¤¤ Capítulo 22 ¤¤
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《Skiadrum estaba muerto. El doctor Cheney estaba muerto》.
Cuando una semana después estuvo completamente recuperado, Natsu seguía sin asimilar aquella noticia. A pesar de que le preguntó a Zeref y su padre bajo qué causas, ellos sólo le dijeron que había sido un asalto. Querían asaltarlo, tal vez reconoció a alguno, o quizás se defendió, pero le habían disparado y robado su maletín. Así sin más, no se encontró al culpable, no existía la más mínima pista. Por lo que se supuso que fue alguien que sólo estaba de paso. Era lamentable, pero nada se podía.
Natsu terminó de cepillar a su corcel que comía con calma una zanahoria que logró pasarle. Todavía le costaba creerlo. Todo pasó tan rápido. El doctor que había estado revisando su avance no fue nada más y nada menos que su hijo, Rogue Cheney. Era un chico un tanto joven para darle la responsabilidad de ser el médico de cabeza dos familias tan influyentes, pero era serio respecto a lo que hacía.
Pero Natsu no sabía si estaba al tanto de lo que su padre sabía, y eso resultaba en parte un problema. No sabía nada de Lucy desde su llegada, y su padre fue firme respecto a no dejarlo salir hasta que estuviese por completo recuperado y si era posible en compañía de su hermano o alguien de confianza. Era ridículo, pero Natsu podía entender de cierta forma a su padre, alguien intentó matar a su hijo.
Su caballo olfateó su camisa y relinchó, buscando sacar la otra zanahoria que tenía oculta. Sonrió y se la dio, escuchando el crujido cuando la mordió, y luego otro crujido detrás suyo. Natsu se giró de inmediato, tomando una pala cercana. Su hermano alzó las manos para demostrarle que no existía peligro alguno y sonrió al ver lo que sujetó para defenderse.
—¿Qué pensabas que harías con eso? ¿Arrojarme heno? —Zeref entró al establo y miró el caballo de su hermano comiendo el último trozo de zanahoria—. ¿No es esa la zanahoria que la cocinera buscaba hace rato?
—Eres muy poco imaginativo si crees que sólo eso puedo hacer con una pala —Natsu rió y la devolvió a su lugar. Miró a su hermano con una ceja arqueada—. ¿Hablas de las zanahorias que yo mismo compré?
—Efectivamente, se lo he dicho pero casi me pega con el cucharón. En fin, venía a preguntarte ¿irás a la fiesta de esta noche?
—¿De qué fiesta hablas?
—Uh, Natsu, he querido dejarte descansar por todo lo ocurrido pero te conozco y sé que estar aquí encerrado hasta que se obtenga alguna pista de quién está tras tu cabeza, no te agrada del todo.
—Si papá cree por un instante que me quedaré sentado esperando, cómete un error.
—Lo sé, y se lo he dicho. Lamentablemente la lista es larga con respecto a personas que podrían querer hacerte daño, todo por el simple hecho de ser escocés o cíngaro. Entonces la decisión es tuya, Natsu, pero quiero que sepas que estaré muy al pendiente de ti, y nuestro padre llegará a las últimas consecuencias para descubrir quién está detrás.
—Agradezco su tierna preocupación pero es innecesaria. Si te llegase a pasar algo a papá o a ti por meter las narices, no podría perdonarme. Y Grandine se asegurará de enterrarme vivo de ser así.
—¿Eso quiere decir que me quieres? —preguntó con un tono de divertida ternura. Natsu le arrojó heno.
—Eso quiere decir que temo más la ira de Grandine que de un novato reprimido que intenta quitarme de en medio.
—¿Tienes alguna idea de por qué es así? —Natsu tenía una, pero intentaba descartarla porque era imposible. O al menos, no tenía ninguna prueba de ello—. Digo, tal vez algún familiar del hombre que te disparó cuando defendías a Lucy y Mavis... pero ya he investigado y no tiene ninguno al menos aquí en Londres, tampoco nadie a ido a verlo.
