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¤¤ Capítulo 35 ¤¤

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Lucy supo cuando llegaron a su destino gracias a Virgo, que por órdenes de su marido se apresuró a ella para revisar que todo estuviera en orden. Salamander se mostraba reacio a hablarle más que para lo estrictamente necesario, y eso sólo ocurría cuando su doncella o Juvia no estaban cerca. No era algo que le preocupara, para ella era mejor entre menos contacto mantuviera con ese hombre que la había forzado.

Sin embargo, el puesto de Virgo como su dama de compañía fue relevado en el instante que el mismo Salamander se presentó ante ella y envolvió su brazo con su mano. Quiso darle un desaire quitando la mano que le había obligado a posar sobre su bíceps, pero la tensión bajo la piel que tocaba era evidente, y lo suyo no eran los espectáculos, por lo que se obligó a morderse la lengua y tolerar el murmullo de voces que se había ido extendiendo desde el instante en que la ayudó a bajar del carromato.

—Salamander, te dije que debías haberle dicho a tu abuelo de esto —Le recordó Erza a su marido. Sí, la elegante Scarlet pasaba su tiempo en las tierras altas, de donde provenía—. Es evidente que es inglesa.

—Si tienen una maldita objeción, pueden venir y decírmelo a la cara —y con eso zanjó el asunto, dirigiéndose a su abuelo que salía a recibirlo, precidido de Wendy. La pequeña mostró una expresión de genuino entusiasmo al verle, pero su rostro se tornó confuso al ver a Lucy a su lado.

Lucy quería decirle que podía sentirse observada, que podía notar la manera en que la miraban, pero ella misma sabía que no era más que un producto de sus propios nervios por entrar en una tierra desconocida. De pronto la mano con la que sujetaba su brazo cobró más peso, y ella recordó la quemadura de noches atrás que él mismo atendió. Si bien no fue nada grave, tampoco entendió por qué ayudarla si tanto la detestaba.

—Abuelo, he vuelto. Lamento que las cosas hayan sido tan apresuradas, pero permite que te presente a mi esposa, Lucy.

El jadeo colectivo hizo que Lucy clavara los dedos en el brazo de Salamander. Advirtió su tensión, e intentó tranquilizarla al poner la mano en su espalda para instarla a avanzar. Makarov le vio, primero con sorpresa, y después inspeccionó el rostro de la mujer de bellas facciones, algo inexpresiva por la nueva situación. Una vez más dirigió la vista a su nieto, y la súplica silenciosa que vio en esos ojos jade oscurecidos por la traición le hizo entender todo. Le miró con decepción, con dolor y algo de recriminación, o eso le pareció a Natsu; que conocía tanto a su abuelo que entendía las emociones que transmitía con su sabia mirada.

—Lucy, querida, es un placer conocerte. No sé dónde ha guardado sus modales, pero soy Makarov Dreyar, jefe del clan Dreyar y representante de las Tierras Altas.

Lucy no emitió sonido alguno, y bajó la cabeza sólo un poco en señal de entendimiento. Makarov tomó la fría mano de la chica, dándole un suave apretón que envió algo de calidez a su alma helada. Quería echarse a llorar. Aquel era Makarov, el hombre que había cuidado de Natsu al perder a su madre, el mismo que Natsu siempre deseó presentarle. Las emociones que habían dormido durante el tortuoso trayecto para mantenerla en pie, decidieron salir a la luz. Y antes de que pudiera siquiera evitarlo, las lágrimas corrieron libres por sus mejillas, incapaz de detenerlas.

—¿Está llorando...? —Inquirió una voz cercana. Natsu lanzó un juramento y se inclinó hacia Lucy para ver su rostro. Ella lo apartó y su cabello le ayudó a ocultarse mientras intentaba desesperada quitar las lágrimas con sus manos. Pero era imposible. No paraban de salir—. Es una inglesa, ¿qué carajos hace aquí?

