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¤¤ Capítulo 42 ¤¤

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¿Podía seguirse manteniendo en pie de recuerdos? Era una pregunta que la rondaba desde hacía un tiempo. Lucy giró en su cama, estaba decidida a buscar un alivio a su tormento. Apenas y podía encontrar consuelo en el mundo de los sueños tormentosos plagado de memorias tan agridulces que ella temía incluso a no despertar.

Se preguntó qué pudo haber hecho diferente, cómo pudo haber obrado aquel fatídico día. El problema era que no era sólo un día el que quisiera cambiar. Más, si le dieran elegir, sería el día en que Natsu murió. ¿Cuándo fue la última vez que le besó? ¿O que él la tocó? Lucy lo recordaba perfectamente, porque había compartido una intimidad tan abrumadora que ella se había echado a llorar, incapaz de tolerar las sensaciones o poder controlar la reacción de su cuerpo. Fue un par de noches antes de la boda, ella le esperaba, aguardando sentada en su cama o recostada, pensando. El ligero clic del ventanal al ser abierto le avisaba de su llegada. Una tabla crujía, pero era leve, apenas perceptible. Luego ninguna otra hacía ruido, y era el susurro de la ropa lo que le avisaba de su proximidad.

Para entonces, Lucy sabía lo que a Natsu le aguardaba. Ella conocía su terrible futuro, porque era una de las que tejía el hilo de la red que lo atraparía. Buscaba una manera de salvarlo, de ayudarlo sin tener que enfrentarlo cara a cara con la muerte, pero las opciones eran escasas y en todas y cada una de ellas, era el orgulloso cíngaro que iba por sí mismo en busca del peligro. Ella lo conocía, y sabía que él no iba a retroceder. Pero no era la única vida en juego.

Y eso era lo que la aterraba. Lo que mantenía su silencio.

Natsu se echó a su lado como todas las noches, quitándose la gabardina que solía dejar en alguna parte, y la aproximó a él. Si alguien le dijera a Lucy que permitiría la presencia de un hombre en su habitación cada noche hasta la madrugada, se abría reído. Si alguien le hubiera comentado la posibilidad de compartir intimidad con ese mismo hombre, mostrando un poco apropiado comportamiento para una dama de su categoría, se hubiera ofendido. Pero la realidad era esa, y eran esos momentos los que guardaba celosamente para ella. No podía contárselo a Mavis, no se atrevía, pues era su manera de proteger a su amado lo mejor que podía. Sabía que su prima jamás la traicionaría, pero a veces era mejor no saber las cosas.

Además, Mavis no se mostraba muy feliz con la compañía del hombre, y Lucy sabía que era por la mentalidad arraigada a la fama de los cíngaros y los escoceses que se les inculcaron desde niñas. Si Mavis supiera de las visitas de Natsu a su alcoba, sólo confirmaría sus pensamientos y le daría razones para evitarlo.

Estas muy callada, mo ghaol. —Lucy sonrió al escuchar su ronco acento escocés, y sin poder evitarlo se pegó más a él, buscando su calor y la sensación de protección que encontraba entre sus brazos. Él sonrió contra su coronilla y besó su pelo—. ¿Tienes frío?

Me encuentro bien —musitó, guiando una mano a su pecho y encontrando su cálida piel gracias a la abertura de la camisa que llevaba. Él inhaló profundo cuanto sintió los suaves dedos femeninos en su torso—. ¿Has esperado mucho?

No, apenas me desocupe he venido y ya estaba todo en silencio, ¿debí esperar un poco más? —Natsu divisó las encantadoras facciones de Lucy entre las luces y sombras que la luz de luna creaba en su alcoba. Acarició los cabellos de su prometida para apartarlos de su rostro y pecho, pasándolos tras sus hombros—. Eres muy bella, me encantas.

Yo he oído que eres muy atractivo admitió ella, tomando su rostro entre sus manos para tocar sus facciones y hacerse una idea una vez más de cómo era él. Tenía unas rasgos masculinos que le indicaban que lo que escuchaba era cierto—. Mi prometido es muy popular.

No me gusta presumir... —se mofó, ella le dio un pellizco en la mejilla y él se rió por lo bajo—. Ouch, eso me ha dolido.

Lucy contuvo el aliento un instante cuando él pellizco con sutileza su pezón a través de la fina tela.

¿Esos son sus modales? —atinó a preguntar, contrariada por la pizca de deseo que sintió con su toque. Se removió entre sus brazos, pero él la pegó más a él, y Lucy pudo ser consciente del deseo que despertaba en él—. No tiene remedio.

Tú eres mi antídoto —acertó a confesar, buscando sus labios en la oscuridad. Lucy aceptó su beso, un poco más demandante de lo acostumbrado—. Luce...

Lucy no entendía cómo su acento, susurrando con tanta pasión sobre su oído y especialmente cuando la llamaba a ella, le podía causar aquella reacción. Pero la realidad era que deseaba a quien pronto sería su marido, y era algo para lo que no había estado preparada. No le enseñaban eso a las señoritas próximas a casarse. Saber que su cuerpo podía humedecerse para aquel acto, haciendo todo más fácil y placentero... Lucy se moría de vergüenza cada vez que él lo notaba, sin entender del todo que aquello era lo natural y lo mejor para que las muchachas no sufrieran tanto.

