Capítulo 55.
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Aquella mañana estaba haciendo muchísimo frío. Pero debía admitir que los pantalones ayudaban de alguna manera a qué no estuviera congelada. Había dicho a su madre que sería una vuelta rápida, sólo recogería un par de leños extras para su habitación. Michelle insistió en que eso no era tarea para ella y no debía esforzarse, pero Mavis tuvo que recordarle que ahora se trataba de un criado a ojos de todos, y eran tareas que debía cumplir. Llegó a la gran pila de madera que tenían cerca de la salida trasera, y empezó a juntar un poco de la misma, observando a su vez el vaho que salía de sus labios ante el frío ambiente.
—¿No cree que es bastante temerario salir sin un abrigo con este clima? —preguntó una conocida voz de hombre en las cercanías. Los leños resbalaron de los brazos de Mavis, quién se paralizó al reconocer al dueño de dicha voz—. ¿Lo he asustado? No era mi intención.
Mavis negó, incapaz de girarse a verle. Sintió el sudor frío bajando por su cuello, y notó sus manos temblando cuando volvió a intentar tomar los trozos cortados de tronco.
—¿Le ayudo? —Esta vez la voz sonaba más cerca, por lo que no pudo evitar hacerse a un lado y tragar con fuerza. ¿Y sí le descubría? Había logrado estar lejos de su alcance todos esos días, pero levantaría sospechas si se iba con las manos vacías cuando evidentemente buscaba llevar leña—. ¿Es para Madame Vermillion?
—Sí —fue todo lo que su voz fingida acertó a susurrar. Entonces la figura de Zeref se inclinó a su lado y recogió algunos de los leños, quitando incluso el que le había caído en el pie y del cuál apenas era consciente
—Debe tener más cuidado, los golpes y estos climas son muy mala combinación.
—Lo tendré en cuenta —aseguró, notando la sombra de la barba en el rostro de Zeref, y el puro entre sus dientes. No sabía que fumaba, o antes no le vió hacerlo. El hermano de Natsu le instó a poner los brazos a la espera de la leña, hasta que le dió todo lo que podía cargar—. Gracias.
—No hay de qué, a la próxima no seas tan temerario de salir sin un abrigo —Zeref arrojó el puro y lo piso contra la nieve, apagandolo al instante. Mavis ya quería irse, no soportaba estar cerca suyo sin romperse, pero él tenía en mente otros planes cuando se le quedó viendo fijamente—. ¿Nos hemos visto antes?
—No, jamás.
—Mm, podría jurar...
—¡Max! —Llamó con energía la voz de Michelle, quién desde el umbral y envuelta en un chal le miraba con evidente tensión. Mavis casi gritó de alegría al identificar a su madre, por lo que hizo una breve inclinación en señal de despedida y le dió alcance a la mujer con el cuerpo congelado. Zeref arqueó una ceja ante la mirada agresiva de la dama y el modo en que posó su mano en un gesto protector sobre el pobre muchacho que temblaba de frío—. Te has tardado.
—Es un hijo ilegítimo de un pariente lejano, o eso me dijeron —fue la despreocupada respuesta de Salamander cuando, más tarde, Zeref comentó su curiosidad sobre el joven mozo. Si bien todavía tenía una rivalidad grande con el Dreyar dado lo ocurrido con Lucy, sabía que en esas circunstancias era mejor estar en términos cordiales a no saber nada de ella—. ¿Por qué lo pregunta?
—Sólo me pareció familiar, debe ser eso seguramente —Zeref tomó otro trago del humeante café y saboreó la amargura del líquido—. Hoy está haciendo un clima del demonio.
—Seguramente el lago ya debe estar congelado —murmuró Wendy con emoción. A su lado, Lucy terminaba su bebida dulce y cálida antes de prestarle toda su atención.
