¤¤ Capítulo 38 ¤¤
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Juvia se encontraba arrancando las malas yerbas en una zona del jardín, arrodillada en la tierra ligeramente húmeda y admirando las flores que todavía permanecían intactas a pesar de que el clima frío comenzaba a arribar las tierras altas. Su larga cabellera permanecía atada a una coleta alta y a su vez se protegía de los rebeldes mechones con una pañoleta, descubriendo así su frente. Terminó su tarea y cortó con sumo cuidado algunas flores que estaba dispuesta a depositar en un jarrón que se hallaba en el gran comedor. No obstante, apenas cruzó las puertas al interior de la cocina descubrió un silencio absoluto, así como el hábil y claro sonido del piano que permanecía en una habitación que rara vez era abierta. Juvia miró interrogante a los criados y a Bisca, una de las cocineras, y esta se acercó de golpe y con tono disgustado le contó.
—Es esa mujer... inglesa, ha convencido a Wendy de que la lleve a donde se encuentra el piano que el señor Natsu ha tenido resguardado por tanto tiempo —Juvia abrió los ojos con sorpresa, y decidió que tenía que ver con sus propios ojos a Lucy tocando el piano. No para apartarla ni advertirle de que a su esposo no le haría gracia ver que una orden suya había sido desobedecida—. Juvia, querida, creo que lo más prudente sería mantenernos alejados, Natsu no tardará en regresar de la cacería y la pondrá en su lugar.
Aquella última frase detuvo a Juvia un momento y la instó a observar a Bisca con severidad.
—Te recuerdo que esa inglesa como tan despectivamente la llamas es la esposa de Na... Salamander, llámale así o lo meterás en problemas un día. Así que si ella le pidió a Wendy tocar el piano no veo nada de malo.
—Nuestra señora no puede ser una inglesa, y ya sabemos que Salamander ha sido obligado a casarse con ella. Todos sabemos lo que esa mujer es, y no se trata de una santa. Que se acueste con ella no significa que pueda darnos órdenes.
—¡Es tu señora, es la esposa de Salamander te guste o no! Así que aprende a compor...
—¡Ey, Juvia, ¿por qué esa cara? —Intervino Gajeel, entrando con Salamander dentras suyo, cargando entre ambos el fruto de la caza.
Antes de que pudiera responder, una voz angelical se alzó por las paredes del castillo, llevada en un eco que resonó en sus altos techos y recorrió las torres como una neblina que se extendió, apenas perceptible. Juvia se enamoró de aquella voz femenina, pero pudo ver la expresión de Salamander ensombrecerse y por su ojos el reconocimiento del sonido que acompañó al piano. Él soltó su carga y con pasó decidió salió de las cocinas en dirección del sonido.
Oh, you can hear me cry
See my dreams all die
From where you're standing
On your own.
It's so quiet here
And I feel so cold
This house no longer
Feels like home.
—¡Salamander, qué harás! —Juvia lo siguió de inmediato, ignorando la expresión satisfecha de Bisca y el desconcierto de su hermano mayor. Natsu no la miró, y con la peluca ocultando sus rosas cabellos, avanzó decidido a su despacho particular, donde residía el piano—. ¡Sal...!
—No te entrometas —le advirtió, deteniendo su avance y girando a ella tan rápido que hubiera chocado con él de no ser por su gentil agarre para detenerla. Juvia negó—. Juvia, no es asunto tuyo.
—¿Qué hay de malo en que toque el piano? ¿Qué daño te hace?
—He dicho que no es asunto tuyo.
Oh, when you told me you'd leave
I felt like I couldn't breath
My aching body fell to the floor
Then I called you at home
You said that you weren't alone
I should've known better
Now it hurts much more.
—Nat... Sal... por favor, no la humilles... ¿te das cuenta de cómo la ven todos? No les des más motivos para que la traten mal.
—Nadie la trata mal —Le dijo frunciendo el ceño.
—Todos la aborrecen, murmuran cada vez que la ven y dicen cosas horribles.
—¿Qué cosas dicen?
—No pienso repetirlo.
—Juvia...
