¤¤ Capítulo 8 ¤¤
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El resto de la tarde resultó más agradable y divertido de lo que ambas primas esperaban. Cuando no era Zeref entreteniéndolas con sus conocimientos sobre las modas y chismes del momento sobre algún estirado aristócrata, era Natsu que las hacía reír con alguna anécdota de los primeros encuentros entre ambos hermanos. Con pocos años de diferencia, al principio cada uno tenía sus propias reservas. Zeref no entendía cómo tomarse el hecho de tener un hermano en Escocia, y Natsu ya pensaba en las mil maneras que tendría el azabache de mostrarle su desprecio. No obstante, después de un primer encuentro un tanto incómodo, considerando que Zeref confundió al pelirrosa con un muchacho de la servidumbre, ambos se relacionaron al instante. Cuando Igneel hubo de ir a buscarles para presentarlos formalmente, se lo encontró enfrascados en una lucha por quién era más fuerte, intentando derribarse el uno al otro.
También se comentó la excepcional habilidad del escocés para montar a caballo y la ligera envidia de Zeref, que en aquel entonces tenía un miedo mas que justificado a tan magníficas criaturas, cortesía de su madre. Lucy sólo se mantuvo distante de aquel hecho, y prefirió seguir escuchando de las pequeñas confrontaciones de ambos hermanos, debatiéndose en duelo ya fuera por deporte o un pequeño desacuerdo que terminaban resolviendo con unos cuantos rasguños.
Una vez llegó el momento de partir, a Mavis no le pasó desapercibido el modo en que Natsu se inclinó brevemente sobre Lucy, quitándole el guante para besar sus nudillos y viéndola directo al rostro con una expresión que la hizo sentir un nudo en la garganta. Su prima había enrojecido y apartado el rostro sin saber qué expresión poner, quizás por sentir su mirada, o tal vez por el innecesario contacto de su mano desnuda. Frunció el ceño ante eso, Natsu no le devolvió el guante a Lucy; pero le pareció que sus labios se movían y susurraba algo. La Heartfilia tampoco pidió la prenda. Se limitó a aceptar la ayuda del muchacho para subir al carruaje.
Al emprender la marcha, Mavis se mordía la lengua para esperar a salir de la mansión Dragneel, y apenas cruzaron la verja de hierro, se abalanzó a tomar las manos de una callada Lucy para atraer su atención.
—¿Qué ha pasado? ¿Por qué te quitó el guante? Me pareció ver que te susurraba algo, pero no escuché nada —Lucy parpadeaba, cada vez más avergonzada de saber que Mavis lo vio todo—. ¡Lucy, dime!
—M-me ha dicho que si lo quiero de vuelta... yo... —se trabó y aclaró su garganta en un gesto de nerviosismo que no hubo visto antes en ella—. Oh, Mavis... siento mi cara arder y el corazón me late tan deprisa que parece que va a estallar dentro de mi pecho, ¿crees que vaya a enfermar?
—¿Enfermar? —alzó la cejas sin poder creerlo—. ¿Qué te ha pedido? ¿Ha sido algo indecoroso? ¡Lo sabía, ese escocés, se cree que...!
—Mavis, no. No es nada de eso. Me ha invitado a la ópera mañana por la noche... me dijo que me daría el guante cuando acabara la función. —Lucy tiró brevemente del recatado escote de su vestido, como si estuviese demasiado ajustado; algo falso ya que ella misma se había encargado de ajustarlo a la medida adecuada—. Estoy algo nerviosa, ya sabes lo que papá ha dicho. No quiere que me relacione con él, pero Mavis... dime la verdad, ¿qué te ha parecido? Para mí ha sido muy educado y se muestra muy arrepentido por el incidente en nuestro primer encuentro. No me parece mala persona.
