¤¤ Capítulo 41 ¤¤
N/A: En el transcurso que publique este capítulo estaré respondiendo comentarios de los dos capítulos pasados ♡ por si gustan dejarme uno, tarde pero respondo.
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El invierno parecía estar a punto de arribar las tierras altas. Lucy podía percibir el aroma que el manto blanco traería sobre la naturaleza a su alrededor, y el aire helado que besaba sus mejillas y mecía los rebeldes mechones de su cabellera, causando cosquillas en sus labios y cuello. Aquel suave roce erizó su piel y se frotó los brazos con insistencia en busca de calor. Subió su falda hasta las rodillas e introdujo con lentitud la punta de los dedos en el frío líquido bajo ella. Wendy fue la de la idea, pero Juvia la logró convencer de no obligarla a entrar y dejar que se sentara en las orillas del río para charlar y escucharlas nadar un poco.
Ninguno de sus vestidos era apropiado para una salida de ese tipo, como si no fueran más que unas adolescentes desvergonzadas por mojar sus faldas en las aguas poco profundas y que la tela abrazara de forma poco decorosa sus piernas. Pero maldita sea, dos de ellas ya eran unas adultas y si era sincera consigo misma, el carácter tan liberador de Juvia le gustaba, así como sus maneras de ignorar los comentarios que le pedían mantener un comportamiento adecuado, especialmente en presencia de otro. Lucy estaba harta de seguir la etiqueta. Y aprovechando una ausencia de Salamander desde hacia días, aceptó las ropas cíngaras que Juvia le ofreció para poder salir a los jardines del castillo y luego más allá en el río. Sabía que un par de centinelas les vigilaban, pero estaban a la suficiente distancia para brindarles privacidad.
No tenía idea de cuál era su aspecto con aquella nueva vestimenta. Trataba de no darle importancia, pero el jadeo colectivo cuando salió con una complacida Juvia le había hecho replantearse si quizás no había ido demasiado lejos tan pronto. La falda apenas y le llegaba debajo de las rodillas, y el fajín que asemejaba un corsé llegaba bajo sus senos, ajustándose a su delgada cintura y realzando la forma de su busto de una manera que intentaba obviar. Luego estaba la blusa, tan fina y con el corte que dejaba al descubierto sus hombros y su marcada clavícula, destacando a su vez la dulce curvatura de su cuello. Juvia también le facilitó unas sandalias que ató con un par de agujetas en cada una, y rechazando un sombrero, Virgo le ayudó a su sujetar su larga cabellera en un recogido más arriba de su nuca y dejando sueltos algunos mechones que caían por sus hombros con soltura.
¿Qué dirían de sus vestimentas? Apartó los pensamientos de su mente, pero unos menos deseables hicieron aparición y ella terminó de hundir las piernas hasta la mitad de los gemelos para dejarse caer en la hierba y meditar con los ojos cerrados bajo un largo flequillo.
Aquella última noche que Salamander visitó su alcoba antes de irse en un supuesto viaje de negocios. A ella no le interesaba, claro estaba, pero le ofendía que el muy cínico se hubiera presentado en su habitación tan entrada la noche y encima ebrio. Pero... no se había sentido tan mal después de todo. Lucy apartó un cabello rebelde de sus labios, recordando sus caricias y los besos que le habían robado el aliento, dejándola desnuda a sus propias sensaciones y el traidor deseo que se apoderaba de ella.
—¡Lucy, puedes adentrarte un poco más! En realidad el río no es profundo en esta área, así que entra, está deliciosa —la instó Juvia con diversión notoria. Lucy se incorporó y negó de inmediato.
—¡Está muy fría!
—Una vez que te acostumbras no es tan malo. Anda, ven, no te quites la ropa si no quieres.
¿Quería decir eso que estaba desnuda o más descubierta de lo que acostumbraba? Lucy no quiso preguntarle, pero se ánimo un poco y se incorporó dentro del agua. Lentamente y con sumo cuidado, deslizó un pie delante del otro para palpar el terreno bajo sus pies y aquella suave corriente, sintiendo al mismo instante cómo su falda se volvía algo más pesada y se amoldaba a la forma de sus piernas.
Sonrió sin poder evitarlo, no podía recordar cuándo fue la última vez que metió los pies en algún riachuelo o incluso un estanque, tal vez hasta un lago. Eran muchas anécdotas que había escuchado de chiquillas alegres a lo largo de los años, de los simples placeres que podían encontrar en conductas tan sencillas como aquellas. Y agradeció el frescor, soltando su falda empapada y escuchando las risas de Juvia por algo que Wendy le había dicho.
—¿Sabes nadar para ser lo suficientemente temeraria y meterte? —Fue la voz de Erza que se alzó por sobre el ruido del agua. Lucy, apoyada en una de las rocas que sobresalían y con la mano sumergida en el agua, se enderezó y la ubicó por el sonido—. No. Ni creas que nos vamos a lanzar por ti si te caes.
