¤¤ Capítulo 29 ¤¤
N/A: Nuevo capítulo porque ya lo tenía terminado y por toda la anterior espera.
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Un pequeño maullido atrajo la atención de Natsu, quien sintió unas pequeñas garras sobre su pierna. Sobresaltado se apartó de Lucy, asustando a su vez al felino de azul pelaje que logró brincar antes de ser derribado. No podía creerlo. ¿Era Happy? ¿Se había quedado Lucy con Happy? El gato, una vez recompuesto del susto inicial y lamerse la pata, caminó hasta él y con un tierno ronroneo se frotó entre sus piernas.
—Por favor, quien quiera que sea, no le haga nada a mi gato —Lucy seguía donde la había dejado. A excepción de sus manos que sin éxito lograban volver a subir su camisón para cubrir su pecho. Incluso su voz no seguía siendo más que un murmullo roto por las lágrimas que escapaban de sus ojos que no le enfocaban—. Se lo suplico, es inofensivo.
Natsu acercó una mano al felino. Este siguió ronroneando y enredandose en sus pies. Se agachó para tomarlo entre sus manos. Happy frotó su cabeza en su cuello. Lucy, que sólo podía oír el ronroneo de Happy a través de los latidos de su desesperado corazón, estiró una mano al frente.
—Happy, ven... bonito...
—O tiene demasiadas agallas para creer que puede pedirme algo, o es muy estúpida —Afirmó, bajando al gato y recuperando su gabardina. De pronto el deseo que lo había impulsado a la habitación de Lucy, había remitido. Tomó su fajín que usaba a modo de cinturón y se lo colocó antes de cerrar el abrigo.
—Si lo que quiere es dinero, mi padre...
—No me hable del asqueroso de su padre —la cortó sin elevar la voz. Buscó con la mirada en la mesita del lado y encontró lo que buscaba. El chasquido del cerillo al encender la llama fue todo lo que se escuchó.
—Escuche, por favor, sé que se encuentra ebrio. Si dejan a mi prima y a mí en paz, no diremos nada, yo no puedo verle, y ella no dirá nada si yo así se lo pido. Se lo suplico, no le hagan daño, ¿quiere dinero? Dígame la cantidad y haré que llegue a sus manos, sólo...
Natsu la tomó del brazo y tiró de ella contra su cuerpo con tanta fuerza que ella se estrelló en su pecho, y sus rubios cabellos volaron al frente, cubriendo sus facciones tensas y llenas de terror por su arrebato. Él tomó su barbilla y le clavó los dedos para dejar su rostro al descubierto. Lucy respiraba con rapidez, y tragó con fuerza al sentir la corta distancia entre sus rostros tras percibir su aliento.
—Creo que con eso obtengo mi respuesta, es usted una mujer muy estúpida. —Tiró de ella un poco más hacia él, obligándola a bajar de la cama y provocando con ello que el camisón cayera al suelo, dejando su cuerpo desnudo. Su respiración se hizo un poco más pesada cuando la vio a la luz de la tímida luna que asomaba entre las cortinas. Odiaba esa reacción que obtenía por ella—. No quiero su maldito dinero, ¿me oye? Ni siquiera su cuerpo, sería demasiado fácil.
—¿Entonces por qué hace esto? —Inquirió ella llorosa. El agarre en el brazo le dolía, y los dedos clavados en su quijada y mejillas también—. M-me hace daño.
—No se haga la inocente, ambos sabemos que no es la muchacha ingenua que se empeña en hacer creer a todos.
Lucy se quedó callada un momento, los mismos segundos que le bastaron a él para soltarla en la cama. Ella se agachó para buscar su camisón a tientas. Él no toleró esa visión, algo se movió muy dentro de él que lo dejó con una incómoda sensación parecida a la vergüenza. ¿Qué estaba haciendo? Las copas que se había bebido de más comenzaban a salir de su sistema con esos tensos minutos.
