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¤¤ Capítulo 40 ¤¤

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Sting Eucliffe echó otra mirada a su alrededor, si bien no se encontraba haciendo nada indebido, alguien podría encontrar extraña su presencia frente a la mansión Heartfilia. La fuente todavía expulsaba agua desde el cántaro que la estatua de la sirena sostenía, y los jardines estaban bien cuidados y el césped cortado con perfecta simetría. Las flores, que si bien no portaban el resplandor de la primera, se veían hermosas a pesar del próximo invierno. Entonces, ¿por qué le parecía una casa en ruinas, abandonada y sin vida? Quizás porque la joven que vivió por tantos años allí, ya no se encontraba. Y desconocía su paradero.

Que cruel era el destino, o la vida. Él no sabía qué fuerza externa era la que se empeñaba en hacerle eso, pero había sido feliz con sólo verla a la lejanía. Siempre desde lejos, jamás a su lado. Y cuando tuvo la oportunidad... Miró la figura de la doncella que lo había recibido en un primer lugar, y la tímida joven se aproximó con rapidez y una expresión que no auguraba una respuesta satisfactoria.

—Mis disculpas, señor Eucliffe, pero no tenemos conocimiento de la nueva residencia de nuestra señora Lucy. Las cartas que hemos recibido son del señor Dreyar, y sólo nos da algunas indicaciones.

—¿No sabe si tendrá una visita próxima de su parte?

—No, lo lamento —insistió Aries, bajando la cabeza y haciendo una breve reverencia. Sting suspiró, viendo el vaho escapar de sus labios con el frescor de la tarde que ya parecía noche gracias a las espesas nubes.

—Se lo agradezco, si reciben alguna noticia de ella, o su esposo llegase a venir, me gustaría ser notificado.

—Por supuesto, que tenga buenas tardes, señor Eucliffe —le despidió Aries, realizando otra reverencia antes de retirarse al interior de la casa a toda prisa. Sting lamentó haber huido aquel día que Lucy se casó con su actual esposo, y lo que estuvo a punto de hacer llevado por los celos y el despecho.

No quería matarlo, pero sí darle un susto y hablar con él. Sting, que durante toda su niñez se halló suspirando por Lucy, al mismo que le negaron su amistad por hallarse comprometida desde la infancia con Zeref Dragneel, limitado a esos cortos períodos de danza en que la había tenido entre sus brazos, tan cerca y tan lejos de su alcance a su vez. Pero había tenido esperanza de recuperar parte de la gloria pasada de su apellido y convencerla de que él era un mejor partido. Nadie se esperó que la única hija de lord Heartfilia tuviera un accidente tan terrible que la dejaría ciega, ni mucho menos esperó los rumores que nacieron a raíz de ello.

Lucy se aisló, rompió su compromiso y durante mucho tiempo, nadie la miró. Por aquella misma época, él también tuvo su propio martirio, llevado por la estupidez de la juventud y luego de un terrible accidente a causa de un reto estúpido, se vio confinado a una silla de ruedas durante mucho tiempo. Su recuperación fue lenta, y dolorosa, pero nada fue un golpe tan duro para él como el saber que jamás podría ser un hombre completo. Estaba imposibilitado, y todo por las secuelas de una ridícula apuesta. Saber eso lo destruyó de maneras que no podía describir. Independientemente de su propia historia trágica con el imposible amor de Lucy, nunca podría ser un hombre completo para ninguna mujer. Fue por ello mismo que decidió hablar con Jude.

No le importaba si Lucy había sido mancillada o no, la quería y eso no le restaría valor a sus ojos. Pero Jude quería herederos. Sting le explicó, le pidió que podría al menos intentarlo. Sin las presiones y con Lucy incapaz de ver su vergüenza, podría intentar cumplirle en ese aspecto.

Entonces Natsu llegó. Sting no creyó que pudiera llegar a odiar a nadie con sólo vista, pero lo hizo al ver cómo dejaba a Lucy y ella caía, tirando una copa y pinchando su mano con los cristales. El resto era historia. De nuevo, la oportunidad de conseguir a una mujer dulce, bella, que jamás le juzgaría ni exigiría lo que no pudiera darle, se le iba de las manos. Jude le aseguró que era pasajero, que el escocés sólo quería acostarse con su hija. Y eso fue lo que más escandalizó a Sting. ¿Cómo iba a permitir que le hiciera eso a Lucy? Pero Jude había sido duro e inflexible. Si él no podía hacerle un hijo, que al menos el bastardo lo intentara.