—No esperaba un gesto tan amable de tu parte, no te preocupes —Lucy decidió ignorarla, más no pudo evitar responderle. Erza soltó una risilla satisfecha a sus espaldas y pareció acercarse.
—Me gusta tu ropa, demuestra tu verdadera naturaleza de mujerzuela que llevas dentro.
—¿Te parece? Me he esmerado para parecerme a ti —añadió con inocencia. Juvia rompió a reír y llegó a su lado, cruzando su brazo con el suyo y dándole unas palmaditas.
—Me encantas, Lucy. Ahora vamos, del otro lado no se está muy profundo y tampoco habrá pirañas intentando obtener un bocado de ti. —Cuando se estuvieron lo suficientemente lejos para que Erza no oyera, Juvia se inclinó a susurrarle—. En realidad no es tan mala, ya se le pasará.
Erza sonrió, habría esperado que Lucy se escogiera o simplemente no respondiera a su pulla. Pero vaya que lo había hecho, y eso le había divertido. Le molestaba el hecho de que Juvia pareciera obviar lo que la inglesa había hecho, pero tampoco podía olvidar esa intuición que tenía la mujer de ojos oscuros para con las personas.
—¿Esto será así siempre? —se atrevió a preguntar Lucy cuando Juvia la dejó en el otro extremo y pudo volver a meter los pies en el agua.
—Ya le has respondido, con eso se lo pensará dos veces antes de molestarte—Juvia no iba a decirle que eso seguiría así mientras todos pensaran lo peor de ella. Wendy se alejó un poco, emocionada por un pez que le pareció ver. Cosa que le permitió a la mujer de pelo azul acercarse más a Lucu y hablar en un tono bajo que sólo ella escucharía—. Pero, considerando que no eres tan culpable como te pintan, si ella lo supiera...
—Pero lo soy —Lucy inhaló hondo y subió su falda al nivel de los muslos, introduciendo sus piernas hasta las rodillas—. Tú sabes que soy culpable.
—No creo.
—¿Por qué insistes?
—Porque sé que Natsu jamás se habría enamorado de una asesina —declaró. El semblante de Lucy se volvió algo pálido. Juvia tomó una de sus manos entre las suyas y le dio un suave apretón—. Él... te amaba tanto, Lucy. No me pareces la clase de mujer fatal que pudo hacerle eso...
—Son sólo suposiciones tuyas —le restó importancia. Juvia no retrocedió.
—Lucy, puedes confiar en mí, si necesitas desahogarte...
—Independientemente de lo que diga, ¿cómo sé qué no irás con Salamander a exponerme? ¿Quién me asegura realmente que no estás intentando hacerte mi amiga para descubrir algo?
—Como tú bien has dicho, ¿qué caso tendría ahora ese tipo de artimañas? Me preocupo por ti, rodeada de desconocidos que no se muestran amigables, y con tu esposo... Confía en mí, Lucy. De una mujer a otra, todos necesitamos de alguien con quien poder ser nosotros mismos. ¿En verdad es eso lo que quieres, ser tú sola y nada más por el resto de tu estadía aquí?
—Tengo la ligera esperanza de que se aburra de mí y decida regresarme a Inglaterra —admitió sin una pizca de emoción, recogiendo sus rodillas y apoyando su frente en ellas.
—Salamander es joven, si tan sólo...
—Háblame de él.
—¿De quién?
—De Salamander, háblame de él. No sabía de su existencia hasta que se presentó en Londres y comenzó a investigar por su cuenta. Natsu me habló de su abuelo, de Wendy, de ti, de todos a excepción de él. ¿Por qué?
—Bueno, supongo que tampoco te habló de Laxus como del abuelo o nosotras.
—No, pero aún así lo mencionó, ¿por qué no a Salamander?
—Natsu y Salamander no tenían mucha cercanía... Tu esposo no pasaba sus días aquí con nosotros. Mi hermano, Gajeel, tiene un barco espléndido, suele hacer de comerciante y Salamander le acompañaba cada vez que podía —Juvia intentó decirse a sí misma que no era mentir del todo. Natsu solía acompañar a Gajeel en ocasiones, su ausencia en esos instantes era una de ellas. Y si alguien le preguntara, la actitud que portaba como Salamander sería inaceptable para Natsu. De cierta forma, ella le veía como alguien diferente bajo ese nombre—. ¿Has subido a un barco alguna vez?
—Cuando era niña me subí a un bote de remos.
—Quizás cuando mi hermano regrese nos deje subir en la bahía, es increíble.
—¿Cómo es Salamander cuando no estoy cerca?
—No creas que hay una gran diferencia —le restó importancia—. Sigue siendo un gruñón.
—¿Y por qué su interés por Natsu no se despertó hasta cuatro años después de todo lo sucedido?
