Capítulo V
Minho dejó la camisa en la silla, sorprendiéndose de lo placentero que le resultaba el desnudarse frente al menor, creía que lo despreciaba, que él lo había utilizado y que merecía su odio, pero... ya no estaba muy seguro, Han Jisung se veía tan frágil junto a esa puerta, pobrecito, temblaba de miedo y pese a eso, continuó con lo que hacía.
— La mayoría de los hombres después siguen con los pantalones — dijo él — Pero yo prefiero sacarme antes los zapatos y los calcetines, así es más cómodo — diciendo esto, ágilmente levantó una pierna, luego la otra con excelente equilibrio y se sacó calcetines y zapatos.
Jisung permanecía en la puerta, con los ojos muy abiertos y una expresión de desamparo en su rostro, Minho sintió que, a su pesar, se conmovía.
— Ahora, debería seguir con lo que tú sabes — le dijo a Jisung — Así que contaré hasta tres para que te unas con los chinos al otro lado de la muralla o yo tendré que seguir con mi desnudo, comprenderás que necesito dormir. Uno... dos...
Jisung pestañeó y pareció salir de una abstracción, rápidamente se deslizó desde la puerta hacia el otro lado de las sábanas que hacían el papel de "muralla china".
Sintiéndose muy extraño, Jisung se sentó en la cama y consideró el hecho de dormir vestido.
— "¿Quién le teme al lobo feroz, lobo feroz, lobo feroz? Jisung le teme al lobo feroz, lalala lala la la" — canturreó quedamente Minho.
Jisung se sintió algo ofendido por la canción y decidió no temerle a Minho, total, si él intentaba algo, él...
Lo malo es que seguramente él no intentará nada, bien claro que se lo dejó, le decía su mente.
¡Pues da igual si lo intentara, no dejaría que se saliera con la suya! Se respondió Jisung. Mentiroso.
— Ahora estoy hablando solo, — se dijo Jisung.
— Podrías hablar con Minho, oh, lo olvidaba, él no quiere oírte, tal vez debiste decirle toda la verdad antes — dijo la voz.
— Minho, debí decirte la verdad antes, lamento si piensas que me quise burlar de ti, pero es que nunca surgía la oportunidad de contártelo todo. — le dijo lentamente, él no contestó.
— "Tal vez se durmió" — pensó Jisung y comenzó a desnudarse para poder ponerse su pijama, distraído, dejó su ropa colgando de la cuerda que sostenía la frazada colgada por Minho.
— Quisiera que sacaras eso de la muralla china — pidió Minho.
— ¡Oh, lo siento! Creí que dormías — respondió el menor.
Sacó su ropa y la guardó, se puso su pijama y se acostó.
Minho rio sin ganas.
— No dejaré que mi atracción física por ti influya en mi enojo, no, señor, no dejaré que me manejes como lo has hecho hasta ahora.
— ¿De qué estás hablando?
— Nada, nada, a dormir.
El silencio reinó por unos instantes.
— No sé quiénes son mis verdaderos padres — empezó a decir Jisung —. Me dejaron en las afueras de un orfanato, justo aquí en Busan, tan solo unos días después de que nací, estaba junto a mi amigo, Seungmin.
Minho no dijo nada y Jisung continuó.
— Viví en ese hogar hasta que me adoptaron y me llevaron a Seúl, mis padres... los Han siempre han sido muy amables conmigo, en ellos encontré la familia que necesitaba, a los doce años conocí a Changbin, ya sabes por mi entorno... y desde que lo vi me enamoré de su belleza, su amabilidad, su dulzura.
Minho escuchaba con atención, y al oír esto último, no pudo reprimir un bufido de furia, pensaba que el lo estaba comparando con Changbin.
— Él nunca me amó — dijo Jisung — Todo por Seungmin, a él lo adoptó otra familia, los Kim eran muy cercanos unidos a la familia de él, y... Changbin, pues, se enamoró de él, aunque Seungmin nunca le correspondió, yo fui su premio de consolación, un chico adecuado, de buena familia y lo bastante bonito para ser su esposo.
— Entonces huiste de él para que se pusiera celoso.
— ¡No! — la voz de Jisung sonó escandalizada al decir eso — Claro que no, hui porque quise encontrarme a mí mismo, hacer algo que fuera distinto a complacer a todos los demás. Primero no sabía qué hacer, sólo que quería ser libre, ganar mi propio dinero... luego pensé en terminar mi educación y cuando te conocí, no quise decirte la verdad, porque nunca creí que llegaríamos a ser... a ser...
