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¤¤ Capítulo 3 ¤¤

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Lucy no estuvo segura de hablar hasta que el silencio se volvió insoportable y escuchó un suspiro provenir de su prima, quien tomaba asiento una vez más y picaba con algo de rudeza los panqueques sobre su plato.

—Por Dios, que hombre más pesado...

—¿Ya se fue? —preguntó en un susurro, sin parar de frotar con delicadeza su mano herida.

—Sí, tenía a su caballo en el patio de enfrente. Virgo ya le había dicho que tú no recibías visitas sin el tío Jude aquí, pero al parecer le entró por un oído y salió por el otro.

—¿No lo dejaron pasar? —Estaba sorprendida.

—¡Claro que no! Estoy muy furiosa, ¿viste ese atrevimiento? Rodeó la casa y vino a parar aquí.

—No, Mavis. No lo vi —musitó con la boca pequeña, dirigiendo su cabeza a otra dirección. El sobresalto de Mavis no se hizo esperar al dejar caer la cuchara y comenzar a toser.

—¡No quise decir eso, es una expresión, ya sabes...!

Lucy empezó a reír sin poder evitarlo, tranquilizando a la joven de rizada cabellera que la veía como si tuviera las cabezas. Mavis debía admitirlo, le encantaba la personalidad de Lucy, porque a pesar de lo ocurrido, seguía siendo una muchacha radiante y con un buen sentido del humor.

—A eso me refiero —Lucy recuperó el aire para continuar. La sonrisa no se iba de sus labios—. A veces cometemos pequeños errores, que dependiendo de la situación o la persona, pueden convertirse en un gran problema. Lord Natsu no sabía de mi condición, y eso me habla muy bien tanto de él como de Zeref.

—Pero que estás...

—Natsu ha venido a disculparse, a pesar de que no fue su culpa. Y Zeref respetó mi petición de no decirle sobre mi ceguera. Detesto que las personas se acerquen con el fin de verme a los ojos o con lástima. Tal vez no puedo verlos, pero ese sentimiento es algo que percibes en su manera de comportarse y el cómo te hablan.

Mavis no supo qué responder, admirando cómo Lucy, una vez más, razonaba las cosas con aquella calma y objetividad. Sonrió sin poder evitarlo, estirando su mano para tomar la de ella. Lucy apretó sus dedos al sentir su ligero agarre, y continuó desayunando. Era notable su avance para ya no tirar la cosas. Tanto ella como un par de criadas, Aries y Virgo, se encargaban de cuidarla y ayudarle a hacer aquellas pequeñas tareas por sí misma.

No obstante, Mavis a veces podía ver la tristeza en el rostro de Lucy por su condición. O como la noche anterior, donde había llorado en silencio al creerla dormida, una vez el médico se fue y dejó vendada su herida.

—¿Le dirás al tío Jude que lord Natsu te invitó a acompañarle al baile de los Strauss?

—No lo sé, esta mañana seguía furioso todavía.

—Sí, algo escuché... —Mavis se estremeció al pensar en el temperamento explosivo del padre de Lucy—. Pero él también fue invitado, quizás se encuentren allá.

La Heartfilia no estaba tan de acuerdo. Todavía resonaban en su cabeza las palabras de su padre que sentenciaba no volverla a dejar salir en lo que restaba de temporada. Además, no tenía las fuerzas necesarias para soportar una larga noche parada en un rincón y escuchar a las personas conversar sobre su ceguera. Decidió que era demasiado temprano para comenzar a deprimirse y anticipar las mil maneras en que su condición podría estropear el baile. Por ello, aguardó junto a Mavis hasta que su padre volvió a casa al atardecer.

—... Evangeline miró a los ojos del hombre que estaba ante ella, y supo que no importaba cuántas vidas tuviera por delante, siempre lo elegiría a él... —entonó Mavis con la pasión necesaria para hacerle transmitir esas palabras. Sentada a su lado en su propio sillón, Lucy escuchaba maravillada el final de la historia—. Fin.

—Siento que mi vida tendrá una carencia ahora que hemos terminado el libro —admitió emocionada. Todos los días, por al menos media hora, Mavis solía llevarla a la biblioteca para leerle algo. Llevaban un par de meses con aquel libro y a pesar de todas las dificultades que la pareja protagonista enfrentó, tuvieron su final juntos.

