¤¤ Capítulo 6 ¤¤
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Las notas del piano le trajeron un recuerdo reciente y agradable. Sentado cerca del ventanal y con la cabeza inclinada sobre el respaldo de la cómoda silla, Natsu recordaba la silueta de Lucy, inclinada sobre un piano y con sus pequeñas pero hábiles manos deslizándose a través del teclado para producir tan maravillosa melodía. Su suave voz y a la vez tan llena de energía, resonó en su cabeza. Quizás no se aprendió la letra con una primera vez, pero el tarareo estaba allí.
La melodía se detuvo en un punto, sin llegar a terminar. Regresó de sus pensamientos y escaneó con la mirada para encontrar a Zeref ante el teclado, con un codo sobre las teclas y la barbilla apoyada en su mano. En la otra sostenía la carta que lady Lucy envió con su doncella para él, la tarde anterior.
—¿Dices que Lucy te envió esto? —Zeref parecía escéptico, y él no pudo culparlo.
—Así es. Me dijo que su ama no podía escribir, pero se encargó de aprender esto para cuando le pidiera favores de éste tipo. Al parecer, Lucy suele componer canciones y Virgo se encarga de escribirlas.
—Es una pieza muy hermosa —admitió el mayor de lo Dragneel, poniéndose de pie y caminando a su lado para darle la carta—. Yo ni siquiera sabía que Lucy tocara el piano.
—También sabe cantar, ¿no la has escuchado? —Le parecía extraño, ¿no se suponía fueron grandes amigos?—. Tiene la voz de un ángel.
Zeref arqueó una oscura ceja y apoyó un brazo en el marco de la ventana, mirando a su hermano con atención. Había algo... distinto.
—Natsu...
—¿Ya está todo listo? Insistí en ir por ellas, pero papá me informó que Jude prefería enviarlas con su cochero. Debiste ver la manera en que me veía cuando le pedí que aceptara dejar a Lucy venir.
—Me molesta que yo estuve varios meses intentando hablar con ella y tú con entrar como ladrón lograras que ella venga aquí a comer el día de hoy —se burló, alejándose para tomar un vaso y una botella de vino—. ¿Quieres una? La vas a necesitar. A mamá tampoco le agradó que Lucy se negara a verme y ahora venga aquí por una invitación tuya. Pero no te preocupes, papá se encargó de que no se entrometa. Se irá dentro de poco con unas amigas suyas, quieren comprar algunos vestidos para el teatro de mañana.
—Perfecto, ¿no quieres que lleve una armadura? Digo, contigo y tu madre, quizás alguno quiera ensartar un cuchillo en mi corazón.
Zeref soltó una risotada y le ofreció un vaso cuando Natsu llegó hasta él.
—La verdad es que me siento contento de que Lucy salga un poco. Ella y Mavis no pasean a menudo.
—Sí... sobre eso —Era el momento de decirle. Apuró el contenido y depositó el vaso sobre una mesita. Ante la mirada atónita de Zeref, se talló la boca con la palma de la mano—. La razón por la que pedí tu presencia es para ver si puedes entretener a esa enana gritona. No deja de hacer comentarios irritantemente oportunos. No me desagrada, y me parece divertida, pero me gustaría hablar un momento a solas con Lucy.
—¿Mavis? —Zeref puso gesto pensativo—. No la he tratado demasiado, pero me parece una mujer tranquila.
—¿Mujer? Es una niña de esta altura —y como referencia alzó su mano hasta su pecho. Zeref sonrió y negó, terminando su bebida.
—Mavis es cuatro años mayor a Lucy. Simplemente su apariencia... bueno, siempre se ha visto más joven de lo que es. —Al ver la expresión de Natsu añadió con evidente diversión—. Cierra la boca o entrarán moscas.
—¿Es una broma cierto?
—No, hace rato vi algunas en la ventana...
—Sabes a lo que me refiero. Digo, ni siquiera... —¿Cómo decirlo sin sonar grosero? Llevó sus dos manos al frente y las curvó, intentando dar una forma redonda a la altura de sus pectorales. Zeref no pareció divertido por su insinuación.