— ¿Por qué no?
— Tú conocías a tantas... no creí que te fijaras en mí y la verdad, Minho, me dabas miedo al principio, todo el mundo me da miedo al principio.
Minho se conmovió con esto.
— ¿Todavía te doy miedo?
— Ahora sí, te pusiste tan irracional cuando supiste la verdad.
— Pero ya no estoy molesto — él corrió un poco las frazadas, y le sonrió haciendo que el menor le correspondiera.
— ¿Y por qué te molestaste tanto?
— Me puse celoso — respondió él — Yo he visto a ese tipo, Seo Changbin, el heredero, y es tan terriblemente guapo que hasta a mí me gusta — le guiñó un ojo al decir esto, Jisung no pudo suprimir la carcajada que soltó.
— Pues ya ves que no tienes razón en ponerte así — dijo el menor.
— Es que me comparé físicamente a él, y aunque la altura no importe, yo no tengo por donde ganarle — explicó Minho —. Me pareció imposible que tú me quisieras más que a él, es perfecto a comparación mía.
— Y tanta autoconfianza que decías tener — le respondió Jisung, coqueto.
— ¿Qué hacemos ahora?
— ¿Ahora? — repitió él, nervioso. ¿Pero de qué hablaba él? Estaban en la cama.
— Ahora creo que deberías decirles a tus padres que estás bien, y bueno, que nosotros...
— ¿Nosotros qué?
— Tú sabes.
— Nosotros nada, tú jamás te declaraste y yo estoy pensando seriamente en mandarte a freír monos por maleducado, te estabas desnudando frente a mí.
— ¿No te gustó?
— No voy a responder eso, buenas noches.
Jisung se dio vuelta hacia la pared y se tapó la cabeza, Minho rio quedamente y también intentó dormir.
Al día siguiente se levantaron muertos de sueño, Minho usó el baño primero para darle privacidad a Jisung, y después de vestirse bajó a desayunar.
Jisung se demoró poco en estar listo, ese día volverían a pasar la tarde con Jeongin y su abuela, Jisung bajó y desayunó con Minho que lo esperaba.
— ¡Qué delicia! Café con galletas, me encanta.
— Galleta, NO galletas, una galleta para cada uno, estaremos acá en Busan por dos semanas, hay que cuidar el dinero.
— Bueno, una galleta, pero igual es rico —. Jisung tomó la galleta y la sumergió por unos instantes en el café.
— ¿Qué haces? — preguntó él.
— Sumerjo mi galleta en el café, me gusta así.
— Pues la vas a arruinar, quedará demasiado blanda y no podrás comerla.
— ¿Sí, señor profesor? ¿Es un experto en el arte de sumergir galletas? — preguntó él, burlón.
— Ríete, pero sí, soy un experto, podría escribir un libro al respecto, mira, es así. Sumerges un segundo la galleta en el agua, y la comes, que quede crujiente.
Minho acompañó las palabras con el ejemplo, Jisung rio.
— Bien, profesor, le haré caso — le dio un sorbo a su café, y arrugó la nariz — ¿No hay azúcar para el café? ¿O gastaremos mucho dinero por un par de granitos?
Minho, con un suspiro, se levantó para buscar algo de azúcar para el café de Jisung.
— ¿Así que eres el noviecito de Minho? Creí que él era de los que no se casaban — le preguntó una mesera a Jisung, esta miró para abajo, sin saber qué hacer.
— Amiga, te felicito por pescarlo, si hubiera sabido que le gustaban las tímidas, yo habría tenido más suerte, dale saludos de parte de Yeri — la mesera le guiñó el ojo y se fue riendo.
Jisung no sabía si enojarse o no con Minho, decidió que mejor no, no quería pasar otro día distanciados, así que cuando él llegó, prefirió ser franco.
— ¿Conoces a esa mesera? Me habló de ti.
Minho miró a la mesera en cuestión y frunció el ceño, intentando recordar.
— Parece... pero no estoy seguro. ¿Qué te dijo de mí?
— Que eras un poco difícil de pescar...
Minho simplemente se rio.
— Ahora te toca a ti estar celoso — le dijo — Pues me parece justo, vamos a dar una vuelta por la ciudad antes de encontrarnos con Jeongin y su abuela.