—No lo sé, Zeref, te prometo que estaré alerta.
—De acuerdo, volviendo a lo de la fiesta, ¿a qué hora irás? Podríamos ir en el coche, mamá no irá porque se siente indispuesta y papá tiene una reunión en el Parlamento, pero vendrán por él.
—No voy a ir a ninguna maldita fiesta. Ni siquiera ha iniciado la temporada, ¿no pueden esperar? —Zeref lo miró sorprendido, casi como si tuviese dos cabezas—. ¿Ahora por qué me miras así? Nunca me ha gustado asistir.
—Bueno... pero acompañabas a Lucy a todas y... Hermano, ¿sabes de quién es la fiesta?
—No me interesa —Se encogió de hombros, queria preguntar por Lucy. Pero considerando el atentado en su contra comenzaba a oensar que podría exponerla si mostraba demasiado interés. Tal vez ya era tarde para ello, pero debía estar muy alerta. Tendría que indagar sobre el asunto.
—Oh, de acuerdo. Le diré a Lucy que todavía te estás recuperando. Escuchó sobre tu llegada y lo ocurrido, pero Jude no la dejó venir. Me preguntó mucho por ti cuando me recuperé y vino a saber cómo me encontraba, me enteré luego de la caída que tuvo. Al saber de tu partida se sorprendió mucho, y creo incluso que se deprimió un poco, dijo que quería hablar contigo y ni siquiera te habías despedido. ¿Es una mala costumbre tuya? Porque si es así no voy a dejar que...
—¿De qué hablas? —Natsu le prestó toda su atención. El corazón empezó a irle más de prisa apenas escuchó que ella lo buscó—. ¿Cómo está ella? ¿La has visto a menudo?
—Sólo la vi un par de semanas antes de que empezara a nevar. Durante el invierno ella y su prima acompañan a lady Vermillion en su casa a las afueras. Parecía inquieta, pero comprendo su reacción, dime ¿qué planeabas pasando con ella toda la temporada y luego dejándola botada sin más?
—Zeref, ¿le entregaste mi carta?
—¿Carta, qué carta?
—La carta que te dejé antes de irme, te pedí que se la dieras al doctor Cheney porque siempre iba a hacerle chequeos antes del anochecer.
—Natsu, yo no recuerdo nada —admitió confundido. Natsu sintió que algo de su calma desapareció. ¿Lucy no supo nada?— Le dije que te habías marchado a las tierras altas y no sabíamos si volverías o no, nunca nos dices nada a papá o a mí.
—¡Con un demonio, Zeref! —perdió los estribos—. Te dejé la maldita carta en mano cuando me fui, ¿dónde carajo está?
—¡Tenía fiebre, Natsu! ¿De verdad dejas a un hombre un encargo semejante cuando está desvariando?
—Lucy no sabe que... Carajo, ¿ella irá a la fiesta esta noche? —Natsu terminó su tarea de limpieza con su corcel y se quitó el paño que mantenía sus cabellos fuera de su frente. Ya lo tenía algo largo y todavía pensaba si debía peinarlo en una coleta baja o cortarlo directamente.
—Es su cumpleaños —Zeref lo miró. Natsu lo imitó. El mayor de los Dragneel empezó a reír al punto que se dobló—. Esto es increíble, ni siquiera le has preguntado eso. ¿De qué hablaban, pillo?
—¡Esto no es gracioso! —Natsu sintió su cara arder. Mierda, no recordaba haberle preguntado eso. Pocas veces tenían tiempo a solas después de que la llevó a la segunda mansión Dragneel, donde la besó por última vez—. ¿A qué hora es? ¿Debo llevarle un presente? ¿Qué le puedo dar?
—Una explicación, en serio me preguntó por ti y mantuvimos correspondencia durante el invierno, esperaba noticias tuyas —respondió su hermano con simpleza—. Y que te presentes limpio, hueles a estiércol y humillación.
