Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

¤¤ Capítulo 33 ¤¤

N/A: Sólo quiero hacer una pequeña aclaración, parece chiste que tenga que hacerla pero prefiero evitar malentendidos. Un tipo de escena que verán en el capítulo (sin spoiler) está escrita según la época o el modo de crianza de aquel entonces. Ya que lo lean entenderán, más eso no significa que apoye ese tipo de actos o quiera hacerlo algo más pasable. No quiero usar la palabra romantizar por mi tipo de escritura, pero creo que sería lo más acertado. Sin más, espero continúen disfrutando de la lectura ♡

¤¤¤¤¤¤♡¤¤¤¤¤¤

—Por favor, permita que me lleve a una de mis doncellas —Lucy odió suplicar. No quería suplicarle al hombre que iba a su lado en el interior del carruaje. Pero ella no se esperaba que tan pronto como la ceremonia terminase, iban a partir. No tenía idea de a dónde, pero tenía que tener al menos a una persona de confianza para mantener el contacto en lo que buscaba como liberar a Mavis—. Mi señor...

—Haré que la traigan —dijo sin opción a réplica. Salamander trataba de ignorarla lo mejor posible. Habían hecho una breve parada en lo que ordenaba a los criados que preparasen todo. Juvia y Erza también irían con él y Gajeel se quedaría un poco más en lo que averiguaba cuándo se llevaría a cabo el juicio. Mientras tanto, tenía que impedir que las garras de Jude se extendieran a él de una u otra forma.

Podría decirse que había sido un golpe de suerte, o una maldita coincidencia. No sabía en qué estaba metida Erza para haber encontrado lo que le llevó, pero era una carta que Lucy le dirigía al vizconde Jellal Fernandes. Por el sello roto supuso que el hombre ya había leído su contenido, y él no pudo resistir a leer el mensaje también. Más confundido acabó una vez lo hizo, eran sólo un par de líneas.

Jude ha sido encarcelado, y Mavis también fue inculpada.

La muy cínica se atrevía incluso a decir en notas escritas por un criado que su prima era inocente. Él no olvidaba el disparo que recibió de esa demonio de baja estatura y pelo rizado. Natsu no entendía qué relación podía tener Lucy con Jellal para haber enviado una nota, ni tenía idea de si hubo respuesta a la misma o no. Como fuese, no iba a preguntarle, sino más bien a mantenerse el doble de atento con ella y a su alrededor.

—Ella no vendrá si un desconocido va y se lo dice, es fiel a mí. Por favor, es sólo una breve parada en mi hogar.

—Su antiguo hogar —La corrigió, notando su desagrado por su verdad—. Además, tendrá doncellas que atiendan sus necesidades allá donde vamos. No se preocupe.

—Doncellas a las que yo no conozco. Se lo ruego, mi señor, permita que me lleve a una de mis doncellas, no le tomará ni diez minutos preparar sus cosas para acompañarme.

Lucy no quería elegir entre ellas, pero si alguien debía acompañarla esa era Virgo, con ella podría buscar qué hacer para liberar a Mavis y a su vez evadir a su marido en lo que aclaraba todo aquel asunto. ¿Quería las tierras? Se las daba con gusto, pero que a ella la dejase en paz. Él no emitió ningún sonido más, y por un momento creyó que la había ignorado por completo. Pero él llamó a su cochero y le indicó sobre una parada en la mansión Heartfilia. Lucy pudo respirar con un poco más de calma al saber que se dirigían a su hogar. Pero fue sólo un alivio momentáneo. Por alguna razón, tenía un presentimiento extraño. Le molestaba el estómago, como si tuviera un enorme vacío. Que él le cumpliera ese pequeño deseo no la tranquilizaba, ni un poco. No podía sacarse de la cabeza que él era el mismo hombre de su alcoba. Su aroma, su presencia, su voz... ahora su voz no parecía arrastrada ni llena de burla, pero ella reconocía algo.

Decidió que era todo el estrés del día anterior, sumado al de ese. Ya debía estar por anochecer, lo sabía porque el frío se hacía un poco más pronunciado, y la boda fue ya por la tarde aún cuando no se esperaban invitados ni una pequeña celebración de ningún tipo. Su matrimonio, como muchos otros, era un arreglo, pero el suyo especialmente era de un interés mayor, y no hacía falta fingir.

Cuando finalmente se detuvieron, Salamander la ayudó a descender. Iba a rechazar su ayuda, pero Lucy no pudo llevar su bastón como siempre acostumbraba para no arruinar su imagen de novia. Ahora podría recogerlo en lo que Virgo hacía su valija. Aceptó la mano del hombre, dando un apretón de sorpresa cuando sintió una pequeña descarga. No dijo nada, y él tampoco lo hizo. Llamó a la puerta una vez, sintiendo la presencia de su nuevo esposo a su espalda.