El cosquilleo de una lágrima solitaria que escapó de sus ojos y se perdió entre sus cabellos debido a su posición la trajo de vuelta al presente. Se frotó las manos, ¿todavía recordaba sus facciones? No estaba tan segura. Se incorporó con cierta tirantez. El día anterior se había sentido algo mareada y ahora se sentía cansada. ¿Pescaría algún resfriado? Esperaba que no, considerando que había decidido que matarse de hambre no era la solución. No iba a admitirlo, pero el que Juvia y Wendy se sentaran cerca suyo y conversaran con ella hacía las cosas más fáciles. Incluso Erza había dejado de arrojarle comentarios hostiles y de vez en cuando le preguntaba algo.

No eran amigas ni mucho menos se trataban todo el tiempo, pero eso era un inicio ante los constantes desplantes que todos decidían mostrarle.

No obstante, llevaba días atormentada en aquellos períodos de inactividad insostenible y soledad abrumadora. La carta que había querido enviar casi desde su llegada... aún no era enviada, y tenía el tiempo en contra. Virgo había logrado entablar conversación con algunos criados, y a su vez, con su comportamiento, ganado cierta simpatía tanto para ella como para la señora a la que servía. El día anterior le habían hecho unos bocadillos especiales. Virgo no se los llevó hasta que no vio a la cocinera principal hacerlo para asegurarse de que no tenían nada raro. Si bien fue algo extremo, también comprendía sus debidas precauciones.

Ni eso era suficiente para que su doncella pudiera encontrar un mensajero adecuado. Lucy no quería recurrir a Zeref, estaba segura de que no comprendería y podía delatarla a Salamander sin querer. Y éste último no era una opción siquiera. Salamander no debía enterarse. Más ya no podía esperar, y debía actuar. Ya.

El desconocido paradero de Mavis era también otro tema de mortificación. ¿Dónde estaría? ¿Cómo se encontraría? Lucy deseaba buscarla, ayudarla, saber su estado. ¿Podría Mavis encontrar el modo de llegar a ella? ¿Sabría siquiera que ya no estaba en Londres? El malestar del que era presa se intensificó y se dio cuenta de que el estrés al que se estaba sometiendo le comenzaba a pasar factura. No podía ser de otro modo.

Por ello mismo, había mandado a llamar a Juvia. La mujer insistía en ser su amiga. Le platicaba sobre los alrededores del castillo y los romances furtivos entre algunos criados; solía contarle, mientras recogía algunas flores de su huerto, las divertidas anécdotas de su hermano que era un rebelde sin causa. También le confiaba sus propias vivencias y compartía algún que otro secreto cuando Wendy se dormía en su regazo o se marchaba en busca de bocadillos. No quería sonar cruel, ni tampoco que podía sacar ventaja de sus momentos, pero necesitaba en Juvia esa amiga que decía tener.

Y lo necesitaba ahora.

Un llamado a su puerta le indicó que su única esperanza para no volverse loca de agonía había llegado, por lo que se puso en pie de inmediato y le dejó pasar. Juvia asomó la cabeza y después el resto del cuerpo para cerrar detrás suyo.

—Virgo me ha dicho que te sentías un poco mal y por eso no me acompañabas por arándanos. ¿Quieres que llame a Polyurshka? Su campamento está en los alrededores, vendrá enseguida.

—Te agradezco tu preocupación, Juvia, pero ya se me pasará. Es sólo... necesitaba pedirte algo. —No quería irse por las ramas. Se frotó las manos nerviosa, intentando mantenerlas quieta.

No la ayudó a sentirse mejor el hecho de que Juvia llegase hasta ella y tomase sus manos frías para darles un cariñoso apretón.

—Lo que sea, dímelo. Puedes confiar en mí, Lucy.

—¿De verdad puedo confiar en ti?

—Por supuesto, seré tu amiga y tu confidente.

—Juvia... me apena mucho decirte esto, pero necesito... —con mano temblorosa, Lucy soltó una del agarre de Juvia y la metió en el bolsillo de su falda gitana, sacando un pequeño y arrugado sobre—. Es indispensable que envíe esta carta... necesito enviarla, pero no quiero que Salamander se entere. Sé que se oye mal, pero te juro por lo más sagrado que no es para hacerles ningún daño, a ninguno de ustedes. Por favor.

Juvia soltó sus manos con lentitud, y pudo sentir cómo se alejaba un paso de ella sin tomar la carta. Sabía que la observaba, la pregunta era cuál era su expresión. ¿Decepción, temor?

—Lucy, no puedo hacer eso. Salamander ha sido claro con ello desde que llegaste aquí, toda la correspondencia pasa por sus manos.

—Es urgente —le suplicó, sin dejar de tenderle la carta—. Juvia, te lo ruego, necesito enviarla a mi ho... mi antiguo hogar. ¿Crees que...?