—Él... él no estaba aquí cuando Natsu se encontraba en Londres contigo... —Juvia alzó su falda y le hizo un nudo a un costado para que no llegara a donde el agua cubría sus rodillas—. Y cuando regresó decidió que primero debía guardar luto.
Fue aquella última palabra lo que rompió algo dentro de Lucy. Si bien no lo demostró abiertamente, Juvia pudo ver como las lágrimas brillaban en sus ojos y como intentó darle la espalda para disimularlo. No dijo nada ni emitió sonido alguno, pero el dolor conocía todas las formas de expresión y se manifestaba en el alma herida de aquella mujer cuyos ojos lucían apagados por siempre.
—Juvia, ¿podrías llevarme a la tumba de Natsu? —La pregunta la sorprendió, tanto que no supo qué decir. Lucy se limpió las mejillas y carraspeo para disimular el nudo que oprimía su garganta—. Quiero llevarle algo, por favor, te lo pido...
—No creo...
—Por favor —Lucy estiró su mano, y Juvia le ofreció la suya incapaz de dejarla al aire. Sintió la fuerza de sus desesperado apretón—. Tengo que decirle... tengo que disculparme.
—¡Juvia, Lucy! ¿Les molesta si me uno? —Fue el grito con el que Zeref les saludó desde lo lejos. Saludó al joven que las cuidaba desde la distancia, y descendió del caballo que le habían facilitado en su estadía por las tierras altas—. Makarov me ha dicho que estarían aquí.
—No hay problema —Juvia se giró a verle, y grande fue su sorpresa cuando regresó su atención a Lucy para encontrarla con una expresión de tranquilidad que parecía una especie de ofensa contra los sentimientos que desbordaba hacía tan sólo unos instantes. ¿Podía fingir algo así?
No, no podía fingir un sentimiento como ese. ¿Qué la forzaba a llevar esa máscara de tan fría indiferencia? ¿A qué le temía Lucy aún en la seguridad de las tierras altas?
—Me han dicho que Salamander quizás vuelva para mañana —comentó, doblando su pantalón para introducir los pies en la zona más baja y acercarse a ellas. Juvia le dio la bienvenida con una sonrisa encantadora, más Lucy no mostró expresión alguna—. Lucy, ¿cómo te encuentras?
—Estoy bien, gracias.
—El agua está un poco más fría de lo usual, supongo que el invierno arribará pronto —intentó mantener un tema de conversación. Juvia sintió la tensión, y decidió adelantarse junto a Wendy que quería sumergirse más de la cuenta sin todavía saber nada correctamente, por lo que usó eso como excusa perfecta para dejarles un momento—. ¿Soy yo o me ha estado evitando desde que Salamander se fue?
—La ausencia de mi marido nada tiene que ver con mis nulas ganas de mantener una conversación contigo, Zeref.
—Entonces admites que me has estado evitando —Zeref se acercó a ella. Lucy sintió su presencia, y se movió en dirección contraria a él, haciéndole sentir incómodo—. ¿Por qué lo haces?
—Creo que es evidente el por qué. Lo que yo no entiendo es cómo puedes dormir por las noches sabiendo que Mavis está desaparecida y ha sido injustamente culpada por un crimen que no cometió.
—Oh, por favor, no de nuevo con eso —suspiró con exasperación y se alejó de ella—. Lucy, te he pedido perdón por golpearte el día que llegué. Lo admito, perdí los nervios. No voy a tolerar que te refieras al asesinato de Natsu como algo...
—Yo estuve ahí, Zeref.
—¿Acaso viste a tu padre empuñando el arma? Tu padre y Mavis mataron a mi hermano, acéptalo.
—Fui yo —volvió a decir con dolor. Zeref iba a decir algo pero Juvia volvía hacia ellos, por lo que se pasó la mano por los cabellos y apartó la vista de ellas, intentando apaciguar la ira que hervía en su interior.
¿Qué la motivaba a decir eso una y otra vez? ¿Tanto era su miedo por la suerte de Mavis?
—Lucy, ahora que recuerdo, esta tarde iré con algunas chicas para las clases sobre algo de asistencia médica que Polyurshka imparte cuando viene de visita, ¿gusta acompañarnos? Es una mujer llena de conocimiento y dispuesta a compartirlo, será interesante.
—No creo que mi presencia sea del todo bienvenida —admitió sin mucho ánimo. No olvidaba los murmullos de las criadas con su andar. O creían que por no verlas tampoco podía oírlas, o no les importaba que ella pudiera escucharles.
—Tonterías, es para una buena causa, no para saber a quién le caeremos bien —Juvia se agachó y le salpicó algo de agua a una distraída Lucy, que pegó un brinco y exclamó con sorpresa por la helada sensación—. Oh, querida, lo lamento tanto. ¿Te mojé?
