¤¤ Capítulo 28 ¤¤
N/A: Fue un dibujo rápido, pero algo así me imagino a Lucy en mi intento de estilo propio xD
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La noticia que corrió de boca en boca por las calles de Londres, un par de semanas más tarde, fue la notable presencia de unos escoceses en una de las mansiones más grandes y lujosas. Para nadie era un secreto quién era la dueña, porque se trataba de una mujer que resonó en un pasado. Nada más y nada menos que la conocida Erza Scarlet. La misma que rara vez era vista en los últimos años. Poco se sabía de sus extensas ausencias, o sus cortos regresos. Lo único seguro era que su popularidad había ido en aumento desde que se reveló que era una de las accionistas de una bella joyería que usaba piedras preciosas o creaban cualquier tipo de detalle con el oro fundido. No era usual, pero la sensación de las jóvenes por portar una de sus creaciones era excesiva. Tanto así que era verla y trataban de tener aunque fuese una mirada de la mujer que se había puesto de pie luego de acabar hecha cenizas por la humillación al que su supuesto prometido la sometió. Más eso era otra vieja historia.
La bomba había sido cuando las invitaciones llegaron a cada casa de renombre en Londres, con una formar y exquisita invitación a la mansión Titania para presentar se de vuelta en sociedad y forjar lazos interesantes con diversos accionistas intrigados por el potencial de la mujer.
Zeref Dragneel había estado a punto de declinar la invitación. Sus estadías en Londres sólo tenían un objetivo y eso podría desviarle. Sabía que su padre no iría. Era consciente de lo que se especulaba sobre el cabeza de familia; que su salud podría no ser la mejor. No era más que un rumor cuando se veía a su esposa asistir a todos los eventos sociales de la mano de su único hijo, siempre y cuando éste se encontrase en la ciudad. Porque, la esposa y el hijo no asistirían a eventos sociales si el padre y esposo de la familia se encontraba en un delicado estado, ¿verdad? No obstante, fue la misma Erza Scarlet quien se presentó una tarde en su hogar y pidió unos minutos de su tiempo.
Sabía que fue íntima amiga de su hermano menor, quizás más que una amiga, por lo que rechazarla era una grosería. La recibió, intrigado por sus propósitos. Ella sólo le dio otra carta, una con la firma del jefe del clan Dreyar. Makarov le enviaba una carta luego de meses de silencio. La abrió apenas su invitada marchó, no sin antes mencionar que lo esperaba esa noche en el baile que ofrecería. Zeref comprendió que su asistencia en ese baile era indispensable, y que debía hacer unos enormes esfuerzos por ocultarlo a su padre hasta no estar seguro de lo que se trataba.
Y allí estaba él ahora, aguardando en un rincón de aquel inmenso salón, entre coloridos vestidos y elegantes trajes, intentando pasar inadvertido y logrando su objetivo por el motivo de la fiesta. Era un baile de máscaras. Si bien no era difícil averiguar qquiénes encontraba detrás con un par de preguntas o inspeccionar un poco, era divertido para la temporada. Aunque no estaba allí precisamente para divertirse, sino que la inesperada carta de Makarov lo obligó a aplazar los objetivos de su estadía en la ciudad, y más aún, muy positivamente alargarla.
Todavía le costaba procesarlo. Ni su padre o él tenían idea de que Natsu tuviese otro primo. Makarov solo tuvo dos hijos, la madre de Natsu e Iván, un hombre que pereció en la guerra con los ingleses muchos años atrás. Como descendencia conocían a Laxus Dreyar, pero éste no era considerado candidato para acceder a jefe por algo que ellos no entendían. Makarov pedía que guiaran a su nieto una temporada en lo que terminaba de arreglar unos asuntos en Londres.
La noche era joven, y aunque había una gran cantidad de invitados, era evidente que faltaban unos pocos. Zeref tomó una copa de vino y degustó mientras se escabullía de las jóvenes casaderas y sus exigentes madres. No quería ser grosero, y usualmente sacaría a bailar a alguna conocida, pero la ansiedad le mantenía ocupado.
Un relámpago iluminó los hermosos ventanales y segundos después el poderoso retumbar de un trueno en la lejanía. Las jovencitas chillaron y luego rieron avergonzadas, las mujeres se abanicaron de maneras un tanto exageradas y los hombres rieron y se dieron unas cuantas palmadas por el susto inesperado. El mismo Zeref miraba con el ceño fruncido tras el antifaz las oscuras nubes que eran iluminadas por los rayos.
Una figura se detuvo delante de él, de su misma altura y complexión.
