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¤¤ Capítulo 9 ¤¤

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Lucy no sabía cómo le diría a su padre que el más joven de los Dragneel la había invitado a la ópera aquella noche. Considerando que su progenitor le dejó estrictamente claro poco antes que no quería que se le relacionara con Natsu. Y ella no entendía aquel recelo de Jude. O tal vez sí que lo entendía, basado en los prejuicios de su padre que le impedían conocer verdaderamente al joven cuya sangre escocesa lo convertía en el blanco de los chismes. Quizás ella tampoco pudiera decir que lo conocía de mucho, pero no mentía cuando decía que se sentía cómoda en su presencia, incluso expectante ante su voz con aquel ligero acento tan característico de las tierras altas. Cada vez sentía más curiosidad respecto al joven.

Por eso no entendió el repentino cambio en la actitud de su padre aquella mañana, durante el desayuno. Si bien quería esperar a que acabaran el alimento, Jude admitió no tener tiempo después de ello. Alguien tan importante como lo era él, en el Parlamento, tenía los días llenos de cosas por hacer. Dejando los cubiertos de lado, Lucy posó las manos en su regazo e inhaló con la mayor calma posible.

—Papá... lord Dragneel me ha invitado esta noche a la ópera —Soltó sin preámbulos. Sabía que si intentaba alargarlo, podría exasperar a su padre—. No sólo a mí, sino también a Mavis.

Su prima, que hasta entonces parecía jugar con el cubierto sobre el plato, a juzgar por el sonido del metal chocando contra la porcelana, dejó de emitir aquel sonido y pudo sentir el peso de su mirada sobre ella.

—¿No fui claro respecto al tema, Lucy?

—Sí —no supo qué más decir, y mentiría si dijera que no sentía náuseas ante el atroz silencio que se extendió por varios minutos.

Su padre lo rompió con un pesado suspiro.

—Veamos, estabas comprometida con Zeref Dragneel desde que eras una niña, y a pocos meses antes de la boda, decides que no quieres y te niegas a casarte con él.

—Padre, conoce mis razones sobre...

—No me interrumpas —le cortó. Lucy bajó la cabeza—. Entiendo tus motivos para negarte a casarte con él. Lo que no comprendo es qué te lleva ahora a aceptar las atenciones de su medio hermano, ¿intentas poner celoso a Zeref?

—Esa nunca ha sido mi intención —replicó. El puño de Jude impactando sobre la mesa y haciendo entre chocar la vajilla bastó para hacerla guardar silencio.

—Lady Grandine está preocupada de que quieras lastimar a su hijo. No entiende por qué luego de rechazar sus visitas y cartas, le estés prestando atención al hijo bastardo de Igneel. ¿Es eso Lucy? ¿Te aburres demasiado en casa?

Lucy no encontró las palabras adecuadas para intentar explicarse, porque ni ella misma lograba comprenderlo. La razón por la que huía de Zeref era porque sabía que él quería que su compromiso siguiera en pie, pero no precisamente porque estuviera enamorado de ella. Fueron grandes amigos antes de su terrible accidente, y nunca se ocultaron nada. Lucy lo apreciaba como a un hermano. Ambos confiaban en que aquellos lazos de amistad serían suficientes para un matrimonio lleno de confianza y amabilidad. Hasta que ocurrió el suceso... Fue presa de los dolorosos recuerdos, de la última vez que vio el rostro apacible de Zeref, despidiéndose de ella con una inclinación y un beso a sus nudillos. Él no merecía estar atado a ella, cuidándola por el resto de su vida. Mucho menos luego de que Lucy descubriera el secreto que tan celosamente guardaba a todo el mundo.

El estricto sentimiento de honor bajo el que Zeref se regía fue lo que lo mantuvo un par de meses intentando convencerla de que reanudaran los planes de boda. Lucy sólo pudo posar una de sus manos en su rostro con su ayuda, incapaz de acostumbrarse a aquel mundo sumido en oscuridad, y sólo le sonrió, despidiéndose de él con el mayor cuidado posible.

—Tío Jude, si me permite... —Mavis intentó intervenir.

—No, no te lo permito. Cállate. —Su voz era una amenaza en el mundo lleno de sombras bajo el que Lucy estaba aprendiendo a vivir—. ¿Y bien, Lucy?

—Lo único que quería era que Zeref fuese libre de elegir con quién pasar el resto de su vida —Admitió—. Yo no podría ser una buena esposa, papá. He perdido mi vista, y nunca podré recuperarla. Todavía me estoy haciendo a la idea, y a pesar de eso, trato de adaptarme a mi condición y hacer algunas cosas por mí misma.

