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CAPÍTULO 19









Y allí estábamos todos. Lilith estaba sentada frente al escritorio de Jem; Maryse –que había descubierto se llamaba la madre de Alec e Isabelle –estaba en uno de los sillones; Jem estaba en el otro; Isabelle, Alec y yo nos encontrábamos en el sofá amontonados, mirando como a las reinas le servían té. Jem había pedido una taza de café. Alec, Isabelle y yo habíamos preferido no tomar nada en este momento.

-Perfecto –musitó Lilith una vez la empleada salió de la oficina.

Todo el pasillo estaba lleno de guardias, si lo que quería Jem era no llamar la atención, por supuesto no lo había logrado.

-James nos ha relatado lo que ha sucedido... –habló mi abuela y me sorprendió aquella voz tan dura y fría que tenía.

-Estamos al tanto de sus imprudencias e irresponsabilidades –esta vez la que habló fue Maryse mientras fulminaba con la mirada a sus dos hijos, pero después centró su mirada en mí, y estaba claro que estaba llena de odio–. ¡Has arrastrado a mis hijos a una misión suicida, pudieron haber muerto y el destino de mi reino pudo haber estado incierto por tu culpa, niñito irresponsable!

-Un momento –habló Lilith–. Te recuerdo Maryse, que Magnus también se puso en peligro y el futuro de mi reino también hubiera quedado incierto.

-Por supuesto –la voz de Maryse tenía un tono de perfecta frivolidad–. ¡Entonces por tu nieto irresponsable los dos reinos pudieron verse afectados! ¿¡En qué estabas pensando!? –Preguntó Maryse elevando la voz.

Noté que Alec apretó su mandíbula. Estaba claro que se estaba esforzando para no gritarle a su madre... y le costaba mucho. Me sorprendió cuando la siguiente en hablar fue Isabelle.

-Magnus no nos obligó a nada, fuimos con él porque teníamos que hacerlo.

- ¿Ah sí? ¿Tenían? –Preguntó Maryse con amargura.

-Sé que no entiendes muy bien el concepto de amistad, madre, nunca has tenido una verdadera, pero eso es lo que hacen unos amigos por otros. Salvarse el pellejo, Magnus no podía ir solo, era arriesgado, ¿y si se lo hubieran llevado? ¿Y si le hubiera sucedido algo malo? –Preguntó Alec con ira contenida–. Magnus no solo es mi amigo, es mi novio, y haré todo para que esté a salvo.

-Y es mi mejor amigo –aseguró Isabelle con firmeza–. ¿Qué pensarías si Magnus hubiera resultado herido? ¿O peor?

-Hubiera sido triste –respondió la mujer, aunque sus palabras no parecían ser de todo sinceras–. Pero mis hijos no se hubieran arriesgado de la forma en que lo hicieron.

- ¡Un momento! ¡Ya basta Maryse! Te recuerdo que estás hablando de mi nieto, así que te pido más respeto –esta vez Lilith parecía genuinamente furiosa–. Lo que pasó ya no importa, sí, los chicos fueron irresponsables, pero eso no volverá a suceder.

- ¿¡Y quién te lo asegura!? ¿Y quién me lo asegura a mí?

- ¡Pues yo! –Respondió mi abuela con seriedad–. Y mi palabra debería bastarte. Ahora, sí ya terminaste de enfrentar a los chicos, me gustaría hablar de su seguridad con ellos –Maryse parecía no querer dejar el tema, pero por la mirada dura que le dedicó mi abuela, supuse que no tenía opción. La mujer chasqueó la lengua y asintió–. Si no hay más –mi abuela le dirigió una mirada de resentimiento antes de verme a mí. Sus manos estaban juntas y su mirada era claramente calculadora, cuando por fin habló, lo hizo con más dulzura–. Es verdad que han cometido una imprudencia, pero no los atacaré, Maryse ya se encargó de decir todo –lo dijo, noté, con un poco de sarcasmo y amargura–. Magnus, puedo entender porque has hecho lo que has hecho, y puedo entender porque Alexander, tu novio e Isabelle, tu amiga, quisieron ir contigo. Me siento muy agradecida con los Lightwood por brindarle una sincera amistad a mi nieto, pero no pueden volver a exponerse así. Hay un infiltrado en la academia, ustedes ya lo saben, he estado buscando por cielo y tierra...

