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¤¤ Capítulo 25 ¤¤

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Mavis se encontraba sentada en una silla lo suficientemente alta como para que sus pies apenas tocasen el suelo con la punta de sus zapatos, y solía mecerlos una vez tomaba un sorbo del delicioso té humeante que había preparado aquella mañana. Una fina llovizna se vislumbraba a través de los ventanales cerrados, más eso no impedía que las hermanas Strauss se presentaran a primera hora para llevar a cabo el trabajo que las tenía ocupadas desde que Jude las llamó. Las chicas se hallaban alrededor de una nerviosa Lucy que, subida sobre un banquito y sujeta con firmeza por la mayor de las Strauss, dejaba que le tomasen medidas a lo largo de su voluptuosa figura.

—Haremos el vestido más hermoso en nuestra trayectoria, te verás como toda una princesa —aseguró Mirajane con emoción, dándole una suave caricia reconfortante en el dorso de la mano al sentirla nerviosa—. Tu futuro esposo quedará fascinado de ver que se casará con un ángel. Eso sí, sólo les pediré que sean cuidados y no lo rompan apenas...

—¡Mirajane! —La detuvo Mavis con un ataque de tos al comprender lo que insinuaba. Lucy se mantuvo al margen, pero su rostro enrojeció, sobre todo con Lisanna riendo por lo bajo—. Baja la voz, no es correcto hablar tan fuerte esas cosas.

—Tonterías, yo siempre he sido clara con mi pequeña Lis —se encogió de hombros, ayudando a tomar las medidas en la parte del torso—. Es por esos estupidos remilgos que cientos de jovencitas acuden al lecho matrimonial muertas de miedo y confiando que el viejo que les consiguen por esposo las trate bien. ¿Puedes creerlo? Y se creen con el derecho de ir a meterse entre las faldas de otras, si ellos pueden hacerlo, ¿por qué nosotras no?

—Mirajane, la última vez estuviste a punto de meterte en problemas con tu club de señoritas, te recuerdo que recibiste una dura advertencia.

—No hay nada de malo en que las damas descubran su sexualidad —Se sintió ofendida por el recuerdo y como tuvo Elfman que intervenir porque se negaban a escucharla. Su hermano la apoyaba a ciegas, pero incluso él sabía que una voz como la suya no sería tomada en serio—. Así que, querida Lucy, ¿tienes alguna duda sobre lo que aguarda? Con toda confianza, cariño, de aquí no saldrá nada.

—Esto no es posible, nos contarían la lengua si tan sólo nos oyeran —Musitó Mavis, pero no había verdadera censura en su voz. Y Lucy... Lucy necesitaba hablar del tema, la fecha de la boda estaba fijada, los preparativos en marcha, y Natsu...

Su prometido la visitaba todas las noches, cuando la luna tan distante y brillante era oculta por las oscuras nubes y les cobijaba de todo aquello que dijera que eso era incorrecto. Una parte de ella se daba cuenta del escándalo que se haría con revelarse el hecho de que un hombre visité su alcoba tan tarde, más aún sí sabían lo que hacían. Lucy seguía siendo virgen, al menos en el sentido que se exigía para la novia durante la noche de bodas, pero eso no impedía que su prometido buscase otras formas de hacerla probar un poco de la pasión que obtendría en sus brazos. A veces la posesión se volvía tan necesaria, era un deseo oscuro y vibrante, su cuerpo ardía por él y se preparaba para recibirlo, y cuando ella creía que todo culminaría y lo llevaría al siguiente paso, él se detenía con sumo esfuerzo y la besaba con profundo amor.

—Al menos el que será esposo de Lucy es muy joven, y parece muy enamorado de ella.

—Son casi de la edad —Mavis hizo un mohín de disgusto pero la preocupación era clara en su rostro—. No sé si eso es bueno o malo.

—Oh, no la asustes —le advirtió Mirajane, tomando las últimas medidas para anotarlas—. Eso no tiene nada que ver, Lucy. Al contrario, pienso que al ser tan joven será más considerado contigo y el hecho de tener descendencia no lo consume como al resto de vejestorios.

—O podría hacer las cosas más difíciles —Murmuró Mavis para sí, al ver la mirada de reproche de las hermanas y el rostro pensativo de Lucy se corrigió—. Perdóname, son sólo mis ideas y lo que he escuchado de las pocas muchachas con esposos jóvenes.

—El escocés es agradable y muy caballeroso, más incluso que algunos ingleses —Añadió Mirajane, comenzando a trazar un boceto en su libreta mientras Lisanna ayudaba a Lucy a bajar del banquito—. Hablando seriamente, Lucy, si tienes cualquier pregunta puedes acercarte a nosotras, seré sincera contigo siempre.

—Mirajane tuvo una relación con un escocés hace unos años —Cotilleo Lisanna con una sonrisa maliciosa y viendo la reacción de su hermana, cuyos ojos se volvieron fríos ante la sombra del recuerdo que los cubrió.

—Eso no tiene nada que ver, ya pasó.

