Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 1





Ya me sentía harto de tener que escapar, pero mi vida se había convertido en eso. Había llegado inmediatamente a Alacante tras dejar la academia, y aunque la extrañaba, no sería nada infeliz si me quedaba eternamente allí. El clima era simplemente perfecto y las últimas dos semanas había estado tomando el sol en la playa y piscina del palacio. También en los últimos días Alec había insistido que debía aprender a cabalgar, ya que aquello era algo prácticamente necesario para la realeza, pero no me sentía cómodo. Sí, había cabalgado antes cuando habíamos asistido a un paseo escolar con Ragnor, a él se le daba de maravilla, por supuesto, él había crecido en una granja a las afueras de Nueva York, yo por otro lado, era cien por ciento citadino. Aquella mañana Alec había insistido en que era hora de que yo cabalgara solo. Por supuesto que no había accedido, pero tras muchas suplicas, mi novio había insistido en que yo debía tomar el mando del caballo, aunque por supuesto, él estaría detrás de mí para tomar el control si algo resultaba mal. Me sentía tranquilo, mí Garbancito me estaría cuidando. No tenía de qué preocuparme...

...o eso había creído.

Ahora Alec y yo nos encontrábamos cabalgando con prisa hacia el establo, puesto que el palacio quedaba demasiado lejos. Una vez llegamos al establo, Alec me tomó de la cintura y bajándome del enorme animal, me arrastró hacia el estacionamiento, donde estaba el precioso convertible de mi chico. No me aburría de mirarlo, era fantástico. Yo había adquirido una licencia de conducir hace poco, y me hubiera encantado conducirlo nuevamente, pero realmente no habíamos tenido muchas oportunidades de salir del palacio, las pocas veces que lo habíamos logrado, siempre terminaban en una persecución hacia mi persona, y por supuesto, las personas a mi alrededor.

Aquel día claramente no sería la excepción.

Me sentía realmente frustrado.

Tan pronto como Alec y yo tomamos asiento, mi novio arrancó el auto, enviándome fuertemente contra mi asiento.

- ¡Maldición Magnus Bane, ponte el estúpido cinturón! –Gruñó Alec, su voz estaba llena de preocupación. Yo suspiré y obedecí.

No dejaba de sorprenderme de las habilidades de mi chico para conducir. Esquivaba el tránsito perfectamente, lo que no me sorprendió tanto fue mirar por el espejo del retrovisor y ver dos camionetas gigantes, blindadas y con vidrios oscuros, siguiéndonos. Ellos también eran muy hábiles a la hora de esquivar al tránsito... y se estaban acercando.

-Alexander... –comencé con urgencia, pero mi chico lanzó un gruñido fuerte que me hizo callar.

- ¡No te preocupes Magnus! ¡No nos alcanzarán!

-Pero si...

No pude decir nada más, Alec posó sus dos pies en el acelerador y nuevamente me vi disparado contra mi asiento, por suerte esta vez tenía cinturón de seguridad. Los autos sonaban sus bocinas, furiosos, cuando Alec se atravesaba en su camino, y tuve que hacer una oración silenciosa. Sabía que Alec era muy hábil, pero aun así temía terminar estrellado contra un coche, y eso no era lo peor, si aquellos sujetos nos alcanzaban, no sé qué serían capaces de hacernos.

Alec siguió esquivando el tránsito y sentí un poco de alivio cuando miré el palacio. Nos estábamos acercando, lo íbamos a lograr... o eso creía, puesto que cuando teníamos que girar, una nueva camioneta negra se atravesó en nuestro camino. En aquel momento podía jurar que íbamos a morir, pero por supuesto mi novio era más ágil y girando el volante con brusquedad, tomó un desvío mientras lanzaba fuertes maldiciones.

- ¿¡De dónde ha salido ese sujeto!? –Le pregunté mientras intentaba no perder la cordura.

-No lo sé –respondió Alec–. De igual forma cada vez son más... y se acercan demasiado.

