¤¤ Capítulo 26 ¤¤
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El día por fin había llegado. Tan agitado y eterno le pareció que Natsu todavía tardaba un poco procesarlo. Y no le molestaba en absoluto ser un hombre casado a su corta edad, así como tampoco la mujer que habría de compartir su vida a su lado, era sólo que debido al ajetreo había notado a Lucy un poco extraña las últimas noches previas a la boda, así como el mismo día. Pero no podía culparla, eran los nervios que a veces alteraban los nervios de las damas ante semejante acontecimiento. No mentiría diciendo que él mismo no se sintió nervioso. Aunque todo rastro de duda había desaparecido de su mente cuando la vio entrar con aquel precioso vestido del que las hermanas Strauss no paraban de presumir.
Pero su atención sólo estaba en Lucy, en aquel rostro cubierto por el velo de novia que, si bien no la ocultaba del todo, advertía algo en su postura que le dio una mala sensación. Jude la llevaba por el brazo, y ella tropezó pero su padre la sujetó con firmeza y la instó a caminar. Natsu ya había bajado un escalón para ir a su encuentro, provocando un murmullo de ternura en las jovencitas cercanas.
Lucy se sentía fría al tacto, y su postura tensa le hizo recordar la actitud distante que intentó mantener con él al principio. Sus ojos permanecían bajos, ocultos por la gruesa capa de pestañas y el flequillo que se había soltado de su horquilla. La ceremonia inició, y Natsu sintió un vacío en el estómago, además de un cosquilleo nada agradable en la nuca. Algo no estaba bien, lo sabía. ¿De qué se trataba? Escaneó la multitud en un instante oportuno para no parecer obvio y sus ojos se encontraron con Jude, después con Igneel, y algo en la expresión engreída de Grandine le hizo fruncir el ceño un momento.
Intercambiaron votos, luego de la enumeración de sus títulos y Natsu tomó la sortija más pequeña para ponerla en la mano de Lucy, murmurando una palabra de cariño al sentir su temblor. ¿Qué era lo que la tenía tan asustada? ¿Sería la salud de lady Vermillion? Natsu había oído que una semana atrás, Mavis hubo de partir con su madre debido a su delicada salud, al parecer una complicación en cuanto a sus medicamentos o sus cuidados. No lo sabía con exactitud. Ya estaba de vuelta, pero se encontraba indispuesta para asistir a la ceremonia, lo cual podría significar que su estado era más critico del que pensaba. Trató de apartar toda clase de pensamientos que no fueran aquellos que lo mantuviesen en ese preciso momento, logrando alejar aquel vacío extraño que sentía en el estómago y el cosquilleo en la nuca.
El resto de la ceremonia transcurrió con relativa normalidad, pues Lucy estaba mucho más callada que de costumbre y no paraba de tropezar cuando menos lo pensaba, por suerte la tenía bien sujeta y sólo se separó el tiempo en que su padre Jude quiso danzar con ella un poco. No obstante, cuando volvió a sus brazos podría jurar que el brillo de sus ojos era producto de las lágrimas no derramadas y eso no le dio buena espina. No parecía la típica novia conmovida, ni la que temía a lo que seguiría una vez todo terminase. ¿Era él el problema? El que sus respuestas no fueran más que monosílabos le hacía creer que sí. Pero la expresión de Jude y su eterna vigilancia le hizo tomar una decisión que decidió comunicarle en una de sus danzas.
—Lucy, ¿te sientes bien?
—Sí... es sólo lo agitada que estuvo la mañana, no se preocupe —Respondió con un murmullo débil. Natsu arqueó una ceja al oírla. Su formalidad... resultaba extraña comparado al acercamiento que habían tenido últimamente.
—Lucy, sé que no es la costumbre, pero me gustaría partir ahora mismo a Escocia —le explicó sin rodeos. Lucy se sobresaltó más supo disimular lo suficiente para que sólo él fuese consciente.
—¿Hoy? Milord, es muy apresurado. Mis cosas...
—Ya se encuentran listas, se lo he ordenado a tus doncellas hace poco.
—¿P-por qué el apuro? Si puedo preguntar...
—Quiero que te sientas segura... y veo que eso no es posible mientras permanezcas aquí. Cuando la fiesta termine nos marchamos.
—Entiendo... si eso le parece, milord —Lucy no dijo nada más y se mantuvo juntona él el resto del baile, pero para Natsu fue como ella se encontrara a metros de distancia suyo. Una vez se dio por terminada la fiesta muchas horas después, y preparando todo en el carruaje, Lucy llamó su atención.
El gran salón se encontraba ya casi vacío, y podía ver a los sirvientes cargando con las pertenencias de su ahora esposa. Le pareció curioso ver que era solo un baúl, considerando que muchas damas de su edad no cesaban en cuanto a lo material se refería. O tal vez ella pensaba que era un viaje de ida y vuelta. Fijó su vista en Lucy, quien bajaba acompañada de su criada Aries. El rostro apesadumbrado de ambas le llamó la atención, más no pudo averiguar nada más al respecto una vez Jude apareció desde su estudio com cara de pocos amigos.
—¿Se puede saber a dónde va?
—De luna de miel, por supuesto —Natsu se giró hacia uno de los sirvientes que su padre insistió en enviarle para servir de escolta y el hombre le tendió un pergamino—. Tenga, comprenderá que al ser Lucy ahora mi esposa, no necesita más autorización en sus salidas que la mía. Nos marchamos, muchas gracias por la recepción, Jude. Le enviaré un mensaje cuando lleguemos.
—No puedes sacar a Lucy de aquí, ¿acaso no tienes tierras aquí en Londres? En Escocia no hay más que salvajes y...
—Y mi hogar, claro está. —Natsu ignoró a Jude el tiempo suficiente para tomar la mano de Lucy, quien llegaba a su lado y se veía con la misma palidez fantasmal de la mañana. Le dio un suave apretón en la mano antes de llevarse sus nudillos a los labios y besarla con delicadeza—. Estás algo fría, ¿y tu abrigo?
—Lo traeré enseguida —Se apresuró a decir Aries, quien salió huyendo a cumplir su objetivo.
—Lucy, dile que no estás dispuesta a marcharte hasta Escocia, ella no está acostumbrada a ese tipo de ambiente. ¿Qué clase de marido serás para ella?
—Ya fue suficiente —Natsu alzó la voz y centró toda su atención en Jude, quien mostró una expresión de sorpresa y rabia—. Le repito, ella es ahora mi esposa, ya no está más bajo mi cuidado. Y si no quiere esto, lo rompere.
Jude le arrebató el pergamino y sonrió con malicia mientras lo extendía.
—Ah, sí, las tierras que me ofreciste a cambio de la mano de mi hija. —Lucy se encogió a su lado como si hubiera recibido un golpe—. Te lo dije, cariño. Cualquiera que fuera el hombre que te desposara, no está más interesado que en la descendencia que puedas darle, sigues siendo un intercambio provechoso. Rechazaste al hijo de lord Eucliffe por un mestizo que igual se te meterá entre las piernas.
Natsu vio todo rojo en cuestión de segundos, y dejó a Lucy junto que Aries, que apenas volvía, para adelantarse y derribar a Jude de un puñetazo. La doncella lanzó un grito de espanto y Lucy se sobresaltó ante lo oído. Sin detenerse sacó a Lucy de allí y la guió al carruaje con algo más de velocidad de la que pretendía, provocando que ella tropezara contra él. Fue ver sus ojos llenos de lágrimas para entender lo que la tenía así y sólo la acercó a su pecho, frotando su espalda temblorosa y besando su coronilla.
—Eres libre de él, Lucy. ¿Comprendes eso? Cualquier cosa que te haya dicho para que estés así hoy, él jamás volverá a lastimarte... de ninguna manera.
—No comprende... —Susurró desconsolada—. Él... él no parará...
—Es hora de irnos —Musitó, no sin antes depositar un suave beso en su frente y luego en sus labios. Lucy le correspondió con timidez, pero las suaves manos de su esposa sujetaron su chaleco y él no tuvo la fuerza de apartarse.
—Ejem... siento interrumpir pero creo que ya es hora de irnos —Mavis sonó su nariz desde el interior de carruaje e hizo una mueca de molestia—. No habrá creído, lord Dragneel que mi prima se iría sin mí.