—Si es una carta inofensiva, ¿por qué no se lo pides a Salamander? Él te dejará enviarla si no hay nada que ocultar —Intentó Juvia razonar con ella. Lucy negó y la carta se dobló en sus manos cuando apretó los dedos.

—Él no tiene por qué enterarse, ni siquiera es asunto suyo. Juvia... por favor, tengo que enviarla ya, debo hacerlo o si no... —Lucy no consideró útil decirle que ya se lo había pedido y él se negó.

—¿Quién va a recibirla?

—No puedo decirte...

—Lo lamento, Lucy. No puedo.

—Dijiste que podía confiar en ti —le acusó, derrotada y sin consuelo.

—Si Salamander llegase a enterarse... —Juvia no quería ni pensarlo. Últimamente lo había visto algo taciturno y por Virgo sabía que llevaba un par de semanas sin incordiar a Lucy con su presencia por las noches.

—¿Sería capaz de lastimarte?

—No, claro que no, pero tú... —Juvia no sabía qué esperar de su reacción para con Lucy. A veces le parecía un hombre tan cambiado, más no podía culparlo.

—No tiene importancia —aseguró. Juvia la tomó del brazo y la apretó con desespero.

—¿Y se supone que eso me debe dejar más tranquila? No es un no, Lucy. ¿Por qué no confías tú en mí y me lo dices?

—¿Cómo sé que no se lo dirás a Salamander?

—¿...Le tienes miedo? —Juvia por fin comprendió su rostro cargado de ansiedad. Lucy bajó los brazos a los costados e intentó mantener su expresión inalterable, a pesar de las lágrimas que brillaron en sus ojos rojos—. Salamander... ¿te da miedo?

—No puede hacerme algo peor de lo que ya me ha hecho —recordó con tono amargo—. No le tengo miedo, pero tampoco le tengo afecto. No le odio porque entiendo su posición respecto a lo que Natsu se refiere, pero espero con ansias el día en que nuestros caminos nunca vuelvan a cruzarse.

—Lucy... —Juvia intentó acercarse a ella. Esta retrocedió con rapidez e inhaló hondo para espabilar el ataque emocional del que sería presa.

—Lo entiendo, Juvia, fue tonto pedirte esto. Aún así te agradecería que no le dijeras a... Salamander. No quiero darle explicaciones de ningún tipo.

—Lucy, escucha...

—No quiero, era muy importante... pero lo entiendo, después de todo él tiene tu confianza.

Juvia sabía lo que Lucy intentaba de hacer al hacerla sentir culpable, o era su desesperación hablando por ella. ¿Qué era lo que la tenía tan desesperada? No quería traicionar a Natsu, era impensable; pero tampoco quería traicionar a Lucy, y era lo que haría si no aceptaba mandar esa carta. Tal vez... podría leerla y saber si el mensaje era alguna pista o una indicación. De no ser así, podría enviarla y nadie tendría por qué enterarse de nada. No. Ella no era así. No podía leer su carta como si tal cosa... ¿En qué apuro la había ido a meter?

—Lucy...

—Déjame sola, por favor... necesito estar sola... —Lucy se sentó en la cama, dándole la espalda luego de meter la carta en el bolsillo de su falda. Su cuerpo entero fue preso de temblores, y por más que quiso evitarlo las lágrimas escaparon de sus ojos—. Te agradezco haber venido, y siento tanto pedirte algo así en contra de tus principios. Sólo te pido que no me delates, por favor.

—Lucy, podrías decirle a Salamander...

—Vete, por favor —le despidió con monotonía.

—Yo... —Juvia agachó la cabeza y estuvo tan dividida entre lo que quería hacer y lo que debía—. Debes comprenderme, Lucy. Te he dicho que te ofrezco mi amistad, y estoy dispuesta a ser tu confidente, pero necesito que me ayudes a ayudarte. No creo en lo que has dicho sobre ser culpable, quizás no del todo, más no puedo arriesgarme a que esa carta sea para causarle algún daño a los míos.

Permaneció de pie delante suyo largos segundos, contemplando la figura que le daba la espalda desde la cama. Lucy limpió sus lágrimas e intentó controlar la angustia que la consumía en esos instantes. Jamás le había dicho a nadie, ni siquiera Mavis. ¿Cuál sería el precio por confiar? Una vez lo hizo, y fue traicionada... perdió su vista por ello. Natsu confió en ella y ahora no estaba más a su lado. Confiar en otros era un riesgo que no sabía si estaba dispuesta a correr de nuevo.

Juvia se dio por vencida, y con pesadez se dirigió a la puerta para marcharse al comprender que no lograría nada con su presencia.

Lucy le detuvo.

—Espera... por favor —Le pidió en un susurro que apenas y escuchó. La contempló para estar segura de que no fue producto de su imaginación—. Esta carta es para Capricornio, el mayordomo de la mansión Heartfilia. Si quieres, puedes leerla...

Lucy volvió a sacarla y se la tendió. Juvia la tomó y la dejó colgando en su mano.

—Prefiero que me lo digas tú.

