¤¤ Capítulo 23 ¤¤
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A la mañana siguiente y con los primeros rayos del sol asomando entre las cortinas, Mavis fue a la habitación de Lucy para encontrarla en una tina con Aries ayudando a enjabonar su larga cabellera. Su prima no pareció sobresaltarse, tal vez porque ya sabía que era la única en levantarse tan temprano o porque Aries se lo dijo. Ocultó un bostezo tras su mano y se acercó a las delgadas cortinas que permitían el paso de la luz.
—Extrañamente hoy hace sol, no creo que dure mucho, hay muchas nubes a los alrededores -murmuró fijando su vista en la lejanía y los bellos rayos que tocaban las esponjosas nubes. La nieve cada vez era menos, pero seguía haciendo frío y eso explicaba la chimenea encendida—. ¿Qué tal estuvo la fiesta anoche? Lamento no acompañarte, no soportaba el dolor de cabeza.
—Natsu se presentó —murmuró Lucy, abrazando sus rodillas y dejando que Aries la ayudase a bañarse, más por costumbre que por gusto—. Bailó conmigo toda la noche.
—¿Le preguntaste sobre su precipitada partida? Ni siquiera te dejó un mensaje.
—No tuve oportunidad de comentarle... ni me sentí con la suficiente valentía de reclamarle eso.
—Lucy, te ha estado pretendiendo toda la maldita temporada, ¿a qué juega?
—Esa noche que encontró a papá ebrio... le dije cosas horribles. Quizás está enojado conmigo y...
—Si estuviese enojado no se abría presentado anoche.
—Tal vez lo hizo por etiqueta.
—El escocés no hace las cosas por etiqueta —Mavis arrugó la nariz y tomó la toalla para dársela a Aries. Lucy se puso de pie antes de que le ayudasen a salir y la criada comenzara a secar sus cabellos—. Lucy, habla con él. El tío Jude estaba tan ebrio que no recuerda nada de eso, por lo que no se opondrá si te sigue pretendiendo.
—Tengo miedo... —admitió en voz baja. Aries se estremeció y Mavis se vio en el reflejo que el espejo le devolvía. Observó la cicatriz que su flequillo ocultaba en su sien—. Mavis, él vio a papá en ese estado y sabía lo que había hecho. Yo le corrí.
—Lucy, por favor, si hablas con él no dirá nada. Te lo pido, quiero que todo esto termine.
—¿Cómo estás tan segura de que no hablará? —Lucy se dejó ser vestida. El silencio se prolongó hasta que tuvo que apoyarse en uno de los postes que rodeaban su cama mientras Aries procedía a ajustar los cordones de su vestido—. Mavis...
—Maldita sea, está loco por ti. Todo mundo lo sabe y anoche quedó más que claro. No bajé, pero los vi un rato desde la escalera. Las conversaciones no eran de otra cosa más que eso. Lucy, te lo pido. Por lo que más quieras, habla con él. Él podrá ayudarnos.
—Si mi padre llegase a enterarse... —ella se estremeció—. No quiero que le pase lo mismo que al doctor Cheney. No lo soportaría, Mavis. Estimo a Natsu... le tengo afecto. No puedo poner su vida en riesgo contándole esto, y espero lo entiendas. No cargaré con su muerte en mi consciencia.
—Señorita Lucy, lo siento. ¿Quiere que le sirva el desayuno aquí a usted y a la señorita Mavis o desean que les sirva en el jardín?
—Aquí estará bien, todavía hace algo de frío afuera.
—De acuerdo, llamaré a Taurus para que retire la bañera. Si me disculpa.
Aries se retiró tan servicial como siempre y Mavis procedió a peinar a Lucy una vez se sentó delante de un pequeño tocador.
—Lucy, yo lo he visto pelear, sabe defenderse.
—Mavis, no podemos exponer la vida de alguien más de esta forma sólo para salvarnos nosotras, ¿qué pasa contigo? Tú no eres así.
—Estoy aterrada —confesó, terminando de cepillar los mechones rubios para comenzar a trenzar—. Cada vez es más difícil calmarle, y cada vez es más lo que se acerca a ti. No sé cuánto tiempo...
La puerta se abrió de pronto, sin llamado o anuncio. Y sólo una persona en aquella casa hacía eso. Lucy y Mavid se pensaron, y guardaron un silencio espectral mientras la Vermillion peinaba a su prima sin girar la cabeza.
—Buenos días, tío Jude.
—Sal de aquí, Mavis. Necesito hablar con Lucy.