Nadie abrió. Llamó de nuevo.

Otra vez silencio.

—¿Virgo...? —Lucy empujó la puerta, y está se abrió por si sola para su confusión. Salamander, que observaba la estatua de la sirena en medio de la fuente, advirtió un movimiento en una de las cortinas cercanas a la puerta, y la oscuridad del interior cuando Lucy entró. Tomó su pistola que llevaba oculta en la cintura y siguió a su esposa que había desaparecido en el interior. Miró su sombra dibujada por la escasa luz de la puerta—. Virgo, ¿dónde estás? Te necesito.

—Las luces están apagadas, no parece haber nadie —advirtió Salamander, entrando tras ella con rapidez para detenerla antes de que chocara con una mesilla que contenía un jarrón.

La puerta se cerró tras ellos con un golpe seco, y el sonido de las espadas desenvainando resultó un terrible preludio de una próxima tragedia. Lucy se quedó inmóvil al comprender el ruido. Salmander soltó una impregnación y sacó su arma, pero algo le golpeó en la muñeca y la perdió en la oscuridad luego de que un cuerpo lo arrojara al suelo. Lucy gritó cuando unas manos tiraron de ella para lanzarla lejos del ruido, golpeándose contra el suelo con dureza.

—¡Virgo, Taurus! —llamó desesperada sin entender. Escuchó a su esposo un instante, y luego el grito de un hombre.

Salamander logró quitarse el peso de encima con esfuerzo, pues la muñeca le dolía. No estaba seguro de qué era con lo que le habían pegado. Se puso de pie en un salto para arrancarse la chaqueta y envolverla en su brazo izquierdo para protegerse una vez perdida el arma, entonces retrocedió y sacó su daga del interior de su bota. La breve luz que se transparentaba a través de las cortinas fue suficiente para advertir las dos figuras que le acechaban, y una tercera que había alejado a Lucy del enfrentamiento. Los extraños se abalanzaron hacia él.

—¡Quiero al escocés con vida, inmovilicenlo! —ordenó la voz detrás de Lucy, quien horrorizada comprendió con rapidez lo que ocurría. Ella reconoció su voz. ¡Era Sting!

—¡¿Sting?! ¡Qué estás...! —El susodicho le cubrió la boca con fuerza y la arrojó a un costado para unirse a sus cómplices. Salamander captó eso y se lanzó a por el más cercano. La luz se había esfumado, pero él no tenía ningún aliado en aquella oscuridad, todos eran enemigos—. ¡Mi señor, no lo haga!

Lucy intentó ubicarse, tanteando desesperada para saber su posición. Tocó un escalón, y luego el barandal del mismo. Pero a su lado encontró algo más. Un arma. La sujetó con el mayor cuidado posible de no jalar el gatillo, y oyendo la horrorosa pelea a sus espaldas apuntó en sentido contrario y disparó al vacío, esperando así asustar a Sting y los otros. Intentando salvar con ello la vida de su ahora esposo. Un cristal reventó y escuchó que todo se detenía de golpe. Y pareció funcionar, pues el ruido sordo del metal chocando contra el suelo, y las rápidas pisadas, así como la puerta temblando al ser cerrada con fuerza, le informó que aquello había terminado. Por un instante, no se atrevió a respirar y su mano que empuñaba el arma temblaba.

—¿Mi señor? —llamó, aterrorizada. Temía lo peor. No escuchó nada y las lágrimas se acumularon en sus ojos. No de nuevo. No otra vez, suplicó dentro de sí e intentó controlar su respiración. ¿Él estaría...?—. ¡Virgo, Aries! Por favor, alguien...

—Nadie va a venir, sus amigos han huido luego de creer que he vuelto a coger el arma —susurró Salamander, muy cerca de ella. Lucy, que se había puesto de pie con ayuda del barandal, sintió un alivio que duró sólo unos instantes, y extendió una mano en dirección de su voz. Estaba vivo. Quería sentir alivio, pero lo que realmente sentía era un miedo cuyo origen desconocía—. Sí que lo ha hecho... ¡Suelte esa maldita arma!

Lucy la soltó, asustada por su tono tan visceral. Retrocedió un paso, oyendo su pesada respiración acercarse. Bajó el brazo que buscaba tocarle, apretando el puño contra su pecho.

—Mi señor, ¿se encuentra herido? Debe buscar ayudar, no sé dónde...

—¡Usted si que es una actriz talentosa! —continuó él, arrojando la chaqueta hecha jiras y centrando su mirada en ella. Salamander se adelantó para encender un candelabro en las cercanías y lo llevó consigo hasta Lucy, que lucía pálida—. Ha logrado superar mis expectativas, sí que la he subestimado.