La expresión de Mavis se volvió sombría y se echó hacia atrás en su asiento, apretando las manos en su regazo y mirando por la ventanilla el crepúsculo. Sí, sabía lo que el tío Jude opinaba al respecto. Él no permitiría que alguien como Natsu intentara ir tras su adorada hija. En realidad, no dejaría que nadie la arrancara de su lado. Jamás. Por eso trataba de ser complaciente y sumisa. No quería dejar a Lucy sola, y sufría demasiado; más por la idea de dejarla cuando era castigada y enviada al sótano para reflexionar. Ni siquiera el maquillaje que Virgo le hubo procurado era suficiente para ocultar las marcas de ira de Jude en su última visita. Se estremeció, recordando el aterrador suceso. Y antes de que pudiera notarlo, una lágrima se deslizaba por su mejilla.
—¿Mavis? Te has quedado callada... sé que quizás parezca una tontería, o tal vez no quieras darle la oportunidad, pero te juro que muy dentro de mí siento paz cuando estoy en su presencia... no me parece alguien peligroso, y suena tan sincero...
Era bien conocido por Mavis que Lucy tenía una especie de sexto sentido, o pequeño don, al momento de conocer a las personas. Decía que con sólo tocarlas, era capaz de saber cuál era la verdad en sus corazones, si se hallaban limpios o llenos de sucias intenciones. Con el tiempo, Mavis aprendió a confiar en esa intuición que tenía Lucy. Iba a ser sincera, estaba resentida con Natsu Dragneel por hacerle pasar un mal rato a la querida Lucy, pero tampoco podía ignorar las pequeñas reacciones de su prima cuando el escocés estaba cerca de ella.
—No me parece alguien malo, pero todavía le faltan unos cuantos méritos para ganarme —forzó la mejor voz despreocupada que pudo expresar—. Además, aunque obtengas el permiso, sabes que jamás irás tú sola con...
—En realidad —la interrumpió con cuidado, jugando con sus dedos—, me dijo que tú también estabas invitada... Quie... Quiere ser mi amigo, me lo ha dicho poco después de que despertaras.
—Primero dicen ser tus amigos y luego tienes su boca sobre tus... —Masculló con desagrado. Lucy se abalanzó sobre ella y le dio un manotazo en la rodilla.
—¡No te atrevas a decir algo tan vulgar!
El silencio que siguió a continuación no duró más de medio minuto, pues ambas se echaron a reír por el ultimo comentario expresado.
—Yo no me trago el cuento de que quiere ser tu amigo, recuerda mis palabras, mi dulce e inocente prima, cuando menos lo pienses intentará hacer algo más que tomar tu mano o hurtar tu guante.
—¿No crees que es un poco grosero juzgarlo así por ser escocés? —El tono de reprimenda en su voz no era tan claro ante los resquicios de diversión que aún perduraban en su voz.
—Oh, yo nunca dije que por ser escocés. Cualquier hombre lo haría, no importa dónde haya nacido. Mamá solía decir que rara vez piensan con la cabeza que tienen sobre los hombros.
—Mavis, no digas eso —reprendió Lucy con algo de vergüenza. Si bien habían crecido juntas, había un par de cosas que Mavis conocía un poco más a profundidad, la madre de su prima no tenía reparos en explicarle las cosas.
La tía Michelle siempre fue curiosa y una aventurera, cualidades que su hija heredó, al parecer. Lucy no tuvo una educación tan liberal como su prima. Su padre era más del pensamiento severo de que una señorita no tenía porqué saber sobre asuntos de alcoba y no se molestaba en explicarle las dudas que fueron surgiendo durante su crecimiento. Ella tampoco le iba a preguntar, claro estaba.
—De cualquier forma, yo no me preocupo por eso —musitó Lucy, llevando una de sus manos a un mechón de su flequillo que rozaba sus ojos. De pronto el peso de los recuerdos se instaló como un pedazo muro invisible ante ellas. Un muro que ninguna se atrevió a tocar o intentar apartar.
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—Natsu, ¿me estás oyendo? Lo que lady Vermillion tenía eran golpes. Tú sabes cuál es la marca de los puñetazos —insistió Zeref a su hermano que le daba la espalda—. ¡Natsu!
