¤¤ Capítulo 30 ¤¤
N/A: En cuanto me desocupe de mis deberes respondo los comentarios y los del anterior cap ♡ disfruten la lectura.
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Zeref se incorporó en la cama, apoyando su espalda en los almohadones contra el cabecero y miró a la joven que descansaba a su lado. Su rubia y rizada cabellera se encontraba esparcida sobre su cabeza y a un costado de su delgado cuerpo, algunos rizos caían sobre su rostro tranquilo, y otro rizo más caía sobre sus labios. Apartó el rizo de ellos, observando en silencio a la mujer. Su atención se dirigió a las largas y delgadas marcas que una fusta dejó grabadas en la piel de su espalda. La ira era un sentimiento que pocas veces había sentido, pero últimamente era el que más abundaba en su ser.
Todavía le costaba entender cómo era posible que Mavis se siguiera negando a casarse con él. Después de todo, si alguien llegase a enterarse de su relación, sería un escándalo y ella no tendría más remedio que hacerlo quisiera o no, para salvar su nombre. Pero el problema era que no quería, y él se estaba cansando de insistir. ¿Por qué la tenía tan complicada con las mujeres? Miró una vez más las marcas en el cuerpo de la joven Vermillion, preguntándose cuánto tiempo había tardado en recuperarse de las cicatrices más grandes y notorias. Preguntándose cómo podía él seguir allí sin hacer nada e ir a partirle la cara a Jude Heartfilia por ser tan salvaje y golpear a Mavis de aquella manera en un pasado. Mavis no se lo había dicho, pero mientras tenía su compromiso con Lucy, y aún después de la llegada de Natsu, Zeref advirtió las señales. Y no hizo nada. Ahora no quería que eso fuera así.
—¿Qué hora es...? —inquirió ella con la voz adormilada, sin abrir sus ojos todavía. Zeref se giró a ella y depósito un beso en su nuca. Mavis se estremeció—. Mm...
—Son casi las cuatro, ¿por qué?
—Lucy no vuelve de con las Strauss hasta las siete —Murmuró sin abrir los ojos. Zeref siguió depositando besos en su cuello, y luego en sus hombros desnudos surcados de pecas. Ella tembló bajo su cuerpo y dio un largo suspiro de gusto—. Tengo que pasar por ella para entonces.
—¿Ah sí? Últimamente ha estado muy cercana a ellas.
—Las Strauss siempre nos han invitado a su club de damas, pero tío Jude no nos dejaba relacionarnos con ella porque cree que son... vulgares. Él no sabe, cree que estamos con Levy.
—¿Dónde se supone que estás tú si Lucy se halla con las Strauss? —Inquirió, excitado por ver su respuesta a sus caricias y deseoso de tenerla una vez más. Eran pocos sus encuentros, más aún debido a sus largas ausencias, pero Zeref no soportaba la idea de marcharse sin antes haber compartido un momento con ella.
No había sido su intención tener aquella relación con Mavis Vermillion. Ni mucho menos tomar su virginidad antes incluso de tener un compromiso, pero las cosas sucedieron. Su honor había intentado reparar su accionar, proponiendo matrimonio a la mujer, quien se negó en rotundo sin ninguna explicación. Se suponía que ese desliz sólo quedaría en ello, en una búsqueda de consuelo ante la pérdida de su hermano y el intento de suicidio de Lucy. Pero ambos sabían que no era sólo eso, y ninguno se atrevía a profundizar en la razón verdadera.
Zeref se posó sobre Mavis, quien se dio la vuelta para acogerle y le besó en los labios. Ninguno se atrevía a profundizar en los sentimientos del otro por varias razones, pero las principales estaban en la superficie. Ella creía que era un reemplazo de Lucy, que Zeref veía en ella a la mujer que no pudo tener. Y lo aceptaba, porque estaba enamorada de ese hombre desde antes de que fuera prometido a su querida Lucy. El hombre llenó su cuerpo de besos y caricias, escuchando su suspirar y su disfrute, satisfecho de su reacción.
Él creía que para Mavis sólo era una manera de descargar toda su ira, toda su frustración y desaparecer la tristeza. Sino, ¿por qué otra razón ella le rechazaba de aquella forma? No lo entendía, y por más que le preguntaba no obtenía respuesta. Ella no le respondía, no era sincera. Algo escondía. Y no sabía que era lo que la tenía atada para no irse con él. Ya le había dicho que su trabajo en el gobierno podía concluir cuando él quisiera, pues se había ganado sus méritos. Sin embargo, seguía sin ser suficiente.
No era suficiente para ella.