-Hemos –interrumpió Maryse y mi abuela alzó una mano sin siquiera mirarla, estaba claro que no se veía interesada en nada de lo que dijera aquella mujer.

-Pero por ahora el panorama sigue siendo el mismo. Sin resultados. No sabemos quién está infiltrado y estoy preocupada. Magnus, han intentado atacarte dentro de la academia, según me contó James, incluso introdujeron un helicóptero. Quien sea que está detrás de esto, tiene un alto poder económico, eso nos complica las cosas, podría tener un ejército completamente armado y no lo sabríamos. No pueden quedarse solos y desprotegidos.

- ¿A qué te refieres? –Pregunté confundido.

-Maryse y yo hemos hablado y hemos decidido que cada una dejará la mitad de sus guardias en la academia.

- ¿Qué? –Esta vez Isabelle habló, bueno, gritó y su madre la fulminó con la mirada.

- ¡Isabelle te ruego te comportes!

-Ahora no madre, y no me parece prudente quedarse tan desprotegidas sólo por cuidarnos.

-Nosotras estamos a salvo –aseguró Lilith–. Tenemos la guardia real, los demás se quedarán aquí. Son ejércitos de cada uno de nuestros reinos, podemos dejarlos. Nosotras estamos a salvo en el palacio, pero ustedes están demasiado vulnerables. No arriesgaré a mi nieto nuevamente.

-Y yo me niego a dejar a mis hijos sin protección cuando se empeñan en meterse en problemas.

-Sólo ha sido una vez, madre –habló Alec con dureza.

-Sí, una, la primera y espero la última. No pueden volver a ser tan irresponsables, estoy hablando en serio Alexander, quizás tú hayas desistido de tu puesto, pero tu hermana es la siguiente en la lista, ¿quieres arriesgar su vida para preservar la de tu novio? No puedes ser tan irresponsable.

- ¡Alec no me obligó! –Se quejó Isabelle–. Y Magnus tampoco. Yo tomé mi decisión por mi cuenta y lo hice porque es mi amigo.

-Y dime Isabelle, aparte de problemas, ¿qué otra cosa te trae esa amistad?

- ¡Ya basta Maryse! ¡No estamos aquí para reproches! Si querías venir a reprender a tus hijos, hubieras asistido otro día, pero en este momento estoy preocupada por la seguridad de los chicos, no más –gruñó mi abuela–. Y tampoco estamos pidiendo su opinión chicos, las cosas se harán así. Ahora Magnus –mi abuela tomó un sorbo de su té antes de poner sus manos sobre el escritorio–. James me ha comentado de tu relación estrecha e... íntima con Alexander –pronunció aquellas palabras con lentitud y de reojo miré que Maryse ponía cara de desagrado, pero no pronunció palabra–. Y qué por tal relación, Alexander ha decidido quedarse en tu habitación en esta madrugada –Maryse miró con resentimiento a su hijo, pero nuevamente se quedó callada–. Esto no puede volver a suceder. Es verdad que están en riesgo, pero no permitiremos que rompan las normas básicas de la academia. Entiendo qué quieran estar juntos –añadió rápidamente cuando Alec abrió la boca para hablar–. Por lo cual he reorganizado las habitaciones. Alexander, hemos trasladado al chico que se encontraba en la habitación continúa a la de Magnus. Ahora estará en la tuya. Y tú tomarás su lugar.

-Un momento, nadie me ha comentado sobre esto –protestó Maryse–. Mis hijos tienes las mejores habitaciones...

-Bueno, tienes razón, Alexander –mi abuela le habló con suavidad a Alec–. si no deseas este traslado...

-No –interrumpió Alec–. Es decir, sí, yo quiero estar cerca de Magnus, me parece perfecto.

-Entonces se hará –mi abuela se giró hacia Maryse arqueando una de sus cejas. Aquel ángulo lo conocía perfectamente, lo había practicado por años, era el ángulo perfecto de desprecio y un tanto retador. Maryse no dijo nada, pero cruzándose de brazos, puso un gesto de fastidio. Lilith asintió antes de verme nuevamente–. Tú tendrás guardias frente a tu puerta cuidándote...

