¤¤ Capítulo 19 ¤¤
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—¡Padre, ya basta, por favor! —rogó Lucy desesperada, aferrándose al brazo del hombre que propinaba una horrible paliza a su prima Mavis, tan horrible que ya no la escuchaba quejarse y ella se estaba volviendo loca de la desesperación—. ¡Padre, le suplico...!
El golpe llegó sin avisar, y Lucy se vio lanzada hacia atrás al tropezar con sus propias faldas. Un gemido de angustia llegó a sus oídos, y para su sorpresa era el suyo cuando su espalda chocó con algo duro y lo derribó junto con su cuerpo. Quizás era uno de los barriles, o un viejo estante. Ahora no recordaba con exactitud qué había en ese sótano. Tampoco es como si le importara, no con la situación actual. El dolor se apoderó de ella, y el sabor metálico se deslizó por su boca. Los golpes que escuchaba a la lejanía cesaron, y un cuerpo cayó inerte antes de que unos pesados pasos se apresuraran a ella.
Lucy apenas y fue consciente de los brazos de su padre sujetándola cómo una muñeca de trapo antes de precipitarse escaleras arriba y dejar oír su grito por toda la casa.
—¡Virgo! —La criada se presentó incluso antes de que los ecos del grito terminasen por extinguirse. Si la escena la sorprendió o no, Lucy lo ignoraba. La punzada palpitante en su espalda la tenía doblada y le dificultaba respirar. Pero, si ella estaba así, ¿cómo estaría la pobre Mavis?— Lucy se ha caído por las escaleras, llama al médico particular, y más te vale exigirle que sea discreto.
—Ahora mismo, mi señor.
Jude se encargaría de su transporte, por lo visto. A tientas, Lucy aferró el marcó de la puerta que daba al cuarto lleno de tan horripilantes escenarios, y con todas sus fuerzas trató de no ser llevada. Las lágrimas corrían por su rostro, más por la idea de que Mavis no despertara de esa paliza. Era su miedo cada vez que Jude se descargaba con ella.
—Mavis...
—La prioridad eres tú, Lucy. Te he dicho cientos de veces que no te metas —La riñó como si lo sucedido se tratara de un tropiezo o un pisotón accidental. Lucy siguió sin querer soltar el marco de madera.
—Mavis... por favor...
—Alguien se hará cargo de ella, no insistas.
Lucy no le creía, nunca le creía. Pero sabía cuánto más rápido el médico la viera a ella, revisaría a Mavis. Porque Jude no llamaba a alguien más que a esa persona a la que le pagaba para callarse sobre las palizas que le propinaba a su sobrina. Si bien no era mal visto golpear a una mujer si esta no sabía comportarse, y con Mavis bajo su cuidado, su padre quería aparentar que todo iba bien y que esos arranques de ira no eran la excusa perfecta para golpear a algo. Además, si eso se sabía... Lucy se estremeció ante los últimos recuerdos antes de quedar ciega para siempre.
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Natsu se encontraba sentado en la penumbra de la habitación luego de que Zeref pidiera menos luz, pues le molestaba en los ojos. El médico había extraído la bala y afirmaba haber limpiado la herida con sumo cuidado, por lo que sólo habría que esperar a que la fiebre hiciera su trabajo. Si bien no era una señal muy buena en muchos casos, también era síntoma de una curación. Pero si duraba demasiado entonces sí era de temer. Los ojos de Zeref lucían brillantes y húmedos, su mirada permaneció perdida un momento en el techo antes de que advirtiera su sombra y le dedicase su atención. Una sonrisa tensa tiró de sus labios resecos y tragó antes de hablar.
—Parece que estás en un funeral. Anímate, no pienso dejarte toda la herencia.
—¿Cómo te sientes?
—Agotado, ni siquiera la condesa Milkovich me ha dejado en un estado tan deplorable.
—¿Se supone que tiene que ser gracioso?
