Capítulo 11
Harold.
He hecho viajes de carretera antes; acompañado, con amigos, con mis padres, con personas a quienes no conocía demasiado, solo. Hasta ahora pensé que el mejor viaje de mi vida había sido en Europa, viajando en tren con algunos amigos de colegio, sintiéndome todo bohemio y liberal... pero creo que nunca me sentí tan a gusto y en casa como ahora. Ni siquiera me hacen falta las grandes antigüedades de Europa y sus paisajes increíbles si puedo tener a Junghee hablándome de sus canciones favoritas mientras conduzco a través del Estado de Nuevo México hacia Nueva Jersey. Panqueque camina entre nosotros y el asiento trasero, buscando un lugar cómodo donde echarse a dormir la siesta. Ya llevamos varias horas en carretera y pronto va a anochecer así que tenemos que encontrar un lugar donde quedarnos pero juro por todo lo que es bueno que pasar horas sentado en el mismo sitio y con mis ojos en la carretera nunca se me habían pasado tan rápido.
Él es el indicado, justo aquí y justo ahora, y si algún día prueba que estoy equivocado, pues será un placer haberme equivocado por él.
—Cantas muy bien —le digo una vez que ha terminado la canción que estaba sonando—. Debería aprender algunas de esas canciones en mi guitarra, así puedes cantarlas.
—No —él se sonroja—. Yo no canto.
—¿Seguro? —alzo las cejas, tratando de mirarlo al mismo tiempo en que mantengo mis ojos en la carretera—. Me parece a mí que tienes una linda voz.
—Papá decía que tengo una voz de niña, así que nunca me permitió cantar —él se encoge de hombros como si no fuera la gran cosa—. Por eso no canto en público, pero supuse que contigo estaba bien.
Resoplo; la familia de Junghee no deja de impresionarme cada vez más, pero no digo nada. No quiero hablar de ellos en este momento, él está algo sensible por la pelea con su hermano y no quiero arruinar su estado de ánimo por lo que rápidamente saco el tema de que deberíamos encontrar donde quedarnos esta noche.
—¿No revisaste los posibles lugares donde podríamos quedarnos? —Junghee me mira frunciendo el ceño mientras saca su celular para localizar el sitio de hospedaje más cercano.
—No sabía en qué ciudad íbamos a parar —me encojo de hombros con despreocupación, a lo que él rueda los ojos.
—Que irresponsable —él espeta—. Déjame hacer la preparación a mí la próxima vez.
—¿Conoces todos estos estados?
—No es estrictamente necesario, puedo conseguir asistencia.
—Es demasiado trabajo.
—Bien, genio ¿Qué pasa si no hay habitaciones vacantes porque no reservaste y tenemos que darle la vuelta a toda la ciudad para encontrar donde quedarnos? Perderíamos tiempo, tal vez dinero si tenemos que quedarnos en un lugar más lujoso, por eso planeamos estas cosas, Harold.
—Sería una aventura, un recuerdo más, hay que ver las situaciones con mente positiva —yo le sonrío—. Vamos, no me regañes.
—No hay nada de malo en planear —él se cruza de brazos—. Es más seguro.
—De acuerdo, te dejaré la planificación del viaje la próxima vez —estiro mi mano para apretar la mejilla de Junghee con mis dedos, él no se queja pero tampoco me presta demasiada atención por estar mirando su celular—. ¿Contento?
—Hay un motel en la siguiente entrada, es lo más cercano —dice—. Enviaré la dirección al GPS.
—Bien.
Él envía la dirección al GPS y yo sigo las instrucciones, saliendo de la autopista para entrar en el estacionamiento de este hotel. Está empezando a llover. Es perfecto. Lo que necesitábamos. Y no estoy siendo sarcástico, realmente me gusta la lluvia y para mí cualquier cosa inesperada es una aventura más. Aunque no puedo decir que Junghee piense lo mismo, él parece tremendamente preocupado de que esté lloviendo, por lo que yo tomo su mano después de que él refugia a Panqueque debajo de su chaqueta y ambos entramos a la recepción. No es nada elegante, es un hotel de paso para pasar la noche mientras se viaja así que no hay nada lujoso ni especial. Él se encarga de las reservaciones; a pesar de que parece muy callado es bueno con el papeleo y la planificación, el manejo del dinero y ese tipo de cosas. Anotó en su pequeña libreta cuánto dinero tenemos y un estimado de lo que gastaremos en cada parada, haciendo cuentas para que nos dure hasta llegar a Nueva Jersey, al parecer es un fan de ahorra. A mí me da igual, siempre tengo tanto dinero como necesito y generalmente no necesito mucho, a mis padres aun les gusta darme dinero extra a pesar de que ya tengo un empleo en el campus y hago algunos negocios en internet... pero supongo que Junghee siempre ha vivido en ambiente donde el dinero era importante y tuvo que aprender a hacerse cargo de él desde pequeño.