—Donde te atrevas a señalar eso frente a ella, te golpeo. Es algo susceptible respecto al tema. Muchas jóvenes casaderas no dejan de hacerle notar esos detalles a cada baile que va, por eso últimamente no se aparece. Y a pesar de que no estoy de acuerdo con que la tachen de solterona con tan sólo veintidós años, así son las cosas por aquí.
—Perdón, no lo sabía...
Así que Mavis no era una irritante chiquilla pegada a las faldas de Lucy. Era una mujer cuyo cuerpo parecía reacio a desarrollarse por completo. Quizás su madre fuera igual de pequeña, o alguien en su familia. Había escuchado que Mavis era hija de la hermana de Jude. ¿Dónde estaba esa madre? Nadie lo sabía con exactitud, sólo sabía que al parecer estaba un tanto delicada de salud y por eso se hallaba retirada a los campos. El ritmo de vida tan acelerado en Londres no sería bueno para su salud.
—Como sea, no deben tardar en llegar. Iré a ver que todo esté listo en el jardín.
—Gracias, Zeref.
—¿Cuál gracias? Con el dinero que te sacaré de esto haré muy buenas apuestas la próxima semana.
—Le diré a papá que andas en apuestas ilegales si sigues.
—Y yo le diré que tú fuiste quien estropeó su silla de montar favorita.
—Pero ese fuiste tú... —Murmuró entre risas al verlo desaparecer. Decidió darse un último vistazo para verificar que estuviera presentable. Había pasado toda la mañana cuidando de los caballos y ayudando a uno de los criados con los costales de harina. Tal vez no fuera necesario, pero se trataba de no hacer nada. En Escocia solía estar todo el día haciendo tareas. Y aunque disfrutaba de leer un rato, tampoco era algo que lo tuviese distraído todo el día. Al darse la vuelta, dispuesto a subir las escaleras, se encontró de frente con Grandine. La mujer estaba vestida para salir, quizás demasiado elegante. En sus manos sostenía un paraguas de encaje que, en opinión suya, era más para presumir que para proteger de un sol apenas visible entre las espesas nubes. Grandine arqueó una ceja y su nariz se arrugó en una mueca de desdén, a la vez que sus labios se torcían. Había evitado cruzarse con ella desde la noche del baile, pero sabía que tarde o temprano debían verse las caras.
Natsu hizo una breve, pero exenta de respeto, inclinación antes de rodearla y subir los escalones de dos en dos.
—Natsu —Se quedó quieto, tratando de sopesar si fue o no producto de su imaginación. Con recelo, miró por sobre el hombro para notar que la mujer le veía—. Quisiera darte las gracias.
—¿Perdone?
—Gracias a ti y la lástima que provocas a lord Heartfilia, ha dejado que su hija venga aquí. Quizás por fin Zeref pueda hablar con ella y su compromiso vuelva a estar en pie. Ya sabes, ambos son perfectos e impecables, de sangre pura y buena cuna. No como tú, un salvaje al que un poco de dinero lo hace pasar por persona hasta que abres la boca y muestras tus escasos modales.
—Que tenga una linda tarde, lady Grandine —Cortó para continuar su camino. Grandine se quedó al pie de las escaleras hasta verlo desaparecer. Una pequeña sonrisa de satisfacción cruzó por sus labios mientras avanzaba a la entrada principal.
No iba a escuchar a esa bruja. Ya lo tenía harto. La única razón por la que no la mandaba al infierno era por el cariño que le tenía a su padre y a su hermano. Sabía que para ambos, Grandine era importante. Tampoco planeaba ponerlos en un compromiso por ver a quién preferían.
