¤¤ Capítulo 21 ¤¤
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Aquel año las heladas parecieron ser más frías de lo usual. Natsu ni siquiera había terminado de llegar cuando empezó a nevar, aunque por suerte estaba a un día del castillo de su abuelo y pasó la noche en una posada por primera vez en todo el viaje. Prefería acampar, pero con Happy bajo su cuidado no iba a permitir que el gato se congelara. Su abuelo se mostró muy entusiasmado a su regreso, y todos los del clan también, llenándole de abrazos y curiosos por su estadía en Londres. No era la primera vez que iba, claro estaba, pero antes de partir les confesó que Igneel quería presentarlo a la sociedad y mostrarse orgulloso de su hijo, cosa que había hecho feliz al viejo Makarov al saber que su nieto tenía una aceptación por parte de su padre. Su querida hija no lo habría deseado de otra manera, él supo cuánto ella amo a Igneel Dragneel, y lo mucho que sufrió ante su partida.
Terminó por ponerse al día con su abuelo y comenzó con las debidas reparaciones que faltaban por completar para que la gente del pueblo afrontara el invierno como mejor podía. Así que las primeras dos semanas fue de trabajo pesado, desde que salía el sol hasta ocultarse. Y aún así, durante aquellas largas jornadas, Natsu no dejaba de pensar en Lucy. Por Zeref no se preocupaba tanto, era fuerte y joven, y con Skiadrum de médico sabía que tendría una buena recuperación.
No fue sino hasta mediados del invierno que algo cambió. No sabía decirlo con exactitud, pero se apoderó de él una sensación de inquietud ansiosa que poco podía controlar. Menos con las palabras de Juvia, la hermana menor de su amigo Gajeel. Fue una tarde donde trabajaba al calor del horno. No se lo había comentado a su padre ni a Zeref, pero era bueno creando cosas con ayuda del fuego, muy bueno. Él mismo hizo las hebillas de todos sus zapatos, y su daga favorita. También creo la montura de su caballo y ahora mismo fabricaba con el mayor esfuerzo y paciencia algo especial para Lucy. Se limpió el sudor de la frente y fue a buscar agua, siendo recibido por el frío aire invernal y una chica de la edad de Lucy, de piel tan blanca casi como la nieve que cubría las tierras escocesas. Él la observó largos instantes, y al descifrar su expresión, la pasó de largo.
—Natsu...
—Sea lo que sea que vas a decir, no quiero oírlo, Juvia.
—Esta mañana he ido al lago para leer las ondas.
—Está congelado —espetó. Entró a la cocina directamente y tomó una gran jarra de agua para acto seguido llevársela a su área de trabajo—. Si me disculpas, estoy muy ocupado.
—El agua me dice cosas, y las aguas me dicen que debo advertirte. Las grietas sobre el hielo predicen cosas terribles.
—No empieces —la advirtió—, sabes que no creo en tu supuesto poder.
—Natsu, por favor, lo he hablado con el abuelo Makarov y me ha dicho que...
Natsu soltó la jarra sobre una mesa y encaró a la mujer de clara cabellos azules. Esta no se inmutó y sus ojos negros se clavaron en él.
—Juvia, hablo en serio, deja de meterle ideas al abuelo. Es suficiente.
—Yo predije la terrible situación de Erza. La llegada de Wendy y la suerte de Laxus. También predije la muerte de tu madre, ¿y a pesar de ello no me crees?
—¡Yo sabía que mi madre iba a morir en el momento que cayó postrada en esa maldito carromato! —perdió los estribos, mirándola con horror—. Déjame en paz, estoy harto de tus supuestas predicciones.
—Yo le dije al abuelo sobre tu oreja, sabíamos que tendrías una situación peligrosa frente a ti, pero sólo tendrías un roce.
—Largo de aquí —era inútil intentar hablar con ella. Natsu no creía en sus supuestos poderes, no quería creer en ellos. Pero era lo único que explicaba que su abuelo lo primero que hizo fue ver su oreja oculta tras su cabello que volvía a crecer. Siguió en lo suyo, ignorando la presencia de Juvia. Ella se acercó cuidando no meterse en su área de trabajo, observando atenta lo que hacía.
—¿Ese anillo es para la chica sobre la que le hablaste al abuelo? —Natsu sólo emitió un pujido que ella identificó como una afirmación y la hizo sonreír—. Es hermoso, ¿le pedirás matrimonio?
—Juvia...
—Entiendo, me voy. Pero me gustaría que me lo enseñaras cuando lo termines. Las joyas que fabricaste para venderlas le trajeron buenas ganancias a Gajeel, y con ello construyó finalmente su barco. Gracias, Natsu.
No le respondió, y sólo sonrió al saber que Gajeel estaba por allí recorriendo los mares en busca de contrabandistas, como siempre soñó. Al tener la supuesta paz entre Londres y Escocia, el rey lo había contratado para un tipo de trabajo especial, mismo que Juvia les rebeló. Pero quería tener su propio navío, por lonque comenzó a ahorrar. Natsu le ayudó, usando las piedras preciosas que conseguía en las tierras de su abuelo y crearon preciosas joyas. Incluso pudo ver algunas de estas en venta en las tiendas más prestigiosas de Londres. Claro, todas con un nombre falso para quien preguntase su creador, Erza se había encargado de eso.
—Natsu, sabes que no dormiré si no te digo esto, y es tu decisión si decides creerme o no. Siento el peligro acechándote. Alguien que te importa podría hacerte daño, así que ten mucho cuidado.
—Eso es un problema, ¿no crees? Si alguien que me importa te hará daño, a pesar de que son pocos, ¿según tú qué debo hacer?
—La futura dueña de ese anillo, es ella la portadora del peligro, y sus siniestros dedos parecen extenderse a ti. Eso es todo.
Natsu no pudo evitar prestarle toda su atención, olvidando por un instante el anillo en el que trabaja y viendo a Juvia fijamente, pero con Lucy ocupando cada rincón de su mente. ¿A qué se refería? ¿El peligro que acechaba a Lucy se extendía a él? Eso lo supo desde el momento en que Skiadrum le reveló lo que todo Londres se preguntaba, hiriendo el corazón de una muchacha inocente en el proceso; con sus especulaciones y chismes sin sentido. Pero cómo Juvia podía saber los detalles de eso. Negó, apartando los pensamientos de su mente. No creía en el poder de Juvia. No era real.
—Todos somos portadores del peligro, no sabemos si el día de mañana estaremos bien o no —replicó. Juvia asintió, dándole la razón. Pero lo que ella veía para él, era la muerte misma, y le asustaba.
—Sólo sé consciente de ello, Natsu. Ten mucho cuidado por favor. Haré lo posible para mantenerte a salvo, pero temo no llegar a tiempo...
—¡Dije que fue suficiente! —le gritó más molesto de lo que quería admitir. Juvia no se inmutó y tan rápido como llegó se marchó, guardando silencio. Natsu se pasó la mano por el rostro, quitando el sudor que trabajar en el horno le provocaba. No sólo estaba fabricando el anillo, sino también un par de joyas más, pero quería encontrar la piedra adecuada para el anillo que quería darle a Lucy, y sabía dónde conseguirlo.
Otra gran parte del invierno pasó, y él no paró ni un sólo día de trabajar para mantener la mente ocupada y no regresar corriendo a Londres. Todavía no olvidaba la delicada situación en la que Lucy se encontraba, y aunque deseaba hablar con su abuelo para recibir algún consejo, no quería que la privacidad de esa muchacha se viera más invidadida de lo que ya estaba. ¿Jude abusaba regularmente de ella? ¿O sólo ocasionalmente? Pensarlo dolía, por la entereza de ella para tolerarlo y lo desgraciado que debía ser ese maldito hombre para hacerle eso a su propia hija. ¡Su única hija! Las náuseas lo invadían cada vez que pensaba en ello, pero eso no apagaba su necesidad de protegerla, ni lo que sentía por ella.
Makarov aseguró que estaba enamorado cuando observó el anillo terminado y Natsu confesó su deseo de pedir la mano de una muchacha en Londres. La sorpresa en todos fue masiva, y algunos comentarios rudos le hicieron ver amenazante al clan que le abrió los brazos a él aún teniendo a un padre inglés.
—Por Dios, Natsu. Teniendo tantas escocesas y te vas por una inglesa —se quejó uno de ellos.
—Yo creo que si logró conseguir la atención de Natsu, es una chica interesante de conocer —no iba a admitirlo, pero el comentario de Juvia resultó conciliador y disipó la duda de la mayoría.
—¡Tonterías! Es una niña inglesa, lo más seguro es que la razón por la que pedirá su mano es porque si es de alta cuna es la única manera de abrirle las piernas. Te creí más listo...
Natsu fue en busca de la voz, topándose con Laxus Dreyar, quien se suponía era el heredero original, pero un error de su parte le había costado la confianza de su abuelo y su clan, relegando la responsabilidad a él. No le sorprendió verlo bebido y mirándole con altanería, retándole a decir algo.
—Su nombre es Lucy, hazte a la idea. La traeré aquí.
—Si yo fuera el heredero, no mancharía más el linaje de mi gente casándome con una inglesa.
—Pero no lo eres, y si a esas vamos, yo ya lo manché —replicó con molestia, dándole la espalda al notar la mirada preocupada de Makarov. No iba a darle más razones al abuelo para preocuparse. Laxus pensaba diferente, pues arrojó el tarro de cerveza contra la pared y se puso de pie con un ligero tambaleo.
—No lo hagas, Natsu. Si la traes, te aseguro que nunca será de los nuestros.
—Según tú nunca lo he sido yo siquiera, soy en parte cingaro, ¿lo olvidas? —Natsu derribó un pequeño canasto de manzanas y las lanzó todas al aire con increíble destreza. Todos tenían la mira en ellos, y para suavizar el ambiente empezó a hacer perfectos malabares con ellas. Sonrió al ver a su abuelo negar resignado—. Mira, vengo del circo, ¿quieres una?
Una a una las lanzó todas en su dirección, pero Laxus sólo atrapó un par mientras el resto rodaron por la mesa. El clan presente soltó una risotada y se acercaron a palmearle la espalda y alguien le acercó un jarrón de cerveza. Comenzaron a vitorear y felicitarle por la buena noticia, alegando que ya le hacía falta sentar cabeza a ver si dejaba de hacer malabares. Laxus volvió a sentarse en completo silencio, comenzando una vez más a beber.
Aquel tipo de roces no volvió a repetirse, o no al menos en el resto de su estadía.
—Hijo, sé que eres algo reservado con respecto a tus asuntos, pero me haría muy feliz que me hablaras de esa chica —Makarov entró a su habitación mientras Natsu terminaba de cambiarse luego de darse un relajante baño. Su abuelo echó una mirada a las joyas que estaba terminando de arreglar y prestó completa atención al anillo de oro con una precioso diamante blanco decorando la argolla—. Quedó muy lindo.
—Espero que le guste, puedes ver los diminutos agujeros del interior, ella y yo creamos una manera de comunicarnos por medio de cartas sin que nadie más pueda leerlas —admitió orgulloso—. Me gustaría que la conocieras ya, pero hay algo que debo decirte respecto a ella...
—Adelante.
—Su nombre es Lucy Hearfilia, ella es ciega, abuelo... Quiero traerla a las tierras altas, pienso que es lo mejor para su bienestar, no se siente cómoda con el bullicio de Londres.
Makarov estaba evidentemente sorprendido, y aunque confiaba en su nieto, una pequeña duda le hizo verle con una ceja arqueada.
—Natsu, ¿sabe ella que no eres del todo inglés? —Natsu sonrió.
—Por supuesto que lo sabe, no podrá ver pero escucha perfectamente... Abuelo, cuando me case con ella trataré de traerla aquí de inmediato.
—¿Tan seguro estás de que te dirá que sí? —bromeó el anciano.
—Siempre puedo intentar persuadirla, y si eso no es suficiente, puedo usar la estrategia de cualquier escocés, me robaré a la novia —Makarov lo miró mal, Natsu soltó una risotada—. Oh, vamos, sé que todavía lo hacen, son unos pesados.
—No es gracioso, muchacho. Lamentablemente no en todos los casos la dama está de acuerdo —Natsu estaba de acuerdo, era una maldita costumbre que estaba dispuesto a desaparecer con el tiempo—. Así que ni lo pienses, renacuajo.
—No le soy indiferente —recordó con un suspiro, apoyándose en la pared y viendo el anillo que hizo para Lucy—. Lucy es un encanto...
Makarov sonrió al ver la manera en que las facciones de su nieto se suavizaban y una sonrisa tonta cruzaba sus labios.
—Pues espero que la niña acepte tus sentimientos, aunque te veas aterrador. Me gustaría conocerla alguna vez —Natsu asintió encantado. Quizás sonaba apresurado para el resto que él afirmara que la haría su esposa, pero en el infierno él dejaría que ella siguiera bajo la amenaza de Jude—. A tu madre le habría encantado verte así de atolondrado.
—A mí también me encantaría que la hubiese conocido —añadió con melancolía. Makarov que hizo compañía un rato más, viéndole empacar para su regreso a Londres.