—No siempre fui ciega, ¿sabes? Perdí la vista cuando tenía cerca de catorce años. Mucho se ha dicho sobre cómo fue, pero la realidad es que me caí de mi yegua mientras huía. Había un pequeño deslave... y estaba tan desesperada que creí que podría llegar al otro lado. Entonces la persona que me seguía me dio alcance e intentó tirarme, en mi afán de escapar me caí y sentí múltiples golpes en todo mi cuerpo, creo incluso que me tuve una fractura en la muñeca. Luego todo se oscureció -
—Lucy le hablaba desde muy lejos, era como si realmente no estuviera a pocos metros de ella, en una habitación cálida por el agradable fuego que ardía en la chimenea. Su voz se mostraba monótona—. Cuando volví a abrir los ojos me di cuenta de que no podía ver. El médico me dijo que había recibido un golpe muy fuerte en la cabeza y que era un milagro el que estuviera viva. También me dijo... a su manera, que encontró sangre entre mis piernas y creía que... que ya no era doncella. Me preguntó si quería que me examinara, pero yo estaba tan asustada que no quería otro golpe. Fue allí que comenzaron los rumores más ridículos que en mi vida había oído. Muchos decían que había intentado fugarme, otros que fui secuestrada de mi hogar, pero la realidad es que Jude me dijo esa noche que ya estaba en edad de convertirme en mujer, y durante todos estos años no paraba de decirme que el día que menos lo esperase cumpliría su deseo. Al principio no dormía, con miedo a que entrase en mi habitación, o que en el instante en que me encontrase a solas...

Juvia estaba horrorizada de lo que escuchaba, y se fue aproximando a ella hasta que se sentó a su lado y le tomó de las manos que temblaban ante los terribles recuerdos. Le tomó un tiempo poder encontrar su voz de nuevo.

—¿Tu propio padre...? Lucy... ¿por qué no dijiste nada?

—Porque Jude sabía muy bien cómo mantenerme en silencio, lo suyo no eran simples amenazas. La única vez que me atreví a contárselo a alguien... Encerró a mi tía Michelle, logró convencer a todos de que había perdido la razón y la apartó de mí y su hija. Y mi prima, Mavis... ella se llevó la peor parte. Si yo no le obedecía, si no me mostraba complaciente con sus deseos de cómo vestir y qué hacer, la golpeaba al punto de la inconsciencia. Y nos decía que si volvíamos a abrir la boca, la mataría a ella y su madre. Siempre lo creí.

—Lucy, por Dios, ¿cómo...? Tantos años, dime por favor que no logró hacerte más daño. ¿Te puso las manos encima alguna vez?

—Lo intentó, pero algo parecía estar mal con su cuerpo, no reaccionaba, ¿me entiendes? Y lo agradezco. Eso no evita que todo lo demás que ha hecho siga siendo horrible.

—¿Él te hizo esas marcas? —Juvia no había podido evitar fijarse la última vez que estuvieron en el río. Lucy solía usar vestidos de mangas largas, por lo que las cicatrices de su muñeca no eran visibles. Otra cicatriz, más grande pero antigua, residía en el interior de su palma.

—Cuando Natsu... cuando pasó lo de Natsu, yo no podía, no quería seguir viviendo Juvia. Me dolía tanto —Lucy tocó la cicatriz del interior de su palma, regresando a la noche en que recibió el corte. O más bien, regresando al momento previo a eso, el instante en que lo conoció—. Me corté y esperé desangrarme. Mi prima me encontró y lograron parar la hemorragia antes de que fuera demasiado tarde. Ni siquiera eso pude hacer bien.

—¡No digas eso! —Juvia sujetó sus codos para atraer su atención y mirar preocupada la calma en sus facciones al relatarle eso—. Podemos solucionar cualquier problema, Lucy. Pero de la muerte no existe escapatoria, ¿comprendes? No vuelvas a buscarla, no te atrevas.

—No le temo, y me limito a esperar su llegada.

—No blasfemes. ¿Y esta marca? —Intentó desviar su atención de tan horrible tema para tocar la cicatriz dentro de su mano. ¿Natsu era consciente de todo eso?

Para su sorpresa, Lucy sonrió. No era una sonrisa cínica ni mucho menos amarga, sino más bien nostálgica.

—La noche en que conocí a Natsu parecía estar un poco malhumorado. Y no es para menos, tengo entendido que para todos era evidente su ascendencia y suelen ser muy crueles con quienes no son como ellos. Cuando menos lo pensé me había sacado a bailar, pero yo estaba tan asustada por contradecir las indicaciones de Jude que no debí parecer muy amigable. Tropecé cuando me dejó ahí y se alejó, por eso tengo la cicatriz, me corté con un vidrio que tiré.

—Ese imbécil...

—Eran muy crueles con él, Juvia. Yo también lo fui. Él se fue, o fue forzado a dejar todo mejor dicho, odiándome. Él me odió hasta el último momento, y eso es algo de lo que no he podido reponerme. Lo amaba, le amo aún cuando no esté aquí.

—Querida, debes... deberías... —Juvia no conocía del todo su carácter, se mostraba siempre resignada y melancólica, pero algo en ella le decía que no siempre fue sí, que existía algo más. Decidió indagar un poco más—. Él también te amaba, y estoy segura de que, donde quiera que esté, lo sigue haciendo.

