¤¤ Capítulo 24 ¤¤
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—¿Le has propuesto matrimonio a Lucy? —La taza que Zeref se llevaba a los labios se detuvo a medio camino aquella tranquila mañana de abril. Su padre, quién ya era consciente de ello por un previa charla con su hijo menor, se limpió con una servilleta antes de dirigir una mirada curiosa a Natsu—. ¿Y ella qué respondió?
La respuesta de Lucy... si lo recordaba, junto con todo lo que habían vivido aquellos últimos tres meses de noviazgo a hurtadillas, una sonrisa tonta cruzaba por sus labios y se sentía un chiquillo atolondrado. Si bien la descripción no estaba lejos de la realidad, le gustaba creerse con un poco más de elegancia para no ser tan obvio. Así lo pareció, pues la prensa los dejó en paz por un tiempo aún cuando ellos seguían saliendo. Claro, eso y que Natsu se encargó de hablar personalmente con el columnista que una vez publicó escándalos sobre él y salpicando a quien ahora era su prometida.
Prometida. Aquello sonaba de maravilla.
—Aceptó, claro que tuve que ser un poco molesto, la primera vez creyó que bromeaba.
Zeref rió, su padre permaneció desayunando con tranquilidad. Grandine dejó caer el cubierto con fuerza y alzó la barbilla en un gesto de desdén, clavando su dura mirada en él.
—¿Lord Heartfilia sabe de esto?
—He ido en persona a pedir la mano de su hija antes de proponerle matrimonio a Lucy. —La mirada de Igneel demostró a Zeref y Grandine que ni siquiera el hombre estaba enterado de ello—. Sigo sin ser de su agrado pero hemos llegado a un acuerdo satisfactorio para ambos. Lucy será mi esposa.
—Esto es inaceptable. ¿Cómo pudo esa niña rechazar a mi hijo incontables veces y aceptarte a ti? —En sus ojos se evidenciaba el asco, y su rostro era la expresión pura de la ira—. No eres más que un maldito bastardo con suerte.
—¡Grandine! —Llamó Igneel poniéndole un alto ante el uso de palabras, Zeref llamó a su madre al mismo tiempo, algo decepcionado y molesto.
—Madre, esto no...
—Tiene razón usted, Grandine —Natsu se puso de pie una vez terminó su platillo y la miró con cierto regocijo—. Tuve suerte de que mi padre me haya reconocido cuando bien pudo dejarme a mi suerte. Casi siempre es así, ¿no lo cree? Así que sí, soy un bastardo con suerte, tengo de prometida a la mujer más maravillosa, y ella no se deja llevar por sus malditos prejuicios sobre los escoceses.
—Son animales, eso eres.
—Y a usted tuvieron que montarla como una para parir, ¿o me equivoco? Así que no entiendo esto de las categorías ni estatus sociales, a fin de cuentas, todos provenimos de donde mismo.
—Natsu, ya fue suficiente —Igneel dirigió su dura reprimenda hacia él. Su hijo le dirigió una mirada de fría indiferencia, cosa que provocó a Igneel sentir una punzada de culpabilidad. Él había provocado todo eso, y lo sabía—. Hijo, te lo pido.
—Antes de volverla a ignorar, déjeme decirle algo. Pues ya que hemos sacado el tema de los animales, hablemos de aquellos que hurtan lo que no les pertenece.
—¿Ahora de qué hablas? —Grandine se puso de pie y le vio con asco y desconcierto—. ¿Qué insinúas?
Natsu se retiró sin decir nada, pero tan rápido como fue su salida él regresó y arrojó frente a su padre un par de cartas que dejaron pálido el semblante de la mujer y ganaron la atención de Igneel, a quien le bastó con revisar el sello para reconocer su procedencia. Zeref también lo descifró.
—Son cartas de Lucy... ¿por qué? —Zeref miró a Natsu, quien no apartaba sus ojos de Grandine. La expresión de la mujer era la viva de la vergüenza—. ¿Mamá...?
—¿Te has atrevido a hurgar en mis cosas?
