En silencio, los dos extraños caminaron por el bosque iluminado solamente por la luna, poco a poco se adentraron a una zona de difícil acceso, más oscura y con menos lugar para caminar, más ellos ya conocían por donde ir.

Se escondieron de la luna de todo aquello que tocaba su luz, se llevaron con ellos al hijo del Tercer Reich, primogénito de una larga línea de sangre imperial.

La mañana siguiente, el grupo guiado por el omega se dirigió a otro lugar, con agua y lugares para esconderse por el momento. Explicó lo sucedido a sus amigos e idearon como resolver el problema.

Pero del otro lado, un comunista, un capitalista y un inglés estaban pagando castigos asignados a ellos por proteger a los demás. Los 3 habían dejado de lado sus diferencias solo por un enemigo común.

La sangre salpicada a la arena caliente y las lágrimas de dolor salían sin consentimiento.

Los azotes y las quemaduras que les hacían no se comparaban con la tortura psicológica que pasaban por las noches. Obligados a tener los ojos vendados en silencio, para que al día siguiente apareciese el cadáver de algún omega o beta, tirado en el suelo frente a los alfas y betas.

Siendo el momento de quiebre de algunos, el cual Urss tanto temía, temía que en algún momento, sea su esposo el que esté ahí tirado.

Era ese miedo el que le ayudaba a seguir cada día, más con los días esto fue cambiando, ya no tenía el objetivo de ver a Reich, poco a poco fue pasando de su amor a su omega a su amor a su vida.

Claro que, era su pareja quien le resultaba más importante, pero más importante fue salvar su vida.

Los castigos pasaron de látigos a  encierros, algunas veces era sobre la arena, amarrado a un poste sin protección del sol. Otras, era en una caja de aluminio sin ventanas, 4 muros que quemaban con el más mínimo roce y un techo del cual caía agua constantemente y la única cosa que te dejaba salir de ahí era el silencio absoluto o pasar a tu forma animal. La cual era casi imposible de lograr por la debilidad del cuerpo y de la mente.

Cada día eran más fuertes sus deseos de morir.

Cada día perdía más la esperanza.

Cada día se quedaba con menos cordura que antes.

Y las cosas no eran color de rosas para el alemán, quien esperaba frente al bosque por horas, como si su cachorrito fuese a aparecer mágicamente, esperando a que esos extraños apareciesen frente a el para entregarle aunque sea por unos minutos a su hijo.

A pesar de esto. Sus anhelos eran fuertes y su deseo era cada vez mayor, buscar y salvar a su alfa era lo que más deseaba.

Y lo iba a intentar así tuviese que morir en el intento.

Los días se volvieron semanas, las semanas meses y esos meses se convirtieron en un año.

Hasta que finalmente, llegó el día.

Third lo encontró, encontró a su pareja, nombrar las condiciones en las que lo encontró no son agradables.

Completamente sumido en instintos primitivos, en su forma animal, arañando el suelo y gruñendo como si se tratase de un animal salvaje.

El corazón del fascista hizo quiebre en cuanto lo vio, lloró por horas al verlo así. Más agarró el valor suficiente para levantarse y buscar una salida, una forma, un método de recuperar a su amado de ese estado de perdida total de consciencia.

Mapeó todo el recinto, observó por horas la seguridad y regresó con su grupo para organizarse.