¤¤ Capítulo 44 ¤¤
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Salamander terminó de aclararse el jabón con el agua antes de concluir su baño y ponerse de pie. Había hecho un infierno de frío aquella mañana y apenas dejó el entrenamiento se había congelado cuando su cuerpo dejó de entrar en calor. Todavía era temprano, lo suficiente como para que el patio estuviese a oscuras y sólo una franja dorada se avistase entre las colinas con el prometedor amanecer. Se vistió sin prisas, intentando en vano no mirar la puerta que conectaba con la habitación de al lado. Su habitación era la principal, la que su abuelo debía ocupar, pero desde su accidente se la había delegado con tal de que enseguida durmiera alguien de confianza para que lo estuviese verificando. Fueron largas semanas de recuperación, donde Juvia y Cana temían dejarle un instante y luego encontrarlo desangrado o una víctima de la feroz fiebre que les hizo temer durante muchas noches. Había querido devolverle la habitación una vez estuvo recuperado, pero su abuelo aseguró que no era necesario y si bien salió librado, no le atraería agradables recuerdos.
La noche anterior Lucy no había bajado a cenar, algo que le extrañó a él y algunos criados que ya estaban por servirle luego de que todas las noches anteriores lo hiciera. Su doncella Virgo se anunció minutos más tardes, con expresión severa y sin ver a nadie en realidad afirmó que su señora no bajaría y dispuso todo para llevarlo a su habitación. Wendy le siguió poco después, y aunque comió en la mesa, se mantuvo inusualmente callada y sombría. Salamander se convenció de que le daba igual y lo dejó estar, ignorando la sugerencia de su abuelo de que viera que todo iba bien. Cana soltó una risilla y se inclinó para preguntar si de casualidad había sentido su presencia y sentía lo que le esperaba de encontrarla.
Tuvo la leve tentación de verla cuando subió a su propia habitación bien entrada la noche, más aún cuando divisó el haz de luz desde debajo de su puerta y pudo escucharla tararear algo. Por su voz, cuando se inclinó para escuchar mejor, no parecía enferma. Wendy se había retirado hacia mucho a dormir, y había visto a Virgo bajar con lo que parecía ser bultos de ropa. Lo único que le impidió entrar fue haber bebido un poco más de la cuenta ante un desafío de Cana. No es que su moralidad hubiera vuelto a esas alturas, pero se conocía a sí mismo y si bien no se moría de deseo por ella, era mejor no tentarse.
Ahora que el alcohol estaba fuera de su sistema se sintió más seguro de visitarla por lo que acabó de vestirse cuando tiró de la barra que trababa la puerta, no existía la misma barra del otro lado, por lo que él decidía si abría o no ese paso a su habitación. El ruido que hizo la puerta con la bisagra sin usar le pareció ensordecedor en la tranquilidad que ni el crepitar del fuego podía alterar. Y una vez comprobó que no había sido suficiente para despertarla, se aproximó a la cama donde el cuerpo de Lucy yacía en un mundo de sueños.
En su camino, pudo observar que había una silla delante de lo que horas pasadas fue un fuego ardiente, y se aproximó al ver la labor de costura que había quedado inconclusa. La confusión lo llenó al ver uno de los vestidos de su esposa hecho jiras y cómo las partes cosidas, que si bien eran puntos cuidadosos y firmes, no lograban cubrir del todo los destrozos que se habían hecho en ellas. Inspeccionó más de cerca y acabó aún más incómodo al ver que no era sólo un vestido, sino todos los que ella había traído, no eran más de cinco, pero los cinco estaban arruinados.
¿Quién había hecho eso? ¿Lucy se había vuelto loca y desató su furia con sus vestidos? Tendría que preguntar a Virgo, recordando la muda de ropa que llevaba la noche anterior. Se trataba del cambio que Juvia le había dado, el mismo que la había visto usar cuando salía a ocuparse del jardín. Eso significaba... se aproximó a Lucy, dejando las telas estropeadas y detalló la figura que asomaba su forma entre las sábanas, notando a su vez la tensión de su cuerpo que intentaba hacerse un ovillo ante el frío. ¿Por qué no tenía algo más cálido? Echó un rápido vistazo antes de ir a su habitación para traer una de las mantas más gruesas y cubrir su cuerpo apenas oculto por el fino camisón, luego procedió a avivar el fuego con los pocos troncos que aún quedaban en la cercanía. ¿Y el resto? Estaba seguro de que había ordenado llenar las habitaciones y mantenerlas surtidas de leña. Lucy se movió en su cama, lanzando un murmullo ininteligible y volvió a quedarse inmóvil. Observó sus labios llenos, ligeramente abiertos. Después detalló la oscura hilera de sus pestañas, y el rubor que coloreaba sus mejillas. Su dorada cabellera, sujeta en una débil trenza, se había deshecho por la noche y algunos mechones descansaban rebeldes sobre las almohadas o sus hombros. No supo cuánto tiempo la observó, ni en qué momento se sentó a su lado. Fue consciente de ello cuando Lucy volvió a moverse y su ceño se frunció por un instante. Parecía no tener un sueño del todo agradable.