—Buenas noches, ¿Zeref Dragneel? —El mencionado dirigió su atención al recién llegado, y un frío escalofrío corrió por su nuca. No sabía qué era, pero miró intrigado la máscara de corte asimétrico que cubría casi por completo el perfil derecho del extraño. Tenía cabello negro y un impecable traje a la altura del evento, pero ni su voz ni la sombra sobre sus ojos le permitía reconocerlo.
—¿Quién le busca?
—Mi nombre es Salamander Dreyar —El extraño ya no lo era más. Zeref recordó el nombre escrito en la carta de Makarov—. No hemos sido presentados antes, pero le reconozco por lady Scarlet. Ella me ha dicho quién era. Espero no molestarle.
—¡Por supuesto! —Zeref se apresuró a tomar la mano que no había visto que le tendía. Vio el asomo de una sonrisa tirar de sus labios que sí estaban a la vista junto con su barbilla—. Quiero decir, no me molesta. Ya he tenido el placer de saludar a nuestra anfitriona a mi llegada. ¿Qué le trae por Londres?
—Un par de asuntos que no son de mi agrado. No estoy acostumbrado a las grandes ciudades —Se encogió de hombros, y Zeref notó si interés cuando el camarero pasó con algunas bebidas. Extrañamente, no lo vio tomar ninguna. ¿Sería timidez?
—Supongo que toda una vida en las tierras altas no lo acostumbran a este tipo de vida tan aburrida —Intentó hacer una conversación. ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿De qué debía hablar? En ese momento deseó haber insistido más y traer a su padre. Su madre no quiso asistir al baile de una mujer que —según sus palabras— era de dudable moralidad al rumorearse sus andanzas con los cíngaros. Al no obtener ninguna respuesta se corrigió—. No lo digo de mala fé. Es sólo que mi hermano solía estar malhumorado unos días cada vez que venía y se quedaba con papá y conmigo.
—Ah, sí, Natsu... —Su vaga respuesta tocó algo en el corazón de Zeref. Pocas veces escuchaba a alguien nombrar a su hermano muerto. Y de esas pocas veces, no era más que un vago recuerdo—. Lamento mucho lo sucedido, debió ser muy duro.
Antes de que Zeref pudiera responder, y con la banda ajustando sus instrumentos para la próxima pieza. Una figura de baja estatura y delgada complexión se deslizó con cierta dificultad entre las personas a su alrededor hasta ir a estamparse con el primogénito de los Dragneel. Éste logró captarlo y atrapó a la joven antes de chocar demasiado duro con él. Salamander centró su atención silenciosa en ella cuando el antifaz de la dama se calló y reveló el rostro enrojecido de Mavis Vermillion.
—Una disculpa, es que no podía pasar entre... —Ella advirtió su presencia y se recompuso para intentar atar su antifaz de nuevo—. No sabía que tenías compañía, ¡en verdad lo lamento!
—Déjame te ayudo —Zeref tomó las cintas de su antifaz y se colocó detrás suyo para atarlas. En el breve transcurso, Mavis envió miradas curiosas al hombre delante de ellos—. Ya está, tu belleza permanece oculta para no cegarnos.
—No seas adulador —Se rió nerviosa, antes de hacer una breve inclinación al hombre que no les perdía la vista de encima—. Me disculpo por eso, soy Mavis, pero supongo que ya lo ha notado. Sin embargo, yo no le reconozco. Diría que es lord Fullbuster, pero acabo de dejarlo con mi prima antes de venir aquí.
Zeref estiró el cuello para ver con facilidad sobre la mayoría de las personas, y advirtió a Gray hablando con Lucy al otro lado del salón. Negó con desaprobación.
—No debiste dejarla sola con él.
—Es inofensivo.
—No lo digo por él, sino por Eucliffe.
—Bah, si no quiere que su prometida socialice, que llegue temprano para acompañarla. Además, fue la misma Lucy quien me insistió para venir en tu búsqueda, me prometiste un baile.
—Creo que nuestra conversación puede ser en otro momento —interrumpió Salamander. Si seguía viendo a esa víbora fingiendo interés por su hermano, la iba a exhibir. Por desgracia, aquel breve intercambio le había bastado para comprobar que la carta de Gajeel antes de su partida de Escocia era cierto. Esos dos se traían algo—. Con su permiso, disfrutaré de la fiesta.
—Sé que ha sido una grosería, pero quisiera... —Zeref trató de detenerle.