—¿De qué habla? —Lucy no lograba entenderlo. Y dio un grito ahogado cuando su mano se cerró con fuerza sobre su brazo y la arrastró a algún lugar—. ¡Suélteme, me lastima! ¿Qué cree que hace?

—Lo que debí haber hecho antes —aseguró, tirando de ella sin contemplaciones a la puerta más cercana. Entró, parecía ser una pequeña biblioteca. Centró su mirada en el sofá que allí se encontraba y decidió que eso bastaría. Estaba que hervía de rabia. Arrojó a Lucy contra el sillón y la escuchó retener el aire unos segundos en lo que se sintió empujada antes de golpear contra los cojines y quedar semi acostada. Dejó el candelabro en un escritorio cercano y se aproximó a ella. Se posó delante suyo para capturar su atención—. Si usted cree por un maldito minuto que podrá deshacerse de mí de la misma forma en que lo hizo de Natsu, déjeme decirle que se va a dar contra un muro.

—¡Me está asustando, quítese de encima! ¡Déjeme ir!

—Hoy sí que ha metido la pata, Lucy. No pudo esperar ni un día para hacer su treta, pero ¿qué cree? No se salió con la suya, y jamás lo volverá a hacer.

El sentido de sus crudas palabras quedó claro cuando la sujetó por la nuca con un agarre implacable y la obligó a ahogar sus réplicas en sus labios. Lucy buscó enpujarle, pero él subió al sofá junto a ella y la retuvo bajo el peso de su cuerpo, sin parar de besar su boca con furia y una búsqueda incesante de venganza por lo que él creía era una trampa en su contra. Lucy comprendió el objeto de su ira y quiso resolverlo, explicarle que ella no tenía nada que ver, pero él no iba a escucharla.

—No... no es lo que cree... —atinó a decir, retorciéndose con esfuerzo para escapar de su dominio. Intentando evitar lo inevitable. Con el aliento entrecortado ella logró apartar la cabeza un instante y posar los brazos cruzados delante de ella para apartarlo, pero él se los apartó sin dificultad y volvió a capturar su boca, callando sus protestas al tiempo que sus manos empezaban a tocarla. Lucy sintió sus manos en su espalda, donde aferraron los costados a los botones del vestido.

Sus dedos se cerraron sobre la discreta abertura en la espalda y tiró en direcciones contrarias. La tela de su vestido cedió no sin protesta, pero ella sólo pudo oír su propio grito de pánico cuando el frío besó la piel desnuda de su espalda. Luego su piel se erizó cuando él desnudó su torso con furia y brutalidad, arrancando las capas de tela que cubrían su pudor hasta dejar sus senos expuestos a su mirada. Lucy se quedó muda un instante, como si todavía no pudiese procesar lo que le estaba pasando. Cuando lo comprendió se arqueó, intentando sacarlo de encima y empujándolo con todas sus fuerzas. Más no parecía notar sus intentos, pues sólo esquivaba sus empujes y continuaba desnudando su cuerpo. Y cuando finalmente le quitó todo el vestido y la ropa interior, dejándola desnuda en aquel sillón; durante un breve momento de consciencia, Lucy reconoció la ira que conllevaba la culpa que él intentaba echar en ella. No conspiró contra él, ella no planeó eso. Era obvio que él no pensaba creerla. Llevada por un miedo que no estaba dispuesta a reconocer, empujada y alentada por el terror de saberse sola, Lucy no dejó de luchar contra él: lo pateó, lo empujó, le arañó y le lanzó puñetazos hasta que la inmovilizó. Fue cuando sus uñas, curvadas como lo haría un felino, encontraron la piel de su mejilla y se clavaron hasta crear tres surcos sangrantes. Él maldijo algo por la bajo y sujetó un trozo de tela que recogió de su vestido roto. Sujetó sus muñecas a uno de los brazos del sillón, impidiendo que ella pudiera continuar defendiendo su orgullo y su inocencia que él no creía en absoluto.

Salamander vio perdida su peluca durante el forcejeo, y no hizo el más mínimo intento por recuperarla. Le ardía la mejilla que ella había arañado, y para su desgracia era la misma con la cicatriz. Era la última vez que esa maldita mujer le marcaba el rostro. Se incorporó lo suficiente para sostenerse sobre sus rodillas, mirando a Lucy desnuda bajo su cuerpo y notando el ira que fruncia su entrecejo y tensó sus bellas facciones. Porque él no iba negar que era hermosa, así como tampoco iba a negar que ella buscó repetir la historia. Furioso se arrancó la camisa y la arrojó al suelo, y procedió a desnudar el resto de su cuerpo sin quitarle la mirada de encima. La iba a tomar como Natsu, pero no como el Natsu que alguna vez estuvo enamorado de ella y se encontraba dispuesto a dar su vida de ser necesario. Sino como el Natsu que regresó de entre los muertos para atormentarla. Y ella no lo sabría. Lucy no tenía la más mínima idea de que el hombre que estaba por poseerla fue el mismo que creyó matar, el mismo que intentó volver a asesinar. Esa verdad fue un poderoso incentivo para sus deseos y la sujetó contra su cuerpo mientras buscaba sus labios y sus manos se deslizaban por las femeninas formas.