Un par de semanas después Natsu finalmente partió, si bien el hielo no había desaparecido, comenzaba a derretirse por las tardes y en las noches tomaba forma nuevamente. Eso significaba que la primavera se aproximaba, por lo que emprendió el largo camino de vuelta. Su abuelo le aconsejó que mandase primero a un mensajero para avisar de su llegada a su padre, pero no le vio sentido y se marchó por si sólo. Juvia lo abrazó con fuerza, y sólo le susurró que tuviese cuidado pues avistaba problemas en su llegada a Londres. Natsu agradeció sus buenos deseos con sarcasmo y prometiendo volver pronto.
El viaje de regreso resultó un poco más complicado debido al frío, eso y al polizón que encontró la primera noche que deseó acampar. Happy salió temblando de su bolsa de provisiones, y descubrió no sin cierta molestia que el travieso gato se había comido algunas de sus reservas. Suspiró cansado y agradeció al menos que estuviera allí y no en la bolsa que usaba de almohada. Happy sólo se introdujo en su abrigo y se hizo un ovillo azul que pronto cayó dormido, luego él le siguió. Le tomó cerca de una semana llegar a su destino, y apenas si podía mantener en calma la sensación de inquietud que lo envolvía en los bosques cercanos a la gran ciudad. Se sentía vigilado, y por más que tenía cuidado de inspeccionar los alrededores, no encontraba nada. Happy no dejaba de maullar, exigiendo algo de la comida que ya se había terminado durante el amanecer.
—Ya casi llegamos, deja de lloriquear —bufó, deseaba descansar un rato. Había tenido una noche de pesadillas inquietas. Culpó a Juvia por ello al meter ideas a su subconsciente. Su corcel también parecía cansado, pues resoplaba con esfuerzo por lo que decidió que descansaría un momento. Se encontró sin agua y se vio en la obligación de buscar algún riachuelo que escuchaba cerca.
Desmontó y estiró los músculos tensos. Su corcel bebió de la fresca agua que corría con trozos de hielo. Y Happy empezó a perseguir una rana que saltaba por allí. Natsu tomó algo del agua y humedeció su rostro y cuello. El frío erizó su piel, pero el ligero y conocido ruido que escuchó a sus espaldas le hizo tensarse. Él conocía ese ruido... era un arma cargándose. Se tiró al agua unos segundos antes de que el sonido de un disparo atravesara la tranquilidad del bosque, y maldijo al volver a la superficie para notar a alguien correr para alejarse. Fue temerario, pues bien podía esperar a que saliera a la superficie para rematarlo, pero eso le dijo que no era nada más que una advertencia o un imbécil. Natsu tomó su arma que dejó en su corcel y la daga que guardaba en el interior de su bota. Le dio alcance al extraño y tomando impulso lanzó la daga. El arma dio volteretas, desequilibrada por el mango, y la punta terminó clavándose tras el muslo de aquel que le disparó. El hombre lanzó un grito y cayó al instante. Natsu cargó su arma y le apuntó. El herido intentaba recuperar la suya cuando él se arrodilló a su lado y tocó su cabeza con el cañón.
—Eso fue muy estúpido de tu parte.
—¡Lo siento, lo siento! Sólo quería algo de dinero, lo juro.
—Date la vuelta.
—Milord, sólo soy un pobre campesino, necesitaba dinero. Este invierno ha sido muy duro para mí familia, se lo suplico.
La mente de Natsu trabajó con rapidez. Tenía las pintas de un cíngaro, ¿por qué usar aquel título? El hombre le dio la cara, lucía sudado y muy asustado. Recuperó su daga com un grito del agresor y luego un llanto incontrolable. Natsu tomó su arma y la guardó en la cinturilla de su pantalón.
—¿Por qué me dices así? Soy un cíngaro —el hombre lo miró asustado, evaluando su ropa y confirmando lo obvio. Natsu se puso de pie, sin dejar de apuntarle.
—He cometido un error... lo siento.
—¿Quién te envió? —No se iba a tragar ese cuento.
—Hombre, yo...
—¡¿Quién te envió?! Me has estado siguiendo desde hace más de una hora, infeliz. Desde los primeros cinco minutos tenías que saber que soy un cíngaro. Responde o te daré un tiro en la otra pierna.
—Los animales como tú sólo saben usar el cuchillo, no las pistolas —Natsu lo miró fijamente, notando su cambio de actitud y el aire retador. Sin ninguna pizca de arrepentimiento le disparó en la pierna sana. El extraño aulló y le maldijo—. ¡Hijo de puta!