—Tenemos suerte, hay una habitación disponible, por un segundo casi nos quedamos afuera —él me entrega las llaves de nuestra habitación y luego, bajando sus ojos con timidez, dice—: Hay una sola cama.
—¿Es lo suficientemente pequeña para meterte mano? —pregunto, alzando las cejas.
Él me golpea el brazo, pero se engancha a él y pone su mejilla contra mi hombro mientras caminamos hacia afuera de la recepción donde se encuentran los cuartos. Después de llegar a la habitación, abrimos la puerta y entramos. Solo bajamos dos de nuestras mochilas y la pequeña camita de Panqueque, con un poco de agua y comida. Junghee se pone a arreglar las cosas para ella mientras yo me preparo para darme una ducha. Estuvimos en la carretera alrededor de doce horas y solo hicimos paradas para almorzar y cenar un poco antes de parar aquí. No voy a mentir, estoy tan cansado que solo quiero saltar a la cama de una vez y dormir hasta el siguiente día, pues debemos salir temprano y estoy seguro de que Junghee se encargará de que no perdamos tiempo... pero al mismo tiempo quiero perder un poco el tiempo entre sus piernas.
Sé que él dijo que también era un hombre, que su trasero no estaría a mi disposición y sé perfectamente lo asustado que está, pero no puedo evitar desearlo.
Después de que Junghee entre a la ducha mientras termino de hablar con mis padres, veo a Panqueque descansando en su camita como si estuviera agotadísima. Mi chico, por otro lado, sale de la ducha diez minutos después con un pijama bien abrigado. Está haciendo algo de frío por la lluvia que continúa afuera, golpeando la ventana sin cesar.
Él salta sobre la cama, acurrucándose contra mi espalda, abrazándome desde atrás. Sonrío, sintiéndome todo cálido y pegajoso por dentro. El calor de su cuerpo, su respiración en mi nuca, sus manos sobre mi abdomen, la manera en sus labios dejan besos suaves contra mi espalda. Todo es perfecto. Jamás conocí a alguien que me hiciera sentir drogado con tan solo tocarme.
Así nos quedamos dormidos sin darnos cuenta; despierto a la mañana siguiente con Panqueque intentando acurrucarse contra mi cuello solo para descubrir que Junghee ya está arriba, vestido y listo para salir. Él incluso trajo el desayuno para mí. Este lugar tiene una cafetería. Él, para parecer amargado como todos dicen, es muy servicial. Supongo que cuando dijo que quería hacer colaborar conmigo tanto como pudiera, él no estaba mintiendo.
Mientras él come su croissant con las piernas flexionadas sobre la cama, yo le tomo algunas fotos con la cámara que Funk me prestó precisamente para esto. Planeo tomar cuantas fotos sean necesarias para llenar un álbum con estos hermosos recuerdos. Él posa para mí. A pesar de ser un poco arisco, hoy parece estar de buen humor.
—Tenemos mucho camino que recorrer —le digo mientras salimos de la habitación y nos dirigimos hacia la recepción—. Tal vez para la próxima parada no estemos tan cansados y podamos hacer ciertas cosas —yo pongo mi boca contra su cuello y aspiro su aroma, él se estremece.
—Apuesto a que quieres tener suficiente energía para eso —él suelta una risa adorable.
—Tengo muchas cosas en mente, mejor cuídate —digo antes de morder su hombro para subir hacia su cuello y dejar un beso húmedo sin darme cuenta que cierto chico adolescente nos estaba mirando con los ojos bien abiertos porque estamos justo en la puerta de la recepción.