—¿Por qué lloras? —la pregunta de Salamander sólo abrió más su herida, y Lucy intentó alejarse de su toque. Le quemaba—. Maldita sea, no me hagas esto ahora.

—El nieto de Makarov ha traído como esposa a una inglesa, que horror.

—Como si no tuviéramos suficientes malditos ingleses en nuestras tierras.

—¿Han visto su grosería? No ha visto al jefe a los ojos ni un sólo instante desde que llegó —dijo otra voz en una dirección cercana, sin preocuparse de ser oída o no. Lucy lo escuchó con claridad.

—¡Virgo! —La doncella se acercó con rapidez, dejando la valija en el suelo ante el llamado—. Lleva a Lucy a su habitación, Wendy te llevará.

—Por supuesto.

Wendy, la niña de coletas y con un felino blanco tras sus pasos, se adelantó y tomó una de las manos de la Heartfilia, tratando de llamar su atención. Fue entonces que vio los ojos de la mujer de rubia cabellera y blanca piel, asombrada escudriño sus ojos un poco más, notando lo que nadie más había hecho.

—No puede verme, ¿verdad?

Lucy negó. No podía verla. A ninguno de ellos.

—No se preocupe, mi señora. La vamos a cuidar —le aseguró, tocada por su fragilidad y viendo el terror que sus ojos sin brillo aún eran capaces de transmitir. De alguna manera, le recordaba a ella unos años atrás, cuando recién llegó al castillo—. ¿Le gustan los gatos? Me pareció ver uno en su equipaje.

—¿M-mi gato viene conmigo? —eso detuvo a Lucy lo suficiente para guardar una respuesta. Natsu no respondió, pero asintió a Virgo que se apresuró a traer al felino de azul pelaje, mismo que corrió a los brazos de Lucy—. Happy, mi lindo gatito...

—Le mostraré sus aposentos, mi señora.

—Por favor, sólo llámame Lucy.

—Lucy, su cabello es precioso, ¿me enseñará cómo cuidar el mío? El abuelo Makarov dice que siempre tengo alguna rama enredada en el.

La pequeña Wendy desapareció con Lucy en el interior del castillo. Happy desvió su atención de ella para llegar hasta Salamander y frotarse entre sus piernas. Y cuando eso ocurrió todas las miradas se dirigieron a Natsu, que con la peluca en mano los recorría a todos con una mirada cargada de molestia.

—No hay nada aquí que sea de su interés, ¡largo! Vuelvan a sus actividades.

—Es de nuestro interés si planeas que una inglesa sea nuestra ama y señora.

—No lo será —se apresuró a aclarar. Los ánimos parecieron calmarse un poco con ello, pero fue en el rostro de su abuelo que divisó el mayor enfado—. No me veas así, me han obligado a casarme con ella, el maldito rey lo ha llamado un acuerdo de paz para no tomar represalias contra nosotros. Yo...

—Es suficiente —sentenció Makarov. Natsu se calló al instante. Su abuelo miró a los presentes y los despidió—. La mujer tiene una discapacidad visual, no puede vernos. Dejen de comportarse como unos malditos salvajes y tengan algo de empatía, les recuerdo que Natsu también tiene sangre inglesa, y ustedes le han aceptado. No quieran juzgarla antes de conocerla.

Algunos rostros avergonzados y otros un tanto resentidos, pero todos aceptaron sus palabras y se retiraron a sus deberes sin decir nada más. Luego de ello Makarov se dirigió a su nieto y le dio un apretón en el brazo, quizás más fuerte de lo normal.

—Dale el lugar a tu esposa —antes de que Natsu pudiera decir algo, Makarov lo volvió a callar— ¡No me interrumpas! No me interesa lo que hay detrás, te conozco, ni el mismo rey te hubiera hecho casarte con una mujer que no quisieras cerca. ¿Es la misma Lucy, verdad?

Natsu asintió. Makarov lo soltó y se frotó la barba con cansancio y resignación.