Lucy se envaró cuando los labios del hombre se deslizaron por su barbilla y luego por su cuello, al tiempo que sus manos tomaban sus senos y el pulgar rozaba el temeroso pezón que se contraía ante el intrusivo toque. Ella emitió un gemido de cruda frustración al verse tocada por él sin poder impedirlo, y desesperada tiró de la restricción en sus muñecas, negándose a suplicarle o dejarle las cosas tan fáciles. Pero se vio forzada a contener el aliento cuando su cálida boca se cerró sobre uno de sus senos, en la zona más sensible y sintió las suaves succiones que enviaron una corriente desde el área que succionaba al interior de sus muslos. Comprendió que debió cerrar los muslos demasiado tarde, sintiendo una mano intrusiva en su zona más íntima y privada, explorando la suavidad de su carne oculta.

—No —Exigió, más que suplicar. Su monosílabo cargado de coraje e impotencia. Él no escuchó su orden, pues sus dedos se adentraron en ella y luego buscaron estimular entre sus muslos. Su boca seguía sin dejar sus senos, y Lucy comprendió lo que intentaba hacer al despertar su deseo. Y se odió. Lo odió por ello.

Se apoyó en sus talones y lo empujó desde abajo, intentando tirarlo sin éxito. Él pasó las manos bajo su cuerpo y la tocó del modo más descarado posible, burlándose de su imposibilidad de defenderse al tomarse libertades que ella no le permitía ni por asomo. Siguió tirando del amarre en sus muñecas sin tregua alguna, sintiendo un capullo de tensión en el interior del vientre y la facilidad cada vez más notoria con la que él deslizaba sus dedos entre sus pliegues, ignorando aquel lugar que comenzaba a reaccionar por sus atenciones.

Lucy no quería esa clase de artimañas. Si iba a lastimarla, que lo hiciera de una vez, sin mostrarle como su propio cuerpo la traicionaba o haciéndola sentir una mujer inmoral. Y ella no tuvo duda alguna de que él era el mismo hombre que había entrado en su alcoba para hacerle lo que le hizo. Allí estaba su prueba, en aquel mismo modo en que la tocaba.

Natsu empezó a frotarse contra ella, esta vez sin nada de ropa de por medio, y el deseo mezclado con la sensación de sentir su piel fue un latigazo que le cortó la respiración un instante. Sin detenerse, continuó estimulando sus cuerpos, observando el rostro que Lucy intentaba por todos los medios de mantener sereno. No lo iba a lograr, y lo sabía. Era una inexperta. No tenía ningún control de su cuerpo, y él se lo estaba demostrando. No sabía cómo había pasado del asalto inicial a aquella lucha de voluntades por seducirla para su intrusión. Él también pareció pensar lo mismo, pues su atrevida caricia se detuvo y ella pudo respirar de nuevo.

Pero no por mucho tiempo. Él no podía estirarse junto a ella por lo corto del sillón, por lo que la tomó por las caderas para elevarla a él mientras se colocaba de rodillas entre sus piernas separadas y se posicionaba para la indudable penetración. Lucy cerró los ojos con fuerza al sentir su presencia y saber lo que seguiría. Y llegó, aún cuando ella luchó y se resistió por evitarlo. La única prueba que él tuvo de su sufrimiento fue un agónico suspiro que escapó de su garganta. Natsu soltó un juramento en su lengua materna, atravesando con debilidad la nube de dolor de Lucy, que abrió los ojos sin brillo, inundados de lágrimas y apartó el rostro compungido ante el tenso silencio. Ninguno se movió.

—Admito que esto no lo esperaba... —Murmuró, realmente sorprendido. Encontrar la virginidad intacta de Lucy no era algo para lo que estaba preparado. Pero tampoco existía modo de remediarlo ya—. Es duro cuando uno obtiene lo que merece, pero no de esta forma, Luce. Jamás.