—Happy —Lucy sintió al felino junto a ella, y en su pequeño hocico percibió la tela de su camisón. Las lágrimas de amargura se deslizaron por sus mejillas y sintió unas cuantas caer en el puño que aferraba la tela—. Gracias, eres un buen chico.
—Usted y yo resolveremos esto luego —Declaró Natsu, incapaz de verla en ese estado. No era tan agradable como lo pensó, y eso le enfureció aún más. Maldita sea, ¿escuchar su propia voz herida no era suficiente? ¿O la peluca que picaba su cabeza constantemente? ¿Verse en los espejos y notar esa cicatriz que atravesaba su mejilla y cuello? Especialmente eso último era por cortesía de la mujer que, no sin torpeza, ocultaba su cuerpo con el camisón de tela frágil.
—¿Qué es lo que quiere? Por favor, podemos hablarlo. Le juro que no habrá repercusiones, sólo quiero que mi prima esté bi...
Unos suaves golpes llamaron a la puerta. Natsu sacó la pistola que llevaba oculta en la gabardina y la cargó. Lucy reconoció el sonido del arma e intentó gritar. El hombre fue más rápido que ella y le tapó la boca, mientras la apretaba contra sí.
—Lucy, ¿estás bien? Te oí sollozar hace un momento. ¿Tuviste otra pesadilla?
Escuchar la voz de Mavis fue como un bálsamo para el terror que estaba sintiendo en esos momentos. Lo que también quería decir que el hombre en su habitación le había mentido. Estaba solo. Con ella. Y estaba armado.
—Si no quiere aplazar su boda por el luto, le aconsejo que la despache de inmediato. Y no intente nada raro. —Le advirtió el extraño en su oído. Luego retiró no sin renuencia la mano de su boca. Lucy tomó un par de respiraciones antes de hablar.
—Estoy bien, no te preocupes, Mavis.
Mavis intentó abrir la puerta y descubrió que está tenía seguro.
—¿Otra vez con seguro? Por amor de... Lucy, querida, no hagas esto. Te lo pido, escúchame. Déjame entrar, me quedaré contigo toda la noche de ser necesario, pero te pido por favor que no hagas esto de nuevo.
Lucy sabía que la puerta no tenía seguro, no desde... desde que Natsu ya no estuvo más con ella. Lo que indicaba que el hombre en su habitación era el culpable.
—Mavis, todo está bien, te lo aseguro. Sólo necesito meditar. Volveré a dormir en unos minutos.
—¿Es lord Eucliffe lo que te preocupa? Lucy, sé que es un ogro en traje de príncipe pero te aseguro que no es malo. Yo misma he tenido oportunidad de hablar con él, y te quiere. Sólo está algo resentido porque siente que es la segunda opción.
—Mavis, no... no quiero hablar de eso ahora —Rogó Lucy, su cuerpo empezó a temblar sabiendo que ese hombre seguía ahí.
—Es en serio, si lo que te preocupa es consumar el matrimonio tampoco deberías asustarte. Sabes que desde su accidente con el caballo no le permitirá...
—¡Mavis, ya he tenido suficiente! —Lucy alzó la voz, sus mejillas estaban encendidas luego de saber que Mavis había revelado aquello sin querer a un completo extraño. Natsu frunció el ceño—. Quiero estar sola, por favor. Buenas noches.
—Yo... lo siento. Que tengas dulces sueños, Lucy. —Los ligeros pasos de Mavis sólo eran percibidos por alguna que otra madera crujiendo bajo sus pies. Cuando finalmente desapareció, Lucy inhaló aliviada.
—¿De qué accidente habla? —Natsu se preguntó más para sí mismo. Había visto a Eucliffe aquella noche y lucía en perfecto estado de salud. Lucy no le respondió, y no esperaba que lo hiciera. Guardó el arma y con la escasa luz de la vela y de la luna buscó en la habitación hasta encontrar una prenda de cuya tela no parecía ser muy dura.