—Hay tantas cosas que quisiera preguntar sobre él a su abuelo, pero casi siempre Salamander está cerca mío y no me atrevo... no me parece correcto.

—Oh, Lucy... —Juvia la rodeó con sus brazos. No podía no hacerlo, le dolía el pecho verla tan llena de pena y escuchar eso de sus labios. Quería ir por Natsu y obligarle a escuchar. Aunque igual entendía el sentir de él y que eso no lo lograría ablandar del todo para perdonarla, menos si ella no buscaba su perdón—. Debió ser tan difícil, tantos años bajo los designios de tu padre, atormentándolas de esa manera... ¿Cómo puede ser tan repugnante para hacerles eso, para intentar hacerte eso a ti? Disculpa mi pregunta, pero quiere decir que... cuando te casaste con Salamander, ¿eras doncella?

Lucy sólo asintió, sin atreverse a alzar su rostro del hombro de Juvia y llenándose por un momento de paz. Esas cosas solía platicarlas con Mavis, su querida Mavis que tantas veces se había puesto delante suyo para que Jude desviara su ira hacia ella. ¿Dónde estaría su prima ahora? ¿Jude la tendría? No quería pensar en esa posibilidad, porque le aterraba pensar que seguía sufriendo.

—La razón por la que necesito enviar esta carta es porque una de las maneras que Jude tenía de controlarnos es que cada cierto tiempo debía enviar un mensajero a la casa donde tiene a mi tía Michelle. Eso para asegurar que no fuésemos a intentar nada en su contra y esmerarnos en cuidarle.

—¿Y si la carta no llega?

—La matarían, lo harían parecer un robo... —la voz de Lucy se rompió al pensar en esa posibilidad. Desde que Jude fue arrestado, ¿cuánto tiempo había pasado? ¿Dos, tres meses? Le aterraba pensar que era demasiado tarde. Ni siquiera tenía la garantía de que Juvia la creyera, a pesar de que era la primera vez que se sinceraba de aquella manera.

No confiaba en Salamander, lo único que le interesaba de ella era su cuerpo, y esas últimas semanas ni eso parecía importarle ya. Él ni siquiera la creería si le decía eso, estaba segura. No la creyó cuando le aseguró que el ataque de Sting no era su idea ni era consciente de ello hasta que escuchó su voz.

Aferró el cuerpo de Juvia contra el suyo, manteniendo su rostro oculto para no mostrar su desesperación.

—Te lo suplico, Juvia. No sé si los que vigilan a mi tía son conscientes de lo que le ha pasado a Jude, y temo incluso que sea demasiado tarde. Capricornio sabrá qué hacer una vez le entregue la carta, podrán ayudarla.

—Por supuesto, pero Lucy, por lo que me comentas ha pasado mucho tiempo... Si se lo pidieras a Salamander, podría ir directamente a casa de tu tía para sacarla, no perdería más tiempo yendo primero a tu hogar y consiguiendo ayuda extra.

—No quiero pedirle ayuda, no me escuchará...

Juvia se resignó, sabedora de que no lograría convencerla, mucho menos luego de aquello que le había contado. ¿Qué sabía Natsu al respecto? ¿Era consciente siquiera? La duda la carcomía, más no podría obtener todas las respuestas ahora. Sin duda, eso era un avance para cumplir su deseo verdadero de ser su amiga. Odiaba ver cómo todos le daban la espalda. No podía culparlos, si el mismo Natsu había sido el principal afectado de sus acciones. Aunque ella seguía creyendo con firmeza que algo más existía ahí.

—Haré esto por ti, Lucy.

—Oh, Juvia, te estaré eternamente agradecida, te juro que... —Lucy tomó sus manos con fuerza, deseando buscar la manera en que podría agradecerle. Juvia le devolvió el apretón y la instó a sentarse ante el temblor que su cuerpo mostró.  Tal vez era un signo de toda la tensión que tenía, o la emoción que la embargó—. Muchas gracias, Juvia, significa tanto para mí.

—Sólo quisiera pedirte que consideres decirle a Salamander la situación de tu tía. Es un hombre justo, aunque ahora no te lo parezca —Se apresuró a agregar al ver s expresión de disgusto ante la palabra que ella no usaría para describir a Salamander—. Yo no le diré nada, y espero no se entere de otra forma que no seas tú.

—Lo consideraré —Atinó a asegurarle, más no le prometió decirle. La sutil diferencia estaba allí, y ambas lo notaron. Juvia lo aceptó por el momento.

Preguntándose si eso era lo mejor que podía hacer, la hermana de Gajeel se apresuró a cumplir el encargo.

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A Salamander no le pasaba desapercibido el comportamiento de los últimos días en Lucy, que arrodillada sobre el huerto que Wendy y Juvia insistían en cuidar —y enseñarle a apreciar con el tacto—, en esos momentos cortaba una rosa a pesar de que estaba seguro de que se había pinchado los dedos en más de una ocasión. Fingió ocuparse de la silla de su caballo cuando un criado pasó por su lado y no pasó por alto hacia donde miraba. Cuando se hubo marchado, volvió su vista a Lucy una vez más. Wendy estaba a su lado con un canasto lleno de flores y le pedía examinar sus manos. La pequeña de coletas, de forma casi cómica, le pidió que aguardara y echó a correr dejando el canasto a un lado, seguramente para buscar algo que limpiara sus manos.