—Hijo, ¿qué planeas? ¿Por qué has hecho esto? —Iba a obtener una respuesta pero Makarov advirtió que todavía había algunos curiosos. Detuvo su hablar con un movimiento de su mano—. Hablemos en otro lugar, acompáñame. Debes estar exhausto, ¿tienes hambre?

—Estoy bien... Abuelo, sólo quiero que sepas que esto es temporal, es para recuperar nuestra tierras. —Makarov siguió sin prestarle mucha atención hasta que no llegaron a su despacho. Happy le seguía de cerca, y Natsu lo acarició y le permitió descansar en su regazo cuando tomó asiento delante de su abuelo, quien ahora sí se mostró más que dispuesto a escucharlo—. El rey cree que me hace un favor al entregármela en matrimonio, que con eso no tomaremos represalias por lo que su padre y prima me hicieron.

—¿No dijiste que ella también estaba involucrada?

—Según la corte, su ceguera lo hace imposible. Por si las dudas, me la han dado a mí.

—Hablas de ella como si no fuera más que una carga —Makarov se sirvió una copa, pero cuando Natsu quiso tomar otra, se lo impidió—. Desde acá te huelo, hijo. Nada de licor para ti.

—Ha sido un maldito viaje muy largo.

—Puedo imaginarlo. Juvia me envió una carta poco después de que llegase la tuya para decirme que te habías casado... ¿Es cierto lo que dice?

—No sé qué te dijo, Juvia. Pero no tiene ningún derecho a...

—Te equivocas, es una mujer, tiene más derecho y justificación a quejarse de la que crees. Sólo responde esto, ¿has consumado el matrimonio?

—Abuelo, no...

—Te he hecho una pregunta, Natsu —Makarov le observó con severidad, y Natsu pudo volver al instante en que le dio un ultimátum antes de conocer a su padre. Su abuelo sólo mostraba ese rostro cuando las cosas se harían a su modo sí o sí—. Ahora responde.

—... sí —tuvo la decencia de sentir vergüenza, o eso pensó su abuelo al ver como le esquivaba la mirada.

—Bien, entonces no hay nada más que decir. Como veo que su relación no es la más amistosa por el momento, quizás los demás esperen para celebrar su boda. Felicidades, hijo.

—No hay nada que celebrar, me han obligado a casarme con ella para recuperar lo que nos pertenece.

—Así como la has obligado a ella, hijo mío. Nunca creí ver llegar este día, pero estoy muy decepcionado de ti... de lo que le has hecho.

—¡¿Por qué se empeñan en verme a mí como el monstruo?! Es mi mujer, lo era antes de esta estúpida farsa. Y fue ella misma quien por poco me mató, ¡¿de verdad te pondrás de su parte?! Sólo está cosechando lo que ha sembrado.

—Porque el Natsu que yo críe jamás forzaría a una mujer, ni el hijo de mi propia sangre sería alguien tan sediento de venganza como lo estás tú ahora. Te estoy perdiendo, Natsu. Y sólo puedo verte perder cada vez más, no sé cómo llegar a ti.

—Al diablo con tus ideales pacifistas, por eso es que estamos custodiados por los maditos soldados del rey.

—¿Crees que harías un mejor trabajo? Yo lo creía, ahora empiezo a preguntármelo.

—No quiero tu puesto, abuelo. Sólo quiero que se haga justicia por lo que me hicieron sin que sus estupidos sentimentalismos por el género femenino intervengan.

Natsu sólo vio a su abuelo negar con cansancio antes de que el anciano vaciara su copa y procediera a tomar una hoja de todas las que tenía amontonadas a un costado de su escritorio. Procedió a humedecer una pluma de ganso en el tintero antes de deslizar la punta sobre las hojas que a veces se detenía a contemplar. Observó ese accionar durante varios minutos, notando las miradas furtivas de su abuelo, y luego la sonrisa irónica que tiraba de sus labios. Molestó notó que hacía aquello a propósito para desquiciarlo.