La tomó entre sus manos y con un breve tirón pudo hacerla jirones. Lucy escuchaba todo mientras intentaba alejarse en dirección contraria, hallando uno de los cuatro postes que sostenían el dosel sobre su cama y se puso de pie con ello. Apenas había tocado el colchón cuando el hombre se colocó tras ella y la obligó a poner las manos en una de las columnas.
—¿Qué está...? ¡Mhm! —Otra tela cubrió sus labios a modo de mordaza. Natsu ató sus muñecas, no sin antes advertir algunas cicatrices de antiguos cortes verticales en el interior de las mismas. Las inspeccionó con más detalle. ¿Por qué tenía eso en las muñecas? Miró a Lucy sin obtener respuesta, y terminó de amarrar sus muñecas con la suficiente firmeza para retenerla el tiempo suficiente y escapar.
—Es obvio lo que estoy haciendo. No creo que sea tan considerada de permitir que me retire. —Natsu verificó que la mordaza no estuviera lastimando sus mejillas pero cumpliera su función, y una vez hecho se dio la vuelta. Escuchó un sollozo detrás suyo, y vio como ella se dejaba caer con lentitud, atada de manos e incapaz de ver al causante de aquello.
¿Era remordimiento lo que sentía? ¿Pena tal vez por su ceguera? Como fuera, era un sentimiento que no debería sentir, mucho menos por ella. Necesitaba recordarse a sí mismo y recordarle a ella que debía cosechar lo que había sembrado. Se aproximó de nuevo y le retiró la mordaza, tomando su rostro para atraerla y verla fijamente. Eso era lo único que podía admitir, y con vergüenza, porque desear a aquella mujer era condenarse.
—Esto que ha ocurrido, lo que está sucediendo y lo que vendrá, es su culpa. —Le advirtió. Lucy apartó el rostro de golpe y se refugió en el poste donde sus manos se hallaban atadas. Natsu advirtió el hombro que quedaba al descubierto debido al camisón que se hallaba desabotonado en el frente—. Porque usted cometió un crimen, y debe pagar por el.
Lucy ya no iba a responderle. Apoyó la frente en el poste, deseando que aquella voz desapareciera con la noche y su oscuridad. Sin embargo, lo siguiente que escuchó la paralizó.
—Porque usted y los suyos le arrebataron la vida a un hombre. Le mataron y tiene el atrevimiento de fingir que fue un desafortunado accidente.
Después de eso, Natsu se marchó.
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—¡Quiero saber quién carajo se benefició de mi supuesta muerte! —exclamó Salamander, despachando sin dificultades al hombre delante suyo en el esgrima. Gajeel gruñó y se quitó la máscara de protección.
—No es justo, tú has hecho esta estupidez más tiempo que yo. ¿Qué tal un combate cuerpo a cuerpo? Dudo que me ganes.
Natsu se quitó la máscara, revelando sus rosas cabellos y la arrojó a un costado mientras iba por agua. Gajeel se puso de pie y procedió a quitarse el traje protector, viendo en silencio al heredero del clan Dreyar. Ya habían pasado unos días desde su llegada a Londres, y desde entonces le había puesto a investigar cosas que no terminaba de entender. ¿Para qué quería saber sobre los Eucliffe? ¿O la dote de Grandine, su madrastra? ¿Hablar con el hijo del médico que atendió a Lucy cuando perdió su visión? ¿El magistrado que lo declaró muerto? ¿Los estados actuales de quienes trabajan en las tierras altas para Jude? ¿El accidente de Jude?
Quería sentarlo y decirle que no le pagaba lo suficiente para tenerlo así, pero la realidad era que sí le pagaba muy bien y más que hacer aquello por negocios lo hacía porque era su amigo. Porque Natsu no estaba dispuesto a dejar aquello impune, y Gajeel estaba de acuerdo en vengarlo.