—Natsu... —escuchar su nombre de sus labios, recordar quién era él en realidad y lo qué hacía ahí fue un recordatorio atroz. Aguardó, creyendo que por fin había despertado y quería volverlo loco una vez más. Sin embargo, Lucy sonrió entre sus sueños y una vez más se quedó laxa entre las sábanas.
¿Qué soñaba que le resultaba tan divertido? Preguntarle apenas despertara no le pareció la mejor opción, porque sería admitir que sentía curiosidad y que la había estado observando. Aunque eso último no le importaba mucho. Volvió la vista a sus labios, recordando... Por un instante, en las penumbras del amanecer, él se vio cuatro años atrás en su habitación, obligado y cargado de pena por tener que abandonar su lecho y dejarla sola en una cama que volvería a enfriarse.
¿Cuántas veces no se había contenido?
Se inclinó hacia Lucy, tomando su mejilla con delicadeza cuando su pulgar rozó sus carnosos labios rosas.
Si el realmente fuera todo lo que ella temió o creyó de su persona, la habría tomado a la primera oportunidad, no hubiera respetado ni su sensibilidad ni su posición. ¿No había sido prueba suficiente de su amor? ¿O todo fue parte de su plan para tenerlo detrás suyo como un maldito burro en busca de un trozo de comida que mostraban ante sus ojos? La comparación no ayudó a su creciente malhumor, y decidió que debía retirarse antes de hacer algo de lo que pudiera arrepentirse. Las cosas no le estaban resultando tan justas como lo pensó en un principio.
Había creído que tenerla ahí y usarla cuando le pareciera estaba más que justificado. Le había cortado la garganta maldita sea, era lo mínimo que podía hacer para retribuir un poco el daño. Tampoco iba a pagarle con la misma moneda y abrirle el cuello. Recordó cuando le sugirieron eso... No, la venganza con Lucy era diferente, y si había un modo de herirla era quitándole todo lo que amaba y quería; la había separado de su padre y Mavis, aunque ahora pensaba que la lejanía de Jude no parecía herirla tanto... Lucy se movió y quedó dándole la espalda. El camisón, un poco más ancho a su talla, mostraba la curvatura inicial de su espalda y con ello las marcas de latigazos que hacía tiempo habían sanado. No dudaba de que Jude la hubiera golpeado, no si recordaba las veces que vio a Mavis lastimada, pero ¿por qué? Inspeccionó más de cerca las cicatrices lo que le permitió el suelto camisón, no eran un par ni media docena; toda su espalda estaba marcada. Apretó la mandíbula, sabía lo mucho que dolían porque él tenía un par de cuando algún estúpido noble creyó que no era más que un criado altanero. Su padre había estado tan furioso entonces... recordar a su padre le hizo volver a pensar en todo lo que había tenido que dejar con tal de que lo dejaran en paz mientras se intentaba recuperar. Había averiguado un poco con Zeref en sus conversaciones, pero no lo suficiente.
Se apartó del cuerpo de Lucy y volvió a su habitación, cerrando detrás suyo antes de que ella llegase a despertar y quisiera saber que hacía a su lado mientras dormía.
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—¡Lo hice, ya sé tocar el piano! —Exclamó Azuka con entusiasmo, mirando con emoción a Wendy para demostrarle que lo que había hecho era cierto. Lucy sonrió enternecida a su lado y asintió, buscando a la pequeña hasta posar la mano sobre su hombro. La niña se giró entonces a Lucy y tomó su mano entre las suyas-. Muchas gracias señorita, ahora puedo tocar canciones.
Wendy miró con exasperación a la niña que no paraba de gritar. Si su madre se enteraba de dónde estaba, se iba a armar un lío.