—Eso no es lo que te estoy preguntando.

—Quiero a Zeref, pero no estoy enamorada de él —confesó, frotando sus manos en su regazo y dirigiendo su atención a donde provenía la voz de su padre—. Yo no quiero casarme sin amor. Y no soporto que las personas juzguen sin conocer. He detestado cada baile y evento al que he asistido desde que perdí la vista, porque no hacen más que hablar de mi ceguera. El único momento en que dejé de ser el centro de atención fue cuando un hombre que no tiene culpa alguna de tener sangre escocesa fue juzgado por ello. Me hubiese gustado que, cuando las personas me señalaban, alguien tuviera la bondad de acercarse a mí sin importar lonque dijeran los demás. Pienso que Natsu Dragneel lo único que necesita es una amigo que le haga sentir que no todos están en su contra.

—Vaya... —Jude soltó una risa burlona después de largos segundos—. Me has sorprendido, Lucy, hasta parece que tienes sangre en las venas. Nunca te había escuchado hablar tanto, no al menos luego de tu desafortunada condición...

Lucy sintió un miedo glacial que la dejó paralizada, y deseó con todas sus fuerzas correr lejos de allí. Era un deseo tan poderoso que la ansiedad la hizo sentir debilitada de pronto y no pudo hacer más que aguardar, alerta.

—Entonces, lo único que te impulsa es el típico sentimiento de compasión femenina... ¿por qué hasta ahora me doy cuenta?

El sonido que hizo su silla al ponerse el de pie, provocó que Lucy se clavara las uñas en la palma de la mano. Y no se relajó hasta que notó que no se acercaba a ella.

—Está bien, voy a dejar que ese escocés juegue un poco. —Jude lanzó a Mavis una mirada de advertencia—. Y más le vale comportarse mientras tanto... Mavis.

—¿Sí, tío Jude?

—Lucy no saldrá de casa sin ti, ni la dejarás sola —Jude llamó a los criados para que empezaran a limpiar todo—. ¿Soy claro?

—Sí —respondieron ambas jóvenes a la vez.

Después de eso, Lucy no volvió a escuchar a su padre el resto del día. Virgo le dijo que tuvo que retirarse por algunos asuntos sobre el trabajo, y ella sintió un poco más de alivio al respecto. Era mejor que estuviese entretenido con sus obligaciones a que vagara por la mansión descargando su ira en cualquier persona que se le cruzara delante.

Cuando comenzó a anochecer, tanto ella como Mavis fueron a prepararse. Mentiría si dijera que no estaba un tanto expectante. Las únicas veces que salía de noche eran a los eventos donde su padre era invitado, y solo si decidía llevarla. Mientras tomaba un baño, con ayuda de Virgo y Aries, a pesar de tener la mente en blanco, no dejaba de sentirse ansiosa.

—Princesa, ¿le parece el vestido tinto? Como es la ópera, pensé que sería más elegante.

—Puedes decidir libremente, Virgo. No es como si pudiera verlo —bromeó, obteniendo nada más que silencio. Se rió y se puso de pie con ayuda de Aries, que comenzó a secarla—. Lo siento, mi humor se vuelve pésimo cuando me pongo nervioso.

—¿Y por qué habría de estar nerviosa, señorita? —inquirió Aries, antes de enrojecer y negar apresurada—. Lo siento, no necesita responder si...

—La verdad es que no sé, sólo me encuentro un poco ansiosa... Ouch —Lucy alejó la mano herida de la tela con la que secaban su torso, pues las finas hebras se habían enredado un instante en los puntos—. ¿Debo llevar guantes?

—Creo que lo más recomendable en éste caso es sólo vendar la zona —aconsejó Virgo, terminando de preparar el vestido y tomando la ropa interior para ayudar a su joven ama—. Princesa, si me permite, es momento de vestirla.

—Por supuesto —Lucy procedió a seguir las indicaciones de sus doncellas mientras se dedicaban a vestirla con paciencia. Incluso a veces les pedía que la dejaran sola cuando se preparaba para dormir, sólo la ayudaban a desabotonar el vestido y de allí en adelante ella misma se encargaba de quitárselo y ponerse el camisón.

Era una tarea que requería paciencia y del tacto, pues gracias a las manos es que Lucy a veces podía identificar cosas en su guardarropa o en dónde estaba. Por eso adoraba tocar el piano. No necesitaba los ojos para tocar las teclas que se había grabado en su memoria desde que era una niña. Lo único que hacía era posar con delicadeza los dedos sobre el teclado y comenzaba a tocar, era parte de ella.