—No, esto no sucedería si desde su llegada tú hubieses dejado claro cuál era su lugar.
—Es mi esposa, eso todo mundo lo sabe.
—¡No la tratas como a tu esposa! Ignorarla para todo menos para poseerla no es darle el lugar a tu esposa. ¿Crees que no escucho los rumores? Dicen que apenas abandonas su lecho te metes con Erza, que sólo esperas un hijo para recuperar tu herencia y deshacerte de ella.
—No tengo por qué hablar de esto contigo.
—¡¿Entonces es cierto?! —exclamó horrorizada. ¿Qué había sido del Natsu que ella conocía?
—¡No, maldita sea! Son sólo eso, rumores. Carajo, creí que ya lo sabrías, Juvia.
—No, no lo sé. Ella se niega a hablar conmigo, se niega a hablar con todo mundo. Y las pocas veces que se anima a bajar, es para que todos la señalen y le digan cosas horribles. ¿Eso es darle su lugar? Eres un estúpido.
—Juvia —Natsu la tomó de los hombros y tiró de ella más cerca de donde se hallaba Lucy, disgustado por la mirada de algunos criados que se detuvieron al escucharlos discutir. Se obligó a relajar su tono pero seguía furioso—. Hola, soy Natsu, estoy disfrazado para proteger mi vida. ¿Ves esta cicatriz que me cruza el cuello? ¿Puedes escuchar esta voz? Esa mujer que es mi esposa me rajó el cuello como a un cerdo, y es un milagro que todavía pueda hablar, ¿lo recuerdas?
—Claro que lo recuerdo, no te atrevas a insultarme, fui yo una de las que no se apartó de tu lado hasta saberte fuera de peligro —Sus ojos brillaron por las lágrimas acumuladas. Él tomó las manos que ella había alzado en un gesto de súplica—. Pero tú eres el Natsu que defendió mi honor... el mismo que siempre nos ha protegido a Erza y a mí, quien cuidó de Wendy cuando llegó muerta de miedo y la hizo confiar una vez más. ¿Cómo puedo seguir mirándote como un caballero de dorada armadura si veo el trato que le das a tu propia esposa? ¡A una mujer que dijiste amar! Me estás rompiendo el corazón...
—Son casos muy distintos, yo siempre te protegeré, a todas... —Puntualizó, sin soltar sus manos depósito un beso en sus nudillos blancos por la fuerza de su agarre y la vio directo a los ojos—. Pero debes entender que no por su discapacidad es inocente o débil... ella me cortó la garganta, me guió a la trampa donde estuvieron por terminar con mi vida. Todavía no sé por qué me he librado, pero ahora lo único que quiero es que ella pague, pero la justicia no me ayuda, la creen inocente.
—Entonces dile quién eres, o haz tu venganza pero sólo con ella, no la vuelvas pública ni objetivo de todos... es tan humillante. ¿Quieres vengarte? Adelante, pero es un asunto que los concierne sólo a ustedes. No debes permitir que alguien más le haga algo.
Los temores de Juvia le parecieron algo descabellados. Entendía que a su gente no le gustara Lucy debido a lo que había hecho con él cuatro años atrás, pero ¿qué podía hacer ahora? No podía bajar y decirles que ya estaba todo resuelto. No obstante entendía el punto de la hermana de Gajeel, y decidió que su gente también tenía que entender algo. Depositó otro beso en los nudillos de Juvia y se alejó al despacho donde solía guardar algunas de sus cosas. En medio de la sombría habitación, con Wendy al frente escuchando maravillada, Lucy de hallaba sentada delante del piano y sus dedos se deslizaban con gran agilidad sobre las teclas anteriormente empolvadas por el desuso. La mujer de sedosa cabellera rubia terminó de entonar su cántico celestial y moduló su voz hasta que se convirtió en un lejano susurro que se extinguió poco antes de que el piano dejara de sonar.
Wendy advirtió su presencia y pudo ver la expresión de miedo que pasó por su rostro durante unos segundos. Eso lo confundió. ¿Cuándo había él causado semejante expresión en la pequeña?
—Wendy, ¿ocurre algo? Ya he terminado la canción —quiso saber Lucy, estirando su mano por sobre el piano para encontrar a la joven—. ¿No te ha gustado?
—¡M-me encantó! —Se apresuró a decir, sin apartar su mirada de Salamander que arqueó una ceja, confundido por su actitud, como si temiera que fuera a saltar sobre ella en cualquier momento. ¿Lucy le habría dicho algo?— Tu voz es hermosa...
—Sin duda alguna —comentó Natsu llegando hasta ellas. Lucy retiró la mano de golpe y colocó ambas en su regazo, inmóvil ante su presencia. Odió ver su arrebato frente a Wendy, que se movió nerviosa y apartó la mirada de ellos, fingiendo inspeccionar el piano—. Su voz es hermosa.
—Gracias, mi señor.
—Wendy, Lucy se reunirá más tarde contigo —con sus palabras la estaba despidiendo, y la joven no necesitó que se lo repitiera para despedirse de Lucy con un sentimiento de traición al verla tan incómoda y tener que dejarla. No entendía del todo cuál era la situación entre ellos dos, nadie le decía nada, y a ella no le correspondía hacer la pregunta—. Y dile a Gajeel que no me espere.
—Por supuesto, Salamander —Wendy huyó despavorida. Él se adelantó a la puerta y la cerró, comprobando el seguro antes de quitarse la peluca negra y revelar sus rosas cabellos algo más largo de lo que acostumbró mucho tiempo, revolvió aún más los mechones rebeldes, observando su severo reflejo en un espejo.
—Me disculpo por tocar su piano sin su permiso, es sólo que escuché que tenían el instrumento y le pedí a Wendy si podía guiarme hasta aquí.
Ese era el punto inflexible, era ahí cuando él podría decidir si enderezar un poco las cosas, aunque fuera para evitar los desaires de los criados; o comprometer aún más su delicado estado ante el resto del castillo. Miró su cicatriz con mas atención en el espejo, siguiendo la gruesa línea que iniciaba desde el costado de su cuello y acababa en su mejilla, poco antes de llegar a su ojo.
—No pensé que pudiera molestarle —continuó Lucy ante su silencio. Le ponía los vellos de punta no saber qué estaba haciendo a su alrededor.
—No me molesta que toque el piano —le explicó, acercándose a ella y recargando parte de su peso en el instrumento. Lucy relajó las manos en su regazo y para no revolverlas las depósito en su bastón—. Puede bajar aquí siempre que le plazca y usarlo.
—¿D-de verdad?
—¿Hace cuánto toca?
—Ya tengo algunos años, aprendí poco antes de... —Titubeó, y tocó unas teclas al azar—. ¿Alguien más toca el piano?
—No —se limitó en su respuesta. Lucy ladeó ligeramente la cabeza, sin comprender—. Lucy, quisiera hablar con usted. Quizás lo que voy a decirle no se lo tome a bien, pero le pido que me escuche.
—¿Qué necesita decirme?
—Su padre y su prima han desaparecido —no se contuvo con la noticia. Vio como el rostro de Lucy cambió—. El carruaje, junto con la guardia que los acompañaba, fueron asaltados y se cree que todo ha sido un plan para que escaparan. ¿Tenía usted algún conocimiento de eso?
—Yo... no lo sabía... Oh, dios mío, Mavis sigue con vida... —Lucy apretó sus manos de pronto frías, e insufló cálido aliento a sus dedos, sintiendo la emoción embargar su cuerpo—. Mavis, ella...
—Ambos están siendo buscados —declaró, molesto por su expresión de felicidad. Se inclinó hacia ella, tomando su brazo para girarla a él—. ¿Comprende lo que le digo? Ahora no importa, los quieren vivos o muertos por lo que han hecho.
—Pero es absurdo, Mavis es inocente.
—No, no lo es, y no tendré esta charla de nuevo con usted.
—Usted no sabe lo que es una charla —le acusó, resentida—. Pero esto me prueba que todavía existe algo de justicia y que mi prima es inocente, el creador no ha permitido que sea llevada injustamente a la horca.
—Pero le permite que la tenga en mis manos, y es mi mujer —esa frase bastó para callarla, por lo que no se detuvo ahí—. Fue un maldito golpe de suerte para esos asesinos, Lucy. Pero la justicia extenderá su mano y los capturará de nuevo. Esta vez, no podrán huir de su destino. Pagarán por lo que han hecho.
—No la encontrarán... ella sabe que no tiene una mano amiga, no se dejará atrapar tan fácilmente sin antes buscar la manera de probar su inocencia —Aseguró con pasión, furiosa con él y a su vez agradecida con aquella que fue capaz de liberar a su prima. Pero luego lo pensó mejor, y el miedo la atenazo. ¿Estaría Mavis en manos de Jude o habría logrado escapar? Y si su padre escapó... el miedo la recorrió de pies a cabeza.
—Bueno, eso era todo lo que quería decirle —murmuró Natsu, tomando su peluca y sujetando su cabello natural para mantenerlo escondido debajo de la misma mientras se la colocaba—. Puede tocar el piano siempre que guste, es suyo.
—¿M-mío?
—Nadie más sabe tocar ese instrumento aquí —mencionó. Ella tuvo ganas de preguntar qué hacía entonces allí, pero se contuvo—. Y considerando que ya se encuentra aquí abajo, no le haría ningún daño acompañarnos durante la cena. Tengo entendido que mi abuelo ya se lo ha pedido varias veces.
Lucy enrojeció ante aquel recordatorio.
—No quisiera incomodar a su familia con mi presencia.
—Como quiera —respondió tajante, se estaba poniendo de pie cuando ocurrió algo que no esperaba.
—¡Espere! —Lucy estiró la mano, intentando averiguar dónde estaba, y apenas sintió eo roce de la tela lo aferró, sujetando la manga de su camisa. Natsu miró su mano y luego a ella, más siguió encontrando el reconocimiento ausente en sus ojos—. Mi lord... quería saber, si podría... ¿puedo enviar una carta?
Aquello no le gustó.
—Podrá leerla cuando termine, si lo desea para comprobar que no es nada de cuidado, sólo quiero saber cómo se encuentran los criados que se quedaron en mi hogar —Aseguró, sin aflojar su agarre, temiendo que le hiciera un desaire al retirar el brazo.
—Entonces si no es nada de cuidado, no necesita enviarla. Dispuse todo cuando nos fuimos, ellos están en su hogar, manteniendo la casa limpia y en orden y ocupándose en tareas menores hasta que reciban otra orden.
—Me interesa saber cómo se encuentran... y quisiera enviar otra carta a Zeref, no tuve oportunidad de hablar con él cuando nos fuimos tan apresuradamente.
—¿Qué necesita decirle? Dígame y le haré llegar su mensaje —se posó delante de ella, tomando la mano que tan fuerte aferró su ropa. Admiró el flequillo algo largo, cayendo sobre sus ojos perdidos, y su larga cabellera en un agarre informal, permitiendo la mayor cantidad de cabello caer tras su espalda.
—Quiero escribir yo la carta, ¿por qué se empeña tanto en no dejar que la envíe? —Objetó, intentando retirar su mano cuando sintió que él la agarró entre las suyas. Lucy fue consciente de la textura algo áspera de su piel. Parecían las manos de alguien acostumbrado al esfuerzo físico. Y antes de que lograra detener sus pensamientos, recordó a Natsu.
—¿Por qué se empeña tanto en ser usted quien la mande? —Inquirió, dándole la vuelta a su mano para dejarla con la palma hacia arriba, revelando el corte que se hizo cuando se conocieron. Lucy quiso retirarse cuando sintió que tocaba su cicatriz, pero él no la dejó.
En cambio depositó sus labios en aquella marca, el triste recordatorio del día en que selló su propio destino cuando se conocieron. Lucy se removió incómoda por su caricia, e intentó apartarse cuando sintió que subía la manga de su brazo. Natsu prestó su atención a los cortes verticales casi imperceptibles en el interior del antebrazo. No preguntó, ni ella intentó explicarlo.
Lucy cerró los ojos con fuerza y retuvo el aire cuando sintió que se acercaba más a ella. Fue su reacción lo que lo obligó a detenerse por un instante, pero apartó el pensamiento y se aproximó a ella hasta posar su mano en su nuca para que no se apartara. Ella no intentó moverse cuando se aproximó.
Alguien llamó a la puerta.
Salamander soltó un suspiro exasperado. Lucy de inmediato se echó hacia atrás y en su sobresalto dejó caer la mano sobre algunas teclas que crearon un sonido discordante. Salamander se puso en pie y avanzó a la puerta de inmediato, encontrando a Gajeel del otro lado y cuyos ojos se desviaron con evidente interés detrás suyo. Cubrió a Lucy de su vista con su propio cuerpo y le vio, esperando el motivo de su interrupción.
—Zeref Dragneel a llegado montando a caballo —anunció. Salamander frunció el ceño y Gajeel sonrió divertido—. ¿Le digo que pase, lo hago esperar...?
—Debiste pasarlo en cuanto lo viste llegar, que le sirvan algo, en un momento me reuniré con él en el comedor.
—Ah... de acuerdo, le diré que...
—¡Salamander! —La voz de Zeref resonó tras de Gajeel, que pegó un brinco y luego maldijo por el susto. Salamander cerró la puerta de inmediato, impidiendo ser visto. Debía ver que la peluca estuviera bien puesta—. Lamento la inoportuna visita, pero debo decirle algo muy importante.
—Sólo deme un momento —pidió. Lucy se había puesto en pie, ayudada por el bastón y guiada por sus voces, una expresión de felicidad se formó en sus facciones que últimamente no eran capaces de expresar algo. Natsu miró la sonrisa en sus labios y como sus mejillas se alzaban bajo sus ojos perdidos—. Lucy...
—¿Es Zeref...? ¿Puedo saludarle, mi señor?
—Un momento... —repitió entre dientes, ensimismado para cuidar que ni un solo mechón de su verdadero cabello asomara bajo la peluca de cabello negro—. Lucy, quisiera hablar con Zeref primero.
—Lo entiendo —pareció decepcionada, volviendo a tomar asiento frente al piano y tanteando unas teclas al azar.
Salamander inspeccionó sus pintas de cíngaro, y decidió que no tenía tiempo para cambiarse. De cualquier forma el día que Jude y Mavis fueron arrestados, llevaba ropas similares. Zeref no tendría por qué ver algo extraño en él. De cualquier forma, tomó un pañuelo que llevaba y lo envolvió hasta formar una especie de cinta que usó para sujetar su cabello y al mismo tiempo cubrir parte de la oreja a la que le faltaba un trozo. Eran detalles pequeños, pero cosas que a final de cuentas podían revelar algo. Miró a Lucy una última vez antes de abrir la puerta y salir a grandes zancadas, no avanzó mucho cuando Zeref lo interceptó. Le sorprendió el aspecto desarreglado de su hermano, empezando por la sombra creciente de la barba, y los ojos hinchados y ligeramente rojos, así como las marcadas ojeras que tenía debajo. Su cabello lucía más largo y desaliñado, además de las arrugas en su ropa no tan ostentosa como acostumbraba.
—Zeref, bienvenido, su visita no me molesta pero... ¿qué hace aquí, por qué tiene esa pinta?
—¿Tan mal me veo? —le dio la mano, recibiendo un firme apretón, quizás más fuerte de lo acostumbrado—. Es un asunto urgente, no podía esperar y he cabalgado hasta donde he podido para llegar lo más pronto posible.
—Por supuesto, le escucho, pero preferiría que tome asiento para que se tranquilice, parece agitado —le guio hacia el comedor, donde ya se encontraba servido algo de vino y una comida de lo más apetitosa. Zeref intentó resistirse pero el viaje le pasó factura y tuvo que comer algo, bebiendo como si no lo hubiera hecho en días—. ¿Ha pasado algo?