—Es muy bello, sí. Pero muy poco realista para mi gusto —Mavis cerró el libro con cuidado—. Hombres así no existen en la vida real. Los viejos sólo quieren muchachas hermosas colgadas del brazo y que puedan darles un heredero, mientras que los jóvenes se te meten bajo las faldas y...

—¡Mavis! —Lucy mostró su preocupación por el tono tan cargado de desprecio—. Cuidado con lo que dices, papá no...

—Lo sé, lo sé... Sólo me alteré un poco. Por eso prefiero quedarme en casa y no asistir a eventos sociales. No quiero pretendientes interesados en la fortuna que obtendrán al casarse conmigo.

Lucy no dijo nada al respecto. Se encontraba a la misma situación. El hombre que llegara a casarse con ella debería estar muy desesperado por conseguir dinero. Escuchaba el susurro de caballeros que alababan su belleza, pero así como podían emitir las más hermosas palabras para compararla con un ángel, eran capaces de emitir las más destructivas en cuanto a su ceguera.

No tuvieron oportunidad de seguir conversando cuando Virgo, con su impecable uniforme y su serena presencia, les informó que lord Heartfilia estaba de vuelta y solicitaba la presencia de su hija. Mavis, presa de unos recuerdos que Lucy conocía por voz, dejó que fuera la criada quien llevara a su prima hasta el despacho de Jude. Mientras que ella abrazaba aquel libro contra su pecho y dejaba que su mirada se perdiera en el gran ventanal. No, Mavis no confiaba en los hombres. Y por nada del mundo abandonaría a Lucy en aquellas condiciones para dejarla en sus manos. Jamás.

Lucy no pasó hasta que Virgo le acercó un bastón y se vio en la obligación de aguardar al consentimiento de su progenitor para pasar. Con el corazón algo acelerado y el bastón de apoyo fuertemente apretado, entró al despacho y su padre la recibió de pie, tomando su mano para llevarla a la silla más cercana.

—¿Cómo te fue, papá? —preguntó con cortesía al recibir un beso en la mejilla. Él suspiró antes de volver a su habitual lugar tras el escritorio. El sonido de la silla al crujir y sus manos golpear con la madera le informó a Lucy a dónde debía dirigir su atención.

—No fue como esperaba, las negociaciones están tardando más de lo que me gustaría —admitió. El deslizar de la pluma sobre el papel informó a Lucy que era toda su respuesta.

—Estoy segura de que lo lograrás, siempre buscas la manera —alentó. A veces era difícil averiguar cuál era el estado de ánimo de su padre. Su tono era monótono la mayoría del tiempo, y sólo se daba cuenta de lo enfurecido que estaba hasta que comenzaba a gritar—. Papá, ¿asistirás a la velada de los Strauss? Hoy es el cumpleaños de la hermana mayor, Mirajane.

El deslizar de la pluma sobre el papel se detuvo. Trató de mantener su pose serena y movió los dedos sobre el bastón que apoyaba en el suelo.

—Mavis me ayudó a conseguirle un obsequio, y me gustaría dárselo. Empezará a eso de las ocho.

—¿Quieres ir, después de lo que sucedió anoche? —Su voz era de incredulidad. Ella pudo imaginar que quizás estaría arqueando una ceja y viéndole con algo parecido a la burla. Cerró los ojos un momento. Sí, todavía recordaba las expresiones de su padre para con ella—. No lo creo, jovencita. Mucho menos después de enterarme que el hijo bastardo de Igneel vino aquí en la mañana.

Debió imaginar que él ya estaría enterado. Lucy echó los hombros atrás con sutileza y se frotó la mano herida, esperando que su padre no notara el gesto. Según Mavis, ni criados ni ella dirían algo para no hacerlo enojar. ¿Entonces quién?

—Ha venido a disculparse. No creí oportuno comentarlo, pero fue muy caballeroso.

—¿Es caballeroso meterse al hogar donde no ha sido invitado? —Su voz... su voz sonaba más irritada. Lucy bajó la cabeza—. ¿Cuándo pensabas decírmelo?

—Lo de anoche fue sólo un accidente, lord Natsu no sabía que yo...