Se posó entre sus muslos, encontrando que su cuerpo estaba listo para recibirlo y se guió en su interior. Mavis gimió su nombre, y él disfrutó cada instante de su dulce prisión. La Vermillion disfrutó de su posesión, encontrando placer en aquello que siempre temió. Sujetó el rostro del hombre, encontrando sus labios al tiempo que sus embestidas se volvían más profundas e intensas. Se abrazó a él como si la vida se le fuera en ello, y así lo sentía cada vez que él se iba de Londres. Temía que a la siguiente vez que volviera, ya no fuera más en busca. Y ella lo temía y lo entendía a partes iguales. Por eso no le quedaba más que disfrutar de aquellos breves encuentros en sus tiempos, y rezar por no tener consecuencias de ello.
Un rato después, ella yacía enrojecida por la pasión y sudorosa, intentando controlar su respiración y mirando en silencio mientras él se ponía los pantalones de vuelta y se colocaba la camisa sin abrocharla. Notó su mirada sobre ella, y enrojeció sin poder evitarlo. Era ridículo si consideraba la intimidad que compartían, pero inevitable, pues sabía que sus marcas quedaban a la vista y lo último que creía era que sentiría repulsión al verlas. Él parecía no notarlas, o fingía que no estaban ya que no le había dicho nada luego de que ella explicó su origen.
—¿Todavía no has sabido nada? —Se atrevió a preguntar ella luego de un extenso silencio en el que él sólo se abrochaba las botas.
—No, nadie vio nada. Y Lucy dice que no es capaz de identificar su acento. Sin eso, no tenemos mucho con qué trabajar —Zeref peinó sus cabellos hacia atrás y la miró con impotencia—. Lo lamento, Mavis. Hago todo lo que está en mis manos.
—Tío Jude está furioso. Debí entrar en su cuarto, debí notar que algo iba mal desde el momento en que la oí despierta. El té que bebe no es muy fuerte, pero la ayuda a relajarse y dormir.
—Considero que deberían dejar de drogarla para que duerma, ¿qué tal si está no es la primera vez?
—Ese es mi miedo —admitió Mavis, recordando las dos últimas semanas en que Lucy dormía en su alcoba, aterrada de volver a pasar por lo mismo. Jude había contratado un par de guardias extra, y la vigilancia de Taurus y Capricornio era exclusiva para ella—. Pero también temo que por no poder dormir ella vuelva a...
—Tranquila, comprendo tu miedo... —Zeref se sentó en la cama y la abrazó contra su cuerpo, recordando aquello. Fue un tiempo muy difícil, él mismo había perdido contacto con muchas cosas, intentando en vano superar la pérdida junto a su padre. Igneel nunca se recompuso, y rara vez era visto en eventos sociales o incluso en el Parlamento—. Vamos a encontrarlo, Mavis. No importa cómo.
—Zeref... aún no te lo he dicho todo —Susurró ella antes de detenerse a pensarlo. No quería hacerlo, porque revelar la verdad significa perderlo, pero podía revelar un poco, o esconder la mayoría—. Esa persona en el cuarto de Lucy... nos conoce.
—¿Por qué lo dices?
—Porque él forzó su silencio diciéndole que yo también estaba en su misma situación.
—¡¿Había alguien en tu habitación?! —Zeref la miró en busca de un indicio, horrorizado por la idea de que Mavis hubiera sido atacada también.
—¡No! Yo no podía dormir, por eso pude escucharla murmurando y cuando empezó a sollozar. También dice que parecía tener rencor contra tío Jude.
—¿Eso es todo? —Inquirió él, sabía que había algo más, pero ellas no se lo dirían. Y era un avance que Mavis le revelara aquello.
—Eh... sí... Lucy no sabe nada más... No reconoció su voz. —Mavis comenzó a buscar sus ropas, evitando por completo la mirada de Zeref e ignorando su propia desnudez con el pensamiento que había vuelto a su mente—. La madre de Sting ha dicho que quiere romper el compromiso.
—¿Qué? ¿Con Lucy? Queda menos de un mes para la bo... Oh, Mavis... —Zeref se acercó a ella al verla romperse delante suyo, dándole la espalda para que no la viera llorar. La abrazó una vez más contra su pecho, frotando su espalda y besando su coronilla con cariño—. Cariño mío, esto pasará.
—La van a repudiar, y no volverán a dirigirle la palabra siquiera —Se lamentó entre lágrimas, tallando sus ojos y mejillas con fuerza para apartarlas, pero volvían para nublar su vista—. ¿No tuvo suficiente con perder su vista? Perdió al hombre que amaba a manos de bandidos... y ahora esto. Dios, ¿por qué?
—¿Es definitivo? —Zeref pensó en su hermano muerto. Quizás no había pronunciado su nombre, pero él vio cuán enamorado estaba Natsu de Lucy y viceversa. De haber vivido, supuso que habrían sido muy felices.
