CAPÍTULO 18
Capítulo dedicado al niño más fotogénico del mundo y mi alma gemela. Felicitaciones por tu logro, bombón. Te adoro belleza, espero que te guste ñ.ñ
-Creí que Jem había dicho que debíamos utilizar nuestros mejore atuendos –señaló Alec frunciendo el ceño, yo me giré para verlo mientras dejaba mis manos reposar sobre mi cintura.
Claro, presumido, pensé. Alec se veía precioso... bueno, más que de costumbre. Su cabello estaba perfectamente peinado y un delicioso perfume olor a sándalo lo rodeaba. Llevaba un hermoso traje negro que resaltaba el bello color de sus ojos. Su camisa era blanca y los gemelos del saco eran preciosos. No dudé que era puro oro. Con aquel traje y su corbata se veía tan sexy, que quise desnudarlo allí mismo, aunque probablemente en medio del pasillo, aquello no era algo prudente. Ya vería lo que haría cuando estuviéramos solos.
- ¿Tienes alguna queja Alexander? –Pregunté mirándolo con los ojos entrecerrados. Alec se mordió el labio antes de dejar escapar una enorme sonrisa y negar.
-No, por supuesto que no, te ves hermoso –el chico me abrazó con suavidad–. Estoy seguro que te vistes para impresionar.
No sabía si ese comentario era negativo o positivo, pero sí era verdad. Me había vestido para impresionar. En parte porque quería que mi abuela me conociera como era yo. No el pandillero que había sido capturado, tampoco la imagen del niño bueno en escuela de millonarios, que Jem esperaba que diera. Quería que me conociera a mí. Magnus Bane, el rey de la moda.
En aquel momento llevaba una camisa a cuadros gris y negros y sobre esta, un chaleco negro con una fina capa de purpurina y grandes botones color plata. Mi corbata roja resaltaba en el oscuro atuendo. Mi pantalón negro ajustado se veía fabuloso con aquellos zapatos elegantes que había en mi armario. Mis ojos estaban delineados a la perfección, resaltando el maravilloso color de ellos. Los aros en mis orejas brillaban al igual que mis anillos. Mi cabello estaba de punta con mechones dorados bañados en purpurina.
-Te ves hermoso... pero creo que te falta algo –señaló Alec acariciándome la mejilla con suavidad.
-Ah sí, ¿y qué es?
-Esto –Alec me tendió algo y yo sonreí abiertamente mirándolo.
- ¡Mi pendiente! –Solté emocionado–. Creí que jamás lo recuperaría.
-Lamento haber tardado tanto, pero se demoraron en entregármelo.
- ¿Entregártelo? –Pregunté confundido y Alec lo giró. "Amor verus numquam moritur" decía allí, y miré a mi hermoso chico emocionado–. Lo mandaste a tallar –musité conmovido mientras pasaba uno de mis dedos por la diminuta inscripción–. ¿Qué significa?
-El amor verdadero nunca muere –respondió Alec con delicadeza mientras me ponía el pendiente. Me miró sonriendo y asintió–. Perfecto.
-Alexander...
-Quería dártelo en tu cumpleaños, ¿no es mañana? –Señaló el chico–. Pero va perfectamente con tu look.
- ¿Cómo sabes qué es...?
-Isabelle me lo comentó –Alec me miró con resentimiento–. No creas que no me duele que se lo hayas dicho a ella y no a mí –refunfuñó–. Pero está bien, lo dejaré pasar. Solo porque tengo una sorpresa para ti.
- ¿Una sorpresa? ¿Qué es? –Inquirí curioso.
-Si te lo digo, no será una sorpresa –señaló burlón antes de tomarme de los bordes del chaleco para atraerme hacia él–. Pero puedo asegurarte que te fascinará –musitó haciendo círculos en mi espalda.
- ¿Implicará quitarte el traje? –Pregunté a media voz.
- ¿No te gusta? –Inquirió Alec arqueando una ceja.
-Me encanta, no me malinterpretes, pero siento una enorme curiosidad por ver debajo de él.
Las mejillas de Alec se tiñeron de un tierno rosa antes de recorrer mi rostro con sus labios para luego tirar del lóbulo de mi oreja suavemente con sus dientes. Yo solté un suave quejido complacido mientras existentes corrientazos recorrían mi cuerpo, dirigiéndose a la parte adecuada.
-Puede...
-Por el ángel, ¿podrían no hacer eso en público? –Preguntó Isabelle acercándose a nosotros–. No quiero imágenes perturbadoras en mi mente.