Zeref se limpió la boca con el dorso de la mano luego de saciar su sed, y sin tapujos le dijo:
—Jude y Mavis han desaparecido, el carruaje que los transportaba fue abordado... Aún no se sabe quiénes fueron los cómplices, pues causaron algo de daño, y tampoco conocemos su paradero.
Salamander tomó asiento delante suyo y se sirvió una copa, asintiendo con lentitud ante lo escuchado. Zeref dejó de comer para verle sin comprender.
—No parece sorprendido...
—Esta mañana ha vuelto un mensajero que envié a Londres por unos asuntos personales... me lo contó apenas llegó. He de suponer que las autoridades están tomando partido de esto.
—Por supuesto, no debe preocuparse, les van a encontrar, y cuando eso ocurra... —Zeref no fue capaz de terminar la frase, centrando su mirada vacía en la copa anteriormente llena. No quería mirar demasiado tiempo a Salamander, todavía le costaba acostumbrarse a su parecido con Natsu—. Bueno, parece que mi viaje resultó inoportuno y sin sentido.
—No diga eso, es bienvenido ha quedarse hasta que guste. Le pediré que le preparen una habitación, debe desear descansar.
—Todavía no puedo procesar los sucesos —Admitió, dejando caer su cabeza contra el respaldo y cerrando los ojos—. Me cuesta creer que Mavis... Dios, siento como si me dieran con un martillo en la cabeza cada vez que la muevo.
—Lo lamento, debo suponer que sentía afecto por la mujer.
—Era mi amante —se encogió de hombros. No debió sorprender, pues esa era la realidad, pero Natsu no pudo evitar sentir desconcierto por como se refirió a Mavis Vermillion—. Nada que no pueda remediar consiguiendo otra. Van y vienen.
—Eso parece... —Fue en ese instante qué Natsu se preguntó qué tanto había cambiado su hermano esos cuatro años.
—Y saber que la mujer con la que me revolcaba fue la misma que mató a mi hermano —gruñó, con más rabia de la que expresó apenas llegó. Salamander lo miró en silencio, viendo cómo una grieta inmensa comenzaba a nacer en el corazón de su hermano—. Esa ramera...
—¡No te permito que te refieras a ella de esa forma! —gritó Lucy con fuerza, dando un golpe con su bastón en el suelo. Zeref y Natsu se giraron a verla. Gajeel la estaba acompañando, y su rostro delataba la incomodidad de saber que había entrado en un mal momento—. Discúlpate, Zeref... Ahora.
—Lucy, querida... —comenzó el mayor de los Dragneel, poniéndose en pie con lentitud y sin quitarle los ojos de encima—. No pienso retractarme, tu prima, aunque te duela, es una asesina. Y no más que una ramera.
—¡No lo es!
—Lucy, sal de aquí. Gajeel, llévatela —ordenó Salamander, advirtiendo el tinte de locura en la mirada de Zeref, la única que el alcohol era incapaz de esconder: la locura que conllevaba el dolor sin consuelo.
Gajeel intentó seguir sus indicaciones, pero ella se resistió y avanzó a ellos con su bastón por delante. Sus ojos furiosos no los enfocaban, pero sus palabras iban dirigidas como flechas a ellos.
—¡Discúlpate, Zeref! Ella no tiene la culpa de haberse entregado a ti, ni es una excusa para llamarla como lo has hecho. Mavis es inocente.
—Estoy más que seguro de que se ofreció a los guardias para así escapar—sugirió, acercándose a ella. Salamander le siguió e intentó interponerse entre ambos—. La muy puta no mostró ni una pizca de arrepentimiento cuando la iban a llevar a la horca. Y el día que por fin la soga rodee su cuello...
Lo siguiente fue algo que a Salamander le sorprendió, y es que aún imposibilitada de ver, y con sus claras desventajas, sólo se necesitó aquel estímulo para que Lucy se abalanzara sobre Zeref, intentando empujarlo. Zeref no se defendió, pero intentó retener sus muñecas.
—¡Eres un miserable, te amaba, ella te amaba!
—La realidad duele, Lucy, y es muy jodida, tu prima no era un maldito ángel.