-Alexander, si tienes que dejarme y tú...

- ¡No digas estupideces, Magnus Bane! –Gritó histérico–. Te lo dicho antes, te lo volveré a decir y te lo seguiré diciendo las veces que sean necesarias, no te voy a dejar solo, estamos juntos en esto –señaló antes de, nuevamente, presionar el acelerador.

Alec tomó un nuevo desvío, esta vez completamente desconocido para mí. El callejón estaba realmente oscuro, a pesar de que apenas era mediodía. Daba un poco de miedo.

- ¿Alexander dónde...?

-Estaremos bien, no te preocupes, papá previó una situación así –Alec se detuvo de golpe dejando el auto botado y tras abrirme la puerta, casi me arrastró fuera del coche antes de revolver en un bote de basura.

Mi estómago se revolvió.

-Su alteza, creo que usted no debería...

-Magnus, en ese momento no estoy para juegos –gruñó Alec. De allí tomó algunos ropajes llenos de grasa y hechos jirones–. Quítate tu ropa y ponte esto.

Yo lo miré arqueando una ceja.

-Alexander yo...

- ¡MAGNUS BANE YA PARA! –Alec me gritó mientras sus ojos me miraban con irritación y yo quedé paralizado... él jamás me había gritado así–. Por favor, ¿quieres callarte? Sólo haz lo que te digo.

Yo suspiré y asentí. Rápidamente mi desnudé y me puse aquella ropa. Me veía realmente desagradable. Alec, tomando algo de barro del suelo, lo restregó por mi cara y yo quise vomitar en aquel momento.

- ¿¡Qué demonios...!?

-Magnus, sólo... por favor.

Yo me callé mientras lo miraba, él también llevaba aquella ropa hecha jirones. Mientras yo tenía un pantalón corto con algunos rotos y una camisa blanca llena de grasa y totalmente rasgada, Alec llevaba un pantalón largo color verde botella totalmente remendado, su camisa era amarilla y apenas sí tenía una manga, pues estaba totalmente rota y llena de suciedad. Alec nuevamente metió la mano y de aquel bote de basura sacó un gorro tejido, y por supuesto también estaba roto. Me lo tendió, yo lo tomé y jurando que podría desmayarme en aquel momento, lo posee sobre mí perfecto cabello. Alec tenía un gorro casi igual y también lo posó sobre su precioso caballo color azabache; aquello sí que lo lamenté. Para rematar nuestro atuendo, los dos nos quitamos los zapatos.

-Está bien, es hora de irnos –musitó Alec.

-Alexander, ¿a qué te refieres?

-Te lo dije, papá previó una situación así, si seguimos este callejón, llegaremos pronto al castillo.

- ¿Pero no tendremos que tomar la avenida principal?

-Por supuesto que sí, pero –Alec suspiró y se encogió de hombros mientras tomaba unos cartones del suelo y me los tendía–. Nadie nos reconocerá así, necesitamos llegar rápido antes de que nos encuentren. Cada vez se acercan más y no quiero que te hagan daño.

-Oh mi dulce Alexander –solté sintiendo un nudo posarse en mi garganta–. Yo tampoco quiero que te lastimen –musité atormentado.

Nuevamente sentí la culpa invadir mi corazón y haciendo doler mi pecho. Alec al parecer lo notó, porque suspiró y negó mientras tomaba mis manos. Sin importar que estaban un poco sucias por los cartones que me había tendido, las besó.

-Estaremos bien, pero más importante, estaremos juntos mi vida, ahora tenemos que darnos prisa.

Yo asentí. Alec caminó rápidamente y yo estaba a su lado. Caminamos por varios minutos y una vez estuvimos a las afueras del callejón, Alec me miró con severidad.

-Magnus, actúa como un mendigo –ordenó mi chico con mesura.

- ¿¡Y cómo se supone que haga eso!?

-Magnus, tu vienes de Nueva York, estoy muy seguro que al menos una vez en tu vida has visto un mendigo.