—Creí que se encontraba en delicado estado de salud... —admitió Natsu luego de salir de su asombro. Lucy estaba tan callada que no sabía si la avergonzaba la interrupción de Mavis o el no haberlo informado de la presencia de su prima en su viaje—. Me alegra ver que se encuentre bien.
—No es más que una molesta tos... en fin, ¿qué esperan?
Aquel viaje iba a resultar más complicado de lo que creyó en un inicio, o como lo pensó. Si bien la presencia de Mavis no lo molestaba como creerían, se sentía casi aliviado de poder sacar a la chica de allí, tenía sus sospechas, más no había comprobado nada aún. Y si era sincero consigo mismo, se alegraba en parte de su presencia para que Lucy no se sintiera tan sola en Escocia mientras él terminaba de resolver todos los asuntos que quedaban pendientes con su partida. Quería ver qué podía hacer por la tía de Lucy, saber si la mujer de verdad estaba siendo cuidada o podía vivir junto a las chicas. Pero debía ser paciente, todo eso llevaba su tiempo.
Usualmente en sus viajes de regreso a Escocia lo hacía con nada más que un sencillo equipaje y a caballo, o era acercado por sus amigos cíngaros en sus carromatos, por lo que no frecuentaba las posadas que se encontraban por el camino. Pero debía ser realista con las personas a su alrededor, y por nada del mundo sometería a su esposa a tan pesado viaje de golpe. El avance sería más lento que de costumbre, pero no estaba molesto por ello.
No obstante, no se vio con los ánimos de consumar su matrimonio en una de esas noches. No porque no deseara a Lucy, sino por su reserva y la ansiedad latente que vislumbraba en sus tensas facciones y los susurros con lady Vermillion. Nunca antes se había preocupado por el lugar donde tomar a una mujer, menos en sus años de adolescencia cuando viajaba con los cíngaros. Era Lucy a quien no quería asustar con su deseo o llegar incomodar. Pero la situación parecía no mejorar. Lucy no dormía, las ojeras bajo sus ojos así se lo decía, y no quería comer. Natsu se obligó a hacer una pausa más prolongada apenas llevaban la mitad del viaje. Su esposa no se encontraba bien, no quería ser atendida y le insistía en que debían marchar mas deprisa.
Mavis se mantenía a su lado, llorosa y con la preocupación eternamente grabada en sus ojos. El ultimátum fue cuando se desmayó de la nada, y Mavis rompió a llorar al verla inconsciente. Natsu mandó a dos de sus hombres a conseguir un médico lo las pronto posible. No estaban lejos de la civilización, pues ya estaban en territorio escocés, pero tampoco había casas en las proximidades. Ayudó a Lucy a salir del carruaje, justo volviendo su consciencia y aguardó con ella hasta verla recuperar el dolor.
—Lucy, ¿quiere decirme qué tiene? Su salud no ha estado muy bien desde...
—¿Dónde estamos?
—Lucy... —llamó Mavis, sus ojos desesperados mirando a su alrededor—. Lord Dragneel, es sólo un mareo por el viaje, deberíamos continuar...
—No, vamos a esperar hasta que Jet y Droy regresen con un médico —sentenció, ayudándola a incorporarse—. Los caballos pueden descansar mientras tanto.
—¡No, Natsu! Debemos continuar el viaje —susurró Lucy en modo de súplica. Él vio su desespero y no lo comprendió—. Por favor, no se preocupe por mí...
—Tonterías, no pondré en peligro su salud. No se encuentra bien —Lucy cerró los ojos con fuerza y negó con vehemencia. Natsu intentó tranquilizarla. Fue en vano.
Justo cuando ella iba decir algo más, escuchó el estallido de un disparo. Un grito de horror y los caballos relincharon asustados. Natsu sintió algo húmedo bajar por su brazo, y una punzada constante en el hombro derecho. A su alrededor vio sombras oscuras montadas sobre corceles ceñirse alrededor de ellos. Miró a Mavis, que apartaba a Lucy de su lado y retrocedió hasta que fueron otras figuras las que se plantaron delante suyo. Él no pudo moverse, quería dar un paso a ella al comprender que estaban en peligro, pero comprendió pronto cuál era el verdadero problema. El arma en la mano de Mavis todavía daba exhalaciones de humo. Y Lucy se cubría los oídos y dejaba que un jinete más allá la revisara.
Natsu vio el dolor en los ojos de Mavis, y como ella apartaba la mirada para no ver lo que los hombres iban a hacerle. Era una trampa. Ellas sabían que los estaban siguiendo, por eso retrasaba el viaje, por eso fingía sus malestares. Jude se plantó delante suyo y le golpeó la sien con la culata de un rifle. El brazo le dolía, pero eso no le impidió sacar el arma que tenía oculta a su espalda y apuntarle. Otro golpe le sorprendió desde atrás, justo el la nuca y lo envió al suelo.
—¿De verdad creías que iba a dejar que te salieras con la tuya? —Jude escupió a sus pies y alejó el arma de una patada. Natsu veía borrones de colores y sentía como si un martillo golpeara su cabeza—. Hijo de puta miserable.
—Natsu... —quiso llamar Lucy, Mavis la calló.
—¿De verdad creías que ibas a salirte con la tuya? —Jude lo pateó en el rostro. Un par de hombres lo agarraron de los brazos para tenerlo de rodillas frente a él. Jude volvió a patearlo esta vez en el estómago.
Mavis apartó la mirada, y cubrió los oídos de Lucy para que no oyeron los horribles golpes. Lucy lloraba sin parar.
—Debo admitir, que por poco y no los alcanzamos, de no ser por Lucy. ¿No es así querida?
Natsu buscó con la mirada, sus hombres estaban todos en el suelo, inmóviles ante el cañón que les apuntaba en la cabeza. Fue una maldita emboscada. Jude le golpeó en la sien de nuevo para llamar su atención. Y Natsu se abalanzó sobre él. Tal vez quienes le sostenían no lo estaban haciendo bien, creyendo que estaba débil. O tal vez su rabia era más fuerte que su dolor, porque apenas tuvo el cuerpo de Jude bajo su peso lo golpeó sin piedad. Alguien intentó apartarlo, pero lo empujó sin ver de quién se trataba. Era Mavis. Natsu se giró para verla por sobre el hombro, y ese intervalo fue suficiente para que Jude lo tirase, no sin ayuda de sus hombres y le propinaran una paliza hasta dejarlo casi muerto.
Pero ellos no quería dejarlo en un "casi" muerto. Ellos querían matarlo. Y Natsu lo sabía, sabía que pronto lo harían. En semejante desventaja, cómo no terminar el trabajo. Jude se posó delante suyo, limpiándose la sangre del rostro con el antebrazo y cargando la pistola para apuntarle a la cabeza. Una figura se deslizó entre ellos, y Natsu vio el lento avance de Lucy, que a ciegas, buscaba detener a su padre.
—Padre, por favor... dijo que no lo mataría... se lo suplico.
—¿Qué crees que pasará si no lo matamos, Lucy? —Jude soltó una risotada y la tomó por el brazo para quitarla. Lucy localizó su brazo con el arma y se aferró a él—. ¡Que te muevas, zorra!
—¡Me prometió que no lo mataría! Soy consciente de que fue muy ingenuo al creer que correspondería sus sentimientos, pero recuerda que es un escocés, son salvajes y se dejan llevar por sus instintos —le recordó entre lágrimas, intentando apelar a la sensación de superioridad que su padre sentía por cualquiera que no fuese inglés. Un tenso silencio se extendió, y las primeras gotas empezaron a caer. Natsu alzó el rostro al cielo, mirando las espesas nubes. Luego volvió su mirada a la sonrisa maliciosa de Jude, satisfecho por lo que su hija dijo.
—Tienes razón, tal vez sólo debamos silenciarlo... Ven aquí, Lucy.
Natsu vio como Jude sacaba una navaja, y se la daba a Lucy antes de guiarla hacia él. Dio la orden y los hombres que sujetaban sus brazos y clavaban el pie tras sus rodillas lo obligaron a exponer su cuello al sujetarlo del cabello. Mavis se giró, incapaz de ver. Natsu centró su mirada llena de odio en padre e hija. Lucy lo sabía. Esa maldita sabía lo que iba a suceder, y dejó que los emboscaran. Fingió. Siempre fingió. Se había dejado llevar por su maldita ceguera, creyendo que era inofensiva. Esa puta acababa de venderlo sin ningún maldito remordimiento. No creía en sus lágrimas de cocodrilo.
—¡Padre, no...! —Jude la golpeó, provocando que soltara la navaja. La juntó y se la puso en su mano de nuevo, cerrando la suya sobre la de Lucy para que no volviera a soltarla. Natsu tragó, sabiendo lo que seguiría a continuación. Lucy tenía las mejillas llenas de lágrimas que caían y se acumulaban en su barbilla—. Dios mío, perdóname...
Natsu sintió el momento exacto en que la navaja penetró la carne de su cuello, y se deslizó hacia arriba por el costado, cortando músculos y tendones, topando con su mandíbula y ascendiendo por su mejilla. Mavis vomitó. Jude rió y Lucy lloró con más fuerza cuando sintió el cálido líquido de la sangre manchar su manos. No tenía duda de que era la sangre de su marido.
Natsu no volvió a emitir sonido alguno después de eso. Jude apartó a Lucy de un empujón y ordenó a sus hombres a echar el cuerpo sin vida del chico al río que se encontraba en las proximidades. Mavis se acercó a Lucy solo hasta que se cuerpo dejó de estremecerse por las arcadas, pero lo hizo justo en el instante en que la vio llevarse la navaja al cuello. Horrorizada le sujetó las muñecas para obligarla a soltarla.
—¡Lucy, no!
—¿Está muerto, verdad? —Estaba inconsolable, ella sintió el momento en que le arrebató la vida. Pudo sentir el peso de su mirada en todo momento. Y ella solo quería morir. Porque era consciente de que Natsu escuchó su mentira, su desesperado intento por desviar la atención de Jude para dejarle vivir. Más no funcionó, fue en vano—. Natsu está muerto, ¡él está muerto!
Mavis no respondió, y sólo procedió a ayudarla a subir al carruaje que las llevaría de regreso para informar del desafortunado suceso. Habían sido emboscados por escoceses para tomar sus pertenencias, Natsu quiso salvarlas pero tuvo un triste final. Esa sería la historia que darían a conocer, incluso los hombres de su escolta, pues estos tenían mucho que perder si se atrevían a revelar aquello.
El cuerpo de Natsu fue arrojado a un río que se hallaba en las cercanías. Jude quiso estar seguro de su muerte, no le bastó con ver su cuello abierto y la palidez que incluso su piel morena mostraba. Le arrancó el collar que llevaba y cuando la corriente empezó a arrastrarle le disparó una vez más por la espalda. Después de ello, el asesino se retiró de la orilla sin ver qué más le ocurría al joven hombre muerto.
Sin notar por asomo que metros más abajo en la corriente, un hombre herido de muerte, más todavía no sin vida, estiraba un brazo en un desesperado intento por salvarse. Por aferrarse a aquella vida que intentaban arrebatarle. Porque en aquel intervalo entre mundo de los vivos y los muertos, Natsu podía ver a su madre. Su quería madre le pedía —no, le exigía—, que viviera.
Y quizá fuera cosa del destino, o el alma de su madre que le cuidaba donde quiera que estuviera. Una mujer joven de cabellera morena se acercaba al río para tomar un poco de agua para el par de caballos que sostenían su carromato. La mujer llevaba un cuenco en sus manos, cuando vio el agua tornarse roja. Levantó su mirada para ver a poca distancia, aferrado a un arbusto debilitado, un hombre cuya mano estaba por perder su agarre. ¿Estaba muerto? Quizás dentro de poco lo estaría. Pero ella se recogió las faldas e introdujo los pies descalzos en el río antes de que el hombre fuera arrastrado por la corriente, y no sin esfuerzo lo atrajo a la orilla.
—¡Por el amor de Dios! —¿Lo habían degollado? Lo primero que vio fue el corte en su rostro, iniciando por su mejilla y bajando por el cuello. La sangre que lo bañaba era impresionante, pero ella sentía su corazón palpitar cuando posó la mano en su pecho para saber si todavía se hallaba con vida. Y así fue, él seguía vivo—. ¡Polyurshka, señora Polyurshka!
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Continuará...
N/A: Sé que me perdí, lo sé, lo sé, de verdad me disculpo. Pero sigo aquí, pienso seguir escribiendo esto.
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