—¿Qué es tan divertido?

—Nada, sólo me preguntó qué pensabas al traer a la niña aquí, más con su... discapacidad...

—Precisamente busco evitar que trame otra artimaña. Volvió a intentarlo.

—¿Cómo?

—Me pidió que la dejase llegar a su hogar por su doncella y unas de sus pertenencias. Cuando la seguí, me di cuenta de que me habían tendido una emboscada.

—Pero estás aquí, eso es bueno.

—Tu tono y tus miradas me hacen pensar que crees que ella es incapaz de hacer todas esas cosas que te he contado.

—Lo que veo son los arañazos en tu mejilla, ¿ella te los hizo?

—Abuelo, no la trates, es engañosa. Y que Wendy también se mantenga lejos de ella, podría usarla para su conveniencia. —Natsu se puso de pie y volvió a colocarse la peluca, saldría a dar un recorrido por las tierras. Hacia tiempo que no visitaba su escondite—. Si alguien del clan tiene una queja sobre ella, puede venir a decírmelo directamente.

—¿A qué tipo de queja te refieres?

—La que sea —tuvo la corazonada de que su abuelo preguntaba sobre algo más específico, pero no supo descifrarlo—. Pero es mi esposa, así que sólo yo me encargo de ella.

—Ten mucho cuidado, Natsu. A veces...

—Si vas a darme un sermón, te pido que te lo ahorres, o siquiera espera a Laxus, a él le encantará.

—Laxus apenas y pone un pie en el castillo.

—Bien, será más sencillo entonces que no meta las narices.

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Virgo terminó de acomodar la última prenda de Lucy en el baúl colocado a los pies de la gran que se encontraba con el cabecero pegado a la pared. Le habían informado que tendría un cuarto propio, cosa que a su ama la había tranquilizado de sobremanera. Por lo que Virgo no sería quien le dijera de la puerta que conectaba con la habitación contigua, la cual era de su marido.

—Me han informado que la cena no estará lista hasta dentro de un par de horas, ¿gustaría tomar un baño?

Virgo notó el movimiento negativo con el que Lucy sacudió su cabeza en respuesta, a pesar de que ella misma había comentado su deseo de asearse poco antes de llegar al castillo.

—Princesa, insisto en que tome un baño, le ayudará a relajar sus músculos y se sentirá mejor luego de eso.

—Estaría mucho mejor si me encontrase junto a Mavis en estos momentos —Admitió, siendo ayudada por Virgo para desvestirse. La mirada de la doncella se posó un instante en la espalda femenina que iba descubriendo cuando desabotonó el vestido y echó su rubia cabellera por los hombros. Virgo no estaba segura de si el señor Dragneel había visto aquellas horribles cicatrices que cruzaban la espalda de Lucy de extremo a extremo; algunas más finas y cortas, otras más gruesas y largas—. Tendremos que familiarizarnos con la estructura del castillo, necesitaré saber guiarme.

—Usted lo logrará, princesa, los escalones serán lo más complicado, pero me tiene aquí para garantizar su seguridad.

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Mavis se apartó de golpe de la esquina donde intentaba descansar cuando algo grande y peludo le rozó el pie sobre el zapato. Ahogó un gemido de horror al ver la rata que salió corriendo ante su movimiento y se puso de pie, decidiendo que la mugrienta sábana sobre el putrefacto colchón parecía mejor opción que aquel suelo lleno de roedores y nauseabundos olores. Mismos olores que le provocaban unas náuseas casi eternas desde su llegada a la celda. Se sentó sobre el colchón, apartando lo que alguna vez fue una blanca sábana y metió sus piernas bajo la falda que mantuvo cerrada con su propio cuerpo al encontrarse en cuclillas. Se abrazó a sí misma, observando los gruesos barrotes de metal que le cerraban el paso en aquel cuarto de tres muros, al menos no veía las celdas contiguas, y eso era ya un breve consuelo para su intimidad.