Allí estaba ese acento otra vez. Lucy se llenó de palabras altisonantes e hirientes que pensaba decirle, pero ninguna sílaba salió de sus labios cuando él terminó de adentrarse en ella con un empuje certero. Inhaló hondo, intentando apaciguar el ardor de su interior. Los caóticos pensamientos que solían atormentarla en la oscuridad de la noche no llegaron, y tampoco se atrevió a invocarlos considerando su situación actual. Y ella se preguntó, por un segundo desolador, si había válido la pena perder la vista defendiendo su honor para terminar mancillada en el sillón de su propio hogar. Sí, era su marido, pero Lucy se había prometido jamás casarse si no era por amor. Estar en esa situación era traicionarse a sí misma, a su madre, a los recuerdos de Natsu y su amor por él. Pensar en Natsu, con otro hombre metido entre sus piernas de una manera tan cruda, la volvió tan vulnerable que un sollozo escapó de sus labios antes de lograr reprimirlo. Él se inclinó sobre ella y buscó la mejor posición para minimizar el daño, soltando a su vez sus muñecas atadas. Ella tenía los brazos agotados por el esfuerzo y no se atrevió a moverlos aún cuando estuvieron libres. Sintió los labios del hombre en su rostro una vez más, besando la comisura de sus labios y luego su mejilla húmeda cuando le apartó la cara. No quería sus besos. Él no se rindió, y mientras sus manos tocaban su torso y se deslizaban por la suavidad de sus piernas, su boca creaba un camino de sensaciones por su cuello.

Aunque quería, no podía rechazarlo. Lucy intentó apartarse una última vez, quitando el rostro. Sintió como él le tomaba una de las manos y besaba el interior de la misma. Sin soltarle la mano, él la penetró más profundamente. Lucy se tensó, pero fue sólo un momento, entonces él empujó de vuelta en ella. Y luego otra vez. Y otra vez. Su respiración se sentía cálida al rozar con la mano fría que sostenía, ella sentía frío en esos instantes. Natsu entrelazo sus dedos con los suyos y posó la mano al lado de su cabeza mientras comenzaba a moverse sobre ella, intentando ser lo más cuidadoso posible. Fuera de todo el asunto de su venganza y su traición, jamás quiso hacerle daño de aquella forma. ¿Hasta qué punto habían sido reales los rumores? Que su primera vez fuera sobre un sofá, aterrada sin ver al hombre que la tomaba. Pero él era su esposo, y ese era su derecho. O eso intentaba repetirse para no escuchar el remordimiento que empezaba a hacer mella en él. Y logró acallar las voces, conforme su ritmo de acometida adquiría fuerza y rapidez. Lucy se estremecía debajo suyo, y le tomó unos instantes entender que no era dolor, sino placer, el mismo placer que lo motivaba a continuar a pesar de odiar a esa mujer en alguna parte de su ser.

La nueva experiencia la paralizó y luego la arrolló de una forma que no supo describir. Se vio atrapada, sola y humillada. ¿Qué podía defender ya? Su respiración era entrecortada, más no sólo la suya, sino también la del hombre sobre ella que se apoderaba de su ser y la sometía a sus deseos. Sabía que no la dejaría hasta estar saciado de su rabia, y ella temió que aquello no fuese suficiente. Que una sola vez no bastase. Porque si eso que le estaba ocurriendo, volvía a suceder, entonces no tenía idea de qué haría. ¿Podía negarse siquiera? Era su marido, después de todo. Era algo que ella no podía negarle aunque lo odiara.

El aire no llegaba a sus pulmones con la rapidez suficiente, todo le daba vueltas, pero estaba lejos de perder el conocimiento, lo sabía porque conocía sus síntomas, y aunque en algo se le parecía, la razón por la que perdía el aliento era otra y lo sabía. Cerró los ojos con fuerza y algo del dolor volvió cuando él aferró su cintura y la embistió con más rapidez, Parecía un eco lejano pero se hizo presente y ella se quejó. Sus manos lo apresaron. Se detuvo y se apartó un instante.

—¿La estoy lastimando? —Le preguntó, más afectado de lo que deseaba en realidad. Lucy quería decirle que se tragara su falsa preocupación. Sin embargo, su cuerpo la había traicionado y antes de pensarlo ella negó con la cabeza. Salamander tomó su respuesta para incrementar el ritmo de sus embestidas, y ella ya no pudo ocultar lo que le había costado mantener en silencio, avergonzada de los sonidos que escapaban de sus labios.