—Intento serlo, porque cuando mamá se entere...
Como si la hubiese llamado con alguna especie de llamado místico, Grandine se precipitó en la habitación con rápidas pisadas y su mirada histérica buscó a su hijo en la penumbra, pero lo que encontró fue al que ella creía culpable de que su hijo casi perdiese la vida y el miedo se transformó en ira. Natsu se había puesto de pie lentamente al reconocerla y aguardó las palabras venenosas que esa mujer le soltase. Porque lo admitía, era su culpa que su hermano recibiera una bala que iba dirigida para él.
¡Zas! Llegó la primer bofetada, y él no la vio venir, o al menos no la asimiló hasta que llegó la segunda y giró su rostro en dirección contraria, más por inercia ante el picor de la zona que la fuerza misma de la mujer. Grandine tenía lágrimas en los ojos, y volvió a alzar la mano para volver a pegarle. Zeref intentó levantarse luego de la conmoción inicial, pero el dolor le hizo quejarse y el codo que apoyó no lo resistió. Natsu le ayudó a posicionarse en una posición donde no pudiera recargar la zona herida.
—¡Mamá, ya basta! —Zeref maldijo entre dientes cuando sintió punzadas en la herida—. Ugh... No vuelvas a golpear a Natsu.
—Éste escocés hijo de una cualquiera irrumpe en mi hogar, humillándome y haciéndome sentir herida porque es una prueba de la infidelidad de mi marido. Soy obligada a aceptarlo en mi hogar, y a soportar las burlas de la sociedad por tener un bastardo bajo mi techo. No hace más que meterse en un escándalo tras otro, e incluso a demostrado ser peligroso. Luego me entero que por su culpa disparan a mi único y amado hijo... Zeref, ¿cómo puedes pedirme que me tranquilice? Lo quiero fuera de aquí, no quiero volver a verlo... no quiero...
Grandine se echó a llorar, sentándose a un lado de Zeref y aferrando sus manos. Zeref miró a Natsu con preocupación, y luego sus ojos, con algo parecido a un rencor disfrazado de confusión, fueron más allá de su hermano; a su padre Igneel que permanecía de pie en el umbral y los veía sin otra expresión más que el dolor. Natsu retrocedió, ignorando la mirada culpable en los ojos de Igneel. A juzgar por la mirada que Zeref le había dirigido parecía preguntarle porqué permitió a Grandine ponerle una mano encima. Pero la verdad era que no le importaba si su padre lo defendía o no, desde que su madre murió y le confesó aquel secreto en su lecho de muerte, Natsu sabía que siempre estaría a un lado, más no por delante.
Miró la imagen que mostraban Grandine y Zeref, y aunque la situación era completamente diferente, se vio a sí mismo unos años atrás, sentado a los pies de la cama mientras sostenía la pálida y débil mano de su madre, que a pesar de estar siendo acompañada por su próximo fin, jamás dejó de sonreírle.
Apartó aquel repentino pensamiento de su mente, sintiendo un frío sudor bajar por su espalda y prefirió ignorar el hecho de que aquel día era otro año más desde el fallecimiento de su amada madre. Justo aquel día, y era el primero en el que no lloraba. No quería comenzar ahora.
—Zeref... te pondrás bien. Mi querido niño...
—Mamá, no es grave... fue sólo un accidente —expresó con lengua pesada.
—Accidente es ese bastardo que tu padre llama hijo, mira cómo te ha dejado.
—Grandine... —Igneel la censuró, pero ella se levantó airada y se plantó delante suyo. Sus ojos rojos y llorosos expresaban su dolor.
—No te atrevas a hablarme en estos momentos, Igneel. Tú has traído a ese bastardo a mi hogar, tú me engañaste cuando te creí muerto... y a pesar de ello te esperé con un hijo sin saber qué había sido de ti. ¡Yo sí te esperé!
—Ya hemos hablado de esto...