Se preguntó dónde estaría Lucy, y por qué no había ido a verla. Ese pensamiento era lo único que rondaba por su mente, intentando devorar al otro un poco menos recurrente por esperar la llegada de alguien más. Ella misma sabía que era ridículo, pero tuvo la leve esperanza de que Zeref quisiera escuchar su versión, que después de todo el cariño que decía tenerle y haberse abierto a ella, podría darle el beneficio de la duda. ¿Pero realmente era correcto de su parte esperar algo de compasión luego de lo que ella hizo? Supuso que aquello era sólo el inicio de su castigo, por todos sus errores. Que el silencio de Lucy significaba que por fin ella se había desentendido luego de que Mavis se atrevió a buscar la felicidad que a Lucy le arrancaron de las manos.

Sin embargo, su mente era un caos de sentimientos. Lucy no había sido rencorosa. O al menos, la Lucy antes de Natsu, nunca tuvo una pizca de emoción desde que perdió a su madre. Mavis recordó sus reproches, su ataque de ira y su dolor cuando Jude confirmó la muerte de Natsu y las llevó de regreso a su hogar, uno que en opinión de su tío, nunca debieron atreverse a dejar. ¿En verdad Lucy iba a abandonarla a su suerte? Casi dos semanas habían pasado, y no tenía ni siquiera la más breve nota. Intentó convencerse de que era la venganza del guardia por no acceder a sus asquerosos deseos con tal de obtener mejor comida y una cobija limpia. Sí, el guardia debía estar interviniendo para que no le llegase alguna nota. Porque si no era así, si se hallaba realmente sola...

Su mente se transportó de nuevo a aquellos días de dolor, en los que Lucy despertaba llorando a gritos y sólo incrementaba la ira de Jude. Jamás olvidaría el castigo que su tío le propinó. Mavis siempre había intervenido para llevarse la peor parte de su ira, pero en esos tiempos ni siquiera eso fue suficiente. Jude la obligaba a apartarse para enseñarle a Lucy algo que él creía que eran los modales que una dama como ella debía portar. Unas gruesas lágrimas se deslizaron de su rostro manchado por tantos días sin asear y contuvo un sollozo al recordar el aspecto de Lucy luego de que el límite de la paciencia de Jude acabó.

Le llevó mucho tiempo sanar, y más aún volver a dirigirles la palabra. Lucy dejó de hablarles, se volvió una fría muñeca que Mavis y Virgo se encargaban de vestir y sacar a tomar el sol, intentar hacerla comer y mantenerse con el mejor aspecto posible para no traer de regreso la ira de Jude. Más no era suficiente, ella seguía adelgazando más y más, su cabello perdía brillo y parecía muerta en vida. Mavis intentaba traerla de regreso de cualquier lugar donde su mente estuviera, quería a Lucy de regreso. Sabía que era un sentimiento egoísta de su parte luego de ser ella misma quien jaló el gatillo que detonó el primer paso para la muerte de Natsu.

La gota que derramó el vaso fue un día que Mavis salió por órdenes de Jude para mandar a hacer un regalo para Lucy. El hombre creía que su hija ya tenía suficiente castigo luego de dejarle marcada la espalda por los azotes de la fusta, y que verla morirse de dolor y hambre eran un berrinche pasajero. Mavis no quería dejarla, temía que esa delgada figura que se la pasaba todo el día en la silla del balcón, ya no se moviera. Le habló con cariño, con un frío sentimiento de terror ante algo que veía aproximarse y decidían ignorar. Lo último que vio al salir de su habitación fue su cabello seco y sin brillo caer tras el respaldo de la silla en un sencillo recogido.

Lo primero que vio al volver, fue la cabeza de Lucy caída hacia atrás, y un brazo colgando de uno de los brazos de la silla. El sentimiento que Mavis experimentó en ese momento fue parecido a lo que sintió cuando disparó contra Natsu, la circunstancia no eran las mismas, pero no podía describir de otra forma la escena de ver la vida de Lucy escurriendo de la sangre que brotaba de su brazo abierto e inerte, que en otro momento había sostenido la navaja que ahora descansaba en el suelo.