—¿Cómo fue? —Mavis se acercó con interés. Mirajane dejó de trazar bosquejos y las miró con censura.

—Fue agradable mientras duró, pero él no quería nada duradero y tuvo la cobardía de engañarme para hacerme creer lo contrario. Fue cuando nuestros padres vivían y viajábamos de comerciantes, arribamos en una de sus costas y pues... lo demás es historia. Ahora, Lucy, tú tienes alguna duda en específico, no tiene que ser ahora.

—¿Siempre duele? —Lucy sabía que su pregunta podía ser un poco cruda, o muy directa. Mavis se tensó y envió una mirada fugaz a las Strauss, que se vieron entre ellas con pesar y confusión. Sabían los rumores sobre el desafortunado accidente de Lucy, más no era un tema que alguien se atreviera a tocar en una conversación—. Quiero decir, he oído que la primera noche no es nada agradable... pero luego qué. ¿Siempre es así?

—Claro que no —Mirajane se acercó a ella y la tomó de sus frías manos, dándole calor—. Si el te ama, como es tan evidente para todos nosotros, no dejará que sufras más de lo necesario. Sólo debes relajarte y dejar que tu cuerpo se acostumbre a él.

—De hecho, escuché que puede resultar muy agradable —Lisanna mordisqueo la uña pulgar, una manía suya cuando algo le causaba vergüenza. Y aunque el rubor teñía sus mejillas, continuó—. Sólo debes saber llevarlo. Quizás no es algo muy preciso, pero la idea de disfrutarlo no me molesta si es con alguien a quien yo quiero.

Mavis las miró con duda, pero sus ojos se centraron en Lucy que seguía sin emitir sonido alguno, perdida quizás en sus pensamientos. Ella jamás diría nada, pero sabía del visitante nocturno en la habitación de Lucy. Y fue pura casualidad, simplemente una noche se había despertado a causa de sus pesadillas, y cuando eso ocurría, solía ir al lado de Lucy y acurrucarse en sus brazos para sentir el calor familiar que inundaba de su ausencia aquella mansión tan imponente. Pero había escuchado un susurro, una tabla quejarse por el peso, pero fue tan imperceptible que de no haber estado a punto de abrir la puerta no la hubiera oído.

El primer impulso de Mavis fue alertar a alguien de un intruso en la habitación de Lucy, pero un murmullo por parte de esta última le hizo notar la tranquilidad en su voz. Apenas se había asomado el tiempo suficiente para ver aquel hombre entrar en su lecho, completamente vestido pero diciendo algo en voz tan baja que no pudo oírlo. Lucy estaba despierta, lo advirtió por sus murmullos, y el movimiento que percibió con la escasa luz de luna que se colaba por el balcón abierto de manera imperceptible. Y ella lo comprendió. Mavis volvió a su habitación arrastrando los pies desnudos e intentando hacer el menos ruido posible.

No diría nada, ni siquiera revelaría a Lucy que era consciente de ello, si su prima no se lo había contado aún sus razones tendría, más eso no evitaba que a veces Mavis se quedase despierta hasta bien entrado el amanecer, cuando Natsu bajaba por el balcón con una agilidad que la costumbre y los reflejos rápidos podrían otorgar.

—Bien, ¿te parece esté diseño, Mavis? —Mirajane llamó su atención sobre el boceto fugaz que había realizado con los detalles necesarios para hacerle saber cómo sería el vestido de Lucy. 

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J

ude guió su corcel a la profundidad del bosque, siguiendo un sendero que pocos transitaban y cuyo camino se hallaba casi borrado por la misma naturaleza que echaba sus raíces en el mismo. Buscó a su alrededor, asegurándose de que nadie le estuviese siguiendo, ya lo había comprobado, pero nunca estaba de más echar una mirada extra. Cuando comprobó que no era así, aumentó el trote de su animal hasta vislumbrar la vieja fachada de una casa antigua, casi olvidada y con una ubicación dudosa, se adentró en el escuidado jardín, pasando por sobre lo que alguna vez fue una majestuosa verja de hierro, y divisó un carruaje oculto en una cochera inestable, sujetó a su caballo cerca a ella y procedió a rodear la estructura con la puerta cubierta de tablas. Atrás encontró otra puerta, abierta y de cuyo interior despedía un marcado olor a humedad y moho.

—No puedo creer que me hayas hecho venir aquí —declaró una voz femenina, cargada de asco e indignación. Jude se adentró en el lugar mal iluminado, todas las ventanas se hallaban igual de bloqueada por pesados tablones, en su interior encontró lo que pareció ser una cocina en sus mejores tiempo, y sobre una de las silla un hombre de cicatriz aguardaba, con expresión irritada y jugando con una bala entre sus dedos—. Ya era hora.

—¿Ha estado con esa cara desde su llegada? —preguntó Jude dirigiendo a Jellal, que asintió con fastidio y se puso de pie—. Aguarda fuera.

—Lo que sea, no me interesa, sólo les pido que se apresuren, tengo asuntos que atender.

