CAPÍTULO 8
Capítulo especialmente dedicada a Omeva73, gracias por apoyarme con mis historias.
Gracias por ser tan bella persona.
Después de quitar todo aquel papel que lo envolvía, acaricié el cuero marrón con las yemas de mis dedos. El material era precioso, claro, extremadamente antiguo, pero estaba perfectamente conservado. Me sorprendió la pedrería que lo rodeaba, y no dudé que también algunos decorados eran en oro.
- ¿Qué demonios? –Me pregunté mientras desataba el viejo cordón que mantenía cerrado el libro; me costó un poco, debía tener mucho cuidado, no quería arruinarlo.
Cuando por fin logré desatarlo, lo abrí lentamente. Las páginas estaban hechas de un antiguo pergamino y las letras que allí se leían parecían realmente antiguas. Leí un poco las páginas sin entender realmente su significado. Sólo eran nombres, nombres antiguos que parecían realmente importantes. También había fechas de nacimiento, fotografías y alguna que otra información extra. No entendía nada en absoluto, pero no tardé mucho en comprender lo que tenía en manos. Lo entendí cuando miré aquel nombre pulcramente escrito en letra totalmente elegante.
Bethari Nahali Indira Patrota, se leía allí con una preciosa foto, de la que pude reconocer, era mi madre. Llevaba un precioso vestido bastante elegante, una corona reposando en su cabeza, pero se veía tan miserable, que pude entender lo que Jem me había dicho.
Realmente ella no había sido feliz.
Seguí leyendo aquella página, traía toda la información de mamá.
Madre:
Lilith Satrina Batna Patrota Kendall.
Padre:
Sammael Indira Astaroth, duque de Edom.
Esposo:
Asmodeus Bane.
Hijo:
Magnus Bane.
Se encontraban algunos datos más, como la fecha de muerte de mi madre y la causa de ello. Suspiré mirando la información adicional, adjuntada con una carta de renuncia al trono.
-Supongo que por esto mi abuela no estaba nada feliz –musité leyendo aquella carta–. Y mamá, muchas gracias, ahora me has encargado toda la responsabilidad a mí. En serio, gracias por eso –hablé al vacío de la habitación mientras volteaba la página para devolverme.
Por supuesto, allí estaba la información de mi abuela. Sonreí al ver la foto de ella. Mi abuela de joven había sido una mujer sumamente preciosa.
-Por supuesto, la belleza es de generaciones –musité complacido. Mi abuela tenía un precioso vestido, y al igual que mamá, una tiara reposando en su cabeza, aunque mi abuela parecía bastante complacida en aquella foto–. Por supuesto, tú sí querías reinar –hablé de nuevo a la nada y lancé un silbido al leer la información de mi abuela.
Títulos:
Su alteza real la princesa Lilith de Edom.
Duquesa real de Edom.
Su majestad reina de Edom.
Primera consejera del reino de Alacante.
Rectora de la academia Idris.
Gobernante de los trece ejércitos.
Jefa suprema del consejo superior de la academia Idris.
-Vaya abuela, sí que eres importante –susurré sonriendo de lado antes de leer la información de su familia. Cuando bajé la mirada hacia aquel texto, quedé completamente paralizado–. ¿Pero qué demonios? –Pregunte frunciendo el ceño mientras me sentaba y dejaba reposar el libro en mis piernas.
Como la información de mamá, el cuadro de mi abuela también incluía el nombre de sus padres y su esposo, lo que me sorprendió fue ver los nombres de sus hijos. Sí, exactamente, hijos. Por supuesto, se leía el nombre de mamá, pero también había uno adicional que no esperaba. Miré atentamente ese nombre, quizá si lo miraba demasiado, desaparecería, pero no, aquel nombre seguía allí.
Hija:
Bethari Nahali Indira Patrota.
Hijo:
Ash Morgenstern.
Sin poder evitarlo, pasé bruscamente las páginas hacia adelante, ya no me importaba romper el libro, tenía que confirmarlo. Y sí, allí efectivamente se encontraba la información del chico. No había ninguna foto, pero el nombre de él estaba escrito justo después de la página donde estaba la información de mamá.
Padre:
Valentine Morgenstern.
Madre:
Lilith Satrina Batna Patrota Kendall.
Hermana:
Bethari Nahali Indira Patrota.
- ¿Qué demonios? –Pregunté de nuevo, esta vez con la voz chillona mientras cerraba el libro de golpe y lo abrazaba contra mi pecho–. Abuela... pero eso quiere decir... qué... qué, ¿qué quiere decir? –Pregunté a la nada.
No sabía que estaba esperando.
¿Que el vacío de la habitación me respondiera?
No, eso no iba a suceder.
-Pero... –tres golpes a la puerta me sobresaltaron y sin poder evitarlo, dejé caer el libro al suelo. Rápidamente lo alcé y lo oculté bajo mis almohadas mientras intentaba regular nuevamente mi respiración–. ¿Sí? –Pregunté con voz temblorosa.
-Magnus, soy Raphael.
-Ah... eres tú –hablé con amargura–. ¿Qué demonios quieres?
- ¡Sal de ahí idiota! Jem quiere verte en su oficina.
Suspirando pesadamente, caminé con rapidez hacia la puerta y abrí.
- ¿Mi abuela está allá? –Pregunté mordiendo mi labio.
-Por supuesto que tu abuela está allá, y está furiosa, más te vale que no la hagas esperar –habló el contrario; yo asentí y me encaminé con Raphael hacia la oficina del director.