—No, señora. A la próxima no mande a una muchacha tan inepta a quemarlas en la misma casa donde yo habito.
—Grandine, ¿por qué has hecho esto? —Igneel se puso de pie y se acercó a ella dispuesto a que dijese la verdad, pero la mujer rompió en un furioso llanto y se alejó de su esposo.
—Esto es tu culpa, tú trajiste la desgracia a mi hogar. ¿Y todo por qué? ¡Por ese maldito viaje que te pedí no hicieras! ¡Igneel, has traído la vergüenza y la humillación a mi hogar, frente a nuestro hijo, y permites que me trate de esta forma!
Natsu no se creyó sus lágrimas de cocodrilo, ni esperó a que Igneel o Zeref salieran de su dilema interno donde no sabían si consolar a Grandine o reprocharle lo que había hecho. En cambio tomó las cartas que Lucy había enviado para él y subió a su cuarto donde las guardó con cuidado. Había amenazado a la criada apenas identificó el sello, y también consiguió que la misma le diera las llaves de repuesto de su habitación. Echaría llave para que ni su padre entrase, era su privacidad y no pensaba permitir que intentara algo más mientras él no estaba.
Tomó su gabardina oscura y después ocultó en el interior de su bota su inseparable daga y se aseguró de que esta no se notase o cortara su piel con el movimiento. Ignoró los llamados de su padre cuando le escuchó mientras montaba su corcel. Necesitaba un poco de paz mental, y era consciente de que no la encontraría allí. Igneel intentó darle alcance pero Natsu instó a su corcel y en cuestión de segundos estaba dejando la mansión atrás. No miró atrás ni una sola vez y llevó su montura hasta la mansión Heartfilia.
En el inmenso jardín trasero se encontraba Lucy con una visitante que parecía estar a punto de irse. Si mal no recordaba era Levy McGarden. La muchacha abrazaba a Lucy y sonreía con una felicidad que contagiaba a la Heartfilia y le sacó una hermosa sonrisa.
—Esperaré ansiosa por la invitación para la boda, ¿entonces no harán público su compromiso por medio de un baile? No son de mi total agrado pero por ti lo llevaré —Levy se giró y se encontró de frente con el hombre que tenía a su Lucy tan enamorada, y sonrió divertida y le saludó todavía con más emoción—. ¡Natsu, hola! Justo ya me iba.
—¿Natsu? —Lucy se sobresaltó y alisó las arrugas inexistentes en su sencillo vestido, no tan voluptuoso como los acostumbrados. Natsu se despidió de Levy y caminó hasta Lucy para besarla directo en los labios sin importarle la presencia de la otra dama. La Heartfilia enrojeció hasta la punta de los cabellos y Levy se abanicó con un ruidoso suspiro.
—Les dejo tortolitos, seguiré esperando la invitación —Natsu sonrió ante la vergüenza de su prometida y agradeció internamente que además de Mavis, Levy fuese alguien en quien Lucy confiaba. Lo veía en su manera de comportarse, eran pocas, pero personas como ella le recibían sin ningún tipo de escrúpulos por la pureza de su sangre o sus orígenes.
—Natsu, no esperaba tu visita —Lucy tocó los botones de su camisa cuando se posó delante de ella para abrazarla—. ¿Vienes a hablar con papá? No se encuentra en casa en este momento, últimamente las juntas en el Parlamento son más comunes, y en su área se le requiere más.
—¿Ah, sí? —Natsu observó cada una de las delicadas facciones de la Heartfilia, y el corazón le latió de un modo que incluso dolió—. No importa, venía a verte a ti.
—No creo que sea lo más adecuado, me encantan tus visitas, te lo aseguro, pero Taurus se halla en el mercado con Virgo, y Capricornio ha acompañado a papá porque su cochero tuvo unos percances hace poco.
—No le diré si tú tampoco lo haces —bromeó, volviendo a besarla con un poco más ímpetu. Lucy le correspondió como sólo ella sabía hacerlo, rodeando su cuello conforme él más la inclinaba hasta que se echó a reír—. Tranquila, no te voy a tirar.