—Lucy, ya fue suficiente —Natsu la rodeó y tiró de ella para alejarla de Zeref. Pero Lucy se negaba a soltarle de la manga de la ropa y se revolvía sin parar contra él. Sorprendido por su reacción tan visceral, la obligó a retroceder—. ¡Lucy!
—¡¿Adivina qué, Zeref?! ¡Mavis no mató a Natsu, fui yo! No necesité los ojos para rajarle el cuello.
Aquello fue lo que hizo estallar la rabia de Zeref. Y Salamander sólo vio cómo le lanzaba un puñetazo, ni siquiera una bofetada, sino el puño cerrado y le daba en un costado del rostro, arrojándola al suelo. Lucy se desplomó y un gemido de dolor fue lo único que salió de sus labios.
—Lucy... —Zeref se dio cuenta de lo que hizo, e intentó aproximarse. Salamander se arrodilló junto a Lucy y vio su labio reventado que comenzaba a sangre y el estado aturdido en que parecía encontrarse. Eso fue todo—. Perdóname, estás diciendo estupideces... Yo...
Salamander le devolvió el golpe, viéndolo tambalear por la sorpresa. Pero él no quería verlo tambalear, sino caer tal como lo hizo con Lucy. Hacia unos minutos ella le estaba pidiendo poder enviar una carta, y de entre todos sus conocidos pensó en Zeref, tanta era su estima a su hermano mayor; que el ver cómo la había golpeado, despertó un sentimiento muy oscuro en él. Y en el segundo puñetazo lo derribó, y quiso darle un tercero cuando Gajeel lo sujetó por detrás y lo lanzó al otro lado, usando su cuerpo para interponerse.
—¿QUÉ ES ESTE ALBOROTO? —Exigió saber Makarov, imponiendo su presencia en el comedor. Juvia entró detrás suyo, y sus ojos se horrorizaron al ver a Lucy en el suelo y con el labio partido, además del gran morado que comenzaba a formarse en su rostro.
—¡Lucy! Oh, Dios mío, ¿quién te ha hecho esto? ¿Nat...?
—Que Zeref no se acerque a nuestra habitación, y que alguien lo guíe a sus aposentos, lo quiero lo más lejos posible —ordenó sin ver a nadie, tomando a una aturdida y llorosa Lucy en brazos—. Juvia, ¿puedes venir conmigo para revisar su estado?
—Por supuesto —se apresuró a seguirle. Lucy se hizo un ovillo contra el cuerpo de Salamander, temblorosa e incapaz de contener las lágrimas.
Le dolía el lado de la cara donde Zeref le había pegado, y esa realidad fue como si le dieran otro puñetazo. Zeref le había pegado. Pero sabía que lo había provocado. No soportó escuchar cómo llamaba a Mavis, quien aún con todo en contra y una vida de desgracias, le había dado todo el amor del que fue capaz. Sabía que a ojos de todos Mavis era tan culpable como Jude, pero esas personas eran ajenas a los horrores que ocurrieron en la mansión Heartfilia.
Nadie más que ellas sabían lo que habían tenido que soportar en manos de Jude Heartfilia. Y ahora, por lo que había escuchado, su padre estaba suelto. No tenía ninguna duda de que iría tras ellas, querría tenerlas de vuelta. Y Lucy estaba segura de que si le ponía las manos encima, ya no habría nada que lo detuviera de violarla como siempre deseó, y que Mavis, ni siquiera su prima con toda su terquedad, podría soportar las palizas con las que desviaba su atención de ella para que no le hiciera daño.
El miedo fue como una fría mano tocando su espalda, y el helado aliento de un monstruo sin forma susurrando tras ella lo que le esperaba si Jude no era capturado de nuevo.
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Continuará...
N/A: Me dolió escribir este capítulo </3. He tenido un ligero problema con los comentarios, no puedo responder desde mi celular y no entiendo por qué, así que por ello no he contestado. Desde mi laptop si es posible, así que no me he olvidado, pronto les estaré respondiendo ♡ así que comenten y díganme qué les ha parecido.
Nos leemos, en un rato más estaré contestando sus comentarios de la sección anterior y próximamente esta ☆~
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