—No se preocupe, baile con su dama. Más tarde u otro día podremos ponernos al tanto. —Con esas últimas palabras se perdió de su vista. Mavis sujetó el brazo de Zeref y lo apretó con suavidad para llamar su atención.
—Querido, ¿quién era?
—Es un nieto de Makarov... —Musitó sin verla, con la vista clavada en el punto donde lo perdió—. Es primo de Natsu. Ha venido a la ciudad y me han pedido que le ayude. Más no sé a qué.
Salamander se abrió paso entre la gente sin ninguna dificultad, ignorando las miradas curiosas. Sus ojos astibaron un movimiento por el rabillo del ojo. Alguien se había quitado la máscara, y no supo por qué eso llamó su atención. Tal vez porque entre todo el gentío, esa persona le veía a él. Vio sus ojos de iris escarlata y larga cabellera negra. Gajeel sonrió y con un movimiento de cabeza le indicó que le siguiera una vez volvió a colocarse la máscara. Natsu iba a seguirle cuando sintió que le pisaban el pie y sus piernas se veían envueltas en las faldas de la dama que se aproximó demasiado. A punto estuvo de verla caer cuando tomó su brazo para estabilizarla. Y tuvo que soltarla al instante cuando sintió un latigazo con su solo contacto. Su cabello parecía tener el mismo largo que en el pasado, y había sentido su brazo un poco las delgado de lo que acostumbraba.
—Lo sentimos, nos han empujado —Declaró el hombre que iba con ella. Salamander lo reconoció de inmediato, pues su antifaz era delgado y dejaba a la vista todas sus facciones a excepción del contorno en los ojos—. Lucy, ¿se encuentra bien? Podemos esperar a lord Eucliffe de este lado.
—¿Me puede disculpar? Creo que le he pisado el pie —Declaró ella, estirando una mano para buscar la figura con la que chocó instantes atrás. El primer impulso de Salamander fue alejarse, no tolerando que esas mismas manos que le marcaron de por vida ahora lo tocasen. Pero no iba a llamar la atención, y tomó la mano de la mujer para besar sus nudillos con una voluntad que ni él mismo supo de dónde sacó—. ¿Quién es?
—Eso me gustaría saber a mí —Gray fijó su atención en el extraño, cuya máscara cubría muy bien su identidad. El lord levantó su propio antifaz para revelarle su identidad—. Si nos conoce, ¿no? Soy Gray. Ella es Lucy. La estaba acompañando al comedor mientras aguarda la llegada de su prometido. Ya sabe cómo es el caballero en cuestión.
Gray suponía que era de su mismo círculo, que conocía sus rostros y sus nombres. Natsu sonrió con los labios un instante, y decidió que probar su nueva voz en ellos sería interesante.
—¿Tendré la oportunidad de tener un baile con la dama antes de que su prometido la acapare?
Gray creyó escuchar... mal. Su voz no le sonó familiar, más no tuvo tiempo de averiguarlo ni Lucy tampoco, pues justo la música comenzó sus primeros acordes y todos a su alrededor se mostraron emocionados por la melodía poco usual en aquel tipo de eventos. Lucy sintió que aquella misma mano llena de calidez y firmeza tomaba su mano fría y se veía jalada en otra dirección. No se opuso, llevada por la curiosidad.
—Todavía no me ha dicho su nombre —le recordó ella cuando se detuvieron en medio de la pista y todos comenzaron a danzar a su alrededor. Si bien no era un estilo de música común, el entretenimiento de cada evento eran los bailes, por lo que seguir los pasos que todos ya conocían no era difícil.
Incluso Salamander los había aprendido. Y estaba sorprendido de la seguridad con la que Lucy los realizaba sin una mueca o tropiezo. No debería preocuparle, claro estaba, pero no podía dejar de verla, preguntándose tantas cosas. Sus muñecas no eran visibles, pues llevaba guantes hasta mitad del antebrazo. Lo que sí fue visible era un collar que lanzó un destello de fuego ante la luz de los cientos de bujías que colgaban sobre ellos.
—No necesita saberlo —Respondió por fin, deseando arrancarle aquel collar que con tanto orgullo exhibía en la blancura y delgadez de su cuello. Ese collar fue un regalo de su madre, la misma que le enseñó a trabajar el metal y crear accesorios exquisitos. Natsu creyó que lo había perdido para siempre en el río que casi le vio morir. Pero allí estaba, en el cuello de la mujer que le enterró en vida. Aprovechando un momento del baile donde estuvo cerca de ella, se inclinó sobre su oído para susurrarle—. Es un hermoso collar el que tiene ahí.