Natsu se hartó, por lo que tomó la pala y con ella un poco de aquello que ofendía la nariz de su estirado hermano y se lo lanzó. Zeref estaba tan ocupado siendo dramático y abanicando su persona con un pañuelo que no lo vio venir. Cuando terminó golpeado por aquella asquerosa masa, le envió una mirada que prometía venganza. Ambos empezaron a pelear, olvidando el lugar donde estaban. Fue Igneel quien salió a buscarlos luego de que escuchara los gritos proviniendo del establo y a una criada huyendo despavorida y a punto de vomitar cuando algo de estiércol salpicó su delantal.
—Niños... —suspiró el hombre, no pudiendo evitar la sonrisa que cruzó sus labios al ver a ambos rodar sobre el heno, llenándose la ropa y los cabellos—. ¡Zeref, Natsu, ya fue suficiente!
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Natsu supo que era el centro de atención cuando entró al gran salón. Le recordó aquella noche en que le presentaron con una velada parecida, con las más alta sociedad mirándole de pies a cabeza y juzgando si debía ser o no aceptado. Lo atribuyó al hecho de que el ataque que sufrió ya debía haberse divulgado, por lo que sólo saludó a unos cuantos que no fingía acercarse para intentar averiguar todo lo posible y luego andarlo contando por allí. Uno de ellos fue Gray Fullbuster, a quien ya había saludado algunas ocasiones en su anterior estadía.
—Es un gusto verle sano y salvo —Gray, con aquella expresión de eterna tristeza que le causaba un poco de curiosidad, sonrió divertido y le palmeó el hombro—. Me alegra que se encuentre bien, a la pequeña Lucy le gustará saber sobre su presencia. La verdad siempre he detestado ofrecer regalos debido a mi mal sentido de la moda con las damas, así que espero que lo que le he dado sea de su agrado.
Natsu agradeció que el tema de conversación no se centrara de lleno en su situación, por lo que conversó un rato con el joven Fullbuster. Zeref le había dicho que se encontraba un poco amargado por la vida luego de que sus padres murieron en un trágico accidente en el océano, pues su barco había sido arrastrado por una tormenta para no volver a ser visto jamás. Si bien apenas estaban saliendo de un conflicto con Francia, se dejó en claro que eso no había sido ningún atentado. Ahora Gray se hacía cargo del cargo que Silver dejó y lo que ello conllevaba. Según se decía, era demasiado joven para pertenecer al Parlamento, pero oficiaba como abogado en delitos menores y parecía irle bien.
Para su sorpresa y luego de algunas conversaciones pasajeras, descubrió que Jude no se encontraba en casa. Como Igneel, era una parte vital del Parlamento y la reunión llevaría algunas horas en las que dejó a su hija con sus sirvientes de mayor confianza y bajo el atento ojo de Weisslogia, y con ello su hijo Sting. Natsu bebió la copa de golpe cuando lo vio pavoneándose con Lucy bajo su brazo, no la había visto de enfrente pero no había duda de que era ella por el rubio de sus cabellos y el bastón con el que se ayudaba para caminar a pesar de sujetar el brazo de su acompañante.
—Ah, ya ha aparecido —musitó sin quitarle la vista de encima a ella o al hombre a su lado. ¿Qué se creía, que todo estaba olvidado? ¿Cómo podía Jude ser tan hipócrita para crucificarlo a él por convivir con gitanos y permitir a Sting el cuidado de Lucy después de lo que una vez intentó hacer? Inglés cabezota. Natsu entregó el obsequio a Aries, una de las criadas que estaba encargada de ello. Ya había visto a Virgo, silenciosa y atenta, en otro lado del salón.
—Natsu, no, sé lo que estás pensando. Lucy y Sting han arreglado sus diferencias. Jude está de acuerdo con su relación ahora, por lo que sucedió ya es pasado.
El que Jude estuviera de acuerdo era lo que más le hacía hervir la sangre. Un sirviente pasó cerca suyo con una bandeja llena de copas, Natsu le quitó una y se la tomó de golpe antes de que Zeref lograra quitársela. Gray arqueó una ceja y le miró divertido.