Yo lancé un dramático suspiro. Bueno, él tenía un punto, por lo cual asentí y comencé a cojear. Caminé lo más rápido que pude, por supuesto, intentando no parecer sospechoso. Escuché a Alec soltar una risita y casi de inmediato seguirme, apenas miré sobre mi hombro y pude observarlo.

Una media sonrisa se instaló en mis labios. Mi chico no estaba cojeando como yo lo hacía, pero sí caminaba como si tuviera un enorme peso en la espalda y estuviera agotado.

Era bellísimo, sí que parecía un mendigo, ¿quién lo diría? El príncipe Alexander Lightwood de Alacante estaba disfrazado de mendigo. Aquello podía ser lo más extraño que había visto, y a pesar de la situación, a pesar de los riesgos, a pesar de todo lo que estaba sucediendo, en aquel momento también me pareció un momento hermoso. No podía creer que Alec estuviera así.

Llámenme loco, pero en aquel momento me sentí más enamorado que nunca.

Alec y yo seguimos caminando con rapidez mientras nos acercábamos al castillo. Quise gritar de alegría, lo habíamos logrado...

...o eso había creído, pero cuando pasamos por un callejón, escuchamos unas voces detrás de nosotros.

-Magnus Bane –llamó una voz gruesa. No me giré, y por supuesto, no me detuve. Fingí que no hablaba conmigo... y en teoría no lo hacía, se suponía que yo era un simple mendigo–. Magnus Bane, sabemos que eres tú, dejaremos ir a Alexander si hablas con nosotros, lo único que queremos es hablar contigo.

- ¡Corre Magnus! –Alec me tomó de la mano con fuerza y me arrastró corriendo. Los cartones cayeron, obstaculizando un poco a quienes nos perseguían. Se escuchó un fuerte torrente de maldiciones de parte de los hombres.

Corríamos lo más rápido que podíamos, aunque dolía, pues el asfalto estaba ardiendo bajo nuestros pies. Si no hubiera sido por mi novio, muy probablemente me hubiera quedado atrás, algunas veces casi tropecé, pero por supuesto que Alec lo impidió.

- ¡Oliver! –Gritó Alec–. ¡Bat!

Los guardias que estaban frente a las enormes puertas del palacio nos miraban con desconfianza. Alec arranco su gorra y se retiró el cabello del rostro, los hombres se pusieron alertas.

- ¿Su alteza? ¿Qué pasa? –Preguntó Oliver.

- ¡Ayuda! –Grité desesperado y los hombres me miraron con el ceño fruncido.

Yo suspiré arrojando muy lejos el estúpido gorro mientras seguíamos corriendo.

- ¿Príncipe Magnus? –Preguntó Bat.

- ¡Nos están persiguiendo! –Gruñó Alec.

Los chicos hablaron por aquel pequeño micrófono y casi de inmediato las puertas se abrieron. Alec y yo seguimos corriendo, aunque aquellos hombres, al notar los guardias, parecían haber desaparecido.

Yo me sentía agotado y Alec ya comenzaba a disminuir su paso. Rápidamente nuestro alrededor se llenó de guardias... guardias del palacio. Me sentí aliviado.

Nos costó unos metros más, pero cuando entramos en el terreno del palacio, las puertas se cerraron fuertemente detrás de nosotros.

Por fin estábamos a salvo...

...una vez más, pero, ¿cuánto duraría esto?









༼ಢ_ಢ༽











- ¿Qué demonios les sucedió? –Preguntó Ragnor antes de presionar los labios con fuerza.

Lo pude notar. Estaba luchando por contener una fuerte risotada.

Claro, pensé con molestia, para él aquello era divertido, mientras Alec y yo estábamos vestidos de mendigos e intentando no ser asesinados, él estaba tendido en una cama playera junto a la piscina, tomando una rica limonada y leyendo un viejo libro.

Quise darle una patada y arrojarlo al agua.