—Sólo haz hecho lo que Lucy te ha dicho, para que puedas aprender a tocar el piano te falta mucho —Le explicó la joven de coletas. La niña hizo un puchero, intentando demostrar que no era así. Pero cuando se dio cuenta de que no recordaba qué teclas había presionado, le pidió ayuda a Lucy de nuevo.
Lucy rió encantada y volvió a explicarle cómo mover las manos sobre el teclado para entonar una vez más la suave y corta melodía que había decidido enseñarle. Azuka la siguió, equivocándose en un par o sonando con menos firmeza, pero logrando terminar la pieza. La niña se dio por satisfecha y miró a Wendy con orgullo.
—¿Ves que si puedo?
—Sólo porque Lucy te está ayudando.
—¿Quieres intentarlo, Wendy? —Ofreció Lucy ante la actitud de la chica. Sabía que su molestia era que la niña había sido un poco grosera al repetir las palabras de su madre al referirse a Lucy, pero le explicó que sólo era eso, estaba repitiendo palabras que escuchó de la máxima figura de autoridad.
—Bueno, si no estás muy cansada... —Vaciló Wendy, su discurso detenido al ver a la mujer que se había apoyado en el marco de la puerta y miraba la escena con expresión analítica. Estuvo tentada de decirle que Cana las estaba viendo, pero luego supuso que sería mejor así. No le estaba gustando la actitud de Natsu para con Lucy, no entendía sus motivos. Y menos que compartiera sus emociones con Cana, a quien de inmediato notó renuente a Lucy. Quizás si ella viera cómo era Lucy en realidad, podría juzgar por sí misma. No era tonta, y veía como la mujer de rubia cabellera se quedaba cohibida o demasiado silenciosa al saber a Salamander en las cercanías—. Pero en otra ocasión, dudo que Azuka quiera quitarse.
—No me voy a quitar porque me está enseñando a mí —Declaró la menor. Lucy volvió a reír y buscó su mejilla para acariciarla, pero Azuka se hizo a un lado al instante—. ¿Me vas a pegar?
—No, ¿por qué crees que lo haría? —Lucy evitó centrarse en el bufido indignado de Wendy y bajó la mano a su regazo para escucharla.
—Mi mamá dice que los ingleses disfrutan golpeando a otros, y creí que quería pegarme. Me dijo que si intentabas hacerlo te golpeara y me fuera corriendo a buscarla —Advirtió la niña, mirando con desconfianza sus manos. Wendy miró a Cana, que observaba sorprendida a Azuka e intentaba recordar quién era la madre. Una de las cocineras—. ¿Vas a pegarme?
—No, pero quizás quieras correr —Le avisó Lucy con voz seria. Azuka la miró con sorpresa y se encogió al verla alzar ambas manos en su dirección. Entonces Lucy la atrapó y la atrajo hacia sí, moviendo los dedos sobre su estómago y haciéndola reír al instante—. Te voy a hacer cosquillas por querer pegarme.
—¡Para, para, me dan muchas cosquillas! —Rió Azuka, resolviéndose entre sus brazos.
—Lo único que me provocas es comerte a besos, así que sé buena niña y huye antes de que lo haga —Lucy la liberó por fin y Azuka se bajó encantada de comprobar una vez más que Lucy no era tan feroz como decía su madre y algunas criadas—. ¿Sigues aquí? Voy a empezar a buscarte.
Y Lucy posó ambas manos en el largo banquillo sobre el que se hallaba sentada, y luego empezó a moverlas una delante de la otra sobre el mismo, con lenta expectativa mientras Azuka inútilmente ocultaba sus chillidos de excitación por echar a correr en el instante en que fuera a atraparla. Lucy sólo la rozó antes de que la niña soltara una carcajada tras otra y fuera corriendo tan rápido como sus piernas bajo la falda le permitieran. Cuando los ecos de su risa se alejaron lo suficiente para dejar de oírlos Lucy sonrió de nuevo y estiró los brazos por sobre su cabeza, soltando a su vez el apretado nudo que sostenía toda su cabellera rubia por sobre su cabeza. Sin advertir la presencia de Cana en la habitación y con el silencio de Wendy, habló.
—Virgo siempre aprieta demasiado mi cabello cuando me hace estos bellos peinados, pero me da un dolor de cabeza horrible —Afirmó, pasando los dedos entre los gruesos mechones dorados y cerrando los ojos con satisfacción por la sensación tan liberadora—. ¿Sabes si Juvia ya ha regresado? Quería pedirle que nos llevara al río de nuevo. Es muy agradable pasar el rato allí.