Cuando menos lo esperó, se habían casado. Lucy estaba fuera de su alcance con un hombre que se la vivía en escándalo tras escándalo, con el que incluso tuvo un roce debido a un malentendido. Creyó arreglarlo, pero siempre que se hallaba cerca, sentía la presencia de Natsu y las miradas cual daga que solía dedicarle. No iba a mentir, no le causó real satisfacción saber que había muerto a causa de un supuesto asalto.

Sting creía que era demasiado oportuno el que lo abordaran y le mataran. Más aún cuando Jude no había terminado de dejar a Lucy tener su duelo al presentarse ante él y asegurar que apenas pasara el luto, la tendría para él. Sabía que Lucy no quería, y en ese tiempo él había descubierto que su problema podía tener alguna cura.

Imperceptible, y muy a la larga, Sting fue notando que su problema parecía estar desapareciendo. No dijo nada, temiendo que se tratase de algo temporal. Pero actualmente podía sentirse orgulloso de ser un hombre en todo el sentido de la palabra. ¿A costa de qué? Hasta ahora no había visto ninguna falla con las mujeres con las que había yacido.

Sé colocó una capucha cuando una fina llovizna comenzó a caer, y apresuró el pasó hasta su corcel que le esperaba paciente.

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Salamander apuró el contenido de su copa, observando en silencio a Zeref que, bañado y afeitado, sentía el peso de sus actos sin apenas tocar la cena. Sintió el peso de una mirada sobre él, por lo que se negó a girar en dirección de su abuelo y Juvia. En cambio, miró a los otros presentes y se dio cuenta de que faltaba alguien.

—¿Dónde se encuentra Wendy?

—Cenando con Lucy —Se apresuró a responder Juvia con expresión llena de serenidad. Salamander la miró sin creer su tono afable.

—¿Cómo se encuentra Lucy? —Preguntó Zeref sin levantar la vista de su plato. Salamander no respondió, y Juvia le dio una patada en la espinilla bajo la mesa, haciéndolo gruñir. Su abuelo lo vio con extrañeza.

—Se encuentra bien, es usual que se quede en su habitación la mayor parte del día —Le informó Makarov con suavidad. Eso no hizo sentir mejor al mayor de los Dragneel.

—Quisiera disculparme con ella, y con ustedes, por lo que ha sucedido. No quiero que esto sea causa para que no se relacione.

—Lo que ha ocurrido no es causa para que no baje, siempre se queda ahí —Espetó Natsu. Juvia le dio otro puntapié y él gruñó y maldijo, pues le había dado donde mismo y con más fuerza. Todos le miraron confundidos.

—¿Qué sucede, querido? ¿Te duele algo?

—Tú...

—Buenas noches, ¿interrumpo la cena? —Todos se giraron al oír la voz de Lucy desde la entrada, quien acompañada de una sonriente Wendy usaba su bastón para guiarse. Su mirada perdida no opacaba la belleza de sus facciones, ni siquiera la sombra del golpe sobre su perfil. Algo se había hecho en el cabello, pues gracias a este mismo y el modo en que caía sobre sus facciones, el morado en su pómulo era casi invisible.

Salamander y Zeref se pusieron de pie al instante, y fue este primero quien se adelantó para guiarla a la mesa. Juvia no pudo esconder del todo la sonrisa de satisfacción, y Marakov saludó con cordialidad a la mujer, alegre de ver su presencia en el comedor.

—Siento tanto si interrumpí algo, parecían conversar —admitió Lucy, dejándose guiar por Salamander sin poner objeción. Cuando la acercó a la mesa y la ayudó a tomar asiento, guardó silencio unos instantes. Podía sentir la mirada de todos, pero en especial la de su marido y el tacto de su mano sobre la suya cuando le acercó la silla—. ¿Fui inoportuna?

—Por supuesto que no, eres bienvenida siempre que gustes acompañarnos, querida —decidió intervenir Makarov, notando que Natsu estaba demasiado distraído en observarla para contestar a su pregunta. Su nieto carraspeo y asintió, soltando su mano para acomodar algunas cosas delante suyo. Observó su pequeña tarea con curiosidad, notando que colocaba cada cosa en alguna posición específica.

Salamander se inclinó a Lucy y le susurró.

—Las cosas están acomodadas a como acostumbras, no te será difícil tomarlas —se apartó, sin dejar de mirarla. Si bien su vestido no era tan ostentoso como acostumbraba, la hacía ver encantadora.

—Se lo agradezco, pero ¿cómo...?