Su fingido tono de inocencia era tan descarado que Lucy no se lo pensó dos veces cuando le arrojó el agua en dirección de su voz. Juvia chilló y por poco logró quitarse de la mayor parte del salpicón, siendo Zeref la víctima. El hombre, con indignada diversión, le regresó el agua a Lucy y luego fue a por Juvia. Wendy se les unió después de unos instantes con risa contenida y acabó empapada en cuestión de segundos.
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—¿Cuánto tiempo planeas tenerla en el castillo? No quiero sonar como un entrometido, pero es demasiado evidente que a nadie del clan le agrada su presencia —Le recordó Gajeel, que montaba a su lado con pereza y escondía un bostezo sin mucho éxito.
Estaba harto de fingir que no tenía interés, todos en el clan esperaban a las reacciones de Salamander, en especial cuando su esposa estaba cerca. ¿Qué era lo que quería obtener con ella ahí? ¿Herederos? Natsu le había dicho que la doncella de Lucy le preparaba infusiones para no concebir, y lo había dicho tan tranquilo. Tal parecía que no le molestaba. Entonces eso no era. Luego estaba el asunto de las amenazas que le había oído pronunciar a algunos de los hombres que osaron insinuar que compartiera a la mujer. Y después estaba la pelea que había tenido con Laxus cuando se fue de la lengua.
—En realidad no planeaba sacarla de Londres, es sólo que el estúpido intento de su novio en turno me fastidió lo suficiente para querer darle una lección —Admitió sin perder de vista el camino. Habían adelantado un gran pedazo de viaje, por lo que estaba seguro de que llegaría al castillo al anochecer. No quería afirmarlo, pero su viaje no había sido tan fructífero como esperó en un inicio.
—Ah, sí, Eucliffe... ¿la lección fue traerla a Escocia? Si me lo permites, creo que ha captado el mensaje de no ser bienvenida.
Natsu recordó aquel día, cuando el imbécil de Sting creyó que emboscarlo fue una buena idea. Y como terminó abandonando a Lucy a su suerte al saber su identidad descubierta y sus posibilidades de ganar inexistentes. Recordó lo que hizo con Lucy después, una vez estuvieron a solas. En su momento se vio justificado, se dijo que era lo mínimo que le debía. Actuó por impulso, llevado por la rabia y el odio que le tenía por todo lo que había tenido que pasar a causa del amor que le tuvo. Pero ahora... su repudio seguía, más no encontraba aquel coraje que lo motivaba a hacer lo que le viniera en gana con ella. Había una voz, en lo profundo de su mente, que le decía lo vil y rastrero que era con cada cosa que la forzaba a hacer o aceptar.
Maldita sea, para ella era el primo de Natsu. Y la había violado en un sofá de su propia casa. Por un instante sintió una leve sensación de mareo, sentimiento que identificó como algo parecido al repudio hacia sí mismo. ¿Cuándo se vio a sí mismo haciendo esa clase de cosas? Mejor dicho, ¿cuándo se vio con tantos deseos de hacer sentir miserable a alguien, y que ese alguien fuera Lucy? Notaba el cansancio en ella, y la resignación que acompañaba la profunda tristeza que su expresión serena mostraba cuando se creía invisible a sus ojos.
No podía echarse atrás, el daño ya estaba hecho. Todavía no entendía todos esos rumores que en su momento la habían tachado de impura, cuando él mismo pudo comprobar que era virgen hasta su matrimonio. Tampoco podía, mejor dicho, no quería detenerse. La deseaba. Era humillante saber que era débil ante eso, y al mismo tiempo intentaba eximirse de toda culpa.
—Salamander, haré la pregunta que todos se hacen pero que ninguno se atreve a formular en tu presencia, ¿a dónde quieres llegar con todo esto?
—¿Tanta es tu curiosidad?
—Bastante. No tengo la menor idea de para qué la quieres ahí. A menos que su presencia contribuya al desahogo físico... podría entenderlo, es muy atractiva.
Natsu lo volteó a ver, fue una mirada que a pesar de intentar ser inexpresiva, se vio sombría y provocó en Gajeel un escalofrío, como la sensación de despertar con una hoja presionando contra el cuello.
—Sólo decía, no intentaré nada. Más no puedo decir lo mismo de los otros miembros del clan. No quiero ser un chismoso pero he notado cómo la miran y las cosas que dicen de ella, están locos y les he advertido que aunque tu relación es meramente obligatoria, no permitirás que esa clase de comportamiento se muestre en su presencia.
—Para ser alguien que no quiere ser un entrometido ni un chismoso, metes demasiado las narices donde no te llaman —le espetó, espoleando a su caballo para adelantarse un poco. Necesitaba relajarse, cosa que no había conseguido aquellos días. Y la sensación no mejoraba conforme se acercaba a su hogar de nuevo.