—Jude, más vale que empecemos con esto ya, no soporto éste hedor, además no puedo tardar bastante, Igneel sospechara.

—Será rápido lo que te diré —Tomó asiento donde Jella hubo estado momentos atrás, pero su acompañante se negó a hacerlo, alegando el más estado de los muebles y la suciedad del lugar—. Natsu sabe sobre los malditos esclavos, y se ha negado a darme las escrituras hasta que Lucy sea su esposa.

—¡¿Cómo se ha enterado ese bastardo?! ¿Desde hace cuánto?

—Lo sabe poco después de que me pidió su mano, por eso te cité hace semanas maldita sea. No tengo idea de cómo se ha enterado, pero le estoy siguiendo los pasos y ayer me descubrió, me ha advertido que si vuelvo a espiarle meterá a la ley en esto.

—¡Maldito hijo de puta! Eres un idiota, Jude, algo debes haber hecho para que te descubriera.

—¡Yo no he hecho nada, Grandine! Sabes que no tengo contacto directo con ello, y no puedo preguntarle al doctor Cheney, ¿recuerdas? Está muerto ese soplón.

—Debes matarlo también.

—Nada me asegura que no se lo haya contado a alguien, es astuto el infeliz. Me dejó en claro que si intento algo en su contra... ¡No puedo dejar que se case con Lucy, no puedo permitirlo!

—Si no haces algo, tendrás que permitirlo. Debes deshacerte de él, es un peligro. Te llevarán a la horca si se enteran de esos esclavos, Jude.

—Nos —la corrigió—, te recuerdo que muchos de tus lujos provienen de ahí.

—Me lo debes, y lo sabes. Yo bien puedo hacerme la víctima si caes ante la justifica, no me provoques, Jude, no te atrevas a volverme tu enemiga o te arrepentirás.

—Por eso te he citado, debemos matarlo, Grandine. Si permito siquiera que pase una noche con ella, me volveré loco, pero tiene que casarse para darme las escrituras.

—¿Y qué te asegura que te las dará teniendo a Lucy? Has demostrado debilidad, imbécil.

—Hemos dejado eso en claro ante un abogado, Natsu me dará las escrituras. Lo que me preocupa es que aún así revele lo de los esclavos, debemos silenciarlo.

—Ahí tienes a Jellal.

—Es un cobarde, ha caído desde que volvió a ver a la tal Scarlet, si te ha traído hasta aquí es porque he tenido que amenazarle, pero desde que pagué su fianza no quiere reunirse conmigo ya.

—Jude, tenemos que hacer algo, no soporto a ese infeliz en mi hogar. Lo quiero muerto, y hazlo sufrir. Igneel también pagará por lo que me h hecho.

—Se arrepentirá de ponerme en esta situación —prometió, con rostro pensativo y mirando su sortija de matrimonio—. Sólo debo pensar bien las cosas, porque si intento algo sabrá que fui yo. Y tú... tú eres demasiado traicionera pero nunca quieres ensuciarte las manos.

—Menos con su maldita sangre escocesa, que horror —escupió asqueada, y meditó las cosas un instante. Entonces una idea llegó a su mente y sonrió, lo hizo con malicia y luego se mostró encantada con ello—. No puedo creer que no hayas pensado en esto.

—¿Qué se te ocurre?

—Él no verá venir la puñalada. No, por supuesto que no. ¿Sabes? La otra noche le escuché hablando con mi querido Zeref, y afirmó que lo primero que hará cuando se case con ella es sacarla de allí. Planea llevarla a las tierras altas.

—¡Eso jamás! —Jude se puso de pie en un salto y su rostro se volvió rojo de ira—. Él no dijo nada de eso, aseguró que tiene una casa cerca de Londres.

—Oh, y la tiene, tengo entendido que hospeda a su asquerosa gente... pero sabes lo peligroso que pueden resultar esos caminos cuando lo tomas en los momentos menos oportunos.

—Ve al grano, Grandine.

—Dile a Lucy que se deshaga de él, incluso ella con su ceguera podrá hacerlo.

—¿Qué? —Jude no entendía nada.

—¿Estoy hablando en otro idioma? No lo creo. Dile a tu hija que nos ayude, ella será quién lo haga caer ante nosotros, entonces podrás desquitarte.

—Lucy le tiene afecto —admitió com repugnancia y un dejo de dolor—. No habla de él conmigo más que lo estrictamente necesario, pero puedo verlo en su manera de comportarse con él, ama al infeliz.

—Pobrecilla, lo que su ceguera la lleva a hacer —dijo con falsa lástima—. No le interesa si lo ama, oblígala. Así como la has obligado a callar lo de esa noche, haz que mate a Natsu.

—¡No hables sobre eso, fue un maldito accidente!

—Tú y yo sabemos que no lo fue, Jude. Y si quieres seguir teniéndola, mata a Natsu cuando parta con ella a Escocia, o podrás olvidarte de tu libertad, tus lujos, y tu hija, perderás todo.

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Continuará...


N/A: Sólo quería saludar, espero que sigan disfrutrando de la historia ♡

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