—¡No, no lo hemos hablado! Tú sólo me has dicho lo que harás y cómo se hará, y yo por amor a ti he aceptado cada una de esas decisiones que no han hecho nada más que lastimarme. Ahora ese dolor se ha extendido a mi hijo, ¡que es también tu hijo, tu primogénito por si lo has olvidado! Ese estúpido escocés no hace nada más que querer llamar la atención, y esta vez se ha metido con el vizconde Fernández. Si van tras él, que seguro harán, más vale que nada de esto nos salpique a mí o a mi hijo, te juro Igneel, que si algo llega a pasarle a Zeref, yo me muero.
—Me iré —intervinó Natsu, notando cómo Igneel no encontraba las palabras y no sabía hacia dónde mirar. Grandine le miró de reojo, con total desprecio y apenas haciendo caso a sus palabras—. No le temo a Jellal, así que no se preocupe por él. Lo que ha pasado hoy fue un error mío por permitirle a Zeref acercarse, en cuanto a lo otro, no es algo de interés.
—Más que hacer escándalo —espetó ella de vuelta. Dirigió su mirada desconfiada a Igneel—. ¿Es esto una broma? ¿En verdad se va?
—Natsu, no tienes que...
—Papá, ya he hablado esto antes contigo, sólo pasaría aquí mi temporada hasta presentarme a la sociedad, luego me marcharía al llegar el invierno si nada me retenía aquí.
—¿Y nada te retiene? —murmuró Igneel con esperanza. Natsu miró a Zeref, cuyos ojos cansados se abrieron y lo enfocaron, la sorpresa clara en su expresión tensa.
—Natsu... no, no me dijiste na-nada... —Grandine volvió su atención a su hijo cuando éste se desvaneció, y alarmada mandó a llamar un médico. Tuvieron dificultades para convencerla de que era sólo el cansancio por la herida. Pero sólo llegaron al acuerdo de llamar a uno mientras Natsu se retiraba de la habitación.
—Hijo, espera —Igneel le alcanzó en las escaleras—. Lo siento, no había comentado nada a Grandine... ¿en serio te irás a las tierras altas? Creí que podrías quedarte conmigo un tiempo más. ¿Qué hay de Zeref? Sé que no son unos niños, pero él te quiere. Yo te quiero, y me gustaría...
—Por favor, no hagas esto más difícil... es obvio que sólo soy causa de discusiones entre Grandine y tú. Y aunque no lo creas, puedo en parte entender su odio hacia mí. No me gusta Londres, ni su gente...
—Te lo preguntaré de otra forma, ¿qué hay de Lucy? ¿Le has comentado algo al respecto?
—¿Qué tiene que ver ella en mi decisión? —miró a su padre con una ceja arqueada. Sabía que para todos era evidente el tiempo que pasaba con Lucy, y por supuesto que quería decirle. No obstante, la noche que planeó contarle ocurrió el asunto con Eucliffe. Fuera un relámpago rompió la oscuridad e iluminó todo por segundos, antes de que la lluvia comenzara a golpear contra los cristales.
—Natsu...
—Todavía no le he dicho nada, pero eso no me hará cambiar de opinión. Ya le he mandado una carta al abuelo para decirle que vuelvo antes de la primera nevada.
Igneel alzó un brazo, queriendo tocar la mejilla enrojecida a causa de Grandine. Natsu no se apartó, pero tampoco se atrevió a verlo. Permaneció de pie, inerte y con la vista perdida en la oscura noche donde una sorpresiva lluvia se desató con cierta ímpetu. Su padre no lo tocó, y sólo vio como su mano volvía a caer, hecha un puño.
—Entiendo, si hay algo que necesites o en lo que pueda ayudarte... —El silencio se extendió largos segundos, Igneel tragó antes de continuar—: Natsu, yo...
—¡Lord Dragneel! El médico que lady Grandine ha solicitado no está disponible, escuché que hubo un incidente en la mansión Heartfilia, y usted sabe que ese médico es llamado por lord Heartfilia.