—Gr-gracias, fue un regalo de mi prometido —Se apresuró a decir, sintiendo su piel erizarse tras su nuca cuando sintió su cálido aliento tan cerca de ella. Lo sintió aproximarse de nuevo, más de lo que permitía el decoro, y él la sostuvo por la cintura, ajeno y oculto por las parejas a su alrededor.
—Pero es usted quien sabe exhibirlo —No tenía idea de cuál era su objetivo claro para hacer eso, pero llegados a aquel punto del baile, casi en su clímax. Salamander se preparó junto con una gran cantidad de caballeros y una vez la mantuvo bien sujeta la elevó ligeramente del suelo. Sintió las manos de Lucy, cuyos dedos se clavaron en sus anchos hombros por un instante. Las damas que también tuvieron la suerte de ser elevadas por sus parejas rompieron en risillas encantadas y danzaron junto a ellos con más deleite. A diferencia de Lucy, que se había puesto tensa y si se movía era solo por inercia—. ¿La ha asustado la vuelta? Ahora recuerdo por qué no admiten este tipo de danzas tan vigorizantes.
—Sólo me ha tomado por sorpresa —Admitió ella. Lucy sintió que su corazón estaba golpeando con fuerza contra su pecho. Si bien el sentirse elevada era un factor decisivo. La razón de su tensión fue el aroma nostálgico que percibió en las cercanías de aquel hombre de atractiva voz—. ¿Me dirá por fin su nombre?
—¿Todavía no lo ha descubierto? —Salamander hizo el último movimiento y Lucy terminó de espaldas a él, casi pegada a su pecho y con la cabeza ligeramente vuelta hacia él para escuchar su respuesta.
Fue una maldita casualidad que su perfume llenara sus sentidos. Natsu cerró los ojos un instante y después la liberó. Los mayores que permanecían a las orillas, y aquellos que no se unieron al baile, rompieron en fuertes aplausos por el espectáculo presenciado. Él entendió que era momento de salir de allí cuando vio a Sting buscar entre la multitud a la mujer que tenía en los brazos.
—Tal vez me parezca familiar... —Admitió Lucy con un hilo de voz. Aquel aroma, ella no podría haberlo olvidado. Era un borrón difuso en su memoria, pero conocía al dueño de ese masculino aroma. Necesitaba saber quién era ese extraño—. Al menos una pista.
—Pronto sabrá de mí —Aseguró, besando su mano una vez más antes de alejarse. Había visto a Erza hacerle una seña para atraerlo. Era casi el momento de quitarse las máscaras.
Lucy se sintió sola en el instante que percibió su calor alejarse, llevándose con él aquel aroma cargado de recuerdos y una voz que escondía secretos. Estaba pensando cómo iba a hacer para regresar con Mavis o pedir apoyo para alejarse del centro del salón cuando escuchó a Sting detrás suyo y sintió su mano tomar su brazo para tirar de ella en otra dirección. Su tacto fue frío y nada delicado.
—No pierdes el tiempo, ¿eh?
—Has tardado más de lo usual —Replicó ella, sintiendo el frío aire nocturno combinado con el rocío de la intensa lluvia que soplaba hacia ellos. Debían estar cerca de una de las puertas. Lucy se tocó el collar pensativa. Sting la obligó a soltarlo y apretó su mano—. Me está haciendo daño.
—He visto que bailabas con alguien, ¿quién era? Para tu condición, deberías permanecer sentada esperando por mí —Le susurró con molestia. Lucy evitó responder, no quería hacer un escándalo ahí. Últimamente el mal humor de Sting era más que evidente—. Te he hecho una pregunta.
—Yo no... —Un cubierto golpeó con suavidad una copa de cristal, y la música se detuvo para hacer nota a la bella anfitriona bajando por las escaleras principal con un acompañante. Tras ellos, otra pareja les seguía. El hombre llevaba largos cabellos negros atado a una coleta, y la mujer —de una tez increíblemente blanca a diferencia de él— resaltaba aún más con su bella cabellera azul.
—Por favor, no se detengan por mí —Lady Scarlet se vio falsamente conmovida. O eso le pareció a los dos hombres que terminaban de descender las escaleras junto a ella—. Quiero que continúen disfrutando de esta fiesta, como muestra de una buena relación. Y de paso, presentarles a mi prometido.
Salamander la vio con el ceño fruncido. ¿Eso de dónde había salido? Erza se quitó el antifaz, y con ellos el resto del público recibió la señal de la hora en que las máscaras se retirarían. Para él no fue difícil reconocer a la gran mayoría de los que estaban ahí, los mismos que años atrás asistieron a la fiesta que Igneel ofreció en su honor. Divisó el rostro de Gajeel junto a su hermana Juvia, ambos mirando con intriga a la pelirroja que iba de su brazo.
Natsu no tuvo más alternativa que quitarse la máscara. Sabía que su voz no lo desataría, y que a pesar de guardar parecido con quien fue años atrás, la cicatriz lo marcaba y la peluca negra escondía su verdadera identidad. ¿Por qué habrían de sospecharlo? Si el ya estaba muerto. Con aquella seguridad miró a Erza con una sonrisa que prometía un interrogatorio más tarde, dejando con ello a la vista el perfil de su rostro marcado de cicatrices. Un jadeo colectivo no se hizo esperar, pero nadie dijo nada. Y cada que él posaba sus ojos sobre alguien, éste se apartaba.
—Su nombre es Salamander Dreyar, pueden seguir disfrutando del baile —Con ello, Erza dio por terminado el pequeño momento tenso. La música volvió a sonar con la misma alegría, pero nadie regresó a bailar.
Erza sonrió encantadora, indiferente de la mirada de todos y le pidió a su compañero que la sacara a bailar. Salamander lo hizo, ejerciendo el papel que ella no le dijo que tendría, y cuando ambos estuvieron en medio de aquel salón, muchas otras parejas le siguieron, enviando miradas curiosas y murmurando cuando creían que no les escuchaban.
Zeref y Mavis permanecían a un costado del salón, cercanos a Lucy y Sting. Y todos, a excepción de la heredera Heartfilia, veían con asombro al hombre que bailaba con lady Titania. Se parecía mucho a Natsu. Estaban seguros de que debía tener la misma edad de haber vivido. Porque la realidad era esa, el hermano menor de Zeref estaba muerto. Y su imagen había regresado para atormentarlo, ¿verdad? Aquel hombre marcado en el rostro era un espejismo, una mala jugada para recordarle lo que había perdido.
—Después de todo, es su primo. ¿No es así, querido? —Mavis intentó salir de su asombro, llamando la atención de Zeref. Éste no dijo nada. La Vermillion sintió un frío escalofrío recorrer su espalda. Y no le bastó mirar mucho para encontrar que aquel hombre tenía la vista clavada en ellos.
Ella no lograba ver del todo la forma de la cicatriz, o que tan grande era. Pero por una razón que no supo explicar, sintió miedo. Mucho miedo. Miró a su prima, quien ajena a todo no tenía idea de lo que se aproximaba. Se consoló con el hecho de que apenas Lucy se casara con Sting, había prometido llevarla con ella.
Mavis no quería quedarse sola en la mansión Heartfilia.
—¿Y qué asuntos pueden traer a otro hombre de las tierras altas? Además de un beneficioso matrimonio con una dama soltera y adinerada? —Sting no ocultó su desagrado al contemplar al hombre que de cierta forma le recordaba al que en primer lugar le quitó a su prometida.
—Los mismos que pueden tener a un inglés tras las faldas de otra dama adinerada. Si me disculpan —Replicó Zeref antes de alejarse de ellos a toda prisa. Mavis se mordió el labio para no reír. Lucy tenía un rostro inexpresivo a pesar de haberlo oído todo. Sting sólo estaba rojo de la vergüenza y la ira.
Pero Zeref no tenía un objetivo claro. ¿Qué podía decirle? Ese hombre era la viva imagen de Natsu, sólo que estaba marcado por la vida y de cabellera azabache. Se detuvo entre la multitud, observando a las parejas sin apenas prestar atención. Los otros dos acompañantes de Erza y Salamander; la mujer pálida de cabellera azul, había sido sacada a bailar por nada menos que Gray Fullbuster. Eso le pareció una novedad, puesto que ese caballero era conocido por huir de las danzas. Mientras que el hombre moreno de larga cabellera negra coqueteaba descaradamente con Levy McGarden.
Por otro lado, Mavis se pegó a Lucy el resto de la velada. El prometido de su prima tendía a darse a la bebida y rara vez la sacaba a bailar, por lo que Lucy permanecía sentada en los rincones y charlaba de vez en cuando con alguna jovencita tímida que no quisiera bailar. Ahora era ella la que no quería acercarse a la pista, sumado a que Zeref desapareció de su vista.
Mavis entrelazo sus dedos con los de Lucy y apoyó su cabeza en el hombro de esta. Su prima, aún con su ceguera, podía notar que algo la perturbaba.
—¿Quieres salir a tomar el aire un momento?
—Lucy... me parece bien. Necesito hablar contigo.
—De acuerdo —Lucy tomó su bastón y se puso de pie. Tal vez no era el mejor momento ni lugar para las revelaciones, pero llevaba semanas notando a Mavis distraída y nerviosa. Incluso no paraba de preguntarle si era verdad que la llevaría con ella cuando Sting la desposara. Parecía tener miedo. Se dejó guiar por la Vermillion hasta que el ruido de la fiesta fue cada vez más escaso y el frío aire, cubierto del rocío de la tormenta que remitía, puso su piel de gallina.
—Lucy, el hombre con el que bailaste es Salamander Dreyar. Es primo de Natsu.
—Eso escuché... —Lucy no dio muestra de parecer perturbada o asustada. Mavis miró sus facciones en busca de cualquier signo de emoción. No lo encontró.
—Se parece mucho a él.
—¿De verdad?
—Sí, pero parece ser un poco más alto, y tiene el cabello negro.
—Mi intercambio ha sido de lo más breve —Le recordó Lucy. Mavis echó una mirada tras ellas al escuchar una rama crujir. Su agarre en Lucy se intensificó al ver de quién se trataba. Era Salamander.
—Lamento si la asusté, quería tener un momento a solas con ustedes.
—No creo que sea el lugar —Mavis se dio cuenta de que estaban solas con él en el jardín poco iluminado. La brisa que sacudía los árboles llevaba gotas de rocío hasta ellas, helando sus mejillas—. Hemos de volver.
Salamander le cerró el paso. Lucy se tensó cuando advirtió aquel aroma de nuevo. ¿Que tan cerca estaba? Mavis retrocedió a trompicones sin soltar a Lucy, casi tirándole en el proceso.
—Seré breve. Quisiera saber si puedo contar con su... apoyo.
—¿Para qué? —Fue Lucy la que habló, sorprendiendo a los otros por su tono.
—Para averiguar sobre la muerte de mi primo. Tengo entendido que se dirigía a las tierras altas con ustedes y un pequeño séquito. Yo le conocía... me parece imposible que se haya dejado sorprender por unos bandidos o que sólo a él lo matasen.
—Señor, estos no son temas a tratar con nosotras —Mavis sintió un hueco en el estómago y las náuseas fueron horribles—. Además, Zeref ya se encargó de eso.
—Algo averigüé, pero el caso se cerró sin dar solución. Por favor, deben entender, yo vi su cuerpo. Él no sólo fue asesinado para quitarle dinero o algo, fue torturado.
—Oh Dios... —Lucy se sintió débil de pronto, y se llevó la mano a la frente. De pronto volvió a escuchar a Natsu morir delante de ella. Una vez más, la sensación de su cálida sangre bañando sus manos la puso pálida.
—¡No queremos recordar eso, entienda! —Mavis estaba dispuesta a empujarlo si no se quitaba de en medio. Para su alivio él se quitó—. Lucy, ¿estás bien?
—Quiero irme —Rogó.
—Enseguida, buscaré a Sting y...
—¡No! Quiero irme ahora, él no me lo permitirá.
—De acuerdo... deja busco a Zeref entonces, él...
—Siento haberlas importunado, si me lo permiten, puedo llevarlas en mi carruaje.
—Gracias, pero ya ha hecho demasiado —Mavis llevó a Lucy por los jardines para rodear la casa. Salamander las siguió.
—Insisto, yo mismo conducire, sólo díganme a dónde las llevo.
—No creo... —Mavis iba a negarse de nuevo cuando Lucy la interrumpió.
—A la mansión Heartfilia, es la casa al final de la calle principal pasando la fuente, ¿la conoce?
—Eso creo, ¿necesitan algo más?
—Mi chal —Musitó Mavis, mirando a Salamander y luego a Lucy con nervios—. Lucy, vuelvo enseguida, iré a buscarlo.
—Le felicito por su compromiso con lady Scarlet —Lucy intentó aligerar la atención. No sé sentía cómoda sabiendo que aquel hombre era primo del que amó una vez, y seguía amando aún después de su muerte. Escuchó como se acercaba a ella.
—No ha sido más que una broma de mal gusto por su parte —Salamander observó el perfil de Lucy. Seguía igual de hermosa, pero sabía que esa belleza escondía a un ser lleno de maldad.
Lucy no quiso averiguar más al respecto. Su malestar no se lo permitía.
—Mi abuelo se ha preguntado... ¿si usted le concedería un poco de su tiempo alguna vez? —Y la vio, por un instante, él la vio como Natsu solía mirar a Lucy. Pero el amor sólo dejó un frustrante deseo por ella. Era todo lo que quedaba en su corazón. Era lo único que no había podido enterrar en él por ella.
—¿De qué habla? —Lucy escuchó su voz más cerca.
—Una tontería, no me haga caso —Salamander retrocedió al escuchar a Mavis volver.
—Lucy, he vuelto. Me he encontrado con Zeref, él nos llevará. Señor Dreyar, muchas gracias por su ofrecimiento, pero Zeref se encargará de llevarnos a casa.
—Comprendo, si eso las hace sentir más cómodas —Salamander miró a Lucy una vez más, con un sombrío sentimiento naciendo en él. Mavis advirtió esa mirada, y se estremeció a pesar de llevar su chal a los hombros. Sabia que lo que estaba a punto de hacer era temerario, más aún con la prima viéndole tan fijamente. Pero se acercó a ella para que sólo Lucy le escuchara y susurró a la altura de su oído—: Espero verla de nuevo, Luce.
—¿Cómo me ha...? —Lucy se apartó de golpe. Mavis iba a preguntar qué le había dicho cuando Zeref se acercó a ellos con rapidez.
—¿Están listas? Tengo a mi cochero esperando. Salamander, lady Scarlet le está buscando.
—Gracias, ahora mismo iré a verla.
Lucy requirió un esfuerzo descomunal para moverse cuando Mavis tiró de ella. El miedo todavía era evidente en su ser, pues su corazón golpeaba como salvaje contra su pecho y el frío en su cuerpo le dificultaba cualquier pensamiento razonable.
¿Por qué la había llamado así? ¿Fue sólo una coincidencia? ¿O una cruda advertencia? ¿Qué sabía o quería saber Salamander sobre la muerte de Natsu?
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Tal vez fuera a raíz de aquel baile, o lo oído después. Lucy tenía un sueño agradable por primera vez en muchos años. Sumergida y sedada por el té que la dormía, sus sueños eran profundos y blancos. Pero ahora era... diferente. No tenía ninguna imagen clara, eso lo sabía, pero ella sentía la presencia de alguien a quien extrañaba mucho.
Era Natsu. Soñaba con él, lo sabía porque sólo él había tenido un acercamiento de ese tipo con ella. No era un sueño inocente, y eso también lo sabía. En sus pocos encuentros antes de la boda, Lucy había tenido una pequeña muestra de su pasión. Su cálido aliento acariciaba su pecho desnudo. Luego ella lo bebía cuando la besaba, aquel aliento que durante un tiempo le insufló vida.
Lucy movió la cabeza, la fría suavidad de la almohada contra su cálida mejilla fue un cambio agradable. La noche era húmeda, con el frío aire producto de la tormenta de aquella tarde. Su sueño apacible se vio interrumpido cuando sintió unos labios bajar por su cuello. Aquello no era un sueño. No lo era la mano que se posó en su estómago desnudo. Y ella se tensó. Antes de que pudiera siquiera gritar, una mano le tapó la boca con fuerza y el peso de un cuerpo mucho más grande que el suyo la retuvo inmóvil. Abrió los ojos horrorizada, incapaz de ver nada.
No se movió, a pesar de que la necesidad de pelear, quizás hasta por su propia vida, eran inmensas.
—Shh, no intentes gritar —Sugirió una voz ronca y masculina en su oído, antes de bajar de nueva vuelta a su cuello. Aquello le bastó para oler el olor a alcohol que aquel cuerpo despedía sobre ella.
¿Quién era? Era obvio que el hombre estaba ebrio, pero las posibilidades para averiguar su identidad eran tantas y todas igual o más aterradoras. Intentó reconocer su voz, más no encontró coincidencia en absoluto. Su pecho empezó a subir y bajar del susto. Él lo notó, y Lucy sintió que un brazo se abría paso bajo su espalda, entre el colchón y ella, y la apretaba contra él. El horror se apoderó de su ser cuando sintió el creciente deseo que despertaba en él.
Lucy se revolvió, pero él la apretó más al punto de sacar un quejido ahogado por su mano, y las lágrimas asomando en sus ojos incapaces de ver a su agresor. Sin pensarlo intentó arañarle, más no tuvo éxito alguno cuando atrapó una de sus muñecas con el brazo que tenía bajo ella y tiró de él. El dolor de forzar su articulación a una posición que no era común, la paralizó.
—Un maldito movimiento más y le doblare el brazo. Tampoco grite. Voy a quitarle la mano, pero quiero que sepa que no me encuentro solo. Si no quiere que su prima sufra algo, quédese quieta y callada, ¿me comprende?