—Espero que no —se rió ella también, llevando su mano a su rostro y acariciando cada línea de su perfil—. Mavis tampoco está.
—¿A qué dios debo agradecerle por ello? —Lucy le dio un golpecito en el pecho ante su tono burlón—. ¿A qué hora llegará tu padre, Lucy?
—Tal vez al anochecer, o incluso más tarde, ¿por qué?
—Suena tentador... —murmuró, besando sus labios una vez más antes de descender por su barbilla, atento a cada reacción de la Heartfilia. Lucy aceptó sus besos con gusto, relajada entre sus brazos y confiada a él. Natsu se atrevió a ir más allá, besando la suave curvatura de su mandíbula hasta bajar por su elegante cuello. Ella se quedó sin aire un instante, y luego ladeó la cabeza ligeramente, dándole acceso a su piel—. Muy tentador...
—¿Qué es tentador? —Lucy apenas y reconoció su débil voz. Aferró las mangas de Natsu cuando sintió sus labios sobre su cuello, y aquello provocó unas sensaciones hasta ahora desconocidas para ella; pero era tan agradable que no quiso apartarlo y en cambio hundió los dedos en su suave cabellera—. ¿Natsu? ¿Qué haces?
—¿Te gusta? —Ella asintió—. ¿Quieres que deje de hacerlo?
Al obtener una negativa él continuó, sosteniendo a Lucy contra sí y besando su suave piel a consciencia. La Heartfilia apenas y procesó el instante en que la tomó en brazos y entró a la casa por la puerta trasera. Su respiración agitada se fue normalizando en lo que llegaron a su habitación, lo supo porque él así se lo indicó cuando le preguntó, y fue entonces que ella cayó en cuenta de lo que ocurría, o lo que estaba por ocurrir. El pánico la inundó y aferró su brazo, sintiendo los músculos y los tendones duros bajo la barrera de la ropa.
—Natsu, aguarda...
—¿Quieres que me detenga?
—No podemos... si mi padre o alguien se entera...
—No voy a forzarte a nada, Lucy, sólo quería darte una pequeña demostración de cuando seas mi esposa —Natsu tomó sus manos temblorosas y las besó con cariño—. Lo hablamos cuando te propuse matrimonio, ¿recuerdas? Es cuando tú te sientas lista.
Lucy recordó aquella conversación no sin cierta vergüenza. A ellas no le enseñaban a hablar de los asuntos de alcoba, menos con un caballero aún cuando éste fuese su prometido o esposo. Pero ella no quería ser una más del montón, menos con su discapacidad. Quería ser una buena esposa para Natsu, porque él también quería ser buen marido para ella, sin engaños ni maltrato. Era horrible lo común que ese tipo de matrimonios eran, pero Lucy quería complacerlo en todos los sentidos, y si era sincera consigo misma, no había mejor manera de saber eso que con él. Confiaba en Natsu incluso en aquel aspecto, él no se burlaría ni le diría que no era tema para una dama de su posición. Natsu la trataba como una igual, era consciente de su lado protector para con ella, pero percibía algo más, algo en él la hacia sentir segura y querida.
—Ven aquí —Natsu la abrazó y besó su frente con cariño, acariciando sus sedosos cabellos—. Lamento haber sido tan impetuoso, es sólo que me vuelves loco.
—¿Cuál era esa pequeña demostración? —inquirió Lucy cuando aún seguía abrazada a él. Natsu rió y le pellizcó una mejilla—. Dime.
—Por supuesto que no, estarías horrorizada por la clase de pensamientos pecaminosos que tengo hacia ti.
—¿Me deseas? —Lucy volvió a buscar su rostro, y tiró de él para besarlo. Cuando se separaron y sabiendo que ella sostenía su rostro aún, asintió a su pregunta. Ella bajó las manos a su torso y le tocó con suavidad—. Entonces muéstrame.
—No me hagas esto, Lucy —le suplicó, rodeando su estrecha cintura con una mano y notando que no llevaba corsé, también percibió al llevarla en brazos que no traía puesto un miriñaque—. Soy sólo un hombre.
—Me han enseñado que las mujeres no deben sentir deseo, ni pasión, ¿es verdad entonces? —Lucy contuvo el aliento cuando Natsu la acercó a él lo suficiente para hacerle saber su ardor por ella. El sonrojo fue inevitable, pero la curiosidad seguía allí. Tenía las mismas dudas que cualquier otra doncella de su época, sin ningún tipo de educación sexual y acudiendo al lecho matrimonial a la espera de que sus esposos las tratasen bien cuando en la mayoría de los casos estos sólo la veían como la fuente de su descendencia—. No quiero que mi esposo busque en otros lados lo que podría obtener conmigo si se decide a hablarlo.
¿De dónde había salido aquella Lucy? Si bien seguía siendo su Lucy toda tímida y recatada, empezaba a entender su naturaleza curiosa y su verdadero deseo de que lo suyo funcionara. Él estaba encantado con ello, tampoco le agradaba la idea de que cualquiera de los dos se buscase un amante por la imposibilidad de encontrarlo entre ellos. Si bien no culpaba a su padre de la situación de él o su madre, Natsu vio cómo su querida progenitora se fue marchitando poco a poco por aquel suceso. Él se prometió que si tenía un compromiso, iba a respetarlo hasta el final, y con Lucy a su lado aquello era lo que tanto ansiaba.
Natsu la besó con ansías y la atrajo más hacia él. Lucy le correspondió y sintió el momento en que comenzó a desabrocharle el vestido. ¿Iban a...?
—Sólo será la parte de arriba —le explicó al percibir su miedo—. Si quieres que pare sólo tienes que decirlo, ¿entiendes? No traes corsé, ¿verdad?
—Sólo lo uso cuando salgo de casa —confesó, las manos de Natsu estaban en su cintura, luego en su espalda y después bajo sus pechos, y sus labios reclamaban los suyos con hambre. Ella sintió una punzada de expectación cuando terminó de desabrochar su vestido. Mentiría si dijera que no estaba nerviosa como nunca, pero Lucy jamás había tenido una experiencia así, y él era el hombre que su corazón había elegido para pasar el resto de su vida a su lado.
—No lo necesitas —aseguró. Lucy no necesitaba aquello para acentuar las deliciosas curvas que ya tenía. Volvió a besarla, esta vez con más dulzura y tiento, y con caricias y palabras la distrajo lo suficiente para tenerla en la cama bajo su cuerpo. Ella pareció ponerse nerviosa, pero él la tranquilizó—. Si en algún momento quieres que pare, dilo. Te juro, Lucy, que no me lo tomaré a mal ni te impondré mis deseos.
—¿Qué harás?
—Te gustará, levanta los brazos por sobre la cabeza, Lucy.
Ella se sentía asustada, pero sabía que él jamás la lastimaría, tenía esa certeza y no le temía. Por lo que hizo lo que le pidió y el frío tacto de sus sabanas contra su piel ardiente le hizo sentir escalofríos de expectación. Natsu bajó a besarla con calma, tomándose su tiempo y explorando el húmedo interior de su boca cuando ella le permitió un acceso más íntimo. Lucy no quería que él tuviese la idea equivocada, ella jamás haría eso de ser otra persona, porque con Zeref ni siquiera le permitía besarla en los labios, no podía. La diferencia estaba en él, en ese hombre que sin darse cuenta le estaba devolviendo las ganas de vivir que hacía tiempo había perdido.
Los labios masculinos descendieron junto con sus manos, que buscaron los diminutos botones que mantenían cerrada la ropa interior de la Heartfilia a la altura del pecho, y soltó uno a uno, exponiendo la delicada y cremosa piel de su prometida. Cuando por fin logró aflojar su ropa, la retiró y se detuvo un instante a admirar el cuerpo de la mujer que tenía delante suyo. Lucy sintió su escrutinio, y el silencio se le fue haciendo más insoportable. A punto estuvo de cubrirse cuando él tomó sus manos para entrelazar sus dedos y mantenerla en esa misma posición.