—¿Sabes qué ocurrió? —Natsu bajó la escaleras de inmediato y se plantó delante de la criada empapada. Veloz pidió que le dieran algo con qué secarse—. Dime que más escuchaste.
—Lo siento, joven amo, sólo escuché que la señorita Lucy tuvo un accidente, al parecer se cayó por las escaleras y su padre quiere que la revisen.
—¡Que alguien abra la reja de entrada! Iré ahora mismo. —Natsu se precipitó a la lluviosa noche con el corazón latiendo a mil. ¿Lucy se había caído por las escaleras? Maldita sea, estaba ciega, ¿y no había nadie con ella? ¿Qué no Mavis era como su sombra? Entró al establo y su corcel lo recibió agitado—. Tranquilo, chico, venga, necesito que me ayudes. Vamos. Es sólo un poco de lluvia.
Su corcel obedeció sus indicaciones y se adentró en la lluvia que sólo parecía incrementar con su pesada respiración. Natsu pudo escuchar a su padre llamarlo a sus espaldas, pero no se detuvo y animó a su semental a ir más de prisa. La mansión Heartfilia no estaba a más de diez minutos de distancia. Pero le pareció eterno el llegar hasta allí, y aún cuando lo hizo el corazón le seguía latiendo deprisa cuando saltó de su caballo al suelo y observó con un vistazo el coche que aguardaba fuera, lo reconoció como propiedad del médico.
Golpeó la puerta repetidas veces y con fuerza. Su cuerpo temblaba ligeramente, más por el frío aire combinado con la helada agua que lo empapaba de pies a cabeza. No obtuvo respuesta, y golpeó con el puño repetidas veces hasta que escuchó un grito del otro lado. Tauro abrió y le vio con sorpresa, haciéndose a un lado y dejándole pasar al instante.
—Joven Dragneel, ¿qué hace bajo este clima? Si me permite, avisaré a mi amo sobre su llegada y le traeré algo para que se seque.
—Yo mismo le diré sobre mi presencia, ¿cómo está Lucy? —Se apartó de la entrada y dirigió su mirada a las escaleras, tratando de recordar dónde se encontraba la habitación de Lucy.
—Mi señor, espere por favor, el médico está con ella y...
Natsu lo recordó, y subió de dos en dos los escalones. Necesitaba ver que Lucy se encontraba bien. ¿No tenía suficiente esa criatura con todo lo que ya pasaba día tras día? Escuchó la voz del médico del otro lado de la puerta cuando se detuvo ante esta, y tomó la perilla para girarla y entrar. Había olvidado las etiquetas por completo, y lo sabía. Ya luego se las arreglaría con Jude o cualquier otro que osara quejarse, pero era una de las tantas cosas que detestaba de los ingleses que necesitaban pedir permiso incluso para estornudar.
Lucy yacía boca abajo sobre su cama, con los ojos cerrados y una clara expresión de dolor que tensaba sus bellas facciones. Su larga cabellera se hallaba sobre su cabeza e incluso caía por uno de los laterales de la cama. Dos pares de ojos se giraron hacia él, Natsu reconoció la sorpresa en Virgo, así como en el médico que se erigió y arqueó una ceja al verle. Lucy permaneció inmóvil, pero su cabeza se movió ligeramente al reconocer el sonido de la puerta abrirse.
Natsu se centró en la visiblemente suave piel que quedaba a la vista, era obvio que ella se encontraba en ropa interior, pero una sábana cubría desde su baja espalda hasta la mitad de los gemelos, mientras que sus brazos estaban bajo su cabeza para revelar su espalda desnuda y el gran morado que comenzaba a formarse en un lateral de ella.
—Papá, lo mío es sólo un golpecito, estaré bien. Por favor, Mavis debe ser atendida —Pidió Lucy con palpable cansancio. El médico se giró a ella y cubrió su espalda con la sábana mientras Virgo se acercaba con pasos ágiles al intruso.