¿Por qué parecía tan relajada esos últimos días? ¿De verdad era porque no la había incordiado por las noches? Le quitó la silla de montar a su caballo y la perdió de vista un instante mientras procedía a guardarla dentro del establo. ¿Ese era todo su problema, que la tocara? La fea cabeza de su moral había decidido atacarle, y con su abuelo pisándole los talones cada mañana, Natsu había decidido que acostarse con Lucy había perdido su atractivo y ya no necesitaba ese contacto con una mujer a la que despreciaba y parecía tener los mismos sentimientos hacia él. Podía encontrarse una mujer dispuesta cuando quisiera, estaba harto de ver sus intentos por ocultarse de él o como había dejado de luchar y se resignaba. Forzarla no le daba ningún placer, y lo había descubierto cuando fue demasiado tarde. Para ella no era más que un violador, sin importarle el compromiso que la unía. Y no la culpaba. ¿Qué diferencia existía entre él y...? Detuvo el rumbo de sus pensamientos con enfado. No iba a compararse, no importaba la acción. Él estaba justificado después de lo que tuvo que pasar en sus manos.

Además, intentaba que para ella también fuera placentero. Y cuando le insinuó eso a Juvia luego de su constante acoso para que no importunara a su propia esposa, casi le soltó un puñetazo.

Pues bien, ya se había quitado las ganas, ahora sólo debía esperar a volver a capturar al maldito de Jude y una vez fuera del camino, Lucy podría volver a Londres y quedarse con su maldita mansión. Tomó el cepillo con molestia y volvió con su caballo para ver como Lucy apartaba el flequillo de su frente mientras Wendy le ponía una especie de ungüento en el dedo que parecía haberse pinchado.

Natsu observó entonces un jinete aproximarse al huerto, y reconoció al hombre que montaba como un miembro de los clanes vecinos. Continuó su tarea sin darle demasiada importancia. Todos le creían muerto, por lo que al resto respectaba, Makarov seguía siendo el jefe y todavía no tenían claro un sucesor que no fuese Laxus. Los asuntos de los clanes los observaba desde lejos, y como sólo era uno, supuso que era algo de rutina.

Sin embargo, fue cuando el hombre ordenó a Wendy anunciar su llegada que la Marvell se retiró y dejó a Lucy de pie que sacudía el mandil que cubría su falda. Lucy parecía haberse acostumbrado a las ropas más cómodas de aspecto cíngara, pues hacía días que no la veía con sus vestidos, aunque sencillos, elaborados a lo que acostumbraban en el castillo.

¿Tienes mucho trabajando en el castillo, muchacha? No te he visto antes —Inquirió el hombre en su lengua materna. Lucy no le prestó atención, como si no le hubiera oído y se agachó para recoger el canasto cargado de flores. Natsu dejó de cepillar a su semental cuando advirtió la mirada del hombre en el escote de su blusa y como la observó de arriba a abajo. Cuando ella no le respondió y le dio la espalda, se adelantó para sujetarla del codo y girarla a él—. ¡Ey! Te estoy hablando, criada.

—¿Quién...? —Jadeó asustada, a punto de caer de no ser por la brusca mano que sujetaba su brazo. Una vez recuperado el equilibrio, tiró de su brazo para soltarse. Había dejado su bastón en el suelo y por el brusco giró perdió el sentido de en qué dirección estaba. No creyó que se dirigiera a ella en primer lugar—. ¿Quién es?

—Tu acento... —Dijo el hombre entonces en un brusco inglés, volviendo a evaluar su femenina figura. Sonrió divertido al notar que ella ni siquiera volteaba la cara hacia él—. ¿Eres inglesa, mujer?

—¿Quién es? —insistió ella.

—¿No lo sabes? Es tu día de suerte, mujer. Seré tu próximo amo si eres amable, en mi hogar no tendrás que encargarte del jardín —Aseguró complacido, tomándola del brazo de nuevo y obligándola a soltar el canasto. Lucy intentó apartarse pero el hombre rodeó su cintura con fuerza para pegarla a él—. Eres muy linda para ser una simple esclava inglesa, ¿cuánto pagaron por ti?

—¡Suélteme inmediatamente, no me toque! —Lucy sintió pánico, y se preguntó a dónde se habían ido todas las voces que hacía unos minutos parecían rodear el patio. ¿Estaba sola con ese extraño? No era Salamander, lo sabía por su voz y su aroma tan diferente de su esposo. Sin duda era escocés, su acento así se lo decía. Ignoró lo familiarizada que estaba a la voz y la presencia de su marido, deseando por primera vez que estuviese ahí con ella para aclarar aquello—. ¡¿Qué cree que hace?! ¡Le exijo que me suelte!