-Izzy querida, quizá tengas imágenes perturbadoras en tu pequeña mentecita porque siempre nos interrumpes –señalé frunciendo el ceño.
-Y qué bueno que los hayas interrumpido –aseguró Jem acercándose a nosotros con paso energético–. Lilith viene en camino –Jem miró preocupado a Izzy–. Te ves hermosa, pero...
¿Pero? No había ninguna razón para alguna objeción. Isabelle llevaba un hermoso vestido negro que llegaba al suelo pero que tenía una apertura que dejaba ver una de sus preciosas, estilizadas y largas piernas. El vestido tenía un pronunciado escote y dejaba sus hombros descubiertos. En su clavícula caía un precioso collar dorado con un símbolo que reconocí como el escudo del reino de los Lightwood. Su cabello estaba suelto, aunque la chica lo había rizado. Caía en preciosas ondas largas por su espalda.
-Se ve hermosa –declaré seguro.
- ¿Tardarán? –Preguntó Alec abrazándome por atrás, aunque por su tono de voz, noté que estaba de acuerdo conmigo.
-Acabamos de abrirle el gran portón. En cinco o diez minutos estará aquí. ¿Están listos?
-Por supuesto que sí –Isabelle aplaudió y sus ojos negros se veían completamente emocionados.
Alec asintió, aunque en este tiempo lo había conocido lo suficientemente bien como para saber que se sentía tan emocionado como su hermana. Yo, por otro lado...
-No –musité en un hilito de voz. Jem me palmeó el hombro.
-Sé que debes estar nervioso, pero todo estará bien.
- ¿Nervioso? Reí con evidente histeria–. Estoy aterrado. Esa es la mujer que le dio la espalda a mi mamá y despreció a papá. Jamás he escuchado de ella y ahora resulta que es la reina de no sé qué lugar y que yo soy su heredero... oh claro, y viene hablar sobre mí inminente muerte...
-No vas a morir Magnus, no seas dramático, sólo intentaron matarte –señaló Isabelle y Alec miró a su hermana con incredulidad.
- ¿Eso te parece poco?
-Bueno, no poco, pero su muerte no es inminente.
Alec rodó los ojos antes de plantarme un beso en el cuello.
-Estarás bien mi amor, entiendo que sea algo nuevo para ti todo... esto, pero en cada paso estaré a tu lado, así que no tienes por qué preocuparte –Alec tomó mis manos entre las suyas–. Todo estará bien. No te enfrentarás a esto sólo. Estoy para ti.
-Estamos para ti –aseguró Isabelle.
-Por supuesto que sí, no tienes por qué preocuparte –habló Jem.
Se escucharon unos carros aparcar y yo tragué grueso. Quise salir corriendo, pero Alec apretó su agarre, impidiéndome escapar.
-Estamos contigo Magnus, por favor tranquilízate, todo estará bien –aseguró.
-No sé si pueda...
- ¿Qué? –Isabelle me miró sonriendo abiertamente–. Eres Magnus Bane, estoy hablando de El gran Magnus, el mismo que salió de la cárcel muchas veces –señaló divertida–. Lograste hacerte espacio en Idris, aunque al principio creías que no podías. No dejaste que Jonathan o Zara te fastidiaran. Sobreviviste a un tiroteo y a la supuesta muerte de tu mejor amigo. Has pasado por cosas terribles y estás aquí. ¿Te aterrarás sólo por conocer a tu abuela? No, ese no es el Magnus Bane que yo conozco.
Yo sonreí mirando a Izzy y asentí.
-Sí, tienes razón.
Alec besó mi mejilla antes de soltarme.
-Por supuesto que la tiene.
-Bueno chicos –Jem aplaudió para llamar nuestra atención–. Es hora Magnus, todo estará bien –aseguró mientras se encaminaba hacia la puerta–. Vengan conmigo, es mejor hacer el recibimiento en las escaleras y nos dirigiremos directamente hacia mi oficina. No quiero llamar la atención de todos los estudiantes. Ahora están en el almuerzo y tenemos que aprovechar esa distracción.
Alec, Isabelle y yo asentimos, y tragando grueso, nos dirigimos hacia la puerta para recibir a mi abuela, estaba terriblemente asustado, pero Isabelle tenía razón.
Yo era el gran Magnus Bane, no planeaba dejarme asustar.
Una vez salimos de la academia, miramos dos limusinas escoltadas por varios vehículos negros blindados. Cada una con diferentes banderas. Una de ellas tenía el mismo símbolo que el collar de Isabelle.