—¿Hay un lago aquí cerca? —Zeref centró su mirada en el lenguaje no verbal de la esposa de Salamander, y en este último, cuyo brazo apenas cicatrizado se hallaba en reposo sobre la mesa, mientras que su otra mano se posó sobre la de Lucy, quién no la apartó.
—Un poco cerca. No es recomendable acercarse hasta que no esté completamente congelado, Wendy —le recordó a la menor.
—¿Podemos comprobarlo? Quiero patinar, ¿vamos a patinar, Lucy? —reunidos sobre la mesa, los presentes intercambiaron miradas. Lucy pareció pensarlo un momento antes de admitir.
—La verdad es que no sé patinar.
—¡Yo te enseño! —aseguró Wendy. Michelle carraspeó para intervenir.
—Es muy peligroso patinar sobre un lago sin saber si está completamente congelado, querida niña. Y más aún para Lucy, cómo comprenderás.
—Wendy, Madame Michelle tiene razón, tú sueles caerte todavía, por lo que sería peligroso que seas la guía de Lucy.
—P-pero, he mejorado.
—No es suficiente.
—Salamander sabe patinar, él puede acompañarnos —intervino Juvia, ocultando su media sonrisa. El mencionado casi se atragantó con su bebida, pues sintió a Lucy tensarse.
—No, no sé.
—Tiene razón, a cada rato se cae —se burló Erza.
—No tengo tiempo para... —comenzó a modo de defensa, pero la expresión nostálgica de Lucy le detuvo, y advirtió la mirada que su abuelo le dirigía, como si quisiera decirle algo con solo sus ojos. ¿Se suponía que él debía leerle la mente?—. No creo que Lucy quiera...
—Por supuesto que no —afirmó ella, retirando su mano debajo de la suya y sintiendo frío al instante. Buscó su bebida con la mano y antes de llevársela a los labios murmuró—. Puede ocuparse de sus asuntos. Pero me gustaría acompañar a Wendy.
—Querida... —comenzó Michelle, pero una idea vino a su mente y con una sonrisa mal disimulada asintió—. Sería maravilloso admirar el paisaje. Te acompañaré.
A Salamander no le pasó desapercibido el plan que seguramente había cruzado por la mente de aquella mujer, y antes de que se hiciera más ideas y para dejarlo en claro, exclamó con firmeza.
—Perfecto, cuando decidan tomar su paseo y acompañar a Wendy a patinar, seré notificado para asignarle un escolta, Madame.
—Oh, no es necesario...
—Insisto, la zona es tranquila, pero nunca está de más tomar alguna precaución.
—Yo... No me sentiría cómoda...
—Entonces les acompaño yo —aseguró Zeref. Michelle no pudo evitar la mirada de desagrado al hombre, así como tampoco evitó darse cuenta de la sonrisa altanera de aquel Dreyar. O mejor dicho, Dragneel oculto bajo aquella peluca negra que sólo hacía que el brillo de sus ojos jade se volviese una silenciosa amenaza a su presencia.
—En ese caso prefiero la escolta.
—Bien, dicho eso, está decidido.
—¿Cuándo podemos ir? —quiso saber Wendy, ignorando aquella tensión que remitía con el mismo silencio en que había llegado, ajena a los problemas de los adultos. Lucy sonrió y se llevó otro bocado a los labios, esperando a tragar para responder.
—Cuando gustes, Wendy.
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Salamander tenía una expresión vacía en el rostro, pero Gajeel, que lo conocía muy bien, sabía que sus ojos estaban fijos en alguien. En una mujer de larga cabellera dorada que apenas y se adivinaba bajo la capucha que la resguardaba del frío clima. Se aproximó, no lo hizo en silencio, ni intentando pasar desapercibido. Por lo que arqueó una ceja cuando el joven Dragneel se sobresaltó al aparecer a su lado y le vió con suspicacia.
—¿Dónde te habías metido?
—He ido al pueblo, Makarov me envió para revisar que todo marchase bien.
—¿Y?