—Amigo, lo bebes como si fuera agua...
—Natsu, maldita sea, la última vez que hiciste eso no terminaron las cosas bien —Zeref evitó que buscase otra copa.
—¿Es por la cercanía de Lucy con Eucliffe? —Gray se colocó al lado de Natsu para imitar la dirección de su mirada. Sonrió y le dio un apretón en el hombro—. Escuché sobre el incidente entre ambos, pero parecen haberlo resuelto. Desde que llegué he escuchado a muchos hablar sobre la compañía de la cumpleañera, incluso yo creí que sería usted, Natsu. Les habíamos visto tan juntos antes del invierno.
—Tal vez —Natsu volvió a esquivar a Zeref y tomó otra copa. No quería embriagarse, pero era un mal hábito cuando las cosas lo ponían de mal humor. Le sucedió cuando falleció su madre y tuvo acceso a alcohol. Fue por ello y la última voluntad de su progenitora que Makarov lo llevó con su padre para que lo conociera.
Nunca olvidaría la cara de Igneel al ver a un muchacho cíngaro en la puerta de su casa, con olor a alcohol y el sufrimiento grabado en sus ojos, así como la rebeldía que le mostró cuando lo vio y pudo verse a sí mismo en el pequeño escocés, y ver los ojos de la mujer que amó en el olvido.
Su mente vagó a aquella noche. El camino no fue muy agradable, había intentado escaparse en más de una ocasión, pero Makarov y el hombre del clan que lo acompañaba se lo impidieron en cada ocasión. A pesar de todas sus protestas y quejas, terminó siendo arrastrado a Londres.
—¿Para qué quiero conocer a ese maldito inglés? Si tuviera ganas de conocerme lo habría hecho hace años y no hubiese abandonado a mamá —se quejó de nuevo apenas entraron a la gran ciudad. Natsu intentó bajarse del carromato, pero Makarov lo obligó a quedarse donde estaba sin soltar las riendas de los caballos—. Abuelo, no puedes hacerme esto. Vas a darle el maldito gusto a un inglés de patearme, eso vas a hacer.
—Si lo hace o no, fue el deseo de tu madre y voy a cumplirlo. Natsu, si no quiere reconocerte nos vamos y ya.
—¡Qué sencillo! —gruñó y se dejó caer en el asiento. Ya era algo tarde, pero había algunos carruajes por las calles y otros tantos caminando, era obvio que un carromato de colores tan vívidos como el de ellos no pasaría desapercibido. Natsu ignoró aquellas miradas y echó un vistazo al vecindario al que entraban, las casas se volvían más grandes y con inmensos jardines llenos de vida. Sonrió con malicia y se despeinó un poco. Makarov lo miró de reojo.
—¿Qué haces ahora?
—No te importa.
—¡Mocoso maleducado! —le dio un golpe en la cabeza y luego le tiró de la oreja. El hombre al lado de ellos, de nombre Mest, tomó las riendas y continuó el camino que el abuelo antes le había indicado—. Te voy a enseñar buenos modales.
—Makarov, creo que es aquí —Mest detuvo el carromato y miró la inmensa mansión, admirando su fachada iluminada por las luces que surgían por las ventanas—. Quién diría que Igneel era dueño de todo esto.
—El hombre había perdido la memoria en aquel entonces —le recordó Makarov, bajando del asiento y obligando al joven a descender. Natsu se resistió con más fuerza—. Muchacho, por favor, sólo quiero acabar con esto. Te adoro y lo sabes, y te prometo que si él te rechaza será algo que olvidaremos y volveremos a Escocia.
—¡Estás perdiendo el tiempo! —Natsu se dejó llevar, resignado y molesto a más no poder. Los ojos le ardían y sentía un nudo en la boca del estómago. Era la impotencia y el coraje, se dijo valientemente. Había crecido muy bien sin un padre, y su madre se encargó de enseñarle todo lo que necesitaba para subsistir. Llegaron a las grandes rejas, donde Makarov llamó y esperó.