El hombre quería ver las facciones de la criada, con semejante figura, ¿qué rostro podría hacerle justicia? Tomó su barbilla y parte de su mandíbula con firmeza para obligarla a verle, y no se sintió decepcionado de las femeninas facciones con las que se encontró. Era sin duda muy atractiva, y tenías unos ojos... Sus ojos, algo era diferente. Ella los cerró con fuerza y se retorció para liberarse cuando sólo obtuvo silencio de parte del extraño que comenzaba a comprender qué era aquello que le resultó raro en primer lugar. Antes de que pudiera decir algo más, un brazo la rodeó desde atrás y sintió que tiraban de ella con firmeza al tiempo que el cuerpo que la aferraba salía despedido hacia atrás. Lucy iba a gritar al pensar que había otro extraño más, pero entonces sintió un familiar aroma que la hizo aferrar la camisa del hombre que la sostenía y sintió una especie de nervioso alivio al saber que estaba allí.

—¡Salamander, querido Dios, es usted! —Él la miró con sorpresa un momento, notando la frustración de su desconocimiento aliviarse al saberse segura, y algo se removió dentro de él al pensar que en esos instantes, era alivio lo que ella sentía a su lado.

Miró a Zancrow cuando se puso de pie luego de haber caído tras el puñetazo que le asestó, y puso a Lucy detrás suyo para cubrirla de su vista cuando el hombre se limpió el labio partido y le observó con fastidio.

—Dame una buena maldita razón para no apuñalarte por haberme golpeado —Natsu sintió que Lucy le apretaba el brazo tras percibir la amenaza.

—Justo iba a decirte lo mismo, pero en mi caso sería por atreverte tocarla.

—No voy a pelear contigo por un par de faldas cada vez que venga al castillo Dreyar, te lo advierto —Le escupió.

Salamander entonces lo reconoció de la última vez que le vio. Vestido con un plaid y el cabello mucho más largo, no se veía realmente diferente, pero nunca le agradó Zancrow y siempre que visitaba el castillo fastidiaba a las criadas o incluso a Juvia y Erza. Diría que lo habían puesto en su lugar entre Gajeel y él, pero el hombre parecía no entender un no y lo seguía haciendo. En esta ocasión, le había tocado a Lucy sufrir sus bruscas atenciones y no le agradaba ni un poco que hubiera puesto sus ojos en ella o se hubiera atrevido a tocarla. Y de no ser porque la tenía pegada a la espalda y podía hacerla caer si se liberaba de su agarre, ya hubiera molido a golpes al recién llegado.

—Con gusto yo barreré el suelo contigo —Aseguró. Zancrow dio un paso cerca y notó sus ojos buscando a Lucy—. ¿A qué has venido?

—Mis asuntos son con el jefe, no contigo, cíngaro ladrón.

—¿Se supone que es un insulto?

—Salamander, no le provoque —Susurró Lucy detrás suyo al percibir la tensión entre ellos. Sintió la mano de su esposo tocar su brazo y como le daba un suave apretón. El gesto la relajó, pero sólo un poco. Era la primera vez que se hallaba tan cerca suyo sin mencionar los asuntos que sucedían entre ellos en privado, y ella fue consciente de su altura y su complexión más fornida de lo que hubiera pensado en un principio.

—Ya tienes a la pelirroja, deja que me atienda esa criada, ha sido un viaje largo.

—Mi esposa no es ninguna criada, y no vas a dar un paso en dirección al castillo hasta que no halla decidido si tu presencia es bienvenida o no.

—¿Sabe tu señora esposa que eres un perro con rabia? Me tienes harto. Preciosidad, no te conviene quedarte con él, y dudo que los votos de un cíngaro tengan un real significado... —Se burló con malicia, dirigiendo su atención entonces a Salamander y echando un vistazo a la amenaza en sus ojos—. Si mi presencia es bienvenida o no, sigue sin ser asunto tuyo, perro.

—Ya fue suficiente, Zancrow —Declaró Makarov con Wendy pisándole los talones y aferrada a su brazo mientras veía con disgusto al recién llegado. Había logrado escuchar cómo llamaba a Salamander, y le molestaba mucho—. ¿Qué te ha traído? No esperaba tu visita.

—¿No me invitas a pasar, Makarov?

—Antes debo decir que a menos que te disculpes con Lucy, no serás bienvenido en mi hogar —Le explicó con calma, a lo que Zancrow dirigió su incrédula y ofendida mirada al hombre de blanco cabello.

—¿A quién?

—A la muchacha que has maltratado apenas llegaste, quien es la esposa de Salamander, por si aún no estás enterado.

—Es una cín...

—Lucy es la hija de un lord, y la señora del castillo —Le puntualizó Makarov con más firmeza, atrayendo la atención de los mudos sirvientes que prestaban atención al intercambio con disimulo—. Por lo tanto, tu señora, así que discúlpate.

—Salamander no es tu maldito nieto —Se quejó Zancrow, de repente pálido—. Éste bastardo muerto de hambre no puede heredar tu maldito título, Makarov. Has perdido el juicio. Natsu Dragneel era el único heredero y los perros ingleses le han matado. ¿Ahora dejas que una ramera inglesa venga y...?