-Ay no –soltó Isabelle aterrada–. Jem, no nos dijiste nada de esto...
-Lo siento, lo supe hace una hora –el chico parecía avergonzado.
- ¡Pero esto es trampa! –Gruñó Alec mirando mal a Jem–. No es justo, debíamos saberlo.
-Lo siento, no tuve tiempo para avisarles...
- ¿Y hace cinco minutos no pudiste mencionarlo? –Preguntó Isabelle con furia contenida.
-Sabía que esa sería su reacción –se defendió Jem.
- ¿Qué pasó? –Pregunté confundido.
Isabelle abrió la boca para responder, pero casi inmediatamente la cerró, tragó grueso, se acomodó su cabello, se irguió y puso rostro de indiferencia. Alec, a su lado, hizo lo mismo, pero, aunque me había soltado, ahora me tomó de la cintura y me atrajo hacia él. Yo lo miré confundido. El rostro de Alec estaba seriamente tenso y había un sentimiento que no pude identificar. Dirigí mi mirada hacia una de las limusinas. La primera persona en bajarse me dejó impactado.
Era la copia exacta de Isabelle, por supuesto, pero ella tenía los ojos de un bello azul, no como el de Alec, no, por supuesto que no, pero eran hermosos. Su cabello color azabache caía en preciosas cascadas sobre su espalda y llevaba un hermoso vestido azul de corte griego que resaltaba el color de sus ojos. Su piel era tan pálida como la de Alec, pero su rostro era duro y serio.
-Su majestad –saludó Jem haciendo una leve reverencia.
Isabelle hizo lo mismo, Alec apenas agachó la cabeza y yo lo imité, aunque mientras el gesto de los niños Lightwood había sido completamente elegante, el mío había sido torpe y descoordinado.
-Isabelle veo que estás vestida para impresionar... nuevamente. Está claro que no esperabas que estuviera aquí. ¿Con ese atuendo esperabas recibir a Lilith? Vaya imagen que estás dejando de nuestro reino.
-Lo siento madre –se disculpó Isabelle y mi mandíbula cayó al suelo.
Bueno, el parecido era innegable, y aun así ver que aquella estricta mujer era la madre de mi chico, me sorprendió en demasía.
- ¿Papá no vendrá? –Preguntó Alec curioso.
-Alexander primero saluda –espetó la mujer–. Pero no, alguien debía quedarse en el reino. Nosotros no somos tan irresponsables cómo para abandonar nuestros deberes, aunque, ¿tú qué sabes de eso?
Fruncí profundamente el ceño y noté como la mandíbula de Alec se apretaba más, pero mi chico no dijo nada. Su rostro seguía tenso y casi imperturbable, aunque en sus ojos noté como brillaba la furia.
Quise decir algo, pero de la otra limusina se bajó otra mujer con el rostro quizá tan duro y serio como el de la madre de los Lightwood.
Su piel era pálida blanca y su cabello negro como la noche, aunque sus ojos... sus ojos sí los había visto antes, en el espejo. Un verde dorado destellaba en ellos. Aquella mujer llevaba un largo vestido verde y su cabello estaba perfectamente recogido en un alto moño, aunque algunos risos estaban perfectamente cuadrados y enmarcaban su rostro.
La mujer se acercó a paso rápido con unos guardias rodeándola, dio un asentimiento a Jem y luego a Maryse.
- ¿Están listos para entrar o nos quedaremos aquí conversando?
La madre de Alec le dio una dura mirada a la que supuse era mi abuela, antes de entrar en la academia. Mi abuela rodó los ojos y me miró con curiosidad, si me quiso decir algo, se lo ahorró, simplemente me recorrió con la mirada antes de asentir y seguir a la otra mujer. Jem nos miró preocupados.
-Todo está bien chicos –nos dijo con cariño.
-He cambiado de opinión –soltó Isabelle y parecía que, al desaparecer su madre, se había quitado un fuerte peso de los hombros–. No estoy lista.
-Ni yo –aseguró Alec.
-Yo aun no entiendo qué pasa, pero no quiero encerrarme con esas dos.
-Los entiendo chicos, pero ya es hora de enfrentarlas –aseguró nuestro director antes de seguir a las mujeres.
Nosotros entramos en la academia sin pronunciar palabra, pero hubiera puesto mis manos al fuego para asegurar que por nuestra mente pasaba el mismo pensamiento.
Teníamos pánico de enfrentarlas.
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