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CAPÍTULO 2







Dedicado especialmente a rosanawilougamarra, gracias por leerme, ángel.













-Oh chicos, por fin están aquí –masculló Jem antes de tomarme en brazos y darme un asfixiante abrazo. Yo sentí la calidez llenar mi corazón y correspondí aquel gesto.

-Por supuesto que sí, alguien tenía que hacerte la vida un poco difícil y decidí que yo sería el candidato perfecto –señalé. Jem lanzó un resoplido mientras se separaba de mí.

-Por supuesto que lo eres, pequeño –mi director se giró hacia mis acompañantes, quienes se encontraban bajando su equipaje del vehículo–. Un gusto verlos, Jace, Isabelle... Alec, por favor, me encanta verte, pero por favor, no ayudes a Magnus con sus ideas estúpidas –imploró Jem palmeando el hombro de mi novio, quien le dio una mirada burlona antes de asentir.

-Intentaré controlarme –respondió Alec tomando sus maletas junto con las mías–. ¿Cómo está todo por aquí?

Jem suspiró agotado e inmediatamente me preocupé.

- ¿Qué? ¿Pasa algo malo? –Inquirí mirándolo con inquietud.

-Es el fuego. Hubo enormes pérdidas –señaló Jem mientras pasaba sus manos por su rostro.

- ¿Qué tantas? –Preguntó Alec. Su voz estaba tan cargada de zozobra, que me giré para verlo. Mi sorpresa fue enorme cuando miré que Jace e Isabelle ya no se encontraban cerca.

Ragnor también había desaparecido.

- ¿Dónde se metieron Izzy y el teñido?

-Allá están –señaló Alec hacia la escalinata.

Me giré para ver y sí, efectivamente allá estaban. Isabelle estaba apercollando a Simon en un fuerte abrazo, que el chico parecía estar correspondiendo encantado. Jace, por otro lado, alzaba a Clary por la cintura mientras la miraba con adoración.

Jamás lo había visto así.

Mi mejor amigo no se encontraba a la vista.

- ¿Qué tan malo fue el incendio? –Preguntó nuevamente Alec.

-Bueno... ¿están listos para verlo? –Quiso saber Jem.

-No... no quiero –respondí afligido.

-No tienes por qué verlo ahora –musitó Alec besándome la frente.

-No quiero –repetí–. Pero si no lo hago ahora, después será más difícil.

Alec me tomó la mano y la besó con suavidad.

-No te preocupes, estaré a tu lado en todo momento –afirmó mi novio y yo asentí.

Lo sabía. Si estaba junto con mi Garbancito no importaba que tan difícil fuera aquello, lo superaría.

Jem abrió una de las enormes puertas de la entrada, y sintiendo escalofríos, entré; frené en seco tan pronto como pisé el suelo del vestíbulo. Las hermosas paredes que habían estado revestidas con preciosos cuadros y armaduras colgando, se encontraban vacías.

- ¿Qué pasó?

-Mucho del ornamento se ha arruinado. Algunas armaduras están siendo restauradas en este momento, al igual que los cuadros, pero muchas también quedaron completamente dañadas.

Suspiré y asentí.

Bueno, que el vestíbulo estaba vacío no era del todo cierto, pues allí se encontraban muebles de la biblioteca, pesadas alfombras y libreros esparcidos.

- ¿Qué pasa aquí? –Pregunté liado al ver uno de los lugares más bellos de la academia en tan tremendo desorden.

-La biblioteca... bueno no sólo el salón se incendió –admitió Jem entristecido–. La biblioteca también sufrió grandes pérdidas. Estamos restaurando los murales y un experto está tratando de salvar muchos de los libros. Algunos no sobrevivieron al incendio, pero... –Jem aclaró su garganta–. No es tan desalentador, estoy seguro que nuestro experto hará maravillas por nuestros libros.

-Quiero verla –afirmé y Jem me miró completamente sorprendido.

-Magnus no tienes que...

-Quiero verla –repetí, esta vez con más determinación.

Sí, estaba bien, yo no era un fan de la lectura, pero aquella biblioteca era preciosa y había pasado tantas horas de estudio junto con Alec e Isabelle allí, que sería una pena no ver cómo había quedado nuestro lugar especial.

Jem me miró por un largo rato antes de asentir. El director caminó rápidamente por el vestíbulo, atravesándolo con velocidad. Recorrimos algunos pasillos y me sentí aliviado al ver que tal y como había afirmado Jem, las pérdidas en realidad sólo se habían presentado en el salón de baile, en la biblioteca, y bueno, parte del vestíbulo.

Una vez llegamos a nuestro destino, Jem me lanzó una última mirada preocupada.

- ¿Estás seguro? –Inquirió el director y yo asentí, no siendo capaz de pronunciar palabra alguna. El hombre abrió las puertas.

Alec entró primero, probablemente queriendo retenerme si todo estaba feo, y efectivamente así era. Algunos libreros habían quedado inútiles por el fuego, los cuadros que decoraban el lugar habían desaparecido, y varios estudiantes, que pude reconocer, de último grado, se encontraban junto con Hodge Starkweather y Luke Garroway, arreglando unos libros.

- ¿Ellos son los expertos? –Pregunté preocupado y con notable escepticismo.

-No –Jem soltó una risita–. Pero nos están ayudando, algunos libros no sufrieron pérdidas mayores, Hodge, Luke y algunos estudiantes muy colaborativos se han ofrecido para ayudarnos a quitar el hollín de los libros que no ha salido perjudicados; también nos están ayudando a barnizar las portadas de algunos libros que no salieron tan ilesos, nada grave, pero sí necesitan unas reparaciones. También tenemos que reorganizarlos, con el incendio y tras intentar salvar lo que más pudimos, apenas sí recuerdo dónde va cada uno.

- ¿Y el bibliotecario? –Pregunté sorprendido.

-Renunció. Llevaba treinta y cinco años trabajando aquí, pero tal parece que no aguantó la tensión de seguir haciéndolo, no con todo lo que está sucediendo. Y lo entiendo.

-Pero ¿quién ocupará su lugar? –Quiso saber mi novio.

-Yo –respondió Hodge sonriendo alegremente–. ¿Qué te digo? Siempre he sido un ratón de biblioteca. Me encantan los libros. Será un placer para mí ocupar su lugar.

-Pero tú dictas clases –señaló Alec atónito.

-Y lo seguiré haciendo, esto no me impedirá hacer mi trabajo.

- ¿Harás las dos? –Preguntó mi novio confundido–-. ¿No es demasiado?

-Por supuesto que no, además, haría cualquier cosa para lograr que Idris se mantenga en pie –aseguró el hombre.

- ¿Que se mantenga en pie? –Pregunté confundido; Jem aclaró su garganta.

-En realidad, Magnus, creo que tenemos que hablar.

- ¿Hablar?

-Ya sabes –intervino Alec–. Se refiere al milenario medio de comunicación que utilizan los seres humanos donde, normalmente y con civilización, se comparten palabras y...

-Alec, no ayudas –interrumpió Jem el sermón de mi novio.

- ¿De qué tenemos que hablar? –Inquirí un tanto irritado; Jem dejó escapar un suspiro cansado.

-De muchas cosas –fue lo único que el hombre pudo responderme.

Que especifico, pensé con sarcasmo mientras asentía y proseguía a seguirlo. Los tres, Jem, Alec y yo, caminamos rápidamente por los vacíos pasillos, de vez en cuando mirábamos uno que otro estudiante, lleno de pintura, de polvo o con sus manos cubiertas de hollín.

-Dijiste que la ayuda era voluntaria, ¿no? –Pregunté a Jem mientras poco a poco nos acercábamos más a su oficina.

-Por supuesto –respondió el director mientras me lanzaba una mirada inquisitiva, estaba claro que se cuestionaba a donde iba a parar yo con aquella pregunta.

-Pero... todos los estudiantes que se encuentran en la academia parecen dispuestos a trabajar en las reparaciones –Jem asintió, como esperando que le dijera por qué aquello me parecía tan importante–. ¿No es extraño? Es decir, si no están obligados a ayudar, ¿por qué molestarse? Me imagino que, por su modo de vida, no están acostumbrados al trabajo duro –señalé.

-Otra vez con los prejuicios –refunfuñó Alec a mi lado y noté como rodaba los ojos.

-Alec –reprendió Jem, aunque la diversión brillaba en sus ojos–. Magnus, puede que de algún modo no estén acostumbrados a trabajos tan duros, al menos no en su hogar, pero más de uno de los estudiantes aquí, han estado cuando menos, una vez castigados. Tú ya sabes que nuestros castigos pueden considerarse un poco duros, para implementar disciplina y fomentar que no vuelvan a cometer errores...

- ¿Entonces los que están ayudando, están castigados? –Pregunté asombrado y Jem soltó una risita mientras negaba.

-Por supuesto que no, ya te dije que la ayuda es voluntaria –señaló el director mientras abría la puerta de su oficina. Ahora tenía tres cerraduras. Me culpé por ello–. A lo que voy es, puede que sí estés siendo un poco prejuicioso, en realidad, ellos no son tan... flojos, como tu pensarías. Y se ofrecieron gustosamente a ayudar –sí bueno, eso lo había notado, pero ¿por qué harían eso? Jem, que al parecer leyó aquella pregunta en mis ojos, sonrió con dulzura–. Idris no es solo una simple academia. Es un hogar. Y nadie quiere ver a su hogar destrozado. La mayoría de estudiantes que se encuentran ayudando en este momento, suelen pasar sus vacaciones en la academia, ya sea porque sus padres están muy ocupados para recibirlos, o porque tienen cursos especiales –explicó Jem, pero yo seguía sin entender.

Alec debió notarlo, porque, después de entrar a la oficina y sentarse en el cómodo sillón, me lanzó una mirada llena de exasperación.

-La cosa es, Magnus, que la mayoría de estudiantes que aquí se encuentran, han estado desde los doce años en la academia, han vivido, crecido y madurado en Idris. Jem tiene razón, Idris es su hogar –Alec suspiró mientras se encogía de hombros–. Idris es nuestro hogar. Y ahora nuestro hogar está destruido, ¿por qué nos quedaríamos de brazos cruzados, cuando podemos ayudar a reconstruirlo? –Mi novio se pasó las manos por el rostro–. Puede que para ti solo seamos un puñado de niños ricos mimados, pero en realidad tenemos algo que, muchas veces, a las personas de... tú clase, les hace falta. Y es sentido de pertenencia. Idris nos pertenece, y haremos todo para que esté bien.

Aquello me dejó completamente desarmado... y me sentí un poco culpable.

¿Acaso estaba siendo demasiado prejuicioso? Probablemente.

Pero, si ni siquiera eran capaces de lavar los platos donde comían, ¿qué iba a pensar yo?

Y bueno, sí, entendía el sentimiento. Idris me había brindado un hogar, amigos... incluso, tras conocer a los Lightwood, familia. Idris ahora era mi hogar, entendía ese afán de restaurarlo, de hacer que estuviera bien, yo mismo quería salir corriendo a los pasillos y poder ayudar en lo que más pudiera, pero... no creí que los demás pensaran aquello también.

Que idiota... y que egoísta estaba siendo.

Quise golpearme en aquel momento.

Jem, al mirar la tensión que se había instaurado en la habitación, aclaró su garganta y señaló un sillón, como incitándome a sentarme; lo hice.

El director se apoyó en su escritorio, mirándonos con seriedad y yo arqueé una ceja.

-Entonces... dispara, ¿no? –Incité a que hablara.

-Lo haré, solo tenemos que esperar...

- ¿Esperar? ¿A qué?

-A quién –corrigió mi director, y justo en ese momento, la puerta de la oficina fue llamada –ahí está nuestro quien –señaló el platinado antes de abrirla. Allí se encontraba Ragnor, quien entró junto con Simon, el cual cruzó un par de palabras con el director antes de retirarse.