De haber vivido... aquello no estaría pasando.
—Sí, vino un día después a nuestro hogar luego de escuchar los rumores. Vino a confirmarlo, y trajo consigo a una matrona para que revisara a Lucy, ¿puedes creerlo? La he echado.
—¿Y qué dice Sting sobre ello? ¿No se ha pronunciado?
—El muy cobarde no se ha atrevido a venir a verla, siempre supe que era un bueno para nada —Mavis talló sus ojos una vez más. Zeref le pasó un pañuelo que ella usó para secar su rostro. Su expresión de ausente emoción sólo duró unos segundos, antes de volver a romperse en sus brazos—. ¿Qué va a ser de ella? ¿De nosotras luego de esto?
—Mavis, te lo vuelvo a pedir. Cásate conmigo.
—¿Quieres dejar de bromear? —Mavis se zafó de sus brazos y recogió el resto de su ropa con ira. Zeref también se puso de pie y buscó su mirada incrédulo.
—¿Bromear? ¿Te parece esto una broma? Cásate conmigo, Mavis. Lucy puede vivir en nuestro hogar si así lo deseas, ella estará contigo y ninguna estará sola cuando salga por cuestiones de trabajo.
—No voy a casarme contigo.
—¡¿Por qué no?! —Él no podía entenderlo. ¿No era lo suficientemente bueno?
—No voy a discutir esto de nuevo, Zeref. Ya es tarde, tengo que irme, ¿podrías... ayudarme a atarlo? —Mavis le dio la espalda e hizo su cabellera a un lado para revelar las cintas sueltas en su espalda. Zeref se acercó sin decirle nada y comenzó a atar los nudos pertinentes, dejándolos quizás un poco más ajustados de lo que ella acostumbraba, pero Mavis no le diría nada al ver su humor actual. Cuando acabó ella quiso besarle, pero él se apartó y terminó de arreglar su vestimenta. Mavis no tuvo de otra que arreglar su cabello lo mejor posible con sólo sus horquillas—. Zeref...
—Sube al carruaje, te voy a aproximar con las Strauss —Fue toda su indicación. Mavis comprendió que estaba encajando el rechazo como mejor podía, sin descargar su ira en ella o ignorando sus llamados del todo.
—Zeref, por favor...
—No voy a repetirlo, Mavis. Entiendo tus deseos, y los acepto. Pero entiende tú mi temperamento y ya no me digas nada más.
Mavis no le dijo nada más.
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Lucy sintió el fino pincel terminar de pasar por sus labios, y cuando así fue Lisanna le indicó que debía frotarlos suavemente para que el color se esperciera bien. Lo hizo por inercia, sin prestar verdadera atención a lo que le decían. Lissana fue consciente de ello y le apretó las mejillas con cariño mientras le colocaba un poco de polvo para ocultar sus pronunciadas ojeras. Esa noche cantaría para el cumpleaños de Levy McGarden. Mavis llegaría hasta ella pronto y de ahí partirán a la mansión de los McGarden.
Recordó aquellos tiempos en los que sólo cantaba para ella. Para ella y Mavis. Para ella y Natsu. Natsu decía que le encantaba oírla cantar, y cuántas veces no la sorprendió delante del piano, cantando, danzando para sí misma. Y compartía aquellos momentos. Lucy recordó los besos que intercambiaron, los robados. Natsu nunca se cansó de decirle cuánto la amaba, y de demostrarlo. Su querido Natsu, que llevaba muerto más de cuatro años ya.
—Lucy, cariño, se te ha corrido el rímel —le informó Lisanna, tomando un pañuelo para quitar el maquillaje que se había esparcido de sus ojos por sus lágrimas. No era bien visto que usaran tanto maquillaje, pero nunca venía mal una pequeña mano que éste brindaba, en especial si era para esconder los sufrimientos de una dama—. Pero no te preocupes, lo retocaré en un instante y estarás como nueva.
—¿Puedes darme un momento? —Le pidió, alejando su rostro de sus manos. ¿Por qué ahora? ¿Por qué los recuerdos la atormentaban ahora? Ella lo sabía, más no quería aceptarlo. ¿Cómo iba a aceptar lo que su cuerpo había sentido aquella noche que un completo extraño irrumpió en su cuarto cuando dormía? ¿Cómo dormía después de eso?
El horror, la impotencia, el inesperado cosquilleo y la humillación que le siguieron. Esas caricias habían apartado de su mente las que compartió con Natsu, e incluso aquel hombre se atrevió a más, tocándole donde nadie la había tocado antes y provocando aquel maldito deseo que la avergonzaba y la hacía sentir una inmoral. Ni siquiera el miedo había bastado para que no reaccionara. Y eso era algo que jamás iba a perdonarse, haber sentido aquella pizca de placer con un completo extraño.