Menos mal ni el encargado de la recepción ni los padres del chico, ni su hermanito de muy corta edad para ver ese tipo de cosas se han dado cuenta de lo que ha sucedido. Sin embargo, Junghee parece muy tímido al respecto. Yo palmeo levemente su trasero antes de dirigirme hacia la recepción para entregar las llaves. El chico no deja de mirarnos, debe tener alrededor quince o dieciséis años pero al parecer esa no es edad suficiente para ver a dos chicos en plan romántico. Yo mantengo a Junghee lo suficientemente cerca para dejarles claro a todo el mundo presente en aquel reducido espacio que somos pareja.
—Espero que hayan disfrutado su estancia, vuelvan pronto —nos dice el encargado.
—Gracias, esta luna de miel está saliendo muy bien ¿No, cariño? —yo volteo a ver a Junghee, él se congela de repente y me mira como si estuviese loco, yo suelto una risa y acaricio su barbilla—. Tan lindo.
—Felicidades por su boda —dice el encargado.
—¡Muchísimas gracias! Ahora vayamos por el auto, Oklahoma nos espera —tomo la mano de Junghee para salir de allí tan pronto como podamos antes de que él decida atacarme.
Cuando lo hace por fin estamos dentro del auto. Me pega un manotazo luego de haber dejado a Panqueque segura en el asiento trasero, yo río a carcajadas mientras me encargo de sacar el auto hacia la autopista. Él está tan enojado que empieza a hablar en coreano. No sé qué dices pero es muy lindo verlo hablar en su idioma natal, se oye tan adorable.
Luego de un rato rodando, él recibe una llamada de su tía. Habla un rato con ella en coreano, así que no puedo entender nada en absoluto y luego cuelga. Él lanza un largo suspiro indicando que está un poco decaído.
—¿Sucede algo? —interrogo—. Pareces triste.
—No es nada —él susurra, hundiéndose en su asiente.
Yo tomo su mano, manteniendo mi vista al frente.
—Puedes decirme lo que sea, lindura —aprieto sus dedos con suavidad—. Sabes que voy a escuchar, no importa lo que pase podemos resolverlo... aunque no te quiero presionar, pero puedo escuchar y no decir nada si eso es lo que quieres.
Él aprieta mi mano de vuelta.
—Es sobre Jungho... —él dice finalmente—. Tuvimos una pelea antes de que viniera contigo y... él no me está hablando.
—¿Sobre qué pelearon?
—Sobre ti.
Frunzo el ceño ¿Por qué pelearían sobre mí?
—¿Qué sucede conmigo? —interrogo, confundido.
—Él no confía en ti, piensa que me vas a lastimar...
Ruedo los ojos.
—No me sorprende, nadie confiaría en mí, ni yo mismo lo haría —murmuro.
Él me mira con ojos mortificados y aprieto más su mano.
—Escucha... no tienes razón para confiar en mí —le digo—. Pero... nos sentimos de esta manera, ambos... ambos nos sentimos irremediablemente atraídos por el otro, sé que sonaré como un patán pero ¿Qué importa lo que diga tu hermano? Es tu responsabilidad como te sientes por mi y lo que vaya a pasar a partir de ahí... y él siempre será tu hermano, yo creo que solo está preocupado por ti pero ambos deben entender que ya no están en el vientre de su madre y desde ahí, ambos son dos personas completamente libres e independientes y de uno no depende la felicidad o la tristeza del otro.
Junghee me mira desde su asiente, sus labios entreabiertos, rosados y lindos, sus ojos concentrados en mi cara... son una tentación muy grande. Como si estuviese leyendo mi mente, él espeta—: Estaciona el auto —con voz grave y suave, su acento haciéndose un poco más audible que de costumbre.
Yo estaciono el auto a un lado de la carretera; él se desabrocha el cinturón de seguridad y salta sobre mi regazo tan pronto yo apago el motor. Él me besa, desesperado, bebe de mis labios como si estuviera muerto de sed.
—Tócame —suplica.
No pierdo el tiempo y complazco sus peticiones poniendo mis manos debajo de su camiseta y besando su cuello, dejando mordiscos sobre su piel.
Por un momento me pregunto si es verdad lo que Jungho dijo aquella vez; que Junghee me está usando como un escape de la situación con sus padres y ahora con él mismo... lo más jodido es que no me importa. Si estoy destinado a ser un escape en la vida de este chico, estoy dispuesto a tomar el riesgo.
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