—Pues bien, unos cuantos enfermos por el frío clima, pero resistirán. Ya son atendidos y guardan reposo. —Gajeel siguió la dirección de su mirada y encontró a Juvia y Wendy tomadas de las manos, dando vueltas alrededor del gran lago congelado. En la orilla, Lucy permanecía cercana a Michelle que parecía hablar con ella en voz baja—. Sé que quizás no sea de mi incumbencia pero, ¿planeas decirle quién eres?
—Estás en lo cierto, no te incumbe —fue la tajante respuesta, algo que el Redfox ya esperaba—. ¿Qué me dices tú? No he tenido la oportunidad de hablarlo contigo, pero cuando matamos a Bora, creí que habíamos asesinado al hombre que dañó a Juvia.
—Y así fue, él fue la mente detrás de lo que le ocurrió —aquella conversación había tardado en llegar más de lo que esperaba. Y estaba listo para hacerle frente—. No me juzgues, Salamander. En aquel entonces... No era nadie, y la muerte de ese noble no quedaría impune.
—Estamos hablando de tu hermana, maldita sea. Sabiendo que ese bastardo...
—¿Y tú crees que yo he dormido sabiendo que ese hijo de puta sigue con vida? No hay día que no me lamente, pero en aquel entonces yo no era nadie. Si lo hubiera matado, me habrían devuelto el favor, ¿y luego qué? Dejaría a Juvia desprotegida para que cualquier infeliz pudiera aprovecharse de ella. Tuve que tragarme la rabia, hombre, a veces no puedes dejarte llevar por ella, porque lo que hagas en ese estado, nunca lo podrás reparar.
Salamander encajó el golpe como mejor pudo, sabiendo que esas palabras estaban dirigidas especialmente a él.
—Entiendo tus motivos, Gajeel. Pero Juvia...
—No vengas a darme clases de códigos de caballeros ni nada parecido, porque tú mismo no eres un santo.
—Sólo quiero entender por qué me lo has ocultado sabiendo lo que siento por ella, es como una hermana para mí también y lo sabes perfectamente.
—Por eso mismo... Sé cómo eres, y he sido testigo de lo que eres capaz. A veces uno tiene que ser el adulto y tomar las decisiones difíciles, y no ibas a ser tú. Tú no ibas a ver más allá del daño hecho. Y lo he comprobado todo este tiempo, ¿sabes? Yo no sé por qué es tanta tu ira cuando has estado haciendo lo mismo que ese hombre le hizo a Juvia. La diferencia es que él tuvo los pantalones de pararse delante de mí y mostrarse arrepentido, ofreciendo su apellido incluso. Tú fuiste obligado a hacerla tu esposa, más no tu mujer.
—Te estás metiendo en algo que no te importa.
—Escúchame bien, sí que me importa. Juvia es mi vida entera, haría lo que fuera por ella, y sé lo que sufre por Lucy. Por si lo has olvidado, ella tiene corazón, y compasión, estoy harto de ver a mi hermana con esa mirada ansiosa y frustrada porque no sabe cómo hacerte ver qué lo que haces está malditamente mal. No eres un crío, Natsu. Deja de jugar al niñito muerto y párate delante de esa mujer para decirle cómo te has ocultado cuatro años porque te rompió el puto corazón. —Gajeel vio la ira arder en aquellos ojos jade, y como él buscaba alejarse para no abalanzarse sobre él, por lo que espoleo a su propio caballo para impedirle el paso—. No, vas a oírme hasta el final. Y si quieres golpearme después de esto, te reto a que lo intentes con ese brazo en cabestrillo. Creo que Lucy no es la única ciega aquí. No es posible que aún con todos estos meses, y conociendo su historia, todos en el castillo le han acabado cogiendo cariño. ¿Eso no te dice algo? Entiende esto. Lo que hizo fue horrible, lo sé, pudiste no haberte librado, pero estás aquí. Su padre es algo a lo que no puedo ponerle nombre, porque nadie puede ser tan cruel, pero te le acercas, Natsu. Y todos lo ven a excepción de ti. Piensa en ello, porque se te termina el tiempo.