—¿Has averiguado algo? —inquirió Natsu de pronto. Gajeel puso los ojos en blanco y le dio una palmada en la espalda—. Responde.
—No es tan fácil como parece. Pero he aquí lo que he averiguado. ¿Quieres sentarte?
—Dímelo.
—Tu linda esposa tiene un trabajo de fin de semana, cantando para algunos eventos donde es contratada y muy aclamada. Al parecer tiene hermosa voz. La próxima semana será su último acto, pues ha dicho que después de su boda quiere desaparecer del foco público.
—¿Cuánto tiempo lleva haciendo eso?
—Poco más de dos años. —Al no obtener alguna respuesta, Gajeel continuó—. El médico no quiso decir nada, y no logré sobornarlo. Por otro lado, le enfermera aceptó mi coqueteo y descubrí algo muy interesante. Resulta que un par de meses después de tu muerte, ella fue llevada al doctor a la mitad de la noche para atender un intento de suicidio.
—¿Qué? —Natsu centró su atención en Gajeel, quien se encogió de hombros.
—Al parecer se cortó las muñecas. Estuvo internada en un psiquiátrico, hasta que su padre pagó una jugosa cantidad para tenerla en casa y con atención las veinticuatro horas. Todo eso hasta que fuera declarada competente de nuevo. Y es extraño, usualmente no declaran sanas a las personas que muestran dichos síntomas.
Natsu intentó recordar la noche anterior, llevado por la ira y el aliento del alcohol, trepó a su habitación y la asaltó a la mitad de la noche. No estaba orgulloso de ello, pero Erza había estado provocándole toda la maldita noche y estaba enojado con ella. Sólo iba a dar un paseo, no planeó aquello. Recordó las muñecas que se hallaban cubiertas por las largas mangas de su vestido durante el baile. Y luego recordó cuando la estaba atando. Ella escondía sus muñecas, porque tenía cicatrices de cortes.
—Otra generosa cantidad le fue dada a la enfermera, quien ya en un pasado aceptó una suma parecida para tener oculto el ataque cuando perdió la vista. —Gajeel se rascó la nuca—. No profundice sobre eso, ¿quieres que lo haga?
—Tal vez luego, me interesa lo que hizo cuando estuve fuera.
—De acuerdo, ella recibió ese dinero para alterar sus registros y poner que la causa de su internación fue una crisis nerviosa por la pérdida de su bebé.
Gajeel miró cada reacción del joven Dragneel, que se tensó y le vio sin parpadear. Sonrió divertido por su desconcierto.
—Esa zorra ni siquiera estuvo en cinta —escupió Natsu con desagrado. Por un momento creyó que algún amante le había hecho el favor para hacerlo pasar por suyo, pero no era así—. Y uso esos registros para hacerse con las tierras, supongo.
—Así es. La enfermera me afirmó que todo fue una mentira, para darle más drama al asunto. Poco después de ser dada de alta del psiquiátrico fue prometida para Sting Eucliffe. Algo que me es interesante es que incluso antes de tu muerte, éste caballero estaba recibiendo ciertas cantidades mes a mes desde entonces.
—¿Sabes el motivo?
—Estoy en ello. Sé que vienen a nombre de Jude Heartfilia, lo mismo para tu madrastra. Tiene una cuenta a su nombre y también recibe pagos mes a mes.
—¿Hay algo más?
—¿Además de las escapadas nocturnas de tu hermano con Mavis Vermillion? —Natsu recordó esa información de la carta que Gajeel le envió poco antes de su llegada a Escocia—. No, es todo lo que tengo por ahora. En cuanto consiga algo más te informaré.
—Gracias Gajeel, ¿quieres acompañarme esta noche? Zeref me ha invitado a una copa.
—Creo que pasaré, he quedado de verme con una dama muy guapa. Tú deberías tener cuidado, no vaya a ser que alguien te reconozca.
—Estaré bien, no te preocupes. Quiero pasar tiempo con él antes de irme.
