quedó inconsciente ajena a las decisiones que sus padres estaban por tomar en ella. Jamás pensó que esa sería su última noche siendo una chica humana, para ser convertida en un ser de la noche.