No respondió, no podía hacerlo. El placer y el leve ardor se combinaban de una forma tan abrumadora que la asustó y no supo cómo responder a él. ¿Qué tan bajo podía llegar a caer? No necesitó preguntárselo más rato. No quería, no podía aceptarlo. Él tomó su barbilla y besó la piel expuesta bajo la misma sin detenerse en aquel vaivén agotador y placentero. Lucy apretó la mano que él no quería soltarle, y sus muslos se tensaron alrededor de él. Luchó con todas sus fuerzas para impedir lo que estaba por venir, y perdió de una manera apabullante que su disfrute se vio mezclado con la decepción y la tristeza. Echando la cabeza atrás y dejando que su cabellera colgase de los cojines, Lucy tembló bajo su cuerpo, presa del orgasmo inminente que no sabía que podía tener. Él continuó moviéndose un poco más, y sensible como estaba ella sólo pudo quejarse un poco hasta que lo sintió estremecerse y quedarse quieto, escuchando levemente el modo en que retenía la respiración por unos momentos. Luego todo movimiento cesó.

Salamander por fin soltó su mano, y con todo el cuidado del que fue capaz se retiró de ella. Se apartó hasta sentarse a sus pies y se pasó la mano por el rostro. Lucy seguía inmóvil, con los ojos cerrados con fuerza y los labios entre abiertos, buscando controlar su respiración. Él creería que se encontraba mal de no ser por el rubor en sus mejillas y en otras partes de su cuerpo, al menos eso le decía que no estaba pálida por el shock. Pero se equivocaba, ella se llevó las manos al rostro y se lo cubrió con fuerza. Aguardó, más no escuchó ningún indicio del llanto o la histeria que esperaba desatarse luego de semejante situación.

—No estaba en mis planes que esto sucediera. —Al menos eso era una verdad en su red de engaño, se dijo como consuelo. Buscó su ropa con una mirada y procedió a vestirse—. Pero usted, Lucy, ha actuado como una conspiradora inexperta. ¿No pensó por un breve instante lo que le sucedería de ser descubierta? ¿O era tanta su seguridad en tener éxito que no le preocupó?

—¡Yo no he conspirado en nada! —Le gritó, perdiendo la calma que intentaba aparentar. Lucy se incorporó de golpe, retrocediendo lo más posible en el sofá hasta que su espalda tocó el brazo del mismo. Avergonzada y furiosa, intentó deslizar las piernas al suelo y cuando tocó el montón de tela de lo que había sido su vestido, se quedó paralizada y sólo atinó a cubrir sus pechos con sus brazos cruzados sobre el mismo—. Esto que me ha hecho no tiene justificación

—¿Para qué necesito yo una maldita justificación? He tomado lo que me pertenece luego de que ha intentado matarme. Qué trágico hubiera sido todo, ¿no? Un segundo marido muerto apenas terminado los votos.

—¡Si insinúa...!

—¡Yo no insinúo nada! Pero que me cuelguen si no envió una maldita carta anoche a Jellal Fernandes. ¿Esta era la ayuda que buscaba? Apenas oyeron elndisparo han salido con la cola entre las patas y la han dejado conmigo sin pensar en las consecuencias. —La tomó del brazo para atraer su atención, aún cuando ella se hizo un ovillo para que su larga cabellera cubriera gran parte de su desnudez. Ver eso la hizo soltarla, más no menguó su firmeza al decir—: pero la realidad es esta, Lucy. Usted, junto a su prima y el repulsivo de su padre mataron a Natsu, y fingieron que fue un maldito asalto y luego tuvo el descaro de fingir que hubo consumación del matrimonio y producto de ese único encuentro hubo un heredero para quedarse con las tierras. ¿Se me ha escapado algo? Puesto que, por lo que pude comprobar, su matrimonio no se consumó.

Supo que la tenía justo donde quería cuando ella no respondió, y se mantuvo en el más absoluto silencio. Sí, esa era la verdadera Lucy. Más afectado de lo que quería admitir buscó su ropa y se la colocó con bruscos movimientos, ignorando los restos de la virginidad de Lucy que le manchaba la entrepierna cuando se colocó la calzas. Su chaqueta estaba destruida, y tenía el antebrazo con unos cuantos cortes que no resultaban en nada grave.

Si esos idiotas no hubieran pensado que asaltarlo en la oscuridad era lo más sensato, tal vez su situación ahora sería otra. Fueron unos novatos, pero eso lo había salvado de otro crudo destino. Se colocó la camiseta y los zapatos, mirando de reojo la figura de Lucy en un extremo del sillón. Se veía sola, y abrumada. Se miraba realmente afectada. Apartó la vista de ella para dirigirse a las puertas, no sin antes tomar un atizador de la chimenea cuyas brasas aún ardían manteniendo cierta calidez en el lugar, y salió con la guardia alerta en caso de que hubieran decidido volver. Encendió los candelabros más cercanos, verificando que estaba a solas. Hasta que escuchó leves golpes en la lejanía. Escuchó que Lucy le llamaba pero la ignoró y se dirigió al origen de esos golpes. Alguien más llamaba por ayuda, era la voz de una mujer. La identificó como la voz de la doncella que solía estar con Lucy. Se dirigió a lo que parecía ser un sótano, tomando la pistola en el camino y verificando que estuviera cargada en caso de ser otra trampa. Ya no se fiaba, no de ellos.