—¡Todo el que sea alguien en Londres sabe que eres ciega, es la comidilla de la ciudad! —vociferó. Lucy se estremeció y cerró los ojos con fuerza al escuchar sus manos golpear el superficie del escritorio y lo que pareció ser una silla caer—. Estoy harto de que hablen mal de mi hija, de que se burlen de ella y apuesten por quién estará lo suficientemente muerto de hambre para pedir tu mano y quedarse así con todas la herencia Heartfilia.

—Para, por favor... —rogó a punto de romperse. No quería hacerlo, no quería llorar. Los pasos de su padre se apresuraron a su lado, y él tomó su mano sana entre las suyas y se arrodilló delante suyo.

—Mi niña... No llores. ¿Quieres visitar a lady Mirajane? De acuerdo, pero Mavis tendrá que acompañarnos para que esté contigo por si surge algún asunto que requiera mi presencia. —Lucy asintió sin tener la cara en dirección a él. Jude la sujetó por la barbilla y giró su rostro—. No confío en nadie más que te cuide tanto como tu prima o yo. No quiero que nadie te haga daño ni se burle de ti, ¿lo entiendes?

—Por supuesto, papá —intentó retirar su mano para limpiar las gotas atrapadas en sus pestañas. Su padre advirtió su gesto y lo hizo él mismo, acariciando su mejilla con el pulgar. Lucy tragó e intentó sonreír—. Gracias. Le diré a Mavis que se prepare al atardecer.

—Lucy... —La detuvo cuando quiso ponerse de pie—. No quiero que te acerques a ese muchacho. Todos hablan de él lo suficiente como para que lo relacionen con mi hija. Tú no puedes verlo, pero su piel es más morena de lo que se consideraría normal para un londinense. Y sus ojos son demasiado exóticos, además su cabello...

—Papá, entiendo que te desagrade por el episodio de anoche, aunque no sé trató de nada más que un accidente. Pero no me parece que quieran despreciarlo por sus diferencias físicas, incluso yo podía oír lo mucho que hablaban de él. No les pareció importar si él lo notaba.

—Por supuesto que él escuchaba. Debe entender que no será muy fácil aceptarlo, sólo le trae vergüenza a lady Grandine. No entiendo cómo Igneel pudo reconocerlo, tan fácil que hubiera sido regresarlo a su sucia tierra.

Lucy no quiso opinar nada más. Por más que fuera una injusticia, su padre siempre había pensado así, y hacia mucho que ella se resignó a no lograr que él fuera más empático o considerado.

—Lo rechazan igual que a mí. —No supo de dónde, pero su voz temblorosa logró entonar aquella frase que tenía atorada en la garganta cuando se formuló en su mente. Jude se puso de pie y permaneció inmóvil largos segundos.

—Tú eres mi hija, una niña educada y muy amada, tienes una herencia por derecho y una belleza excepcional. Esos vagos se creen que pueden decirte algo sólo por...

—Porque soy ciega —terminó por él—. Así como lo juzgan a él por su piel y sus ojos. Creo yo que nosotros no pedimos nacer así, ni que tampoco las personas tengan esa clase de pensamientos tan estrictos. Ojalá el mundo pudiera cambiar su corazón.

Lucy se puso de pie con las piernas casi paralizadas y se apoyó del bastón bajo su mano para ubicarse. Por lo visto, sus palabras desagradaron bastante a su padre como para no ayudarle a encontrar la puerta. Pero el apoyo incondicional de Mavis le hizo memorizar algunas cosas, como que la puerta estaba a sólo un par de pasos y el pomo a la altura de su cintura. Cuando lo giró y se dispuso a salir, la voz de su padre resonó atrás suyo.

—Te presentaré al hijo de uno de mis socios está noche, dile a Mavis que te arregle bien.

—Sí.

•••

Natsu no volvió a la mansión de su padre hasta pasado el mediodía, cuando los platillos ya se habían enfriado y su padre volvía al trabajo. Cuando Zeref se dedicaba a practicar con la espada y los caballos sacados a pasear un rato. Y lo más importante, cuando Grandine se iba a visitar a sus amigas y no estaba con su cara que podría interpretarse como: sí, me he comido un limón entero.