—Lucy... —logró musitar antes de Virgo le tapara la boca con total libertad y lo empujara fuera. La nombrada se tensó e intentó levantarse cuando supo identificar su voz.
—Por la sangre de... —La puerta se cerró con un golpe y Virgo se encaminó a una pálida Lucy.
—Princesa, ya ha salido. No se mueva, por favor.
—Lo mejor será que permanezcas en esa posición en lo que las pastillas hacen su efecto, lady Heartfilia —Informó el doctor guardando sus cosas—. Señorita Virgo, ¿podría guiarme a lady Vermillion?
Lucy quería agradecerle al médico su atención, o apresurarle hacia Mavis. Pero ahora lo único que no podía dejar de pensar fue en aquella voz que ella reconocía perfectamente. El color ascendió a su rostro y sólo escuchó la nerviosa voz de Aries cuando entró la habitación para ayudarla a vestirse, informándole que tenían una visita inesperada y confirmando sus sospechas. Natsu Dragneel estaba en su casa.
Por otro lado, Natsu aguardaba en la escaleras principales, pues un ansioso Taurus se precipitó a decirle que avisaría de su llega al señor de aquel hogar, desapareciendo por uno de los corredores. Después de un rato y sin escuchar nada más, Natsu vagó en esa zona, mirando los cuadros que decoraban las paredes y poniendo primera vez atención. Una sonrisa tiró de sus labios al ver una pintura de quien obviamente era Lucy, pero era pequeña y llevaba entre sus manos una linda muñeca de trapo. En otro cuadro habían vuelto a retratar a Lucy, pero aquel brillo de sus ojos, o la paz en su rostro, habían desaparecido. Aquel segundo cuadro era el de un ángel herido al que habían arrancado sus alas para obligarla a dejarse ser admirada por todos. Un tercer cuadro capturó su atención, y le incentivó a acercarse, se venía mucho más antiguo que los anteriores, pero pasaba desapercibido por los adornos que había alrededor y la gruesa cortina que casi lo cubría. Hizo la tela a un lado, curioso por ver qué encontraría debajo, y se quedó sin aliento al ver a la mujer en la pintura.
—¿Se puede saber qué o quién te has creído para irrumpir en mi casa a estas horas? Tu desfachatez ha alcanzado un límite, escocés —Se acercó Jude furioso. Natsu percibió un ligero arrastrar en sus palabras y el tambaleo del hombre cuando se acercó—. ¡Largo de aquí!
—Escuché que Lucy tuvo un accidente—dijo sin más. Jude se puso rojo de ira y una vena se marcó en su cuello cuando gritó.
—¡Eso a ti no te incumbe, lárgate! Si quieres seguir viendo a mi hija, vete de aquí ahora mismo.
Estaba ebrio, no había ninguna duda. Natsu lo descubrió cuando el hombre llegó hasta él y su aliento a alcohol le llegó. ¿Cómo podía estar en aquel estado con Lucy y su prima heri...? Un momento, Lucy quería que revisaran a Mavis. Y él sólo escuchó que Lucy estaba herida. Sus ojos se desviaron a las manos que apretaban su chaqueta empapada, y observó fijamente los nudillos heridos del lord. Afuera oía llover, y Jude descubrió su silencio.
Natsu unió los hilos. La sombra que le pareció ver en el rostro de Lucy, en los pocos segundos que le llevó estar en su cuarto, no era un juego de luces. Era un golpe. Un maldito golpe. Como el de su espalda, quizás al caer contra algo. Y Mavis... el médico estaba con ella. Los nudillos de Jude lucían heridos. No era la primera vez, y entonces recordó cuando Lucy fue a casa de su padre por primera vez luego de su invitación, y a Mavis con algunos morados.
—¿Qué ha hecho? —susurró con un tono letal, fijando su mirada llena de furia silenciosa. Jude retrocedió un pasó y bajó los brazos.