—¿A qué te refieres?
—En el pueblo les visitó un extranjero hace un par de semanas, cuando nosotros mismos estábamos fuera. Un hombre que estaba particularmente interesado en la lady inglesa que residía en el castillo Dreyar. Y se mostró más aún interesado por la relación que mantenía su esposo con ella.
—¿Qué? ¡¿Por qué no me lo has dicho antes?!
—Te lo estoy diciendo ahora. Y antes de que galopes cómo loco, déjame decirte que se ha ido. No sé su nombre ni de dónde viene, pero me aseguraron que no era de por aquí, su acento era algo torpe. He indagado hasta donde pude, pero los habitantes tampoco se mostraron con mucha confianza. Además, ni siquiera conocen a tu esposa.
—¿Crees que se trate de Jude?
—No, fui específico con su descripción.
—Maldita sea, y estamos aquí fuera del castillo.
—Se ha ido, quién quiera que sea ya no se encuentra más aquí. Además, estamos a la vista de los guardias de los muros, cualquier cosa extraña que vean, lo reportarán.
El hecho de que Gajeel pareciera restarle importancia le parecía incluso escandaloso. ¿Un hombre extraño había preguntado por Lucy? ¿Quién y para qué fin? Hubiera ido él mismo al pueblo puerta tras puerta de no ser porque conocía a Gajeel y sabía que había indagado todo lo posible por encontrar algo más. Y el que estuviera tan escaso de pistas le aterraba. Desvió su mirada frustrada hacia Lucy, quién permanecía al costado de su tía mientras Wendy se deslizaba sin freno por el lago congelado y azotaba sacando una carcajada de Juvia que se aproximó patinando a ella para ayudarle a ponerse en pie.
Él ya había decidido que Lucy no tenía por qué saber quién era en realidad. Le rechazaría, más aún de lo que lo hacía ahora mismo. Si bien su relación se había suavizado un poco, no podía decirse que se llevaban bien, porque no era así. Trataban de ser cordiales el uno con el otro, y él cumplía su parte del trato mientras ella hiciera lo mismo.
Entonces una delgada línea en el hielo le hizo espolear su caballo al galope y un grito de advertencia abandonó su boca al tiempo que Juvia observaba lo mismo que él y se abalanzaba sobre el cuerpo de Wendy para saltar lo más lejos posible de la abertura creada en el hielo. Gajeel llegó a su lado al instante, con la misma expresión de terror que se fue disipando cuando ambas evitaron por poco sumergirse en las frías aguas. Wendy, aún aferrada a Juvia, intentó contener las lágrimas por el susto, pero la mujer le consoló con cariño.
—Les dije que todavía no hacía suficiente frío —espetó Gajeel con dureza. Juvia le vió con ojos críticos—. Salgan de ahí.
—Resistió lo suficiente pues hace ya un rato que estamos aquí, era cuestión de tiempo —expresó la joven, evitando su mirada aniquiladora y llevando a Wendy dónde Lucy se sentía intranquila tras escuchar los gritos y el sonido del hielo romperse.
—¿Están ambas bien? —quiso saber de inmediato la joven de rubia cabellera. Wendy se aferró a ella al instante, internado no mostrar más miedo. Lucy le correspondió de inmediato y sintió la humedad de las lágrimas en las mejillas de la joven—. Tranquila, ha sido un susto fugaz.
—Se los adver... —intentó decir Gajeel, pero Juvia le asestó con un codo y le lanzó una mirada de molestia—. Lo que importa es que no pasó a mayores. Sólo deberán tener más cuidado en la próxima ocasión.