—¿Cuándo le dirás la verdad? —Gajeel observó el rostro inexpresivo de Natsu e insistió—. Se los dirás, ¿verdad? A tu padre y tu hermano.
—Han pasado cuatro años, y ellos creen que estoy muerto.
—Por lo que he visto tu padre aún no lo supera.
—Pero se hace a la idea. No sé cómo vayan a terminar las cosas, Gajeel. Acorde a eso veré si se los revelo o no.
Gajeel decidió no decir nada más y se retiró, dejando a Natsu solo con sus pensamientos. Esa mañana les había llegado una cordial invitación a cenar de los Dragneel. Natsu había pensado en rechazarla, pero luego de todo lo oído y saber que hasta Grandine podría estar involucrada, decidió que estaría bien echar un vistazo. Si era sincero consigo mismo no sabía con exactitud qué buscaba, cómo planeaba realmente vengarse. Pero algo tenía claro y es que no pensaba permitirles que se dieran la gran vida mientras él se veía condenado a esconderse y seguir fingiendo estar muerto.
Fue a por algo de beber y se dejó caer en un sillón mientras ingería directo de la botella. Estaba pensando en qué podía hacer. Qué debía hacer. Su plan inicial era sólo llegar con esos bastardos y hacerles ver que no lo habían matado. Pero dudaba que las autoridades hicieran algo. Su caso, según Gajeel, fue arrojado al olvido y nadie más insistió en abrirlo. Claro, todo debido a su sangre escocesa.
Natsu terminó la botella antes de pensar algo claro, y fue por una segunda mientras seguía meditando en su asiento.
Lucy había intentado suicidarse. ¿Era el peso de la consciencia? Se frotó la barba de días. Tendría que afeitarse pronto para que no notaran su vello rosa. Ya tenía suficiente con pintar sus cejas de color oscuro como su peluca. Como fuese que hubiese sido su estado, ahora estaba lo suficientemente recompuesta para casarse de nuevo. Pobre Eucliffe, pensó en algún rincón de su mente. Aunque eso siempre y cuando el lord no tuviera nada que ver. Eso lo puso a pensar. La idea de que Lucy se casara con Sting no era reciente, estaba desde que ellos se conocieron, antes de que fuera su esposa. Pero tenía entendido que si bien los Eucliffe eran de renombre, su fortuna no era como antes, pues como Jude invirtieron en la idea de ferrocarriles. Cosa que no resultó en su momento debido a los avances en la zona marítima.
Un matrimonio arreglado. Un fingido embarazo para obtener las tierras que ni siquiera eran de su propiedad. Jude que le cedió a su hija para obtener unas tierras por medios legales. El mismo Jude que parecía tener una obsesión con su única hija. Y esa misma hija que correspondía sus sentimientos para haber decidido traicionarlo.
Natsu sonrió por un pensamiento. Si había algo que notó era lo más preciado para Jude y Mavis, lo que más les dolía. Y esa era Lucy, de quien él sintió la peor puñalada. Dejó caer la cabeza en el respaldo y decidió que ya no debería si no quería hacer una estupidez parecida a la de la noche anterior. ¿Qué lo había detenido? Todavía se preguntaba. Pudo tomar a Lucy, quitarse aquella molesta necesidad, ese maldito deseo que sentía por ella. Pero muy dentro de él, sabía que una vez no sería suficiente. No podría saciarse de ella con una sola vez.
—¿Bebiendo de nuevo? Vamos a terminar en la misma situación de anoche y cuando recuperes la consciencia no dejarás de regañarme por no detenerte —Erza se acercó a él, quitándole la botella a medio terminar y juntando la otra ya vacía. Natsu ni siquiera la vio mientras pensaba—. ¿Lo hiciste?
—Déjame solo —Gruñó, poniéndose de pie. Erza le empujó de vuelta y se colocó a horcajadas luego de levantar un poco su falda. Natsu no cambió su expresión de desagrado—. Ahora no.