—Eres hermosa, Lucy. No tienes que ocultarte de mí —su voz se había vuelto un poco ronca, ella asintió con pausa al oír el deseo en su voz.
—Y-yo nunca he...
—Lo sé —volvió a besarla para relajarla, y una de sus manos descendió a su voluptuoso pecho. La tela seguía estando presente, por lo que a través de la misma frotó el área más sensible y ella tembló—. Lucy...
Ella se quedó sin habla cuando Natsu apartó su ropa interior y tocó su pecho sin ningún tipo de barrera. Su pulgar frotó su pezón con suma delicadeza, haciéndola temblar ante la nueva y agradable sensación. Pero si creyó que aquello la debilitaba, la sensación de sentir sus labios en sus areolas la derrotó y todo rastro de temor o duda desapareció de su cabeza, reemplazado por el único pensamiento del joven hombre que brindaba esas atenciones a sus pechos. Natsu bajó aún más su fino camisón, para abrirlo por completo, pero los brazos de Lucy seguían enganchados a sus mangas. Por inercia ella siguió sus indicaciones y sacó ambos brazos, dejando a la tela amontonada un poco más debajo de su cintura.
¿Era aquello de lo que las mujeres huían? Lucy escuchaba muchas conversaciones, sobre todo en los eventos donde solía quedarse sentada junto a las viudas o las madres que buscaban algún tema en común, y parecían creer que con su ceguera venía la imposibilidad de escuchar, o simplemente olvidaban que ella era una muchacha sin conocimientos de aquel tipo, pero todas concordaban en lo mismo; cumplir en la intimidad junto a sus esposos era un martirio, y parecían casi aliviadas de que estos buscasen en otras faldas lo que no querían buscar en ellas además de hacerse con un heredero.
Lucy dejó escapar un gemido cuando sintió un leve pellizco. Natsu sonrió contra su piel y se disculpó, usando su lengua para calmar el ardor, y ella arqueó la espalda por inercia hacia él, deseándole, ansiando una salida al placer que comenzaba a crecer dentro de ella en forma de un nudo tenso que no dejaba de tirar. Allí donde el succionaba nacía una línea de fuego que recorría todas sus terminaciones y se conectaba con el extraño palpitar que sentía entre las piernas. Movió los muslos un poco, incrédula de la humedad que comenzaba a experimentar que cubría su intimidad.
—Natsu... —le llamó con dificultad. Sus caricias subían de intensidad y ella comenzaba a notar que sonidos vergonzosos surgían de sus labios—. Natsu, aguarda un momento...
—¿Qué sucede? —Intentó controlarse, y vaya que lo estaba logrando con un gran esfuerzo. Lucy era la criatura más hermosa, con su recogido algo alborotado por como estaba en la cama y las mejillas llenas del seductor rubor de la pasión.
—Me siento algo extraña... No sé qué es, creo que deberíamos parar.
—¿Te he lastimado? ¿Te molesta algo? —De pronto la inspeccionó con la mirada, no encontrando nada más que a su prometida con la visión del deseo en su expresión angelical—. Lucy, ¿qué sientes?
—En absoluto —Lucy tragó con dificultad antes de continuar, no sabía bien cómo decirlo—. Yo... no sé cómo decirlo...
El sonido de alguien llamando a la puerta hizo que Lucy se sobresaltara, y Natsu sólo la ayudó a incorporarse para cubrirla con su cuerpo antes de que la perilla girase y una apenada Aries hiciera acti de presencia. La joven y tímida sirvienta ni siquiera tenía los ojos abiertos, y como medida adicional extra se cubría los mismos con una mano temblorosa.
—Lo siento tanto, princesa —Sabía que no era el momento, pero a Natsu le sorprendía el apelativo tan cariñoso con el que los sirvientes de aquel hogar se dirigían a Lucy—. Pero acabo de recibir un mensaje desde el Parlamento, su padre ya viene en camino y trae a alguien consigo para la cena. Lo lamento, pero debo prepararla para su llegada, con su permiso, iré a ayudar a Virgo para preparar la merienda.
Cuando la puerta se cerró detrás de la avergonzada doncella y sus pasos se perdieron por el pasillo, Natsu comenzó a reír. Lucy le pellizco el brazo y sujetó su ropa contra su pecho, roja a más no poder e incapaz de formular algún pensamiento coherente, le empujó.
—¡Nos ha visto! Natsu, por favor, tienes que irte.
—Ven aquí —hizo caso omiso a sus intentos por apartarlo y besó sus labios una vez más—. ¿Te importa si me quedo a cenar?
—Papá se enojará si se entera que has estado aquí sin estar él o Mavis presente —Le explicó asustada, intentando sin muchi éxito controlar el temblor de sus manos para abrochar su ropa. Él se encargó de eso—. Natsu, deja de tocarme un momento y céntrate.
—Quería relajarte —Musitó con diversión contenida. Ella le dio un manotazo cuando sintió que volvía a tocarla de aquella manera—. ¿Crees que tus sirvientes digan algo sobre mi presencia aquí?
—N-no —Lucy cerró los ojos cuando volvió a sentir los labios de él en la zona más sensible de su pecho. Llevó una mano a la cabeza masculina, adentrando sus dedos en su suave y abundante cabellera—. Natsu... Si mi padre se entera... Ellos no dirán nada, pero no hará falta si te encuentra aquí arriba conmigo.
—Si tu padre me viera así me entregaría tu mano más rápido —añadió, ocultando su rostro en el hueco que existía entre el cuello y el hombro femenino. Inhaló su tentador aroma antes de susurrar contra su piel—. ¿No te agrada la idea?
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Jude Hearfilia se sorprendió de saber que Natsu Dragneel estaba en su hogar antes de su llegada, y con una expresión de severidad fue a buscarle de inmediato. Llevado por el ruido caminó decidido hasta el salón donde se hallaba el piano de Lucy, encontrando al joven del otro lado del instrumento, frente a ella, y recargado mientras la escuchaba tocar. Virgo, silenciosa como siempre, permanecía en un rincón si hacerse notar siquiera. Su hija tocaba una suave melodía, cantando en voz baja. El lord centró sus fríos ojos de nuevo en aquel que pronto sería el esposo de su hija, y le molestó la mirada de triunfó que vio en sus profundidades. ¿Qué le parecía tan divertido? Hizo notar su presencia con un sonoro carraspeo.
—Lucy, querida, he vuelto.
—Bienvenido a casa, padre. ¿Qué tal ha ido la reunión?
—No hay nada bueno, lo que me interesa saber a mí es qué hace lord Dragneel aquí sin previo aviso o tú sin la compañía adecuada. Las malas lenguas abundan, joven Natsu, y es necesario que acate las normas.
—Fue de improvisto, lord Heartfilia. He venido a verle pero no se hallaba en casa.
—¿No podía esperar?
—Eso he hecho —Natsu sonrió ante el escrutinio del hombre, ambos de pie frente al otro. Jude fijó su mirada en Lucy, que permanecía expectante a sus siguientes palabras y había dejado de tocar—. Es sobre lo que me preguntó la última vez.
—Virgo, acompaña a Natsu a mi despacho y ofrécele algo de beber. Espero que sea rápido, tengo visita más tarde y es de suma importancia. Lucy, hija mía, sube a tu cuarto y que Aries te ayude a prepararte, es importante que nos acompañes durante la cena.
Natsu sabía que con ello tenía toda la atención de Jude. El padre de Lucy fue claro cuando pidió la mano de su hija. Quería un futuro seguro para ella, una valía de que si en algún punto llegase a encontrarse sin él (porque la vida de los cíngaros si bien era alegre, no duradera), según sus propias palabras, no podía dejarla en la calle. A pesar de toda su palabrería, Natsu había hecho su trabajo y entendía cuál era la intención escondida de aquel hombre que cada vez le parecía más repulsivo, y lo único que quería era sacar a Lucy de allí, junto con su prima claro estaba. Ya luego vería la manera de sacar a lady Vermillion. Era interesante que alguien como Jude tuviese cierta influencia en el Parlamento, y no había comprendido el porqué, hasta ahora.