Ya en su habitación, se dispuso a tratar de peinar un poco su alborotada cabellera. Solía atarla en una coleta baja cuando estaba en las colinas con su abuela, pero al llegar a Londres lo cortó y ahora no podía amarrarlo. Por lo que observó con cierto fastidio su propio reflejo. Sus ojos eran demasiado exóticos, tanto en su forma como el color jade de sus iris. Su cabello además de inmanejable, no pasaba desapercibido con su llamativo rosa. Luego estaba su piel ligeramente tostada por el sol. Era común ese tono de donde venía, pero en Londres todos eran pálidos. Le fastidió saber que, aunque no quisiera creerlo, comenzaba a tener pensamientos recurrentes sobre las diferencias. Algo de lo que se sentía orgulloso era de su considerable altura y su musculatura. No era exagerada, pero tampoco estaba tan delgado como la mayoría de los hombres.
Mierda. Si Lucy era como las otras chicas, era casi bueno que no pudiera verle. No soportaría notar el rechazo en unos ojos tan bonitos. Se quedó de piedra, en el instante que escuchó un carruaje entrando a la propiedad. ¿Estaba agradecido de que ella no pudiera ver? Merecía que alguien lo arrojara por las escaleras. Se frotó el rostro, decidiendo que los nervios ni eran bien conocidos ni tampoco bienvenidos en un momento como ese. Antes de que Zeref mandara un criado a llamarlo para informarle de la llegada de sus invitadas, Natsu ya se deslizaba por el barandal de las escaleras hasta la planta principal. Uno de los criados se echó hacia atrás apenas lo vio.
—Natsu, si papá te ve haciendo eso... —Comenzó su hermano, pasando las manos por la solapa de su chaqueta y tratando de peinar algunos mechones sueltos de su peinada cabellera azabache.
—Deja de ser tan quejica, papá no está aquí —Bufó con fastidio, abriendo la puerta y dejando al criado atónito, ya que ese era su trabajo. Zeref le restó importancia y siguió al menor hasta las escaleras de la entrada, donde el carruaje ya se había detenido.
El corpulento hombre que se bajó del carruaje le lanzó una larga y penetrante mirada. Natsu no desvió la suya en ningún momento, preguntándose si acaso no era pariente del famoso Taurus, ambos eran grandes. Antes de que el cochero o él pudieran siquiera acercarse a la portezuela, esta se abrió con un estruendo y Mavis bajó, rechazando incluso la ayuda de Zeref, que justo llegaba y le tendía la mano.
—Bien, terminemos con esto. Y más vale que se ahorren esos modales falsos y ensayados, puedo bajar sola, gracias.
Natsu y Zeref se miraron. El primero con diversion en la mueca burlesca de sus labios. Zeref, por el contrario, parecía sorprendido y acabó retrocediendo un par de pasos cuando la mujer bajó y se giró, tomando la fina mano enguantada que se asomó.
—Lucy, querida, ten cuidado con los escalones. Son tres del carruaje y delante hay un pequeño desnivel.
—De acuerdo.
—Permítame ayudarla —Natsu quiso acercarse, pero Mavis le dio un golpe en el brazo con un abanico de encaje que llevaba en la otra mano. Entonces fue cuando él reparó en aquello que Zeref observaba desde que la vio bajar.
—Yo puedo ayudar a mi prima, retrocede. ¿Siempre eres tan impaciente? —La voz de ella era más cortante, y su expresión más agresiva de la última vez. Natsu hubiera creído que se trataba de un pequeño rencor al tener que ir allí. Pero algo le decía que no.
Mavis tenía un gran morado en uno de sus ojos, y su labio inferior lucía un poco rojo e hinchado. Y aunque su tez era clara, había una palidez considerable, acentuada por sus ojeras. Al sentir su escrutinio, ella apartó la cara y dejó que los rizos de su cabello cubriera la mayor parte de esas imperfecciones. Natsu desvió su atención un instante a Zeref, encontrando una mirada sombría y como le asentía en silencio, diciendo sin necesidad de hablar que también lo había notado.
—Buenas tardes, lord Natsu —saludó Lucy cuando estuvo por fin de pie. Natsu tomó su mano y besó sus nudillos, prestando toda su atención a sus ojos que, aunque carentes del brillo que confería el reconocimiento seguían siendo dulces.
—Creí que podríamos tutearnos —musitó, tratando de saludar a Mavis como la etiqueta requería, pero ella retrocedió y vio en otra dirección, manteniéndose callada—. Lucy...