—Lucy, ¿es eso de nuevo? —Mirajane se acercó a ella. La mayor de los Strauss lo sabía, Lucy se lo contó entre lágrimas, odiándose y odiando a aquel hombre que la forzó a sentir bajo su cuerpo.
—Sí, no me lo puedo sacar de la cabeza... ¿qué clase de mujerzuela soy?
—Esto no es tu culpa, obviamente el mal nacido sabía lo que hacía, y lo hizo con ese preciso propósito. Querida, tú no eres culpable de nada, ni debes aborrecer tu cuerpo o lo que eres por semejante bajeza.
Había una cosa que Lucy se guardaba, y algo de lo que no cayó en cuenta hasta días después. No lo decía porque sabía que la mente era poderosa, y su propia mente trataba de hacerle el trago menos amargo, o de eso quería convencerse. Pero su sueño comenzó con Natsu, y cada vez que recordaba ese desafortunado suceso en su alcoba, sentía su presencia sobre ella. No eran sus manos gentiles, ni sus suaves besos. Era aquel guerrero herido que quería desquitarse con ella, hacerle pagar por sus pecados y la torturaba de esa manera. Sabía que era una locura, se persuadió de que si se lo decía a alguien la creerían una loca. Además, su querido Natsu nunca la había lastimado. Jamás intencionalmente.
Lucy cerró los ojos, recordando a Natsu y sus labios que recorrían su cuello com suavidad, despertando todas sus terminaciones y dejándola a la expectativa. Pero ahora esos recuerdos se veían manchados por otros, de aquel hombre que mordió su piel y dejó su marca en ella, que la besó con furia y la sometió bajo su peso. Lucy negó y quiso llorar de nuevo, pero se contuvo y sólo clavó sus uñas en sus brazos, quería borrar todo pensamiento, todo recuerdo, cualquier cosa que la torturaba de esa manera.
—Lucy, te prepararé un té, podrás relajarte hasta que necesites cantar —Lisanna se apresuró a hacerlo. Mirajane no se apartó de Lucy ni soltó su mano, dándole consuelo con su cercanía.
—Gracias... lo necesito.
Cuando la fiesta comenzó, Lucy no se apareció. Mavis iba y venía con las Strauss, las tres damas conversando y bailando. Lucy no quería bailar, no se sentía segura con nadie del sexo opuesto y ellas lo entendían. Menos con el hecho de que Sting y ella habían roto su compromiso sin dar explicaciones; para todos era evidente el motivo. Lucy Heartfilia volvía a ser el tema de interés, el foco de atención y no precisamente por su bella voz. La heredera desafortunada, o la eterna novia. Así se atrevían algunos a llamarla a sus espaldas.
Zeref llegó cuando el ambiente estaba un poco más animado, y aunque Mavis quiso bailar con él toda la noche, sabía que no estaba de humor luego de un rechazo más de su parte, y si bailaban dos piezas seguidas podrían darle de qué hablar a los demás, algo que no tenían ganas de tolerar. Por lo que sólo lo veía por el rabillo, danzando con cuánta jovencita le empujaran o tantas viudas se colgaran de su brazo. No venía sólo, pues Salamander Dreyar le acompañaba.
Mavis se encontró con la mirada jade del hombre, el aspecto de sus ojos sombríos erizaban los vellos de su nuca, y más de una vez buscaba para ver si la estaba observando. No era así, aunque la sensación persistía cuando se volvía a dar la vuelta. Decidió que era momento de acompañar a Lucy al centro del escenario, informándole que la fiesta estaba siendo agradable para motivarla a salir. Lucy aceptó cuando fue el momento de su acto. Le pagaban por ello, y ese dinero Lucy lo guardaba. El objetivo era un secreto que ni siquiera Mavis conocía. Su padre creía que era gratis, y ella así lo había querido, pero insistían en darle una pequeña cantidad por su voz.
En su mundo sin visión, Lucy tenía los otros sentidos alertas, y el cosquilleo de sentirse observada era común, así como los murmullos mal disimulados con su caminar. No obstante, la mano de Mavis era tranquilizadora, a pesar del ligero temblor que siempre mostraba cuando algo le parecía desagradable, como la atención del resto en ese momento. La ayudó a subir al escenario. Lucy no necesitaba presentarse, sólo dedicó unas cuantas palabras de felicitaciones a Levy que gritó emocionada, olvidando los protocolos de su actitud, haciendo sonreír a Lucy por su ánimo. De pronto escuchó a Lissana y luego a Mirajane, la voz de Zeref se alzó desde un lugar del gran salón.
Las lágrimas afloraron y luchó por no dejarlas caer. Tomó el micrófono con delicadeza y se aclaró la garganta.