Minutos más tarde, un sirviente hizo aparición y les vio de arriba a abajo con gesto despectivo.
—Si quieren comida o dinero, los indigentes tienen que llegar por la puerta de servicio. Está a la vuelta, si me disculpan...
—¡¿A quién llamas indigente, pedazo de...?!
—Natsu —le calló Makarov, y metió la mano en el bolso que colgaba cruzado de su pecho, sacando un broche y una carta—. Buenas noches, mi nombre es Makarov Dreyar, me gustaría ver a Igneel Dragneel, ¿puede avisarle de mi llegada? Me dejó esto para cuando viniera a buscarle.
El sirviente abrió los ojos con sorpresa al ver aquella preciosa joya en manos de alguien que evidentemente vivía con cíngaros, y se mostró hostil.
—Llamaré a la policía, ¿cómo ha conseguido eso? —Natsu ya estaba harto, y a punto estaba de trepar la reja y patear a ese empleado cuando escuchó un carruaje detrás suyo y una voz masculina.
—¿Makarov? ¿Eres Makarov Dreyar? —Un hombre de elegante traje y negros cabellos se bajó del carruaje con el mismo emblema que portaba la joya en manos de su abuelo. Natsu se ocultó tras el jefe de clan y permaneció tenso. No era miedo. No era ansiedad. No era vergüenza. Sólo... no quería verle—. Hace tanto que no te veo, ¿cómo has estado? Temí nunca volver a saber de ti. Tu... hija... ¿ella cómo está?
—Mi hija falleció hace unos meses —Makarov nunca había sido un hombre que se anduviera por las ramas, y Natsu pudo ver por sobre su hombro la expresión del hombre elegante, y el dolor en sus ojos era el mismo que él veía en su reflejo cada mañana—. Llevaba un tiempo enferma.
—Entiendo... —La voz de Igneel sonaba débil, y sus ojos parecieron brillar unos momentos—. Lo siento, ¿quieres pasar? Imagino que ha de ser un viaje muy largo, puedes dejar tu carromato en el jardín para que pases la noche. Dan, abre la puerta.
—S-sí, mi lord... —El sirviente se apresuró a cumplir su orden.
—En realidad, antes de que me ofrezcas tu hospitalidad, tengo algo que decirte —Makarov llevó la mano detrás suyo y sujetó a su nieto. Natsu intentó soltarse, e Igneel por fin notó que había alguien más allí—. O mejor es que lo veas.
Natsu alzó la barbilla con altanería y no le apartó la mirada ni un sólo segundo, esperando ver el desprecio en los ojos del hombre delante suyo. Igneel le miraba con clara sorpresa, y luego pareció pensarlo antes de que el reconocimiento le hiciera ver a Makarov con duda, quien asintió y empujó a Natsu un paso delante. El menor se prometió que le haría pagar una humillación tan grande, quizás escondiendo su bastón o tal vez soltando al ganado un día.
—Su nombre es Natsu —continuó Makarov ante el largo silencio. Incluso el sirviente parecía paralizado una vez vio bien al chico y luego a su amo—. Es tu hijo.
—No soy su hijo —murmuró entre dientes y apartó la vista cuando algo en la expresión de Igneel cambió—. Abuelo...
Igneel se acercó con pasos rápidos, Natsu se alejó por impulso pero chocó con su abuelo y se vio obligado a detenerse. Aquel noble le dio alcance, y esperó recibir algún golpe o una muestra de furia, algo que significase aquel rechazo que tanto esperaba. Pero unos brazos lo rodearon con fuerza, no la suficiente para hacerle daño, pero había un fuerte sentimiento allí. Sólo lo abrazaba. Sintió una mano en sus cabellos, y la otra en su mejilla. Natsu se encontró cara a cara con aquel hombre con los ojos llenos de lágrimas y una sonrisa dolorosa en los labios.
—Tienes sus ojos... tienes los ojos de tu madre.