—¿Eh? —El menor de los Dragneel se giró, ocultando algo que tenía en la mano. Zeref arqueó una ceja al identificar la tela—. Lo siento, no te escuché, ¿me decías algo?
Antes de volver a repetirlo, se adelantó en pasos agigantados y le golpeó la nuca, aprovechando su distracción para arrebatarle la fina prenda de la mano. Natsu la recuperó al instante, pero aquellos breves momentos fueron suficientes para que lograra reconocer el bordado del fino guante.
—¿Qué haces con el guante de Lucy?
—Eso no te interesa, ¿qué decías?
—Te decía que las marcas que Mavis tenía no era un descuido tal como ella insinuó, eran puñetazos —la expresión de Natsu se endureció y asintió. Él también lo notó—. No me gusta nada, ¿crees que la hayan atacado? Pero de ser así, quiero pensar que Jude hizo algo al respecto.
—Yo también lo he meditado, pero no se me ocurre algo con la suficiente coherencia —admitió Natsu—. A menos, claro está, que la dama en cuestión nos de una excusa que nos satisfaga. Dijiste que parecía muy asustada cuando intentaste averiguarlo.
—Se desmayó de la impresión, el corsé no estaba tan apretado.
—¿Lo dice un experto en el tema? —Picó Natsu con una sonrisa burlona. Zeref sonrió y negó.
—Tú a mí no puedes juzgarme, picarón. Papá ya me contó de las cartas de tu abuelo cuando no podía tenerte quieto por allá —Natsu tuvo la vergüenza de sonrojarse. Lo que no sabía era si el origen de aquel color rojizo en sus mejillas era la ira y la vergüenza—. Ah, ¿no mentía?
—Hablaré de esto con el abuelo —Masculló por lo bajo. Ese anciano lo iba a oír. ¿No tenía nada mejor que hacer?
Zeref soltó una carcajada y le palmeó el hombro amistoso.
—Sólo te diré algo —Sus ojos se centraron en él, y su voz bajó un par de tonos. Lo que dijo a continuación le hizo mirarle con sorpresa—: ¿quieres ir en serio con Lucy? Perfecto, pero si lo haces, cambiarás ese estilo de vida, ¿soy claro?
—Para empezar, Zeref, yo no soy tan exagerado como tú. Sí, a veces encuentro alguna compañera de cama, más no creo escándalos innecesarios ni me meto con alguna dama que ya tenga compromiso —Fue el turno de Zeref de apartar la mirada, a pesar de que no mostraba ningún signo de arrepentimiento—. En segundo, jamás haría nada que pudiera poner en ridículo a Lucy, ella es...
Natsu se quedó con la palabra en la boca cuando el mayordomo tocó la puerta del despacho donde estaban y se adelantó con una respetuosa inclinación.
—Joven amo, en la puerta se ha presentado un hombre... de dudosa procedencia, me ha exigido que llame al amo Natsu Dragneel.
—¿Ha dicho su nombre? —Inquirió Zeref al ver la palidez en el mayordomo. Sin pensarlo dos veces tomó una de las espadas que colgaban de la pared y la sujetó con firmeza. Natsu lo vio como si tuviera dos cabezas.
—Se ha negado a... —De pronto, el estruendo de la puerta al ser plateada y arrancada de las bisagras sobresaltó al anciano hombre. Tanto Zeref como Natsu se adelantaron, el último cogiendo la espada restante en el escudo favorito de su padre.
Ambos hermanos se precipitaron a la entrada, no encontrando nada más que la puerta colgando de la bisagra y algo ladeada. Natsu escuchó un sonido proveniente del salón principal, y se dirigió allí a grandes zancadas con Zeref pisando sus talones. Apenas llegó e identificó la larga cabellera azabache, sujeta en una baja coleta, una sonrisa tiró de sus labios y entregó la espada a Zeref, a quien le hizo señas de relajarse.