—Muchas gracias por su ánimo, sólo que en esta ocasión quisiera cantar algo que yo misma escribí. Espero y a la festejada no le moleste, después de esto cantaré todo lo que ella quiera.
La música comenzó a sonar. Gray Fullbuster era quien se encontraba en el piano, y sus hábiles dedos comenzaron a tocar las teclas para hacer nacer bellas notas. Lucy lo había interceptado antes para decirle cuál sería esa canción, y él se encargó de hablar con el resto.
—Le aseguro que oirá cantar a un ángel —Le susurró Zeref a Salamander, quien se hallaba a su lado. El Dreyar fijó sus ojos en Lucy, que con aquel vestido oscuro que dejaba a la vista sus hombros creaba una imagen que debía admitir, resultaba atractiva. ¿Dónde estaban todos aquellos vestidos de cuello largo y largas mangas? El que ahora portaba tenía un ligero escote, pero que su generoso pecho lucía orgulloso—. Su voz es maravillosa.
Lucy comenzó a cantar.
I'm so tired of being here
Suppressed by all my childish fears
And if you have to leave
I wish that you would just leave
'Cause your presence still lingers here
And it won't leave me alone
Salamander vio que algunos invitados intercambiaban miradas curiosas mientras oían aquello. Aquel canto de ángel herido estremeció los corazones de los presentes, y para todos fue obvio que tenía un significado. Mavis se llevó las manos a los labios, porque sabía que Lucy había escrito esa canción para alguien. Todos allí lo sabían.
These wounds won't seem to heal, this pain is just too real
There's just too much that time cannot erase
Zeref se bebió una copa de golpe, tocado por las palabras y el sentimiento con el que los transmitía. De pronto el aire festivo se esfumó. Todos le veían con tristeza, como si pudieran comprender el dolor que la mujer llevaba consigo. Porque todos creían conocer su historia, y por creer conocerla se veían capaces de señalarla.
When you cried, I'd wipe away all of your tears
When you'd scream, I'd fight away all of your fears
And I held your hand through all of these years
But you still have all of me
El modo en que las teclas del piano se mezclaban con el violín, y estos a su vez, con la voz de la mujer, era un bello recordatorio de que las personas eran capaces de crear cosas hermosas, así como de destruirlas sin contemplación. Para Natsu, Lucy llevaba una máscara de mártir que sólo se afianzó más a su rostro con aquel espectáculo.
You used to captivate me by your resonating light
Now, I'm bound by the life you left behind
Your face it haunts my once pleasant dreams
Your voice it chased away all the sanity in me
These wounds won't seem to heal, this pain is just too real
There's just too much that time cannot erase
—La ha escrito para su marido muerto —Afirmó sin delicadeza una joven que se encontraba delante de ellos. Zeref la miró con dolor, Salamander con rabia—. Pobrecita, le está cantando. ¿No es eso romántico? Le ama aún después de muerto.
La joven que se hallaba a su lado asintió efusiva, limpiando con un pañuelo sus ojos que de pronto parecían llenarse de agua.
When you cried, I'd wipe away all of your tears
When you'd scream, I'd fight away all of your fears
And I held your hand through all of these years
But you still have all of me
I've tried so hard to tell myself that you're gone
But though you're still with me, I've been alone all along
El modo en que su voz se hizo eco con aquella última palabra de tan doloroso verso fue magnífico, por no decir demoledor, porque tocó a cada uno de los presentes, abriéndose paso entre sus tontas creencias de ella y haciéndoles reflejarse en sus ojos que no llegaba a verlos. Y esas palabras llegaron hasta Natsu, que observaba con una maraña de sentimientos encontrados el rostro de Lucy que parecía expresar aquello que cantaba. Por un instante, pareció que ella de verdad lo sentía.
Más no era ya aquel muchacho enamorado, y podía ver la verdad de su actuación. Porque eso era, una maravillosa actuación.
When you cried, I'd wipe away all of your tears
When you'd scream, I'd fight away all of your fears
And I held your hand through all of these years
You still have all of me, me, me...
Lucy se detuvo, inhaló con fuerza y luego hizo una pequeña reverencia. Necesitaba tomarse un descanso, pues no había terminado tan entera como lo pensó. Era la primera vez que la cantaba en público, pues sólo había sido un escape de su dolor cuando perdió a Natsu, cuando estuvo en el psiquiátrico, recibiendo descargas que buscaban arreglar aquello que estaba mal en ella. Tembló sin poder evitarlo y se dio la vuelta para irse, chocando con el piano. No tenía su bastón, pues decían que le restaba belleza a su imagen sobre el escenario. Y fue Gray quien se apresuró a auxiliarla.
—Andando, lo ha hecho muy bien, Lucy, los ha cautivado a todos. —La felicitó, ayudándola a bajar hasta que Mavis llegó a su lado y le dio su bastón-. Estaré encantado de seguir tocando justo a usted una vez se refresque.