—La dote de mi hija es más que adecuada para alguien... de tu posición, fue la misma que se le ofreció a Zeref cuando su compromiso seguía en pie —Jude iba directo al punto, bebiendo de golpe un vaso de whisky que él mismo se había servido, Natsu tomó el suyo más no bebió con la misma ansiedad—. Ya fui claro con lo que quiero, ¿lo tienes?
—No le daré las escrituras de esas tierras hasta que Lucy no sea mi esposa —afirmó, jugando con el anillo que giraba en su dedo anular—. Le aseguro, que en caso de una trágica ausencia de mi parte, a ella no le faltará nada.
—Tus palabras no me son una garantía segura —replicó. Natsu sonrió y ladeó ligeramente la cabeza. Quería disfrutar de aquel pequeño triunfo, pero era impaciente, y drástico. Jude se había burlado de él, y seguía haciéndolo a pesar de estar a punto de desposar a su hija—. No voy a jugar con el futuro de mi hija, muchacho. Si no me das lo que te pido, olvídate de su compromiso. Todavía no lo hemos anunciado.
—Mi padre está al tanto —aseguró.
—Pues se llevará una decepción —Jude volvió a llenar su vaso, demostrando un ligero temblor al inclinar la botella.
—Decepción será la que se llevará Lucy al saber que la poca dote que conserva intacta proviene del dolor y la sangre de esclavos en sus plantaciones, Heartfilia —Natsu advirtió el cambio en su expresión que Jude intentó ocultar—. Despilfarra la herencia de su esposa, y usa la dote de su hija para financiar las diversiones de sus amigos influyentes. Vaya... ni siquiera los cíngaros somos tan... ¿cómo nos han llamado? ¿Muertos de hambre?
—¡Qué estás insinuando!
—No insinúo nada —Natsu se acabó su bebida y le vio directo a los ojos, era igual de alto que Jude, pero sus hombros eran un poco más anchos y tenía más musculatura que aquel hombre—. Es ilegal lo que usted hace. No me importa que esté en quiebra, ni que Lucy no tenga una dote. Admítalo, me está vendiendo a su hija para seguir con su sucio juego de poder, pero le aseguro señor, que las tierras escocesas jamás verán más signos de esclavitud como el que usted tanto promueve. ¿Quiere las tierras? Úselas sabiamente.
—No tienes pruebas...
—¿Cree que iba a dejar sin zanjar el asunto con el vizconde Jellal? ¿O que la muerte de el doctor Cheney fue tan lamentablemente conveniente? No me tome por estúpido, porque será el último error que cometa. Estoy seguro de que esos hombres que me atacaron a mi regreso eran cortesía suya. —Natsu se inclinó sobre el escritorio cuando Jude no pudo seguir en pie y tuvo que sentarse, apoyó las manos en las frías superficie y se inclinó a él—. Está podrido, Heartfilia, y es cuestión de tiempo para que todos noten que vive de las apariencias, así que escúcheme con atención, pues no lo repetiré: liberará a esos esclavos, declarará competente a lady Vermillion para que asuma la custodia de su hija y le devolverá cada moneda que le arrebató para que pueda vivir cómodamente el resto de su vida. ¿Quiere las tierras? Haga eso, y cuando Lucy sea mi esposa le daré las escrituras. Si veo que intenta algo extraño, lo expondré a todos y estará arruinado. ¿Soy claro?
La expresión de Jude era una mezcla entra la rabia y la impotencia, pero eran sus ojos que clamaban por venganza los que no se apartaron de su persona por ningún instante. Natsu no se amilanó, no le temía a Jude, y el hombre a estas altura ya sabía lo que él haría si se atrevía a ponerle la mano encima a Lucy. Finalmente, Jude sonrió, pero fue un gesto que no llegó a sus ojos y tenía un tinte inquietante.
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Continuará...
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