—Princesa, ha quedado usted preciosa —concluyó Virgo una vez terminó de peinar su larga cabellera en un elegante recogido—. Lord Dragneel quedará más encantado de lo que ya se encuentra.

Lucy enrojeció pero evitó hacer algún comentario que delatara lo grave que parecía haberse vuelto su voz a causa de los nervios. Y aunque pocas veces ocurría desde que se resignó a su nueva condición, deseó por un instante ser capaz de ver quién era el hombre que la llevaría aquella noche a la ópera.

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—No puedo creer que lo trajeras contigo —Zeref observó con un tinte divertido al pequeño gatito azulado que escapaba con facilidad de las manos de su hermano dentro del carruaje.

—¡Yo no lo traje, se ha colado! —se quejó Natsu, intentando tomar la cola de Happy. Le había dicho a ese pequeño bribón que se quedara—. Ahora entiendo a qué se refería Gajeel, este pequeño polizón no ha dado señales de vida hasta que es demasiado tarde para devolverlo.

Logró capturarlo. Natsu lo levantó entre sus manos y le dirigió una mirada molesta. Happy dejó de intentar lamer sus dedos y se hizo un ovillo, soltando un maullido lastimero. Natsu acabó sonriendo y negó. Sentando al animal a su lado para acariciarlo, se encogió de hombros ante la mirada curiosa de su hermano mayor.

—No tienes remedio —murmuró. Happy intentó subirse a su regazo hasta que lo detuvo—. Eso sí que no, tus garras podrían romper la tela.

—Ya casi llegamos —informó el mayor, mirando por la ventanilla a la mansión Heartfilia cada vez más cerca. Natsu asintió e intentó ocultar al gato en un rincón. Zeref rió—. Me pregunto si a lady Vermillion le gustarán los gatos.

—Mientras no lo vea, no tendremos que averiguarlo —declaró. Happy se negaba a quedarse quieto—. Vamos amigo, ¿recuerdas la chica de la que te hablé? Bien, en unos momentos se unirá a nosotros, así que mantén las patas quietas.

—No creo que pueda entenderte.

—Créeme, me entiende.

Al ver que sus intentos por esconderlo fueron en vano, Natsu se vio obligado a dejarlo en el coche mientras él y Zeref caminaban a la puerta principal, donde Tauro aguardaba con expresión severa, junto a otro criado de complexión igualmente corpulenta.

—Lord Heartfilia no se encuentra, pero en seguida Virgo llamará a las jóvenes amas. También tenemos órdenes de no dejarles pasar, espero y puedan comprenderlo —informó con educación Capricornio, el mayordomo principal de la mansión. Natsu dirigió una mirada burlona a su hermano.

—Por supusto, Capricornio, aquí guardaremos.

—También se nos ordenó esperar a las jóvenes amas hasta su regreso, si son tan amables, les pedimos ser puntuales.

Natsu estaba que se mordía la lengua para hacer algún comentario burlesco. Pero no fue necesario llegar al punto de casi arrancarse un pedazo cuando, sobre el hombro de un callado Tauro, vio la figura de Lucy aparecer en las escaleras, de la mano de Mavis, la joven Heartfilia parecía una especie de espejismo con las luces y sombras que las lámparas creaban en su delicada figura.

—Buenas noches, Zeref. A ti también Natsu —Saludó Mavis con cierta tirantes, ayudando a Lucy que se guiaba con su bastón—. Lucy...

—Lo sé, el pequeño desnivel —Lucy sonrió, bajando sin ningún problema y aceptando la mano de Tauro que las esperó al pie de las escaleras—. ¿Está todo listo?

—Sí, señorita.

—Buenas noches Natsu, ¿has traído a Zeref? —preguntó Lucy cuando llegó a su lado. Natsu estaba tan concentrado detallando su rostro que miró con molestia a Zeref cuando se plantó delante de ella para inclinarse sobre su mano.

—Por supuesto, alguien tiene que vigilar que se comporte. Estás encantadora esta noche.

—Sí, todos lucimos lindos, ¿ya podemos irnos? —interrumpió Mavis, fastidiada de tener que asistir a aquel evento. Zeref pareció enrojecer antes de saludarla apropiadamente. Cuando Natsu quis hacerlo, retiró su mano con sutileza y arqueó una ceja—. Me parece que ya es un poco tarde, no querrá llegar cuando todos estén sentados, se lo aseguro.

—Por supuesto, si me permite —Tomó la mano de Lucy con el mayor cuidado posible cuando detalló la venda, y la posó sobre su brazo—. Yo la guiaré.

No hubo ningún problema al momento de subir al carruaje. Natsu agradeció que Mavis Vermillion pareciera inusualmente grosera aquella noche, ignorándolos y haciendo caso omiso del pequeño gato azul que Natsu luchaba por retener entre sus pies. Lucy iba sentada a su lado. El ambiente entre ellos no era incómodo, pero la situación con Mavis era otra historia, lo mismo que le impedía entablar alguna conversación ante sus respuestas secas y tirantes. Bien, esa enana estaba siendo un verdadero conflicto.

Agradeció internamente cuando por fin llegaron al teatro. Mavis esquivó la ayuda que ambos hermanos querían prestarle y se negó a verlos aún cuando Natsu ayudó a Lucy a bajarse. Cuando se giró para comprobar que Happy siguiera adentro, antes de que Zeref le ordenara al cochero acomodarse, sintió que el color huía de su rostro al no ver al gato. Se asomó dentro y luego a sus pies. Happy no estaba por ningún lado.

Las personas a su alrededor los miraban, y era más que evidente que murmuraban. Al parecer a la sociedad de Londres todavía le costaba creer que la hija de lord Heartfilia saliera con aquel que, además de humillarla, la hirió en su tardío baile de presentación. Natsu no tenía tiempo para prestarles atención, a pesar de las miradas furtivas de Zeref que quería llevar a las damas al interior del edificio para que evitaran oír aquel chismorreo.

A punto de darse por vencido y comentar su problema a viva voz, Natsu divisó una pequeña pata azul cuando Lucy tomó ligeramente la falda de su vestido para alzar la tela y revelar el tobillo mientras subía un escalón. Entre las telas y a punto de que su cola fuera pisada, Happy le veía con una expresión de tristeza que evidenciaba su renuencia a permanecer en el carruaje.

—Pequeño bribón —masculló, y sin detenerse a pensarlo mejor, se agachó y estiró la mano para agarrarlo. Happy intentó esconderse tras el tobillo de Lucy, pero él fue más rápido y estiró el brazo para capturarlo—. ¡Te tengo!

La exclamación colectiva le hizo ver a Natsu cuál era verdaderamente su posición en aquellos momentos. Lucy sintió la piel de su mano, y el pelaje de Happy contra sus tobillos, y ahogó un gemido mientras se retiraba bruscamente. A punto de caer, Zeref la apartó de su alcance y él terminó expuesto en cuclillas con Happy en su mano y lanzando maullidos lastimeros al saber su próximo destino de vuelta al interior del carruaje.

—Es un atrevido...

—No entiendo cómo Igneel puede permitir que alguien así viva bajo su techo.

—Lord Heartfilia se habrá vuelto loco para permitir que alguien como él esté cerca de su hija.

—Zeref, ¿qué fue eso? Puedo jurar que sentí una mano en mi tobillo —murmuró Lucy con pánico en la voz y aceptando el abrazo del hombre.

Por primera vez, Natsu volvió a sentir aquella sensación de inferioridad cuando siendo un niño y con su madre enferma, buscó ayuda entre las personas que lo consideraban peor que un animal. Su mente infantil sintió en aquel entonces el rechazo a su sangre y lo que simbolizaba. Fue la primera vez que dejó que alguien lo hiciera menos y lo pisoteara. La primera vez que se sintió menos que los demás. Ahora, bajo las luces que surgían del interior del edificio, de rodillas al pie de los escalones, con todas aquellas personas que los juzgaban tanto de vista como de voz, se sintió nuevamente aquel niño que perdió el orgullo por algo que escapó de su control.

—Natsu... —Zeref pudo ver el miedo en los ojos jade, así como la vergüenza que los tiñó. Natsu respondió al llamado como si saliera de un trance, y aferró a Happy a la altura de su abdomen al poner de pie con lentitud—. Hermano...

—Adelántate, iré a dejar a Happy en el carruaje —se excusó con rapidez antes de retirarse con rapidez. No miró detrás, no quiso ver qué dejaba atrás.

Llegó al inmenso y solitario jardín, donde se sentó en una banca y respiró con tal pesadez que parecía haber corrido durante horas. Le ardía el pecho y apenas tenía la fuerza suficiente en sus manos para retener a Happy. ¿Por qué se sentía tan miserable? Maldita sea, la gente adoraba malinterpretar todo. No fue su intención dar tal escena. Miró a Happy incapaz de sentir ira hacia el, porque estaba claro que no tenía culpa alguna.

—Tú sólo no querías quedarte solo, ¿verdad? —musitó, acariciando su lomo con gentileza. Happy maulló y se recargó en su mano—. Acabas de meterme en un pequeño problema.