El terror la había hecho gritar y correr hacia ella para averiguar por qué había hecho eso, aunque la respuesta era más que clara. La desesperación y el miedo no atendían a razones, y Mavis no paraba de llamarla y ver su rostro pálido y sereno, como si solo estuviera dormida y fuera algo que hubiese estado esperando durante tanto tiempo. Se preguntó por cuánto tiempo lo planeó, o qué pasó por su cabeza al momento de hacerlo. La abrazó horrorizada y llorando a mares, sin parar de llamarla. Y fue entonces que lo sintió contra su propio pecho, el corazón seguía latiendo, débil, luchando por continuar, pero ahí estaba.

Jamás olvidaría la oportuna llegada del vizconde Jellal, y para su propia sorpresa este no dudó en actuar y tomó a la Heartilia en brazos no sin antes aplicar un torniquete en el brazo antes de salir de allí lo más rápido posible.

Mavis ocultó el rostro entre sus brazos que descansaban sobre sus rodillas, ignorando la risa del guardia que pasó frente a su celda y golpeó los barrotes un par de veces con su porra. Había descubierto que ignorando al asqueroso hombre podía librarse de él otro tanto, pero eso significa que no había comida, o que tal vez está contara con la presencia de algún roedor. No tenía idea de cuánto tiempo más podría aguantar semejante situación. Luego a su mente volvía el rostro de Natsu, mirándola sin poder creer que el agujero en su hombro fuera hecho por el arma que ella sostenía aquel día.

¿Tenía siquiera derecho a pedir piedad?

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Sting avanzó por el ancho pasillo entre las celdas más alejadas de la entrada, intentando sin mucho éxito de ignorar el nauseabundo aroma de la prisión, evitando a su vez dar un brinco cuando una rata pasó a sus pies. El guardia que lo guiaba miró su reacción de reojo y escondió una sonrisa de diversión con poco disimulo, y no se detuvo hasta casi las últimas celdas, identificando la figura de lady Vermillion echa un ovillo y con el rostro oculto entre sus rodillas, mismas que abrazaba con sus brazos.

Jude permanecía inmóvil en el pequeño y maltrecho banco que le habían concedido por su problema al caminar, apoyaba las manos en el bastón que sostenía y yacía con la mirada perdida hasta que el guardia llamó su atención al golpear los barrotes con una porra.

—¡Heartfilia, tiene visita! —Sting agradeció al guardia con un asentimiento de su cabeza y consiguió que le diera la privacidad necesaria para hablar con Jude—. Apresúrese, me han dicho que no debería recibir visitas.

—De acuerdo —Sting verificó que no los estuviera viendo antes de acercarse más a la celda. Fue entonces cuando Jude lo miró por fin y se enfocó en la herida suturada y reciente sobre su ceja—. Jude, lo lamento, espero que tengas un buen abogado.

—Por esa barata disculpa he de suponer que no has logrado lo que te pedí —musitó con desagrado, apartando la vista de él—. Lárgate si es así.

—No sabía que iba a dar pelea, todos decían que se veía más civilizado que su primo —Gruñó, tocando con su yema las puntadas.

—Es escocés, no son más que animales salvajes. ¿Al menos has averiguado cuál es su maldita residencia o si Lucy lo convenció de quedarse en Londres?

Ese era un punto al que no quería llegar. El guardia los miró un instante, pero luego un preso más allá de ellos causó problemas y se adelantó a silenciarlo. Sting se inclinó más a la barras de frío metal y carraspeo.

—No sé a dónde se han ido, han abandonado la mansión Heartfilia... Se llevó a Lucy con él.

Esperaba un arranque de rabia de esos que hacían temer a los sirvientes de Jude. Mavis, en un par de celdas más allá, permanecía pegada al muro todo lo posible, intentando escuchar.