—Muchas gracias, milord —Lucy le agradeció de verdad, pues sentía que las piernas le temblaban y el rostro lo tenía rojo.
—Gray —le recordó él con suavidad, besando su mano para retirarse y tocar una alegre melodía, intentando apartar la conmoción del público.
—Lucy, eso fue hermoso —admitió Mavis—. ¿Cómo te sientes? Ha sido una canción bellísima, me siento...
—Necesito sentarme un momento —admitió lucy, cortando su emoción. Mavis vio que parecía agitada y decidió que debía llevarla a la biblioteca. Levy se interpuso, emocionada por la canción y se dirigió a ambas.
—Yo la llevaré para que se tranquilice, en mi habitación estará mejor. Mavis, puedes quedarte aquí y disfrutar del baile.
—Yo no sé... —titubeó Mavis insegura. Zeref no se había acercado a ella en toda la velada, pero entendió que Levy también era amiga de Lucy y siempre estaba entre ellas.
—Estaré bien, Mavis, disfruta el baile —la alentó Lucy con cariño. Mavis aceptó y tanto la Heartfilia como la McGarden partieron escaleras arriba—. Lo lamento, Levy, supongo que mi canción fue un poco deprimente para tu noche.
—¿De qué tonterías hablas? Es la canción más hermosa que he escuchado de ti, con tanto sentimiento... Ya, dímelo, la escribiste para Natsu, ¿no es así?
—¿Tan obvio fue?
—Todos están conmocionados, querida. Yo misma siento los nervios a flor de piel luego de semejante canto de ángel. —Levy soltó un suspiro de adolescente enamorada, entonces carraspeó y la guió a un cuarto donde la ayudó a tomar asiento—. Lo siento, te hablo de amor como si... Perdóname, Lucy. ¿Le extrañas?
—Mucho —Fue todo lo que atinó a decir. Levy la abrazó con cariño y besó su coronilla. Lucy aferró su mano, sintiendo un calor que ella ya no portaba—. Cantarle ha sido para recordarle, lo extraño mucho.
—Oh, querida... el amor volverá, ya lo verás. Ese vacío que sientes, sanará.
—Por favor, no insistas con eso —Lucy ya había tenido esa conversación con Levy un par de veces. Su pequeña amiga no sabía ser muy discreta o prudente en esa clase de temas—. Me encuentro mejor, gracias.
—Deberías darte la oportunidad, Lucy. Olvida a Eucliffe... ese cobarde —Levy había oído los rumores de lo ocurrido a Lucy mientras dormía. Se estremeció, no era algo en lo que profundizar, podría atormentarla—. Yo estoy saliendo con alguien. Mis padres no lo saben, no lo aprobarían.
—Oh, oh, ¿quién es el afortunado? —Lucy tomó sus manos. Levy rió como una chiquilla y se sentó a su lado, llevándose las manos al pecho—. ¿Por qué tus padres no lo aceptarían?
—Dejando de lado que no es inglés, viene en compañía de Salamander Dreyar, el primo de tu marido —Levy pensó en el moreno de larta coleta azabache y se quedó pasmada al recordar sus ojos de color escarlata.
—Levy... —Lucy estaba sorprendida, de todos los pretendientes posibles, ¿precisamente uno de ellos? Aunque no lo conocía, sí sabía los estrictos que podían llegar a ser los padres de Levy, y estos no esperaban nada menos que un respetable matrimonio y que diera provecho a su nombre—. Levy, yo...
—¡Oh por...! Ya casi son las once. Lucy, debes hacerme un favor. Tú ya te has casado... por lo que no es mal visto que estés sin tu dama de compañía o en presencia de una doncella. —Levy tomó sus manos con entusiasmo y tiró de ella para ponerla en pie—. Él quiere verme un momento para darme un obsequio, y me gustaría estar un poco a solas con él. ¿Podrías acompañarme al jardín? Serán unos minutos, Lucy, lo prometo. Únicamente quiero ese breve encuentro.
—Levy, espera, hay ciertas cosas que... —Lucy no podía pasar por algo la sutil frase que entre líneas hacia referencia a su castidad. Jamás se lo había dicho a nadie, ni siquiera a Mavis, pero aún con aquello que había hecho con Natsu en la intimidad de su alcoba, con su himen intacto como se demandaba para ellas antes del matrimonio, ella seguía siendo virgen—. Si te descubren...
—No tardaré mucho, por favor Lucy... Creo que le agrado de la misma forma, te lo pido, sólo será en esta ocasión.