Lucy aferró la mano que Mavis había depositado en su hombro. Por el espejo vio como la Heartfilia estaba más pálida de lo usual. Pero ambas sabían que debían obedecer sin replicar si es que no quería problemas desde tan temprano, por lo que Mavis se retiró prometiendo ayudar a Aries para subir el desayuno. Lucy agradeció su comentario, porque con ello le hizo saber que regresaría por ella.
—Buenos días, papá. ¿Cómo le fue en la reunión del Parlamento?
—Escuché que el hijo bastardo de Igneel ha vuelto y se presentó anoche en tu fiesta —se acercó a ella luego de cerrar la puerta. Lucy intentó mantener su respiración regular, aunque por dentro el miedo provocara que sus pulmones no alcanzaran aire suficiente—. Creí haberte dicho que te quedaras con Sting.
—Estuve con él. Luego Natsu me sacó a bailar.
—¿Esta vez no te tiró para que te cortes la mano de nuevo? —Lucy no le respondió, no quería ir por ese rumbo. Aún así, el cosquilleo de la cicatriz en la mano que alguna vez se hirió le provocó tocarla—. Lucy, cariño, sólo quiero lo mejor para ti.
Lucy intentó no apartarse cuando la mano de su padre tocó su mejilla, pero resultó imposible y eso él lo notó.
—Me estoy haciendo viejo, Lucy. Y no hay nada en este mundo que me preocupe más que tú. Tienes la edad suficiente para saber que estás a nada de tener la misma etiqueta que tu prima ante los ojos de la sociedad. Siempre te he dicho que tu ceguera no es un impedimento, no con la dote que tienes. Tendrás criados a disposición tuyo siempre que quieras, no necesitarás preocuparte por nada. —Jude tomó un mechón de su cabello y lo acercó a sus labios. Lucy estaba tan tensa que temía romperse como una simple ramita-. Es hora de que tengas un esposo.
—No... —jadeó. Nadie, ni siquiera Mavis sabía lo que eso significaba.
—Sí, y ya basta de negaciones. No me agrada la idea, porque significa que tendrás que apartarte de mi lado, pero es hora de asegurar tu futuro. Pensaba que el hijo de Weisslogia era el adecuado, pues tenemos un acuerdo desde años atrás.
—Sting no me ama —le recordó. Jude se rió de la forma más burlesca.
—¿De nuevo con eso? Esto es sólo un arreglo temporal, Lucy, querida. Y lo sabes. Necesito asegurar tu futuro y entonces no habrá nada de qué preocuparse. Pero se me ocurre algo más. El bastardo de Igneel parece demasiado interesado en ti. Tanto que apenas se levantó de la cama luego del atentado en su contra, vino a verte.
—¿Atentado? —jadeó y se giró a su padre, aferrando su chaqueta—. ¡Padre, se lo ruego, no lo haga. Él no tiene nada que ver! Es sólo un amigo, ¡él es...! —Lucy gritó cuando Jude la sujetó del pelo y la obligó a ponerse de pie, con su otra mano sujetó su barbilla con fuerza dolorosa y la mantuvo allí, inmóvil. Lucy no osó a moverse por miedo a que las cosas empeoren. Entonces Jude sonrió y la soltó con hastío.
—Lo que me faltaba, estás enamorada del perro escocés. ¿Por qué me haces esto, Lucy? ¿A mí, que me he pasado toda la vida cuidando tu salud? ¡¿Por qué?!
—No estoy enamorada... yo sólo...
—¡Mientes! —arrojó la silla al otro lado de la habitación. El objeto se rompió con un gran estruendo al chocar contra el espejo. Lucy se cubrió los oídos un instante—. ¡Eres una perra mentirosa! ¿Quieres abrirte de piernas a un jodido escocés, eso es?
—Ya basta, ya basta... —suplicó muerta de miedo por no saber qué esperar. Afuera escuchó cómo Mavis la llamaba desesperada y a Jude también, intentando captar su atención.
—Es un hijo de puta, eso es. Mató a esos dos hombres, ¿te agrada oír eso? No es tan diferente de mí, Lucy. ¿Eso quieres, un hombre como yo?
—Tío Jude, ¿qué está sucediendo? Oí un golpe muy fuerte —Mavis sonaba nerviosa y no paraba de intentar abrir la puerta—. ¿Lucy, estás bien?
—¡Te dije que te largaras! —gritó Jude, volviendo su atención a su hija—. Tú... tú no tienes ni idea de lo que provocas en todos los hombres que tienen el placer de mirarte. No me extraña que ese bastardo también cayese por ti.
—Padre... —Le estaba costando mucho trabajo mantener su voz tranquila. Estaba ciega e indefensa delante de él. Lucy apenas y se mantenía apoyada en un brazo para no caer—. Sólo es un amigo...
—¡No me mientas! —La abofeteó. Ella no pudo anticiparlo y sólo liberó un sollozo antes de hacerse un ovillo a sus pies cuando lo sintió avanzar—. Yo te amo... y tú sólo me hieres con tu comportamiento... mi querida Lucy.
—¡Tío Jude, por favor abra la puerta! —Lucy sabía que si Mavis seguía atraería la furia del hombre hacia ella, como siempre hacía para mantenerlo alejado de ella. Y ella no podía permitirlo. No después de la última vez.
—Y tú, maldita...
—¡Papá, no! —Lucy se incorporó y lo buscó a tientas. Jude arqueó una ceja al notar su mano marcada en uno de los perfiles de la delicada muchacha—. Por favor, habla conmigo. Mavis, estoy bien, en un momento bajaré para el desayuno.
—Te daré el gusto, Lucy —habló él de pronto, confundiendo sus pensamientos—. Voy a dejar que ese bastardo se divierta un rato. Volveré a la idea original, aunque me duele tener que permitirlo. Consigue que no aparte su interés de ti, quiero que te pida matrimonio, Lucy.
—No entiendo... —admitió, reteniendo las lágrimas. ¿Qué quería de ella, o de él para pedirle algo así?—. Él no está interesado en mí...
—No te atrevas a tratarme como un tonto. Sé que te desea, y puedo ver que sientes algo por él. Bien, entonces que pruebe un poco lo que jamás debió aspirar a tener. Pero te juro, Lucy, que si permites que él obtenga lo que me pertenece, voy a matarlo con mis propias manos. Y de paso le haré a Mavis lo que no pude completar la noche que perdiste la vista.
Lucy conocía el miedo. Fue su fiel acompañante durante las noches interminables cuando su padre bebía y ella debía esconderse para no ser el objetivo de su rabia. Sintió los helados dedos del temor tocando su espalda cuando notó las miradas lascivas y el deseo en su propio padre hacia ella. Y era víctima de él desde que terminó ciega cuando quiso escapar de sus garras. Ahora el sentimiento volvía, más fuerte, más siniestro y frío, tanto que las arcadas fueron casi imposibles de controlar y su llanto se dejó oír porque no comprendía a dónde quería llegar su padre con todo eso. Pero consciente de lo que significaba.
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Para Natsu, que se tomaba su tiempo y pensaba detenidamente cómo podría acercarse a Lucy de nuevo, fue una verdadera sorpresa recibir una carta de la misma. Pero no en el código que creó para que sólo él y ella pudiesen comunicarse. La letra debía ser de lady Vermillion, o la siempre sigilosa Virgo. El mensaje era claro, le invitaba a una comida poco después del medio día en su hogar, con obvia compañía. Pero una invitación después de todo.
Se sentía algo aliviado de ver que ella al menos quería verle... o bueno, tratarlo después de todo lo ocurrido. Si bien bailó con ella toda la noche durante su cumpleaños, no tuvieron oportunidad alguna de hablar. Tan emocionado estaba que por primera vez aceptó acompañar a Zeref al club de juego que solía frecuentar cuando sus amantes en turno se hallaba indispuesta. También agradecía que su hermano no insistiera que su mal humor o el aburrimiento del que en ocasiones era preso podía curarse en la cama de alguna dama. Si bien no lo conversaba con seriedad suficiente, Zeref era consciente de que sentía algo por Lucy.
El club era lo que esperaba, hombres ebrios de alta cuna por doquier y doncellas buscando el sustento en las piernas de aquellos caballeros que no dudaban en disfrutar de sus atenciones o los atributos que la ceñida ropa resultaba. Natsu había lanzando una mirada de disgusto cuando una intentó hacer lo mismo con él, provocando a la chiquilla huir despavorida y ganándose las carcajadas de todos los presentes en la mesa de juego. El humo del tabaco creaba una nube que le irritaba los ojos y le provocaba carraspear cada dos por tres. Eso y el fuerte hedor del alcohol y el perfume barato le recordaron más un burdel que una respetable casa de juegos en el que los hombres buscaban desaparecer el aburrimiento o el estrés del día a día.
—Natsu, no parece muy animado —comentó uno de los hombres, con la tabaco apretado entre los dientes mientras terminaba de repartir las cartas. Tomó su mazo sin responder más que un encogimiento de hombros—. Oh, que conmovedor. Fullbuster, vea eso, vea como el amor ha atrapado a este chiquillo y le impide disfrutar de los placeres de la vida.
Gray, quien se hallaba sentado del otro lado de la mesa, justo al frente, exhaló el humo de su puro y arqueó una ceja. Una leve sonrisa suavizó sus duras facciones.
—No le veo lo malo. Últimamente veo puras caras conocidas, se vuelve aburrido —comentó, colocando una carta. Zeref maldijo y tomó un par nuevo del mazo—. ¿Cómo le va con su dama?
—¿Cuál era la apuesta? —preguntó, nada interesado de responderles. Eran asuntos suyos y punto final. El que primero habló lo hizo de nuevo y llamó a una guapa camarera con un gesto de su mano.
—Vamos, Natsu, también tenemos bellezas aquí en Inglaterra. Si decide entretenerse con una de ellas nadie le dirá a su enamorada. Es comprensible que un joven de su edad necesite... ¡Hey, quién ha preparado este juego! Me ha tocado una mano de porquería.
Natsu río entre dientes y aceptó la bebida que la mujer trajo, tomando de golpe sin ninguna expresión y analizando su propio movimiento. Todos en la mesa le vieron sorprendidos y Zeref se echó a reír, dándole una palmada.
—¿Verdad que es sorprendente? Un trago de eso y es como si te quemasen la garganta.
—Oh oh, problemas a la vista —Gray, que tenía los pies sobre la mesa y se equilibraba con las patas traseras de la silla tomó su lugar y alzó la cabeza a un punto en el segundo piso. Sus ojos se centraron en Zeref—. No vi su carruaje cerca, creí que no estaba aquí.
—Por lo visto nos equivocamos —Zeref arrojó las cartas sobre la mesa y tomó su sombrero de copa y su abrigo—. ¿Vienes, Natsu?
—¿A dónde?
—Es Jude —respondió Gray luego de arrojar una carta y hacer maldecir a su compañero—. A veces viene a apostar un poco, pero últimamente se pasea mucho por aquí y bebe hasta el punto de la inconsciencia. He oído que ha perdido incluso una propiedad en las apuestas, y por lo visto el alcohol es un mal incentivo para su temperamento.
—¿Qué harás, Zeref? —Natsu se puso de pie y tomó su abrigo. Su hermano se adelantó al ver que el hombre empezaba a maldecir y arrojar cosas.
—Lo llevaré a casa —respondió sin más. Fue un poco entretenido ver a Zeref intentando llamar su atención. Pero todo rastro de diversión se esfumó cuando cayó en cuenta de su agresividad y el que ese hombre vivía bajo el mismo techo que Lucy.
Sintió una oscura satisfacción cuando le dio un empujón para meterlo al carruaje. Y luego de un breve altercado infantil con Zeref, se decidió que él conduciría. No había cochero alguno, y el carruaje de los Heartfilia tampoco estaba por ningún lado. Parecía extraño pero el hombre llegó a pie. El trayecto a la mansión Heartfilia fue más tranquilo de lo esperado, y cuando llegaron al portón un criado permanecía del otro lado, apoyado sobre el muro y cabeceaba seguido. Que aquello fuera algo rutinario, por el actuar de los sirvientes y su silencio cuando Zeref, cargando a Jude con un brazo sobre sus hombros, lo llevó a su habitación.
—Espera aquí, Natsu, veré que se quede dormido. Taurus, ¿podrías ayudarme?
—Por supuesto, milord.
Natsu comprobó que se había quedado solo, y no pudo evitar avanzar donde la pintura de lady Heartfilia permanecía oculta tras unas cortinas. Un escalofrío recorrió su columna al comprobar que Lucy era la viva imagen de su madre, y lo que eso causaba en el trastornado de Jude. Tenía tantas dudas, y tantos pensamientos que escuchar el suave toque de un piano fue un anestésico inmediato y le hizo seguir el sonido. Recordaba vagamente dónde estaba el salón donde Lucy tocaba su piano, y se preguntó si era ella la causante de notas tan melancólicas y delicadas.
La luces estaban casi todas apagadas, ocasionalmente por algunas velas ubicadas a los costados de las puertas para iluminar el camino. Se dejó guiar por el sonido del piano y avanzó por el oscuro pasillo hasta la puerta semi abierta. Dentro todo estaba en penumbras, a excepción de una vela vacilante sobre el piano y que revalaba el delicado rostro de Lucy, quien mantenía sus ojos cerrados y dejaba a sus dedos deslizarse con suma destreza por el teclado.
Lucy tenía el cabello completamente suelto, sin ningún tipo de recogido o adorno. Su bastón descansaba a un costado de la banca donde estaba sentada. Era fácil ver que ella debería estar ya en la cama, pues la fina bata revelaba el camisón que usaba debajo. Sabía que no debía estar allí. Si bien parecía que nadie había advertido su falta aún, tampoco era para que estuviese ahí. Retrocedió un paso y se detuvo. Después avanzó otro. Aquello no era correcto. Ella se creía sola, y en la intimidad de su estudio privado tocaba una triste melodía que creaba un sentimiento de melancolía en él. Tenía aquella duda, ¿eran creaciones suyas o de dónde las sacaba? Antes de que los modales y la prudencia hicieran su aparición dejó al cíngaro actuar según su naturaleza y eliminó aquella distancia que los separaba con el mayor sigilo posible.
—¿Lucy? —El sonido que produjeron las notas del instrumento cuando ella golpeó las teclas resultó un poco molesto comparado con lo que hasta hacía un momento tocaba. Ella se tensó y giró ligeramente la cabeza, atenta al más mínimo ruido—. No sé asuste, soy yo.
—¿... Se puede saber qué hace aquí a estas horas? ¿Sabe siquiera qué hora es? —En su voz susurrada podía advertir su sorpresa e incluso algo de pánico, Lucy se giró a él mientras con una mano cerraba su bata a la altura del pecho—. ¿Cómo ha entrado? Estoy indispuesta y...
Natsu se había acercado a ella para pasarle su bastón, pero notó como Lucy se quedaba quieta y parecía analizar algo. No por sus ojos, sino por la forma en que inhaló de manera evidente y se inclinó un poco a él. Cuando comprendió lo que quería averiguar se echó hacia atrás, pero fue demasiado tarde pues ella se defendió con una fría máscara de severidad y se puso de pie, olvidando su vestimenta y alzó la barbilla en un gesto de altanería.
—Está ebrio.
—No es así.
—Sí. Sí lo es. Ahora voy a pedirle que por favor se retire.
—Lucy...
—Cualquier caballero que de verdad se comporte como tal no tiene porqué estar asistiendo a esos clubes de entretenimiento nocturno —espetó, pasando por su lado y buscando la salida—. Le recibiré mañana si todavía quiere hablar.
Natsu entonces supo a qué se refería. Él se había adaptado al aroma, y por ello no lo percibía al principio, pero entendió que el alcohol, el cigarro, e incluso el perfume barato de las mujeres del lugar eran característicos. No le extrañaba que ella lo conociera si consideraba que Jude parecía ser cliente frecuente. Una sonrisa tonta cruzó por sus labios al ver la molestia en el rostro de aquella muchacha y tuvo que forzarse a borrar su gesto cuando ella casi se estrelló en la pared por sus prisas en salir. Lucy inhaló hondo y con toda la dignidad que le quedaba se giró a él.
—¿Le importaría indicarme dónde está la salida? Papá ha agregado nuevos muebles a mi estudio y todavía no me acostumbro a ellos, no quisiera tirar nada —Aquello era cierto, pero no había nada sobre las piezas nuevas. Se acercó a ella y la notó retroceder un paso al advertir su repentina advertencia—. Sólo necesito que me diga dónde...
—La he oído —Fue un impulso lo que le llevó a apartar el flequillo que cubría sus ojos, y prestó atención a ellos. A pesar de que estaba delante suyo, ella no le veía. Jamás lo haría—. Tiene unos ojos hermosos, es una pena que carguen con tanto pesar.
Lucy apartó la cara y se negó a responderle. Su molestia era evidente, y él tuvo una pequeña corazonada.
—¿Está celosa, es eso? Le aseguro que sólo acompañé a mi hermano.
—Es muy presuntuoso de su parte creer que estoy celosa —Lucy se hubiera marchado de haber podido. Natsu posó la mano sobre su mejilla y la giró hacia él. Ella mantuvo los ojos bajos, pero sus mejillas adquirieron un leve tono carmín—. ¿Qué hace?