No se me hizo extraño que una gran cantidad de guardias nos siguieran. Nuevamente las miradas curiosas de los pocos estudiantes que se encontraban en aquella academia estaban fijas en mí. Escuché murmullos de personas preguntándose que estaba sucediendo. Con orgullo, alcé la mandíbula. Sí, había cometido un error monumental, pero no debía intimidarme, ahora tenía cosas más importantes en qué pensar, como lo que acababa de leer en aquel antiguo libro.
Con rapidez llegamos a la oficina del director, no me sorprendió ver a mi abuela sentada en el lugar de Jem mientras que éste se encontraba mirando por la ventana.
-Gracias Raphael –habló el director sin girarse para vernos–. Magnus, ¿crees que puedas tener la gentileza de tomar asiento? –Habló Jem y yo inmediatamente obedecí.
Pasó un largo rato en el que algunos empleados nos trajeron café y pastelillos.
Mi abuela me miraba con el ceño fruncido mientras uno de sus dedos acariciaba la orilla de la taza.
-Magnus –mi abuela habló por fin con lentitud y suavidad, tanto, que me dio más temor que el que estuviera gritando–. ¿Lo digo yo o lo dices tú? –Preguntó y yo guardé silencio–. Perfecto, entonces hablaré yo –mi abuela tomó un sorbo de su café antes de depositar suavemente la taza sobre el pequeño plato–. ¿Sabes lo preocupada que estaba por ti, Magnus? Te escapaste de la academia con tu mejor amigo, y a los dos ya los han intentado matar en veces anteriores. Te fugaste sin dejar una nota para al menos saber tu paradero. Trepaste la verja de la academia, arriesgando tu bienestar, sin mencionar que nos has hecho perder una cantidad infinita de tiempo. Magnus, ¿no crees que tengo cosas más importantes que hacer que estar aquí en Idris porque mi nieto decidió escaparse arriesgando, no sólo su futuro, sino el futuro de mi reino? ¡Magnus eres el heredero de Edom! –Espetó furiosa–. ¿Qué futuro tendría nuestra nación si tú arriesgas tu vida de una forma tan estúpida? –Preguntó con ira apenas contenida.
Yo la fulminé con la mirada.
¡Entonces quizás deberías decirle a tu hijo que reine en lugar de mí! ¡Él también es heredero! Quise gritar, pero algo me contuvo. La información que ahora tenía era demasiado vital, quizá gritarla así no sería nada prudente.
-Lo siento –musité entre dientes, pero la ira me estaba invadiendo. ¿Por qué mi abuela me estaba ocultando información tan vital?
-Está claro que no lo sientes Magnus, ¿es que no lo entiendes? Estoy tratando de luchar. Tú ya sabes que Valentine está detrás de tu cabeza. Él no quiere que reines...
- ¿¡Por qué!? –Pregunté con brusquedad, pero en ese momento lo entendí.
Valentine quería mi cabeza porque había otro heredero, claro, ilegítimo, pero había otro heredero de Edom. Su hijo. Por supuesto, él quería que ocupara mi lugar, no sólo en la junta, sino también en el reino; los Morgenstern volverían a tener poder.
Tragué grueso al darme cuenta de ello.
Mi abuela lo estaba ocultando porque no quería que nadie se enterara de ello. No quería revelar que tuvo una aventura con ese psicópata. Qué de una aventura había nacido otro heredero del reino.
Aun peor.
Ash estaba pagando las consecuencias sin siquiera saber quién era, sin saber que todo esto le pertenecía. Ash estaba encerrado, sin hermanos, sin saber nada.
-Aun no lo sé –respondió mi abuela con voz tensa; ella era una hipócrita y mentirosa.
-Bien –respondí con amargura–. ¿Qué quieres que haga?
-Hoy por hoy vas a tener que afrontar las consecuencias de tus actos. Jem tomará medidas y te hará pagar por lo que hiciste, el castigo no será de tu agrado, está muy enfadado por lo que hiciste y lo respaldo completamente. Arriesgaste tu vida y el futuro de Edom sin siquiera medir las consecuencias.
-Pero...
-No –me cortó mi abuela–. Ahora acatarás las órdenes de Jem sin rechistar. Puede que te parezcan estúpidas e innecesarias, pero él es el director de la academia y vas a obedecer. He inscrito en tu nuevo horario las mismas clases que ve Isabelle Lightwood. Tienes que entrenarte para gobernar. Tendrás las mejores notas, acudirás a tus castigos y al entrenamiento, ¿lo entiendes?
Estaba furioso, quería reclamarle, quería que me dijera toda la verdad, quería que me explicara por qué Ash estaba entre las sombras, porque Valentine estaba haciendo lo que hacía, porque estaba matando estudiantes de la academia solo por una corona. Quería que me dijera toda la verdad, quería decirle que yo no gobernaría porque ya no tenía la obligación de hacerlo, alguien más podría, ¿por qué tenía que darme ese peso a mí?
Quería decirle tantas cosas que al final terminé guardándome.
Simplemente asentí.
-Sí –dije por fin–. Haré todo lo que digan.
-Bien, pero Magnus, quiero que entiendas una cosa, si rompes las reglas tendrá serios problemas, y créeme –la voz de mi abuela era tan fría y llena de furia, que me dejó congelado–. Que creerás que un simple castigo como el que te darán ahora, no es nada en comparación.
- ¿En comparación a qué? –Pregunté frunciendo el ceño.
Mi abuela no dijo nada, simplemente se puso en pie, y tras despedirse de Jem, se retiró de la oficina.
Fue la primera vez que de verdad temí a mi abuela.
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