-No te burles, no es gracioso –espetó Alec molesto mientras se tiraba en una playera junto a Ragnor, quien no pudo contenerse más y estalló en sonoras carcajadas.

-Claro que lo es... chicos, apestan... sí, creí que se iba a hacer cosas sucias, pero no lo pensaba de una forma tan... literal.

-Ragnor, cállate, idiota –gruñí agotado mientras me sentaba en las piernas de Alec.

-Pero chicos... –empezó mi amigo dispuesto a lanzar otro estúpido comentario, pero alguien lo interrumpió.

- ¡Alexander! ¡Magnus! –Gritó Maryse acercándose a nosotros. Yo alcé mi cabeza para verla, como siempre, me dejó impactado. La mujer llevaba un precioso traje color crema que le lucía maravillosamente. Aunque claro, la reina era preciosa, todo lo que llevaba la hacía ver maravillosamente. Una vez estuvo frente a nosotros, nos miró aterrada–. Chicos, supe lo que ha sucedido, ¿están bien? –Preguntó angustiada mientras pasaba su mano por mi mejilla antes de acariciar el cabello de su hijo.

Aquello también me impactaba demasiado. Desde que, según Maryse, había salvado la vida de su hija y futura heredera de su reino, la mujer había cambiado completamente conmigo. Se comportaba de una forma tan... maternal, que aún no lograba acostumbrarme. Cada día, cuando nos dirigíamos al comedor real, la mujer me dedicaba una dulce sonrisa y hablaba conmigo como si fuera un hijo más. También se comportaba muy bien con Ragnor, aunque sabía que lo hacía más porque era como mi hermano, que porque el chico en verdad le agradara.

- ¿Qué? –Preguntó mi mejor amigo y ahora sí que lucía preocupado–. ¿Ha ocurrido algo malo?

-Estamos bien, madre –respondió Alec agotado mientras arrugaba la nariz. Aquel gesto fue simplemente adorable–. Pero creo que Ragnor tiene razón. Apestamos.

Maryse dejó escapar una suave risita antes de asentir.

-Eso es verdad –soltó divertida, pero casi inmediatamente su rostro se tornó serio–. Es mejor que se duchen y se vistan... además, deben empacar.

- ¿Empacar? –Inquirió Ragnor–. No lo capto, ¿qué sucede?

-He hablado con James sobre lo ocurrido. Tanto él, como yo –Maryse me miró con preocupación–. Y tu padre, creen que es mejor que vuelvan a Idris. Ya no es seguro aquí.

-Ni aquí ni en ningún lugar –señalé afligido. Maryse asintió ante ello.

-Lo sé, pero estarán más seguros en Idris... por ahora es el mejor lugar donde pueden estar –Maryse se irguió–. Por favor, dense prisa. Salen en una hora.











-No puedo creer que tengamos que irnos –Isabelle hizo un enorme puchero mientras se recostaba en el capó de la limusina–. Y ahora que por fin puedo venir a casa en vacaciones.

-Isabelle –Alec dejó escapar un sonoro suspiro lleno de irritación mientras guardaba algunas cosas en el maletero–. Ya te lo dije, Ragnor y Magnus no están a salvo. Deben irse. Y yo no pienso alejarme de Mags, pero tú no tienes porqué venir con nosotros.

-Sí tengo –la chica pateó el suelo mientras hacía un enorme puchero–. Magnus es mi mejor amigo. Y no quiero que nada malo le pase. Tampoco quiero que esté solo. Nadie quiere.

- ¿Nadie? –Pregunté frunciendo el ceño.

-Nadie –afirmó Izzy–. Por eso Simon y Clary también llegarán hoy a la academia.

-Y yo iré con ustedes –anunció Jace bajando la escalinata, a su lado estaba Ragnor y Maryse, y al lado de esta, se encontraba Robert Lightwood. Detrás de ellos venía un escuálido y pequeño niño–. Ya sé que no pueden vivir sin mí.