- ¿Dónde diablos te habías metido? –Pregunté mirando a Ragnor, quien se tiró en el sillón frente a Alec y a mí.

-Simon me estaba indicando donde está mi habitación, cerca de la tuya –Ragnor parecía un tanto animado por ello, pero no me dejé engañar, Ragnor nunca estaba animado por nada–. Y después me dijo que el señor Carstairs quería hablar conmigo.

-Llámame Jem, por favor –indicó el director con dulzura–. Me imagino que debe ser difícil para ti, todo esto, siempre es difícil la primera vez que alguien llega aquí... –miré sorprendido a Jem, pues aquello era lo mismo que me había dicho cuando me dio la bienvenida–. Más con todo lo que... bueno, ya sabes, con todo lo que has tenido que pasar. Quisiera decirte que aquí podrás empezar de cero, pero lastimosamente muchos estudiantes cuentan con ciertas... influencias. Es probable que el rumor de quien eres tú y por qué estás aquí se difunda rápidamente, así que puede que te sientas un poco observado. Solo quiero decirte, más que un director o profesor, me mires como un amigo. Estoy aquí si necesitas hablar con alguien. Además, tienes a Magnus y los chicos Lightwood, pero en tal caso, cualquier evento en el que te hagan sentir incómodo o agredido, por favor, comunícamelo y trataré de arreglarlo lo mejor posible. Ahora Idris es tu hogar, y tan como en tu hogar, quiero que te sientas cómodo–. Aquello me dejó asombrado. Jem en serio era un excelente director, maestro y aun mejor persona. Además, me di cuenta que, tanto como para mí y muchos estudiantes más, en realidad Idris sí podría volverse un hogar para Ragnor, claro, si él le daba la oportunidad. Esperaba en serio que se la diera–. También quiero informarte que Lilith tiene hordas de investigadores que buscan a tu familia, sin embargo, aún no la hallamos, mientras tanto, tienes todo lo que necesitas en tu habitación, pero si te hace falta algo, solo tienes que informármelo y yo personalmente me encargaré de ayudarte.

-Señor Ca... quiero decir, Jem –habló Ragnor, y parecía tan atónito como yo me sentía–. Muchas gracias por todo lo que está haciendo por mí, pero... yo no tengo para pagar una educación tan... refinada, y cuando encuentren a mi familia, ellos tampoco...

-No te preocupes por eso, Ragnor –Jem se sentó junto a mi mejor amigo–. Lilith está costeando todos los gastos que tú necesites.

-Pero... –Ragnor miró sorprendido al director. Yo me encontraba igual–. Ella no tiene...

-Ella así lo desea, y yo no soy quien para contradecirla. Además, ella cree... nosotros creemos que será mejor para Magnus el que estés a du lado. Ragnor, no sé si te alcances a imaginar lo miserable que era la vida de él sin ti. Ninguno de nosotros queremos que pase por ello otra vez. Ustedes son hermanos. Y los hermanos deben permanecer juntos –afirmó el chico mirándome con cariño, al igual que mi mejor amigo, el cual, para mi sorpresa, estaba luchando por retener las lágrimas–. Ahora bien, a lo que nos atañe. No los traje aquí solo para informarles de tu situación, Ragnor, aunque sí era muy importante aclararla. La cosa es que, después de lo sucedido en Idris en aquel baile, todo el mundo está paranoico, entenderán que Lilith aún más, así que la seguridad se reforzará.

- ¿Más? –Preguntó Alec atónito.

-Muchísimo más –afirmó Jem–. Magnus, los guardias de tu abuela seguirán a tu lado.

-Pero... –empecé a alegar, pero Jem alzó una mano para interrumpirme.

-Sin peros, es cosa de tu abuela, así que no hay nada que decir. Y Ragnor, por tu seguridad, también tendrás guardias a tu lado, aunque solo serán dos, pues imaginamos que casi todo el tiempo estarás con Magnus.

-Pero ese implica más guardias para mí –me quejé.

-Exactamente –asintió Jem–. No dudes que eso fue premeditado por tu abuela –y claro que no lo dudaba–. Y tu abuela ha contratado más de cien hombres de seguridad privada para la academia. Así que habrá dos cuerpos élite de protección. Los guardias enviados por los Lightwood y por tu abuela, solo para protegerlos a ustedes. Los contratados serán para todo habitante de la academia y sus alrededores.

-Jem –ahora el que habló fue Alec–. Pero esos son al menos cincuenta hombres, ¿no es demasiado?

-Ochenta –corrigió Jem–. Y puede que lo sea, pero yo no pongo las reglas, las pone el comité directivo.

- ¿Quiénes son? –Preguntó Ragnor confundido al ver las expresiones ceñudas de Alec y yo.

-Son los padres de Alexander y mi abuela –refunfuñé.

-Exactamente –señaló Jem–. Además, Ragnor, Magnus, Alec y algunos estudiantes más, conformaran la primera generación de un grupo especial.

- ¿Grupo especial? –Inquirí sin entender nada.

-Magnus, la situación se está complicando, así que, por órdenes de la junta directiva, formaremos un comité de salvaguarda de Idris. Mientras tengamos a un infiltrado, no importará la seguridad que tengamos en el exterior, nos atacarán desde el interior –Jem bajó la voz–. Así que solo contaremos con las personas en las que más confiamos.

- ¿Y ellos son? –Preguntó Alec en voz baja.

-Tú, tus hermanos, Magnus, Ragnor, Clary, Simon, y Raphael –respondió Jem.

- ¿Raphael? –Aquello me sorprendía aún más.

-Raphael Santiago –aclaró mi novio.

-Ya sé quién es Raphael –espeté–. Pero, ¿por qué él?

-Él es el hijo del dueño de la empresa de guardias que contrató tu abuela. Es uno de los pocos que sabrá que la academia estará repleta de guardias ocultos. Y es completamente confiable –aseguró Jem.

- ¿Cómo harán para ocultar tantos guardas? –Quiso saber mi mejor amigo con cierto escepticismo.

-Con el tiempo te darás cuenta que el edificio es interminable, lleno de pasillos y escondites que pocos conocemos –señaló el director–. Podríamos esconder miles de personas y nadie lo notaría.

- ¿Nos enseñarás los escondites? –Inquirí lleno de excitación, pero Jem me miró ceñudo.

- ¿Para qué te escondas a darte lote con Alec? Eso jamás.

-Entiendo –musité pensativo–. Supongo que esos lugares los utilizas con Will.

Jem me miró ofendido y abrió la boca para alegar, pero Alec se aclaró bruscamente la garganta.

-Centrémonos –reprendió mi novio–. ¿Y qué se supone que haremos en ese grupo ultra secreto?

-Bueno, haremos reportes de la situación en el exterior, intentaremos encontrar al infiltrado y lo más importante, tendremos cursos intensivos de defensa personal.

- ¿Defensa personal? –Preguntó Ragnor, luciendo realmente alucinado.

-Por supuesto –Jem asintió–. Hemos visto que con el infiltrado cerca, poco servirá la seguridad, lo mejor será que ustedes mismos aprendan a defenderse. Necesitan estar a salvo en todo momento.

- ¿No crees que estén exagerando? Creo que Lilith está un poco paranoica –señaló Alec.

-Esta vez fue tu padre quien lo sugirió –aclaró el platinado–. Y todo el consejo aceptó.

- ¿Y cuando empezamos? –Pregunté lleno de resignación. Ni siquiera me opuse a la idea, no es que me entusiasmara, pero dudaba que pudiera hacer algo para evitarlo. Cuando el consejo tomaba una decisión, solo quedaba obedecerlo.

Jem me miró con seriedad antes de suspirar cansado.

-Esta misma noche. Así que prepárense. Ahora nos estamos jugando el todo por el nada.

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