Necesitaba encontrar a Jude. Lo entregaría a la justicia y no se apartaría de su lado hasta que no viera cumplido su objetivo y sólo entonces podría devolver a Lucy a Londres, que hiciera lo que quisiera. Y Mavis... no planeaba buscarla, dejaría que fuera lista y se ocultara, pero si llegaba a ponerle las manos encima, tendría la misma suerte que Jude. Encontrar a ese hombre significaba dar fin a su sufrimiento. Lo haría pagar y apartaría a Lucy de sí. Eso era todo. Ya no quería nada más.
Sabía lo que su clan pensaba de Lucy. Él mismo se había encargado de hacerles verla como lo peor, y con su trato a su llegada también dio a entender que no le guardaba una pizca de respeto. El que Virgo hiciera las infusiones a la vista de la cocinera o cualquiera que estuviera cerca, tampoco ayudaba. Pero eso a él no le importaba, era mejor así, no quería tener nada más que lo atase a ella. Por eso mismo no debía sentir compasión por su situación ni preguntarse qué sería de ella cuando todo por fin se resolviera y no tuviera que volver a verla nunca más.
Era mejor así.
Su viaje no resultó cómo esperaba, a pesar de mantener cierta correspondencia con los cíngaros, estos no habían logrado averiguar nada sobre el atentado que hizo desaparecer a Jude del radar. Y a pesar de que esperó las noticias que le traerían de Londres, el resultado fue el mismo. Sin ningún rastro. Eso no le gustaba, alguien tenía que haber visto algo. Pero ¿quién? Pensar en ello provocaba que sintiera punzadas en la sien, por lo que decidió que de nada serviría estresarse más de la cuenta y decidió que llegar un día antes de lo previsto era incluso tentador, podría descansar. Vaya falta le hacía.
—¡Salamander, Gajeel! No les esperábamos hasta mañana a medio día —le saludó un centinela sobre el muro. Gajeel le dio alcance al instante más no dijo nada luego de su conversación un par de horas atrás en el camino—. ¿Desea que informe al jefe Makarov? Se encuentra en la aldea, ha ido porque el carpintero le ha pedido ayuda con las provisiones del invierno y se llevó a unos cuantos chicos. Ya sabe que el pobre Warren apenas y puedo mantenerse en pie por sí solo.
—No hace falta que informe a mi abuelo, cuando regrese le pueden avisar —Aseguró, desmontando apenas cruzó la entrada al patio principal.
—Mi señor, ¿desea comer algo? —Le interceptó una de las criadas apenas cruzó las puertas al salón. Natsu evitó poner los ojos en blanco, era de las que no conocía su verdadera identidad y realmente creían que era un primo lejano. No la culpaba, ni podía confiar en todos así como así considerando que la guardia inglesa estaba más cerca de lo que a los escoceses le gustaría. Era mejor dejar las cosas como estaban—. Debe estar agotado, ¿puedo prepararle un baño?
—¿Dónde está mi esposa?
—¿Su es-posa...? Eh, ella ha ido al río junto a la señorita Juvia y Wendy. Se fueron desde la mañana y por el medio día el señor Dragneel dijo que les daría alcance.
Aquello lo confundió. Lucy apenas y había comenzado a aventurarse a cenar con ellos. ¿Y ahora estaba en el río? Asintió ante la respuesta e ignoró a la muchacha para ordenar a un criado que le preparase la bañera. Usualmente haría ese tipo de cosas él mismo, porque no le gustaba la presencia de otros en su habitación. Pero si era sincero consigo mismo estaba exhausto. No encontrar siquiera la mínima pista de Jude lo desanimaba. Sabía que donde quiera que ese hombre estuviera, porque el destino no era tan misericordioso para haberle dado muerte en su escape, debía estar tramando el momento de tomar venganza. Natsu debía ser cuidadoso y mantener los ojos bien abiertos, porque esa rata que se hacía llamar Jude intentaría ir a por él de nuevo.
Mandó a llamar a Virgo, y la doncella se presentó justo en el momento en que un par de criados terminaron de preparar su baño. No sabía si la mujer estaba acostumbrada a que Jude le pidiera ese tipo de cosas o le era indiferente la desnudez masculina. Tampoco iba a averiguarlo, por lo que decidió esperar a limpiarse para arreglar su asunto con ella lo más rápido posible. Con el rostro impasible, Virgo le observó. Salamander advirtió a la criada en la puerta y sus ojos que los veían con curiosidad, tras verse descubierta enrojeció y salió huyendo, cerrando la puerta detrás suyo.
—¿Me llamaba, mi señor?
—¿Estás al tanto de que Jude y Mavis han escapado? Que curiosamente el carruaje que los transportaba ha sido atacado y han desaparecido sin dejar rastro —fue directo al grano.
—Mi señora me lo comentó hace poco, y en verdad lo lamento. Entiendo que lo que usted quería era justicia.
—Supongo que también habrás notado que los demás criados se refieren a mí como Salamander.
—Por supuesto.
—¿Le has dicho a Lucy algo sobre mi verdadera identidad, o alguien más?
—Claro que no, como usted me lo pidió, y dado que no quiero ser apartada de mi señora, no le he dicho nada al respecto. Me limito a mis obligaciones.
Natsu se quitó la peluca tras su respuesta, y notó los ojos de la doncella vagar por sus facciones y su cabellera rosa a la que ya le hacía falta un corte. Virgo no apartó la vista de él ni dijo nada. Aunque parecía una mujer sumisa por sus respuestas, estaba claro en su pose y la manera en que miraba a su alrededor que ni mucho menos se consideraba de menor rango que cualquier otra persona. Eso le agradaba, más sabiendo que la mujer sentía cariño por Lucy y era capaz de cuidarla.
—Mi viaje resultó en vano, pues no he logrado conseguir averiguar nada sobre Jude. Ha desaparecido como me temía. Entenderás que no confío en Lucy para nada, y siento que lo primero que Heartfilia hará será contactarla, por lo que voy a pedirte que me informes de cualquier cosa extraña en torno a ella. No recibe mensajes ni correspondencia si antes no me informan a mí, ¿soy claro?
—Entendido, señor.
—Llámame Salamander. No me gustan esas formalidades. —Natsu se desató el fajín de la cintura luego de quitarse el chaleco.
—¿Quiere que le ayude a desvestirse?
—No, te lo agradezco... ¿Virgo?
—¿Sí?
—La bebida que le das a Lucy, ¿no le hace daño a largo plazo?
—Entiendo su preocupación, y si bien es una bebida un poco fuerte, la salud de mi señora se encuentra bien. ¿Quiere que se la deje de dar?
—No, pero he oído a la cocinera quejarse de que el aroma es algo fuerte. Mera curiosidad.
—Virgo, ¿puedo hacerte una pregunta y la contestas con total sinceridad? —Natsu se quitó la camisa. Si la criada se había ofrecido a ayudarle, significaba que no había problema, ¿verdad? Por las dudas dejó de desvestirse, pero notó sus ojos sobre sus cicatrices, en especial la que había marcado su rostro y bajaba por su cuello—. ¿Son demasiado desagradables a la vista?
—Es un milagro que se encuentre en tan buen estado, señor. ¿Le tomó mucho tiempo recuperarse?
—Hace poco más de un año que pude volver a andar por mi cuenta, estoy bien. Respecto a lo otro...
—Puede preguntar.
—¿Cómo fue que Lucy perdió la vista? Tengo entendido que sufrió un accidente.
—¿Quiere la verdad? —Ante su asentimiento, Virgo inhaló profundo un momento y sin parpadear le dijo—: el señor Jude quiso abusar de ella, había tomado más de la cuenta. Lucy logró escaparse y huyó. No tengo claro a dónde planeaba ir, y sucedió tan rápido que no me dio tiempo de seguirla. Por lo que sé, se cayó de su yegua cuando intentó escapar, y desgraciadamente cayó por un pequeño acantilado. Ya sabes que los terrenos a las afueras no son muy estables. Me dijo que además de los múltiples golpes de la caída hubo uno que recibió el la cabeza, a un costado. Si se fija, podrá encontrar una cicatriz bajo su cabello.
—Entiendo... puedes retirarte, gracias.
—Con su permiso —no lo demostró en su tono, pero en su actuar era más que evidente que Virgo tampoco se sentía cómoda hablando de ello y salió de la habitación tan rápido como pudo.
Él no sabía qué pensar. Si Jude había sido capaz de querer hacerle eso a su propia hija... ¿por qué ella se quedó? ¿Por qué no dijo nada? Si Virgo también era una testigo... ¿Tan duros eran con sus mujeres que ni de eso podían hablar sin ser señaladas como mentirosas? Y luego los rumores que habían corrido de ella, diciendo abiertamente que no era más una doncella y haciéndola menos valiosa a ojos de prospectos buenos para nada.
Natsu decidió olvidarse de eso y colocó el pestillo en la puerta, los criados llamaban antes de entrar, más no iba a arriesgarse que le vieran sin la peluca. Terminó de desvestirse y sumergió su cuerpo en la tibia agua, agradeciendo la temperatura para sus músculos tensos de largas horas de cabalgar. La bañera no era muy grande, pero pudo descansar la cabeza en uno de los bordes y se humedeció el rostro con pereza, tocando la cicatriz que cruzaba su mejilla.
Cerró los ojos e intentó vaciar su mente. Ante él tuvo la difusa imagen de ver a Lucy llorando mientras en sus manos sostenía el cuchillo que penetró su carne y le cortó con la hoja más afilada, tirando de los tendones y... Se estremeció y abrió los ojos de nuevo. Le hubiera gustado pensar que hacía tanto no veía esos recuerdos, pero la realidad era que noche tras noche los podía revivir. No eran agradables. No quería recordar eso.
Y podía recordar las palabras de Lucy. Las recordaba con exactitud.
《Soy consciente de que fue muy ingenuo al creer que correspondería sus sentimientos...》.
¿Él? Fue un imbécil por creerla, por pensar que ella tenía sentimientos por él, claro estaba. La prueba de ello era su estado actual. Obligado a ocultar su identidad como una rata porque la maldita ratonera seguía ahí afuera, esperando a que él pusiera un pie en ella para saltar y terminar lo que no pudo cuatro años atrás.
《...recuerda que es un escocés, son salvajes y se dejan llevar por sus instintos...》.
Sonrió sin verdadero sentimiento, llenando sus ojos con una mirada de desprecio. Era un salvaje, sí. Se dejaba llevar por sus instintos, también. Eso para Lucy, un escocés estúpido que sin modales y que hacía lo que le venía en gana.
Comenzó a enjabonarse con una expresión pensativa. Últimamente pensaba demasiado en ella, en si todo lo que estaba haciendo lo llevaría o no algo. En qué debía hacer con Lucy una vez capturase a Jude de nuevo. A pesar de todo lo que había hecho, no dejaba de sentir que todavía no era suficiente.
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Lucy tenía el dobladillo de la falda completamente húmedo, y podía sentir la misma tela enredarse en sus piernas conforme se apoyaba con una mano en la pared y subía lo más pronto que podía a la zona donde estaba su habitación. Wendy se había ofrecido a ayudarle, pero no quería la presencia de la niña con lo que estaba por hacer. Salamander la iba a oír. Acaba de regresar del río cuando Juvia le sugirió tomar un bocadillo, pues la comida estaba pronto a servirse. Lucy aceptó y junto con Wendy, siguieron a la mujer que se dirigía a las cocinas. Entonces todo se llenó de silencio y la voz de una joven mujer se alzó.
—Se los juro, el señor Salamander se ha llevado a la criada de esa inglesa a su habitación apenas se enteró que su esposa no estaba aquí. Y la chica no bajó hasta un rato después.
—Es un hombre, ¿qué esperabas? —espetó la cocinera, restándole importancia. Juvia murmuró algo y se alejó de ellas, prometiendo volver. Lucy supuso que iba a buscar a alguien. Sintió que el suelo se movía bajo sus pies un instante.
¿Salamander se había llevado a Virgo? De todas las mujeres que parecía tener, ¿a su doncella? La ira la recorrió y se asentó en su cuerpo, por lo que le pidió a Wendy con premura que la guiara a las escaleras para ir a su habitación, sabía que la habitación de él estaba a un lado de la suya, pues era consciente que una puerta las conectaba incluso desde el interior. No obstante, siempre le tenía colocado el pestillo.
—Lo sé, pero de todas las muchachas no pensé que fuera a llevarse precisamente a esa —continuó la chica con molestia, casi como si lamentara no haber sido ella la elegida—. No sé para qué esperó a que su esposa se hallase fuera, no es como si pudiera verlo...
Lucy encajó esas últimas palabras como mejor pudo, y las ignoró. Podía sentir la mirada de Wendy sobre ella y su incomodidad, así como su renuncia a soltarla luego de llegar a las escaleras. Fue firme con la joven y esta se resignó, si se quedó a verla subir o no, no lo supo, pues con su bordón tanteaba los escalones y con su otra mano tocaba los grandes y lisos ladrillos que conformaban la pared. Agradeció que no estuviera muy lejos, no eran tantos escalones como temió, y también se sintió aliviada de no tropezar con ningún mueble junto a los muros como acostumbraban en algunas casas, incluso para algunos floreros.
Finalmente llegó a la primera puerta, y alzó el puño, luego bajó el brazo. ¿Debía tocar? Llamó con un par de golpes, resistiendo el impulso de hacerlo con más fuerza. Escuchó un sonido desde el interior y oyó correr el pestillo. Lucy recordó que no llevaba ninguno de sus recatados vestidos, y deseó haberse cambiado al ser consciente de la falda pegada a sus piernas. Se había secado en gran parte, más todavía quedaba algo húmeda. La puerta se abrió delante suyo y se armó de valor.
—¿Salamander?
—¿Sí...? —Escuchó su voz, con un tono confuso. No esperaba su visita, ni mucho menos su vestimenta de cíngara—. Pero qué...
—¿Se ha atrevido a importunar a mi doncella? —exigió saber, estaba tan enojada que apenas y podía modular el nivel de su voz. Si le había puesto las manos encima a Virgo...— Le exijo que me responda, ¿ha tocado a Virgo?
—¿De qué carajo me está hablando?
—He escuchado que mandó a llamar a mi doncella a su habitación cuando llegó, ¿por qué razón?
—No es de su incumbencia —su tajante respuesta y el sonido de la puerta al cerrarse la impulso a meter el bastón entre ellos, impidiendo por suerte que cerrara la puerta—. Oh, por favor, ¿son celos acaso? ¿No fue usted quien me dijo que me buscara a quien me placiera con tal de no importunarla?