-Sí claro –resoplé–. Porque el hecho de que Clary esté en Idris, no tiene nada que ver con que quieras volver. Es solo por nuestra estrecha amistad –solté con ironía.

-Por supuesto que Bane, así que no tienes por qué agradecerme –soltó Jace con sorna antes de arrojarle la maleta a Alec y entrar a la limusina.

Mi chico frunció el ceño, pero sin decir palabra, guardó el equipaje del teñido en el maletero. Yo solté una risita escuchándolo gruñir sobre lo ofensivo que era ser considerado un botones; Isabelle entró al auto mientras le recordaba que aquello le sucedía por ser el mayor.

-Mis niños –empezó Maryse acercándose a Alec y a mí–. Los voy a extrañar tanto –musitó la mujer antes de tomar en brazos a Alec.

Le susurró unas palabras al oído, aunque no alcancé a escuchar cuáles. Alec asintió y besó la frente de su madre. Creí que Robert se despediría, pero no fue así, con un simple asentimiento y una palmada en el brazo, le dijo adiós a su hijo.

Estuve a punto de entrar a la limusina, pero Maryse me tomó del brazo impidiéndomelo, por lo cual me giré hacia ella, sorprendido.

- ¿Pasa algo?

-Sí, yo... –los preciosos ojos de Maryse se llenaron de lágrimas–. Por favor, ten mucho cuidado, ¿sí? Nunca andes por ahí sólo. No te expongas demasiado. Aléjate del bosque lo más que puedas. No te escapes de tu habitación, y por favor cuídate mucho.

Yo parpadee sorprendido. Sí, la mujer se había comportado de una forma muy cálida conmigo, pero aun así aquello me sorprendía. No pude evitar soltar las palabras que siguieron.

- ¿Por qué se preocupa tanto por mí? –Inquirí confundido. La mujer suspiró y me miró con inmenso cariño, tanto, que aquello me descolocó.

-Te juzgué mal, Magnus fui dura contigo desde el principio. Tenías razón, soy demasiado dura con mis hijos, aunque quiero que sepas que lo soy porque no quiero que nada malo les pase. Quiero que tengan un futuro exitoso...

-Lo sé –la interrumpí–. Y yo fui grosero e impulsivo. No debí decir aquellas palabras...

-No importa, ya no, tenías razón. No quiero que mis hijos me odien por ser mala...

-No te odian, ellos aman...

-Lo sé –la mujer asintió–. Y yo los amo a ellos, ergo, te amo a ti también,

- ¿A mí? –Pregunté confundido.

-Amo a mis hijos y tú eres una parte vital de ellos. Eres el mejor amigo de Isabelle, ella te adora, y para Alexander... bueno para mi Alec eres el amor de su vida. Sacrificaría cualquier cosa por ti. Él arriesgaría cualquier cosa con tal de que tú estés bien.

- ¿Y eso te parece positivo? Por mi culpa Alec puede estar en riesgo –musité con frustración–. No quiero que él se ponga en riesgo...

-Y él no quiere que tú te pongas en riesgo, ¿sabes? He visto pocas veces eso –aseguró Maryse.

- ¿Qué cosa?

-Amor. Amor puro y sincero. Amor incondicional. Alexander y tú se aman, y se aman tanto que no les importa correr ningún riesgo el uno por el otro. Ese tipo de amor tan puro es admirable –la mujer me tomó en brazos y acarició suevamente mi espalda–. Le das a mi bebé todo lo que siempre he querido para él. Magnus, gracias por amar a mi hijo –la mujer se separó de mí y besó mi frente antes de acariciar una de mis mejillas–. Ahora vete. Y que el ángel te acompañe –se despidió.

Yo no pude pronunciar palabra, ni siquiera cuando la mujer me dio la espalda para subir por la escalinata con su esposo, aunque aquellas palabras me hicieron sonreír enormemente. Solté un suave suspiro mientras entraba a la limusina.

Definitivamente extrañaría Alacante.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro