—Adrien, si quieres ganar debes cambiar tu jugada que tu objetivo.— le comentó Kagami intentando hacer que fuera a los entrenos. Bueno, ahora estaban en uno... algo es algo.

¿Sentía cosas por él? Sí, y mucho. Pero ella sabía que alguien más había ganado el corazón del de ojos verdes, y lo respetaba.

Eso no significaba que no podía ser su amiga y compañera en esgrima.

—Tus metáforas de esgrima me llegan a confundir.— le dijo un poco risueño.

Ella sabía que no había reído por ella, la castaña dueña del corazón del héroe parisino se encontraba en el patio viendo el entreno de esgrima. El curso de ella siempre tenía una hora libre justo cuando el esquipo entrenaba, en situaciones del pasado, ambos jóvenes estuvieran abrazados y sonrientes.
Pero hoy era todo lo contrario.

Uno no sonreía porque no tenía a su amor junto a él.

Y la otra porque se sentía terrible el no poder recordar absolutamente nada de su pasado. Y más por el simple hehco de saber que tenía un novio, el cual ahora le envía “cartas” intentando que recordara. Lo apreciaba enserio, pero le provocaba dolor de cabeza el no poder hacer nada.

Ella no le había dicho nada a su “amiga” Emma respecto a esa carta, quería averiguarlo por sí sola. Primero debía saber quién era Adrien Agreste.

—¡Agreste!, ¡Tsurugi!.— les llamó la atención el profesor.—, su turno.

Ambos se colocaron la protección correspondiente y comenzaron a pelear entre sí. Por primera vez Adrien le llevaba ventaja a Kagami, quizás por el hecho de querer desestresarse un poco.

—Me ganaste.— murmuró sorprendida la azabache pecosa.—, ya era hora.— se burló levantándose con ayuda de el rubio.

Él sonrió, vaya por primera vez se sentía bien. Pero no todo era para siempre, su mundo se vino abajo al ver como la de ojos avellanas entablaba conversación con el hermano mayor de Juleka.

Luka Couffaine.

—Vuelvo y repito.— habló Kagami viendo la escena.—, si quieres ganar, mejora el ataque y no cambies de objetivo.— sonrió.

El rubio suspiró, era hora de enfrentarse a su mayor temor. Volver a verla porque sabía que no se resistiría.

¿Recuerdas cuando te prometí que jamás te dejaría sola?.

—Y lo pienso cumplir...