—No lo diré de nuevo, lárgate. Yo me haré cargo de mi hija y si quieres verla, espera a mañana.
Natsu no lo pensó dos veces y tomó al hombre para obligarle a dar la cara, golpeando su espalda con el muro y tomando las solapas de su camisa. Jude abrió los ojos a más no poder e intentó zafarse.
—Usted... ¡Las ha golpeado! ¿Cómo carajo se atreve? ¡¿Por qué lo ha hecho?!
—¡Suéltame!
—¡¿Por qué las ha golpeado?!
—¡Taurus, ayúdame!
—¡Cobarde hijo de puta! —Natsu escuchó las rápidas pisadas y luego cómo lo sujetaban por ambos brazos. No era sólo Taurus, sino también Capricornio. Podría con uno, pero era cierto que ambos eran fornidos y un poco más grandes que él. Además, su furia no era contra ellos, sino con Jude—. Eso es un maldito delito, y que me pudra en el infierno si voy a permitir que sus estúpidas costumbres les haga daños a dos muchachas que no se pueden defender.
Había oído que los hombres todavía tenían permitido golpear a las mujeres que tenían bajo su cuidado, incluso con un palo que no sobrepasara el grosor del dedo meñique. Pero siempre le pareció horrible. Él mismo propinó palizas a hombres de su clan que luego de robar a alguna mujer, tenían el descaro de querer lastimarlas.
—¡Suéltenme! —exigió sin perder de vista a Jude un sólo instante—. Lo voy a exhibir, Heartfilia. ¿Tan débil es que necesita golpear a mujeres para sentirse poderoso?
—¡Natsu, no! —Lucy caminaba lo más rápido que podía, con una mano tocando el muro y la otra estirada al frente para no cruzarse con nada, la angustia en su rostro era visible, así como el morado que sólo podía dejar un puñetazo—. Mi señor, ha cometido un error...
—No intente defenderlo —Natsu se libró sólo para ir a su encuentro. Lucy aferró sus brazos y el temblor de su cuerpo evidenció su miedo—. Su padre no puede hacerle esto.
—Claro que puedo. Están a mi cargo y bajo mi techo, donde hay reglas. Lo de Lucy no ha sido más que un desafortunado accidente.
—Lo admite entonces... —De no ser porque Lucy percibió sus intenciones y se negó a soltarlo, Natsu hubiera ido sobre Jude—. Lucy...
—Lord Heartfilia, le he dado algo para dormir a la señorita Vermillion. Afortunadamente no tiene nada roto, pero necesitará tiempo para recuperarse y también tomar algo para el dolor.
El médico se acercó a ellos, percibiendo el tendón ambiente y advirtiendo algo.
—¿Lucy se pondrá bien? —Inquirió Jude como si nada estuviera ocurriendo, o como si el estado de su sobrina no fuera preocupante.
—Ella está bien. Es sólo un mal golpe.
—Su propio padre la ha golpeado —espetó Natsu, dando un tirón para liberarse del agarre de los sirvientes. Estos lo soltaron, pero no se apartaron. Jude dirigió su furiosa mirada a su hija y la acercó a él de un brusco tirón, haciéndola tropezar y casi caer—. ¡No la trate así!
—¡Es mi hija!
—Eso no le da ningún maldito derecho a...
—Natsu, muchacho, ¿podemos hablar un minuto? —intervino el médico. Él lo ignoró y Jude siguió.
—Lárgate de mi casa ahora mismo, o no volveré a permitir que veas a Lucy. Si he seguido con éste estúpido juego es por Igneel y nuestra amistad, vete ahora.
—Si le vuelve a poner una mano encima...
—¡No me amenaces!
—¡Natsu! —le llamó Lucy con súplica y desesperación—. Por favor... váyase.
—No.
—Natsu —esta vez fue el médico.
—¡He dicho que no!