—N-no, aún no ha regresado —Logró articular Wendy, sin parar de mover su mirada de Lucy a Cana y luego viceversa. La mujer morena se había acercado un par de pasos y parecía dispuesta a decir algo en cualquier instante—. Pero puedo decirle al abuelo y podría darnos compañía para ir.
—Oh, no, no quiero molestarle con algo tan innecesario. Más bien estaba tentada de tomar un baño, Juvia me ha dicho que es agradable.
—¿Vamos entonces? —preguntó Cana, poniendo sus manos sobre los hombros de Lucy al instante y haciéndola saltar y dar un grito de horror ante su repentina presencia. Wendy se cubrió el rostro en señal de molestia por lo que había hecho la mujer—. Oh, querida, ¿te asusté?
—¿Quién es? —quiso saber Lucy con la mano a la altura de su pecho, sintiendo el desesperado latir de su corazón. Cana sonrió y se sentó a su lado e intentó ver su rostro, fracasando cuando la mujer no se giró a ella.
—Mi nombre es Cana Alberona, mi señora —añadió aquella última palabra con un deje de burla, cruzando una pierna sobre la otra y apoyando sus codos en el teclado del piano, creando un sonido discordante, volvió a mirar a Lucy en busca de su rostro. La mujer seguía con la cabeza agachada, como si las teclas tuvieran toda su atención—. ¿Sabes? Es grosero hablar con alguien y no verle a la cara.
—¡Cana, para ya! —le amonestó Wendy. Cana bufó audiblemente y examinó la ropa de Lucy, encontrando el mismo atuendo cíngaro que le vio en su llegada.
—Tu acento es el de una inglesa pero tú vestimenta sugiere que... bueno, ¿te parecen lindas las ropas de una...?
—Alguien ha destrozado sus vestidos, ya basta, Cana. Le diré al abuelo —advirtió Wendy, llegando al lado de Lucy para instarla a ponerse en pie e irse.
Lucy decidió que tarde o temprano se sabría, y prefería ser ella quien diera el primer paso antes de que alguien más tuviera el gusto de hacerlo con malicia o afán de menospreciar. Detuvo a Wendy y se giró a donde escuchaba a la mujer recién llegada, movió la mano ante sus ojos con la mirada perdida.
—No he querido ser grosera, pero lamentablemente me hallo privada de la vista. Aunque quisiera, no puedo verla —Lucy no recordaba cuándo fue la última vez que ella inició aquel tema, y sonrió sin verdadero sentimiento, logrando nada más que una mueca de decepción—. Si me disculpa, me retiro.
—¿Se supone que debo sentir lástima?—Inquirió Cana sin quitarle la vista de encima a su espalda. Wendy la miró mal, Lucy sintió el agarre de la pequeña joven volverse apretado.
—En absoluto, pero he descubierto algunos sensibles de sentimientos por ser incapaz de verles a la cara cuando me dicen algo —explicó con calma. Cana sonrió ladinamente y se puso de pie al instante. Se colocó al costado libre de dulce y enredó su brazo con el suyo para instarla a caminar.
—Me pareces... interesante. ¿Te importa si damos un paseo?
—No quisiera interrumpir sus actividades —Se excusó Lucy, pero sintió a la mujer acercarse desde el otro lado y envolver su brazo con el suyo para pegarla a su costado y caminar a su paso.
—No tengo nada mejor que hacer, mejor dígame, ¿qué tal su estadía en el castillo? Debe ser desafortunado no verlo, es una magnífica fortaleza.
—Cana —advirtió Wendy, cada vez más molesta por lo que intentaba.
—Todos han sido muy amables —La respuesta de la rubia hizo alzar las cejas a la Alberona, que dirigió una mirada a Wendy que expresaba sus serias dudas al respecto—. ¿Es una visitante frecuente?
—Sólo cuando el invierno está cerca, pues suelo acampar con mi carromato en los alrededores —Admitió, dirigiéndose al patio delantero y notando las miradas curiosas vueltas en su dirección. Cana notó que no era a ella a quien veían, sino a la mujer a su lado—. Entonces, ¿lista para ir al río?
Lucy se detuvo en seco, y Wendy casi chocó con ella por mirar mal a una criada que susurraba algo desagradable de la Heartfilia.
—Oh, no... yo...
—Habías dicho que querías ir, podemos ensillar un par de caballos, tomaré las riendas del tuyo.
—Es muy amable, pero prefiero...
