¤¤ Capítulo 39 ¤¤
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—Lo ha provocado —evidenció Salamander, depositando a Lucy en la cama de su habitación e inspeccionando el golpe en su rostro—. No lo justifico, pero ha buscado provocarlo con eso que dijo. Si es su único aliado, ¿por qué desilusionarle?
—No quiero la lástima de nadie —aseguró, gimiendo de dolor cuando lo sintió tocar su pómulo dolorido. Juvia llegó detrás suyo con rapidez, llevando consigo una especie de compresa que Salamander intentó depositar en su perfil herido—. ¡E-es muy frío...!
—Es el objetivo —murmuró, aceptando el trapo limpio con el que retiró la sangre de su labio partido. Ya no sangraba más, pero lucía hinchado y muy rojo, más de lo que sus carnosos labios acostumbraban—. Lucy, está es la situación, yo no la creo en absoluto, y sigo esperando que la Corona anule esto. Considerando que jamás admitirán un error, me resigno a tenerla junto a mí, como mi esposa.
—Con el matrimonio consumado es imposible anularlo —Musitó Juvia detrás suyo entre dientes, como si quisiera recordarle. Ambos la oyeron.
—Pues bien, debemos encontrar un punto medio. Aunque nuestros intercambios llenos de desprecio y odio me divierten, a largo plazo se volverá rutinario.
Lucy quiso darle un desaire quitando el rostro cuando sintió que quería revisarlo, pero se contuvo y no se movió. Él sonrió por la terquedad en sus facciones, más no dijo nada.
—No voy a defenderlo, porque antes está usted como mi esposa, pero la veo consternada y si le sirve de consuelo está saliendo de las garras del alcohol.
—El alcohol sólo saca el peor lado de las personas, los vuelve... peligrosos —Lucy recordó la noche en que él, a pesar de no admitirlo, la asaltó en su cama—. Deberían aprender a controlarlo antes de ahogarse con ello.
—Tiene usted toda la razón, embota los sentidos en un punto donde... bueno, a mí me vuelve un poco más efusivo. ¿Quiere probar?
—No, y le agradecería que ni siquiera haga bromas al respecto.
—Juvia, puedes retirarte, me haré cargo de Lucy —La despidió Salamander, sin quitarle la vista al rostro consternado de Lucy que los oía atenta.
—Seguro tienes cosas que atender, yo puedo quedarme con ella —Intervino Juvia. Natsu la miró mal y con un movimiento de su cabeza la despidió. Juvia se retiró sin insistir más y no fue hasta que cerró la puerta detrás de sí que él se adelantó y verificó que estuviera bien cerrado. También descubrió la pomada que le había dejado.
—Le agradezco su ofrecimiento, pero estaré bien —Lucy se recostó, dándole la espalda para que no viera las lágrimas en sus ojos. No era tanto el dolor del golpe en su rostro, ni el de su espalda al impactar como el saber que era Zeref el causante.
Jamás le había levantado la mano. Ni Zeref ni Natsu. Salamander la había forzado, inmovilizando su cuerpo y tomándola en contra de sus deseos; pero era su esposo y no la había golpeado en ningún momento. Esa realidad era dura, y no había manera de decir que ninguna fuera mejor.
—¿Hay algo más que le duela? —preguntó él, acercándose. Lucy negó, pero él sólo necesitó poner la mano en su hombro para verla tensarse—. Vaya, otra mentira...
—Es algo sin importancia —objetó, avergonzada.
Le desató el vestido con rapidez, pero teniendo cuidado de no tocar la zona afectada y cuando descubrió su piel sintió la ira volver a hervir de nuevo en él al encontrar su espalda cruzada por lo que bien pudieron ser latigazos o golpes de una fusta. No dijo nada al respecto al verla tan cohibida, pero advirtió la mancha verdosa que comenzaba a aparecer tras la blancura de su hombro. Estaba a punto de volver donde Zeref y darle una tunda que lo dejaría inmóvil el resto del día, pero antes de que pudiera decir algo advirtió el temblor del que ella era presa.
—Hay un bálsamo, ¿le molesta si se lo pongo? Podría ayudarla con el cardenal que se formará y el dolor —Como toda respuesta obtuvo un movimiento negativo de su cabeza. Tomó el bálsamo y quitó la tapa, percibiendo el aroma que por un tiempo le acompañó. Recordó que le ponían eso en las heridas casi cerradas, o los cardenales que llevaba por todo el cuerpo. Lucy se estremeció cuando tocó su piel, pero conforme fue masajeando la zona afectada la sintió relajarse. Salamander intentó buscar algo que decir para ignorar el lío de pensamientos que tenía en su interior.
Intentó recordarse que no había nada de malo en desear a Lucy. Se había convencido de ello cada vez que visitaba su alcoba por las noches y la tomaba. Al principio ella siempre se resistía, intentando apartarlo o diciéndole las primeras cosas hirientes que le vinieran a la mente. Luego pareció resignarse, no se oponía, pero tampoco parecía la mujer más dispuesta. ¿Por qué insistía? Ni él mismo lo sabía. Inhaló profundo, intentando evitar la dirección de sus pensamientos cuando se llenó del aroma de Lucy, su olor característico, y tuvo que contener la punzada de deseo que sintió porque aún con su situación, entendía que no era el momento.
Terminó de frotar la zona dolorida, viendo el cuerpo de Lucy ahora relajado contra los almohadones, y a punto estuvo de volver a tocar su piel descubierta cuando la puerta se abrió de golpe y Wendy entró como un torbellino con sus coletas al aire y aferrando su falda con sus manos para descubrir sus piernas y correr sin tropezar como solía sucederle.
—¡Lucy, escuché que te habías caído! ¿Estás bi...? —Wendy se detuvo en seco al ver la espalda de Lucy descubierta, y a Natsu sentado a su lado con la mano de su piel descubierta. Enrojeció hasta la punta de los cabellos y soltó su falda para cubrir sus ojos— ¡Lo siento, lo siento, lo siento! ¡Oh, yo no vi nada!
—Wendy, no es... sólo estaba... —Lucy intentó incorporarse, pero el hombro le dolía demasiado como para usar de apoyo el brazo, y la otra mano la tenía a la altura de su pecho, sosteniendo el vestido que colgaba de sus brazos. Estaba tan sonrosada como Wendy, y él no pudo evitar sonreír divertido al ver cómo intentaba explicar la situación—. Mi... ¿podría por favor decir algo? No ha sido nada grave, Wendy, pero agradezco tu preocupación.
—¿Qué quiere que diga? Nos ha atrapado —Salamander se encogió de hombros y se puso de pie. Lucy intentó darle un manotazo al entender sus intenciones con aquel comentario y no creyó posible enrojecer más—. Wendy, quédate con Lucy en lo que vuelvo, sólo iré a atender un asunto.
—No hace falta que me cuiden, estaré bien. Mi doncella no tardará...
—Su doncella no se encuentra en el castillo en estos momentos, así que no sea difícil y tome reposo, no tardo —Con ello salió de la habitación sin decir más.
—¿Dónde está Virgo? —preguntó Lucy con sorpresa. Wendy no lo sabía tampoco.
Salamander avanzó a donde le dijeron que Zeref se encontraba, y decidió que a pesar de estar al otro lado del castillo, no lo tenía lo suficientemente lejos de ella luego de lo que había hecho. La había golpeado. Aún con todo el desprecio que él mismo sentía hacia ella y los suyos, golpearla no le había parecido siquiera una opción. No iba a compararse, pero le seguía pareciendo tan irreal que fuera Zeref el que lo hizo. Tampoco había querido regresarle el golpe, había sido un impulso.
—Hijo, ¿a dónde vas? —su abuelo se puso de pie apenas lo vio pasar. Salamander no se detuvo, por lo que su abuelo le dio alcance y lo detuvo—. Salamander, ¿cómo se encuentra la niña?
—Parece estar bien, Wendy se ha quedado con ella en lo que vuelvo.
—¿Por qué no se lo pediste a Juvia?
—¿Y darle la oportunidad de confabular juntas? Por si no lo has notado, Juvia parece sentir un aprecio especial por ella... Además no tardaré, volveré para ver cómo sigue.
—No hace falta que te molestes, Juvia y Wendy pueden encargarse del asunto.
—No es molestia —se encogió de hombros. Makarov lo miró largo rato en silencio, algo que no le gustó. Y si no avanzó fue porque su abuelo todavía no soltaba el brazo que había tomado para detener su avance—. ¿Algo más?
—Quiero verte en mi despacho cuando veas a tu hermano —fue todo lo que dijo. Salamander iba a replicar, queriendo olvidar la charla de la última vez. Pero se contuvo. Su abuelo le dio unas palmadas en el hombro y asintió satisfecho al verlo callado—. Bien, esto ya es un avance.
—No voy a regresarla a Londres, y menos con esto que ha ocurrido —advirtió entre dientes. Su abuelo le restó importancia con un ademán de su mano.
—No la regreses si lo que quieres es tenerla a tu lado...
Natsu no iba a caer en su juego. Sabía lo que su abuelo intentaba a hacer, y precisamente por eso no quería a Juvia cerca de Lucy. Wendy todavía era pequeña, y había muchas cosas que no le habían contado. Adoraba a Lucy, y era algo que no podía explicarse, más no intervenía. Mientras su esposa mantuviera la boca cerrada, podía pasar junto a la menor todo el tiempo que quisiera.
—Sólo va a provocarlo a hacerle desplantes más seguido —musitó Juvia a Makarov luego de verlo marcharse. Su abuelo negó y tomó asiento con calma.
—Creo que lo de hoy le va a dar una muy buena lección. Más tarde cuando se le baje el humor, podremos ir a verla.
—Te lo agradezco abuelo —lo abrazó con dulzura, recibiendo el mismo gesto de su parte. Gajeel, que bebía ensimismado en sus pensamientos, asintió con lentitud.
Lo primero que vio Salamander al entrar en la habitación que dispusieron para Zeref, fue a su hermano sentado en la orilla de la cama, con la cabeza entre las manos y murmurando cosas que no entendió. Apenas entró, Zeref alzó la cabeza y le permitió ver el morado que empezaba a formarse alrededor de su ojo y otro en el pómulo, donde le había golpeado. Sus ojos le enfocaron y el horror llenó su mirada.
—¿Cómo se encuentra ella? ¿Está bien?
—Sí, lo está —respondió tajante, avanzando a la ventana y viendo el patio trasero desde allí—. ¿Cómo se siente?
—Lo lamento tanto. Le juro, por lo que más quiero, que jamás le había levantado la mano, ni a ella ni a ninguna otra dama. He... he estallado. Por favor, debe entender que esto no ha sido fácil, y fue repentino. Quiero a Lucy como a nadie, ella...
—No es a mí a quien tiene que pedir disculpas.
—... bueno, como me ha golpeado, y justificadamente, pensé que...
—No siento un afecto real por mi esposa —admitió—. Usted sabe bajo qué circunstancias nos hemos casado. Además, lo que le dijo no es mentira, ella participó en la muerte de su hermano...
—¡Es mentira! —Se puso de pie en un salto, por lo que Salamander decidió tomar la distancia prudente. Si comenzaban a forcejear, no quería perder la peluca y revelar su identidad a un alterado Zeref—. Es ciega, por amor de Dios, ¿cómo iba a...?
—Pues lo hizo, ya lo ha admitido antes y lo hizo frente a usted, lamentablemente el juicio acabó antes de que pudiera llevarla a confesar su participación. Y de cualquier forma, la pasa más mal aquí de lo que haría en una prisión.
—Me está mintiendo —le dio la espalda, intentando ordenar sus pensamientos. Salamander se ajustó el fajín a la cintura para entretenerse con algo.
—No, no le miento. ¿Por qué lo haría?
—Lucy es incapaz... estaba enamorada de él, jamás la vi tan... feliz. Usted no la conoce, y sé que no me incumbe, pero si se diera la oportunidad...
—Mi matrimonio con ella es sólo por asuntos legales, nada más. No me interesa conocerla.
—El golpe que me ha dado no ha sido indiferente.
—Tenía que defenderla, no soy de piedra tampoco —Una voz en su cabeza le susurró que aquello era un mentira, pero lo apartó tan pronto que por un momento fue un pensamiento sin importancia.
—¿Entonces no lo ha consumado? —Eso congeló los dedos de Natsu, que lo miró largo rato en silencio. Zeref tampoco le apartó la vista—. Si no lo ha consumado, es posible disolverlo y no tendría por qué seguir en esta situación tan incómoda para ambos.
—No me interesa disolverlo, menos con Jude libre por ahí.
—Yo puedo hacerme cargo de ella, en lo que todo esto se resuelve. También encontraré el modo de devolverle las tierras que le pertenecen, ¿es eso lo que le importa? Buscaré a alguien que arregle el papeleo.
—No voy a disolver el matrimonio, y no se irá de aquí. La quiero donde pueda verla. Ya intentó matarme a mí también cuando nos casamos.
—¿De qué habla?
—Algunos amigos de su padre me tendieron una trampa, y ella se encargó de llevarme ahí. A punto estuvieron de matarme de no ser porque los idiotas pensaron que la oscuridad era el mejor lugar para atacar.
—¿Y qué culpa tiene Lucy de que los esbirros de su padre hayan decidido actuar por cuenta propia?
—No fue cuenta propia, y no pienso seguir discutiendo esto —cesó la posible discusión y avanzó a la puerta—. Cuando sea la hora de cenar, alguien vendrá a avisarle para que nos acompañe.
—¿Lucy estará ahí?
—No lo creo, nunca nos acompaña.
—¿La está tratando bien? —Una mueca de divertida ironía cruzó la expresión de Salamander. Zeref se estremeció al notar en él un aire más parecido a Natsu—. Ahórrese la sonrisa de ironía. He cometido un error y pienso remediarlo a la mínima oportunidad. Ahora míreme de frente. ¿Lucy se encuentra cómoda aquí?
—Tan cómoda como puede estarlo una mujer que cometió un crimen y sale librada a la mínima oportunidad.
Con eso dio por terminada la conversación y se retiró dando un portazo. No había querido jamás que un intercambio con Zeref resultase así, pero no podía olvidar cómo había golpeado a Lucy. ¿Cómo podía? Ella no veía, ni podía defenderse. Detuvo su avance al recordar el día en que se casaron, él bajo el nombre de Salamander Dreyar, y lo que siguió después. ¿Podía juzgar a Zeref? Como fuese, las cosas ya estaban hechas. Pero todavía algo le causaba dudas. Él sabía que Lucy había sido doncella hasta su matrimonio, entonces ¿quién difundió el rumor de que ya no lo era cuando tuvo su accidente? ¿O en qué se habían basado para ello?
¿Qué había pasado en realidad aquella noche? Esa pregunta nuevamente acudía a él. Y si antes no le preguntó a Lucy por respeto y amor a ella, ahora no quería averiguar por despecho y rabia.
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—Mi padre fue asesinado cuando reveló ciertas cosas que no debía decir —confesó Rogue, sin ninguna expresión notoria en su voz—. Lo supe porque esa noche que llegó me dijo con quién habló, y lo que reveló. Me aseguró que nada pasaría, pero unos días después... Lo hicieron pasar como un asalto, pero sé en realidad lo que sucedió.
—Lo lamento tanto —admitió Michelle, tomando la mano del joven médico que se encontraba sentado delante de ellas. Mavis permaneció con la mirada perdida, sentada a su lado sin hacer movimiento alguno y expresión ausente. Su madre la vio desconsoladamente y con su otra mano intentó tomar una de las suyas—. Querida mía, vamos a resolver esto, juntas. Él no volverá a hacerte daño.
—¿Qué más puede hacerme, matarme? Ya me siento muerta —admitió sin un tono legible. Michelle contuvo las lágrimas y la abrazó, mirando sus manos frías que volvían a acunar su vientre vacío de vida—. Él me odia... y sé que en el fondo, Lucy también me desprecia. Ayudé a matar al hombre que amaba...
—Mavis, lo hiciste porque no tenía elección... mi niña, no debes castigarte por eso.
—Eras tú o él, madre. Y si tuviera que volver a elegir a quién salvar, sería a ti, pero si a cambio de mi vida pudiera salvarlos a todos... —Mavis se cubrió el rostro, horrorizada. Quería parecer fuerte, pero no había noche en que no recordase la mirada de Natsu cuando la vio con el arma, luego de dispararle—. No merezco estar aquí, no lo merezco...
—Señorita Mavis, no debe culparse ya por eso, debemos buscar el modo de arreglar las cosas ahora.
—A pesar de que Jude logró matar al chico —se lamentó Michelle. Por todo lo que Lucy le platicó y lo feliz que la veía, le habría encantado conocerlo—. Son esta clase de cosas las que me hacen querer...
—Mamá... es una corazonada, y sólo un pensamiento nacido de mi desesperación, pero pensé por un instante que Natsu tal vez, sólo tal vez pudo haber sobrevivido...
—¿Por qué lo dice? —Rogue dirigió si atención a ella. Mavis frotó sus manos, recordando.
—El parecido de Salamander con él es extraordinario...
—Bueno, has dicho que se trata de su primo, son parientes después de...
—No, es algo más... nos miraba... miraba a Lucy como si... Y luego esa cicatriz, estoy segura de que es la misma zona donde Jude obligó a Lucy a cortarle...
—No sigas, no quiero saber lo que le hizo al pobre muchacho —Su madre negó, horrorizada. Mavis desistió, pero seguía sin ser capaz de sacar esa idea de su mente. Tal vez si lo viera una vez más—. Ahora debemos esperar conseguir la información para saber dónde se haya Lucy, y ver cómo nos podremos acercar a ella.
—Lo más probable es que la tenga en Escocia si no se haya en la mansión —sugirió Mavis, ajustando el chal sobre sus hombros. Sentía algo de frío.
—Sí, pero Escocia no es pequeña, y no quiero sonar prejuiciosa, pero los habitantes de las Highlands... prefiero saber con exactitud en dónde se halla.
—¿Y quién nos asegura que no la está pasando mal en estos momentos? —Mavis no pudo evitar preguntarlo en voz alta—. ¿Y si... si ese hombre la trata mal? Madre, pude verlo en su mirada, sentía rencor contra nosotras... a Lucy, la miraba con un deseo cruel. Tenemos que encontrarla, ¡madre! Debemos partir a Escocia y encontrarla, puede estarlo lastimando.
—Mavis, no es sano que se ponga en ese estado considerando su situación —Advirtió Rogue al verla agitada y con la mirada cargada de desesperación. Mavis se puso de pie, con paso tambaleante, se arrodilló delante de su madre.
—Por favor, ella aún está a tiempo, jamás ha tenido elección. Yo la tuve, y elegí hacer daño en lugar de buscar otra manera, tenemos que salvarla de ese hombre.
—Hija mía, debes descansar, no es tu culpa...
—¡Si lo es! Si tan sólo aquella noche no me hubiera ido y dejado a Lucy sola, no habría quedado ciega y nada de esto estaría pasando!
—No, Mavis, no es así —Michelle observó a su hija en el desconsuelo, viendo la desesperación comenzar a corroer cada estracto de su alma herida. Por más que quería e intentaba consolarla, no lo logró.
—Yo le disparé... ¡pude haber disparado a Jude pero tenía tanto miedo que jale el gatillo! —admitió desesperada—. He cometido tantos errores, mamá, tantos...
Michelle quería darle consuelo, pero una vez escuchó la historia completa y por más que intentaba explicarla que todos sus actos siempre fueron por protegerla a ella o Lucy, Mavis había enloquecido por el remordimiento y no era capaz de encontrar el descanso que su corazón y mente tanto necesitaban para ayudar su cuerpo a sanar. Y mientras no sanara, no podría ir por Lucy.
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Lucy inhaló profundo antes de llevarse el té a los labios y apurarlo en unos cuantos tragos. Las conocidas náuseas la instaron a controlar su respiración, antes de devolver la taza vacía a las manos que se la habían acercado. Virgo se encontraba fuera del castillo porque estaba consiguiendo más de aquella hierba que usaba para su té.
—¿Puedo saber en qué le ayuda este té? Su olor no me es muy familiar —preguntó Juvia con curiosidad, viendo la taza en manos de Virgo.