—Luce, extiende tu mano —instó Salamander. Michelle arqueó una ceja y dejó de prestar atención al lago para verle a él. Al instante en que comprendió sus intenciones su expresión se llenó de pánico. Natsu se inclinó para guiar la mano de Lucy a su hombro y él bajó su brazo lo suficiente para rodear bajo su pecho y tirar de ella sobre su caballo. Lucy se volvió entonces un peso duro ante la tensión e intentó zafarse. Su brazo en cabestrillo protestó y no tuvo más opción que soltarla—. ¿Por qué has...?
—Prefiero caminar, así como llegamos.
—Será más rápido de esta forma, ¿crees que no he notado que la nieve alcanza bajo tu vestido? Se congelarán. Tu tía puede ir con Juvia.
—No me molesta la nieve, en absoluto —le contradijo Lucy al instante, aún con su mano apresada por la suya cuando anteriormente la había extendido, quizás con titubeo, pero lo había hecho—. Caminaré.
—Y forzarás a tu tía...
—Si mi sobrina quiere caminar lo haré con ella y ya está, andando.
—Lucy.
—Salamander, me aterran los caballos, ¿sí? No me agrada la idea de subirme en uno.
—Confíe en mí. Le prometo que la cuidaré, soy muy bueno montando.
Michelle, que no estaba dispuesta a ver a Lucy bajo esa presión, quiso intervenir.
—Mi sobrina ha dicho...
—¿Qué ha dicho? —Lucy alzó el rostro en su dirección, su cara con una expresión de leve desconcierto. Él sintió aquel frío cosquilleo bajando por su columna, como si por un instante, ella le hubiera visto.
«—Confíe en mí. Le prometo que la cuidaré, soy muy bueno montando—. »
—Que confíe en mí. Venga, deme la mano —Lucy lo hizo, presa de aquel estado confuso y sólo sintió cómo él tiraba de su cuerpo y la acomodaba al frente suyo, con sus piernas cayendo de un solo lado y rodeando su cintura para tomar las riendas—. Gajeel, ayuda a Madame Vermillion a subir con Juvia.
La esposa del Dreyar apenas oía nada más, presa de un lejano, casi completamente olvidado recuerdo. Una disculpa torpe, luego de un corte indeseado en la palma de su mano. Y a un muchacho de orígenes cíngaros diciéndole que era muy bueno montando y no habría que temer. Obviamente los momentos no eran los mismos, ni ellos, ni su voz, y su aroma... Tan familiar, y a su vez tan distinto; el cumulo de emociones que aquel deja vu trajo consigo fue suficiente para mantenerla en silencio el resto del recorrido de regreso al castillo.
—Creo que con esto acabo de ganarme otro intento de envenenamiento por parte de su tía Michelle —susurró su marido sobre su oído después de lo que le pareció una eternidad, rompiendo la frágil burbuja de memorias que se había logrado hinchar. Lucy tardó unos momentos en comprender lo qué le había dicho. Tanto era su letargo que el hecho de estar recargada hacia él o compartir esa cercanía no la perturbo cómo otras ocasiones.
—¿A qué se refiere con otro intento de envenenamiento? Mi tía no ha intentado eso.
—O quizás no lo ha logrado. Siempre le doy a probar un poco de mi bebida a Zeref antes para asegurarme —sintió cómo sonreía contra su oreja tras decir eso. Lucy hizo una mueca, intentando ocultar la gracia que eso le había hecho. Era ridículo.
—Entonces mataría dos pájaros de un tiro.
—¿Acaso insinúa que el gran duque de Álvarez no tiene la simpatía de tan delicada mujer?
En esta ocasión Lucy no pudo evitar la sonrisa por la diversión que aquello parecía acarrearle.
—No insinuo nada, pero la simpatía de una mujer debe ganarse, y lord Zeref no lo ha intentado.
—¿Qué sugiere, cuál sería el valor adecuado para despertar tan conmovedor sentimiento?
—Quizás... Para comenzar, un poco de humanidad.
—¿Soy acaso un monstruo de largas fauces salido de las entrañas del bosque?