—Sabía que venir a Londres te pondría de este humor, ¿por qué no volvemos? —Erza se rió y se puso de pie, alisando su falda—. Cuando vengas a pedirme eso, seré yo la que te mande al carajo.
—Bien, porque no lo haré —replicó—. ¿Crees que no sé el por qué de tu bromita? Vi al vizconde Fernández en la fiesta de anoche, Erza.
—¿...Y tu punto es? —Erza lo observó por sobre el hombro con indiferencia. Al no obtener respuesta se marchó sin decir nada más. Natsu no iba a forzarla a decir que todavía sentía algo por ese hombre que la destruyó, porque ni a él mismo le agradaba la idea. Estimaba a Erza, como amiga, y le dolió verla sufrir por aquel hombre que no tuvo ningún reparo en lastimarla.
Más cansado de lo que iba a admitir, se relajó observando las llamas del leve fuego que ardía en la habitación. Recordó a Lucy. Su mente lo transportó cuatro años atrás, a aquellas noches de verano cuando se escabullía a su habitación y se quedaba con ella hasta muy entrada la madrugada. Pensó en esos encuentros, si bien no fueron inocentes, tampoco ocurrió lo que podría llamar el acto en sí. Nunca hubo penetración, y no era por su falta de ganas, sino que los rumores sobre el pasado de Lucy eran un tormento para la misma chica, que no sabía cómo abordar el tema. Él jamás le pidió explicaciones, ni le pidió más de lo que obtenía de ella.
Cerró los ojos con calma, recordando.
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Natsu yacía acostado en la cama, con los pies en la orilla pues aún no se había quitado el calzado. Lucy permanecía con la cabeza en su pecho, acurrucada a su costado izquierdo. Ella sólo llevaba puesto un camisón, su bella cabellera permanecía en una informal trenza que mantenía sobre el hombro y lanzó detrás del mismo cuando se incorporó. Él vio sus ojos, de aquel color cautivador pero carentes del brillo que el reconocimiento le otorgaba. Acarició su mejilla y después peinó su flequillo fuera. Lucy bajó la cabeza y besó su pecho, la pequeña porción de piel que su camisa de botones dejaba a la vista. Su chaqueta descansaba en una silla cercana a la ventana que se había encargado de cerrar luego de entrar.
—Te quiero, Luce —Le dijo a Lucy, advirtiendo el rubor que llenó sus mejillas. Sonrió por eso y se incorporó lo suficiente para besarla. Ella le correspondió, todavía con timidez.
—Me ha tomado por sorpresa... —Admitió ella avergonzada, una vez se separó. Las manos del hombre sujetaron su estrecha cintura, sus dedos palpando la firmeza de su piel y admirando sus formas. Más penosa por ello intentó quitar sus manos—. Oiga.
—Ya te he dicho que puedes tutearme —Le recordó, tomándola por la nuca para volver a besarla. Esta vez el beso se tornó más largo, más seductor y un poco más demandante. Cuando Lucy pudo procesarlo de nuevo, descubrió que era ella la que estaba acostada y él se cernía sobre su cuerpo sin dejar su peso sobre ella—. Entiendo que quieras mantener las formalidades en público, pero en privado no necesitas hacerlo.
—E-está bien.
—¿Estás nerviosa? —Sonrió, incapaz de resistirse a ella. Lucy asistió, pero contrario a lo que él creía ella no le dejó marchar y envolvió su cuello con sus brazos—. Yo jamás te haré daño, Lucy. No tienes por qué temerme.
—Lo sé, Natsu —Lucy fue quien buscó su boca en esta ocasión, y a él le pareció imperdonable hacerla esperar. Era solo en aquellos lapsos cuando podía hablar con la verdadera Lucy, aquella que como toda jovencita criada con sus costumbres, temía del sexo opuesto, y más aún de los escoceses. Pero allí estaba ella, dejando que él la visitase por las noches, ignorando el escándalo que conllevaría de saberse su situación.