Sonrió por aquel pensamiento mientras desmontaba, llevando a su caballo al establo. El criado que solía hacerlo lo miró con serias dudas. ¿Tan raro era que hicieran los ingleses algo por sí mismos? Otra media hora le llevó lavar a su corcel y cepillarlo para dejarlo descansar. En definitiva lo llevaría con su abuelo cuando fuera de visita. Dentro de la casa había una clase de silencio espectral, a pesar de que la posición del sol en los cielos favorecería que el lugar estuviera bien amortiguado. Escuchó un golpe lejano, y sonriendo fue a por su espada antes de precipitarse en el salón que Zeref e Igneel usaban de vez en cuando para practicar. Su hermano, algo sudado y con el dorso desnudo al desabrochar la camiseta, lo miró primero con sorpresa y luego con una mirada retadora. Natsu tomó eso como una señal para comenzar el duelo.

Eran buenos, de eso no cabía duda. Natsu oía los elogios que le dedicaban a su hermano mayor en cuanto al manejo de la espada. Una sonrisa maliciosa tiró de la comisura de sus labios cuando notó que Zeref parecía demasiado confiado para su gusto. Él también era bueno manejando la espada, aunque prefería el cuchillo o alguna daga. Los cíngaros eran buenos con ellas y sabían asestar golpes mortales a sus oponentes. Por el modo en que la sociedad los trataba, conocer unos cuantos trucos era necesario.

—Hace un momento tu sonrisa indicaba una travesura en mente, ahora parece que sólo quieres ensartar a alguien como brocheta.

—Suena bien, ¿tienes alguna idea?

—Quizás al esposo de la condesa Ultear, está mañana casi me ha atrapado con ella en la cama. Nunca saltes de un segundo piso a un caballo, hermanito. No te hará bien.

Natsu no pudo evitar soltar una risotada, pero Zeref aprovechó el descuido para clavar la punta de la espada en su pecho. Se quedó paralizado. Las espadas con las que entrenaba no estaban afiladas, pero saber que había alcanzado a tocarle no le agradó. A él jamás lo tocaban en duelo.

—Primer punto a mi favor —musitó Zeref, retrocediendo un par de pasos.

—Será el único —aseguró, comenzando a caminar alrededor—. Había oído que eras bueno con la espada, pero como a veces lo decían las damas y en otras ocasiones los caballeros, supuse que eras de gustos variados.

—Eres un cerdo. —A Zeref no le hizo gracia—. ¿A dónde has ido esta mañana?

—Así que el conde casi te atrapa con la esposa en la cama —sonrió, intentando picar su paciencia. Zeref lanzó un ataque que detuvo sin esfuerzo—. ¿Alguna dama que me recomiendes?

—Hay varias, pero muchas de ellas prejuiciosas. No podrán admirar tu encanto natural. Claro, no les importará meterse en tu cama, has llamado la atención bastante bien.

—Paso de ellas entonces. —Por supuesto que lo harían su amante, evitarían a toda costa ser vistas en público con él. Ya quería volver a Escocia, al menos allá las mujeres gustaban de disfrutar de su sexualidad y eran menos recatada—. Demasiado pálidas para mi gusto.

—¿Prefieres las morenas?

—Me da igual, mientras pueda obtener disfrutar de ellas —se encogió de hombros. Cuando Zeref se limpió el sudor de la frente, Natsu tocó el lateral de su cuello con la espada antes de que éste lograra defenderse—. Segundo punto a mi favor.

—Claro, sólo conmigo desprevenido lograrás ganar un punto.

—Habrá que intentarlo. —Fue todo lo que dijo antes de que que ambos se dedicasen con esfuerzo a intentar derribar al oponente. Natsu sintió respeto por Zeref, y Zeref por Natsu. Habían sido criados de manera diferente, pero eran hombres formidables que todavía tenían mucho por aprender.

El menor de los Drangeel se sintió agradecido de haber sido aceptado por Zeref e Igneel, porque no cualquier conde aceptaría a un bastardo con el mismo amor que Igneel le profesaba, ni el que entonces sería hijo único podría compartir herencia. Esas fueron las palabras de Grandine apenas puso un pie en la mansión, que sólo iba por la herencia y los lujos. En ese entonces fue la única vez que Igneel le alzó la voz y le indicó cuál era su lugar. Grandine le profesaba un profundo odio.

—Escuché que has ido a disculparte con Lucy. Buen chico, estaba pensando en enseñarte unos cuantos modales. Así jamás triunfarás con las damas.