—Tiene razón.
—Lucy, estás muy radiante el día de hoy —Zeref le dio un codazo a Natsu por acaparar toda la atención y se presentó ante la Heartfilia, haciendo el respectivo saludo—. Trataré de no sentirme un poco celoso por haber rechazado mis invitaciones y no la de éste plebeyo con sonrisa de libertino.
Natsu le dirigió una mirada asesina a su hermano mayor al escuchar aquello, pero no negó que fue lo suficientemente oportuno para atraer la atención de Mavis y hacer sonreír a Lucy con algo de vergüenza.
—Sí, sobre eso... Zeref, lo siento, es sólo que...
—Tranquila, encanto. Estoy feliz de verte aquí. ¿Les parece si tomamos el té en el jardín? Todavía falta un poco para la hora de la comida.
Zeref permitió que Lucy se apoyara en él para caminar. Y del otro brazo, Mavis le sujetó con cierta debilidad en sus dedos. El mayor de los Dragneel le guiñó un ojo al menor, quien comenzaba a replantearse la idea de si había sido bueno dejarlo quedarse.
Él no era un fanático del té, por lo que más tarde acabó sentado y con el ceño ligeramente fruncido. Zeref no parecía querer callarse dentro de poco y eso lo estaba irritando demasiado. Su plan inicial era que Zeref sacara a Mavis de allí por al menos un rato. Pero esa pequeña salvaje era como una sanguijuela pegada al costado de Lucy, quien se mostraba un tanto más habladora de lo usual, a pesar de que sus ojos permanecían perdidos en su dirección.
Tomó un panecillo, algo hambriento y trató de prestar más atención a la conversación de Zeref y Mavis, que comentaban algo sobre el invierno que todavía parecía lejano en esa época del año. Para él no parecía ningún problema, pues durante los inviernos en las colinas de Escocia, donde solía vivir con su abuelo, el clima era más impetuoso y cruel.
—Mavis y yo tenemos planeado ir a visitar a la tía Michelle cuando el invierno llegue —Informó Lucy, bebiendo otro trago de té y dejando la taza para luego buscar un panecillo. Natsu notó que se mostraba un poco desorientada al no encontrar el platillo con el aperitivo. Y es que pocos segundos antes, él tiró del mismo par alcanzar uno.
De inmediato se incorporó y tomó la mano de Lucy, quien se mostró sorprendida, más no se apartó. Le acercó el platillo y los delgados dedos femeninos tomaron un panecillo.
—Gracias... —Musitó.
—Tengo algo de tiempo sin ver a madame Michelle, ¿no vendrá para la temporada de Londres? —Para Zeref no pasó desapercibido lo ocurrido. Estaba tan enfrascado conversando con Mavis que no notó que Lucy buscaba algo.
—Mamá no se encuentra del todo bien—murmuró Mavis con una expresión que llamó la atención de los hermanos. Era un tanto sombría—. Por eso he pedido permiso al tío Jude para visitarla apenas la temporada termine, y Lucy irá conmigo. Será divertido.
—¿Se encuentra muy grave? —Zeref miró con preocupación a la mujer, que evitaba a toda costa apartar su mirada de las manos que mantenía entrelazadas en su regazo.
—Es sólo un poco de malestar, jamás ha podido acostumbrarse a la agitada vida londinense.
—Es por eso que nosotras solemos ir a verla durante el invierno —agregó Lucy con tono conciliador—. Tengo entendido, Zeref, que tú sueles quedarte aquí con tus padres. Pero, ¿y Natsu, pasará ese periodo aquí?
Natsu, que se limpiaba las migajas de una galleta de una manera que Mavis calificaría como maleducado, se sorprendió de que Lucy se dirigiera por primera vez a él con su nombre de pila y buscando introducirlo a la conversación. Tragó y carraspeó, tratando de no sonreír ante la mirada de su hermano.
—En realidad, tengo planeado visitar a mi abuelo para entonces. Es durante el invierno que las cosas se ponen un poco duras por allá, y nunca está de más un par de manos para ayudar.
—¿Ayudar en qué? —Inquirió Mavis con curiosidad.