—Así me lo pareció un tiempo atrás —murmuró ella a modo de respuesta, cerrando los ojos para evitar sentir el mareo que la ansiedad le traía al saberse arriba de un caballo. Estaba segura, se repitió.
—¿Ya no...? —El nudo que tragó fue difícil, y dejó su garganta seca a la espera de una respuesta.
—Wendy no podría querer a un monstruo, mucho menos Juvia. Así que, por el momento confiaré en su buen juicio.
—Espero no defraudarte —susurró sobre su rostro, apartando un mechón rebelde de su largo flequillo. La sintió estremecer, y no sabía si se trataba del frío, el miedo, o algo más—. No estamos lejos.
—Admito que es aterrador montar de nuevo, pero la nieve si está bastante fría —murmuró ella, dejándose apoyar contra él al sentir la tensión de su espalda por la rígida postura. Salamander no dijo nada respecto a ello, pero sintió como si agarre en las riendas a través de ella se afianzaba.
—Lamento hacerle pasar el mal rato, pero le prometo que estará bien.
—¿Salamander? —llamó su atención cuando justo comenzaba a escuchar el bullicio del patio del castillo, o eso supuso ante los ruidos y voces a las que se iban aproximando.
—Dígame.
—¿Puedo preguntar algo personal?
—Puede hacerlo, que le responda es otro asunto —intentó decir con humor.
—¿Por qué le tomó tantos años el querer averiguar sobre la muerte de su primo?
—Supongo que así lo dispuso nuestro creador, querida Luce. ¿No es lo que dicen? Sus tiempos son... perfectos...
Dicho aquello desmontó con una agilidad propia que la práctica le otorgaba, y antes de que Lucy pudiera siquiera asustarse por estar sola arriba de la silla, él la tomó en brazos para bajarla. Al instante escuchó a Wendy llamarla.
—Salamander, lo digo en serio.
—También yo.
—¡Aguarde! —le llamó al escuchar su respuesta más lejos que en un inicio, como si se alejara. Pero él no se detuvo, lo sabía porque su aroma desapareció y su presencia igual, como una débil neblina ante el amanecer. La sensación de vacío la hizo sentir extraña, más no pudo pensar en ello lo suficiente cuando Wendy requirió su atención.
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Sting intentó evitar fijar su atención en el cuerpo que habían arrojado en la sombría habitación, a pesar de que su pesada respiración y los sonidos que hacía por llevar el dolor le parecían incluso más perturbadores que verlo en sí. No obstante, no pudo hacer de la vista gorda y se aproximó a ayudar a conde Fernández a sentarse para recuperar un poco de su dignidad perdida tras la paliza que los guarudas tras Jude le habían propinado.
—Jude, sea razonable...
—¿Acaso no soy razonable? Le estoy dejando con vida para que tenga la maldita oportunidad de enmendar su error.
Sting fijo su atención en lo que alguna vez fue el rostro sano de Jellal Fernández. Hinchado, bañado en sangre y con una expresión de odio tal que no comprendía del todo aún lo que había ocurrido. Y Jude no parecía querer contarle.
—Sting, volviendo al punto. Irás con él, te ayudará a traer a Lucy de vuelta.
—Ni siquiera sé si...
—¡No me mientas! Quizás no llegaste al castillo pero sí a sus tierras, no intentes engañarme. Lo que pasa es que ese escocés nacido del infierno la tiene ahí.
—Por lo que me dijeron ellos ni siquiera...
—¡Sé que es el hijo bastardo de Igneel! ¡LO SÉ, ES ÉL, NO ESTÁ MUERTO! —gritó con desesperación, convencido de lo que decía—. Pero está vez le daré un tiro en el entrecejo, a ver si vuelve a resucitar.
—Estás demente —gruñó Jellal con pocas fuerzas. Sting le miró con una expresión que le invitaba a la prudencia. Jude sonrió y se aproximó con su evidente cojera hacia el hombre semi sentado.