—El abuelo me lo dice todo el tiempo... —Le dolía la garganta. Algo le oprimía. Natsu volvió a sentir otro abrazo de parte de Igneel y como éste se dirigió a su mayordomo.
—Busca algo de ropa de Zeref y prepárale una habitación a Makarov y su acompañante, también otra para mi hijo.
Así sin más. Lo declaraba su hijo, con aquella facilidad y aquella emoción perceptible en su voz. Natsu vio el asombro el sirviente y cómo balbuceaba algo, pero le costaba escuchar.
—Muchas gracias, Igneel, pero sólo Natsu dormirá en la casa, nosotros nos quedaremos en el carromato.
—Pero por favor siéntense a comer, es lo menos que puedo hacer. Makarov... —Igneel lo miró con infinito agradecimiento—. Gracias... de verdad, muchas gracias.
Lo que siguió fue confuso, y algo cansado. Natsu recordó la primera impresión de Grandine, que en un descuido de Igneel, lo abofeteó y lo arrojó al suelo. Lo había tomado desprevenido, pero después de ello su padre se mostró firme y le prohibió volver a levantarle la mano. Luego Zeref, quien lo miraba en silencio desde el otro lado de la mesa y parecía pensativo al ver algo de su ropa en él. Natsu creyó que sería un dolor de cabeza, pero para su propia sorpresa lo encontró en su habitación al día siguiente y charlaron un rato. Si bien existió cierta rivalidad los primeros días, la fueron apartando con sus competiciones que se volvieron divertidas y hasta costumbre.
Volvió al presente cuando Zeref y Gray le clavaron un codo a los costados al mismo tiempo. Estaba diciendo a quién devolvérselo primero cuando notó el por qué de su acción. Sting se acercaba a ellos con Lucy a su lado. Consideró si era buena idea esperarle. No es que estuviera huyendo de ella, pero le molestaba que fuese Eucliffe su perro faldero.
—Natsu, buenas noches, ¿puedo llamarle Natsu? El título de lord es confuso cuando se lleva el mismo apellido —Sting se rió, Lucy tensó ligeramente los labios. Natsu observó su flequillo, un poco más largo, creando sombra sobre sus ojos como la primera vez que la vio. Sting carraspeó—. ¿Podemos hablar un momento, apartados? Lucy, querida, ¿le molesta si le dejo un momento con Zeref?
—Yo estaré encantado con su compañía —Zeref se inclinó y besó su mano con la galantería juguetona que siempre mostraba en su presencia. Lucy le devolvió la sonrisa y ladeó ligeramente la cabeza—. Feliz cumpleaños, princesa.
—No necesitas ser tan meloso —le dijo Lucy, para de nueva cuenta guardar silencio y mover la cabeza con discreción. Natsu se dio cuenta que era algo que hacía cuando ponía atención a su alrededor y escuchaba.
—Que tenga un feliz cumpleaños, Lucy —le dijo por fin, y Lucy se giró a él al ubicarle. Aún con la mirada de todos encima, Natsu se tomó la libertad de apartarle el flequillo de los ojos—. Si nos disculpan...
—Cuando se desocupe, ¿me haría el honor de acompañarme en el primer baile? —se apresuró a decirle Lucy, con la mano estirada al intentar tocarle, pero él se movió antes, tomó su mano y besó el dorso.
—El honor será mío.
Lucy sonrió, con aquel encanto que a él lo debilitaba y el rubor que aparecía en sus mejillas e intentaba disimular.
Siguió a Sting a uno de los ventanales que tenían vista al jardín iluminado por bellas lámparas. Si bien la primavera todavía no llegaba, comenzaba a ver algunos brotes por allí y por allá. El hombre a su lado se movió con evidente nerviosismo. Al contrario de él, Natsu sólo sentía tensión y estaba en alerta para cualquier cosa que pudiese ocurrir, imaginando incluso el peor escenario.