Por eso él era muy cuidadoso al momento de llegar e irse, siempre vigilando. Por eso no podía encender ninguna luz cuando estaba con ella y sólo tenía los astibos de la luz de luna que asomaba entre las cortinas en ocasiones, cuando las nubes no ocultaban de los cielos sus encuentros.
Lucy retuvo el aire y enredó sus dedos en la cabellera rosa del hombre. El hombre se encontraba a la altura de su pecho, dando suaves lametazos al montículo más sensible de su seno. Ella lo creía indecente, más por el modo en que su cuerpo se humedeció con cada nueva caricia. Aquello era un exquisito placer inesperado. Natsu le bajó aún más el camisón, besando su cuello y degustando su piel con ardor. Ella tenía dificultades para respirar, e intentaba mantenerse callada.
La humedad era palpable entre sus muslos, Lucy lo podía sentir cuando apretaba las piernas por el ardor que percibía en la zona más íntima de su anatomía. Por ello se sobresaltó cuando sintió las manos del hombre bajo su camisón, tocando sus piernas y luego queriendo separar sus muslos.
—No —gimió débilmente asustada, Natsu de inmediato retiró sus manos y sujetó las suyas para besarle los nudillos. Lucy comprendió su reacción y sintió vergüenza—. Natsu, yo lo siento... no quería...
—Discúlpame tú a mí —Le dijo, dando un suave beso en sus labios—. Me he emocionado. Pero entiendo si no quieres.
—Es que yo...
—Shh, no tienes por qué sentirte mal, Lucy. Agradezco que me hayas permitido hacer esto.
El resto de su estadía se dedicó a besar sus mejillas y sus manos, hablando con ella entre susurros y compartiendo algunas anécdotas que los hacían reír. Lucy no solía hablar mucho de su niñez, pero las pocas cosas que le contaba involucraba a su madre, y se refería con gran cariño a ella. Natsu sintió el momento exacto en que Lucy se quedó dormida a su costado, y con el mayor disimulo posible la acomodó en la cama para retirarse con el mayor sigilo, procurando no olvidar ninguna de sus pertenencias. Que doloroso era dejarla sola en aquella cama, sabiendo que ella se había ido a dormir con él a su lado.
Pero pronto eso cambiaría.
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Natsu abrió los ojos sobresaltado al sentirse observado, y a punto estuvo de buscar su arma cuando la mano de Juvia se posó sobre su brazo y negó. La mujer de ojos negros fue una visión tranquilizadora, misma que desapareció cuando su espalda protestó por el repentino movimiento luego de haber permanecido un extenso período en una posición poco cómoda.
—Me has dado un susto, no te acerques así —replicó, estirando los brazos por sobre la cabeza y frotando la sombra de la barba que asomaba en su barbilla.
—Dijiste que tenías una salida, a las ocho. Son las siete.
—Mierda —Natsu se puso de pie en un salto y se quitó la chaqueta mientras buscaba ir a su habitación. Juvia se quedó atizando el fuego hasta que le habló.
—Has sido tú, ¿verdad?
—¿De qué hablas?
—He ido a un club para señoritas que ofician unas hermanas en la ciudad, creo que su apellido es Strauss. Son simpáticas y tienen temas interesantes para conversar, pero hoy no han hecho otra cosa que comentar el desafortunado destino que la heredera Heartfilia tiene que afrontar. —Juvia seguía con la vista clavada en las llamas danzantes. Una vez avivó el fuego y agregó otro poco de leña, se puso de pie y le vio por sobre el hombro—. Fue asaltada en su cama mientras dormía, anoche. Las mujeres están horrorizadas, porque no entienden quién sería tan ruin para hacerle eso a una mujer de su condición.
—¿Qué clase de temas hablas en tu club para señoritas? Es más, ¿cuándo has sido partícipe de ello? —Natsu arqueó una ceja.