Pasearon por las plazas de la ciudad, fueron a un zoológico, y luego se dirigieron de vuelta al hotel. Jeongin estaba en el recibidor, sentado junto a su abuela, leyendo un diario y Jeongin tenía los ojos llenos de lágrimas.
— ¡Jisung! — gritó Jeongin al verlo — Malas noticias, ya nunca podremos volver a creer en los hombres — al decir esto, miró con odio a Minho, tanto que él pensó en salir corriendo de ahí.
— Más vale que lo cuides y no lo hagas sufrir! — gritó la abuela, levantando un puño en dirección a Minho.
— ¿Qué pasa, Jeongin? — preguntó Jisung, preocupado.
— Seungmin me llamó anoche, muy tarde, por eso no te dije nada, hoy en la mañana compramos el diario con mi abuela y... ¡No lo podíamos creer!
— ¿Qué cosa?
— ¡Mira! — Jeongin le mostró a Jisung la foto del diario, en la sección de espectáculos. Jisung, sintiendo la boca seca, tomó el diario y miró la foto, no podía ser...
— Seungmin me dijo que Changbin descubrió a BangChan engañándolo con ese rubio ordinario — dijo Jeongin, hipando —. Se nota que ni siquiera es pelinegro ese flacuchento, usa una peluca de pésimo gusto y qué sinvergüenza, besándolo en plena calle, la foto lo demuestra todo.
— ¡Oh, no! — exclamó Jisung, había reconocido la peluca, y el chico de la foto le parecía muy familiar.
Minho se acercó a mirar la foto.
— Seungmin le preguntó y él negó todo, él no ha querido volver a verlo y ya están contactando a un abogado para el divorcio, aunque Hyunjin no está de acuerdo e insiste en que deben esperar, Félix ha intentado hablar con Seungmin, pero Changbin quiere un divorcio inmediato y yo estoy de acuerdo, ¿Para qué esperar? — siguió diciendo Jeongin.
— ¡Oye! — exclamó alegremente Minho — Pero si eres tú, Jisung.
— ¿Soy yo? Ya me parecía... — repuso lentamente Jisung.
Jeongin y su abuela se la quedaron mirando.
— Jisung — dijo Jeongin después de un tiempo — Nunca creí que serías capaz de...
— ¡Oh, vamos, no otro malentendido! — exclamó Jisung, molesto —. Más vale que escuchen antes de decidir lo mala amigo que soy. Sí, yo soy la que besa a BangChan, pero fue en la mejilla, estaba corriendo, tropecé con él, hablamos de mi escape y le pedí que no dijera nada y si lo besé en la mejilla, fue para darle celos a este rufián — le dio un pisotón a Minho — Que recibe besos cada dos minutos de sus "amiguitas".
Jeongin y la abuela miraron a Jisung nuevamente.
— Yo lo vi todo — asintió Minho, disimulando una mueca de dolor — Pero sólo me besó una chica, no exageres.
Jeongin y la abuela se relajaron ostensiblemente.
— Pues hay que decirle a Seungmin antes de que cometa un error — dijo Jeongin — ¡Vamos al teléfono!
Pero la llamada fue inútil, aunque el teléfono sonaba, alguien cortaba.
— Como si no quisieran recibir llamadas — pensó Jisung.
— Pues tenemos que volver a Seúl — decidió Jisung —. Hablaré en persona con Seungmin si no se puede por teléfono.
Jisung y Jeongin estaban dentro de la cabina, Jeongin miraba hacia afuera.
— Mira, es Hoseok, es un pesado, pero puede llevarte a Seúl — dijo Jeongin.
Jisung se asomó, y salió de la cabina, el imbécil de Jung Hoseok podría ayudarlo.
Hoseok, a su vez, la vio.
— No te preocupes, Jisung — le gritó — Traje unos amigos para que me ayuden a salvarte de los secuestradores.
Minho, que estaba conversando con la abuela de Jeongin, levantó la cara al oír a Hoseok.
— ¡SECUESTRADOR! — gritó Hoseok. Minho se puso de pie y, dándole la mano a Jisung, salieron corriendo del hotel.
— ¿Y ahora qué haremos? — preguntó Jisung.
— ¡Correr! — respondió Minho, nervioso.
No quería hacerlo pasar por eso, pero tampoco deseaba averiguar de qué calaña eran los amiguitos de Hoseok.