Jude metió la mano dentro de su bolsillo, y sacó una pequeña pistola. Taurus y Capricornio se apartaron, y el médico se puso delante del joven escocés. Lucy no supo lo que ocurría hasta que escuchó cómo su padre la cargaba.
—¡Papá, por favor no, se lo ruego... por lo que más quiera!
—¡Quiero que se vaya!
—¡Natsu! —Suplicó Lucy, buscando a tientas la muñeca de su padre donde portaba el arma, y lo sabía porque el otro brazo la tenía agarrada.
Natsu miró con impotencia como los ojos de Lucy se llenaban de lágrimas que no tardaron nada en bajar por sus mejillas, rozando aquel área herida a causa de uno de los puños de su padre. ¿De verdad nadie haría nada? ¿Eso les parecía normal? Ni siquiera los cíngaros, de donde su madre provenía, eran tan salvajes.
—Hijo, por favor. El señor Heartfilia es incapaz de hacerle algo a las niñas que tiene bajo su cuidado. Esto sólo ha sido un desliz que el alcohol provocó. Si en algo te importa la señorita Heartfilia, será mejor que te retires ahora y vuelvas por la mañana. Acompáñame a mi carruaje, te llevaré a casa.
—No voy a dejar a Lucy a solas con él —sentenció una vez más. Jude movió el brazo y jaló del gatillo. El disparó que resonó tras eso fue ligeramente opacado por el trueno que iluminó los cielos en ese instante. Pero para Lucy fue audible, y se encogió llena de miedo y rompiendo en llanto.
¿Cómo iba a irse y la dejaría así de indefensa en manos de su padre? Natsu no pudo ver a ese hombre de otra manera que no fuese un monstruo.
—Por favor... por favor... —repetía ella sin parar en medio de su llanto.
—La próxima bala será para ti, bastardo —Advirtió el hombre.
—Jude, por favor, la niña no se encuentra bien —insistió el médico, acercándose al hombre que centró sus ojos inyectados en sangre en él—. Vamos, te acompañaré a tu recámara y me llevaré a éste chico conmigo. Te lo prometo.
—No hasta que Aries se lleve a Lucy —exigió. La nombrada, junto a Virgo, se precipitaron a sujetar a la joven heredera y la llenaron de cariños y palabras dulces para ponerla de pie. A Natsu le dolió verla así, y quería ir a su lado a consolarla, a protegerla de todo ese ambiente que no hacía más que mortificarla, pero se retuvo al tener la atención de Jude.
—Así lo harán. Vamos, dame el arma... eso es, andando, es hora de dormir. Tu hija y tu sobrina estarán bien.
Cuando Natsu los perdió de vista se acercó inmediatamente a Lucy, que echa un ovillo se dejaba rodear de la presencia de sus dos criadas y damas de compañía. Al sentir su acercamiento, lo rechazó por completo.
—Váyase, se lo pido, y no vuelva...
—Lucy...
—¡No me toque! Mi prima ha sido herida por su culpa.
—¿Qué? —la indignación llegó junto con la confusión.
—Natsu, es hora de irnos —declaró el doctor, tomándolo del brazo y tirando de él. Iba a resistirse hasta que el hombre se acercó con discreción y le susurró—: No vas a ganar nada haciendo esto, entiendo tu sentimientos, y soy consciente de lo que sucede en esta casa. Ven conmigo al carruaje y te explicaré todo.
¿Qué otra opción tenía? Si Lucy ni siquiera quería dirigirle en la palabra, aún cuando presenció todo aquello.
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Continuará...
N/A: Holaaaa, por fin otro capítulo y el siguiente ya está proceso, quizás ya descubrimos un poco más del pasado de Lucy o tal vez sobre los secretos de Jude, ¿ustedes qué creen? Ya me pondré al día con los comentarios pasados, así que me gustaría leerlos para saber qué opinan al respecto o qué creen que sucederá.
Nos leemos~♡
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