Lucy se mordió el interior de la mejilla, pensando en qué hacer lo más rápido posible, pues la impaciencia de la cumpleañera era evidente. Finalmente asintió, nada le aseguraba que si ella no la acompañaba no fuera sola. Al menos así podría evitar el escándalo que se haría de descubrirse aquel encuentro secreto. Levy dio un pequeño grito de emoción y con rapidez tiró de ella al patio trasero. Lucy supo que estaban en el cuando el aire se hizo más helado y la música se fue alejando. Sus zapatos sintieron la evidente diferencia entre el suelo pulido, las escaleras de cemento y luego la hierba recortada bajo su suave calzado. No recordaba cuán grande era el patio de los McGarden hasta que Levy le indicó que debían entrar al laberinto.
—¿Laberinto? —Lucy quería estar segura de haber escuchado bien.
—No temas, es para evitar a los inoportunos que a veces salen. Ven, hay un banco donde puedes tomar asiento y descansar mientras tanto. —Como prueba de ello la ayudó a sentarse—. Volveré enseguida. Muchas gracias por esto, Lucy. Te debo un gran favor. Quizás pueda presentarte a uno de sus amigos.
—Levy... —le riñó con un tono incrédulo por su ofrecimiento. La joven rió antes de marcharse corriendo. Lucy supo que estaba sola cuando dejó de oír sus pisadas y el suave fru fru de sus faldas. Apoyó su bastón delante de ella y procedió a quitarse los guantes. Por los nervios le habían sudado las manos y la sensación era incómoda.
Se había quitado uno de estos cuando escuchó una rama crujir cerca suyo. Alguien se acercaba. Lucy se incorporó, prestando atención. No escuchó nada.
—¿Levy? ¿Eres tú? —Lucy se rascó el interior de la muñeca en un gesto nervioso. No obtuvo respuesta—. Levy, no me gustan esta clase de bromas y lo sabes, así que no te atrevas, no estoy de humor.
—Yo sólo venía a preguntarle por qué estaba tan sola en plena noche —musitó una voz, justo detrás de ella. Lucy se giró de golpe, intentando advertir de quién se trataba—. ¿No estará esperando a alguien?
—¿Quién es? —El pánico se apoderó de ella al no reconocer su voz.
—Soy Salamander, ¿ya no me recuerda? —Lucy no supo si aquello la tranquilizaba o la aterraba más.
—Mi señor, nuestra presentación fue muy breve —La Heartfilia se obligó a apartar aquella extraña sensación que le impedía sentirse del todo tranquila. Lo sintió acercarse a su lado—. Por no decir que nula, no puedo reconocer su voz con eso.
—Entiendo... Natsu me habló de su condición, espero no le moleste. —Lucy no le respondió. Él vio su seria expresión—. ¿La he ofendido? No es mi intención, y seguro que no fue la suya tampoco. Más bien era una advertencia para comportarnos cuando tuvieramos el placer de... ser presentados.
—Mi marido nunca me habló de usted —atinó a decir Lucy. Natsu sí le habló de su familia. De la madre que lo trajo al mundo y que él hubo de separarse cuando era aún un niño. Le habló del abuelo que fue como un padre que le enseñó aquello que consideró necesitaría para ser un buen hombre. Le contaba sobre la pequeña Wendy, la dulce niña que vivía en el castillo y cuidaba de los jardines, ignorante del terrible final que le pudo haber aguardado si los traficantes de esclavos la hubieran conseguido. Le habló de todos aquellos que formaron parte de su vida, y Lucy podía recordar com exactitud su voz emocionada y a su vez divertida por las experiencias. Más nunca nombró a un segundo primo además de Laxus—. Nunca mencionó nada de usted.
—Natsu no solía hablar mucho de mí —musitó. Se sentía raro hablar en tercera persona, pero a su vez era como ver la faceta más destructiva de su juventud, poco después de perder a su madre y la razón por la que su abuelo lo reunió con su padre, en un desesperado intento por enderezar su camino—. No nos llevábamos del todo bien, esa es la verdad. Eso no significa que su muerte me traiga satisfacción. Por eso quiero averiguar qué fue lo que verdaderamente le pasó.
—Yo no tengo el ánimo para hablar de eso, si es tan comprensivo —Lucy quiso ponerse de pie. La mano del hombre se cerró sobre su muñeca en un agarre firme pero indoloro, dejándole claro que no podría irse.
—No soy comprensivo, más bien testarudo. Charlemos un rato.
—Debo volver —afirmó, incapaz de retirar la mano bajo esa amenaza disfrazada de amabilidad. Esa sensación... Lucy recordó esa noche en su alcoba, y al hombre que sujetó sus muñecas mientras besaba su cuerpo—. Milord, esto no... no está bien, alguien notará mi ausencia.
—No tiene de qué preocuparse, no haré nada que comprometa su... buen nombre. Sólo quiero conversar.
Lucy abandonó la idea de ponerse en pie, y él por fin la soltó. Sin querer parecer demasiado cohibida, se frotó la muñeca intentando aplacar sus nervios.
—No es el mejor lugar para conversar.
—¿Y qué hacía aquí? —Salamander miró el perfil de Lucy, advirtiendo con el ceño fruncido el maquillaje que llevaba. No diría que le sentaba mal, pero admitía que ella era suficientemente atractiva sin él—. Si se puede saber.
—¿Me ha seguido? —se puso a la defensiva, pensando en ello de pronto—. ¿Qué hace usted aquí?
—Yo pregunté primero —le recordó, disfrutando de ver su conmoción y la molestia en sus facciones. Lucy era tan atractiva, el vestido le favorecía muchísimo. Pero estaba sola en aquel laberinto, y él conocía esas escapadas que se daban los nobles en ocasiones. Y cuáles eran sus propósitos. Se preguntó quién de todos los estirados de la fiesta la había citado allí—. ¿Se le ha hecho tarde a su enamorado?
—¡¿Cómo se atreve a insinuar...?!
—Mi señora, sólo hago preguntas, y usted no responde ninguna. Alguna tendrá qué funcionar.
—¿Qué es lo que quiere? ¿Es una mala costumbre suya hacer preguntas tan impertinentes?
Natsu iba a responderle, pero escuchó un ruido a su izquierda y antes de pensarlo demasiado tiró de Lucy para dar vuelta a uno de los pasillos. Alguien se acercaba. Su acompañante se resistió y vio sus intenciones de gritarle, por lo que le cubrió los labios con la firmeza suficiente y susurró sobre su oído.
—Un ruido y tendrá que explicarle a cualquiera que se esté acercando qué hace usted sola aquí conmigo, ¿me comprende? —Natsu no apartó la mano de su boca hasta que estuvo seguro que ella no hablaría. Pero Lucy no se movió, ni siquiera cuando una pareja pasó delante de ellos del otro lado del muro hecho con arbustos. Los vio alejarse y dirigió su atención a la Heartfilia, quien había palidecido—. ¿Se encuentra bien? ¿Qué sucede?
Lucy sintió los helados dedos del peligro acariciar su cuero cabelludo, y tan ensimismada estaba en sus pensamientos que no fue consciente de la cercanía que mantenía con el hombre. Inhaló cuidadosa, tratando de hacer evidente el motivo de su tensión. Él olía igual... igual al hombre en su alcoba. La cantidad de alcohol era menos intensa, su aliento se lo dejaba claro, pero seguía siendo la misma colonia y aquella sensación cuando le cubrió los labios. No había fuerza, ni amenaza, pero jamás había sentido el terror tan de cerca en un extraño como esos instantes.
—Debo volver... tengo que cantar otra canción para la festejada, se lo he prometido —Afirmó, retrocediendo de espaldas y tanteando el muro de arbustos con una de sus manos. No sabía a dónde se dirigía, pero necesitaba alejarse de él. Lo escuchó seguirla—. Mi señor, comprenda...
—¿Necesita que la ayude a salir del laberinto?
—Yo...
—¡Lucy, aquí estás! Tenemos que... Oh, lo lamento, ¿señor Dreyar? —Levy miró la seriedad en los rostros de ambos, y centró su atención en el hombre—. Buenas noches, ¿le molesto? Lucy prometió cantar otra canción para mí. Puede acompañarnos si gusta.
—No quisiera interrumpir su compañía —Aseguró con una sonrisa que a Levy le pareció encantadora, cuya cicatriz no le restaba belleza. Fue allí que ella sólo pudo comprobar que él era familiar de Natsu Dragneel, pues el parecido era impresionante—. Voy a limitarme a escuchar a milady una vez más antes de retirarme.
—¿Se irá tan pronto? Por favor, no ha bailado conmigo —Lucy advirtió el tono meloso en la voz de Levy. Evitó fruncir el ceño. Ella no quería la cercanía de ese hombre cerca suyo hasta no despejar dudas.
—Es un error que planeo corregir —Le ofreció el brazo, y Levy lo tomó con gusto. Lucy seguía a Levy a su vez, escuchando el intercambio de ambos en completo silencio.
Había escuchado los murmullos que condenaban al hombre por su ascendencia escocesa. Pero a diferencia de lo que escuchó alguna vez para su querido Natsu, Salamander quería encajar, pues usaba las ropas más elegantes y se mostraba cortés y seguía la etiqueta como si estuviese acostumbrado a ello. O eso había oído comentar. Como fuera, Lucy no quería tener contacto con ese hombre, tanto por sus dudas como por su simple presencia.
Ella no podía tolerar la familiar sensación que sentía en su cercanía.
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Continuará...
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