Lucy sintió un escalofrío de miedo sacudir su cuerpo al escuchar que no estaba solo. La idea de que llevasen tiempo vigilando la forzó a quedarse quieta, aunque su cuerpo se negaba a relajarse, ya no se resistió. ¿Estaría Mavis en la misma situación que ella? Rogó a los cielos porque no fuera así. Y deseó que alguien viniese a su rescate. Más era realista, eso no iba a ocurrir.
El frío aire que dejó la tormenta tras de sí besó su piel cuando el intruso bajó su camisón. Lucy sintió que quitaba la mano de su boca, no sin cierta renuencia y repetir su amenaza una vez más. Ella no era tonta, y no iba a poner en peligro a su querida prima. Eso no evitó que apartara el rostro cuando lo sintió aproximarse para sentir sus labios en la línea de su mentón. Lo sintió sonreír contra su piel y ella cerró los ojos con fuerza cuando sintió sus labios descender a sus senos.
Aquello era denigrante. Tenía miedo, y temblaba como una hoja. Aquel descarado se restregaba contra ella a propósito. El frío sólo era contrastado por la húmeda calidez de su boca en la zona más sensible de sus senos. Se mordió los labios, asqueada de su toque y de su propia reacción. El instinto de supervivencia era fuerte, pero más aún lo eran sus deseos de proteger a Mavis. Pero tenía que saberlo.
—¿Quién me asegura que mi prima no está sufriendo lo mismo que yo en estos momentos? —Preguntó con un hilo de voz. La lengua que atormentaba su pezón se detuvo y volvió a sentir su sonrisa en su piel. Quería golpearlo por humillarla de aquella manera.
—Debería preocuparse menos por su prima y más por usted, ¿tiene idea de lo que voy a hacerle?
—Sus intenciones son más que claras —Replicó ella sin elevar el tono en ningún momento. Natsu admitió que para ser una mujer de su condición y en las circunstancias actuales, mantenía la compostura como mejor podía. Pero no la admiraba. Jamás admiraría a una cobarde como ella.
—Tiene razón —Admitió. Natsu liberó parte de su peso de ella un instante, el suficiente para liberarse de la gabardina y quitarse el cinturón. Apenas la vio con intenciones de moverse dejó su peso en ella nuevamente. Había olvidado cuán pequeña se sentía bajo su cuerpo, y cuán frágil la creyó entonces. Sus sentidos, para nada entorpecidos por el alcohol, admiraron la belleza de la víbora que tomó por esposa.
Volvió a besarla, sabiendo que la molestaba y reteniendo su rostro con una mano para obligarla a corresponder. Sin dejar de hacerlo, se incorporó un poco y tomó el camisón que había enrollado en su cintura y lo bajó de un tirón. Ella jadeó y él volvió a cubrirle la boca. Espero y ella no hizo ningún sonido más, pero su mano se sintió húmeda cuando sintió las lágrimas de la mujer bajar por sus mejillas. Eso le enfureció.
¿Se acorbardaba por un poco de castigo? Si tan sólo tuviera idea de lo que se venía para ella. Podía tomarla allí mismo, en su cama, y taparle la boca para que no gritara. Podía hacer eso y luego ver la manera de destruirla aún más. Una oscura idea asomó a su mente, ¿por qué no?
Guió su mano al centro de sus piernas, sintiendo sus vanos intentos por evitarlo o empujarle lejos. La inmovilizó hasta que pudo encontrar su objetivo, a pesar de su desesperación en alejarle. No iba a permitir que lo rechazara, y le estaba teniendo consideración si lo pensaba. ¿Por qué? Podía sólo darle la vuelta y tomarla sin tener que verla a la cara. La furia creció dentro de él.
No. Eso no iba a ser suficiente para desquitarse aquellos cuatro años de muerte. Era demasiado bueno para ella. Para aquella esposa traicionera que creyéndose viuda estaba a punto de volverse a casar.
Con el pasar de los segundos, Natsu sintió la tensión del cuerpo femenino desvanecerse, y luego ella retuvo la respiración. Finalmente la soltó en un largo suspiro. Observó sus facciones en la oscuridad, por un instante relajadas, luego la vergüenza volvió a ella por aquello que había sentido. Natsu sonrió y apartó la mano del interior de sus muslos, sintiendo su humedad. Podía tomarla ahora, y no la lastimaría.
Pero eso seguía siendo demasiado bueno para ella.
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Continuará...
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