—Vaya, ¿intentando parecer un caballero, Gajeel? No creo que te quede. —El hombre en cuestión se puso tenso un instante, a continuación se relajó. Natsu dio un paso atrás y su cuerpo se tensó. Zeref saltó hacia atrás cuando el extraño invitado se giró al tiempo que alzaba algo en su mano y lo disparaba dando volteretas hacia su hermano menor. Natsu se echó hacia atrás al tiempo que la cuchilla pasaba rozando su nariz y se clavaba en el cuadro favorito de su madre.
—Bien, al menos tus reflejos siguen intactos después de convertirte en todo un señorito —Se burló el hombre de mirada rojiza y aspecto feroz, riendo estruendosamente. Natsu se adelantó a estrechar su mano.
—Has asustado al mayordomo con ese numerito de hace unos momentos. De una vez te digo que vas a reparar esa puerta.
—Bah, no quería dejarme entrar —Se defendió con un encogimiento de hombros. Zeref lo detalló un poco más. El hombre no era inglés, su acento además del aspecto lo delataba, pero tampoco era escocés—. Y tardaba demasiado. Pensé que se te subieron los humos y ahora no querías recibirme.
—Jamás —Fue todo lo que replicó—. —¿Quieres beber algo antes de decirme a qué diablos has llegado hasta aquí? Oh, espera. Zeref, él es mi amigo Gajeel. Gajeel, él es Zeref, mi hermano.
—Es un placer —Saludó Zeref con cortesía, entregando las espadas al mayordomo que seguía la conversación con cara de espanto. Una vez se hubo marchado, se adelantó a saludar con educación. Gajeel le miró como si su mano fuera un insulto, aún así la tomó—. ¿Qué le trae por aquí?
—En realidad... —comenzó, devolviendo su atención a Natsu al tiempo que alzaba el bolso, cuya gruesa correa cruzaba por su pecho—, el abuelo me ha pedido que te trajera esto, considerando que no te pasarás por allá hasta que el invierno llegue, dijo que no pensaba oírlo llorar hasta entonces.
De pronto, el bolso comenzó a moverse con inquietud. Gajeel, con una mano grande y tosca, sacó del interior una bola de pelos temblorosa e inquieta a la que le salieron cola y un par de orejas. El rostro de Natsu se iluminó y con sus dos manos arrebató al pequeño animalito que su abuelo le había enviado con aquel bruto.
—¡Happy, has crecido un poco! —Natsu tomó al pequeño gatito que no dejaba de intentar frotarse contra él. Lo acercó a su pecho y éste ocultó su cabecita en su cuello—. Así que no han podido aguantarlo, ¿eh?
—No ha dejado de llorar desde que te fuiste, sólo come cuando Wendy esta cerca, de otra forma estaría en los huesos —comentó, volviendo a meter la mano en su bolso para extraer una carta—. El abuelo te manda esto.
—¿Quieres sentarte? ¿Está todo bien por allá? Cuéntame.
—Hombre, dame un respiro, llevo dos semanas cabalgando y tu bola de pelos no ha dejado de causar molestias, aliméntame al menos.
Zeref se encargó de eso, puesto que su hermano todavía no se atrevía del todo a pedir aquel tipo de comodidades. Sabía que no era por vergüenza, sino porque Natsu estaba acostumbrado a hacer ese tipo de cosas por sí mismo. Como no le pidieron que saliera, se quedó junto a los otros dos, mirando de vez en cuando al pequeño gatito que ronroneaba sobre el pecho de su hermano. No dijo nada, pero ya podía imaginarse el escándalo que haría su madre si veía al animalito, los odiaba.
—Sí, de esto estoy hablando —Gajeel no tuvo ningún reparo en devorar los platillos, y Natsu tampoco en quitarle un poco para que su gato de un inusual color azul comiera. Zeref sólo veía con derrota las migajas esparcidas en el sillón y el tapete. Sí, su madre armaría el escándalo de la temporada.
—Pues, verás... —Gajeel se limpió con el dorso la boca, ignorando deliberadamente el pañuelo que Zeref le había tendido al ver sus rudos ademanes al comer—. Estoy a punto de marcharme, pero antes tenía que recoger algunas cosas por aquí. Por eso tu abuelo no dudó en echar a ese saco de pulgas en mi equipaje. Lo curioso es que el condenado no mostró signos de vida hasta que fue demasiado tarde para devolverle.