—Mi señora, ¿desea que le sirva de una vez? —Virgo se aproximó a ella, y al obtener una respuesta afirmativa se retiró tan sigilosa como al llegar.

—Bueno, volviendo a la conversación, te decía, hijo, debemos terminar los arreglos en los corrales para que el ganado no pase un invierno duro. Las casas de la aldea ya fueron reparadas, así que sólo nos quedará recolectar leña para tener en caso de que haga falta —continuó Makarov con naturalidad. Wendy, sentada a su lado, no paraba de echar miradas a Salamander y por consiguiente a Lucy, que no parecía notar la mirada de los Dragneel sobre su persona, a pesar de que intentaban disimularlo, volvían a ella—. ¿Me estás escuchando?

—Sí, lo lamento —dirigió la atención a su abuelo y parpadeo—. Reparar los techos y... ¿más leña?

Wendy soltó una risilla. Juvia tenía una sonrisa que no se la quitaba con nada. Erza puso los ojos en blanco, para diversión de Gajeel.

—Tal vez luego hagamos una revisión general —Opinó Makarov. Zeref decidió entrar en la conversación, curioso de las actividades que hacían día con día. Aunque necesitaba y quería hablar con Lucy, sabía que no era el mejor momento ni lugar.

Debía aguardar por la oportunidad para ello, y dejar enfriar un poco las cosas.

El resto de la cena pasó sin contratiempos, y aunque Lucy se mantuvo callada la mayor parte de la velada, comiendo con lentitud para no llegar a derramar nada, podía escuchar a su lado las estridentes carcajadas de Salamander por algo que Gajeel contaba. Era extraño escucharlo reír, porque nunca lo había oído, supuso. Al final, su relato sobre cómo se había quedado sin gran parte de su ceja en una carrera contra un contramaestre en altamar, se enredó tanto que llegó un punto que ni siquiera recordó el origen de su cicatriz. Makarov también reía ocasionalmente, riñiendo a los varones cuando hacían algún comentario subido de tono o un tanto grosero, recordándoles la presencia de las damas en la gran mesa.

—Es como la vez Natsu y yo jugamos una carrera, el último tendría que escoltar a una ahijada de mi padre, pero realmente no queríamos. En especial Natsu, decía que si tenía que hacerlo se pondría ropas cíngaras y la asustaría. —Zeref recordó la anécdota y mostró una cicatriz difusa y diminuta en su rostro—. Fue entonces que me di cuenta lo buen jinete que es quise patearlo fuera de su silla entre los matorrales, pero me vio venir y se hizo a un lado. El que terminó derribado fui yo, pero el golpe que me hizo me impidió asistir al evento.

—¿Entonces fue Natsu el que acompañó a la muchacha? —preguntó Juvia con interés, notando el interés llenar el rostro de Lucy y su creciente atención, así como los ojos de Salamander pasando de ella a Zeref.

Zeref bebió un trago de su copa para continuar.

—El muy cobarde dijo que tenía asuntos que atender y se echó a la fuga —recordó riendo con la soltura que el licor le proporcionaba—. Nuestro padre no nos quiso hablar por casi un mes.

Salamander sonrió, recordando el suceso por un instante. Había ido con los cíngaros en ese entonces, pasando por la feria que todos los años se ponía en el camino a su hogar. Luego fue a visitar a su abuelo.

—¿Qué tenía la pobre chica para que la tratasen de esa manera? —volvió a preguntar Juvia, indignada con ambos. Salamander centró sus ojos en Zeref, quien enrojeció un instante.

—No tenía nada, era linda, pero su madre le estaba buscando marido... y Natsu, cuando papá lo obligaba a sacar a bailar alguna jovencita, las terminaba asustando con sus modales.

—¿De verdad? Vaya, eso no lo sabía —Makarov envió una mirada misteriosa a un Salamander que lo evitaba, bebiendo con premura y ocultando una risa—. Sí, siempre fue un rebelde sin causa...

—Bueno, pareció componerse cuando conoció a Lucy —murmuró Zeref, centrando su atención en la susodicha. Se negaba rotundamente a creer que ella fuera causante de su muerte. ¿Cómo? Los había visto tan enamorados—. ¿O fue un imprudente también contigo, Lucy?

—...Siempre fue un caballero conmigo —respondió en un susurro, descansando sus manos inquietas en su regazo y presionando sus dedos para no mostrar su nerviosismo. Ni su tristeza al recordarle.