—¿Qué sabes de ella? Parecen cercanos si su padre te pidió que la vigilaras anoche.

—Algo así. Fue mi prometida hasta antes del accidente. —Aquello hizo a Natsu tropezar. Se recompuso con la rapidez necesaria para detener la siguiente estocada—. ¿Sorprendido? Desde que éramos niños se dictó así.

—¿Accidente?

—Ah... Ella no nació siendo ciega —Natsu comprendió la seriedad del asunto cuando Zeref dejó de luchar y clavó la espada en el suelo. Ambos respiraban de manera pesada por la actividad física—. Fue hace unos... cuatro o cinco años que Lucy perdió la vista. Nadie sabe qué pasó con exactitud, Jude no dice nada al respecto y tampoco te deja a solas el tiempo suficiente con ella para que lo averigües. Pero Lucy es muy fuerte, ¿sabes?

—Me imagino... —Que horrible era nacer sin poder ver el mundo. Pero aún más atroz debería ser lograr conocerlo y luego sumirte en la oscuridad total—. Contigo como prometido, la muchacha debe tener un corazón de hierro. Engreído, libertino, y lo suficientemente cobarde para disolver el compromiso...

—Hey, mucho cuidado. Yo no rompí nuestro compromiso, sino ella. No quiso recibirme aún cuando la busqué por meses. No entiendo cómo es que te dejaron pasar a ti.

Natsu omitió la parte en que él entró por sí solo para verla.

—¿Sentías mucho por ella?

—La estimo bastante, y planeaba dedicarme a ella y serle fiel. Aunque eso ahora no importa, jamás estuve enamorado, y ella tampoco. No fue doloroso por ese aspecto. —Zeref peinó sus húmedos cabellos fuera de su frente—. En fin, no deja que nadie se acerque demasiado. La gente no sabe callarse y no paran de decir que será una molestia como esposa si tienen que estarla cuidando a todas horas. Otros que es muy conveniente, pues así no meterá las narices cuando tengan a sus amantes. Finalmente están los desesperados que buscan atraer su atención para casarse y obtener su dote.

Natsu no podía creer lo frío y cruel de aquellas palabras. La rabia lo invadió y no pudo más que enfundar la espada y colocarla junto a otras mientras pensaba en ello. Lucy parecía una muchacha dulce y comprensiva. Estaba acostumbrado a leer a las personas, pues con los cíngaros que se cuidaban unos a otros debían cuidarse de los intrusos. Y aunque ella era una incógnita en su mayoría, la paz que emitía su presencia le hacía pensar así.

—¿Y tú piensas así? —retó a Zeref. Su hermano lo miró con una sonrisa y le mostró la espada que estaba por guardar.

—¿Sabes por qué me llaman el mejor en la espada, y no necesariamente las damas? Por cada hombre que he dejado besando el suelo e implorando clemencia cuando se atrevieron a decir esas necedades. Quizás ella no sea mi señora esposa y nunca lo será, pero sigue siendo mi amiga.

Natsu sintió algo parecido al alivio cuando se dio cuenta del cariño de Zeref hacia la chica. No cualquier hombre era capaz de retar a duelo a otro a no ser que se tratara de un familiar o la esposa; porque no sólo era una pelea por defender el honor de la dama, sino que muchas veces acababa con un de los dos muerto. El orgullo por su hermano mayor creció y no pudo evitar darle una palmada en la espalda.

—¿Irás al baile de los Strauss? Papá me dijo desde hace una semana que no podíamos faltar. Ahora me lo pienso por lo ocurrido anoche.

—Si te intentas ocultar será peor. Yo digo que vayamos, las hermanas Strauss son muy atractivas.

—Iré sólo porque le pedí a Lucy que me acompañara.

—¿Aceptó? —La sorpresa en el tono de Zeref fue evidente.

—No del todo, me dijo que tendría que preguntarle a su padre y no salía sin él. Tengo la esperanza de encontrarla allá entonces.

—Más te vale que seas amable, o serás el próximo hombre que llorará al quedar ensartado en mi espada.

••••☆••••


Continuará...

N/A: Si ya saben cómo soy pa'qué me mueven JAJJAJJA. Un regalito extra, terminé mis quehaceres antes y me puse a corregir el capítulo. Disculpen si se me pasó algo por ahí

Nos leemos 💖

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