—A juzgar por la reacción colectiva, diríase que le subiste las faldas a la dama —fue la burla proveniente de la gutural voz de Gajeel que justo caminaba hacia él—. Decidí no acercarme al ver que eras el centro de atención, lo siento. Tú sí que sabes cómo ganarte al público.

—Estás pidiendo a gritos una paliza, ¿no te basta con todas las que te he dado?

—¡Ja! ¿Hablas de todas esas veces en las que te he dejado tragando el polvo?

—Sí, el polvo que levantas cuando trapeo el suelo contigo —replicó mordaz, dejando a Happy de lado cuando Gajeel le lanzó una mirada que prometía un enfrentamiento.

—Ya basta ustedes dos, ¿para qué darles motivo a esos estirados ingleses? —intervino una voz femenina con un leve toque divertido. Natsu se paralizó y dirigió su mirada jade a la bella mujer que se acercaba a ellos con un elegante vestido de un azul oscuro. Su larga y sedosa cabellera escarlata estaba recogida en un elegante peinado—. Hola, Natsu, ¿qué tal las cosas por aquí?

—Erza... —Tenía el mismo tiempo sin ver a su abuelo que a Erza. La diferencia era que, la última vez que vio a esa mujer, se trataba de nada más que una dama herida y humillada hasta la saciedad, repudiada por todos y sin ninguna esperanza para el futuro. Ahora, de pie en su orgullosa presencia y sabedora de sus cualidades. Erza Scarlet era una verdadera joya al lado de la mayoría, por no decir todas, de señoritas bobas que seguían al pie de la letra las órdenes de sus madres para buscar un buen matrimonio—. Me alegra verte. ¿Cómo estás?

—De maravilla, considerando que mi simple color de cabello ha provocado que me evitaran como la peste —añadió con una sonrisa que no llegó a sus ojos—. No quería estar aquí, pero como sabrás he de partir con Gajeel. Quería saludar antes de irme.

Hubo un tiempo en que Natsu albergó fuertes sentimientos por ella, y se vio correspondido. Era de su misma nación, era hermosa, y con una personalidad viva. El amor de ambos fue el típico romance de la juventud, inocente y lleno de pensamientos a futuro. Pero todo cambió cuando ella conoció al conde Jellal Fernandes. Jellal se encargó de destruir a la Erza que el quería, la dejó sin nada y luego la desechó. El que ambos lo supieran estaba claro, sobre todo cuando él se inclinó sobre su mano como una silenciosa despedida.

—Te extrañaré... volveré a las tierras altas antes del invierno —informó. Ninguno notó que Gajeel se retiró discretamente, llevando a un malhumorado Happy consigo.

—Yo espero no volver a pisar jamás las tierras que me vieron destruida —admitió con pasión, alzando la barbilla y adelantando una mano para tocar su rostro—. Es curioso... si tan solo te hubiera amado como era debido, sería yo la mujer que caminara de tu brazo. Nada más importaría.

—Las cosas no se dieron así.

—Yo no quise que ocurrieran así.

—Cuídate mucho, Erza. Espero volver a verte.

Le pareció que los ojos se le humedecían, más no supo decirlo con exactitud cuando Erza bajó la mirada y negó, llevando una de sus manos a sus labios. Entonces ella volvió a verlo a la cara con una resolución que él vio nacer el día que Jellal la desechó, y la escocesa no le dio tiempo para nada cuando enterró sus dedos en su nuca y tiró de él, besándolo con ansiedad y desesperación. Natsu apenas y le correspondió, su beso sabía a dolor y a una implacable sed de venganza.

Erza quería vengarse de la afrenta recibida. Y él adoró aquella fuerza que poseía. Más no le estimuló como en un pasado. Pero no por ello terminó el beso, y solo se apartó ligeramente cuando la notó tensa delante suyo.

—Lo siento, ni siquiera te pregunté... —susurró sobre sus labios, sin liberarlo.

—Olvídalo —musitó. Antes no le hubiera importado. Ahora era un amargo sabor que se expandía en su boca.

—Volveré, te lo prometo. Cuando pueda volver a ver a los ojos a todos aquellos que se rieron de mí, regresaré, Natsu.

Y antes de que pudiera siquiera decirle algo más, Erza se había apartado de su lado y se alejaba de él sin mirar atrás, soltando a su vez las horquillas que liberaron su melena escarlata. Gajeel le hizo una señal de despedida desde la lejanía, y soltó a Happy en el suelo para que se reuniera con él. Cuando volvió a alzar la vista, ninguno de sus dos amigos estaba a la vista.

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Continuará...

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