—¿Quizás beber algo? Me parece aún mejor —Y volvió a tirar de ella antes de que Lucy lograra formular la excusa perfecta para no proseguir con aquella dudosa compañía. Lo único que la tranquilizaba era saber que Wendy la seguía de cerca. Lo sabía por sus pasos y su respiración entrecortada al intentar seguirle el paso una vez se dio cuenta de que se le habían adelantado. Lucy no tenía idea de a dónde se dirigía, sin embargo caminó por un rato, alejándose del bullicio y adentrándose en un área llena de vida silvestre, pues pudo percibir el aroma de las plantas.
—Cana, no deberíamos estar aquí... —Advirtió Wendy en un susurro tan bajo que Lucy apenas y la escuchó. Unas pesadas puertas fueron abiertas delante suyo, y el polvo así como el aroma a la humedad causó cosquillas en su nariz mientras sentía el frío provenir del lugar que tenían delante—. A Salamander no le gustará...
—¿Dónde estamos? —la pregunta era para Wendy, más Cana se apresuró a contestar con un tono alegre.
—Es la pequeña capilla que tal parece nadie se molesta en cuidar, ¿por qué han dejado que las plantas lleguen hasta aquí, Wendy?
—El sacerdote no ha venido en mucho tiempo... Salamander no ha ordenado que lo mantengan todo limpio, y el abuelo no...
—Así que Salamander se ha vuelto un...
—¡Cana, había escuchado que llegaste hoy! —saludó con cariño la voz de Erza, luego se hizo un instante de silencio y agregó—: Oh, veo que has conocido a la dulce Lucy.
—Tan dulce que me he vuelto adicta —admitió Cana, quitando algunas enredaderas en la banca más cercana para indicarle a Lucy donde sentarse. La Heartfilia no quería, pero el agarre de la mujer era firme y su posición inalterable respecto a tenerla ahí sentada.
¿Qué quería de ella? El que Erza hubiera llegado podía ser una casualidad, pero también algo premeditado. No se sentía del todo cómoda, y si bien la presencia de Wendy la tranquilizaba, no lograba controlar el latir un poco acelerado de su corazón.
—Wendy, ¿podrías decirle a alguna de las criadas que nos traigan algo de beber? Quizás sidra o un poco de vino —sugirió Cana. Wendy vaciló. La morena percibió su renuencia y se sentó junto a Lucy, abrazando sus hombros y mostrando su mejor sonrisa de inocencia—. No voy a comerla, estará aquí en cuanto regreses.
—Volveré rápido —aseguró la joven antes de que sus suaves pero rápidos pasos crearan un eco que se esfumó más rápido de lo que a Lucy le hubiera gustado, sumiendo la capilla en un tenso silencio.
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Natsu lanzó una maldición cuando la flecha que lanzó no acertó donde lo hubiera querido. Detrás suyo pudo escuchar la estridente risa de Gajeel, que a su vez se acercó hasta darle un par de palmadas en la espalda. Gajeel, con su imponente altura y sus gruesos brazos llenos de músculos y algunas cicatrices, rodeó el cuello de Salamander y le dio unas palmaditas en el pelo cuando se recordó que no era buena idea revolver demasiado su peluca. Cuando cazaban no era una preocupación real, pues se adentraba en el bosque lo suficiente como para temer ser reconocidos. Sin embargo, Zeref Dragneel les acompañaba en esa ocasión y debían ser cuidadosos.
—Parece que los modales remilgados de Londres han entorpecido tu puntería —Se mofó, avanzando a donde habían visto por última vez el jabalí que querían capturar—. ¿O es que has perdido el toque? ¿Debo ir por los perros y la cuadrilla entera para cazar un jabalí?
—Voy a practicar mi puntería en ti si continúas —Advirtió, tomando otra flecha del carcaj que llevaba a la espalda y prestando atención a su alrededor—. Tu maldita voz se escucha a kilómetros, cierra la boca.
Zeref silbó detrás suyo.
—Alguien parece no estar de muy buen humor —observó. Gajeel asintió.
—¿Quieres un té, Salamander? Estás muy tenso —continuó en broma el hermano mayor de Juvia. Salamander le lanzó una mirada asesina, provocando más carcajadas de su parte—. ¡Vamos, es demasiado temprano para esa cara tuya! ¿Qué tienes?
—Nada, no tengo nada.