Natsu se río entre dientes, acariciando al pequeño gatito que encontró un mes antes de dejar Escocia. Se había encariñado con el pequeño minino, y éste de él. No lo llevó porque no sabía cómo se tomaría aquello su padre, pero a esas alturas no planeaba devolverlo.
—Erza me acompañará —Murmuró de pronto Gajeel, mirando con atención a Natsu. A Zeref no le pasó desapercibida la expresión fría que se acentuó en sus facciones.
—¿De verdad?
—Sí —respondió con simpleza, Natsu asintió y siguió acariciando a Happy, que jugaba con un botón de su camisa.
Obviamente había mucho más trasfondo en aquel breve intercambio de palabras. Aunque no era asunto suyo el significado de ellas.
—¿Cuánto tiempo te irás esta vez?
—No lo sé, ya sabes cómo funciona esto. Juvia insiste en ir conmigo, pero le he dicho que lo que puede hacer es quedarse donde Makarov y cerrar esa maldita boca. A donde va trae problemas.
—Es tu hermana, ¿qué esperabas?
—Que aprendiera a no ser como yo —gruñó con desagrado, dando otra mordida a un trozo de pan untado generosamente en mermelada, sin terminar de masticar, continuó—. Como sea, le he pedido al abuelo que tenga su trasero quieto en las tierras altas, la mar no es un lugar adecuado para ella.
—Tampoco para Erza —Agregó Natsu con una sonrisa irónica. Gajeel se encogió de hombros.
—Es todo lo que le queda, además, me ha amenazado con cortarme las pelotas si no la dejo subir a bordo.
—¿Cuándo partes?
—Pasado mañana, me quedaré en una posada mientras resuelvo mis asuntos. Erza ya está esperándome allí.
—¿Erza vino contigo? —El interés despertó en Natsu, Gajeel asintió—. ¿Dónde se hospeda? Quiero ir a verla.
—Ella sabía que dirías eso, así que me hizo jurar bajo la promesa de la más dolorosa tortura que no te diría dónde estaba, teme que si eres visto a su lado el lodo te salpique.
—Tonterías, dime dónde está, Gajeel.
—Lo siento, pero no lo haré —se puso de pie—. Y he de marcharme ya, tengo algo que hacer antes de reunirme con ella.
—Gajeel —advirtió Natsu, siguiendo sus pasos cuando salió de la habitación. Zeref les siguió.
—Nos vemos mañana, vendré por ti al anochecer, he oído que los salones de juego son entretenidos, eso y que las damas están un poco más dispuestas en esas zonas.
—Paso, ya tengo un compromiso —aseguró Natsu. Gajeel se detuvo y le miró por sobre el hombro.
—¿Qué puede ser más importante? ¿Quién eres y qué has hecho con Salamander? —Natsu le echó una mirada de advertencia ante aquella última palabra.
—Hay una ópera...
—¡Tú odias la ópera!
—He quedado con... con una dama, la llevaré mañana por la noche. Por eso te pido que me digas dónde está Erza, quiero verla antes de eso.
Gajeel pareció pensarlo un momento, y al final acabó suspirando con derrota.
—Hombre, que deprimente tener que invitar a una mujer a un evento tan aburrido tan sólo para subirle las faldas y...
—Gajeel —le cortó Natsu.
—Está bien, dime en dónde será la ópera, te prometo que llevaré a ese demonio pelirrojo hasta a ti.
Natsu le anotó la dirección y no lo dejó marchar hasta estar seguro de que cumpliría su palabra.
—Por cierto —Gajeel se detuvo en la reja, donde un carruaje ya aguardaba para entrar. Zeref se revolvió incómodo al saber que allí venía su madre—. Una de las razones por las que Erza no quiso venir es porque no quería verte embutido en un traje de niño rico.