- ¿No crees que es demasiado? –La interrumpí. Mi abuela me miró con reproche. Estaba claro que para hablar con ella tenía que pedir permiso antes, no le gustó nada que la interrumpiera, pero no comentó nada sobre ello.

-Nada es demasiado cuando han intentado asesinarte dos veces...

- ¿Tú también crees que aquella noche que Ragnor... bueno, esa noche, son las mismas personas?

-Es muy probable Magnus, verás, en este mundo no ocurren muchas casualidades. Han secuestrado a tu mejor amigo...

-Jem me prometió que ustedes me ayudarían a recupéralo –recordé–. Quiero a Ragnor.

Mi abuela me miró sorprendida antes de girarse hacia Jem.

- ¿¡Cómo has podido decirle eso!? ¡Jamás te di autorización para prometer algo así!

-Estaba enloquecido –explicó mi director con voz neutra–. Si no le hubiera dicho eso, probablemente hubiera escapado en busca de él.

- ¿Y tú lo habrías dejado? –Preguntó mi abuela con desprecio.

-No me lo hubiera impedido, está claro –solté con furia contenida–. Y si es mentira, bien, está bien, pero que quede claro que no me quedaré aquí. Buscaré a Ragnor.

- ¡No puedes cometer tal estupidez! –Sentenció mi abuela y yo alcé mi mentón orgulloso.

-No me estés retando.

Mi abuela le dio un fuerte golpe al escritorio mientras se ponía en pie.

- ¡Magnus Bane no te equivoques conmigo!

- ¡No! –Gruñí furioso–. ¡Tú no te equivoques conmigo!

- ¡No seas tan altanero como...!

- ¿Cómo quién? ¿Cómo mi madre qué te retó? ¿Qué huyó de ti porque no soportaba tus formas? Pues, ¿adivina qué abuela? No me interesa, para mí tú eres una desconocida, una desconocida que le dio la espalda a mi madre y que despreció a mi padre –espeté.

Mi abuela abrió los ojos enormemente y se giró hacia Jem.

- ¿Tú le contaste?

-Fui sincero con él, ¿esperabas una mentira o que le ocultará la verdad?

-Tú no tenías derecho...

- ¡No importa! –Reí con histeria–. Bien, si no piensan rescatar a Ragnor, entonces yo iré.

-Por eso podrían matarte –señaló mi abuela.

- ¿Crees qué no lo sé? Por supuesto que sí, pero morir por él valdría la pena –declaré poniéndome en pie.

Alec me tomó la mano y yo me giré para verlo.

-Magnus no... –empezó y yo me zafé de su agarre con brusquedad.

-En este momento no Alexander, no quiero ver a nadie, a ninguno de ustedes. Tú –me giré hacia Jem–. Me mentiste, dijiste que rescataríamos a Ragnor. ¿Querías darme contentillo para mantenerme tranquilo mientras ellas venía para acá? Y tú –me giré hacia mi abuela–. Tú no eres nadie para mí. No eres más que una desconocida que quiere controlar mi vida porque no pudo controlar la vida de mi madre. ¿Pues adivina qué? Yo no quiero ser parte de todo esto. Y tú –me giré hacia Maryse, que me miró sorprendida, al parecer no esperaba que me dirigiera directamente a ella–. Tú no me agradas. No me agrada la forma en la que tratas a Alec, no me agrada la forma en la que miras a Isabelle y no me agrada nada de ti.

- ¿Y eso qué tiene que ver? –Preguntó Maryse con voz envenenada. Yo me encogí de hombros.

-Nada, pero te hacía falta unas cuantas verdades, así que aquí van: no eres nada más que una estirada y ya...

- ¡Espérate Magnus Bane! ¡Por favor respeta a la reina! –Reprendió Jem. Yo le dediqué una mirada envenenada y Jem tragó grueso–. Te estás comportando como...

- ¿Cómo qué? ¿Cómo aquel chico pandillero que estaba rebelándose contra todos por qué su amigo había desaparecido? Pues te comento Jem, Ragnor lo volvió a desaparecer. Yo volví a perder a mi amigo. Aquella vez la policía jamás hizo nada para encontrarlo, lo dieron por muerto. ¿Y ustedes? Ustedes están haciendo lo mismo. Esperan que lo de por muerto. Si tengo que volver a ser ese chico, bien, lo seré –declaré antes de salir de la oficina cerrando la puerta con un azote.

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