Zeref lanzó una mirada curiosa a Gajeel una vez Salamander se les adelantó. Gajeel se encogió de hombros y le siguió, al igual que el mayor de los Dragneel. O el único heredero Dragneel, como se creía en ese momento. Había algo conciliador y a su vez aterrador en la presencia de ese hombre que resultaba ser un primo de Natsu del que jamás tuvo conocimiento hasta entonces. ¿Y no era eso común? Era usual que parientes, si bien cercanos, no fueran presentados o conocidos hasta mucho, mucho tiempo después. Pero el parecido que veía en él y su difunto hermano era una incómoda sensación que le hacía imposible sostenerle la mirada por mucho tiempo. La similitud en sus complexiones, sus ojos jade que se veía más fríos de lo que fue en Natsu; la gruesa y herida voz que nada tenía que ver con la jovial de Natsu. Aquella cicatriz que por poco le pudo haber arrancado un ojo o desangrarlo si se imaginaba la herida que alguna vez tuvo abierta su garganta.
—Salamander, ¿puedo preguntar cómo se hizo esa cicatriz? —La imprudencia nunca tuvo lugar en su vida, educado y guiado por sus padres en todo momento; Zeref sabía leer el ambiente y entendía cuándo debía mantener la boca cerrada. Notó la tensión en el hombre, y la mirada sorprendida de Gajeel.
—Una pelea tan sólo —aseguró Salamander sin titubear, y sin girarse a verlo—. Ya me parecía que había tardado demasiado en preguntar.
—No quería sonar como entrometido —explicó con simpleza. Salamander sonrió sin ganas, aún sin poder verlo a la cara.
—Supongo que es demasiado obvia para esperar que nadie me pregunte por ella —Murmuró, tocando la cicatriz que cruzaba su mejilla y cuyo origen había alterado su voz lo suficiente para mantenerse oculto. Detuvo su avance cuando le pareció escuchar algo—. ¿Lo han oído?
—Debe ser ese cerdo que se te ha escapado —Opinó Gajeel, quien también lo escuchó más no logró reconocer su origen. Salamander guardó la flecha y le vio con una ceja arqueada al escuchar risas y los cascos de algunos caballos—. Mierda, el sonido proviene de donde hemos dejado los caballos.
—Será mejor que nos apresuremos entonces —Aseguró, llevándose dos dedos a los labios para soltar un potente silbido y que su corcel acudiera a su llamado. La risa de los hombres se silencio un instante, pero ellos corrían entre la maleza y pronto llegaron a claro donde los había dejado atados. Su desagrado fue notorio al ver a Zancrow reteniendo a su caballo por las riendas y girándose a él con una sonrisa de satisfacción—. ¿Qué es lo que quieres?
—¡Salamander! Ya decía yo que reconocía a esta magnífica bestia cuyo jinete no la merece.
—Tal vez no sea el animal que buscaba pero no puedo negar que sigue siendo un cerdo —Le susurró Gajeel a Zeref, quien sonrió divertido y asintió. Casi esperó que fuesen un par de bandidos los que hubieran intentado robarse los caballos. Era eso o aquel hombre que había insultado a Lucy. Por el semblante del Dreyar, supuso que debía pensar en lo mismo—. Están muy lejos de casa, ¿no crees?
—Bah, hemos venido a visitarles.
—No recuerdo que te hayan invitado —Se apresuró a recordar Salamander, montando a su corcel. Todavía no olvidaba lo que el bastardo había intentado con Lucy.
—Un verdadero escocés, o siquiera, un verdadero señor no rechaza brindar hospitalidad a un viajero, en especial si son del mismo clan. ¿Qué te pasa, cíngaro? —Le provocó—. El que tiene la última palabra es el viejo Makarov, no tú.
—Ya veremos cuánta hospitalidad te brinda —Natsu pensó que con ello la distracción que buscaba con desesperación había terminado. La cuadrilla de al menos una docena de hombres, liderados por Zancrow, procedieron a seguirles.
Zancrow mantuvo el trote a su lado, y vio su semblante inexpresivo, analizando el perfil que no tenía marcado por la cicatriz. Ver eso sacó una sonrisa que mostró sus dientes y comentó como si hablara del clima.
—Si te pones así de perfil, casi pasas por un hombre normal. Pero, viéndolo así, es casi un alivio que tu señora esposa no tenga que ver tu rostro desfigurado. ¿No lo crees?
Zeref se indignó, y miró con repulsión al hombre que casi buscaba codearse con Salamander. No obstante, este no dijo nada y sólo instó a su caballo a avanzar más rápido, provocando que el otro jinete perdiera un poco el equilibrio y se afianzara con la fuerza de sus muslos sobre la silla de montar.