—Es para que mi señora no conciba —admitió Virgo, para vergüenza de Lucy. Al comprender lo que había hecho centró su mirada en la mujer de rubia cabellera, sin una pizca de remordimiento o cualquier otra expresión preguntó—: ¿seré castigada por mi imprudencia?
—¡No! Por supuesto que no, no te preocupes Virgo —se apresuró a aclarar Lucy—. Espero no me vea con malos ojos, Juvia. Pero mi situación no me parece las más adecuada y...
—No tienes que darme explicaciones, Lucy. Entiendo perfectamente a qué se refiere. Gracias a Dios yo no concebí cuando me pasó a mí —admitió con un tono que si bien expresaba alivio, estaba cargado de dolor. Miró a Lucy, con el labio partido y un cardenal en el pómulo y que parecía haber alcanzado su ojo por el tono rojo que lo envolvía—. Así que si compartiera su infusión, ayudaría a muchas mujeres.
—Con gusto le entregaré la receta —se ofreció Virgo, retirándose con la bandeja y prometiendo volver con la cena. Lucy no dijo nada por unos momentos, entretenida en su bordado mientras guardaba el reposo que la obligaron a tomar. Si bien no tenía a donde ir, apenas Wendy se fue, Juvia sustituyó su lugar. Y hablar con la mujer le resultaba más complicado que con la pequeña, a pesar de sentir su bondad y la compasión que la acompañaba, un sentimiento que no estaba dispuesta a tolerar.
—¿Salamander sabe sobre esa bebida que toma? —preguntó Juvia de pronto, con evidente interés. Lucy se pinchó el dedo y se lo llevó a los labios con una mueca—. Discúlpame si soy entrometida, pero te aseguro que nada de lo que me digas saldrá de aquí. Quiero ser tu amiga, Lucy.
—Si mi marido la ha enviado para acercarse a mí y...
—Que Salamander se vaya al demonio por el momento, le estoy hablando de una mujer manipulada al antojo de los hombres a otra —replicó con molestia. Lucy se estremeció.
—No sé si lo sabe, y si es así no me interesa. Desde el comienzo le he dejado en claro que puede tener a tantas amantes como le plazca, pero no quería que me molestara a mí. Y justamente parece que hace lo contrario o tiene ambas cosas, me fastidia...
—¿En serio le propusiste eso?
—¡Claro que sí! No lo quiero, no tolero que me toque. Me causa repulsión saber que es él quien... —incapaz de expresar la marea de sentimientos que la desbordaba, se cubrió el rostro con gesto cansado y se frotó con suavidad la mejilla herida—. Se lo he dicho varias veces, pero insiste en incordiarme a mí.
—Vaya... —Juvia recordó a la malhumorada Erza, quien siempre terminaba hecha una furia cuando intentaba acercarse a Natsu y este no le mostraba el más mínimo interés. ¿Natsu estaba respetando los votos? ¿Era eso lo que quería decir su comportamiento? No, de ser así no se hubiera acostado con la Scarlet aquellos cuatro años en que se le dio por muerto. Omitió decir algo al respecto—. Tal vez, sólo te desea a ti...
—Lo dudo, hago lo que puedo para parecer lo menos llamativa cada vez que se halla cerca, y soy lo más desagradable posible, pero nada de eso parece funcionar. ¿Qué quiere, que me frote ramas apestosas a ver si con eso deja de tocarme?
Sin poder evitarlo, Juvia soltó una sincera carcajada y se sostuvo el estómago cuando empezó a dolerle por tanto reír.
—No me causa gracia —le señaló Lucy. Juvia tuvo que frotar sus mejillas doloridas por la sonrisa.
—¡No era mi intención! Pero pagaría por ver si eso lo detiene —le tomó unos momentos más tranquilizarse, y cuando por fin lo hizo, sujetó la mano de Lucy entre las suyas con cariño—. No obstante, quiero hacerle una pregunta personal, y yo le responderé la misma porque quiero que confíe en mí y sepa que no importa que todo mundo sea un perro rabioso, podrá encontrar una amiga en mí.
—Si no me siento cómoda no lo haré —advirtió.
—Me parece bien —aseguró la hermana de Gajeel, posando una de las manos de Lucy contra su mejilla y sintiendo su calor traspasarla—. Cuando salías con Natsu, ¿tuvieron intimidad?