Zeref intentó llamarles la atención, pero era demasiado tarde, su madre ya se había bajado del carruaje y mirada sin ningún disimulo en su desprecio a Gajeel, luego sus oscuros ojos se centraron en Natsu y en el pequeño gato que seguía aferrado a su pecho con ayuda de sus garras.
—¿Se puede saber qué hace un indigente en mi casa? Y por el amor de Dios, ¿qué es esa alimaña?
—Madre —Intentó Zeref detenerla. Natsu le hizo una seña a Gajeel para que se fuera antes de que las cosas empeoraran. Para su suerte, su amigo obedeció no sin antes hacer una reverencia exenta de respeto a la mujer que no paraba de quejarse—. Por favor, era sólo un amigo de Natsu...
—Tiene la pinta de un ladrón, ¿ha entrado a mi casa? ¡Qué descaro! Voy a ordenar que se haga un recuento de todos los objetos de valor, y donde vea que falta algo... —Advirtió, dirigiendo su atención a Natsu. Éste no se movió aún cuando la mujer se acercó amenazante a él, señalando su figura con un ademán despectivo de su mano—. Y no quiero a ese animal sarnoso en mi casa, así que ve deshaciéndote de el.
—Exija cuanto quiera —Musitó Natsu, centrando toda su atención en Happy. Entonces sus ojos jade se clavaron en la mirada de la mujer mayor antes de decir inflexible—, y luego váyase al diablo.
—¡Asqueroso escocés del demonio! Tu madre debió haberte matado apenas te trajo al mundo, ¿me oyes? —Los intentos de Zeref por llamar la atención de su madre eran en vano. Grandine estaba roja de ira y su voz tenía un tinte histérico mientras veía desaparecer a Natsu dentro de la mansión—. Igneel se enterará de esto, repulsivo bastardo.
—Mamá, ya basta —Zeref se plantó delante de ella y tomó sus manos entre las suyas—. Tú nunca has sido cruel conmigo, y siempre has querido lo mejor para mí. Por eso me cuesta entender por qué eres así con Natsu, él también es un ser humano.
—Él es la prueba de mi humillación —chilló ella sin detenerse a escuchar—. Tu padre se acostó con una vulgar escocesa, y como si eso no fuera suficiente me obliga a convivir con el fruto de esa traición.
—Madre...
—No quiero a Natsu en mi casa —declaró, inhalando bruscamente—. Ya paso suficientes vergüenzas siendo señalada a donde voy desde que Igneel lo trajo a nuestra casa. ¿Ahora tengo que soportar que me falte al respeto?
El azabache se mordió la lengua para no decir que fue ella quién había provocado a Natsu con todos sus desplantes y palabras hirientes. Y a pesar de eso, el menor siempre se mostró entero e indiferente ante los insultos. Zeref estaba seguro de que, de no ser por el insulto de su madre a su amigo y su pequeño gato, Natsu ni siquiera hubiera piado.
—¿Por qué mejor no vamos adentro? Estoy seguro de que ha sido una tarde agotadora, pediré que te traigan un poco de té —intentó eludir el problema. No era bueno resolviendo ese tipo de conflictos, mucho menos si estaba dividido entre su madre y su querido hermano menor. Quería a Natsu, no podía ver aquellas diferencias que ponían a Grandine tan enloquecida de pena.
—Oh, Zeref... siempre tan preocupado por tu madre —acarició el rostro de su hijo, aceptando la ayuda que éste le ofrecía.
Un piso más arriba, y recargado en el marco de la ventana, Natsu observaba meditabundo el tono grisáceo de la espesas nubes que habían ocultado el sol desde un par de horas atrás. En su pecho, y mordisqueando los botones de su camisa, Happy ronroneaba y de vez en cuando exigía con graciosos maullidos un poco de atención. Sonrió, se sentía un tanto más alegre con su pequeño gato allí. Y antes de poder detener el pensamiento, él ya se preguntaba si a Lucy le gustarían los gatitos.
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Continuará...
N/A: Ya sé, me tardé. Pero he aquí el capítulo ♡
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