No les costó perder a sus perseguidores, Jisung, que estaba desesperado por volver a Seúl e insistió en que fueran de inmediato a la estación de bus o de tren.
— Lamento decirte, querido Jisung, que no tenemos el dinero para los pasajes — le dijo Minho.
— ¿Saliste sin dinero?
— Tengo por costumbre no sacar mucho dinero cuando voy a un casino — respondió él — Aunque si hubiera sabido que tu amigo iría en tu rescate habría sacado más dinero de la habitación.
— Pero debo llegar a Seúl, no quiero que Seungmin se divorcie por mi culpa.
Minho pensó un momento; luego chasqueó los dedos.
— ¡Ya lo tengo! Conozco a una amiga en los trenes que...
— Nada de tus amigas — interrumpió Jisung, muy serio.
— Pero es que...
— Nada.
— ¿Entonces qué propones, Jisung?
— Pedir un aventón — Jisung se mostraba encantada con su idea.
Minho rio con ganas.
— ¿Y qué sabes tú de pedir aventones, mi hermoso príncipe?
Jisung hizo un mohín ofendido.
— Pues sé que es una alternativa perfectamente viable, deberíamos intentarlo.
— Bueno, sí — repuso él —. Pero no "deberíamos", mi precioso príncipe, yo pediré un aventón y tú mirarás, soy un experto, debería escribir un libro sobre el tema.
Jisung y Minho caminaron hacia la carretera.
— Bien, llegamos a la carretera — dijo Jisung — ¿Cuándo me iluminarás con tu talento para detener autos?
— Mira como sacas tus garras de muchacho irónico — repuso Minho — No te conocía esa faceta, me gusta.
— No te vayas por las ramas. ¿Cómo detendrás un auto?
— Todo está en el dedo — respondió Minho mostrándole el pulgar —. Si uno usa de manera adecuada este dedo, todo puede pasar. La idea es mostrar el pulgar con alegría y decisión, así demuestras que tienes todo bajo control y, en el fondo, ellos son afortunados en llevarte, mira, ahí viene un auto, mantén la vista en el pulgar.
Minho se acercó al auto e intentó detenerlo con el pulgar.
Nada pasó.
— Aún tengo mi vista en el pulgar — dijo Jisung.
— Seguramente no me vio — repuso Minho — Ahí vienen más.
Pasaron cerca de nueve autos al hilo, pero ninguno se detuvo, Minho se veía desesperado y volvió donde Jisung.
— Parece que no escribiré el libro sobre ese tema, después de todo — dijo él.
Jisung había estado meditando, debía volver donde Seungmin de una vez por todas.
Seungmin había hecho tanto por él, y él en cambio, dejándose vencer por su timidez, jamás había hecho algo realmente importante por su amigo.
Haría todo lo posible por volver a Seúl.
Aunque tuviese que pedir un aventón.
Y se le había ocurrido la manera perfecta de obtenerlo, aunque sería tremendamente vergonzoso.
— ¿Puedo intentarlo yo? — le preguntó a Minho con la cara muy roja.
— Claro, Sung — le dijo él —, Pero no te desanimes si no lo logras.
Jisung se acercó a la carretera, vio que venía un auto y aunque no quería hacerlo, aunque toda una vida de timidez la impelía a salir corriendo, sacó fuerzas de flaqueza y...
Desabotono su camisa, dejando ver parte de su pecho.
Por supuesto que el conductor del auto se detuvo al momento.
— ¿Por qué estás molesto? — le preguntó Jisung a Minho, después de media hora de silencio de éste, en el auto.
Minho no contestó.
— No deberías estar molesto — siguió Jisung —, Después de todo era un experimento, tú, que eres profesor, deberías aceptar los experimentos y aplaudirlos.
— ¿Un experimento? — preguntó él — ¿Y qué demostraste, si se puede saber?
— Que el pecho es más poderoso que el pulgar — respondió el menor, sonriendo y Minho hizo un gesto de desagrado.
— Podrías haber detenido cien autos si te hubieras desnudado — repuso él.
— Oh, lo recordaré cuando necesitemos cien autos — contraatacó Jisung, y después se tapó la boca.
Él sonrió y lo abrazó.
— Me encanta cuando sacas tu personalidad perversa — murmuró en su oído, haciéndolo enrojecer.
¡Ya tenemos portada, esta preciosa!
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