—¡Ey, lo decía de buen ver! ¿Entiendes? —soltó una risa estridente, y sus hombres le imitaron—. Has tenido suerte. No imagino lo que debe ser para una mujer tenerte entre sus piernas y cubrirse el rostro para no ver el tuyo.
—Ya fue suficiente. Cierra la puta boca o no llegarás al castillo a pedir asilo —advirtió Salamander sin alzar el tono de su voz o mostrar la más mínima expresión de enfado. Los hombres de Zancrow lo miraron con resentimiento, pero su líder sólo sonrió y alzó las manos en señal de paz.
Después de ello instó a su corcel, poniendo la mayor distancia posible entre él y Zancrow. Zeref y Gajeel le siguieron, pero también necesitaba alejarse de ellos. Recordó la visión de su herida cuando aún estaba fresca, y los rostros difusos y horrorizados de cualquiera que pudiera verlas. Sólo Juvia, Cana y Erza habían sido las únicas que no desviaron la mirada, que supieron disimular su estremecimiento y se mantuvieron a su lado durante su larga recuperación.
Lucy no podía verlo. Ella no sabía que seguía con vida, ni que tenía el rostro marcado para siempre. Sopeso la idea con un estremecimiento. Si ella pudiera verlo, ¿apartaría el rostro al verlo? ¿Evitaría verlo a los ojos cuando conversaban? ¿Cerraría los ojos cuando yaciera sobre ella? Espoleó a su caballo que iba a todo galope, intentando arrancar esos ridículos pensamientos de su mente. Lucy ni siquiera lo tocaba las veces que había yacido a su lado, ella evitaba tocarlo a toda costa con sus manos y siempre apartaba el rostro y cerraba los ojos con fuerza. No podía culparla. Él tampoco estaba seguro de cómo reaccionaría si ella intentaba ponerle una mano encima. Su tacto le quemaba, eran las mismas manos que lo habían marcado. No soportaría ser tocado por ella.
Recordó otro tiempo, como si fuera una sueño difuso, cuando ella tocaba su rostro ensimismada para hacerse una idea de él, porque sólo el tacto le permitía conocer aquello que sus ojos no podían ver. ¿Ella lo recordaría? ¿Siquiera le importaría? Lo dudaba.
¿Por qué le parecía tan lejano todo eso? Era su esposa, y cuando en un tiempo así lo deseó, todo lo que ocurría a su alrededor nunca estuvo en su mente. Había querido llevarla por sus tierras, explicarle cuanto le rodeaba y presentarla como su mujer a cuantos conocidos tuviera enfrente. La realidad era que Lucy apenas se atrevía a salir de su habitación y él intentaba por todos los medios evitar cruzarse con ella durante el día. Su abuelo había dejado de darle reprimendas a la mínima oportunidad, sin embargo, todavía notaba su miraba desaprobatoria allá donde iba, a cualquier hora del día donde tuviera la mala suerte de cruzarse en su camino.
No entendía cómo su abuelo podía ponerse del lado de su mujer.
Sintió un momentáneo alivio cuando las murallas del castillo aparecieron en su campo de visión, y no detuvo su corcel hasta no cruzar las puertas principales y entrar al patio delantero. Desmontó y observó detrás suyos las lejanas figuras del resto de jinetes que se acercaban. Tenía que buscar a su abuelo antes para informarle sobre Zancrow, no lo quería en el castillo. Algo le decía que su estancia traería problemas. Estaba a punto de comenzar a anochecer, así se lo dijo el descenso del sol entre las lejanas colinas y sus rayos asomando tímidamente entre las inmensas copas de los árboles. Entregó su caballo al joven mozo de cuadras y avanzó en dirección al salón, hasta que unas risas procedentes de la capilla llamaron su atención. En primera, porque la capilla no se abría nunca. Si alguien quería casarse o una bendición, se iba al pueblo junto con el sacerdote. ¿Quién estaba dentro? Oyó risas femeninas, así como voces. Por lo que se acercó con molesta curiosidad.
—Señorita, debemos irnos, podría lastimarse —pidió la educada, pero ansiosa voz de Virgo. Wendy la secundó, mientras que un par de carcajadas femeninas sonaban más fuerte de lo que consideraría usual o prudente para una dama.