—Bueno, normalmente suelo encargarme de los caballos de mi abuelo, y a veces ayudo en las reparaciones previas al invierno. Todavía es un poco común la riña entre clanes, así que las disputas dejan en ocasiones los techos dañados. En otras ocasiones ocurren pequeños incendios, pero nada grave... —Decidió guardar silencio, normalmente nadie quería escuchar cosas sobre su hogar. Y tal vez ya había dicho de más al comentar las pequeñas disputas entre los clanes. Para ellos era común, incluso divertido en ocasiones. Pero para los ingleses era otra excusa viable para llamarles salvajes.
—¿De verdad no ocurre nada grave? Tengo entendido que los clanes son liderados por un solo jefe, ¿por qué discuten entonces?
—No son discusiones serias, de vez en cuando desaparece algo de ganado, y aparece en terrenos de otro. Nada que no pueda resolverse.
—Por medios no muy pacíficos, según he oído —Agregó Mavis, acabando su taza de té. Natsu ya no quiso decir nada más.
—De la misma manera que los hombres de por aquí no encuentran otra manera de solucionar las cosas más que batirse en duelo por orgullo —espetó Lucy con un leve tono de reprimenda hacia su prima. Tanto Zeref como la joven abrieron los ojos con sorpresa—. Espero que los enfrentamientos no sean graves. Por lo que mi padre y el suyo hablaban ayer, su abuelo es el jefe de los cuatro clanes que residen en aquellas colinas. ¿Podría contarme la historia del castillo Dreyar? He oído que es precioso, y sus alrededores dignos de una pintura de ensueño. Como comprenderá, jamás me será posible conocerlo con mis propios ojos, ¿podría hacerme ese favor?
Natsu miró a la prima de Lucy, luego a Zeref. Ambos le veían con sorpresa y algo de sentimiento. Él no sabía si Lucy le pedía aquello por cortesía, o por verdadero interés. Pero una mirada a sus bellas facciones y la sonrisa expectante en sus labios, le decían que era real. Su madre siempre le había dicho que los ojos eran la ventana al alma, que estos permitirían saber quién era la persona que los poseía. Pero él sabía que incluso esa ventana se podía esconder, incluso disfrazar. Si bien, los ojos de Lucy carecían del brillo esencial del reconocimiento de su entorno, eran sinceros.
—Está bien, si le parece...
—Me agradaría mucho —Confesó, peinando fuera de su mejilla un corto mechón rubio.
Mavis también sonrió, y de pronto dirigió toda su atención hacia él. Zeref le guiñó un ojo y se acomodó en la silla con gesto relajado.
—Todavía falta algo para la hora de la comida, si te parece, hermanito, tengo curiosidad por saber cómo eran los lugares donde hacías tus travesuras. Ya que nunca has querido contarme, aprovecharé esta oportunidad.
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Continuará...
N/A:
Lo lamento mucho, la escuela me tiene muuuy ocupada, ya casi salgo, de dos a tres semanas a lo mucho. Así que les agradezco mucho su paciencia.
Además, pensaba si decirles o no, pero a estas altura ya estoy más tranquila. La semana pasada tuve un accidente, un hombre en motocicleta decidió que no era suficiente con saltarse el alto, sino que se subió a la zona de peatones y me arrolló :(, y no sólo a mí, sino también a mi madre y mis hermanos. Ni siquiera yo sé cómo pasó, lo único que logré hacer en el momento fue empujar a mi hermana, ya que yo la llevaba de la mano. Prácticamente chocó contra mí y tengo un moretón del tamaño de mi cabeza al costado de la rodilla. Pero ya pasó, no fue más que el susto y unos cuantos golpes xD.
Así que, si conocen a alguien que conduce una moto, además de cuidarse de los autos, que tengan cuidado por donde intentan adelantarse.
Sin nada más que decir por el momento, me retiro a seguir estudiando. Llevó desde el último capítulo escribiendo éste, pero a falta de tiempo lo hice por partes JAJAJJAJAJA. Al fin está listo.
Nos leemos, y cuídense ♡
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