—Si no fuera porque todavía sirves, te matara ahora mismo.
—Mátame, sé que no la tienes, ya no.
—Oh, ¿eso crees?
—¿Que no tiene qué? —Sting ya había escuchado algunas leves insinuaciones antes, de algo extraño. Como si Jude tuviera o supiera sobre algo a lo que Jellal anhelaba.
—Jellal, creí que me conocías. Pero si lo que quieres son pruebas, ve con Sting.
—¡Mientes! Si estuvieras tan convencido de su paradero...
—¿La tendría a la mano para obligarte a cooperar? Tal vez la perdí un tiempo, pero es exquisito como todo se acomoda a mi conveniencia. Y esa zorra pelirroja por la que tanto lloraste, te ha ocultado cosas.
—¿Qué tiene que ver Erza con esto? Ella ya no es tu problema.
—Lo es, ayuda a ese escocés, por lo que si llega a estorbar, estará fuera del juego antes de que pueda incluso gritar. ¡Ahora muévete! No me obligues a obrar en contra tuya.
Jude se alejó con su pierna cojeando, azotando la puerta de la vieja casa detrás suyo. Sting evitó mirar a Jellal, sin comprender del todo si era realmente alguien de confianza o no. Él no le entregaría a Lucy a ese hombre jamás, pero lo necesitaba para llegar a las tierras altas, sin la protección de Jude sería imposible. Y hubo un tiempo en que creyó que Jellal y Jude eran aliados, ahora comenzaba a dudarlo, pero prefería mantener cierta distancia hasta no estar del todo seguro.
—Partiremos por la mañana —informó el conde Fernández, escupiendo un poco de sangre y limpiando de un manotazo el líquido carmesí de su rostro. Sting asintió—. Tendrás que pasar desapercibido, Eucliffe. O te abrigas bien o te tiñes el cabello con cenizas cuando estemos por llegar, llamarás mucho la atención.
—¿Cuál es tu plan, entrar por la puerta y traerla?
—Hay alguien ahí que me debe un favor, será fácil convencerla de que la acerque a mí.
Su tono misterioso y las pocas energías que tenía para hablar le informaron que esa sería toda la información que obtendría. Sting maldijo y se marchó para preparar un pequeño equipaje. Ocultando entre sus ropajes la pistola de la cual haría uso una vez tuviera a Lucy bajo su resguardo. Las autoridades no se involucrarían, y aunque Jude estaba demasiado metido en la mierda, echarlo de cabeza no funcionaría si ya una vez hubo escapado.
No, Sting tenía sus propios planes, pero para hacer uso de ellos primero debía seguirles la corriente.
Primero debía tener a Lucy a salvó, lo demás vendría después.
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Continuará...
N/A: Ya sé que me perdí mucho tiempo, más del que me hubiera gustado. Les agradezco su paciencia, si es que todavía les queda ]_•) y les comento que parte de mi demora fue una mudanza un tanto apresurada jajaja, así que he tenido mucho quehacer, y sigo sin responder a sus comentarios lo cual aún no olvido y tengo muy la pendiente por hacer, pero que sepan que me leo todos, me encanta saber su opinión. Ya tengo unos capítulos adelantados así que de aquí a la siguiente semana trataré de publicar más con los dibujos pendientes. Sin más que decir, espero hayan disfrutado la lectura.
¿Ustedes qué creen? Sienten que algo en el ritmo de la historia haya cambiado? No quiero ser precipitada pero se viene algo que marcará otro giro. De hecho, considerando que la historia ya es larga, cuando la termine (para no retrasarlo más) se podría decir que se dividirá en 3 libros. Teniendo en cuenta que el primero terminó cuando pasó el asaltó a Natsu, y el segundo está por terminar. Con el final de ese quizás verán de que irá el tercero. No sé si me expliqué 🤗🤯
Nos leemos ~♥️
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