—La próxima será en la cabeza, ¿quién carajo te envió?
—¡Vete al infierno, escocés de mierda!
—Ah, ahora sabes que soy escocés —arqueó una ceja—. Tu jefe ha de ser un soberano idiota por mandar a un novato como tú.
—¿Estás seguro? —se rió, apoyándose en sus codos. Natsu lo vio desviar la mirada un instante, y lo supo. No venía solo. Se giró justo a tiempo para esquivar el cuchillo que iba directo a su estómago, pero eso no evitó que la hoja cortara su abdomen y brazo. Natsu le disparó en el pecho al segundo atacante. El primero intentaba cojer el arma de su compañero caído que no se movió después del tiro—. Demonio...
Natsu sabía que era su vida o la de él, por lo que no lo pensó cuando volvió a usar la daga. Un par de minutos después volvía a su caballo, con el ceño fruncido y la daga llena de sangre. Buscó en los cuerpos pero no encontró nada que le dijera quién los enviaba, absolutamente nada. Posiblemente eran unos vagabundos que alguien contrató. La herida le ardía, ardía mucho. Y empezó a sentirse mal. Se llevó una mano a los labios y silbó sonoramente para llamar a su caballo que había huido luego de escuchar los disparos. Este reapareció luego de unos segundos, y Happy asomó su cabeza de su equipaje.
Natsu apenas y logró subirse cuando empezó a ver todo borroso. Aquello no era normal para una herida de ese tamaño, ni siquiera debía ser grave. Echó un vistazo, encontrando una especie de espuma nacer del corte que era ligeramente profundo, y lo supo al instante. Veneno.
Habían llenado la hoja con veneno. Natsu se aferró a las riendas de su corcel y susurró una palabra en su idioma. El animal relinchó y adquirió un trote seguro. Su jinete perdió entonces el conocimiento.
Cuando volvió a recuperar la consciencia lo primero que sus ojos vieron fue el rostro de su hermano Zeref que mostró una expresión de alivio y le habló a alguien por sobre su hombro. Luego Igneel invadió su campo de visión y se inclinó para abrazarlo. Él gimió de dolor cuando ejerció cierta presión sobre su brazo.
—Hijo, al fin despiertas. Llevas un par de días inconsciente... gracias a Dios, Zeref te encontró justo en el instante en que te caíste del caballo. Quizás te duela la cabeza un poco, pero no es nada grave.
Natsu buscó a su hermano, que le sonreía del otro lado de la cama y luego se acercaba a palmear su hombro.
—Pude encontrarte cuando escuché el sonido de los disparos, en realidad, temí lo peor. Creí que no te alcanzaría.
—Agua... —susurró, le dolía la garganta y sentía la lengua seca. Su padre se encargó personalmente de darle el tan necesitado líquido—. ¿Qué... qué pasó??
Tenía vagos recuerdos, sabía que volvía a Londres desde Escocía, después de ello.
—Papá y yo aguardamos tu llegada hace poco más de una semana cuando nos llegó un mensaje de tu abuelo, dijo que tú lo creías innecesario pero quería que estuviéramos preparados para tu llegada. —Zeref entonces se mostró serio—. Hace dos noches estaba en un juego de cartas cuando escuché a un hombre ebrio presumiendo lo mucho que iba a ganar si mataba a un escocés que pronto llegaría a la ciudad. Quise creer que era un malentendido, o una simple coincidencia, pero se le escapó que en realidad era mitad inglés y estuvo un tiempo con los cíngaros. No quise arriesgarme y entonces decidí ir a ver si te encontraba por el camino a las afueras.
—Escuchaste que planeaban matarme ¿y vas directamente a la boca del lobo? —inquirió con cierta molestia—. Para haber recibido una educación de primer nivel, no eres muy listo.
—Llevé un par de amigos conmigo, no sabía por qué camino llegarías o si necesitaría de un médico.
—¿Hablas del doctor Cheney? Zeref, es un hombre mayor, no debiste exponerlo así.
La cara de Zeref e Igneel cambió, y compartieron una mirada que a Natsu no le gustó y le hizo querer incorporarse. Su hermano le ayudó a apoyar unas almohadas a su espalda.
—Natsu... el doctor Cheney está muerto.
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Continuará...
N/A: Esto de actualizar seguido se siente medio raro, jajaja. Okno, trato de compensarlos, así que díganme qué les parece la historia y qué piensan que puede pasar. Al rato contesto sus comentarios ♡
Nos leemos ~☆
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