—He sido invitada por las hermanas anoche mismo, y he decidido ir a echar una vuelta porque son muy respetadas en su comunidad. Ahora responde tú, Natsu. ¿Por qué lo hiciste? ¿La violaste? No paran de decir que...
—¡Deja de escuchar chismes, Juvia! Le diré a tu hermano que te eche un ojo si continúas así.
—No estabas anoche, Erza tampoco.
—He allí tu respuesta.
—Sé dónde estuvo Erza, lo que no sé es dónde estuviste tú. ¿Cómo pudiste Natsu? Está ciega, y aunque no lo estuviera, ¿cómo pudiste ser tan ruin?
—No tengo por qué hablar esto contigo —Natsu se dio la vuelta. Para su sorpresa, Juvia le dio alcance y se posó delante suyo, obstruyendo su salida. Sus ojos lucían brillantes, producto de las lágrimas no derramadas—. Hazte a un lado.
—No hemos venido a Londres a esto, dijiste que arreglarías los títulos de propiedad del abuelo, y es todo. Natsu, por lo que más quieras, abandona esa idea de vengarte, no traerá nada bueno para ti. Esa no es la manera.
—¡¿Y dejar que ellos se salgan con la suya?! —Explotó por fin. Él no era el villano, ¿por qué lo veían como uno? Sólo quería un poco de justicia, una que la policía londinense no le daría. ¿Por qué el resto debía vivir su vida como si el sólo fuese un insecto que pisaron para ya no ver más? ¿Verse reducido a ocultarse? Tomó a Juvia con delicadeza, pero la debida firmeza para hacerla a un lado. Ella se aferró a sus antebrazos—. Ya fue suficiente, no te entrometas. O hablaré con Gajeel de esto, volverás a Escocia si no sabes comportarte.
—¿Soy yo la que no sabe comportarse?
—Es suficiente.
—La has violado —Insistió ella, sin soltarle o ceder. Natsu no quería ser rudo con ella, pero no iba a tolerar sus acusaciones y que lo viera como si fuera un monstruo.
—¡No lo hice! Y si lo hubiera hecho, ¿qué? Es mi maldita esposa y ese es mi maldito derecho. —La expresión de desolación de Juvia le hizo verse reflejado en sus ojos como un monstruo. La hizo a un lado y salió a grandes pasos de ahí—. Déjame solo, Juvia, no vuelvas a intentar darme una lección de moral.
La misma expresión de desolación vino a su mente, pero era el rostro de Lucy, la noche anterior, cuando se vio sometida bajo su cuerpo y estuvo forzada a recibir sus caricias.
—Si ese es tu derecho inalienable, ¿por qué hacerle pensar que eres cualquier otra persona? Si lo que quieres son tus derechos de un marido sobre su esposa, ¿por qué no te la llevas y punto? La estás sometiendo a ser señalada, y a creer que un extraño irrumpió en su habitación y se aprovechó de ella. —Juvia estaba detrás suyo. Él no siquiera la miró, no soportaba ver que lo juzgaba. ¿No fue la misma Juvia quien en ocasiones se quedó a su lado mientras bajaba la fiebre que sus heridas infectadas ocasionaron? ¿Quien con paciencia le ayudó a realizar ejercicios vocales para recuperar el habla?— Natsu, por favor, te has convertido en un hombre frío, no quiero ver que termines por convertirte en uno de ellos, aquellos que dañan a las mujeres. ¿No crees que ese sería el castigo ideal para ella? Es tu esposa todavía.
—No te metas, y no vuelvas a dirigirme la palabra —La advirtió. Juvia bajó la cabeza en señal de derrota y negó preocupada.
—Si sigues por ese camino, el destino tiene cosas terribles preparadas para ti. No sólo te perderás a ti mismo, la perderás a ella, y a todo lo que te importa —musitó, sin llegar a ser oída por él.
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Continuará...
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