—Eres un imbécil —atinó a decir el hombre mayor, ahora prisionero—, ¿qué tan difícil era darle un jodido golpe en la cabeza y atarlo?

—Iba armado —se defendió, recordando la pistola que vislumbró por los últimos rayos de sol antes que la puerta se cerrase—. Y Lucy me delató, creo que reconoció mi voz... me llamó por mi nombre.

—Esa pequeña zorra inconforme —escupió con desprecio. Sting endureció su expresión. Mavis apretó los labios y siguió escuchando—. Ya estoy harto de sus intentos por apartarse de mí, primero ese maldito hijo de Igneel, y ahora esto. La perra parece tenerle gustos a los escoceses.

—No me parecía que Lucy quisiera irse con él, hasta donde tengo entendido, apenas sucedió nuestro encuentro se la llevó. Los vecinos dicen que casi la metió a rastras al carruaje en compañía de una doncella, y el resto de sus criados no tienen idea de a dónde se la ha llevado.

—Lucy se irá y abrirá las piernas con el primero que sea capaz de alejarla de mí. Pero lo que ella no sabe es que ni siquiera la corona me podrá retener.

—Le exijo que no se refiera a ella de esa forma —le censuró Sting con dureza. Jude sonrió con malicia.

—¿Sigues creyendo que se fijará en ti? Aún después del escándalo que supuso romper su compromiso. Me sorprende que la muy perra no haya intentando quitarse la vida otra vez... debí dejar que se desangrara la primera vez, me hubiera evitado todo esto, maldita sea.

Mavis contuvo su rabia como pudo, despreciando a ese hombre cada vez más, sin terminar de entender qué tenía que ver Sting ahí cuando antes era Jellal quien colaboraba con Jude.

—Pero está viva y estoy seguro de que intentará sacar a la otra perra de aquí. Mantente atento, Sting, estoy seguro de que muy pronto tendremos noticias de ella o del escocés... ese escocés, me resultó algo familiar.

—Tengo entendido que Natsu era su primo.

—No hablo del parecido, que es extraordinario, no. Más bien... esos ojos, y su cicatriz...

—¿A qué se refiere?

—A nada, nada. ¿Has tenido noticias de Jellal?

—No desde que me dejó en claro que ya no le ayudaría, sólo me entregó la nota que Lucy le envió para informarle de que usted y lady Vermillion se hallaban bajo arresto.

Mavis pensó en las palabras de Jude. Tenía miedo de que no fuera verdad, de que el realidad Lucy se olvidara de ella y la dejase a su suerte. Nadie más iría, lo sabía. Pero luego estaba ese parecido del que Jude hablaba. La cicatriz... el color de los ojos... Mavis contuvo un jadeo horrorizado al hacer memoria, fue difícil, pero también parecía tan irreal. En el momento ella no lo advirtió, pero si lo pensaba.

—Oh Dios... —gimió, sintiendo náuseas ante una terrible corazonada.

¿Y si Natsu en realidad no estaba muerto? Parecía una tontería, y le hacía preguntarse cuál sería el motivo de su retraso para volver por ellas y vengarse, pero al mismo tiempo tenía tanto sentido. No explicaba su cabello negro, pero debía haber una manera de ocultarlo, ¿verdad? ¡Una peluca! Mavis recordaría esos ojos jade a donde quiera que fuera, su mirada cargada de odio hacia ella en lo que creyó sus últimos momentos, era irrepetible.

Una palidez fantasmal la embargó al caer en manos de quién se encontraba Lucy. Tenía que salir de ahí, tal vez era una corazonada, o quizás el temor de aquello que por años ocultó, pero la venganza del destino por fin la había alcanzado, y tenía que hacerle frente si quería sobrevivir.

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Continuará...

N/A: Sólo diré que sigo trabajando en los dibujos, pero les daré un pequeño adelanto ewe.

Todavía me debato si hacerlo a mi estilo o en el original, ¿ustedes qué creen?

Nos leemos❤

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