—Eso es algo que todavía dudo, pero lo aceptaré —Zeref aceptó que le llenaran la copa de nuevo, así como Salamander que de pronto sentía mucha sed. ¿Caballero él? Había tenido que darse contra los muros en aquel entonces para no meter en un compromiso a Lucy. La quería demasiado para herirla de esa forma.

Pero ahora... ahora podía tenerla cuantas veces quisiera, a costa de su repudio. Se dio cuenta de la mirada de advertencia que su abuelo le dirigía al ver que se había apoderado de una de las jarras de vino, por lo que decidió ignorarlo. No iba a hacer nada, ¿por qué le veía así? La cena continuó con un rumbo más seguro, charlando sobre la próxima temporada invernal que cubriría aquellas colinas del blanco esplendor de la fría nieve que no tardaría en caer a finales del otoño. Zeref se mostró interesado, y a su vez alarmado por la proximidad de dicha estación. Makarov le ofreció quedarse, algo que el mayor de los herederos Dragneel declinó de inmediato. Fue Lucy, quien después de beber un sorbo de vino aguado, se adentró en la conversación para decir:

—Considero, que sería lo más prudente debido al largo camino, milord —Lucy enderezó los hombros un instante, buscando quitar la sensación de pesadez en los mismos y dirigió su atención a donde había escuchado la voz de Zeref. Sonrió tímidamente, revelando a su vez el gran morado en su perfil. Zeref sintió vergüenza y horror de ver el producto de su golpe. Salamander entorno la mirada al ver su sonrisa, y tomó una uva de un cuenco cercano, masticando con algo de fuerza—. Pero usted decidirá qué es lo mejor para su bienestar, yo sólo le deseo que llegue con bien a donde vaya.

Zeref sintió las palabras de Lucy, tan dulces y claramente pronunciadas como una fina aguja que se hundió lentamente en su corazón, dañando su vitalidad con su infinita y eterna amabilidad. ¿Cómo podía Salamander decir que no le interesaba conocerla? En su cercanía y el breve contacto no había nada que expresara una mayor intimidad. ¿Cómo pudo ella decir que era la asesina de Natsu?

Salamander plantó las palmas de la mano en la mesa, sobresaltado a los presentes que hasta hacia un momento habían estado ensimismado en sus pensamientos, y con un fuerte chirrido empujó su silla hacia atrás y se puso de pie.

—Zeref, ¿le parece montar a caballo antes de retirarse a sus aposentos?

—¿A esta hora? —Inquirió Erza con evidente interés. Salamander se encogió de hombros.

—Es algo rutinario para mí, ¿quiere acompañarme? Puedo mostrarle la propiedad y cómo nos hallamos establecidos.

—Cl-claro, sería un placer —En sus anteriores visitas la oportunidad de explorar había sido nula. Y si era sincero consigo mismo, necesitaba despejar la mente un rato. Apuró su copa y se dispuso a seguir al hombre.

Lucy, previendo su situación se puso de pie también y con su bastón en mano llamó a Virgo.

—La cena ha sido magnífica, y les agradezco su... hospitalidad. Por ahora quiero retirarme a mis aposentos, que pasen buenas noches.

—Huye, chica, huye... —Canturreó Erza al verla desaparecer con su doncella a su lado. Wendy la miró de reojo ante su comentario, mientras que Juvia tomó una uva y la usó como proyectil para darle en el brazo—. Apenas Natsu ha abandonado la mesa ha salido huyendo, ¿debe ser romántico o divertido?

—Como sea, no es asunto tuyo —La censuró Makarov. Juvia y Wendy sonrieron. Erza las ignoró—. Y voy a pedirte que te guardes esa clase de comentarios, especialmente en presencia de ella o cualquier otro miembro del clan.

—No es más que la verdad —Se defendió con exasperación. Le molestaba que por ser ciega estuviera obligada a verla con lástima.

—La verdad es que te molesta que Natsu ya no se acueste contigo porque la tiene a ella —escupió Juvia. Wendy no pudo escuchar con claridad, pues Gajeel que hasta entonces se había mantenido al margen, previo el temperamento de su hermano y cubrió los oídos de la pequeña.

—Es la novedad, no se la pudo coger cuando estuvo en Londres hace cuatro años —Makarov se puso de pie con un puñetazo en la mesa y miró a ambas con desaprobación. Wendy miró a los adultos sin comprender, con Gajeel sin dejar de cubrir sus oídos.

—¡Ya basta las dos, son amigas, y somos familia, y nuestra familia no discute en la cena ni habla con un lenguaje tan vulgar! —Makarov volvió a sentarse, con ambas mujeres avergonzadas por su desaprobación que iba dirigida en partes iguales ante el enfrentamiento—. Por favor, compórtense al menos delante de Wendy. Gajeel, te lo agradezco.

Cuando Wendy pudo volver a oír, no escuchó nada más que el entre chocar de los cubiertos y el resto de la cena permaneció en un tenso silencio que ella fue incapaz de romper. Sabía que no era un tema para una señorita de su edad, por lo que decidió que comería e iría a buscar a Happy y Charle, tenía un rato sin ver a los lindos felinos.

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Era más de media noche cuando entró a la habitación cuya única fuente de luz era el diminuto fuego que ardía en la chimenea. Se sacó las botas y dejó la botella casi vacía de licor sobre la repisa de a chimenea, admirando la débil pero cálida llama mientras se quitaba la peluca y desabotonaba su camisa. Se giró para observar la cama con cuatro postes, cubierta de un dosel finamente transparente. Movió la tela lo suficiente para ver que Lucy dormía, con el lento subir y bajar de su pecho tras el exquisito camisón. Su rubia cabellera se hallaba esparcida sobre su cabeza, descansando sobre las almohadas y cayendo incluso más allá. Quiso retroceder un paso, pero avanzó dos. Hincó una rodilla en la cama, y se sacó la camisa en el proceso, retirando el fajín de su cintura.

¿Por qué debía sentir remordimiento? Era su derecho, era su esposa. Y no la tomaba hasta no saber que podía recibirle sin dolor. ¿Estaba mal exigir eso como compensación por lo que le habían hecho? Se frotó la cicatriz sobre su cuello, que ascendía a su mejilla. Terminó de desnudarse antes de acompañar a Lucy, admirando las sombras suaves y distorsionadas que la luz dibujaba sobre su figura, dotando de un brillo dorado su cabellera y resaltando el color de sus labios. Su aroma inundó sus sentidos, y embriagado por ella, más el peso del alcohol, se inclinó a besarla con suavidad.  Lucy permaneció impasible, luego cuando acarició su rostro y la sujetó por la nuca para atraerla hacia sí, la sintió tensarse y supo que había despertado.

—¡¿Quién...?! —Percibió el miedo en su voz, y sus intentos por apartarlo. Apoyado a su costado, dirigió sus besos a la curvatura de su cuello—. ¿Salamander? ¿Es usted?

—Lamento decepcionarla, ¿esperaba a alguien más? —preguntó, sin apartar los labios de la sensible piel. Lucy se estremeció en sus brazos, y sintió cómo le daba un poco mas de acceso a su cuello, dócil ante sus caricias. Fue una reacción espontánea, llevada por las agradables sensaciones. Señalarlo o mofarse habría sido un crimen, pues él mismo estaba más que dispuesto a complacerla y mostrarle lo satisfactorio que eso podía ser—. Luce... ¿quién más podría tenerte de esta manera?

—No —su respuesta fue un monosílabo cargado de suspiros. Natsu comenzaba a acariciar su cuerpo, besando su piel y regresando a sus labios, redescubriendo el sabor y la textura de su boca, la misma que lo había vuelto un adicto durante su noviazgo. La misma que ansiaba volver a besar ahora en su ruina—. Me ha dado un susto...

—¿Quiere que use una palabra clave para que sepa que soy yo? O podría ponerme un cascabel en la ropa, sería más original —Lo que más sorprendió a Natsu fue la leve risa que Lucy dejó ir, lo mismo que le instó a mirarla asombrado.

—Lo del cascabel servirá —le dijo ella, con la sonrisa divertida en sus labios. Natsu se quedó pensando, observando aquella sonrisa que ella solía dedicarle siempre. El mismo gesto. Lucy advirtió su desconcierto, y su sonrisa se borró con lentitud, dejando una sensación de incómoda intimidad entre ambos—. Usted ha sido el gracioso que lo sugirió.

—Tiene razón —comenzó a quitarle el camisón, admirando la desnudez de su piel y las curvas generosas de su cuerpo. Lucy no se resistió, aunque intentó cubrir sus senos con sus brazos al advertir su cercanía—. ¿Es que acaso duda de su belleza?

—Sea un poco más considerado y comprenda que me cuesta acostumbrarme —admitió ella, antes de que silenciara sus labios con sus besos. Lucy le correspondió, sin intentar apartarlo o quitarse ella.

Natsu recorrió su cuerpo con sus manos, y luego sus labios siguieron el lento camino por la suavidad de su piel, estimulando y tocando cada parte de ella, viéndola estremecer de gusto. ¿Era la ebriedad lo que le motivó? No lo sabía. Mientras su boca torturaba los sensibles brotes sobre sus senos, y apoyado en uno de sus codos, guió su otra mano al centro de su feminidad.

Lucy intentó resistirse, avergonzada, pero la besó en la boca y se presionó sobre ella, encontrando su objetivo y deslizando un dedo en su cálido interior. Ella gimió con deleite y lo tomó por la nuca, su otra mano se aferró a su espalda. Natsu profundizó su beso, penetrando su boca con su lengua tal como sus dedos en ella, estimulando y sintiendo el fruto de su excitación facilitar el movimiento.

—Salamander, por favor... —le suplicó, su voz ronca por la pasión y el rostro apretado contra su cuello cuando liberó sus labios. Natsu sintió su propia necesidad por ella, palpitante y dolorosa, pero se contuvo para intentar complacerla y tenerla más que dispuesta a su invasión—. Pare... no puedo.

—¿Qué es lo que no puedes? —consultó sobre su oído, sin detenerse. Lucy le clavó las uñas en la espalda, y le arañó cuando adentró otro dedo en ella, estimulando con el pulgar el punto que, sabía, dispararía su placer—. ¿No puedes aceptarlo? ¿No puedes contenerte? Sólo relájate.

Lucy negó, perdida la consciencia en un mar de sensaciones y cada vez más cerca del abismo impenetrable para la razón. ¿Cómo podía hacerle entender que compartir esa intimidad era demasiado para ella? Él volvió a besarla, y Lucy gimió contra su boca, incapaz de resistirse al placer que le brindaba. Hasta que sucedió, la explosión estremecedora y llena de una delicia anestesiante para la mente y el cuerpo. Debilitada lo sintió moverse sobre ella, y alzó la mano para buscarle cuando sintió que le separaba los muslos y se deslizaba en su interior. Sensible como estaba ella no pudo ocultar su placentera exaltación y lo aferró de nuevo contra su cuerpo.

El vaivén de sus caderas contra ella fue suave y pausado, permitiendo que su cuerpo aceptase su repentina aunque húmeda intrusión, y lo sintió pasar un brazo bajo ella para acercarla a su duro cuerpo sin detenerse. Los músculos de su espalda dolorida protestaron por un instante, pero ella estaba demasiado ebria del sentir para prestar atención a aquella molestia tan ligera.

¿Era eso a lo que Juvia se refería? ¿La delgada línea entre las emociones y el placer tan meramente físico?

Lucy no quería pensar en ello, no quería pensar en nada, y se entregó a aquel abismo ardiente de la inconsciencia. Ya luego podría lamentarse, cuando el volviera a salir, podía repudiar aquel acto y fingir que su entrega tan receptiva de aquella noche, nunca existió.

Casi una hora después, con los sonidos de la noche inundando su alcoba y el suave respirar del hombre dormido a su lado, Lucy evitaba a toda costa profundizar en sus pensamientos, concentrada en el aroma tan familiar que el hombre que descansaba a su costado despedía. Había rodeado su cintura con un brazo, y su cabeza se hallaba casi en la curvatura de su cuello, con parte de su rubia cabellera atrapada bajo su peso, más no le dolía.

Se sentía adormecida, pero algo le impedía dormir, y la sola presencia de su esposo era suficiente para agitarse. ¿Qué sucedería cuando el sol volviera a salir? Era una que se había cansado de dejar pasar a través de sus vagos pensamientos. Más no encontraba cómo alejarla por siempre.

El brazo en su cintura ejerció una ligera presión y lo sintió moverse, quedando su rostro girado hacia ella. Así lo supuso cuando su aroma a licor inundó su nariz. Lucy apartó su propio rostro, a pesar de no verlo no quería que él la observara si de casualidad despertaba. Agotada, se dejó llevar al mundo de los sueños difusos y liberadores, tan tormentosos como catárticos.

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Continuará...


N/A: Una disculpa, el capítulo lo tenía escrito desde hacía un rato pero no quería subirlo hasta no responder los comentarios del capítulo anterior, pero he estado enferma estos últimos días así que decidí subirlo. No es nada grave, pero he estado en cama hasta el día de ayer debido al dolor en el cuerpo, pero la medicina ha sido maravillosa y me encuentro mucho mejor, por si les interesa.

Así que próximamente estaré respondiendo sus comentarios, nos leemos ~♡

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