—¿Qué es lo que quiere decirme? —le apresuró al ver que no tenía intenciones de hablar. Sting se estiró la elegante chaqueta y quitó una basura que no existía de su manga izquierda.
—Se me da muy bien reconocer a las personas, y sé que usted no es alguien malo. Ni siquiera después de nuestro pequeño altercado.
—El cual se buscó —Le recordó, viendo la culpa en su mirada—. No me interesan sus halagos ni desprecios, ¿es relevante lo que debe decirme?
—Bien, entiendo que no he de irme por las ramas... Me gustaría pedirle que se aleje de Lucy —Natsu sonrió, una sonrisa llena de diversión que molestó al hombre a su lado y le hizo ganar su atención—. Hablo muy en serio, su padre y yo teníamos un acuerdo mucho antes de que usted llegase. Lucy me fue prometida como mi esposa, es sólo que debido a su condición y todo lo ocurrido no ha existido la oportunidad para...
Jude. Después de lo que sucedía con Lucy, que Jude la entregara tan fácilmente en matrimonio a cualquiera le parecía ridículo. De no ser porque las palabras de su hermano eran un anestésico que sus pensamientos necesitaban, creería sin duda alguna que Lucy terminó su compromiso con Zeref por presión de su padre.
—¿Es esto lo tan importante que debía decirme? —Natsu exhaló con cansancio—. Bien, si me disculpa, debo bailar con la festejada.
Natsu dejó de avanzar cuando sintió la mano de Sting sujetando su brazo para detenerlo. Miró aquella mano ajena, y luego a los ojos de inglés que de pronto no parecía tan inofensivo o nervioso como lo vio en un primer instante.
—Creo que no me he expresado bien. Natsu, sería una verdadera pena que ocurriera otro atentado en su contra. Últimamente los accidentes abundan, ¿no cree?
—¿Me está amenazando?
—Si fuera una amenaza no le quedaría la menor duda, es sólo una suposición. —Sting se acercó un poco más para hablarle. La música había empezado a tocar una danza que se escuchaba incluso fuera—. Mantenga sus distancias con Lucy, será mi prometida y luego mi esposa. He tenido que sacrificar muchas cosas por esto, no dejaré que un cíngaro con aires de noble se interponga sólo por sus deseos.
Natsu quitó su muñeca y lo sujetó por el cuello de la chaqueta al tiempo que con su antebrazo le presionaba el cuello y lo estampaba contra una de las columnas que sostenían la fachada del ventanal. Alguien se asomó, pero no tuvo tiempo de voltear, clavó sus ojos jade en los azules de Sting y sonrió de lado con malicia al ver el primer síntoma de asfixia en ellos.
—Éste cíngaro sabe un par de trucos que le sorprenderían. No sé meta en mi camino y no será necesario que los vea.
—Natsu, Lucy te busca —era Gray, quien echó un vistazo a la situación y no supo si entrometerse o no—. Caballeros, creo que éste no es el momento ni el lugar para una riña. Sting, en serio, ¿por qué tiende a meterse en esta clase de líos?
—¿Así que no es la primera vez? —Natsu aplicó más fuerza al ver que éste quería resistirse—. Bien, no seré yo quién le dé una lección de humildad. Piérdete.
Natsu lo liberó y se dio la vuelta para volver al interior del salón. Gray suspiró ruidosamente y se acercó a Sting con una copa en mano. El joven Eucliffe no paraba de toser y llevarse la mano al cuello.
—¿Qué le ha dicho? ¿Cómo se le ocurre meterse con él después de todo lo que hemos sabido?
—No le tengo miedo.
—Ni él a usted, tome, beba. Le hará bien.
Primero tuvo que superar el ataque de tos antes de poder beber.
Sting sabía que había estado mal provocarle, pero creyó que todo había vuelto a la normalidad cuando escuchó que el escocés volvió a su tierra. No contaba con que aparecería de nuevo. No podía perder a Lucy, o todo sería en vano. Debía casarse con ella a como diese lugar, y tenía que ser pronto.
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Continuará...
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