—Esto —Natsu no pudo soportarlo más. Había pasado tanto, y ella se veía tan irresistiblemente adorable. Lucy no se apartó, y para su propia sorpresa ella le correspondió. El beso se tornó largo y dulce. Su entorno se volvió una imagen difusa donde lo único claro era aquella mujer con cara de ángel herido. Y tuvo una verdad clara, Lucy no le era indiferente, en ningún sentido. Existía algo más que el deseo de protección que despertaba en él, el mismo que tenía a Zeref y Gray rendidos a sus pies. Porque Natsu era observador, y su hermano y aquel caballero de aspecto endurecido por los tormentosos recuerdos, sentían algo por ella. No se acercaban, ni siquiera tenía claro qué era lo que los mantenía al margen. ¿Sería su ceguera, o el temor al rechazo? No lo sabía. Pero a él no le importaba, la quería—. Lucy, yo...
—Lo que le dije no era cierto —se apresuró a decirle ella, presionando su mano contra su pecho, a la altura de su corazón. Él advirtió su desesperado anhelo, más no adivinó la causa—. Lo siento mucho... lo que le dije aquella última noche antes de que se marchara a Escocia, fue un error. ¿Por qué no se despidió? ¿Por qué no dejó ni una simple carta? Ni siquiera lady Grandine sabía de su paradero, le pregunté tantas veces...
—¿Lady Grandine? —Aquello llamó su atención. Esa bruja no dejaba de meter sus manos en sus asuntos.
—Ella vino con regularidad durante el invierno para visitarme... —Lucy siguió acariciando el botón que había prendado entre sus dedos, su mirada perdida se tornó brillante por las lágrimas acumuladas—. Me dijo que lo más probable es que jamás volviera... Quería mandarle cartas. Lo hice, pero jamás obtuve respuestas.
—¿Por qué medio las envió? —Inquirió tenso, haciéndose una idea de su respuesta.
—Lady Grandine me aseguró que le llegarían.
—Ah, seguro el correo tuvo un invierno duro por lo visto —¿Por qué no le decía la verdad? Lo único que venía a su mente era Zeref, no quería arruinar su imagen de ella para con su hermano. De cualquier manera, el problema de esa mujer era con él—. Lucy, no estoy molesto, entiendo su postura de ese entonces, pero... ¿por qué no le ha dicho a nadie sobre ello?
—No quiero hablar de eso —Susurró, como si temiera ser escuchada. Natsu no sabía si era por el hilo de la conversación o la intimidad de la noche, pero la cercanía entre ellos, en aquella soledad, no sería aceptada bajo ningún término por nadie. El cuerpo de Lucy apretado contra el suyo era suave y podía sentir la deliciosa suavidad de su pecho contra su torso y el deseo se manifestó lentamente. Se alejó un poco para no incomodarle ni él parecer un adolescente atolondrado, aunque vaya que estaba hechizado por esa mujer. Lucy mostró pesar en sus facciones al sentir que se alejaba—. Natsu, no quiero ofenderle ni provocar un disgusto entre ambos. ¿Cómo se encuentra? Supe que le hirieron unos asaltantes.
Estaba por responder a su pregunta cuando escuchó la voz de Zeref llamándole. Lucy arqueó una ceja y dirigió su atención a donde la voz provenía. Natsu maldijo por lo bajo y se acercó a ella.
—Pasaré por usted mañana temprano, ¿le parece? Podremos hablar.
—¿A dónde iremos?
—¡Natsu! ¿Dónde te has metido? Esto no es un lugar para curiosear. —Zeref parecía molesto, y Natsu se preguntó qué le diría sin exponer a Lucy en aquel estado.
—Es una sorpresa. Debo irme o empezará a buscarme —Natsu ya sé marchaba cuando se detuvo y regresó sobre sus pasos, inclinándose ligeramente para besar a Lucy en los labios de forma rápido. La sorpresa hizo que sus ojos adquirieran un brillo particular, y luego ella sonrió y bajó la cabeza con un ligero temblor en sus hombros.
—¿Dónde te has metido? Tu curiosidad puede causarnos problemas —riñó Zeref al verlo aparecer por un pasillo. Natsu no podía borrar la sonrisa de su rostro y le palmeó la espalda—. ¿Por qué sonríes? Esto no es una broma.
—He visto a un pequeño ratón salir huyendo con un trozo de pan.
—¿Acabas de perseguir a un ratón?
—Sí, y logró escapar el muy listillo.
—En serio a veces eres demasiado raro —admitió el mayor de los Dragneel, aceptando la breve despedida del mayordomo antes de salir con Natsu de allí.
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Continuará...
N/A: Sé que me perdí, peor ya he vuelto y continúo con esto ♡
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