—¡Discúlpate ahora! —Salamander le cogio del cuello por sorpresa y lo obligó con fuerza y presión apostarse delante de Lucy, quien quiso retroceder al sentir el alboroto justo a sus pies—. Vas a disculparte con ella o no te irás.

—¡No voy a disculparme por exigir lo que me corresponde por derecho! Laxus es incapaz de liderar, y tú no eres un verdadero escocés, perro. ¡Soy el siguiente en la línea!

—Mientras yo esté vivo, tú no vas a liderar a nadie —Continuó Makarov sin subir el tono de su voz en lo más mínimo. Con un ademán, indicó a Wendy que recogiera la canasta de flores que había recolectado junto a Lucy esa tarde.

—Hay maneras de apresurarlo —Declaró. Salamander le dio un golpe que lo hizo gruñir de dolor y ver con ira a la mujer que no podía enfocarle. Sorprendido le prestó más atención, y luego se echó a reír.

—Si vuelves a insinuar... —Comenzó el Dragneel disfrazado con cabellera negra y atuendos cíngaros—. ¿Qué te causa tanta gracia?

—La niña inglesa está ciega —Afirmó sin un ápice de duda. Lucu retrocedió y apartó el rostro al saberse su condición. Tuvo ganas de echar a correr, ¿tan obvio era? ¿Cuál era su aspecto para que la gente se diera cuenta tan rápido de aquella manera?— Ya decía yo que semejante belleza no podía estar atada de buen grado a tu cara deformada, Salamander.

Lucy procesó aquello como mejor pudo, preguntándose a qué se refería. ¿Tenía algo en su rostro?

—Puedo ayudarte a parecerte a mí —afirmó, aprovechando su fuerza sobre la de él para desarmarle y tomar la espada. Zancrow entró en pánico al ver sus intenciones y se revolvió.

—¡Lo siento, ya, está bien! He venido porque oí que había una inglesa en el castillo. Creí que era una maldita broma pero me consoló pensar que era una esclava, ahora no sé cómo tomar que planean que sea la señora. Si ni siquiera puede ver.

—Quiero irme —afirmó Lucy, intentando mantener sus emociones ocultas. Lo que en realidad quería hacer era huir y ocultarse. Más no podía, no conocía nada más que su habitación y las escaleras que la llevaban a ella, y toco mediante el tacto.

—Salamander, déjale, luego hablaremos de esto —Ordenó Makarov al ver la rabia en su mirada por lo dicho a Lucy.

—Yo no he escuchado su disculpa —Afirmó.

—Y no la oirás mientras esté temblando de miedo.

—¡Yo no...! —protestó, entonces la hoja se posó en su garganta y tragó antes de gritar—. ¡Lo siento de verdad, pero maldita sea, deben entender mi sentir con los ingleses, parte de mi familia murió en Culloden!

—Lucy no tiene la culpa de lo que nuestros padres hicieron —Aseguró Salamander, pensando en la realidad de esa frase. Culloden fue la excusa de Jude para quererlo como esposo de su hija, obteniendo ella las propiedades y las riquezas ante su muerte. Fue Culloden lo que dejó a su padre Igneel herido de muerte y con una amnesia temporal. Así fue como su madre le conoció y le cuidó. Así fue como se enamoraron, y producto de ello estaba él, todavía con vida. Herido, humillado, traicionado, lleno de rencor, pero vivo a final de cuentas.

Se apartó de Zancrow tan pronto que al hombre le tomó unos segundos darse cuenta de que alejaba a su esposa de él y no estaba detrás suyo con una hoja presionando su garganta.

—Salamander... —Le llamó Lucy cuando sintió su presencia a su lado y percibió que la guiaba en alguna dirección—. Lamento lo que he provocado, pero yo no...

—No diga tonterías, usted no lo ha provocado. Siempre que viene al castillo molesta a alguna criada, lamentablemente le tocó en esta ocasión —Explicó con fastidio. ¿Cómo podía ser ella culpable de que aquel bruto no supiera controlar sus acciones? Se dio cuenta, sombriamente, que de no haberlo visto todo, tampoco la hubiera creído inocente. No estaba seguro.

Gajeel le esperaba en la entrada con expresión sombría, y no aguardo a que Lucy no estuviera a su lado para decirle:

—¿Te das cuenta de a quién has amenazado con esa espada y lo que significa?

—Tanta cuenta me he dado de lo que significa como él de lo que le pasará si vuelve a ponerle una mano encima a mi esposa.

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Continuará...


N/A: Lamento la espera, la situación es un poco larga y en realidad no quiero agobiarles con información irrelevante, pero sigo al pendiente con la historia, así que no se preocupen. Así como también de los comentarios que aún no he respondido, no se preocupen, en estos días lo hago ❤

¿Qué les parece la historia hasta ahora? Yo aún tengo cosas que contar en ella, pero no sé si ya se hartaron o les parece innecesariamente larga. Opinen con libertad, me interesa saber qué piensan al respecto porque una vez la termine estoy pensando en editarla para hacerla con personajes propios. Y respecto a los dibujos de capítulos atrás, también los tengo, les agradezco su paciencia y sólo les pido un poquito más.

Muchas gracias si han llegado hasta aquí, nos leemos~♡

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