—Todavía no me quiero ir —rió la voz de Lucy, más divertida y relajada de lo que creyó escuchar una vez. Se detuvo en el umbral, sin dejar ver su alargada y corpulenta figura en la sombra que proyectaba el sol—. Quiero quedarme un ratito más.
—Eso es, ¿no ves que estamos conversando muy cómodas? —Esa era Cana. Una Cana completamente ebria. ¿Qué hacían Cana y Lucy ahí? Asomó su cabeza, buscando al par de mujeres que no creyó congeniarían, y grande fue su sorpresa al ver a Erza abrazando a Lucy como si no quisiera dejarla ir, con Virgo y Wendy delante suyo intentando hacer que se pusiera de pie. Erza sonreía, con el rostro sonrojado y con una mano en los cabellos de Lucy, sujetaba su espalda con la otra y la mecia ligeramente como si se tratara de una niña sollozante. Pero Lucy no lloraba, el temblor que sacudía su cuerpo en esos momentos se debía a la risa-. Lucy, querida, ¿nos decías?
—¿Les decía qué? —Inquirió, aturdida por el mecer de Erza que parecía cada vez más renuente a dejarla ir. Cana miró al techo como si en el pudiera encontrar todas las respuestas a sus dudas.
—No lo recuerdo, ¿Erza?
—Pobrecilla, pobrecilla... —Murmuró la Scarlett sin salir de su ensimismamiento. Cana tomó lo que pareció ser una botella de sidra y le voló el corcho como si tal cosa no se encontrase a presión—. Quiero otro vaso.
—Sólo Lucy puede obtener otro —Declaró Cana, llenando otra copa y derramando parte de su contenido en su mano—. ¡Ups! He tirado un poquito... Aquí tienes, preciosaaaa.
Eso temía que ser un maldito chiste. ¿Lucy estaba ebria? ¿La fría y solitaria Lucy que él conocía? Finalmente decidió hacer acto de presencia, y su sombra en el suelo que había conocido mejores tiempos, alertó a Virgo y Wendy, quienes se giraron a él con algo parecido a la alarma y la sorpresa. Cana no le dio la bebida a Lucy como pretendía, sino que apuró su contenido en un intento de no dejarlo caer y soltó una risotada al verlo.
—Mira nada más a quién tenemos aquí, ¿te nos unes? ¿Sigues siendo buen bebedor? —Erza puso su atención en él, y él maldijo por lo bajo al notar sus ojos llorosos y las mejillas enrojecidas al igual que el puente de su nariz. Erza tenía prohibido el alcohol—. ¡Ey! ¿Qué pasa con ese silencio?
—Virgo, por favor acompaña a Cana en cuanto sea necesario, excepto para conseguir más licor o cometer alguna estupidez. Wendy, quédate con Erza —Dicho eso, y con Erza viéndole en silencio, se agachó para pasar una mano bajo las rodillas de Lucy y con la otra rodear su espalda. Su esposa soltó un gritito de sorpresa e inmediatamente se aferró a él, echándose a reír al comprender que no estaba cayéndose, sino siendo cargada—. Yo me quedaré con Lucy. Virgo, hazme el favor de pedir un baño para ella en su habitación.
—Por supuesto, yo misma...
—No, sólo quiero que lleven el agua y la bañera, yo me haré cargo.
—Nat... —Comenzó Erza, él la ignoró con Lucy extrañamente dócil en sus brazos y lanzando una mirada de advertencia.
—Luego, Erza —Aseguró, marchándose de allí a toda prisa. Zancrow y el resto habían entrado al patio, pero en esos instantes no tenía tiempo para ninguno de ellos.
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Continuará...
N/A: Holaaa, lamento la demora. Les seré sincera, me negaba a actualizar hasta que no tuviera los dibujos pendientes listos, así es, no lo he olvidado. Pero la vida no es justa y los que ya había subido anteriormente se han estropeado un poquito en mi intento de pintarlos :") ay. Así que los voy a rehacer sin color, mientras tanto les dejo esto que son bocetos al azar, quizás de algún punto de la historia. No es mucho pero es trabajo honesto(?
En este último quise un toque más realista, no lo sé pero me gustó. Así que no desesperen que los tendré pronto. Como nota adicional quiero decir que tengo también el siguiente capítulo listo JAJAJAJA, no actualizaba pero sí escribía. Todavía estoy decidiendo si publicarlo o esperar ewe
Voten y/o comenten si les gustó, ando respondiendo comentarios pendientes en capítulos anteriores. Nos leemos❤
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