Con un candelabro en una mano, y la otra con el arma cargada, encontró una puerta con un gran trozo de madera bloqueando cualquier paso. Del otro lado alguien llamaba. Levantó la pesada traba sin muchos problemas y abrió. La doncella, deslumbrada por la llama y sin saber su situación, retrocedió en acto reflejo. Luego se acercó, y en sus ojos pudo reconocer el horror y la sorpresa. Fue cuando reparó en que había olvidado colocarse la peluca.

—¡Usted...! ¡Por el amor de...! ¿Lord Natsu? —Le hizo una señal de silencio, y ella se recompuso un instante, viendo su pinta y descubriendo los pinchazos en sus brazos y unos arañazos en la mejilla—. Milord, ¿se encuentra bien? ¿Dónde está milady? Estaba a punto de encender las luces de la casa cuando alguien me ha empujado en la oscuridad y me retuvieron aquí. Los demás criados se hallan en encargos no tardarán en volver.

—Creo que es la biblioteca, había muchos estantes llenos de libros —musitó. Virgo asintió e intentó pasar. Él no se lo permitió, la doncella le vio con interés—. Virgo, espero que no digas ni una palabra de esto.

—¿Es usted aquel que llaman el primo de Natsu? —Con sus ojos, evaluó la cicatriz que pasaba por su cuello y se detenía en su mejilla. Él asintió y ella le dio una sonrisa tensa—. Entonces no hay nada más que decir, si usted es el marido de mi señora. Ahora comprendo que fue gracias a su intervención que Jude por fin se encuentra tras las rejas. La pregunta es por cuánto.

—Nadie puede saber que estoy vivo.

—¿Por eso usa una peluca? Puedo ayudarle a colocarla de vuelta antes de que el resto de criados lleguen. —A Natsu no le convencía aquella fácil amabilidad, y se le quedó mirando con recelo. La criada lo advirtió y bajó los ojos—. Milord, cuando le creían con vida, fue usted el único que le hizo frente a ese hombre que desea de manera enferma a su propia hija. Yo vi cómo ella le trataba, así que no tengo ningún inconveniente con que esté junto a ella de nuevo.

—No sabe que soy yo.

—Sus razones ha de tener, yo sólo me limito a ayudarla, si me lo permite.

—Necesita ropa —Confiar en la doncella todavía estaba en duda, pero aceptó sus palabras serenas y su rostro inexpresivo por ahora—. Ah, y prepara una valija, nos acompañarás. Si descubro que le dices algo sobre mi identidad, te apartaré de ella, ¿soy claro?

—Como ordene, ¿de cuánto tiempo dispongo? Quisiera preparar a mi señora.

—Hazlo lo más rápido que puedas.

—¿Podrá tomar un baño? —Natsu la miró confundido, y la doncella, como si con sólo verlo supiera algo, se apresuró a aclarar—. Si se trata de un viaje largo, ella necesitará algo que relaje sus músculos para el trayecto.

—De acuerdo.

¤▪︎¤▪︎¤▪︎¤▪︎¤▪︎¤▪︎¤

Lucy levantó los brazos cuando Virgo así se lo pidió para poder pasarle la ropa interior, seguido del vestido. Cuando su señora no tenía planeado asistir a algún evento, no solía usar más que lo necesario para estar en su hogar. Y si debían realizar un largo trayecto, le pareció lo más adecuado. La heredera Heartfilia no había emitido comentario alguno, ni siquiera cuando Virgo la encontró sentada y desnuda en un extremo del sofá, con su vestido roto a sus pies.

—¿Te ha dicho a dónde nos dirigimos? —inquirió Lucy, sintiendo que le abrochaba los botones a la espalda. De pronto no eran las suaves manos de su doncella ajustando su vestido, sino su esposo tirando del mismo para tocar su piel desnuda. El pensamiento la hizo alejarse de forma inconsciente—. Lo siento, me dio un escalofrío.

—La noche es algo fría —Virgo terminó de vestirla y procedió a cepillar su larga cabellera—. No me ha dicho a dónde nos dirigimos, sólo que es un largo trayecto. He empacado mis cosas primordiales.

—No puedo creerlo... tanto que he luchado por años, peleando contra mi padre, incluso perdiendo la vista por ello... para que venga ese hombre y... —Lucy no pudo terminar de decirlo. Todavía sentía en su piel las manos de ese extraño que se hacía llamar su marido, forzándola a sentir. ¿Estaba haciendo un escándalo de ello? No era la primer esposa que forzaban en la cama, ni la última. Eso lo sabía, pero su corazón la atormentaba porque ella había estado dispuesta a entregarse a otra persona. Alguien que ya no estaba—. ¿Qué está haciendo?