—¿Qué clase de pregunta...?
—Es simple curiosidad. Natsu era un coqueto y me parece difícil creer que no haya aprovechado la oportunidad para...
—Natsu era un caballero conmigo —aseguró, intentando retirar su mano. Juvia no la dejó—. Jamás se propaso ni hizo nada que yo no quisiera.
—Entonces eso es una sorpresa. No era malo, pero tenía cierta tendencia a... —Juvia notó la molestia de Lucy, y frotó su mano, decidiendo no continuar—. Lucy, quizás esta pregunta te moleste más y estás en todo tu derecho de no responderla, pero... cuando Salamander te toma... ¿no sientes algo?
—¿Repulsión tal vez? —dejó el bordado a un lado e intentó retirar su mano. Juvia la sostuvo con firmeza—. No siento nada agradable por él, así que si me disculpas, necesito a Virgo.
—Lucy... no hay nada de malo en... una cosa es el sentir algo emocional, y otra cosa es lo físico. Si sintieras algo físico...
—¿Cómo crees que me siento si experimento la más mínima señal de placer en manos de un hombre que aborrezco y al que ni siquiera conozco?
—Imagino que no es agradable, pero te lo repito, Lucy, lo físico a veces no va de la mano con el sentir emocional.
Juvia observó el pesar y la tristeza en los ojos de Lucy, y el dolor que le causaba saber que era capaz de sentir aún cuando el hombre parecía odiarla y ninguno de sus intercambios era agradable.
—No, no es agradable que tu propio cuerpo te traicione y no seas capaz de... de impedirlo —Lucy se puso de pie y cruzó los brazos a la altura de su cintura, buscando el calor que la chimenea despedía—. No quiero sentir... lo odio. Pero no me permite rechazarlo, no le basta con hacerme eso...
—¿Te ha golpeado? —Lucy rió sin ganas, y le dio la espalda a la voz de la mujer Juvia, concentrando su rostro en el calor que sentía despedir de la chimenea. De pronto sintió tanto frío.
—Como Zeref, no, pero su violación hacia mí no es precisamente no hacer nada —Lucy se frotó el cuello, recordando la noche anterior. Y eso era lo último que quería recordar, no quería ni pensar en ello.
—¿Te ha pasado a ti, Juvia? ¿Has sentido placer cuando has sido forzada? —la empujó Lucy, molesta por la clase de preguntas que hacía. Juvia bajó la mirada—. ¿Entiendes a lo que me refiero?
—A mí sólo me violaron una vez, y tuve el placer de clavarle un cuchillo en la espalda —aseguró, poniéndose de pie y alisando su falda—. Entiendo, mis preguntas han estado fuera de lugar. Es sólo que creí que Salamander, al tratarse de ti...
—Lo odio, odio que me toque y que me haga sentir como una mujer sin moral por encontrar la más mínima pizca de sensación —admitió con la voz ronca, sintiendo un nudo en la garganta y apretando su abrazo a su cintura, dándole la espalda en todo momento—. Espero que pronto se canse y me deje tranquila.
Juvia comprendió el sentir de Lucy y se sintió avergonzada por llegar a pensar que Salamander se tomaría la molestia de ayudarla a relajarse, pero aunque así fuera, entendía también la vergüenza que eso debía provocarle a Lucy.
Virgo volvió con una bandeja llena de comida. Juvia no quería imponer más su presencia a Lucy, por lo que salió de la habitación sin decir nada más. Grande fue su sorpresa al encontrar a Salamander recargado a un lado de la puerta, y la forma en que la vio le hizo sentir miedo de que hubiera escuchado su conversación. Si así fue, no lo demostró, pues sólo le ofreció el brazo para que le acompañara al comedor. En ningún momento del trayecto hizo mención a lo que ella creía con toda seguridad que logró oír. Ni tampoco le reprochó el haber ignorado su orden de no encontrarse con Lucy.
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Continuará...
N/A: Aquí otro avance de un dibujo que me dio por realizar, he decidido que no puedo colorear JAJAJAJAJA, así que pronto tendrán los dibujos prometidos de unos capítulos atrás ♡
Nos leemos ~♡
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