—¡No a mi doncella! Es usted peor de lo que ya de por sí creía, obligarla a eso sólo porque es señor del castillo.
—Corrección, mi abuelo es señor del castillo. Esto es tan increíble —Salamander la tomó del brazo y tiró de ella al interior de la habitación. Lucy tropezó y estuvo segura de que hubiera caído de no ser porque la sostuvo y la estabilizó antes de alejarse de ella para continuar—. ¿Su doncella le ha dicho eso?
—¡Sus criadas no paran de hablarlo allí abajo! No voy a permitir que moleste a Virgo, ¿me oye bien?
—¿Le molesta que sea su doncella mi compañera de cama o que se hable de ello entre mi gente? Cualquiera que sea la razón, tiene fácil solución.
—¡Tiene a muchas criadas allí abajo para que lo entretengan, no moleste a mi doncella!
Natsu estaba luchando para no echarse a reír al verla tan enojada. No podía creer que la criada hubiera ido con semejante chisme, pues tenía claro que la serena personalidad de Virgo y su lealtad no daban para esa clase de rumores. Pero también le entretenía ver aquella actitud de Lucy, una que ni siquiera había mostrado cuando era el centro de todas sus molestas atenciones.
—De acuerdo, no voy a molestar más a su doncella —aseguró, Lucy no relajó su ceño fruncido ni la tensión de sus labios. Mucho menos perdió su tensa postura—. ¿Satisfecha?
—¿Lo ha hecho para fastidiarme? Si lo que esperaba era un ataque de celos bien puede ir a ver a esa criada que parece tan decepcionada de no haber sido su elección.
—No, no, eso sería una verdadera sorpresa. No obstante, si le tranquiliza, sólo he preguntado a su doncella qué es esa bebida que le prepara casi todos los días —Comentó con fingida inocencia. Sabía lo que era porque la escuchó de casualidad cuando se lo dijo a Juvia. Pero quería ver qué le decía—. La cocinera ha dicho que tiene el aroma muy fuerte y a mareado a unas cuantas criadas.
—Es sólo un té para mis molestias —Lucy se tensó y le restó importancia. Salamander negó divertido. Será mentirosa...
—¿Tiene dolencias, por qué no lo ha dicho antes?
—No es nada grave, a veces me duelen los ojos —Como prueba de ello se frotó los párpados con cansancio. Él la ignoró para seguir en lo que estaba antes de su llegada, que era secar su cuerpo.
—Bueno, ahora sí no le importa, quisiera continuar cambiándome, ¿tiene alguna otra queja?
—¿Se estaba...?
—Estoy desnudo, querida. Y aunque eres terriblemente tentadora, tengo mejores cosas que hacer en estos momentos —Añadió para molestarla. Quizás por orgullo, porque estaba reaccionando a la visión de Lucy com aquella falda colorida y la delgada blusa que descubría la curvatura femenina de sus hombros.
—Espero que esas mejores cosas le duren siempre, así deja de molestarme de paso —Espetó con las mejillas encendidas y avanzando a donde consideró que estaba la puerta. Chocó con el muro y se quedó tensa en erguida dignidad, aguardando—. Podría indicarme la salida... por favor.
—Por supuesto, por cierto, ¿quién la ha subido hasta aquí? —Se colocó los pantalones y estaba en proceso de ponerse la camisa cuando ella respondió.
—He subido yo sola.
—¿Es que está loca? ¿Por qué carajo la han dejado subir sin ayuda?
—¡No necesito de ayuda para subir unos malditos escalones!
La veía como una completa inútil. Y ahora que había realizado su objetivo, Lucy se sentía bien consigo misma de haber memorizado las escaleras y subir por sí misma. ¿Y él se alteraba? Buscó la puerta con su bastón y supo que la había encontrado cuando tocó la madera. No obstante, ya vestido, calzado, y acomodándose la peluca; Salamander le dio alcance y le abrió la puerta.
—No he querido sonar así... es sólo que no quiero que tenga algún accidente. —Y lo decía en serio. Lucy percibió su tono preocupado. No caería en ello, no.
—Sería una lástima, no quisiera distraerlo de sus actividades. Lamento que mi condición sea un estorbo para usted, pero es lo que hay.
—Se equivoca, me importa lo suficiente para considerar que es un estorbo.
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Continuará...
N/A: Pues resulta que sí era covid lo que tenía. Por suerte tomé las debidas precauciones y me mantuve aislada incluso antes de estar segura. Por favor, cuídense mucho y cuiden a los suyos, todavía no debemos bajar la guardia ♡ Diría que me molesta haberme enfermado considerando que siempre he tomado las medidas, pero nunca se está lo suficientemente preparado y pues también en mi trabajo se corre el riesgo de contagiarse.
Muchas gracias a todos por sus lindos mensajes, ya me encuentro bien 😊 y estoy lista para continuar con la historia.
Nos leemos~♡
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