—Luego de ayudarme a traer la bañera se ha quedado abajo. Aries está atendiendo sus heridas.

—¿Son graves?

—Son unos rasguños solamente. —Virgo decidió que no podía aplazarlo más, y se aproximó a una bandeja donde tomó una taza de turbio líquido humeante y la ayudó a sostenerlo—. Tenga cuidado de no quemarse.

—¿Qué es esto? —Lucy no había olido nada igual en los tes que Virgo solía prepararle.

—Es para evitar que conciba producto de este encuentro —le explicó, comenzando a trenzar su cabello de manera informal. Al ver la vacilación de Lucy, tocó su hombro—. Princesa, bébalo, sé que están casados, pero no creo que sea el mejor momento. Es usted joven, y su marido también. Cuando su relación se suavice...

Lucy se lo bebió de golpe, haciendo un gran esfuerzo por no demostrar las náuseas que el sabor le provocó.

—Eso nunca sucederá —Afirmó. No le importaba que fuera su maldito derecho, ella no podía concebir ese comportamiento tan salvaje—. No voy a perdonarle esto que me ha hecho. No sé cómo, pero ha interceptado mi carta para el vizconde Fernades... Cree que he planeado éste ataque contra él.

—Princesa, no quiero sonar impertinente... ¿cree que deba examinarla un médico? —Virgo no sabía con exactitud cómo formular la palabra y ser delicada a la vez si quería una respuesta clara. Lucy se quedó callada, aguardando pues sentía que aquello no era toda su pregunta—. Cuando el cuerpo de una mujer no se encuentra lo suficientemente preparado para la intrusión de un hombre, puede llegar a hacerle un poco de daño. Si usted cree preciso, podría hablarle a un médico para que la examine.

Lucy había conversado alguna vez de eso con Mirajane, antes de casarse con Natsu. Sintió su rostro enrojecer. ¿Por qué debía sentirse culpable de que ese patán hiciera lo que quisiera con ella? De haberla forzado al punto de desearlo. Le había dolido, pero también había sentido placer. Y eso era algo que no podía tolerar, haber sentido algo así en manos de alguien que no conocía y le parecía tener odio. Sintió repulsión por sí misma durante un momento, e incómoda se frotó el interior de la muñeca. Recordó su calidad respiración contra el dorso de su mano, y luego...

—Me encuentro lo suficientemente bien para viajar —atinó a decir. Ya no quería más auto compasión. Tenía que ponerse firme y prepararse para cualquier cosa por venir. Tenía que sacar a Mavis y Jude, y a su vez desviar la sospechas de ese hombre para con ella.

No tenía idea de cómo iba a lograrlo, pero sabía que no podía quedarse sentada a esperar que la mano del destino fuera indulgente con ella. Ya no más.

Salamander, a las afueras de la habitación, mantenía una expresión pensativa luego de escuchar su breve conversación. Realmente no podía sacar nada valioso de ahí, aunque sus palabras lo habían dejado pensando. ¿Que ella no le perdonaría? No era algo que fuera a impedirle dormir pr las noches. ¿Y qué era esa dichosa bebida? No sé atrevio a irrumpir en la habitación, no era nada en especial, pero quería evitar a Lucy al menos esa noche. Se retiró con el mismo sigilo con el que se acercó, escuchando todavía algunos murmullos por parte de las dos mujeres.

¤¤¤¤¤¤♡¤¤¤¤¤¤


N/A2: Yo de nuevo, aprovecho este apartado para decirles que próximamente subiré unos sencillos dibujos sobre la historia, quizás solo de los personajes o alguna escena en particular. Pero necesito motivación, así que si gustamos pueden decirme alguna escena en particular que les haya gustado para yo hacerla y ponerla en alguna de las próximas actualizaciones. Aclaro que no será la gran cosa, quizás un bosquejo o tal vez sólo sea el dibujo sin colorear. Más adelante si planeo hacerlo más detallado.

Y otra cosa, ¿quieren que les muestre las canciones con las que me inspiro al escribir la historia? Tengo una mini lista que me gusta oír mientras escribo el siguiente capítulo, si gustan también pueden dejarme canciones que crean que vaya bien con ella. Esto lo comento porque ya me han dejado un par de canciones, y las he agregado porque para mi es imposible no relacionarla con la trama ♡ me emociona que se tomen el tiempo para compartir su opinión.

Lo último ha agregar (ya sé que esto se hizo largo) es que ahora sí trataré de fijar un día para las actualizaciones de esta historia, o cierto período, ¿qué les parece?

Sin nada más que decir, nos leemos ♡

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro